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jueves, 18 de julio de 2024

¿Se Puede Dramatizar el Holocausto? El Tatuador de Auschwitz (II, la Serie)

 


 

Si les ha gustado el libro,  amarán la serie. Aunque por razones de tiempo y espacio se han reducido los personajes y las subtramas ( no aparece toda la elaborada red de contrabando de Lale ni el juego de futbol con la SS, y se abrevia el personaje de Jakub), el espíritu de la novela y el romance están sumamente presentes.  El Problema del Tattooist of Auschwitz, es que el fanfiction obligatorio en las adaptaciones literarias de este siglo aporta nuevos errores históricos más reprochables que los que existen ya en el libro.

El guion ha ido más allá del libro construyendo un marco que inicia con las entrevistas entre Heather Morris y Ludwig “Lale” Sokolov en Melbourne. En el capítulo final han intentado ofrecernos un vistazo de la vida del Matrimonio Sokolov en Australia en Los 60. El primer cambio es excelente. El segundo no tanto.



Se trata de una historia en donde luz y oscuridad juegan por partes iguales, y donde la reconstrucción de Auschwitz es muy parecida a la de otros grandes filmes del Holocausto (Sophie Choice, La Zona Gris, El Hijo de Saul). El campo fue reconstruido en Eslovaquia y se filmaron escenas en la natal Bratislava de Lale Sokolov y en Melbourne donde vivió hasta su muerte. La música es más que adecuada (por suerte solo al final tocan el tema que Barbra Streisand compusiera expresamente para la miniserie).

Las actuaciones son impecables. Por fin desvinculo a Melanie Linskey de la Rose, novia eterna de Charlie Sheen, en Two and a Half Men. Para los que se han burlado del acento que creen imita, les cuento que es el suyo. No olvidemos que la intérprete de Heather Morris es neozelandesa. Harvey Keitel como siempre insuperable. No conocía a Anna Prochniak, pero la actriz polaca me ha impresionado.  Por fin Jonah Hauer-King tiene un rol decente que interpreta competentemente, pero quien lo opaca totalmente es Jonah Nay, como el Rottenfuhrer Stefan Baretski muy lejos de sus roles en las Deutschland y Tannbach.

                                  Stefan Baretski

“El Pasado nos Siguió Como un Perro Enfermo”

Si algo me ha incomodado del “Tatuador” no tiene que ver con aspectos técnicos sino con contenido. Entiendo,  y no solo por las entrevistas dadas por Morris, que Lale sufría del síndrome de culpabilidad de sobreviniente (¿se dirá así?). Todos los sobrevivientes que he conocido sufrían de esa sensación de que deberían estar muertos como sus familiares y compañeros.

La serie va más allá y determina cómo,  cuándo y por qué el tatuador debe sentir remordimientos. Se lo recuerdan sus fantasmas, las imágenes congeladas de gente muerta y sus recuerdos. “El Pasado nos siguió como un perro enfermo” es el magnífico símil que acompaña su narrativa.

Fuera de la pantalla encuentro ensayos escritos por judíos arrogantes que acusan a Lale de haber ayudado a los nazis puestos que sus tatuajes deshumanizaban a los que los portaban. ¿Qué edad tienen estas voces?  ¿14 años? Porque es el único momento en nuestras vidas en que nos damos baños de pureza y nos erigimos en pilares de la moralidad, sintiéndonos mejor que los demás

¿Qué es lo que desearían que hubiese hecho Lale? ¿Negarse a la oferta de Pepan y morir desnutrido o en la cámara de gases? ¿Es por eso qué se admira tanto a Anne Frank?  ¿Por ser mártir? ¿Porque ya no se la puede acusar?  Esta obsesión de mostrarnos a Lale agobiado por culpas inexistentes es sádica, injusta y absurda. casi tanto como los medios que la guionista Jacqueline Perske ha encontrado para borrar los errores de Morris en el libro.

                                    Pepan

Contenido Violento y Gory: Es Auschwitz, la violencia es tan presente que no me sorprende ver que los guardias practicaban pruebas de tiro con prisioneros que estaban haciendo sus necesidades. Mi madre me lo contó cuando yo era niña (lo supo por sus tíos), esa brutalidad era estándar en el Lager,.

Sin embargo, lo más violento no aparece en el libro, no es parte de las memorias de Lale, no es invención de Morris, no hay documentación de que haya ocurrido y eso lo hace muy perjudicial. Para subsanar dos errores, lo de la penicilina y la identidad del médico que castra a León, esta serie inventa una fábula tan poco ética como el ajedrez humano de Hunters.

Para conseguir la medicina de Gita, a Baretski se le ocurre poner a su “protegido” en contacto con el Dr. Shumann, que tiene una clínica dentro de campo donde experimenta con métodos de esterilización y que necesita que tatúen a unas pacientes. Incluso la razón por la que Lale esté ahí es improbable. Solo se tatuaba al entrar al campo.



 Cuando Lale suplica ayuda, Schumann amablemente le proporciona el medicamento. A cambio,  exige que Lale lo ayude convenciendo a unas pacientes que no desean abandonar el hospital. ¿Por qué no quieren irse? ¿Por qué Lale, un extraño,  podrá convencerlas? Lale lo hace, lleva a varias mujeres, desnudas y con horribles cicatrices de sus recientes histerectomías, a un patio enrejado. Ahí permanecerán hasta el amanecer en la nieve hasta morir de hipotermia.

Schumann explica que necesita de las camas para otras pacientes. Parece un acto de sadismo inesperado. Lo normal sería llamar guardias que las arrastrasen a la cámara de gases más cercana, o darles un tiro, o administrarles veneno. No había necesidad de involucrar un prisionero ni de tener un espectáculo que para la metódica organización de los campos de la muerte significaría pérdida de tiempo y de orden tan preciados por los alemanes. Lo extraordinario es que ninguna reseña se ha quejado de esta escena. Ninguna ha notado que no está en el libro (señal de que no lo han leído)

Contenido Sexual y Desnudos: Es Auschwitz, desnudos por doquier. me sorprendería que alguien se excitase sexualmente con ellos. Como en el libro, y en la vida real, Gita y Lale consumaron su amor en un par de escenas, nada gráfico.



Factor Feminista: Ante la incredulidad de insensibles Millenials y Zetas, la serie, el libro y la realidad describen la unidad entre Gita y sus amigas y como eso les permite sobrevivir ayudándose mutuamente. Sin embargo, la guionista y productora Jacqueline Perske al intentar reparar un error, nuevamente lo agranda. En el libro,  Cilka es una adolescente eslovaca amiga de Gita. Un día es violada de manera clandestina por el Obersturmfuher Johann Schwarzhuber, comandante de Birkenau.



Desde ahí será abusada sistemáticamente. Solo Gita conoce el horror que vive su amiga. Eventualmente,  confía el secreto a Lale. Cuando Lale va a ser ejecutado, Cilka tiene el valor de pedirle a su violador por la vida del tatuador. Lale dice de ella “es la mujer más valerosa que he conocido.”

Se ha dicho que eso era imposible. Que ningún nazi tendría relaciones con una mujer racialmente “impura”.  Sin embargo, a Cilka, en la posguerra,  la acusaron los polacos de ser “prostituta de los alemanes”. Heather Morris dice que vio los documentos para el arresto y encarcelamiento de Cilka en el Gulag. Es la misma acusación que recibió la rescatista Irena Gut.  Los abusos sexuales en los campos de concentración y exterminio (a ambos sexos e incluso niños) era algo que se practicaba clandestinamente, pero que existió, existió.

                            Foto de Cecilia "Cilka"Klein y su marido después de la guerra.

 Hasta Rudolf Hoss, comandante de Auschwitz lo practicaba. Tenemos los testimonios de Eleonore Hodys, disidente austriaca, a la que violaba el comandante periódicamente. En un momento Hodys quedó embarazada y su destino era la cámara de gas. Hoss se apiadó y consiguió que Mengele le practicase un aborto clandestino a la pobre mujer, salvando así su vida.

Pero tanta ha sido la alharaca, que Perske intentó solucionarlo en su adaptación y acabó empeorándolo todo. Interpretada por Yalit Topol Margalith (nieta del gran Chaim Topol),  Cilka es una especie de bitch del comandante. La vemos   con empleo de oficinista, cabello largo y abrigo de caracul,  dedicada a oprimir a sus compañeras. Ayuda en las selecciones para las cámaras de gas y acusa a Gita con Baretski de haber derramado un tintero.

                            Gita y Cilka

Lo peor es que mantiene una relación abierta con el comandante. Algo imposible, tanto como el que Schwarzhuber tenga a su hijo pequeño en BIrkenau alternando con los prisioneros. El guion se vuelve, como ocurriera con las pacientes de Schumann, más inverosímil y ofende la memoria de todas las mujeres ultrajadas por los nazis. Los críticos no dicen nada, porque ninguno parece haber leído libro y el Museo de Auschwitz permanece en silencio.



Hay otro error de la serie que afea el final. Se han quejado de que Gita es un personaje plano puesto que solo sabemos de ella a través de Lale. En la serie nos dan más detalles (la historia de su rescate de la Rebbetzin Hoffmann y de la chica embarazada); se implica que fue violada por los rusos y que su vida matrimonial no fue perfecta.

Ninguno de estos detalles emerge ni del libro ni de declaraciones de Lale.  De hecho, él le cuenta a Heather al comienzo del capítulo final que Gita se adaptó más dedicándose a la panadería que pusieron, a sus amigas, a su sinagoga. Esta suena como la Gita del libro y serie, pero de pronto Lale dice “Gita siempre estaba triste”. 


                                   Los Solokov en su vejez

Luego cuando él y su mujer discuten sobre si hay que testificar a favor de Baretski , Lale dice “siempre estas enojada.” ¿En qué quedamos?  ¿Triste o enojada?  ¿Adaptada o inadaptada? Se nos dice que el carácter errático de Gita nace de su incapacidad de ser madre.

                        Lale, Gita y su hijo Gary

En un instante regresa a Bratislava (como si hubiese sido tan fácil para un judío ir a Checoslovaquia en los 60s) y vuelve encinta. Ya me imagino las bromas de los cínicos. En realidad, creo que Perske se apoyó en el cliché actual de que en la ficción la mujer cis—y en una relación hetero— siempre debe estar descontenta (y con cara de resting bitch) con su pareja.

Factor Diversidad: Hay judíos, pero la mayoría son eslovacos. Han retirado a los socios polacos y rusos del negocio de contrabando de Lale. Como en We Were the Lucky Ones, el ejército y autoridades rusas no son retratados como muy amables. Tal como en el libro, tenemos una visión cálida de los Roma, de cómo sufrieron a la par de los judíos y tenebrosa es la exterminación del campo gitano de Auschwitz.

El caso de León es otra invención de la serie. Como dijo mi hermano “es para que Lale se vea más simpático. Amigo de los gitanos, amigos de los gay…” En el libro, Baretski escoge a León, un joven eslovaco, para que sea el aprendiz de Lale. Poco después, León desaparece, cuando regresa, muy macilento, le confiesa al tatuador que un médico lo castró. Lale asume que se trata del Dr. Mengele.

                                       Leon

En la serie se elabora más en la biografía de León. Es Lale quien lo escoge al ver que un Kapo lo golpea constantemente. León le confiesa que es homosexual, que tuvo amores con un tenor en Praga, pero que fue arrestado por ser judío, no por su orientación que ha ocultado. León es testigo de la tortura de las pacientes de Schumann. Más adelante, el mismo León es escogido de Conejillo de Indias por un sonriente Schumann.

                       El Dr. Schumann

Tal como en el libro,  este episodio sirve para informar sobre los pavorosos experimentos conducidos en Auschwitz (y otros campos). Convertir a León en homosexual sirve para denunciar otro aspecto poco conocido del Holocausto: el exterminio de la población gay. Es el modo en que lo presentan lo que parece un poco forzado y hasta risible.

Lale y Heather pasean por el sector costero de Melbourne y,  sobre el marco del Mar de Tasmania,  vemos una pareja gay besándose. De regreso a casa, el tatuador confiesa que León era homosexual. “¿Y no te molestaba eso?” pregunta Heather. Entre risitas,  el anciano dice que la revolución sexual no es de ahora, que trabajar en negocios de la moda lo puso en contacto con homosexuales. “Teníamos clubes, ¿me entiendes?” Eso sonó raro como que Lale iba a esos clubes.

MI madre también trabajaba en el circuito de la moda. De pequeña,  yo sabía que tenía socios, colegas y amistades que no gustaban de las mujeres, pero tenía clarísimo que de eso no se hablaba porque la ley estaba en contra de ellos. “Sí mencionas que son ‘mariquitas’” me advirtió mi madre “los van a poner presos, les van a pegar, es injusto, pero es así.” Estas tolerancias falsas en tiempos antiguos que presentan series como El Tatuador solo minimizan y trivializan los peligros y desdichas que han acompañado al colectivo LGTB a través de su historia.

A pesar de los errores cometidos en esta versión, es hermosa (algo que no solemos asociar con filme del Holocausto), conmovedora, excelentemente actuada y entretenida. Quiero terminar con algo que dice Gita en el filme (no en el libro) cuando Lale confiesa haber dejado de creer en D-s. “D-s no puede ayudarnos, pero nosotros podemos ayudarlo”. Esa ayuda consiste en demostrar al Cielo y al mundo que el amor sigue existiendo a pesar de todo lo horrible que los rodea.



El Tatuador de Auschwitz puede verse en USA a través de Peacock, en España en Movistar,  todavía no sé cuándo llegue a América Latina.

 

 

 

lunes, 15 de julio de 2024

“No es La Historia del Holocausto, sino una Historia en el Holocausto”: El Tatuador de Auschwitz (I, Libro)

 


Extraje el título de las palabras de Heather Morris la autora de la novela. Son su respuesta a las muchas críticas—la mayoría injustas—que han caído sobre su superventas.  Antes de hablar de la serie, aprovecharé de corregir los motivos que han provocado indigna mala prensa en contra del libro, la serie, la autora y el protagonista de The Tattooist of Auschwitz.

¿Cuándo se Sobrepasa la Licencia Dramática?

Hace unos días Gato Rafa me hizo una pregunta muy válida. ¿Puede el Centro de Investigaciones del Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau ejercer censura sobre el contenido de una novela? Según mi criterio si puede.

El Centro que es parte del museo no fue creado como un instrumento de censura sino como un centro de recopilación de toda información concerniente al campo de concentración/de exterminio (era ambos) más grande de la maquinaria nazi. La intención de crear esta biblioteca, por llamarla así, que tanto abarcaba documentos oficiales como memorias de sobrevivientes, era evitar errores que diesen pie a los Negacionistas para poner en duda la veracidad del Holocausto.

A partir de este siglo , el Centro ha elevado críticas sobre obras de ficción que, aunque dramaticen hechos ocurridos con personajes ficticios o reales también incluyan sucesos que nunca ocurrieron en Auschwitz. Algunas de las criticas las han recibido el libro El niño del piyama a rayas y la serie de Amazon Hunters. El caso de “El Tatuador” es más complejo, puesto que sus protagonistas son personas de la vida real. Aun así, me parece que el Centro, al atacar la novela de Heather Morris ha hilado muy fino.

                         Edición enpastada de El Tatuador de Auschwitz



Aunque no se valga la comparación, quería contrastar la falta de veracidad de Vuelo 61 con la de la novela de Heather Morris. Hago hincapié en el término “”novela” puesto que la misma escritora ha colocado un disclaimer en su relato del Holocausto basado en las experiencias de un sobreviviente. Con esto digo que, aunque se trate de horrores y milagros vividos en Auschwitz por Ludwig “Lale” Sokolov (cuyo verdadero apellido era Eisenberg) , habrá licencias poéticas en la narrativa.

El problema de historicidad de Vuelo 601 es que más de la mitad de sus personajes no existen y que los sucesos reales están distorsionados hasta el punto de la difamación. En cambio, si existieron Lale Sokolov, su esposa Gita Furman, y  “Cilka” Klein tal como existieron sus verdugos Stefan Baretski, Johann Schwarzhuber y el Dr. Horst Schumann. Hay documentos encontrados en Alemania, Eslovaquia y Australia que atestiguan su realidad, así como hay amigos y parientes que prueban que no fueron personajes de ficción.

                                    Los Solokov en Australia

El problema es que debido a que la investigación de Morris no fue minuciosa y que la memoria de un anciano de 90 años le puede jugar malas pasadas,  el libro presenta errores en cifras, en nombres o el que la ruta que toma el tren que lleva a Lale a Auschwitz siga la actual y no la de 1942. Aun así, el 95 % del libro es real (según la autora) y se siente así. Esta es la génesis de la novela.

Todo comienza a fines del Siglo XX en Melbourne,  Australia. La trabajadora social Heather Morris ha estado tomando cursos de redacción literaria y asistido a talleres para escritores. Quiere escribir una memoria, pero no sabe de quien. Un amigo le cuenta que tiene un amigo cuyo padre sobrevivió Auschwitz. Mrs. Morris contacta a Ludwig “Lale “ Sokolov y comienza a visitarlo en el departamento donde el anciano vive solo desde que enviudó.

“Esta es una Historia de Amor”

Desde el comienzo,  Lale le advierte.” Esta es una historia de amor”. Fue en el infierno del Lager donde el joven eslovaco conoció a Gisela “Gita “Furman,  el amor de su vida. Heather sabe poco del Holocausto y queda muy impresionada ante las reminiscencias de Lale quien sobrevivió Auschwitz gracias a su destreza para tatuar números en los brazos de los prisioneros. Números que los identificaban y deshumanizaban puesto que remplazaban sus nombres propios.





Por tres años, Heather Morris condujo estas entrevistas, proceso que acabó con la muerte de Lale en el 2006. A Mrs. Morris le pareció que el material merecía un filme y lo convirtió en un guion que nunca fue aceptado. Convencida de que era una historia que merecía ser oída, decidió rescribirla en formato de novela. Su libro,  que fue publicado en el 2018, pronto alcanzaba el primer lugar de la Lista del New York Times.  Fue un bestseller en más de la docena de idiomas a los que fue traducido (400.000 volúmenes vendidos nada más que en Inglaterra). Ha recibido elogios de la crítica y sin embargo ha sido objeto de controversia.



Memoria vs la Memoria de Lale

El ataque vino desde Memoria, la revista del Centro de Investigaciones del Museo y Memorial de Auschwitz. En siete páginas, Wanda Witek-Malicka  señaló que Morris había cometido errores históricos que restaban veracidad al relato. Voy a listar los errores más importantes:

a)      El número que Lale tatuó en el brazo de Gita corresponde a gente que llegó en 1943, ella había llegado un año antes. En su declaración a la USC Shoah Foundation en 1996, Gita dijo que su número era 45 62. Este error puede deberse a una transcripción errada de Morris o a la memoria frágil de un anciano de más de 90 años.

b)     Estando Gita enferma de gravedad, Lale se las ingenia para conseguirle “penicilina”. La penicilina no era usada comercialmente en esa época. A lo mejor,  Morris intentó darle un nombre al término “medicamento”. En su declaración , Gita habló de Prontocil, un antecesor de los antibióticos modernos y la autora incluye este dato en su ‘fe de erratas”.

 


c)      Lale habla de los experimentos del Dr. Mengele para esterilizar judíos y como este médico fue quien castró a León, amigo y aprendiz del tatuador. Lo cierto es que Josef Mengele llegó a Auschwitz recién en 1944 y su área de experimentación eran gemelos y enanos. Quien esterilizaba era el Dr. Horst Schumann, pero no es como que al llegar a Auschwitz a los prisioneros los presentasen formalmente a sus verdugos. Quizá, por años, Lale creyó que era Mengele al que conoció por ser este el médico más infame— pero celebre—de Auschwitz.

 

 


d)     Heather Morris siguió su bestseller con otro libro llamado Cilka’s Journey. En el relata la tragedia de Cecilia “Cilka” Stein, una joven eslovaca que fue obligada por el Lagerfuhrer Johann Schwarzhuber a ser su amante. Cilka aparece tanto en el libro como en la adaptación puesto que Gita solicita su ayuda para salvar a Lale. A su llegada al campo, Cilka fue “seleccionada” por el oficial para ser violada sistemáticamente por este individuo.

 

                Johann Schwarzhuber en el banquillo de los acusados

En el libro, aparte del punto de vista del protagonista, solo tenemos otro, el de Cilka. Por eso sabemos que las violaciones ocurrían en secreto.  Esta historia también ha sido puesta en duda, sin mediar bases para el escepticismo . Solo ese puritanismo hipócrita que ha permeado la historia del Holocausto donde,  por pudor, vergüenza o machismo,  se han ocultado los abusos sexuales que sufrieron las judías a manos de sus captores.

 

e)      Obra falsedad de la que han acusado al texto es de “la amistad” entre Lale y el guardia Stefan Baretski. Nunca fue amistad. Es cierto que Baretski , en un par de ocasiones,  ayudó a Lale y a Gita, pero era un individuo tan volátil que no se podía confiar en él. Tanto daba con una mano como dañaba con la otra. Libro como serie lo describen como un antisocial, bebedor, solitario, desorientado, pero muy cruel. Baretski fue condenado y encarcelado después del Juicio de los Guardias de Auschwitz en 1963. No hay evidencia que haya contactado a Lale para pedirle referencias de conducta. ¿Como iba a saber que Lale se había cambiado de nombre? Esa añadidura de la serie es producto del guion.

 

                                   Unica foto que se conoce de Stefan Barestski

En el libro,  Lale no se despidió de Baretski. Esa declaración de  “has sido como un hermano para mí”,  aparte de insólita,  nunca sucedió. Únicamente sirve para añadir confusión en el espectador sobre las razones por las cuales Lale se siente culpable.  Existieron otros guardias más humanos que el handler del tatuador, cuya única excusa era ser despreciado por los otros guardias y sus superiores por ser un volksdeustche rumano que hablaba mal el alemán.  

 

Quienes critican el libro de Morris argumentan que era imposible que se desarrollaran relaciones entre guardias y prisioneros,  fuesen románticas, amistosas o laborales. ¿Nunca oyeron del romance entre Helena Citronova y el guardia SS,  Franz Wunsch,  que hasta ha dado para una ópera? ¿No leyeron a Primo Levi contándonos del guardia que quería hablar italiano?  ¿No conocen el nombre de Victor Pestek, amigo de la infancia de Baretski,  que acabó de guardia en Auschwitz y huyó junto a Siegfried Lederer del campo en 1944? Betz, que, por amor a una chica judía, regresó para rescatarla,  fue arrestado,  torturado y fusilado.   

 


Ni hablar del respeto que Mengele sentía por Alma Rosen,  la directora de la orquesta femenina de Auschwitz, o su relación casi cordial con la Dra. Gisela Perl y con su asistente,  el medico húngaro Miklos Nyiszli. En Auschwitz se daban los horrores más monstruosos, pero también los vínculos más extraños. Era un sitio tan caótico que excepciones a la regla llegaban a ocurrir siendo un gesto de humanidad de parte de los poderosos la proverbial aguja perdida en un pajar.

 

f)        Leí un comentario en IMDB donde alguien se quejaba que no creía en la solidaridad que permea la serie, sobre todo entre las amigas de Gita. Le sorprendía que compartiesen comida cuando los testimonios del hambre que afligía a los prisioneros nos los muestran   deshumanizados hasta el punto de matarse por un cacho de pan. Tristemente ese es el caso de la gran mayoría de los prisioneros, pero se vale recordar que ciertos trabajos (Lale de tatuador; Gita primero en “Canadá” y luego en la oficina) permitían un mínimo de más comida y esos trabajadores eran los que compartían sus raciones o las intercambiaban por otros productos.

 


Primo Levy, a pesar de su empleo de laboratorio,  sobrevivió por las raciones que le traía su amigo Roberto.  Una sobreviviente de Auschwitz me dijo una vez “las mejores amigas de mi vida las encontré en el Lager”.  El objetivo nazi era destruir la humanidad y los códigos morales de sus víctimas, pero muchos sobrevivieron gracias al apoyo de otros o apoyando ellos a terceros,  aun a perfectos extraños.



Dramatizar el Holocausto Siempre Conlleva Críticas

No hay memoria de sobreviviente que no haya recibido ataques, cuanto más famosa más criticada. Sir Elie Wiesel se lanzó en picada en contra de series de televisión como Holocausto y War and Remembrace.  Las llamó “melodramas baratos y simplistas”.  Citó a Wittgestein:   “De lo que no se habla,  no se debe hablar”.  Sin embargo, su Noche, donde narra sus experiencias en Auschwitz y Buchenwald fue, en su día, acusada de falsear hechos.

Schindler List también recibió fuertes censuras (por “glorificar a un nazi”)  y sin embargo la despreciable La Vita e Bella ha sido alabada hasta por el escritor-sobreviviente Imre Kertesz quien acusaría a la “Industria del Holocausto” de promover kitsch, visiones de mal gusto y edulcoradas de una realidad terrible. Nada de eso ocurre en The Tattooist of Auschwitz.  donde Heather Morris incluye un disclaimer afirmando que se trata de una novela inspirada por hechos y personajes reales.



Después de estas aclaraciones es posible examinar la adaptación a la pantalla chica del libro. Aunque es buenísima y muy recomendable, es triste ver que las críticas y ataques empujaron a los adaptadores a echar mano de recursos más inverosímiles que los criticados.