jueves, 28 de mayo de 2020

Final de La Tercera Temporada: Babylon Berlin 3x12



Me costó ver el final. Toda la temporada me ha resultado tan inferior a las anteriores que temía una desilusión. No me equivocaba. Fue un final absurdo con cabos sueltos y una hilera de interrogantes.

Cuando me refiero a interrogantes no hablo de pistas para una temporada futura. No me parece mal que haya huido uno de los Hermanos Gostony porque eso indica que habrá guerras gansteriles en la próxima temporada. Tampoco que Lotte se entere que tiene un hermano boxeador justo cuando Toni la rechaza, renegando de ella por haber dejado a Ilse ciega. ¿Pero qué pasó con la relación de Lotte y Gereon? ¿Por qué terminó acostada con ese barman con facciones de roedor?

Al menos Esther consiguió que su marido aceptara que formaran un menage a trois con Walter. Weintraub usó el dinero robado para pagar las deudas de los Kasabians y el filme fue todo un éxito. Al único que no le gustó fue a Jacoby que, desde la cama de Graff, escribió una lapidaria crítica sobre el cine expresionista, que esta demodé y que hay que apostarle al realismo.

Pues quienes no le apostaron al realismo fueron los productores. Antes de hablar del final quiero comentar lo que más me gustó. Aunque abierto me complació el final de Toni. No se fue con Peter ni con el viejo voyeur. Me pareció interesante que buscase la protección de la pandilla de andrajosos.

¿El final de Greta? … ¿qué decir de ese final?  Al menos yo sabía que la iban a ejecutar, pero los que no leyeron spoilers, deben haber quedado infartados con todas las maromas que hicieron LiItten y Lotte (riman…los voy a shipear) para intentar salvarla. Lo rescatable de ese episodio fueron las despedidas de Greta. “No me olvides” le suplicó a Stalina en su último abrazo. “Usted es una mujer muy valiente” le dijo la alcaide, prometiéndole acompañarle al cadalso, y me eché a llorar con la cartita de despedida que Greta le dejó a su hijito.

Mayor razón, esa muerte injusta,  para odiar a Wendt, pero el Oberst queda sin castigo. Más encima nos inventan que asesinó a Stressmann. Efectivamente, el Presidente del Reich tuvo un infarto fatal por ese entonces, pero poner a Wendt en esa escena negándole el medicamento al anciano es una incoherencia muy superfluo. Luego, los “buenos” tienen las fotos que les trajo Malú, Gereon se las arregla para grabar a Wendt confesando sus crímenes… ¡Y nadie hace nada!

Zorgiebel se rinde al chantaje de Wendt y renuncia, pero coloca otra persona en su cargo. Ese es el único castigo de Wendt, el no llegar a ser Presidente de la Policía de Berlín. Mejor hubieran dejado las pruebas en manos de los nazis y que estos hubiesen vengado a sus caídos.

Con este castigo chapucero llegamos a un final surrealista. Wegener despierta a su patrón con la noticia de que la Bolsa de Wall Street ha caído. Nyssen, que está en la cama con Helga, parte para la bolsa berlinesa. 

Gereon también hace lo mismo. Aunque le desplome del mercado de valores no es asunto policial, si lo es que un detective de alto rango como Boehm esté en ese sitio tomando rehenes y exigiendo que le devuelvan su dinero. Rath consigue desarmar a su compañero a pesar de que a su alrededor hay varios suicidas. Le dice que piense en sus hijos y lo envía a casa.

Gereon permanece en el edificio y avista a Helga en el segundo piso. Sube y se la encuentra con Nyssen. Lo curioso es que Gereon no los ve como siempre sino convertidos en los personajes del filme de Betty Winter. Helga es la androide y Nyssen es el Fantasma y entonces escuchamos en el trasfondo las palabras de Schmidt sobre el hombre máquina, un ente que trasciende dolor, ética, emociones. vemos flashbacks de Gereon drogándose.

Se supone que debemos entonces comprender que toda la temporada ha sido una creación de la maquiavélica mente de Schmidt ejecutada por sus Minions: Nyssen, Tristán Rot, Gereon Rath. De milagro que Ulrich no era también paciente del doctor loco.

Como zombi, Gereon desciende y va hacia la entrada. Un guardia le grita que no la abra. Afuera espera una multitud enardecida que viene a exigir cuentas. Gereon abre y es aplastado por la turba.

Se pone de pie, sin un rasguño avanza hacia la calle y se detiene ante una alcantarilla en la cual ve avanzar un torrente de agua enlodada. Hay quienes dicen que el detective ve avanzar una gigantesca araña gigante por el agua. ¿Qué es esto “La Guerra de los Mundos”? Pero eso dicen los intérpretes porque la serie ha alcanzado un nivel de absurdísimo que necesita ser explicada

¿Saben que no me creo el cuento? Es demasiado exagerado, y ya cae en fantasías expresionistas. Schmid se ha convertido en un villano de opereta. Dicen que es una mixtura de Caligari y Mabuse, pero ese tipo de caricatura no tiene espacio en un mundo donde los villanos son de carne y hueso y manejan los hilos del poder. Realmente, no me he quedado con ganas de ver la Cuarta Temporada. Mejor así porque con los tiempos que corren, ni sabemos si la hemos de ver.


martes, 26 de mayo de 2020

Cualquier Semejanza con la Realidad: Unorthodox, serie, libro y la verdadera historia de Deborah Feldman



Nada más irritante que escuchar a gente refutar mis argumentos en contra de “Unorthodox” con un “está basado en la realidad. Es la historia real de una jasídica”. Eso de la boca de gente que jamás ha leído el libro, que ni sabe el nombre de la autora, me ha empujado a acabar con este mito. Libro y serie solo conservan vagas similitudes entre sí. Un cúmulo de contradicciones y misterios sin resolver también alejan el libro Unorthodox de la esfera de lo real, pero empujan al crítico a convertirse en detective-arqueólogo encargado de descifrar pasado y presente de Deborah Feldman.

Guerra Total en contra de la Yidishkeit
Como todas las personas infelices, Deborah Feldman se ha enconchado en su caparazón de ensueños. Desde ahí, lo concreto y la verdad de los hechos se ven a través de un cristal oscuro. La misión vital de La Feldman ha sido crearse una imagen de víctima de una religión patriarcal. Su dedo acusador no apunta únicamente a su disfuncional familia sino también a la comunidad jasídica que la vio crecer, al judaísmo y a todos los judíos. En suma, ha declarado la guerra a la Yidishkeit como la llaman en yiddish.

Feldman ha admitido temerles a las religiones y no sentirse cómoda en ninguna. La entiendo y respeto, pero eso no le da derecho a escupir en la gente que es religiosa o vive de acuerdo con su fe. En sus primeras entrevistas, cuando era una veintiañera que recorría Manhattan en tacones saboreando comidas prohibidas por el judaísmo (algo que yo hice en mi día y realmente era una actividad placentera),  Feldman solo cargaba específicamente contra los Satmar y contra los miembros de su familia.
Feldman en días de pandemia, en su apartamento en Berlín

Sus acusaciones contra extrañas practicas llevadas a cabo dentro del reducto Satmar la asemejaban a voceros del Ku Klux Klan, de neonazis y de grupos anti religión. Después de que la misma policía de Nueva York refutó una horrenda calumnia sobre un supuesto “crimen ritual” ocurrido en Rockland Countyla comunidad Satmar donde ella vivía con su marido Feldman bajó el tono de sus acusaciones, llegando a admitir que solo conocía esa historia de oídas.

Un hábito muy cómico de la escritora es repetir como si fuesen grandes verdades varias leyendas urbanas sobre los ultraortodoxos, embelleciéndolas y magnificándolas, desde sus costumbres sexuales hasta la mala fama de los Satmar como caseros. En una vitriólica diatriba en contra de los Satmar lanzada en una entrevista con Vice en el 2014, Feldman goza describiendo el asesinato de Menachem Stark, un  reconocido miembro de la comunidad jasídica de Williamsburg. Sin siquiera conocer el nombre de la víctima, La Feldman declara que sus arrendatarios” lo odiaban,” dando a entender que uno de ellos lo mató.

En realidad, Stark fue víctima de un secuestro y sus raptores, que esperaban cobrar recompensa por él, accidentalmente lo mataron. Cuando el entrevistador le pregunta a la escritora quienes lo asesinaron ella no solo no responde (es como una costumbre de Feldman abstraerse hasta el punto de no oír lo que se le pregunta) sino que se sigue burlando de la muerte de un padre de siete hijos diciendo “todo fue tan loco. Lo encontraron en un basurero”. Obviamente la muerte de cualquier jasídico la regocija.
Menachem Stark y su familia

En una entrevista reciente a un  periódico australiano , Feldman ha dicho que a las productoras les importaba que “ Unorthodox” no acabase vilificando el mundo jasídico, a ella eso la tenía sin cuidado. En sus últimas entrevistas, Feldman se ha quejado del mundo judío en general. De nosotros, los no ortodoxos, que criticamos su visión tan tendenciosa y unilateral por qué tememos que en su generalización nos salpique a todos. Por otro lado, también se queja de que no la ayudamos cuando escapó del mundo de Satmar. En realidad, culpa a los judíos en pleno y al judaísmo de su desdicha que puede deberse más a circunstancias familiares que a la insularidad del mundo jasídico.

 La Feldman ha obtenido su pequeña venganza. En su entrevista a Salón en el 2012, admite que su libro y los comentarios que suscita han hecho daño a su familia. Que el tenerla a ella como “una oveja negra” ha convertido a su familia en una vergüenza para la comunidad: “Lo que significa que nadie quiere casarse con miembros de esa familia. Eso significa que ya no pueden casar a sus hijos. De alguna manera arruiné sus vidas”.

Aunque Feldman dice que no lo hizo deliberadamente, hay cierto triunfo en sus palabras tal como cuando menciona que su marido, debido al divorcio, también se ha convertido en un paria. ¿Pero que le hicieron para qué les tenga tanto fastidio?  Yo creo que la raíz del problema es que DF nunca debió vivir en esa comunidad porque ni siquiera genéticamente tenía cabida en ella.

El Libro de Shoshana
Por parte de madre, Deborah Feldman (o Surie Berkovic, su verdadero nombre) no tenía ningún vínculo con el jasidismo. Su madre, Shoshana Berkovic era hija de refugiados de la Alemania, nacida y criada en Inglaterra. Sus padres se divorciaron y nunca tuvo muchas oportunidades en el Reino Unido por lo que, cuando a mediados de los 80, le propusieron casarse con un chico judío de Williamsburg y que la familia pagaría por su viaje y su trousseau, le pareció una excelente idea.

El problema fue que al llegar a Estados Unidos y pasado un tiempo, Shoshana descubrió que su marido no estaba bien de la cabeza. En el prólogo de Unorthodox, Deborah debate con su madre cual era el problema del padre. La madre insiste en que era un desequilibrio mental y que, si la familia lo hubiese puesto en manos de especialistas, él se hubiese curado. Deborah, en cambio,  está segura de que su padre es un deficiente mental.

Es esa tara la que pesará sobre Deborah hasta su matrimonio. Las miradas sospechosas escudriñando posibles señales de locura en ella, las visitas a psiquiatras, la falsa lástima, todo opera para hacer que Feldman se sienta excluida. Agreguémosle el desprecio de sus parientes más adinerados capitaneados por la Tia Sheindi (Chaya en el libro, Malka en la serie) y Deborah desarrolla una especie de rencor social por sus parientes, rencor que extiende hacia los Satmar.

Otra ironía es que el único vínculo con el jasidismo de La Feldman es su abuelo. Tal como narra en Éxodus,  su segundo libro, un viaje a Hungría le reveló que su Bubbe no era jasídica. Eso explica las pequeñas rebeldías de la anciana como el escuchar música clásica a espaldas del marido o someterse a regañadientes a una afeitada de cráneo que no era costumbre entre sus parientes.

Entonces tenemos a una Deborah criada por una abuela que no está cómoda con la comunidad impuesta por su matrimonio; un padre mentalmente ausente y una madre tan desdichada que abandona Williamsburg y deja atrás a su pequeña hija. A ver es esto cierto.

En su muro de Facebook,  Shoshana Berkovic anunció feliz en el 2010 que finalmente le había salido su divorcio, agregando que hacía siete años que se había separado de su marido. Hagamos nuestra resta y el resultado es que la madre de Deborah abandonó a su familia en el 2003, cuando su hija mayor tenía 16 años.
La Profesora Berkovic con una foto de su hija.

Esta información contrarresta totalmente con la imagen novelesca de Leah en la serie como una Madame X cualquiera a la que le arrebatan su bebé porque no es lo suficientemente “buena” para ser su madre. Pero también anula todo el rol de huerfanita a la que le robaron su infancia, que se crea Deborah en su libro. Aunque Feldman ha escogido encuadrar su historia con la presencia materna, desde el primer cumpleaños de libertad en el prólogo hasta el agradecimiento final en la página dedicada a quienes ayudaron a publicar el libro, la escritora está mintiendo ostentosamente.

Miente cuando habla de la escasa presencia de su madre en su infancia, miente cuando cuenta que su tía Chaya le relató en vísperas de su boda con Eli Feldman que Rachel (Leah en la serie) había sufrido un colapso nervioso tras el nacimiento de Deborah y había tenido que ser internada, tras lo cual había abandonado a su bebé. Curioso porque en esta fotografía, Shoshana se ve muy recuperada junto a su familia y una Deborah de siete u ocho años. Tan recuperada que por aquel entonces, Shoshana y su marido recibieron a Shira Ester, su segunda hija.
Los Berkovic con su hija mayor

Cuando Deborah dice que su madre se marchó de Williamsburg conduciendo su propio Honda (a plena luz del día borrando toda idea de madre fugitiva) la escritora oculta dos factores:  que posiblemente ella fue testigo de esa partida y que en el Honda viajaba también su hermana Shira de ocho años. ¿Por qué nunca Feldman habla de Shira? ¿Por qué su hermana, es apartada de la celebración de su cumpleaños con la que comienza el libro? Tal vez porque esa fiesta de cumpleaños,  donde Deborah piensa en otras ocasiones cuando su madre estuvo ausente o piensa en su adolescencia sin presencia materna, es una falsedad inmensa.

En el prólogo, Rachel-Shoshana actúa como si fuera la Leah de “Unorthodox” lamentando la carencia de recursos económicos que la forzaron a entregar a su hijita a parientes políticos que la amenazaban con destruirle la vida si no lo hacía. Extraño porque en el 2003, la maestra Berkovic (ella enseña biología en la New Utrecht High School) tenía dinero para contratar un abogado y llevar a su marido a tribunales exigiendo la custodia de sus dos hijas.

Los documentos legales señalan que el juez Paul Grosvenor cedió la custodia de Shira-Esther (posiblemente por ser más pequeña y necesitar más de su madre) a Shoshana. La corte impuso dos condiciones:  que la niña continuase sus estudios en su escuela judía y que el padre tuviese derecho a visitas. La Señora Berkovic accedió a ambas poniendo como exigencia que estuviese su suegro presente en las visitas. ¿No que se llevaba tan mal con sus parientes políticos?

 Cuando se la interrogó sobre esto a raíz de la publicación de Unorthodox, Deborah masculló que Shira siendo menor de edad no tenía cabida en el libro.  ¡Que excusa tan débil! Sobre todo porque Shira hace rato que es mayor de edad (se graduó de Bais Yakov en el 2009 y se casó en el 2014) pero en el universo de su hermana mayor sigue siendo una presencia invisible.

Deborah comete otra inexactitudes en el recuento de su infancia cuando relata su vida infernal con la tía Chaya que la adoptó tras el “abandono” de la madre. Deborah dice que lloraba tanto y tanto suplicaba vivir con los abuelos que su tía tuvo que aceptar. Esto contradice lo que Deborah cuenta en el prólogo. Al enumerar las muchas maneras en las que Chaya tomó control sobre la vida de su sobrina está la decisión de que la niña debía vivir con los abuelos. Pero no es la única discordancia en un libro lleno de contradicciones (La mejor es la del abuelo y el Wall Street Journal).

¿Si sacamos de la ecuación la historia de Deborah (o Surie, la huerfanita) que nos queda de cierto de la trágica infancia de la escritora? ¿Aparte del desprecio de sus parientes por su condición de posible enferma mental y de la conciencia de ser diferente de primas con más dinero y familias más cariñosas, qué hace que Feldman trascienda la esfera familiar y haga un J’Acuse de su micro sociedad?
No tendrá muchos amigos jasídicos, pero si un perrito que le ladra

Educando a Deborah
Deborah Feldman se ha quejado, y lamentablemente tiene razón, de la pésima educación seglar que se da en el mundo jasídico, la poca preparación intelectual y técnica que tienen los jóvenes para enfrentar el mundo moderno y el aborrecimiento que la comunidad tiene por la lectura de novelas o libros que no sean religiosos.

Yo he visto bibliotecarias públicas en barrios judíos disuadir a jovencitas frum de leer romances históricos, como bibliotecaria he tenido madres que me exigían no prestarles libros a sus hijas, y como maestra he escuchado las quejas de alumnas ortodoxas por ser obligadas a leer novelas en su clase de literatura. En “Shtisel” la bibliotecaria de Ruchami se conduele de tener que mantener estos libros (Anna Karenina) ocultos, aunque no tiene prohibición de prestarlos.

En “Unorthodox” Deborah Feldman cuenta de las estratagemas a las que debe acudir para traer a Jane Austen y Lucy Maud Montgomery a su casa; viajes en bus a otros barrios, escapada a una librería lejana a comprar un Talmud, ocultar libros bajo el colchón. Dos cosas me sorprendieron de ese relato. La primera el tiempo libre y la libertad de la chica para usar transporte público y deambular por diferentes espacios libreros. Mi madre, que me esperaba con reloj en la mano para saber si yo me había detenido en algún lugar en el trayecto, me hubiese desollado si yo hubiera llegado cinco minutos después de la hora de salida de la escuela.

¿Lo otro es como La Feldman compró “un Talmud”? El Talmud son 73 volúmenes. ¿Qué tratado compró?  Lo único que dice es que cubre los pecados del Rey David. Por eso me olí que había algo raro en el cuento y no me sorprendí cuando Pearl Engelman, vecina y conocida de la Familia Berkovic, afirmó en una entrevista que Shoshana llevaba regularmente a sus hijas a la biblioteca pública y que nadie les había prohibido lecturas a las niñas.

Confío en la palabra de la Señora Engelman por ser más que una vecina chismosa. Esta bisabuela de más de 70 años causó furor en la comunidad Satmar cuando se atrevió a denunciar y a exponer públicamente a un hombre que había abusado de uno de sus hijos. Desde entonces,  ha militado a favor de otros niños abusados en la comunidad.

 Deborah incluso posteaba en su muro de Facebook cosas que Mrs. Engelman había escrito. Pero sucede que cuando Pearl vio que la escritora había convertido su campaña de publicidad en una vendetta personal que trascendía su entorno familiar, le quitó su apoyo. Como dijo la anciana militante al New York Post “nos ha ensuciado a todos…Nos sentimos insultados. Es un alma perdida”.

Otra queja de Feldman ha sido que su escuela no ofrecía una educación equivalente a la que ofrecería otra secundaria, que sus maestras eran unas inútiles y que la importancia del yiddish provocó que ella no hablase bien  inglés. Hay que creerle porque por algo las autoridades escolares neoyorquinas no otorgan un certificado a las que se gradúan de esas escuelas. Y el nivel del cuerpo docente queda ejemplarizado cuando Deborah nos cuenta que, a los 17 años, estaba enseñando inglés a niñas de sexto grado.

Sin embargo, el hecho de que enseñase un idioma que según ella no dominaba y que fuese aceptada cinco años más tarde, en base a dos composiciones, en un programa de literatura de Sarah Lawrence desmiente sus aseveraciones. La clave está en algo que Deborah no nos cuenta.

Ella hizo nada más que la secundaria en una escuela Satmar. La primaria la estudió en Bais Yakov la más famosa y progresista institución para niñas judías en Nueva York. Una escuela tan liberal que ningún jasídico enviaría a su hija a estudiar allá. Hay maestras y alumnas que recuerdan a Suri, hay incluso una fotografía que circula por Internet.
Foto de Feldman en Bais Yakov

No se sabe a qué causa o motivo se debe que Deborah Feldman no siguiera en una escuela que prepara a las alumnas para ir a la universidad. Corren rumores de que fue expulsada o por malas notas o por pretender darles clases sexuales a sus compañeritas. El hecho es que no encontraban otra escuela. Shoshana desesperada pretendía enviar a su hija mayor a un colegio público cundo intervino su odiada concuñada que era directora de una escuela Satmar. Así La Feldman terminó su educación, o lo que pasa por tal, e incluso consiguió un empleo en esa despreciada institución.

Lo Bueno, lo Malo y lo Feo de Casarse con Eli Feldman
Cuando reparamos en la cantidad de embustes que componen la descripción de la infancia de la escritora nos preguntamos si esto también es aplicable a la era más tortuosa de Deborah Feldman: el matrimonio forzado, la familia política infernal, la vida sexual de pesadilla. Pues en la icónica entrevista que Deborah dio en “The View” cuando Barbara Waters le preguntó sobre ese primer único encuentro con su futuro marido, La Feldman comentó on voz temblorosa que había estado tan aterrada ese día que no recordaba nada/
Feldman con Barbara Walters

Las urracas de “The View” la miraron con lástima, pero ninguna dijo “eso no es lo que has dicho en tu libro” probablemente porque ninguna lo leyó. En el libro hay una descripción profunda de esa entrevista, del noviazgo, de la boda. En ningún momento la protagonista dice sentirse obligada o descontenta con el matrimonio. Durante esa única cita de media hora la pareja habló por los codos y La Feldman recuerda cada palabra, tal como el aspecto físico (rubio, ojos azules) de su novio.

No se necesita del Tío Ïzzy Berkovic que fue al Daily Mail  a decir que su sobrina “estaba locamente enamorada de ese chico”, para saber que a Deborah Felman le gustaba el marido. La de veces que menciona la fotografía, el hecho de que las manos de su novio la distraigan durante su cita, el toque erótico de fijar la vista en el espacio de piel que deja ver la camisa de Eli,, ect. Incluso durante una de las muchas conversaciones telefónicas con su prometido, la futura escritora cae en la sinestesia al oír su “sonrisa traviesa” a través del auricular.

A propósito, ese encuentro tan humillante de Esty con su suegra en el supermercado nunca tuvo lugar. El abuelo y la tía de Deborah viajaron al pueblo de Monroe a entrevistarse con la familia de Eli. Volvieron felices y le anunciaron a la chica que su pretendiente era “muy dulce”, que habían quedado contentos con los Feldman y que habían escogido lo mejor para Deborah.

Feldman estará descontenta con su kala teacher y pasará una experiencia vergonzosa en el Mikvah, pero cuando habla de su futuro está llena de esperanzas; va a ser la mejor esposa, la mejor ama de casa está llena de planes que compartirá con su marido, porque Deborah no tiene dudas de que su matrimonio será diferente al de sus padres y abuelos. Su confianza no solo nace de los costosos regalos (que incluyen un reloj pulsera de brillantes) que le ha hecho Eli, también es la reputación de su prometido de ser ‘rebelde”.
Los Feldman con su contrato matrimonial

La gran diferencia entre “Unorthodox” y el libro, es esa primera incomoda y semi silenciosa cita. Lo que la verdadera “Esty”de dijo al verdadero “Yanqi” fue “te advierto que soy difícil de manejar “y él le respondió que tenía una reputación de llevarse bien con todo el mundo y que aceptaba el desafío. Según la periodista Frimet Goldberger  (cuyo marido Hershey era el mejor amigo de Eli/Joel Feldman)contó en The Forward  Eli era un alter bocher (un solterón), a sus 24 años ya traía mala reputación por no haberse casado, por conducir su propio auto, por trabajar ¡y por ir al cine!
Frimet y Herschey Goldberger

Después de una boda en la que debajo de su velo/servilleta Deborah se ríe como loca, pero finge llorar,  viene el crudo despertar entre las sábanas. La vagina de la novia es el centro del conflicto. Deborah se referirá más tarde a “”mi cuerpo amotinado”. Agréguenle que Eli tiene dificultades para tener y sostener una erección, y realmente hay un problema grave.

Como suele ocurrir se culpa a la esposa. Eli comete el error garrafal de confiar sus secretos de alcoba con su madre y hermana. Estas le caen encima a Deborah y comienza el calvario, la humillación y el peregrinar por consultorios médicos.


El primer diagnostica un himen “doble” (¿himen elástico?), el segundo “una anomalía vaginal”. Finalmente, la esposa virgen  encuentra a una doctora que la ayuda a tratar su vaginismo (espero que no con un tratamiento tan aberrante como el que propone la Revista Anfibia) con una combinación de terapia, hipnosis y medicamentos para la ansiedad.

A pesar de que el matrimonio se consuma, Deborah queda embarazada y eventualmente, su marido se vuelve un amante más considerado y experto, la relación ha quedado resquebrajada. Deborah pasa un embarazo difícil, depresión post parto (se siente incapaz de dar amor a su bebé) y ya anteriormente había sufrido ataques de pánico.

El Paraíso de Sarah Lawrence
Las cosas no mejoran aun cuando Deborah convence a Eli de trasladarse a Airmont, en el condado de Rockland en las afueras de Nueva York. Airmont es un refugio para “Satmar modernos”, un pueblo compuesto por jóvenes matrimonios que juegan póker, beben cerveza, hasta fuman marihuana. Las mujeres usan ropa de denim y pelucas largas y sexys. Deborah deja crecer su cabello, va a la peluquera y se lo tiñe. Vuelve a trabajar, aprende a conducir y lleva una vida más excitante con comida china, champaña en copas aflautadas, juegos de boliche y, lo más importante,  la universidad.
Los Feldman con Yitzi

Esty convence a su marido que le ceda el auto y le pague clases en un programa de continuación de estudios (que no exige ni diploma de secundaria ni la cantidad de exámenes que exigen los programas regulares de estudios universitarios) en Sarah Lawrence. Aunque le dice que quiere tomar cursos de contaduría y mercado para poner su propio negocio, Feldman se inscribe en cursos de literatura.

Pronto llama la atención de sus maestros y hace amistad con Polly de Utah  que lleva a Deborah a abandonar paulatinamente su judaísmo. Polly enseña cosas útiles a su amiga desde cómo reconoce que un hombre es gay hasta los placeres de la comida treif (no kosher).

Deborah se compra sus primeros jeans y comienza a andar en tacones. Lo más importante es que descubre sus aptitudes literarias. Antes de abandonar el mundo jasídico, trabaja como editora de Condé Nast. Se da cuenta que puede ser independiente usando su talento, incluso ganar más que lo que gana su marido y comienza a visualizarse sin Eli.

A ratos, si se lee la obra con distancia objetiva, Eli (que no es Yanki para nada) da lástima. Lo vemos aceptar todo lo que su mujer impone, lo vemos intentar ayudarla en el hogar (Deborah menciona que al volver del hospital con su hijo Ytzy, Eli ha limpiado toda la casa y preparado el cuarto del bebé). Además de ser mejor amante tiene toques románticos como cubrir la cama con pétalos de rosa antes de hacer el amor, o limpiar la cocina las noches en que Deborah vuelve del Mikvah.

Solo que para ella todo trae un “pero” que le impide apreciarlo: Eli ha estado pidiendo consejo lo que significa que ventila su vida privada o sus atenciones son porque quiere sexo. Es obvio que Deborah no lo quiere, no quiere estar con él, no quiere que crie a su hijo y lo vuelva como él y planea irse,

Hay varios detonantes. Uno es darse cuenta de que Eli nunca va a ser más de lo que es económicamente hablando. Algo que deduzco (tal vez porque me reconozco en ella) es que Deborah Feldman,  en esta nueva etapa,  se convierte en consumista y obsesionada con marcas. Goza luciendo un vestido de Anne Taylor ante los atónitos ojos de Williamsburg, va a la universidad en alpargatas de Prada y jeans de Seven, y deja que su amiga Polly le aconseje sobre marcas antes de comprar lentes. Yo que solo recientemente me he vuelto una loca por las compras y las marcas , la entiendo (si ya sé que doy lata con mis lentes Burberry, mis aretes de Anne Klein y mis perfumes de Guerlain).

Deborah está escribiendo un recuento de su infancia y lo lee en el taller literario de Carolyn Ferrel quien le aconseja publicarlo. Polly convence a la agente literaria Patricia van der Leun de encontrarse en un café de Manhattan con esta jasídica que busca representación. Patricia se impresiona al ver a La Feldman llegar en pantalones y tacones. Deciden escribir una “proposal’ y presentarla a diferentes editoriales. Una vez aceptada, Deborah escribirá sus memorias. Van der Leun le advierte que el proceso puede tomar hasta un año.

Crónica de una Huida Anunciada
Durante ese año ocurren dos eventos que hacen sentir a Deborah su necesidad de acabar con su matrimonio tanto con Eli como con el mundo ultraortodoxo. Una es su última visita a su familia en Williamsburg para la celebración de Purim. Encuentra a su abuelo igual de poco realista, Bubbe está perdiendo la memoria (poco después la internarán en un asilo) y el padre de Deborah está borracho. Le es fácil entonces desligarse de una familia que nunca más ha vuelto a ver.

El segundo es el infame accidente automovilístico cerca del Tappan Zee que según la autora fue la gota que derramó su vaso. Cuando su marido no quiere hacerse responsable del accidente (no había cambiado los neumáticos defectuosos), Deborah ya no aguanta más y aprovechando que ya ha firmado contrato con una editorial (Simon &Schuster),  se marcha.

Antes, ella y su marido van a un consejero matrimonial religioso que los refiere a un terapeuta profesional, pero Eli, cansado, dice que mejor se divorcian de una vez. “Sí es lo que tú quieres” le responde hipócritamente su esposa. Después de esa frase,  en el próximo párrafo del libro, Deborah cuenta como renta un carro, vende sus joyas, empaca sus cosas y las de su hijo y se va.

El lector queda con la impresión de que todo ha sido hecho de acuerdo con el marido. En las páginas que faltan Deborah habla de la casa que compra, de la cama doble que comparte con su hijo, de cómo se siente por fin unida al niño, que Ytzi aprende inglés y que no extraña al padre (algo que dudan sus cercanos quienes dicen que Eli y su hijo “se adoraban” Sin embargo, hay una incongruencia, ella cuenta que no ha dado su nueva dirección a nadie, que cambió el chip de su celular (Mas tarde  dirá melodramáticamente que arrojó su celular al rio).

Lo que Deborah no nos cuenta es que, aparentemente sin necesidad, ha huido y que al hacerlo ha cometido dos delitos:  abandono del hogar y secuestro de su propio hijo, que con eso ya perdió el derecho a la custodia. Aun así, Deborah Feldman consiguió la custodia de su hijo, de una manera más parecida a la de su madre con la condición de que Ytzi continuase su educación judía (Algo que el chico no ha hecho en Alemania) y que pasara dos weekends mensuales más los veranos con el padre. ¿Como lo hizo?
Feldman y su hijo

Joel Feldman se ha negado a dar entrevistas, pero en una ocasión se sinceró con Frida Viezel, su amiga y colega en la labor de ser jasídicos divorciados y padres solteros. Mas tarde se negó a darla en publicación, pero Frida,  que es escritora freelance y guía turística, la publicó en su blog airada ante las mentiras de Deborah.
Frida Vizel

Ahí Joel cuenta del horror de volver a su casa y encontrar closets vacíos, a su hijo y esposa desaparecidos y recibir un críptico texto: “me fui. Ytzi está dormido en el auto”. Tras dos semanas en las que Feldman no supo nada de su familia, Deborah lo citó en un restaurant y lo apabulló con exigencias y ordenes sobre el divorcio, la custodia, la manutención del niño. Atontado, él cedió a todo.
La Reinvención de Deborah Feldman
Parte de la campaña publicitaria que SImon&Schuster montó para promover el libro de Feldman incluye una historia reversionada: la huida, la esposa fugitiva, las amenazas, el miedo. Eso es lo que ha magnificado la serie de Netflix sin reparar en que todo se basa en mentiras.

 Durante la campaña, Deborah alternaba sus fotos con ropa provocativa y sus comentarios sobre lo sabroso que era comer comida que no era kosher y menciones al novio católico de los bosques de Luisiana (en su próximo libro hablará más de este Connor, alcohólico y motociclista, junto con otros amantes que irá acumulando en el
Feldman Liberada
camino).

Entremedio,  sollozaba y pedía pañuelito para secarse los lagrimones al recordar su odisea, su lucha por ser la única jasídica que pudo huir de la Familia Manson (perdón los Satmar) con la custodia de su hijo y mentía y mentía como cuando dijo a ABC que le era imposible volver a Williamsburg por que todos la reconocían y juzgaban, cuando un día antes  había dicho lo contrario al New York Post. ¡Hasta había posado en minifalda en el medio de su antiguo barrio!
Minifaldera en Tierra de Satmar

Para mujeres que están intentado cambiar el patriarcado Satmar desde adentro como la Jueza Rachel Freier y Pearl Engelman, lo que Deborah ha hecho es sabotear esta misión con sus fantasías adolescentes que la alternan en roles de heroína mártir victoriana  y de protagonista consumista y juerguista del chick lit (en una ocasión se quejó de querían hacer de ella una Lena Dunham).

Gente que ha criticado fuertemente a la comunidad jasídica,  como el autor del blog False Messiah y Hella Winston autora del excelente The Unchosen,  sienten que Feldman le ha hecho un flaco favor al inventar calumnias fáciles de probar contra los Satmar ya que con eso resta credibilidad a quienes realmente son víctimas del sistema. La mayor critica viene de esposas y madres que como Feldman han huido del mundo jasídico, muchas teniendo que perder a sus hijos en el intento. Ellas sienten, como ha dicho Frida Viezel,  que la escritora no las representa, que gozó de privilegios que no tuvieron ellas.
Frida Vizel en su epoca de lucha por salir del mundo jasídico y llevarse a su hijo.

Uno ha sido la excelente representación legal que tuvo Deborah Felman cuyo caso fue llevado (pro-bono) por la reconocida firma de abogados Grant&Appelbaum de la Quinta Avenida. No es que haya envidia por las ventajas que gozó la Feldman. Lo que irrita a las exfrum es su campaneo de “soy víctima del patriarcado”, una necesidad de sentirse mártir, de inspirar lastima mientras goza de celebridad y prerrogativas desconocidas para muchas jasídicas.

Antes de ver “Unorthodox”, el mundo, incluso el angloparlante, ni sabía quién era Deborah Feldman. Gracias a la serie, este julio, la editorial Lumen ha prometido que estará el libro en venta tanto en castellano como en catalán. Ahí podrán ver las tremendas diferencias entre un cuento de hadas televisivo y unas memorias totalmente diferentes, pero con las pruebas que he aportado podrán también ver que la memoria muchas veces le ha fallado a La Feldman.


jueves, 21 de mayo de 2020

Mujeres Rapadas/Esposas Frustradas: Unorthodox vs Judaísmo



Tras cuatro horas de “Unorthodox”, nos queda la impresión de que Esty es víctima de un culto que la obliga a raparse, casarse con un desconocido y sufrir una vida sexual de pesadilla. Tragedias evitables si hubiese poseído más experiencia o se hubiese casado por amor. Como la experiencia sexual no nos evita tropiezos en esa zona, como casarse por amor no implica una vida sexual plena, y como el judaísmo (contrario a lo que nos presenta la serie) no es anti placer físico, es hora de completar la inconclusa y torpe lección que la serie nos ofrece sobre el romance, sexo y la vida íntima de los ultraortodoxos.

El Sex Appeal de la Mujer Calva
Voy a comenzar con lo que más shock ha provocado en una audiencia para quienes los Satmar se han convertido en Caminantes Blancos, entes ayer desconocidos, hoy vistos como peligrosos para la sociedad. Me refiero a la tradición de rapar a la novia antes de la noche de bodas. Creo que un motivo para el escándalo es que, a través del proceso, Esty llora como magdalena.

Esto ha provocado la molestia de mujeres Satmar (las que tienen acceso a la miniserie) y de ex Satmar, puesto que se trata de un rito de pasaje al que todas las chicas de la comunidad se someten e incluso acogen con entusiasmo porque las convierte en ‘señoras casadas”, en adultas que merecen más reconocimiento que las solteras. Algo así como los chicos musulmanes que han esperado siempre a su doceavo cumpleaños para pasar por una circuncisión que les da el estatus de un adulto.

¿Si una chica vive en una sociedad donde todas las mujeres se rapan, por qué va a llorar el día que le toque a ella? Esa es una pregunta que debemos hacernos, y la respuesta es que Esty es diferente, tal como lo era Deborah Feldman que al segundo año de casada dejó de afeitarse el cráneo. Pero yo quiero volver a la ira hipócrita de un público que se olvida de en qué mundo vive. Para mí, que crecí con imágenes del movimiento punk, de Sinead O’Connor, de “Alíen Nation”, una mujer rapada solo indica que está siguiendo una moda.
Sinead O'Connor

Hace dos años, me alejé de Twitter, harta de mensajes militantes que me eran ofensivos. El último y más molesto era un montaje de mujeres calvas con un cartelón que decía “Las mujeres verdaderas se rapan”. Después me explicaron que era un anuncio en apoyo a la humillación que significa para las pacientes de quimioterapia perder su pelo. Sin embargo, y lo demuestran estos videos de este año, el trend de la cabeza rapada femenina continua y entre mujeres de todas las nacionalidades incluso las latinas.

Esto me recuerda esa escena icónica de Viola Davis en “How to Get Away with Murder” donde, como parte de su rutina de belleza nocturna, se quita la peluca y vemos que no tiene cabello. Esta imagen ha sido descrita e interpretada de muchas maneras desde que es un ejemplo de sensualidad hasta que se trata de un rechazo de conceptos eurocentristas de la belleza femenina. Tener el cabello largo, o simplemente tener cabello se convierte en un ejemplo de adhesión a cánones de belleza patriarcales y caucásicos, además de ayudar a discriminar a las que no poseen melenas largas y frondosas.

Creo que todas las bellezas de Hollywood en este siglo se habrán rapado para algún que otro rol. En los últimos Oscares la moda fueron cabellos muy cortos, en estilo pixie, que se consideran más sanos y económicos ya que para mantener el pelo largo hay que invertir en una cantidad de productos de belleza caros y nocivos para el medio ambiente. Les dejo una escena de Natalie Portman en “New York, I Love You” para demostrar mi tesis de que la mujer calva puede convertirse en un objeto erótico.

¿Es obligación raparse el cabello?
A propósito, el personaje de Nat dice que ha preferido raparse antes de la boda y no al final de esta. Eso es posible puesto que no es un mandamiento religioso sino una costumbre que se “sacralizó” convirtiéndola en parte del ritual matrimonial de las mujeres Satmar. ¿De dónde nace esta costumbre?

Hay muchas interpretaciones, un profe de antropología me dijo que era posible que en ghettos y shetls (aldeas judías) de la vieja Europa, al no haber condiciones muy higiénicas, muchas mujeres desarrollaban tiña y hasta piojos, así que el rapado era una necesidad. En estos tiempos yo he oído desde que es más fácil mantener el cabello cortísimo, que es más fácil encasquetarse una peluca cuando el cráneo está liso, y, mi favorita, que es más útil para el Mikvah, el baño ritual del cual hablaré en un momento.

El rapado se ha vuelto una costumbre semi obligatoria para toda novia Satmar, pero sabemos que no lo es para esposas ultraortodoxas. Lo sabemos porque vimos el cabello (albeit corto) de Rachel McAdams al quitarse la peluca en “Disobedience””. Y porque vimos a Elisheva despojarse de la peluca en ‘Shtisel”.
Esty (McAdams) con  su amante, con su marido y con peluca

Esty sin peluca

En una escena cargada de erotismo (y en una serie donde hay total ausencia de sexo) Elisheva se quita su sheitel (peluca)para mostrarle a Akiva su canas y disuadirlo de casarse con ella. Para Akiva es como si le hubiese mostrado un seno, enardece aún más su pasión obsesiva por la viuda. La escena sirve para reafirmar el cabello como icono erótico (y mágico) en la imaginación judía, pero también demostrarnos que no todas las mujeres ortodoxas se rapan.


Luego tenemos una escena de los Weiss a punto de acostarse. Ante el espejo, Gitti se quita la peluca y vemos que su cabello es tan largo que lo usa recogido en un chignon. Pero inmediatamente se encaja uno esos horribles gorros de fieltro (“gorra de pitufo” los llamaba mi ex cuñada) para meterse en la cama. Y yo quedé boquiabierta porque esa costumbre (recordemos los turbantes de Esty) demuestran la exageración del cumplimiento de una ley hasta el punto de tergiversarla.
Gitti con peluca

Lo que esconde su peluca

La Mishnah (ley judía) especifica que algo tan bello y erótico como cabello debe ser guardado solo para ser exhibido en la intimidad, a familia y marido. Entonces es un absurdo cubrirse la cabeza en los momentos íntimos. ¿Por otro lado, si se ve el cabello como algo “impúdico”, cómo se explica que las chicas solteras no se cubran?  En “Shtisel” hemos visto una variedad de jovencitas ir por la calle luciendo su lindo cabello sin que nadie se escandalice. La misma Esty tenía el cabello largo y rizado antes de casarse.
Akivah y sus novias de largos cabellos: Batiah

Esty Gottlieb

La Prima Libby

Es difícil separar ahí costumbre de ley. Sabemos que en la Biblia las mujeres cubrían su cabeza, pero así lo hacían todas las mujeres en el mundo antiguo antes de salir de su casa. Aquí un artículo en español de Jabad.org que explica el tema.

Hasta los Años 50, la mujer occidental respetable se ponía sombrero para salir a la calle y no sé en qué momento dejaron las cristianas de usar velo para ir a misa, así que a nadie le sorprendía que, públicamente y para cumplir con deberes religiosos, las judías se cubrieran la cabeza. Tal como hoy ortodoxas modernas se ponen sombrero para rezar. Aquí vemos a Ivanka con sombrerito rezando ante el Muro de los Lamentos.

Lo de la peluca es otro cuento. En tiempos bíblicos ninguna judía hubiese osado raparse y ponerse peluca porque eso lo hacían las egipcias, muy mal miradas en el mundo hebreo. La idea de usar peluca se puso de moda entre las judías europeas en el siglo XVII, y fue muy perseguida por los rabinos porque la veían como una forma de “modernismo” y de adoptar costumbres de gentiles.

Hasta hoy muchos rabinos jasídicos miran feo lo de las pelucas porque lo ven como una forma de vanidad. Eso se debe a que en el mundo ultraortodoxo muchas mujeres se han convertido en exitosas empresarias gracias al negocio de la fabricación de pelucas, y vale decir que hay pelucas en el mercado ultraortodoxo que de verlas ya se antoja raparse y ponérselas. Como las que nos muestra Sarah Mintz (a la que un día conocimos como Maritza Rodriguez)
                                         
En mi época, todavía no existían estas pelucas tan atractivas. Donde las judías casadas desahogaban su vanidad era en los sombreros. Ir a la sinagoga en sábado o días de fiesta para mí era una ocasión de devorar con la vista los desfiles de moda sombrerera que se daban en la sección femenina. Aunque para algunas más modernas el sombrero bastaba, otras combinaban sombreros con peluca. Algo que veo todavía se conserva en las comunidades europeas como vemos en esta boda de jasídicos belgas.

El Baño Ritual no es un Acto de Aseo
Dejando establecido que no es obligación para una judía religiosa ni raparse, ni usar peluca, pasemos al otro punto espinoso que nos muestra “Unorthodox” sobre las novias/esposas judías: el baño ritual o Mikvah, el concepto de impureza asociado con la sangre femenina y los días tabú para no tener sexo. Aqui dejo un clip de una serie de videos que Ophra Winphrey filmó durante una exploración del mundo jasídico.


En tres palabras, el baño ritual consiste en que la mujer (estando completamente desprovista de toda “barrera “desde esmalte de uñas hasta dentadura postiza) se sumerge totalmente, hasta la raíz del cabello, tres veces en una piscina de agua pura y luego dice una braja (bendición). Eso es todo.

Por eso quítense de la cabeza la idea de que el Mikvah es un acto de aseo personal, que gente sucia (el Mikvah es obligatorio para hombres y mujeres solo que los motivos varían) se “limpia” en esa piscinita. El Mikvah es un acto espiritual que no tiene que ver ni con cochambre ni con hediondez.

El Mikvah es parte de lo que se conoce en el judaísmo como Leyes de Taharat Ha Mishpahha (Pureza familiar) y leyes de Niddah que vienen de tiempos antiquísimos. En el Antiguo Testamento hay descripciones de mujeres sumergiéndose en ríos o en piscinas de jardín (El Libro de Judit, El Libro de Susana) para cumplir con el ritual, y el rey David se encaprichó con Betsabé al verla en su Mikvah privado en el tejado de su casa.

Hay arqueólogos que cuestionan la antigüedad del Mikvah porque no lo han encontrado en las ruinas de edificios antes del primer siglo pre era cristiana.  Eso es como si un arqueólogo del futuro determinase que la gente del siglo XX era analfabeta porque no tenía Kindle. Desde que el Levítico nos ordena a hombres y mujeres someternos a abluciones rituales que se usaban mikvoth naturales: ríos, manantiales, lagos y el mar. Los adinerados tendrían pozos para reservar agua de lluvia en sus jardines y gozarían de baños privados.
                                            Mikvah natural en Ecuador

Para el nacimiento de Cristo, existían en toda Judea mikvoth públicos.  Cuando los católicos celebran la Candelaria están celebrando el final de la cuarentena de la Virgen Maria marcado por su inmersión en un baño ritual. Aun después de la destrucción del templo, aun en la Diáspora, la purificación ritual siguió siendo primordial para los judíos. El Mikvah más antiguo de Europa es el de Siracusa en Sicilia y data del siglo VII. El más antiguo de America es el de Baltimore construido antes de la Guerra Civil y en 1998 se descubrió en el sector histórico de Salvador en Bahía, un Mikvah clandestino del siglo XVII que demuestra la existencia de cristianos nuevos judaizantes en el Brasil Colonial.
Mikvah clandestino del Brasil Colonial

Es esa continuidad, esa importancia, esa cadena histórica lo que me acerca al Mikvah. Para los varones la inmersión ritual es uno más de los muchos mandamientos que deben cumplir, para nosotras es una de las tres obligaciones femeninas (junto con el encendido de velas y la quema del diezmo) que nos ordena la Torá.

Conscientes del inmenso trabajo que engendra ser esposa, madre y pilar del hogar, los rabinos talmudistas liberaron a las mujeres de muchos mitzvoth. Es por eso por lo que el judío diariamente reza una oración donde agradece no ser mujer, porque a) tiene más mandamientos que cumplir y b) no tienen esas obligaciones tan pesadas que recaen en la mujer como custodia de la armonía doméstica y creadora/criadora de los hijos.

Abstinencia y Leyes de Niddah
Es por eso por lo que, aunque nunca me he casado, he mantenido las leyes de la pureza familiar dentro de mi vida sexual e incluso he ido al Mikvah (aquí, no en Chile donde solo hay tres y están solo en Santiago). Sin embargo, cuando estaba en la escuela le tenía terror al cuento del rapado (hasta que me explicaron que eso era solo para las Satmar) y el baño ritual. Curiosamente, nunca se me hizo difícil la idea de que tendría que pasarme dos semanas al mes en abstinencia sexual.

Ni en el libro ni en la serie “Unorthodox”, a las protagonistas parecen preocuparles la abstinencia, debido a que le temen más al torpe y doloroso coito que le imponen los maridos. En su libro, Deborah Feldman cuenta lo feliz que está su marido al saberla encinta porque ahora si no tienen que preocuparse de Niddah, pueden tener todo el sexo que deseen. Algo que no pone muy contenta a Deborah y, sin embargo, es precisamente la imposición para no tener sexo durante el periodo menstrual de la mujer lo que indigna y escandaliza a los contrarios al judaísmo. A proposito muchos terapeutas sexuales y sicólogos encuentran que la abstinencia sexual por un determinado tiempo es un gran afrodisíaco.

Según el Levítico, la esposa debe guardarse de tener relaciones sexuales durante los siete días en que dura su menstruación, tras lo cual debe someterse a un baño ritual antes de reanudar su vida de pareja. Sucede que los sabios del Talmud descubrieron que había mujeres cuyas reglas duraban más que una semana, por lo que instituyeron cinco días extras. He ahí la castidad forzada de los doce días mensuales. Esto se aplica nada más que a la mujer fértil casada, pero no significa que las solteras por vírgenes que sean no cualifiquen como Niddah y de eso deriva el “Neguia”, la distancia social entre sexos que impera en el judaísmo ultraortodoxo.

Unos días antes del matrimonio, la novia va al Mikvah que ahora ocupa un edificio especial dentro de la comunidad. Después de la zambullida, ella ya no es Niddah y puede tener relaciones sexuales. De ahí en adelante ella irá todos los meses acabado su periodo menstrual. El Mikvah también es utilizado después de la cuarentena post parto y nuevamente marca la reanudación de la vida sexual de una pareja.

No todos los motivos para usar el Mikvah son fisiológicos. El baño ritual es un requisito para convertirse al judaísmo y se aplica a ambos sexos. Lo mismo ocurre con la ida al Mikvah antes de Yom Kippur algo que hacen hombres y mujeres. En “A Place to Call Home”, la heroína usa un rio australiano como Mikvah antes de Yom Kippur, provocando el escándalo del pueblito donde vive.
Un rio australiano como mikvah natural

Lo que necesita Sarah Addams en Yom Kippur

Inicialmente, las ramas liberales del judaísmo, Reformismo y Conservatismo despreciaron tanto Niddah como el Mikvah considerándolos resabios de una religión anticuada, superfluos y sexistas. Por suerte, en este siglo han recapacitado y visto todo ese conjunto de leyes como dotado de una gran carga espiritual al igual que han notado su mérito en la práctica femenina del judaísmo.

Hoy tanto las rabinas como sus feligresas usan el Mikvah como un rito de pasaje para un sinnúmero de eventos, algunos asociados con causas fisiológicas (menopausia, aborto espontaneo, cura de cáncer) otros con traumas (violación, aborto provocado, divorcio). Las parejas lésbicas van al Mikvah y es usado para marcar un nuevo principio para los que han cambiado de sexo. Esta nueva importancia del ritual aleja esas erradas connotaciones de “suciedad” que han sido vinculadas por la imaginación popular (y no solo la judía) a las reglas femeninas.

Cuando en “Unorthodox”, Yanki pregunta a Esty “si ya estás limpia” (léase fue al Mikvah) está demostrando una ignorancia heredada posiblemente de su madre. Muchas mujeres son las propagadoras de esa imagen de mujer menstruante como sucia. Mi madre tenía un problema atroz con sus periodos y peor con los míos. Ella me decía que “yo estaba sucia” pero el baño ritual no higieniza puesto que debe llevarse a cabo cuando la mujer está totalmente limpia de cualquier impureza física, o sea mugre y sangre.


El Mikvah-Spa
Una se pasa más tiempo aseándose en preparación del baño que en este. La preparación comienza en casa, a pesar de que es obligación bañarse en el mismo edificio del Mikvah, pero para evitar pérdidas de tiempo mejor adelantar en aspectos como rasurado o depilación. Se aconseja ir sin maquillaje y sin esmalte de uñas. Agreguémosle con uñas cortitas. Mi primera Dama del Lago (así llamaba la Rebbetsin Blu Greenberg a las mujeres que atienden a las bañistas en los mikvoth) armó una pataleta por el largo de las mías.

Ya limpia (o creyéndose limpia) llegas al edificio y tras una breve espera pasas a un baño privado con tina y ducha, lavamanos y todo tipo de cosas útiles. Mi método de evaluación de un Mikvah era el nivel “spa” del lugar. Un buen local provee de batas o toallas albas y de buen olor (una puede llevar las propias), zapatillas desechables, pasta de diente cepillo, peineta, shampoo, acondicionador, jabón líquido, cepillo, lima de uñas, e hilo dental. Todo nuevo, todo te lo puedes llevar. Ya con eso una se jabona, se refriega, se saca la cera de los oídos, las lagañas de los ojos y se quita todo:  joyas, pupilentes, dentadura postiza hasta parche curitas.

Con el cabello lavado y desenredado, y en bata, tocas un timbre. Viene la dama del lago, y te revisa para asegurarse que estas lista, te escolta hasta otro cuarto que es la piscina, y te espera con tu bata en mano hasta que te zambulles asegurándose que lo hiciste bien y que no dejaste ni un bucle sin remojar. Después te acompaña de nuevo al otro baño para que te vistas y te seques el cabello. Yo estuve en un sitio tan VIP una vez que hasta ofrecían (pagados) servicios de peluquería y una manicurista.
El mikvah en Unorthodox

Yo nunca fui al Mikvah en condición de kala (novia). Mis amigas ortodoxas me rogaron que fingiera ser “casada vieja” y que me abstuviera de ir a vecindarios ortodoxos donde pudiera ser reconocida, además donde las damas del lago se toman atribuciones con jovencitas inexpertas (como la que describe Feldman en “Unorthodox”) y terminaban bañándolas. Eso vimos en “A Price Above Rubies” donde Renee Zellweger recibe un baño a lo Cleopatra.


¿Si entonces una entra al Mikvah super mega limpia qué impurezas se desvanecen con el baño ritual? No voy a meterme a explicar antropológicamente los tabúes de la sangre menstrual que han existido no solo en pueblos primitivos sino en toda sociedad y hasta hoy en muchas religiones. La Iglesia Ortodoxa Rusa todavía prohíbe a las feligresas comulgar estando en sus días, las mujeres hindúes y budistas también cuidan su mes y se abstienen de actividades religiosas y domésticas durante ese tiempo. En el Islam se permite a la mujer ir a la mezquita, pero si se la exime de ayuno.

El miedo o respeto que ha provocado la menstruación en el mundo desde la antigüedad no tiene que ver con que en esos días la mujer esté más cochina o maloliente. Por el contrario, se la ve como peligrosa, como poderosa, como mágica. Eso es lo que intentó hacernos ver “Freud” con esa vinculación del resurgimiento del poder de la Taltos Fleur cuando está menstruando.

Si se habla de impureza es porque la mujer no está en su estado normal. El hombre según el judaísmo debe ir al Mikvah porque esta impuro por pecados, por contacto con muertos, por enfermedades, incluso por eyaculación involuntaria. En la mujer es diferente porque la pérdida de sangre la hace distinta, la convierte en una fuerza viva natural, la fuente de la vida.

Sexo Kosher
De ahí viene la abstinencia sexual durante la menstruación (que estudios médicos han asociado con la baja tasa de cáncer cervical entre judías ultraortodoxas). Pero fuera de ella, el sexo es algo que el judaísmo celebra. A raíz de” Unorthodox” han surgido expertos que salen conque el sexo entre los judíos observantes es tan puritano como lo muestra la serie. Incluso he oído rebuznos de que entre los ultraortodoxos solo se permite la postura misionera y el sexo está circunscrito a la noche del viernes. Oy, Oy, Oy!

Aunque se considera un mItzvah hacerlo en Shabbath, el sexo puede practicarse todos los días de la semana (con excepción de Yom Kippur, Tisha b’Av y otros días de ayuno) en cualquier horario. No hay límites para posiciones, si se es ágil se pueden explorar todas las posturas del Kama Sutra. Con excepción de prácticas muy exóticas (léase tríos, zoofilia, lluvias doradas) se puede hacer de todo en la cama. Y hasta hay tiendas en Israel para vender juguetes sexuales a parejas ultraortodoxas. ¡Verdad de D-s!

Sin embargo, hay veces que el sexo está vedado y que no tiene que ver ni con fechas de calendario, es cuando la mujer no quiere. Aunque el que alguno de los esposos se niegue a proveer satisfacción sexual como manipulación es causal de divorcio en el judaísmo, está prohibido obligar a la esposa a cumplir con su deberes conyugales si está cansada, enojada, borracha o simplemente no le apetece.
Mayor razón en el caso de Esty puesto que le es doloroso. Si no me creen vean lo que dice este rabino jasídico y como en el Talmud se llama “Hijos de Violación “a los engendrados a regañadientes.


El Talmud es muy claro, el placer de la mujer viene antes que el del hombre. Los médicos victorianos heredaron de los talmudistas la idea errada que era imposible la concepción sin existir de por medio el orgasmo femenino. Si quieren enterarse de la importancia del placer sexual en el judaísmo leánse los libros del Rabino Shmuley Boteach, o alguno de los muchos artículos sobre el tema en Jabad.org o si desean algo más intelectual léanse La epístola sagrada de Nahmanides uno de los grandes talmudistas medievales. Se cree que el filósofo catalán lo escribió para ayudar a su hijo en la noche de bodas de este.


¿Entonces cómo se explica la desastrosa vía sexual de Esty y Yanki en “Unorthodox”?  Por un lado, el absurdo puritanismo que parece regir en el mundo ultraortodoxo y que trasciende las reglas del recato y privacidad que el buen gusto exige para tratar temas sexuales en el mundo judaico. No puedo decir que sea la ausencia de clases de educación sexual puesto que hay un auge de disfuncionalidad sexual en todo Occidente y no lo podemos culpar ni en comunidades cerradas ni en religiones represoras. 

La mayoría de las chicas ortodoxas aprenden sobre sexo de sus madres, abuelas, tías, primas y compañeras. En un mundo en el que los embarazos y partos son pan de cada día, es imposible no enterarse de temas fisiológicos y sexuales. Nuevamente, entra en juego la orfandad de Esty, su falta de apoyo familiar.

En el caso de Yanki no sé qué decir. He conocido tantos chicos y hombres como él y no necesariamente judíos ortodoxos. Se les encuentra en el mundo evangélico, católico, en nuestras comunidades latinas e incluso en la islámica. Recordemos que en el libro el vaginismo de Deborah es exacerbado por la incapacidad de su marido de mantener una erección. Ahí existe un problema en ambos cónyuges.

El conflicto yace no solo en la ausencia de información sino también en la desinformación. Quienes deben guiar a los futuros esposos, los famosos maestros de Kalas y de Josón (novio) son tan ineptos y crípticos como la que aparece en “Unorthodox”. A juzgar por la alta fertilidad de las jasídicas, no todos los guías son tan torpes, y casos como el de los Shapiro son poco comunes. Aun así, debería haber más preparación de parejas, menos intromisión de grupos controladores y represores que aun los detractores de “Unorthodox” reconocen.

Una Jasidica que lo Tiene Todo
Michal Lashansky en The Times of Israel ha confeccionado una lista para las maestras de kallot, partiendo de la base de que son ellas quienes deben evitar que la consumación de un matrimonio se convierta en una pesadilla como ocurrió con Esty/Deborah. Por otro lado, la jueza Ruchie Freiberg ha hablado de “grupúsculos de extremistas fanáticos” que controlan a una comunidad de gente “benévola, compasiva y  cariñosa”. Cundo escribió esa crítica del libro de Deborah Feldman, Freier era abogado. Desde el 2016 es jueza de la Corte de Brooklyn. La primera jueza jasídica de la historia de Estados Unidos y posiblemente la primera jasídica en ocupar un cargo público.

Hace unas semanas, la Reina Estelwen me preguntaba qué tipo de mujer puede ser feliz dentro del mundo de reclusión y segregación de los jasídicos. ¿Realmente puede una mujer ser feliz en un mundo que la obliga a usar peluca, que regula su vida sexual? Hoy puedo presentarle un ejemplo puntual.

Rachel “Ruchie” Freier nació en una familia jasídica de Borough Park (Brooklyn). Tuvo una infancia totalmente típica de chica ultraortodoxa, a pesar de que dice que la dejaban leer. Confiesa hacer sido fan de Louisa May Alcott y Jane Austen, tal como Deborah Feldman. Esto puede deberse a que Ruchie estudió en la progresiva escuela para niñas judías Bais Yakov (tal como Feldman, aunque ahora pretenda no recordarlo).

Fue en su último año en la academia que Ruchie comenzó a tomar cursos de estenografía y decidió prepararse para ser una secretaria legal. Actividad que desempañaría por más de una década. A los 19 años se casó (matrimonio arreglado, por supuesto) con David Freier un jasídico de la secta Bovor. Como David quería dedicarse a estudiar los textos sagrados, fue Ruchie la que mantuvo la familia saliendo a trabajar y atendiendo la casa y a sus tres hijos.

Cuando David acabó sus estudios rabínicos decidió que quería ir a la universidad para poder dar a su familia un mejor pasar. Cuatro años más tarde, luego que David obtuviera un título en contaduría, los Freier sorprendieron a sus familias con el anuncio de que Ruchie se había inscrito en la universidad judía de Touro.  De ahí saldría con un título en ciencias políticas Durante sus cuatro años de estudio Ruchie aumentó la familia con un nuevo bebé.

Ahí no terminaron los estudios de Ruchie que se enroló casi inmediatamente en la Facultad de Derecho de Brooklyn College. A pesar de que, conocidos, amigos y hasta parientes no creían que una jasídica fuese a tener clientes, con el apoyo de su esposo e hijos (a los que se agregarían otros dos más) Ruchie se graduó en el 2005, hizo su práctica en el bufete de Hilary Clinton (La jueza es demócrata como la mayoría de los jasídicos) y en el 2006 pasó su examen de la barra de abogados.

Irónicamente, sus primeros clientes fueron judíos Satmar que necesitaban de un abogado que hablase yiddish y que sirviese de embajador diplomático ante los tribunales seglares. Ruchie ha sido un puente humano, explicado al mundo legal las “excentricidades” de la comunidad y asesorando a los Satmar sobre el sistema de leyes estadounidense.

Aun antes de su nombramiento a la Corte Criminal, Ruchie había estado militando en otras causas que benefician a la comunidad jasídica. En el 2005 fundó Chasdei Devorah, una organización para ayudar a familias jasídicas de bajos recursos. Preocupada por el alto número de suicidios entre adolescentes de la comunidad, en el 2011 creó B’Derech, una fundación para ayudar a jóvenes con problemas y de familias disfuncionales. Esto la ha hecho entender a gente como Deborah Felman y otros que quieren alejarse de este mundo que los hace infelices. También ha sido elocuente en su denuncia a la poca ayuda que reciben las víctimas de abuso sexual dentro de la comunidad.

Su mayor logro fue la organización del servicio de ambulancias y paramédicas Ezrah Nashim. Esto como respuesta a la política de Hatzolah, el servicio de ambulancias que atiende a pacientes judíos de no contratar mujeres. Para Ruchie era escandaloso e iba en contras de las reglas de modestia judías que accidentadas, parturientas y otras pacientes fuesen manoseadas y atendidas por varones. Ella misma cursó un programa de entrenamiento para certificarse como paramédico.

Es fascinante que esta abuela de 55 años y que mide apenas un metro sesenta centímetros de estatura, pueda equilibrar el llevar un hogar tradicional y ortodoxo, la crianza de seis hijos (dos de los cuales ya se casaron) su puesto de jueza y todas estas otras actividades. Pero lo más fascinante es que Ruchie (que no se considera feminista) lo hace todo sin salirse del marco de reglas que gobiernan a las mujeres jasídicas y a las ultraortodoxas y eso incluye su peluca, y su adhesión a las Leyes de Pureza Familiar.