De la cosecha
rusa que vi este verano solo se salvó “Espías”, un interesante retrato de
agentes soviéticas durante la Segunda Guerra Mundial. Coincidió con mi
oportunidad de ver “A Call to Spy”, el primer intento de la ficción angloparlante
de narrar la epopeya de las agentes del S.O.E., el servicio de espionaje británico.
Contrastar ambas obras no solo nos permite ver que similitudes y diferencias
existían en el espionaje de los soviéticos y de los Aliados, pero también ver
el feminismo, o ausencia de este, en un relato que es principalmente femenino.
Un Homenaje
Mediocre
Yo entiendo que
cuando dices que un filme es el “primero en narrar algo”, el producto ni va a
ser perfecto ni completo. Se van a tener que obviar hechos, crear licencias
para contar una historia, recortar personajes. Mi opinión es que retratar a
tres olvidadas agentes del S.O.E. (Special Operations Executive) debió requerir
un formato de serie limitadas. El tópico es tan extenso que anteriormente solo
se trató pesimamente en ‘Wish Me Luck” (1988), un vergonzoso relato de ficción
vagamente inspirado en estas fascinantes damas.
Pero aun en dos
horas, se pudo hacer un mejor homenaje sobre todo tomando en cuenta que filmes
ingleses de la posguerra que se enfocaron en otras agentes como Odette Samson
(Odette con Dame Anna Neagle) y Violette Szabo (Cärve Her Name with Pride con
Virginia Mackenna) ya habían dejado la vara alta.
Sarah Megan
Thomas estaba dispuesta a hacer un filme feminista y su elección de personajes
recayó en mujeres diversas: la judía rumana Vera Atkins, la minusválida
estadounidense Virginia Hall y la princesa hindú Noor Inayat Khan. En una era
en la cual la diversidad y el feminismo son prioridades en la industria del entretenimiento,
es inexcusable que haya fallado tan brutalmente en sus empeños y haya terminado
ofendiendo a los objetos de su trabajo.
Vera-que-no-se
-sentía-judía
Por ejemplo, Vera
Atkins es retratada como una mujer ninguneada y humillada, que, a pesar de su
inteligencia y ardua labor, es siempre vista como secretaria-apéndice de Maurice
“Buck” Buckmeister el director de la sección francesa (o “F’) del S.O.E. Se nos hace creer que vive dominada por el
miedo de ser deportada ya que era nacida en Rumania, país enemigo de Gran
Bretaña. Se nos hace creer que el antisemitismo reinante en su sección hace que
se la trate sin respeto, que se le niegue el derecho a ser ciudadana británica
e incluso a usar un uniforme militar. Vamos por partes.
A pesar de ser
nacida en uno de los países más juedeofobo de Europa, Vera Rosenberg venia de
una familia tan adinerada que le permitió sobrevolar los prejuicios de su
sociedad. Como la mayoría de los judíos millonarios, tuvo una educación
cosmopolita y asimilada. Estudió en La Sorbona, y el hecho de ser su madre
inglesa, le permitió integrarse a la sociedad británica sin problemas.
Vera no pensaba
en sí misma como judía, fue la guerra la que la hizo consciente de su “falla
genética”. Esto se manifestó en un esfuerzo constante por ocultar unos orígenes
que no tenían significado para ella, pero si para el mundo exterior. Hace
algunos años, a alguien se le ocurrió grabar una estrella de David en su
lápida. La familia rogó que la retirasen porque era un símbolo de algo que
nunca Vera sintió como suyo.
En Les Parisiennes,
Anne Sebba dice que Vera ingresó al S.O.E. sin decirles que era judía y rumana.
Buck y Leo Marks lo sabían, pero no se cree que haya sido un impedimento para
su trabajo. Es cierto que solo en 1944, Vera recibió su ciudadanía británica y
permiso de usar uniforme. No uno especial sino el normal del personal femenino
de la Real Fuerza Aérea.
Creo que el
énfasis en el origen de Atkins y sus esfuerzos por ocultarlo han dañado su imagen
en el filme. Se ha camuflado su tremenda contribución a los servicios de
inteligencia aliados que comenzaron mucho antes de la guerra, puesto que fue
contratada por el servicio de espionaje canadiense el 38 y fue instrumental en
traer las maquinaria decodificadora Enigma desde Polonia el 39.
Otro problema de la
serie es que ha intentado alejar a sus tres personajes de “lo femenino” y con
eso las han convertido en arquetipos acartonados. Cuando Vera le menciona a Virginia
Hall que ha perdido “un amigo” en la guerra se abstiene de decir que el “amigo”
era su prometido, el piloto Dick Ketton-Cremer que murió en la Batalla de Creta.
Tan traumática fue esa pérdida que Vera nunca se casó.
Virginia y su
Cutberto
El caso de Virginia
Hall también es tratado de esa manera casi técnica sin toques de intimidad que nos
permitan conocerla y quererla. En este caso el daño es más grande puesto que es
la primera vez que las actividades de Hall son retratadas en la ficción. Efectivamente,
Virginia venía de una acaudalada familia estadounidense. Intentó
infructuosamente entrar en el servicio diplomático. No sé si no lo logró por el
sexismo del cuerpo diplomático o por su problema físico.
Tal como lo dice
la cinta, Virginia perdió una pierna en un accidente de caza tras lo cual debió
usar una prótesis de madera a la que apodó “Cutberto”. La dinámica de Hall y su
Cutberto, el escepticismo de los oficiales sobre tener una agente con una sola
pierna, y ese terrible cruce de los Pirineos nevados son todos ciertos, al
igual que la traición del Padre Alesch.
Entiendo que, por
motivos de tiempo y espacio, haya puesto que Hall fue un “descubrimiento” de Vera
Atkins. Hall fue descubierta por un
agente británico en España y enviada a Londres con buenas recomendaciones.
Virginia Hall fue la pionera de los agentes del S.O.E en Francia. Sus 16 meses en
terreno fueron instrumentales no solo para las actividades del S.O.E sino también
para definir el comportamiento de futuros agentes.
Es una lástima
que el filme se concentre en el sexismo con el que Virginia fue recibida, y ciertos
lugares comunes de películas de espionajes que afean y opacan sus logros como
por ejemplo la liberación de prisioneros de la cárcel de Bergerac que fue mucho
más espectacular que lo que muestra la cinta. Hubiese quedado mejor ‘” Call of
Spy” si la hubiesen hecho girar en torno a una sola agente o si la hubiesen
creado en formato de miniserie que les hubiese dado más tiempo para honrar la
labor de estas originales e intrépidas mujeres.
En el caso específico
de Virginia no se puede divorciar su labor de espionaje/rescatista/saboteadora
con su segundo viaje algo que el filme ignora. Desde el hecho de tener que
llegar en barco porque Cutberto le impedía lanzarse en paracaídas hasta su
soberbia labor en el Maquis, sus esfuerzos por liberar a unos colaboradores que
veía como hijos adoptivos y a los que llamaba “mis sobrinos”, y su encuentro
con Paul Gastón Golliot que se convertiría en su marido. Todos estos factores
hubiesen sido ingredientes deliciosos para un retrato completo de esta valerosa
agente, pero esa necesidad de alejar a las protagonistas de lo femenino acabó
por deshumanizarlas.
Así No Era Noor
Inayat Khan
Sin embargo,
ninguna falsedad o absurdo, ninguna ausencia o falta de énfasis que ocurra en
las descripciones de Vera Atkins y Virginia Hall se compara con el disparate
que pasan como la vida y aventuras de Noor Inayat Khan. Tan repulsivo y mentiroso
me resultó ese relato que tuve que verme el docudrama “Enemy of the Reich” y
leer las muchas veces que Anne Sebba nos cita a la princesa hindú en Les
Parisinennes para poder entender un poco a esta magnífica y enigmática
mujer y su trabajo como agente. Un trabajo para que tal vez no estuviese
preparada, pero que desempeñó lo mejor posible y bajo circunstancias terribles.
El problema de Sarah
Megan Thomas es que quiere crear con Noor un estereotipo de mujer de color.
Para eso buscó una actriz que representa una tipo físico del Sur de la India.
Una chica de piel muy morena, bajita, flaquita, y de aspecto sumiso. No es
sexismo decir que Noor Inayat Khan era una mujer bellísima. Incluso más que lo que las fotos nos cuentan,
su belleza exótica fue un motivo por el que se desconfiaba de que fuese una
agente idónea ya que la hacía conspicua.
Sin desmerecer a
la actriz, pero Noor era un producto mixto, hija de un príncipe hindú y una
chica de Nuevo México. Sin ser nórdica ni anglosajona, podía pasar por europea.
En una ocasión, para evadir a la Gestapo, se tiñó el cabello de rubio y no se
veía mal o rara. Además, era glamorosa, gustaba vestirse bien. Se cree que su afición
por lo azul fue un modo en que la detectó la Gestapo.
En fin, que “a Call
to Spy” ha fallado seriamente en contarnos su cuento y el primer error está en
su descripción física. Entiendo que la pongan como amiga de Virginia Hall,
aunque nunca se conocieron, pero es un error no mostrarla como lo que fue: una
mujer brillante, llena de recursos y con un trato tan exquisito que Hans
Feiffer, su interrogador en la Gestapo lloraría durante su juicio al
recordarla.
Algo que el filme
no menciona es que Noor era una princesa de sangre real, tataranieta del famoso
TIppu Sultán, el “Tigre de Mysore” que mantuvo en jaque al ejercito
conquistador inglés en el siglo XIX. El padre de Noor, el Príncipe Hazrat
Inayat Khan fue el propagador de a corriente sufí en Occidente. El sufismo es
una filosofía, dentro del Islam, que se caracteriza por su ideología pacifista
y su creencia de que la música y el baile ayudan a aumentar la espiritualidad
(como creían los primeros jasídicos).
Hazrat Inayat Khan
viajaría por el mundo con su mensaje sufí que culminó en su fundación de un
“sufismo universal”. Como era también un excelente músico daba conciertos y
tours. En Nueva York conoció a Pierre Bernard, que dirigía una escuela de yoga
y a su hermana Ora Meena Ray Baker que había llegado de Alburquerque a estudiar
con su hermano. A pesar de la oposición de la Familia Baker, Hazrat y Ora se
casaron en Londres. Después de la boda se establecieron en Moscú donde nacería
su primogénita, a la que llamaron Noor que en árabe significa “luz.”
Los Inayat Khan
salieron de Rusia al estallar la Primera Guerra Mundial y se instalaron en Londres
en Bloomsbury. Ahí nacieron los tres hermanos de Noor. Después de la guerra,
Noor y su familia se establecieron en Suresnes en las afueras de Paris, en un casa
que su padre llamó “La Casa de las Bendiciones”. Noor creció en un hogar pleno
de amor y armonía, pero también rodeada de privilegios.
Su vida cambió
con la muerte del padre cuando la princesa tenía solo 13 años. La viudez
provocó una depresión crónica en su madre, y Noor tuvo que encargarse de ella y
de sus hermanos menores. Eso no significa ni que interrumpiese sus estudios o
su vida de lujos. Significa que Noor siempre se sintió protectora de su madre.
Algo que suplicó a sus superiores en el S.O.E fue que solo le comunicaran su arresto
o muerte a Ora cuando estuviesen totalmente seguros de que estos hechos
hubiesen ocurrido.
De hecho, Vera
Atkins se entrevistó con Vilayat, el hermano de Noor para darle nuevas del
trágico destino de la agente. Como parece que Atkins no era muy simpática
(según muchos testimonios) su entrevista con Vilayat fue un fracaso, quedando él
con la impresión de que los servicios de inteligencia habían” utilizado” a su
hermana. La película en cambio nos muestra a Atkins y a Hall yendo a visitar a
Ora que aparece como una señora demente y desastrada que acusa a los ingleses
de no haber protegido a su hija, casi echa las agentes de su casa, y luego se
pone a aullar como banshee. ¿Además de mentir sobre Noor, tenían que ofender la
memoria de su madre?
Después de
graduarse del Liceo Saint Cloud, y de pasar su bachillerato, Noor estudio psicología
infantil en La Sorbona. Simultáneamente, como buena sufí, se dedicó a la
música. Además de experta en arpa y otros instrumentos de cuerda, Noor fue
alumna de la virtuosa del piano Nadia Boulanger.
Fue bajo la
tutela de Boulanger, que la princesa conoció a Maurice Goldenberg, un
estudiante judío de quien se enamoró. A pesar de las protestas de su familia,
Noor y Goldenberg mantuvieron una relación de años y llegaron a comprometerse.
Los Inayat Khan desaprobaban esa relación porque veían como obstáculo las
diferencias sociales. Noor era una princesa, de gustos refinados, y Goldenberg
era el hijo de una lavandera.
A fines de los
30, Noor comenzó a escribir historias para niños, algunas de los cuales fueron
publicados por Le Fígaro, y fue invitada a hacer programas radiales. En
1939, Noor tenía varios planes, publicar un libro de cuentos infantiles, servir
como enfermera en caso de que estallara una guerra, o irse a la India a casarse
con otro de sus pretendientes (ya su relación con Goldenberg había acabado).
La invasión nazi
cambió todos los planes. Los Inayat Khan tuvieron que abandonar su casa y
marcharse a Londres. Aunque ardientes pacifistas, Noor y su hermano Vilayat
decidieron unirse al esfuerzo bélico. Ambos se enlistaron en la Real Fuerza Aérea.
Todo este fantástico trasfondo familiar e intelectual de Noor pasa
desapercibido en el parco retrato que le hacen en “A Call to Spy”.
El documental “Ënemiga
del Reich” que ha sido producido bajo la asesoría de su sobrino enfatiza la fe
religiosa de Noor como la espina dorsal de su personalidad. No se puede desligar a la princesa del
sufismo, pero también fue ella un producto de sus estudios, obra y romances. El
filme nos la muestra como una tímida niñita de color y eso la vuelve un
estereotipo.
La Princesa
que No Podía Mentir
Algo que ni filme
ni documental cuentan es que Noor ingresó a la RAF con un nombre falso, “Nora Baker”,
por el que fue conocida hasta el final de la guerra., y que en el reglón de “Religión”
del formulario que debió llenar, puso “anglicana”. Esto quiere decir dos cosas.
La primera es que Noor sabía que podía pasar por “blanca” y la segunda es que
al mentir en un documento oficial desvanece el mito de “La Princesa que no
Podía Mentir”.
Tampoco el filme
nos cuenta las muchas reservas que sus superiores tenían sobre el carácter de “Nora
Baker”. La encontraban frágil, no pasaba las pruebas de defensa física, en los
simulacros de tortura emergía llorando y aterrorizada. Se la consideraba
idealista, soñadora, descuidada y desordenada. Y por supuesto está la leyenda
de que la princesa “se negaba a mentirles a los alemanes”. Para cuando el
dossier de Noor llegó a manos de Selwyn Jepson, traía un pie de página con una
advertencia:” ‘No parece tener mucho cerebro”. Esa no fue la apreciación de Jepson
quien notó que Nora Baker era la mejor radioperadora de la Real Fuerza Aerea.
Entonces se la “pasó” a Leo Marks.
Hijo de un
anticuario judío de Londres, Marks era un excelente criptógrafo que supo
reconocer el potencial de Noor, de paso también se enamoró de ella. Esto lo
colocó en una situación difícil. Su deseo de protegerla lo empujaba a dar un
mal reporte de ella. Pero Noor ansiaba
ir a Francia y cada vez que se le señalaba una falla que le obstaculizaba el
camino, ella, con su tenacidad acostumbraba, luchaba hasta dominarla. Al final
tanto Marks como Vera Atkins, que también tenía reservas de enviar a Nora Baker
considerando que no había acabado su entrenamiento, se dieron por vencidos. Además,
Buck y el S.O.E necesitaban desesperadamente de una operadora del calibre de la
princesa y Noor hablaba francés como una nativa y conocía París.
Nada de este
fascinante trasfondo ha llegado a la pantalla. Tampoco que Noor y Marks habían
creado una estrategia para hacerles saber en Londres que ella había sido capturada.
Siempre escribiría mensajes con errores ortográficos. Si les llegaba uno
perfecto era señal que no era ella quien los enviaba.
Después está el
ridículo retrato de las actividades de “Nora” en Paris. Según la cinta, Noor,
apenas llegada Francia en 1943 se encuentra con que todos sus contactos han
sido arrestados, debe dormir en un sótano, finalmente se encuentra con una
antigua amiga que un poco a regañadientes le da alojo. El novio de la amiga la
convence de delatar a Noor por una recompensa. Todo esto es falso, como también
que la agente no alcanzó a hacer ningún trabajo relevante.
Madeleine la
que Vestía de Azul
Efectivamente, en
junio del ’43, los grupos resistentes relacionados con la SOE estaban cayendo
como moscas. Esto se debía a la labor de Henri Dericourt quien recibiría Noor
sin que ella sospechase que trabajaba con los alemanes. “Madeleine”— el
alias usado por Noor— logró escapar de Dericourt, y por cuatro meses
estuvo enviando valiosa información a Londres, desde los escondites más variados.
Llegó a vivir en un invernadero, pero no en un sótano. Fue la única fuente de
contacto con Inglaterra por un tiempo y es la razón por la que no la enviaron a
buscar, que hubiese sido el protocolo normal puesto que los alemanes sabían de
la existencia de “Madeleine”, la que siempre vestía de azul.
Para cuando, Buck
envió un Lysander a recoger a su operadora estrella, Noor buscó excusas para
perder el vuelo a sabiendas que su labor era indispensable. En julio ya había
hecho contacto con personajes importantes como el Mayor France Antelme, otro
agente de la SOE, que, para variar, cayó bajo los encantos de Noor. Renee Garry,
hermana del recientemente arrestado Emile Garry, había tenido un romance con
France Antelme y creía que “Madeleine” se lo había quitado. La delató por celos
y por una jugosa recompensa.
“Call to Spy” no
miente al contar que Noor no fue torturada, tal vez porque encontraron su
cuaderno de apuntes, que fiel a su naturaleza descuidada, no escribía en
código. También se hicieron del transmisor y comenzaron a enviar mensajes a Londres.
En el filme notan que los mensajes están impecablemente redactados (Leo Marks
enseguida se dio cuenta que no era Noor), pero por descuido de Buck, miedo de Vera
Atkins a ir en contra de su voluntad, y desorden burocrático, no se hizo nada
para evitar que gracias a los falsos mensajes docenas de resistentes fuesen
arrestados y ejecutados. Hasta hoy, ningún historiador tiene explicaciones para
ese tremendo desmadre.
Mientras en Londres
se debatía si Noor había o no escrito los mensajes, “Madeleine” guerreaba
contra los alemanes. Había impresionado a la Gestapo la ferocidad con que se
defendió —a mordiscos—al ser arrestada. Durante su estadía en la prisión
de la Calle Foch intentó huir dos veces. En una ocasión, estuvo libre una hora
antes de ser atrapada. Los alemanes exasperados la instaron a firmar una
promesa de que no volvería a intentar escapar. Noor se negó y ahí firmó su
sentencia de muerte.
Desaparecida
en la Noche y Niebla
Se utilizó con
ella el horrible decreto de “Noche y Niebla” (Nacht und Nabel). Se la
convirtió en lo que hoy llamamos “una desaparecida” enviándosela a una prisión
donde no se sabría su nombre ni se conocería su presencia. Solo después de la
guerra se han venido a conocer detalles de su espeluznante experiencia. Estaba
en Karlsruhe, Alemania, en un campo para mujeres, en una celda cerrada, en
solitaria sin comunicación con nadie,
Se la mantuvo
encadenada de pies y manos, necesitando de asistencia para comer y asearse. Se
la alimentó con una asquerosa sopa de repollo y mondaduras de papa. Se le quitó
la ropa, obligándola a usar un saco de aspillera como única prenda, se la
torturó y posiblemente violó. Después de la guerra sus vecinas de celda
testificarían haber oído los golpes y a Noor llorando en la noche. Tras diez
meses de este trato inhumano, Noor fue llevada Dachau donde se la ejecutó.
Como todo en esta
etapa final de la princesa, existen versiones diferentes de sus últimas horas.
Un informe anónimo que llegó a manos del servicio de inteligencia canadiense
habla de que se le dio el “tratamiento completo” que algunos prisioneros
ameritaban y que incluía todo tipo de abusos. Se ha dicho que fue ejecutada en
una celda, otras versiones hablan de que fue fusilada junto a otras agentes de
la S.O.E. La versión más coherente la presentó una prisionera holandesa de Dachau.
Según ella, Wilhem Ruppert, comandante del campo, le arrancó la ropa a la
princesa y la golpeó bárbaramente, fue ahí que le dio un tiro de gracia en la
nuca. Se cree que las últimas palabras de Noor fueron “Libertad”
No importan los
detalles para saber que las últimas horas de Noo Inayat Khan fueron un
suplicio. Póstumamente recibiría la Cruz de San Jorge del gobierno británico y
la Croix de Guerre de los franceses. Es la única musulmana en tener un
monumento en el Reino Unido, como parte de un grupo escultórico en la iglesia
de San Pablo dedicado a los agentes del SOE. En el 2012, la princesa Ana develó
un busto de bronce de su colega hindú. ¿Entonces por qué los dramatizados se
empeñan en falsear o esconder los logros de Noor?
Se han escrito
poemas y novelas sobre “Nora Baker” y en Canadá se puso en escena una pieza, Agente
Madeleine, que narra la labor de espionaje de la titular. Sin embargo, nada
realmente encapsula el prodigio que fue Noor. En la obra, la princesa tiene un
romance con Leo Marks. En The Tiger
Claw, Shauna Singh Baldwin muestra una Noor encarcelada en Alemania
obsesionada con haber abortado al hijo de Goldenberg. Aunque estos detalles o
recursos dramáticos no sean imposibles, no corresponden a la biografía conocida
de la princesa No entiendo la necesidad de no apegarse a hechos ya en si
bastante dramáticos además de ciertos.
En suma “Call to Spy”
fracasa en su homenaje de tres mujeres valientes y valiosas. Con ello menosprecia
el arduo e ingrato, pero utilísimo, servicio que las mujeres prestaron durante
la Segunda Guerra Mundial, principalmente en la labor de espionaje. Eso nos
lleva a “Spies” /” Espías” (en ruso, Razvedchitzy significa algo así
como “exploradoras”). Para todos los fans de “The Americans” y de las novelas
de John Le Carré no es sorpresa saber que los rusos, que son secos para el espionaje,
entrenaron agentes femeninas para operaciones ‘especiales’ tras las líneas
enemigas.
Espías a la
Rusa
La serie está
inspirada en hechos reales, existió realmente una academia que durante la Segunda
Guerra Mundial se especializó en la preparación de mujeres espías. Lo demás es
ficción, pero sirve para ilustrar aspectos paralelos o no tocados en la trama
de "A Call to Spy”: el arduo entrenamiento, lo peligroso de enviar espías no
totalmente entrenadas o cuya lealtad es puesta en duda, y los dilemas que se les
presentan a estas mujeres cuando son abandonadas en territorio enemigo donde
las amenazan captura, tortura y ejecución.
En la primavera
de 1941, el Comintern consciente de que Hitler planea invadir la Unión
Soviética, encarga al Mayor Vorotynnikov (Vladimir Vdovicenko de Los Optimistas)
establecer en Kiev una escuela para espías femeninas. Sus ayudantes son la
seductora Matilda que cree que toda espía debe ser una Mata Hari, y el teniente
Nikolái Petrov, un joven soldado veterano de la guerra de Finlandia, que parece
que, se congeló y todavía no se derrite. Petrov es de la opinión que deben
reclutar jóvenes universitarias leales al Partido. Su superior busca mujeres
astutas y mundanas, incluso con prontuario criminal, así sacan a las protagonistas
de la cárcel.
Arina fue una vez
esa candidata que Petrov favorece. Al inicio de la serie la vemos como Arina-la-que
lo-tiene-todo-. Hija de un hogar acomodado (el padre catedrático, su madre médico),
acaba de graduarse de maestra de idiomas, de ganar una carrera de bicicletas de
y de comprometerse con Volodia, un joven y guapo oficial. Pero Arina está
enamorada del comunismo y le dice al novio que antes de formar una familia,
ella quiere ‘Hacer algo grande por la patria”.
Los padres de Arina,
como regalo de compromiso, le dan un anillo de zafiros que es una joya de
familia. A nuestra patriótica comunista se le ocurre venderla y donar el dinero
al Partido para que “compren un avión o un tanque’. Ya dan ganas de aventarla
de una patada. A pesar de las protestas del novio, Arina va a un joyero para
que le tase el anillo.
En la joyería la
pareja conoce a una rubia misteriosa que dice llamarse Margarita y les asegura
conocer a alguien que les dará más dinero. La insensata Arina le da su
dirección. Esa noche Margarita se presenta en el piso de Arina, pero no viene
sola. Un hombre irrumpe en la casa, deja inconsciente a la joven y procede a
golpear y a asustar a los padres para que les den objetos de valor. Eso hasta
que aparecen los agentes de la NKDV.
Arina no ha
pecado de ingenua, ha pecado de boba. Nunca se le ha ocurrido que las circunstancias
familiares la hacen sospechosa en la Rusia estalinista. No sabe que las purgas
tienen como blanco la clase profesional a la que pertenecen sus padres. Que el
que su madre sea alemana y que su Tío Ilarion este exiliado en París invitan a
la desconfianza del Partido que tanto idolatra. Ella misma inspira dudas porque
como dice un agente “¿A quién le interesa aprender tantos idiomas?”.
El asaltante
Voron inicia un tiroteo con los agentes de la NKDV en el que mueren estos y la
madre de Arina. Zoya (la falsa Margarita) golpea a su cómplice con una estatua
y huye. Voron, cuando se despabila, huye.
Para cuando llega la policía solo encuentra tres cadáveres y dos personas inconscientes.
Arina despierta en el hospital y descubre que la NKDV no le cree el cuento del desvalijamiento.
La acusan a ella y a su padre de haberse defendido a tiros de los agentes.
Zoya, aunque es
una ladronzuela y cómplice de su amante Voron, no es mala. Es una madre soltera
desvalida que todo lo hace por su hijita Katya. Tras esconder el anillo de Arina
en el oso de peluche de Katya, se prepara huir a otra ciudad con la niña. Su
mala suerte hace que Volodia, novio de Arina, la reconozca en la estación. Zoya
es arrestada y encerrada en la misma celda que Arina quien le da una soberana
paliza antes de denunciarla. Vorytnynikov y Petrov se enteran de la existencia
de estas enemigas a muerte y las convencen de estudiar en su escuelita de
espionaje, a cambio se olvidarán de los cargos en contra de ambas.
Así comienza el entrenamiento de Zoya y Arina A
diferencia de “Call to Spy” vemos en detalle lo que aprenden y en lo que
destacan. Zoya es una excelente estratega y destaca en todas las clases. El
Mayor se da cuenta que si Zoya sabe que su hija está bien, es más colaboradora.
Hace que pongan a Katya en un orfanato cercano y le permite visitar a la madre.
Petrov es el encargado y se establece un vínculo entre la niña y el soldado.
Arina es capa en
los idiomas, en geografía, tiene buena memoria y es buena en tácticas, pero es
pequeña y frágil y no sabe defenderse físicamente. Eso lo nota Petrov, el
instructor de defensa personal. La Camarada Arina está llena de escrúpulos y
eso la descalifica en las clases de Matilda quien se esmera en enseñarles a
usar su cuerpo y su atractivo físico. Arina no tiene problemas aprendiendo a
vestirse y maquillarse o a coquetear si con eso sirve para robarle la cartera
un sospechoso, pero su límite está en la puerta de la alcoba. Le horroriza
perder su virginidad con el enemigo y no quiere, como le aconseja Matilda,
olvidarse del novio.
En la escuela
también estudia Yana, una criminal endurecida, que posee una memoria fotográfica.
Yana pretende huir y chantajea a Zoya para que sea su cómplice. Arina escucha
sus planes y hasta las ayuda a conseguir un vehículo, pero una vez que las
alumnas se dan a la fuga, da la voz de alarma. Sucede que Zoya se les ha
adelantado y avisado a sus superiores. La fuga es desbaratada y Yana es
arrestada. El Mayor felicita a Zoya y reprocha a Arina por su “muestra de individualismo”,
indigna de una buena comunista. No piensa en términos de comunidad solo sirve a
sus intereses personales. Aun así, da permiso para que Arina y Volodya se
casen.
Hitler invade la Unión
Soviética. Poco después de la boda, Volodya parte al campo de batalla. Su
esposa, Zoya y otras dos compañeras son enviadas a una misión especial en
Estonia, a pesar de las quejas de Petrov que considera que no están bien
adiestradas. Para colmo ni se les da armas. Su misión es llegar a Riga,
encontrar un científico ruso en quien los nazis están interesados y traerlo de
regreso a Kiev.
Las cuatro
agentes son lanzadas en paracaídas en un bosque muy lejos de Riga, pero muy
cerca de la Wehrmacht. Hay un tiroteo, una agente muere, pero las otras consiguen
huir. Es Arina a quien se le ocurre, usando su excelente alemán, acercarse a
unos soldados de la Wehrmacht. Uno de ellos, el simpático sargento Helmuth, les
ofrece transporte hasta un pueblo cercano.
Helmuth está
interesado en Nadia, la actriz divorciada, y esta no le hace asco. Nadia no
tiene fe en la victoria soviética y decide huir con su gordito que es su pasaje
a la felicidad. Aunque Zoya y Arina los capturan, se les presenta el primero de
muchos dilemas. ¿Qué hacer con ellos? No
les cuento para que la vean, pero es el principio de una serie de misiones que
llevaran a esta pareja de frenemies desde Ucrania a Alemania.
Pasarán tres años
y ambas se volverán agentes expertas y legendarias, pero el mayor cambio se efectúa
en sus personalidades. Debido a las inhumanas exigencias que su labor de espía
le ha impuesto, Arina se endurece, se vuelve cínica, ajena a afectos humanos (supuestamente
Volodya murió en la guerra, aunque nunca encontraron su cadáver) y más amiga
del cigarrillo y de la botella que del comunismo. Su único eslabón con el
pasado es el odio hacia Zoya y aun así en dos ocasiones, le salva la vida.
En cambio, Zoya, agradecida
con sus superiores que han cuidado de su hija y enamorada de Petrov que no es
como los hombres de su pasado, se vuelve patriota, devota de su trabajo y comienza
a ver el mundo comunista como un lugar sano y limpio para criar a Katya.
¿Espías o
Prostitutas?
El empeño del Mayor
(luego Coronel) Vorotynnikov en mantener a las chicas unidas puesto que
encuentra que su enemistad es fuente de poder me recordó a una de mis series
favoritas de mi infancia, la australiana “Spyforce” (Patrulla Secreta en
castellano) que tenía a un australiano (Jack Thompson antes de hacerse famoso) emparejado
con un alemán, a quien detestaba, en misiones comando tras las líneas
japonesas.
La diferencia con
“Espías” es el género de las agentes que las coloca en situaciones muy
difíciles para cualquier mujer. En “Call to Spy”, cuando le piden a Vera Atkins
que reclute mujeres guapas, ella se incomoda. Sabemos que se temía que Noor con
su belleza exótica llamase la atención, pero otras agentes como Odette Sampson
utilizaban su atractivo como un arma más de su equipaje de espías. Un
instructor muy puritano se quejó en sus informes que Odette insistía” en coquetear”
todo el tiempo.
Lo que sabemos de
los servicios de espionaje Aliados es que no existía esa obsesión que parece
haber en los soviéticos que las mujeres deben usar el sexo para poder obtener
información. Nada de eso se refleja en La espía que vestía de rojo donde la Condesa
de Romanones recuerda su entrenamiento como agente del OSS (el equivalente
estadounidense de la SOE y antecesora de la CIA) y su misión en la España Franquista
durante la Segunda Guerra Mundial.
La OSS no era un centro de entrenamiento de
espías-prostitutas como la de “Espías” ni de chicas guapas como la SOE. Por
algo reclutaron a Julia Child que nunca destacó por su belleza. Sin embargo, la
Condesa de Romanones en ese entonces era Aline Griffith, modelo de Nueva
Jersey, así que el atractivo debe haber jugado parte en el proceso de adquirirla
como agentes.
Aun así, “Espías”
nos da la impresión de mujeres atrapadas en esta llamada del deber en el cual
cuerpos y almas están al servicio del estado. Me recordó la atmosfera angustiante
de “Se, Jie” (Deseo, peligro) de Ang Lee.
La serie está
construida de manera episódica. El primer capítulo sirve para darnos un
trasfondo de Zoya y Arina. El segundo está dedicado al entrenamiento de las
agentes. Los siguientes corresponden a sus misiones, dos capítulos por gestión
de espionaje dividido por un cliffhanger. Este esquema recuerda series de los
60 como “Yo soy espía” y “Ladrón sin destino”.
Como esas a veces la trama puede ser rocambolesca e imposible. El capítulo
8 es el acabose.
Sin embargo,
tiene sus momentos emotivos, como la declaración de amor de Petrov en un bosque
polaco o el relato de Matilda para convencer a Arina que el amor y el espionaje
no compaginan. Es la única vez que la instructora baja la guardia y revela su intimidad.
La triste remembranza de cómo fue violada ante su pareja y como a él le
tatuaron estrellas en la espalda adquiere mayor relevancia cuando al final del
octavo capitulo descubrimos esa estrellas en la espalda de Vorotynnikov. Siguen
juntos, pero su relación ha cambiado.
Cuando comencé a
ver “Espías” la sentí fragmentada. Temí estar viendo una versión editada, pero busqué
otra versión (hay varias en diversos sistemas de streaming) y era igual. Ya me
he dado cuenta de que en Rusia son cuidadosos de lo que presentan en televisión.
Series con desnudos o más gráficas como “Ekaterina” o “Gogol” van a horarios
adultos. “Espías” por ser mas de horario temprano, no muestra ni escenas de
alcoba ni torturas, aunque sabemos cuándo estas ocurren.
Tampoco vemos la
paliza que Arina le propina a Zoya al final del primer episodio, pero para la
novena entrega vemos a Arina ser apaleada por una partisana polaca. Y lo que
despertó mi instinto mitutero fue que cada vez que Arina exaspera a sus
superiores estos le den de bofetadas. No me puedo imaginar a Buck golpeando a
sus agentes en “Call to Spy”, aun en esa época machista.
A pesar de ese detalle,
me parece “Espías” una obra más honesta que “A Call to Spy”. Tal como nos muestra
el sexismo de los soviéticos de entonces también nos muestran sus errores y traiciones.
Me divirtió que Arina comentase de los ingleses que “siempre traicionan a sus
aliados”. Que, aunque cierto, viene justo antes de la gran traición soviética que
cambia la vida de la agente.
Lo único que me
disgustó de la serie fue su prejuicio anti-polaco. Ya parecía serie alemán, a y
ese retrato WTF de un líder partisano viviendo en una casona rodeado de
guardaespaldas femeninas y guapas….¿Acaso era Gadafi? Haciendo a un lado estas pequeñas fallas,
recomiendo esta serie que puede encontrarse en Tubi y en otros sistemas de streaming
incluso con subtítulos en español. Háganme saber si quieren enlaces.