martes, 23 de julio de 2024

Un Estudio en Mediocridad: A Gentleman in Moscow (Paramount)

 


¡Cómo me ha costado ver esta adaptación del superventas de Amor Towles! ¡Cómo me ha costado escribir una reseña! No lo hubiese logrado si Don Arturo Pérez Reverte no hubiese venido a ayudarme señalándonos uno de los mayores defectos de la serie de Paramount, pero no el más grave

Cundo llegué a USA, descubrí que en la pensión mensual que mi hermano me había asignado había un espacio para la compra de libros. Eso me llevó a devorarme la lista de superventas del New York Times. En ese entonces (2017) la lista de ficción de tapa dura era liderada por Gentleman in Moscow de un tal Amor Towles.

Pronto descubrí que este señor había abandonado su lucrativa carrera de banquero para escribir bestsellers del cual éste era el segundo. Aunque la descripción de la trama era fascinante, decidí no comprarlo. Si era tan popular, cabía la posibilidad de que Hollywood adquiriese los derechos y preferí ver la película antes que leer el libro. Me evitaba desilusiones innecesarias.



Towles nació con cuchara de plata en la boca en una familia de la alta sociedad neoyorquina. Ha llevado una vida que hoy llamáramos “de privilegios”, tal como su protagonista, el Conde Rostov. En su estadía en Ginebra notó que varios huéspedes de su hotel vivían ahí todo el año y le pareció que ese sería un buen tema para una novela.

Cadena Perpetua en Jaula de Oro

La trama inicia en 1922, Alexander Ilich Rostov es llevado ante a un tribunal de la Rusia bolchevique y acusado de ser un parasito social. Su destino es el paredón o Siberia. Lo salva un poema que supuestamente escribiera el conde en sus años mozos y que ensalza los valores revolucionarios. Se le condena, entonces,  a cadena perpetua, pero en una original prisión: El Metropol, el hotel más elegante de Moscú.

Rostov deberá vivir en un cuartucho en la azotea, pero puede comer en el restaurante, beber en el bar (todo pagado por el estado) y alternar con clientes y con los empleados quienes lo conocen de antes y lo adoran. El único caveat es que Alexander Ilich tiene prohibido salir de su jaula dorada. Una vez que cruce la puerta giratoria será acribillado por los guardias.



De esa manera, el Conde Rostov pasará los próximos treinta años de su vida encarcelado, pero en constante contacto con el mundo exterior gracias a antiguos y nuevos amigos, además de enemigos,  algunos de los cuales se convertirán en sus aliados. Me cuentan que el mayor encanto de la novela son las rumiaciones de Alexander Ilich sobre filosofía, política,  historia, vinos y comida ya que es un gran gourmand. Lamentablemente eso no puede incluirse en una miniserie. O a lo mejor sí, pero nunca lo intentaron.

Originalmente, Sir Kenneth Branagh iba a prestarle su rostro a Rostov, pero fue reemplazado por Ewan McGregor que funge también como productor ejecutivo al igual que Amor Towles. Así que ni siquiera podemos conmiserarnos por el asesinato de una novela ya que el autor también fue parte de la carnicería. ¿A ver? ¿Por dónde comienzo mi critica?

Rostov No inspira ni Lástima ni Cariño

En un libro se puede centrar toda la trama en un solo personaje, más cuando es el narrador. En pantalla, solo puede lograrse si se trata de una figura fascinante, vigorosa y carismática. No sé si alguien con el poder histriónico de Sir Kenneth hubiese podido hacer a Rostov más digerible. Nunca le he tenido mucha admiración a Ewan McGregor y aquí nos brinda un protagonista mezquino, ególatra y frívolo pero que es el eje de toda la narrativa.



Por empezar,  nunca sentimos lástima por él. Sobre todo, si comparamos su desdicha con lo que sufre la otra gente de su estrato social. Es cierto que debe abandonar su lujosa suite en el Metropol e ir a vivir en los altos,  en cama dura, sin calefacción, pero sus aposentos evolucionan.

Para cuando la pequeña Sofia viene a vivir con él, ya parece que sus muebles han mejorado y se ha solucionado el problema de su calefacción. Dentro de su armario encuentra una puerta secreta que lleva a otro cuarto más amplio. Gracias a que puede conservar algunos muebles y enseres, Rostov expande sus aposentos

Cuando su amiguita, la pequeña Nina le procura una llave maestra que abre todas las puertas del hotel, el Conde adquiere libertad de movimiento y una escalera a la azotea le da una vista panorámica de Moscú. Todas estas ventajas le otorgan un espacio que ningún otro huésped tiene. En su momento, Alexander Ilich tomará un empleo, maître de camareros,  lo que le permite no solo escoger las mejores viandas y vinos para el hotel, sino también interactuar con todos los huéspedes importantes.



Rostov tiene acceso a música, a libros, periódicos, radio y hasta filmes de Hollywood gracias a Osip Glabnikov, un agente de la OGPU,  que primero lo vigila, luego lo toma como ‘maestro “, y acaba salvándolo en varias ocasiones. Con tanta exposición al mundo real sorprende que Rostov (en la serie) sea tan ególatra, estrecho de mente y frívolo. Por eso no cae simpático ni inspira lástima.

Rostov contantemente agrede verbalmente y ofende a quienes más lo quieren; Mischa, Nina, hasta la misma Anna Urbanova, su amante intermitente. Le toma mucho tiempo darse cuenta de que Osip es su aliado y da la impresión de que, si hubiese sido menos altivo con el Obispo,  este también hubiese sido un enemigo menor.



El máximo ejemplo del egocentrismo de Rostov es cuando ordena una cena de gala para homenajear la memoria de su difunta madre. Invita a todos sus antiguos amigos, miembros de la nobleza y clases privilegiadas. Solo aparecen Nina y Mischa. Rostov está indignado. Cuando Nina exhibe sus nuevas ideas comunistas, la increpa y la jovencita huye llorando.

Sera Osip el encargado de empujar a Rostov a la realidad. nadie lleva vidas privilegiadas como el conde. Sus invitados o están presos o viviendo en condiciones paupérrimas. Si no han venido es porque trabajan todo el día en labores agotadoras que antes hacían sus sirvientes. además, temen atraer la atención de la policía secreta yendo a este insólito festejo.

La reacción de Rostov es melodramática; sube a la azotea y contempla la posibilidad de saltar al vacío. Cambia de idea sin una razón de peso, como todo lo que hace. Esta experiencia no altera su manera de ser ni de pensar . Tristemente, todos los demás personajes viven en función de Rostov por lo que los tiñe la puerilidad del conde.



Un Drama Histórico sin Historia

Reitero, no he leído el libro, pero me imagino que no será accidental haber escogido esa época y ese espacio geográfico. Sin embargo, lo histórico brilla por su ausencia a lo más aflora insubstancialmente. Sabemos que hubo una revolución que ha despojado a Rostov y a sus amigos de sus tierras y fortunas. Sabemos que empujó a muchos al exilio y a él lo ha encerrado en una cárcel dorada, pero la revolución nunca es explicada.

No entendemos ni los motivos para la revolución ni el alcance de esta. Muy someramente se pasa por hechos históricos significativos: muerte de Lenin, auge y muerte de Stalin. Cuando Nina y Rostov, en sus correrías por el Metropol, encuentran un cuarto lleno de documentos de la policía secreta, no nos dicen que el gobierno ha requisado el hotel y lo ha convertido en su centro de burocracia. Solo en Los 30, el Metropol volvió a ser un espacio para clientes con dinero.

En la serie la vida en ese elegante establecimiento sigue igual, sin mayores cambios, a pesar de que históricamente la Unión Soviética vivía momentos críticos. Se saltan olímpicamente la Segunda Guerra Mundial cuando el Metropol se convirtió en oficina de prensa extranjera y fue bombardeado en varias ocasiones. En la ignorancia de los críticos se ha llegado a decir que el Metropol no existió (¡!!)



Sabemos que tanto Nina como Mischa se desilusionan con el comunismo estalinista, pero no nos explican los motivos. Parece que sus razones están relacionadas con el Holodomor. En una de sus apariciones fugaces, Nina le dice a Rostov que se marcha a Ucrania con su novio, luego marido. Vuelve unos años después, muy cambiada, el marido ha sido condenado al Gulag;  Nina lo seguirá Siberia y le encarga al conde su hija Sofia. Los que sabemos de la historia del periodo tenemos que imaginarnos que protestaron contra la hambruna sistemática y el esposo cayó víctima de las purgas estalinistas. ¿Costaba mucho elaborar o tienen miedo de ofender la memoria de Stalin?

Sin personajes que atraigan, sin un trasfondo histórico que explique los acontecimientos, el espectador esperaría que al menos visualmente deslumbrase este relato que tiene lugar en un ambiente tan lujoso como el Metropol. Otro chasco.  Los espacios del hotel sean el bar o el comedor son tan estrechos como la buhardilla de Rostov. La iluminación es escasa, en términos de vestuario no hay nada digno de mencionar. Nina siempre parece vestida por el Ejército de Salvación y Anna Urbanova tiene más escenas de cama que en las que pueda lucir ropa de época.



Lo más desilusionante son las vistas desde la azotea del Metropol. Es un Moscú totalmente construido —y se nota— con CGI. Al revés de muchas producciones actuales que intentan reconstruir la vieja Rusia en algún punto de la Europa Oriental, esta ultra barata serie ha sido filmada en Manchester y Liverpool. ¿Qué tendrán que ver Manchester y Liverpool con la Moscú de inicios de la primera mitad del Siglo XX?



Contenido Violento y Gory: La violencia (típico en serie woke) es mencionada, pero no vista. Sabemos que mataron al amigo violinista de Rostov porque oímos los tiros. Vemos el cadáver de Nina ser arrojado a una fosa común, pero no sabemos cómo murió.

Contenido Sexual y Desnudos: Mary Elizabeth Winstead (Mrs. Ewan McGregor en la vida real) sale más desvestida que vestida, pero muestra poco. Su esposo muestra nalgas. A estas altura no creo que nadie quiera verle el trasero a Obi Wan.



Factor Feminista: Reitero, todos los personajes incluyendo los femeninos viven en torno a Rostov. La más interesante,  Nina, nos ofrece el mejor episodio demostrando inteligencia, astucia e imaginación, pero ella desaparece rápidamente. Reaparece fugazmente para mostrar que ahora es una buena comunista y ya no sueña con cuentos de princesas, luego para anunciar que se ha casado y se marcha con el marido a Ucrania, después para encargarle a Alexander Ilich su hija anunciando que seguirá al marido al Gulag y finalmente vemos que es arrojada a una tumba común. ¡Que desperdicio de personaje!



Se dice que Ewan McGregor exigió que le otorgasen a su esposa un rol con más agencia. Si lo que han hecho con el personaje de May Elizabeth es demostración de agencia, ¿cómo será el personaje del libro?

 Anna Urbanova es una actriz camino a ser estrella, algo que logra a punta de buenos contactos, incluyendo servirle de tapadera a un ministro gay. Solo que un día, estando ya en la cúspide, descubre que la edad le ha jugado una mala pasada y que solo sirve para hacer de madre de actrices más jóvenes. Fuera de la pantalla solo sirve para ser mamá adoptiva de Sofia, la hija de Rostov de quien Anna ha sido amante intermitente por varias décadas. El problema es que todo es descrito de manera muy imitada. Anna Urbanova podría haber vivido en Hollywood o Londres, no hay nada en su historia que la haga particularmente rusa o parte de la historia del cine soviético.



Factor Diversidad: Y aquí viene lo que provocó la hilaridad de Pérez Reverte. Me resultó chocante que, en el primer episodio, el rol de Mischa, amigo y salvador de Rostov fuese interpretado no solo por un actor negro pero que además luce un peinado de trencitas ultramoderno.

Mi shock aumentó al ver que la mitad del servicio del Hotel Metropol estaba compuesta por actores de color. Rusia no tenía una población autóctona de origen africano. ¿Había tantos trasplantados?  ¿Y todos iban a trabajar al Metropol? Fue solo cuando vi al Ministro de Cultura, negro— y gay—al que Anna sirve de tapadera,  que me di cuenta de que en el libro todo ellos son blancos.



Nuevamente la televisión angloparlante, en aras de la falsa diversidad, nos exige que expandamos nuestra imaginación y aceptemos como correcto y factible tener gente de color fingiendo ser blanca. Yo no puedo suspender mi incredulidad ni obligar a mi visión a cegarse ante esta bobería. Si se quiere contratar actores de color,  que se les creen personajes que expliquen su presencia y que sirvan para informar sobre su historia en diferentes espacios geográficos. De otro modo esta última excentricidad es otro punto en contra de una serie irredimiblemente mediocre. Si alguien quiere verla, está en Paramount.

jueves, 18 de julio de 2024

¿Se Puede Dramatizar el Holocausto? El Tatuador de Auschwitz (II, la Serie)

 


 

Si les ha gustado el libro,  amarán la serie. Aunque por razones de tiempo y espacio se han reducido los personajes y las subtramas ( no aparece toda la elaborada red de contrabando de Lale ni el juego de futbol con la SS, y se abrevia el personaje de Jakub), el espíritu de la novela y el romance están sumamente presentes.  El Problema del Tattooist of Auschwitz, es que el fanfiction obligatorio en las adaptaciones literarias de este siglo aporta nuevos errores históricos más reprochables que los que existen ya en el libro.

El guion ha ido más allá del libro construyendo un marco que inicia con las entrevistas entre Heather Morris y Ludwig “Lale” Sokolov en Melbourne. En el capítulo final han intentado ofrecernos un vistazo de la vida del Matrimonio Sokolov en Australia en Los 60. El primer cambio es excelente. El segundo no tanto.



Se trata de una historia en donde luz y oscuridad juegan por partes iguales, y donde la reconstrucción de Auschwitz es muy parecida a la de otros grandes filmes del Holocausto (Sophie Choice, La Zona Gris, El Hijo de Saul). El campo fue reconstruido en Eslovaquia y se filmaron escenas en la natal Bratislava de Lale Sokolov y en Melbourne donde vivió hasta su muerte. La música es más que adecuada (por suerte solo al final tocan el tema que Barbra Streisand compusiera expresamente para la miniserie).

Las actuaciones son impecables. Por fin desvinculo a Melanie Linskey de la Rose, novia eterna de Charlie Sheen, en Two and a Half Men. Para los que se han burlado del acento que creen imita, les cuento que es el suyo. No olvidemos que la intérprete de Heather Morris es neozelandesa. Harvey Keitel como siempre insuperable. No conocía a Anna Prochniak, pero la actriz polaca me ha impresionado.  Por fin Jonah Hauer-King tiene un rol decente que interpreta competentemente, pero quien lo opaca totalmente es Jonah Nay, como el Rottenfuhrer Stefan Baretski muy lejos de sus roles en las Deutschland y Tannbach.

                                  Stefan Baretski

“El Pasado nos Siguió Como un Perro Enfermo”

Si algo me ha incomodado del “Tatuador” no tiene que ver con aspectos técnicos sino con contenido. Entiendo,  y no solo por las entrevistas dadas por Morris, que Lale sufría del síndrome de culpabilidad de sobreviniente (¿se dirá así?). Todos los sobrevivientes que he conocido sufrían de esa sensación de que deberían estar muertos como sus familiares y compañeros.

La serie va más allá y determina cómo,  cuándo y por qué el tatuador debe sentir remordimientos. Se lo recuerdan sus fantasmas, las imágenes congeladas de gente muerta y sus recuerdos. “El Pasado nos siguió como un perro enfermo” es el magnífico símil que acompaña su narrativa.

Fuera de la pantalla encuentro ensayos escritos por judíos arrogantes que acusan a Lale de haber ayudado a los nazis puestos que sus tatuajes deshumanizaban a los que los portaban. ¿Qué edad tienen estas voces?  ¿14 años? Porque es el único momento en nuestras vidas en que nos damos baños de pureza y nos erigimos en pilares de la moralidad, sintiéndonos mejor que los demás

¿Qué es lo que desearían que hubiese hecho Lale? ¿Negarse a la oferta de Pepan y morir desnutrido o en la cámara de gases? ¿Es por eso qué se admira tanto a Anne Frank?  ¿Por ser mártir? ¿Porque ya no se la puede acusar?  Esta obsesión de mostrarnos a Lale agobiado por culpas inexistentes es sádica, injusta y absurda. casi tanto como los medios que la guionista Jacqueline Perske ha encontrado para borrar los errores de Morris en el libro.

                                    Pepan

Contenido Violento y Gory: Es Auschwitz, la violencia es tan presente que no me sorprende ver que los guardias practicaban pruebas de tiro con prisioneros que estaban haciendo sus necesidades. Mi madre me lo contó cuando yo era niña (lo supo por sus tíos), esa brutalidad era estándar en el Lager,.

Sin embargo, lo más violento no aparece en el libro, no es parte de las memorias de Lale, no es invención de Morris, no hay documentación de que haya ocurrido y eso lo hace muy perjudicial. Para subsanar dos errores, lo de la penicilina y la identidad del médico que castra a León, esta serie inventa una fábula tan poco ética como el ajedrez humano de Hunters.

Para conseguir la medicina de Gita, a Baretski se le ocurre poner a su “protegido” en contacto con el Dr. Shumann, que tiene una clínica dentro de campo donde experimenta con métodos de esterilización y que necesita que tatúen a unas pacientes. Incluso la razón por la que Lale esté ahí es improbable. Solo se tatuaba al entrar al campo.



 Cuando Lale suplica ayuda, Schumann amablemente le proporciona el medicamento. A cambio,  exige que Lale lo ayude convenciendo a unas pacientes que no desean abandonar el hospital. ¿Por qué no quieren irse? ¿Por qué Lale, un extraño,  podrá convencerlas? Lale lo hace, lleva a varias mujeres, desnudas y con horribles cicatrices de sus recientes histerectomías, a un patio enrejado. Ahí permanecerán hasta el amanecer en la nieve hasta morir de hipotermia.

Schumann explica que necesita de las camas para otras pacientes. Parece un acto de sadismo inesperado. Lo normal sería llamar guardias que las arrastrasen a la cámara de gases más cercana, o darles un tiro, o administrarles veneno. No había necesidad de involucrar un prisionero ni de tener un espectáculo que para la metódica organización de los campos de la muerte significaría pérdida de tiempo y de orden tan preciados por los alemanes. Lo extraordinario es que ninguna reseña se ha quejado de esta escena. Ninguna ha notado que no está en el libro (señal de que no lo han leído)

Contenido Sexual y Desnudos: Es Auschwitz, desnudos por doquier. me sorprendería que alguien se excitase sexualmente con ellos. Como en el libro, y en la vida real, Gita y Lale consumaron su amor en un par de escenas, nada gráfico.



Factor Feminista: Ante la incredulidad de insensibles Millenials y Zetas, la serie, el libro y la realidad describen la unidad entre Gita y sus amigas y como eso les permite sobrevivir ayudándose mutuamente. Sin embargo, la guionista y productora Jacqueline Perske al intentar reparar un error, nuevamente lo agranda. En el libro,  Cilka es una adolescente eslovaca amiga de Gita. Un día es violada de manera clandestina por el Obersturmfuher Johann Schwarzhuber, comandante de Birkenau.



Desde ahí será abusada sistemáticamente. Solo Gita conoce el horror que vive su amiga. Eventualmente,  confía el secreto a Lale. Cuando Lale va a ser ejecutado, Cilka tiene el valor de pedirle a su violador por la vida del tatuador. Lale dice de ella “es la mujer más valerosa que he conocido.”

Se ha dicho que eso era imposible. Que ningún nazi tendría relaciones con una mujer racialmente “impura”.  Sin embargo, a Cilka, en la posguerra,  la acusaron los polacos de ser “prostituta de los alemanes”. Heather Morris dice que vio los documentos para el arresto y encarcelamiento de Cilka en el Gulag. Es la misma acusación que recibió la rescatista Irena Gut.  Los abusos sexuales en los campos de concentración y exterminio (a ambos sexos e incluso niños) era algo que se practicaba clandestinamente, pero que existió, existió.

                            Foto de Cecilia "Cilka"Klein y su marido después de la guerra.

 Hasta Rudolf Hoss, comandante de Auschwitz lo practicaba. Tenemos los testimonios de Eleonore Hodys, disidente austriaca, a la que violaba el comandante periódicamente. En un momento Hodys quedó embarazada y su destino era la cámara de gas. Hoss se apiadó y consiguió que Mengele le practicase un aborto clandestino a la pobre mujer, salvando así su vida.

Pero tanta ha sido la alharaca, que Perske intentó solucionarlo en su adaptación y acabó empeorándolo todo. Interpretada por Yalit Topol Margalith (nieta del gran Chaim Topol),  Cilka es una especie de bitch del comandante. La vemos   con empleo de oficinista, cabello largo y abrigo de caracul,  dedicada a oprimir a sus compañeras. Ayuda en las selecciones para las cámaras de gas y acusa a Gita con Baretski de haber derramado un tintero.

                            Gita y Cilka

Lo peor es que mantiene una relación abierta con el comandante. Algo imposible, tanto como el que Schwarzhuber tenga a su hijo pequeño en BIrkenau alternando con los prisioneros. El guion se vuelve, como ocurriera con las pacientes de Schumann, más inverosímil y ofende la memoria de todas las mujeres ultrajadas por los nazis. Los críticos no dicen nada, porque ninguno parece haber leído libro y el Museo de Auschwitz permanece en silencio.



Hay otro error de la serie que afea el final. Se han quejado de que Gita es un personaje plano puesto que solo sabemos de ella a través de Lale. En la serie nos dan más detalles (la historia de su rescate de la Rebbetzin Hoffmann y de la chica embarazada); se implica que fue violada por los rusos y que su vida matrimonial no fue perfecta.

Ninguno de estos detalles emerge ni del libro ni de declaraciones de Lale.  De hecho, él le cuenta a Heather al comienzo del capítulo final que Gita se adaptó más dedicándose a la panadería que pusieron, a sus amigas, a su sinagoga. Esta suena como la Gita del libro y serie, pero de pronto Lale dice “Gita siempre estaba triste”. 


                                   Los Solokov en su vejez

Luego cuando él y su mujer discuten sobre si hay que testificar a favor de Baretski , Lale dice “siempre estas enojada.” ¿En qué quedamos?  ¿Triste o enojada?  ¿Adaptada o inadaptada? Se nos dice que el carácter errático de Gita nace de su incapacidad de ser madre.

                        Lale, Gita y su hijo Gary

En un instante regresa a Bratislava (como si hubiese sido tan fácil para un judío ir a Checoslovaquia en los 60s) y vuelve encinta. Ya me imagino las bromas de los cínicos. En realidad, creo que Perske se apoyó en el cliché actual de que en la ficción la mujer cis—y en una relación hetero— siempre debe estar descontenta (y con cara de resting bitch) con su pareja.

Factor Diversidad: Hay judíos, pero la mayoría son eslovacos. Han retirado a los socios polacos y rusos del negocio de contrabando de Lale. Como en We Were the Lucky Ones, el ejército y autoridades rusas no son retratados como muy amables. Tal como en el libro, tenemos una visión cálida de los Roma, de cómo sufrieron a la par de los judíos y tenebrosa es la exterminación del campo gitano de Auschwitz.

El caso de León es otra invención de la serie. Como dijo mi hermano “es para que Lale se vea más simpático. Amigo de los gitanos, amigos de los gay…” En el libro, Baretski escoge a León, un joven eslovaco, para que sea el aprendiz de Lale. Poco después, León desaparece, cuando regresa, muy macilento, le confiesa al tatuador que un médico lo castró. Lale asume que se trata del Dr. Mengele.

                                       Leon

En la serie se elabora más en la biografía de León. Es Lale quien lo escoge al ver que un Kapo lo golpea constantemente. León le confiesa que es homosexual, que tuvo amores con un tenor en Praga, pero que fue arrestado por ser judío, no por su orientación que ha ocultado. León es testigo de la tortura de las pacientes de Schumann. Más adelante, el mismo León es escogido de Conejillo de Indias por un sonriente Schumann.

                       El Dr. Schumann

Tal como en el libro,  este episodio sirve para informar sobre los pavorosos experimentos conducidos en Auschwitz (y otros campos). Convertir a León en homosexual sirve para denunciar otro aspecto poco conocido del Holocausto: el exterminio de la población gay. Es el modo en que lo presentan lo que parece un poco forzado y hasta risible.

Lale y Heather pasean por el sector costero de Melbourne y,  sobre el marco del Mar de Tasmania,  vemos una pareja gay besándose. De regreso a casa, el tatuador confiesa que León era homosexual. “¿Y no te molestaba eso?” pregunta Heather. Entre risitas,  el anciano dice que la revolución sexual no es de ahora, que trabajar en negocios de la moda lo puso en contacto con homosexuales. “Teníamos clubes, ¿me entiendes?” Eso sonó raro como que Lale iba a esos clubes.

MI madre también trabajaba en el circuito de la moda. De pequeña,  yo sabía que tenía socios, colegas y amistades que no gustaban de las mujeres, pero tenía clarísimo que de eso no se hablaba porque la ley estaba en contra de ellos. “Sí mencionas que son ‘mariquitas’” me advirtió mi madre “los van a poner presos, les van a pegar, es injusto, pero es así.” Estas tolerancias falsas en tiempos antiguos que presentan series como El Tatuador solo minimizan y trivializan los peligros y desdichas que han acompañado al colectivo LGTB a través de su historia.

A pesar de los errores cometidos en esta versión, es hermosa (algo que no solemos asociar con filme del Holocausto), conmovedora, excelentemente actuada y entretenida. Quiero terminar con algo que dice Gita en el filme (no en el libro) cuando Lale confiesa haber dejado de creer en D-s. “D-s no puede ayudarnos, pero nosotros podemos ayudarlo”. Esa ayuda consiste en demostrar al Cielo y al mundo que el amor sigue existiendo a pesar de todo lo horrible que los rodea.



El Tatuador de Auschwitz puede verse en USA a través de Peacock, en España en Movistar,  todavía no sé cuándo llegue a América Latina.

 

 

 

lunes, 15 de julio de 2024

“No es La Historia del Holocausto, sino una Historia en el Holocausto”: El Tatuador de Auschwitz (I, Libro)

 


Extraje el título de las palabras de Heather Morris la autora de la novela. Son su respuesta a las muchas críticas—la mayoría injustas—que han caído sobre su superventas.  Antes de hablar de la serie, aprovecharé de corregir los motivos que han provocado indigna mala prensa en contra del libro, la serie, la autora y el protagonista de The Tattooist of Auschwitz.

¿Cuándo se Sobrepasa la Licencia Dramática?

Hace unos días Gato Rafa me hizo una pregunta muy válida. ¿Puede el Centro de Investigaciones del Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau ejercer censura sobre el contenido de una novela? Según mi criterio si puede.

El Centro que es parte del museo no fue creado como un instrumento de censura sino como un centro de recopilación de toda información concerniente al campo de concentración/de exterminio (era ambos) más grande de la maquinaria nazi. La intención de crear esta biblioteca, por llamarla así, que tanto abarcaba documentos oficiales como memorias de sobrevivientes, era evitar errores que diesen pie a los Negacionistas para poner en duda la veracidad del Holocausto.

A partir de este siglo , el Centro ha elevado críticas sobre obras de ficción que, aunque dramaticen hechos ocurridos con personajes ficticios o reales también incluyan sucesos que nunca ocurrieron en Auschwitz. Algunas de las criticas las han recibido el libro El niño del piyama a rayas y la serie de Amazon Hunters. El caso de “El Tatuador” es más complejo, puesto que sus protagonistas son personas de la vida real. Aun así, me parece que el Centro, al atacar la novela de Heather Morris ha hilado muy fino.

                         Edición enpastada de El Tatuador de Auschwitz



Aunque no se valga la comparación, quería contrastar la falta de veracidad de Vuelo 61 con la de la novela de Heather Morris. Hago hincapié en el término “”novela” puesto que la misma escritora ha colocado un disclaimer en su relato del Holocausto basado en las experiencias de un sobreviviente. Con esto digo que, aunque se trate de horrores y milagros vividos en Auschwitz por Ludwig “Lale” Sokolov (cuyo verdadero apellido era Eisenberg) , habrá licencias poéticas en la narrativa.

El problema de historicidad de Vuelo 601 es que más de la mitad de sus personajes no existen y que los sucesos reales están distorsionados hasta el punto de la difamación. En cambio, si existieron Lale Sokolov, su esposa Gita Furman, y  “Cilka” Klein tal como existieron sus verdugos Stefan Baretski, Johann Schwarzhuber y el Dr. Horst Schumann. Hay documentos encontrados en Alemania, Eslovaquia y Australia que atestiguan su realidad, así como hay amigos y parientes que prueban que no fueron personajes de ficción.

                                    Los Solokov en Australia

El problema es que debido a que la investigación de Morris no fue minuciosa y que la memoria de un anciano de 90 años le puede jugar malas pasadas,  el libro presenta errores en cifras, en nombres o el que la ruta que toma el tren que lleva a Lale a Auschwitz siga la actual y no la de 1942. Aun así, el 95 % del libro es real (según la autora) y se siente así. Esta es la génesis de la novela.

Todo comienza a fines del Siglo XX en Melbourne,  Australia. La trabajadora social Heather Morris ha estado tomando cursos de redacción literaria y asistido a talleres para escritores. Quiere escribir una memoria, pero no sabe de quien. Un amigo le cuenta que tiene un amigo cuyo padre sobrevivió Auschwitz. Mrs. Morris contacta a Ludwig “Lale “ Sokolov y comienza a visitarlo en el departamento donde el anciano vive solo desde que enviudó.

“Esta es una Historia de Amor”

Desde el comienzo,  Lale le advierte.” Esta es una historia de amor”. Fue en el infierno del Lager donde el joven eslovaco conoció a Gisela “Gita “Furman,  el amor de su vida. Heather sabe poco del Holocausto y queda muy impresionada ante las reminiscencias de Lale quien sobrevivió Auschwitz gracias a su destreza para tatuar números en los brazos de los prisioneros. Números que los identificaban y deshumanizaban puesto que remplazaban sus nombres propios.





Por tres años, Heather Morris condujo estas entrevistas, proceso que acabó con la muerte de Lale en el 2006. A Mrs. Morris le pareció que el material merecía un filme y lo convirtió en un guion que nunca fue aceptado. Convencida de que era una historia que merecía ser oída, decidió rescribirla en formato de novela. Su libro,  que fue publicado en el 2018, pronto alcanzaba el primer lugar de la Lista del New York Times.  Fue un bestseller en más de la docena de idiomas a los que fue traducido (400.000 volúmenes vendidos nada más que en Inglaterra). Ha recibido elogios de la crítica y sin embargo ha sido objeto de controversia.



Memoria vs la Memoria de Lale

El ataque vino desde Memoria, la revista del Centro de Investigaciones del Museo y Memorial de Auschwitz. En siete páginas, Wanda Witek-Malicka  señaló que Morris había cometido errores históricos que restaban veracidad al relato. Voy a listar los errores más importantes:

a)      El número que Lale tatuó en el brazo de Gita corresponde a gente que llegó en 1943, ella había llegado un año antes. En su declaración a la USC Shoah Foundation en 1996, Gita dijo que su número era 45 62. Este error puede deberse a una transcripción errada de Morris o a la memoria frágil de un anciano de más de 90 años.

b)     Estando Gita enferma de gravedad, Lale se las ingenia para conseguirle “penicilina”. La penicilina no era usada comercialmente en esa época. A lo mejor,  Morris intentó darle un nombre al término “medicamento”. En su declaración , Gita habló de Prontocil, un antecesor de los antibióticos modernos y la autora incluye este dato en su ‘fe de erratas”.

 


c)      Lale habla de los experimentos del Dr. Mengele para esterilizar judíos y como este médico fue quien castró a León, amigo y aprendiz del tatuador. Lo cierto es que Josef Mengele llegó a Auschwitz recién en 1944 y su área de experimentación eran gemelos y enanos. Quien esterilizaba era el Dr. Horst Schumann, pero no es como que al llegar a Auschwitz a los prisioneros los presentasen formalmente a sus verdugos. Quizá, por años, Lale creyó que era Mengele al que conoció por ser este el médico más infame— pero celebre—de Auschwitz.

 

 


d)     Heather Morris siguió su bestseller con otro libro llamado Cilka’s Journey. En el relata la tragedia de Cecilia “Cilka” Stein, una joven eslovaca que fue obligada por el Lagerfuhrer Johann Schwarzhuber a ser su amante. Cilka aparece tanto en el libro como en la adaptación puesto que Gita solicita su ayuda para salvar a Lale. A su llegada al campo, Cilka fue “seleccionada” por el oficial para ser violada sistemáticamente por este individuo.

 

                Johann Schwarzhuber en el banquillo de los acusados

En el libro, aparte del punto de vista del protagonista, solo tenemos otro, el de Cilka. Por eso sabemos que las violaciones ocurrían en secreto.  Esta historia también ha sido puesta en duda, sin mediar bases para el escepticismo . Solo ese puritanismo hipócrita que ha permeado la historia del Holocausto donde,  por pudor, vergüenza o machismo,  se han ocultado los abusos sexuales que sufrieron las judías a manos de sus captores.

 

e)      Obra falsedad de la que han acusado al texto es de “la amistad” entre Lale y el guardia Stefan Baretski. Nunca fue amistad. Es cierto que Baretski , en un par de ocasiones,  ayudó a Lale y a Gita, pero era un individuo tan volátil que no se podía confiar en él. Tanto daba con una mano como dañaba con la otra. Libro como serie lo describen como un antisocial, bebedor, solitario, desorientado, pero muy cruel. Baretski fue condenado y encarcelado después del Juicio de los Guardias de Auschwitz en 1963. No hay evidencia que haya contactado a Lale para pedirle referencias de conducta. ¿Como iba a saber que Lale se había cambiado de nombre? Esa añadidura de la serie es producto del guion.

 

                                   Unica foto que se conoce de Stefan Barestski

En el libro,  Lale no se despidió de Baretski. Esa declaración de  “has sido como un hermano para mí”,  aparte de insólita,  nunca sucedió. Únicamente sirve para añadir confusión en el espectador sobre las razones por las cuales Lale se siente culpable.  Existieron otros guardias más humanos que el handler del tatuador, cuya única excusa era ser despreciado por los otros guardias y sus superiores por ser un volksdeustche rumano que hablaba mal el alemán.  

 

Quienes critican el libro de Morris argumentan que era imposible que se desarrollaran relaciones entre guardias y prisioneros,  fuesen románticas, amistosas o laborales. ¿Nunca oyeron del romance entre Helena Citronova y el guardia SS,  Franz Wunsch,  que hasta ha dado para una ópera? ¿No leyeron a Primo Levi contándonos del guardia que quería hablar italiano?  ¿No conocen el nombre de Victor Pestek, amigo de la infancia de Baretski,  que acabó de guardia en Auschwitz y huyó junto a Siegfried Lederer del campo en 1944? Betz, que, por amor a una chica judía, regresó para rescatarla,  fue arrestado,  torturado y fusilado.   

 


Ni hablar del respeto que Mengele sentía por Alma Rosen,  la directora de la orquesta femenina de Auschwitz, o su relación casi cordial con la Dra. Gisela Perl y con su asistente,  el medico húngaro Miklos Nyiszli. En Auschwitz se daban los horrores más monstruosos, pero también los vínculos más extraños. Era un sitio tan caótico que excepciones a la regla llegaban a ocurrir siendo un gesto de humanidad de parte de los poderosos la proverbial aguja perdida en un pajar.

 

f)        Leí un comentario en IMDB donde alguien se quejaba que no creía en la solidaridad que permea la serie, sobre todo entre las amigas de Gita. Le sorprendía que compartiesen comida cuando los testimonios del hambre que afligía a los prisioneros nos los muestran   deshumanizados hasta el punto de matarse por un cacho de pan. Tristemente ese es el caso de la gran mayoría de los prisioneros, pero se vale recordar que ciertos trabajos (Lale de tatuador; Gita primero en “Canadá” y luego en la oficina) permitían un mínimo de más comida y esos trabajadores eran los que compartían sus raciones o las intercambiaban por otros productos.

 


Primo Levy, a pesar de su empleo de laboratorio,  sobrevivió por las raciones que le traía su amigo Roberto.  Una sobreviviente de Auschwitz me dijo una vez “las mejores amigas de mi vida las encontré en el Lager”.  El objetivo nazi era destruir la humanidad y los códigos morales de sus víctimas, pero muchos sobrevivieron gracias al apoyo de otros o apoyando ellos a terceros,  aun a perfectos extraños.



Dramatizar el Holocausto Siempre Conlleva Críticas

No hay memoria de sobreviviente que no haya recibido ataques, cuanto más famosa más criticada. Sir Elie Wiesel se lanzó en picada en contra de series de televisión como Holocausto y War and Remembrace.  Las llamó “melodramas baratos y simplistas”.  Citó a Wittgestein:   “De lo que no se habla,  no se debe hablar”.  Sin embargo, su Noche, donde narra sus experiencias en Auschwitz y Buchenwald fue, en su día, acusada de falsear hechos.

Schindler List también recibió fuertes censuras (por “glorificar a un nazi”)  y sin embargo la despreciable La Vita e Bella ha sido alabada hasta por el escritor-sobreviviente Imre Kertesz quien acusaría a la “Industria del Holocausto” de promover kitsch, visiones de mal gusto y edulcoradas de una realidad terrible. Nada de eso ocurre en The Tattooist of Auschwitz.  donde Heather Morris incluye un disclaimer afirmando que se trata de una novela inspirada por hechos y personajes reales.



Después de estas aclaraciones es posible examinar la adaptación a la pantalla chica del libro. Aunque es buenísima y muy recomendable, es triste ver que las críticas y ataques empujaron a los adaptadores a echar mano de recursos más inverosímiles que los criticados.



lunes, 8 de julio de 2024

Errores y Horrores de El Secuestro del Vuelo 601 (Netflix)

 


Me había prometido no ver nada mas de Netflix, cuando mi Beta Lorena me convenció de ver El secuestro del Vuelo 601. Aparte de la vergüenza, rabia y tedio de ver como Netflix se aprovecha de las agendas políticas de determinados países latinos para esparcir su wokismo y su infame pobreza cinemática, sentí una gran lástima por todas las personas que en el globo terráqueo siguen pagándole a esta infernal plataforma. No reparan en que aparte de adoctrinarlos y desinformarlos, les ofrecen la misma  “ olla de mier..” que en la serie el Ministro Esquerra ofrece a Pirateque.

Cuando Los Secuestros Eran Aventuras

Tengo un vago recuerdo de lo ocurrido con este vuelo,  a pesar de que, en mayo de 1973, los chilenos teníamos otras preocupaciones. Lo que recuerdo es que fue un poco bochornoso. Lo primero que se supo fue que un par de guerrilleros armados habían secuestrado, en Colombia,  un vuelo de una aerolínea local.



El suceso no causaba mucha sorpresa porque ocurría cada rato y lo más que se perdía era tiempo y dinero. En mi anterior nota hablé de las peculiaridades del famoso viaje forzado a Cuba y que, aunque en Chile había ocurrido un incidente de sangre en 1970, la gente todavía lo veía como un circo y una oportunidad imperdible.

Aquí les coloco un recuento de un capitán de la LAN (Amaro Bamón) que nos narra de sus experiencias con piratería aérea y especialmente un caso jocoso. Una mamá chilena secuestrada recibió la oferta de bajar en Coquimbo antes del vuelo forzado al Caribe. La señora preguntó si podía encargarle a su bebé a su madre y volver al avión. ¡No quería perderse la experiencia de vivir la aventura del secuestro!

No todo era diversión. Leí también comentarios en YT de una secuestrada en un avión de Panam que,  debido  al susto,  perdió él bebé que esperaba. Sin embargo, en comparación con los secuestrados por terroristas islámicos, el viaje a Cuba no parecía muy peligroso.

Un Secuestro Sui Generis

Desde el comienzo,  este viaje del 601 presentó aspectos muy raros. Los piratas que se robaron el vuelo que iba rumbo a Cali, abordaron el avión en una parada en Pereira. El avión llevaba casi un centenar de pasajeros que incluían hombres, mujeres, niños, un equipo de ciclistas y hasta monjitas. Lo que no había era una embarazada de verdad o falsa. Esa fue una invención de la serie.

Los aeropiratas exigieron la liberación de una cierta cantidad de estudiantes prisioneros en El Socorro,  arrestados durante los disturbios universitarios de ’72. Luego pidieron una fuerte cantidad ($200.000) y en vez de Cuba,  querían pasaje gratis a Aruba, en Las Antillas Holandesas. Antes hubo que descender en Medellín para cargar gasolina.



Una vez en Aruba, la situación se complicó. Aunque durante todo el secuestro los piratas estuvieron encapuchados, había algo en ellos que no cuadraba. El destino del viaje y la fuerte suma de dinero no eran ingredientes de los vuelos raptados a Cuba. El modo de hablar de los individuos no era colombiano,  no parecían ser miembros de ninguna militancia, y,  a pesar de decir que eran miembros del ELN (Ejército de Liberación Nacional),  esta entidad no los reconocía.

En vista de esos factores, el gobierno de Misael Pastrana se desvinculó del asunto anunciando que no negociaban con terroristas. Ahora quedaba en manos de la aerolínea SAM (Sociedad Aérea de Medellín)  la libertad de 84 pasajeros más siete miembros de la tripulación que incluían una auxiliar de vuelo llamada Nancy Ramírez (que no era “nuevona” ni histérica como la Marisol de la serie).



En Aruba comenzaron a soltar gente: una mamá con un bebé, unas monjitas y unas viejitas. Un vivo se colgó del brazo de una abuelita diciendo “Es mi mamá y no puedo dejarla sola”. Lo dejaron bajar sin problemas.  Los ciclistas les lloraron a los secuestradores que si no bajaban no iban a poder participar en una importante carrera. Al parecer un secuestrador reconoció al portavoz del grupo y los dejó libres. Entre tanto desbarajuste, más de una docena de pasajeros se fugaron por una escotilla del avión.



La situación dentro de la nave era caótica. El calor era insoportable. No habían comido más que unos bocadillos enviados por las autoridades de Aruba que ahora exigían que se largaran porque necesitaban el aeropuerto para sus propios aviones.

Obligado por los secuestradores, el Capitán Lucena enfiló rumbo a varios países centroamericanos, ninguno de los cuales les dio venia para aterriza. Debido a un desperfecto, el avión volvió a Aruba. Para entonces el abogado de SAM, Dr. Ignacio Mustafá se había apersonado em el aeropuerto Princesa Beatriz y comenzaron las negociaciones.

                          Los ciclistas liberados (y no hubo beso gay en el aeropuerto)

Llevaban 32 horas desde su salida de Colombia y todos, incluyendo a los secuestradores, estaban agotados. Mustafá consiguió que los piratas aceptasen dos condiciones: una rebaja en el rescate y que la tripulación fuese cambiada por otra refrescada y sin tensiones que los llevase a cometer algún error en la navegación.

Relevo y Rescate

A 38 horas del secuestro, se relevó a la tripulación , soltaron a nueve pasajeros más y subieron a bordo el Capitán Hugo Molina, su copiloto Pedro Ramírez, el ingeniero de vuelo Alfredo Shaffer y tres azafatas. El Capitán Molina cargaba un bolsón con $50.000 que procedieron los secuestradores a repartirse. Las nuevas azafatas eran Edilma “Edi”  Pérez, Maria Eugenia (que en la serie se llama Bárbara)  Gallo y Magola González.

                      La verdadera Edilma Pérez

Edi era madre soltera de cinco hijos y solo aceptó ir a un avión secuestrado porque le prometieron un aumento de sueldo. Dejó a sus hijos en manos de su hermana. El caso de María Eugenia refleja el poco temor que había hacia estos actos de piratería aérea. El año anterior otro avión de la SAM había sido desviado a Cuba sin grandes percances y la joven aeromoza quería vivir esa experiencia.

                          La verdadera María Eugenia Gallo

Finalmente, el avión dejó Aruba y partió hacia Sudamérica. Primero aterrizaron en Guayaquil, donde se aprovisionaron de comida y fuselaje, pero las autoridades ecuatorianas exigieron que siguieran vuelo. Para entonces la idea de liberar presos políticos se había disipado. Con dinero, los piratas estaban más relajados, aunque le enfadó leer en un periódico que los acusaban de ser violentos con los rehenes. Nunca lo fueron ni usaron el lenguaje soez que los caracteriza en la serie.

Tampoco nunca se les pasó por la cabeza regresar a Colombia. Su intención era acabar en algún país Sudamericano. Querían aterrizar en Antofagasta, pero la pista era muy pequeña por lo que optaron irse al Perú. En Lima se le dejó aterrizar. Ahí se bajaron catorce pasajeros, los peruanos recibieron amigablemente el vuelo, les permitieron abastecerse de combustible y les llevaron comida, la primera cena formal que tuvieron, pero acabado el postre les solicitaron las autoridades peruanas que se marcharan.

 Se fueron a Argentina. En Mendoza desembarcaron los últimos pasajeros. De ahí el avión llegó al aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires. Entonces hubo tamaña sorpresa. Del avión desembarcó solo la tripulación, completa e ilesa; ¡los piratas aéreos habían desaparecido! Tras varias horas de interrogatorio se supo que un secuestrador había desembarcado un secuestrador en el aeropuerto de Resistencia y al otro lo desembarcaron en Asunción.



Según el Capitán Molina hubo un acuerdo “entre caballeros” con los secuestradores quienes querían llevarse a las auxiliares de vuelo como rehenes. A cambio,  Molina ofreció desembarcarlos clandestinamente en ciudades distintas (Borja en Resistencia y Toro en su natal Asunción) y guardar silencio por un par de día sobre sus destinos y así darles la oportunidad de evadir captura.

En el caso de las azafatas, el silencio fue más complicado. A pesar de las presiones de la policía y los medios, ni Edie ni Maria Eugenia contarían nada sobre el secuestro sino hasta este siglo donde relatarían que juraron callar a los secuestradores luego que estos amenazaran con matar a sus familias.   Entretanto la colaboración de un periodista (ni parecido al Flaco Marulanda) la policía colombiana y la misma comunidad paraguaya de Pereira,  había dado con la identidad de los secuestradores. Así fue más fácil encontrar a Francisco Solano.



A Toro lo encontraron rapidito en Paraguay. No regalando dinero como dice la serie,  sino comprando propiedades con billetes grandes de dólar. Se le extraditó a Colombia, sirvió seis años de prisión y tras salir siguió delinquiendo muriendo en un asalto a un banco en Argentina. Eusebio Borja, su compañero, nunca más ha sido encontrado.

                                Unica foto de Toro y Borja

Lo Condenados del Aire

Por décadas,  este secuestro fue parte de los anales de la piratería aérea por dos razones: el haber sido uno de los más largos que se recuerde (60 horas) y por lo sui generis, incluyendo el que uno de los piratas huyese y jamás hubiese sido encontrado. En eso se asemeja al legendario D.B. Cooper, el primer asaltante aéreo quien se lanzó en paracaídas cargando el dinero del rescate y nunca fue capturado. Como esto ocurrió en 1971, se puede pensar que la operación de los paraguayos, dos años más tarde,  es un copycat del asalto de Cooper.

En este siglo, el periodista italiano Massimo Di Ricco publicó su libro Los condenados del aire.  Di Ricco,  que enseña en la Universidad de Barranquilla, estaba haciendo una investigación sobre la piratería aérea cundo descubrió que nadie había hecho un trabajo exhaustivo sobre el Vuelo 601. Tras entrevistar a los sobrevivientes, Di Ricco escribió un libro que atraería el interés de Netflix.



Yo leí el primer capítulo (está en-línea) y es una crónica novelada contada desde diferentes perspectivas, pero que se atiene a los hechos reales. En cambio, Netflix ha hecho un fanfiction en el que deforma los sucesos, deja afuera toda veracidad,  ofende tanto a la verdadera tripulación como a los pasajeros y de paso,  propaga calumnias infames sobre el gobierno de Misael Pastrana y hasta de la hermana nación de Perú. Todo para satisfacer la agenda política de la plataforma y la del gobierno de Gustavo Petro.

Netflix ha encontrado una gran salida creando material original en América Latina. Por eso vive produciendo allá con historias y talento local. Es más barato y como está la política en el continente, más fácil incluir en los guiones los cuasi valores que abrazan tanto la nueva izquierda como Netflix. Di Ricco vendió los derechos de una novela de la cual solo sobrevive el título.

Más Machista que Woke

Netflix ha creado un guion anárquico en el cual ni el tono se entiende. A ratos es comedia, a ratos es drama, a ratos es teatro del absurdo. Lo único claro es una denuncia casi incoherente al clasismo, racismo y sexismo de la sociedad colombiana de entonces. No niego que tales lacras existieron y siguen existiendo en el mundo hispano parlante, pero la manera de presentarlas parece a ratos burlesca. La mofa no va en contra del perpetrador sino de la víctima, sobre todo cuando esta es mujer, porque hasta los secuestradores son machistas.

Sucesivamente vemos a los aeropiratas insultar verbalmente a las sobrecargos, gritarlas, ofenderlas , sacudirlas, y amenazarlas con sus armas. Eusebio casi le rompe la mano a Edi y Toro, en Perú pone un cuchillo en el cuello a Barbara (Maria Eugenia) y amenaza con degollarla. Eso es violencia de genero casi tanto como cuando Pirateque (el gerente ficticio de la línea aérea) le dice a Edi que no discute “con mujeres que están menstruando” está agrediéndola verbalmente.




La historia sin embargo finge ser feminista y enfocarse,  al menos en los primeros tres episodios en Edilma Ëdi” Pérez . A mí me sorprende que la verdadera Edi no haya demandado a Netflix por usar su nombre para crear un personaje tan diferente al ella.

Interpretada por Mónica Lopera—una actriz guapa y capaz— Edi es una madre soltera de tres,  desbordada por sus obligaciones familiares que le impiden cumplir con su trabajo, donde le pagan poco. Lleva una carga de violencia adentro que la hermana con la frustración brutal de los secuestradores.  Lo único consistente en la serie es la violencia que aflora en los personajes más tranquilos y en los momentos más inesperados.

En Edi la violencia inicia en el primer cuarto de hora cuando accidentalmente le rompe un diente a su hijo menor y sigue hasta que apuñala la pierna de su superior, acto irresponsable puesto que es el único que puede pilotear el avión, pero ya para ese episodio (cinco) el capitán Wilches es malo, los secuestradores son buenos y Edi es la heroína que a todos salva. No solo no corresponde a hechos reales, sino que es imposible que hubiesen sobrevivido a tantas metidas de pata sobre todo las de la auxiliar de vuelo.



La primera entelequia de la serie es tener a la tripulación encerrada en ese avión durante las sesenta horas del secuestro. Hubiesen enloquecido. Si todo salió sin víctimas fue por el cambio de la tripulación que retirados los agotados  (tras 38 horas de ordalía) fueron reemplazados por refuerzos frescos y descansados. Vale decir que no hubo jamás quejas del comportamiento de ninguno y menos de los capitanes Jorge Lucena y Hugo Molina.

En la serie solo hay un capitán,  Richard Wilkes, un copiloto Lequerica y debido al retraso de Edi solo hay una azafata, en su primer vuelo. Marisol , apodada la “nuevona” (que es una contracción entre “nueva” y “huevona”, que pretende ser jocosa)  se desmaya de susto y los pasajeros quedan sin atención. Otra vez se trata esta crisis como algo cómico. No sé ustedes, pero a mí no me da risa. Es debido a eso que, en Medellín,  a pedido de Wilches,  suben Edi y Barbara cuando el secuestro solo lleva unas horas.



La “nuevona” sigue causando estragos en el vuelo hasta que la bajan en Aruba con la única liberación de rehenes que ocurre en la serie. En la vida real hubo varias liberaciones, más una fuga. Estos cambios alivianaban la tensión. En Vuelo 601, han escogido convertir al avión en una camisa de fuerza gigante, una prisión invariable donde todos van enloqueciendo.

Escatología, Los Ricos y un Falso Retrato del Gobierno de Misael Pastrana

Es comprensible que la tensión, el cansancio el calor y el hambre provoquen una situación límite en la que aflore lo peor de todos. Aun así, las que retrata Vuelo 601, no ocurrieron en ningún vuelo. Son el colmo del absurdo. La escena más grotesca de una serie ya grotesca ocurre por los baños. Solo hay dos en el avión y uno está ocupado por una histérica que (por consejo irracional de Edi) finge estar embarazada.

 Los ciclista se comieron un tamal que les ha sentado mal. Uno de ellos tiene diarrea e intenta ir al baño de Primera Clase. La ricachona (¡que vieja está Patricia Ercole!) en un alarde de clasismo,  se lo impide. Se arma una pelea entre ricos y pobres, el ciclista defeca en los pantalones y Bárbara aprovecha de cachetear a la ricachona. Hasta los secuestradores están asombrados. ¿Quién escribió esta burrada? ¿Emilio Larrossa?





De nuevo entra el juego la confusión de tonos de la historia. En una escena tenemos denuncia al clasismo combinada con violencia entre mujeres y escatología. Estos son recursos chuscos. Es como el discurso del Ministro Esquerra (que nunca existió) salpicado de amenazantes alusiones a violaciones anales. ¿Quieren dar a entender que la psiquis imperante se equilibra entre la homofobia y el homoerotismo?  ¿O que los sectores de poder usan la violencia sexual para amedrentar al pueblo?

Es inconcebible que intenten vendernos a los piratas aéreos como víctimas del sistema y que para lograrlo culpen al gobierno de Misael Pastrana Borrero. Pastrana (cuyo hijo también seria presidente) no fue un gran mandatario, pero tampoco fue malo. Ciertamente fue mejor que su contrincante en las elecciones, el General Rojas Pinilla, uno de los dictadores más sanguinarios de Colombia. Por eso, cuando Pirateque y el secuestrador Ulises acusan a Pastrana de haberse robado las elecciones, están usando un argumento de la clase conservadora.

Si bien es cierto que el gobierno de Pastrana tuvo problemas con revueltas estudiantiles y que las castigó con mano fuerte, no fue dictatorial ni corrupto. En el caso del Vuelo 601 se lavó las manos porque ya estaba hartos de negociar con revolucionarios y porque era obvio que esta pareja de aeropiratas no lo era. El hecho de pedir dinero, de identificarse como miembros de un grupo de guerrilleros (algo que la verdadera guerrilla jamás hacia) y esos acentos que denotaban no ser colombianos ya olían a gato encerrado que el gobierno no planeaba soltar.



El gobierno nunca prohibió que SAM negociara con los secuestradores. por eso Pirateque encarcelado es una incongruencia. Nunca envió a un ministro para ejercer presiones gansteriles sobre la gerencia de SAM y la tripulación. Esta fue interrogada hasta el agotamiento, pero por la policía, no por autoridades mayores. Y nunca el ejército colombiano preparó un operativo que pretendía llevarse por delante a todo el que viniera en el avión. Todos esos embustes provienen del odio de Gustavo Petro, actual presidente de Colombia, por las fuerza armadas que lo torturaron en sus días de guerrillero.

Ese odio abarca hasta el pobre Capitán Wilches (muy bien interpretado por Christian Tappan de Ël Patrón del Mal”)quien al principio es un hombre muy entero, muy responsable y muy deseoso de proteger a su tripulación y al que los secuestradores desean humillar para que no se convierta en una figura de autoridad . Esto vira en el tercer episodio cuando Wilches, en un alarde de arrogancia,  agrede a Ulises desbaratando un intento de negociación.



De ahí lo retratarán como un individuo machista, clasista (sobre todo en su trato con el copiloto que es costeño y de color) y todo porque el pobre Wilches dijo que antes de trabajar para SAM estuvo en la fuerza aérea colombiana. ¡Anatema! Pero la peor parte la tiene la Guardia Civil peruana.

¿Y Qué les Hizo El Perú?

Resulta que uno de los pocos países que recibió al Vuelo 601 fue Perú. En Lima se les proporcionó gasolina, comida y permiso para que se bajaran nueve rehenes junto con la basura que se había acumulado y que incluía los cadáveres de los pollitos (si, esa parte es verdad).

En cambio, Netflix describe un recibimiento violento en que un grupo de uniformados dementes, feroces y nacionalistas (“Lo hice por el Perú” es la excusa de Quispe quien inicia la balacera) comienzan a dispararles a los secuestradores —que valerosamente se escudan con las azafatas— y hieren a Toro.  ¿De dónde nace esta infame calumnia? Pues de que hoy el Perú—-uno de los pocos países conservadores de America Latina— no se lleva con el gobierno de Gustavo Petro.




Si solo fuera la política la que rige este desastre, pero ni el guion tiene pies ni cabeza. Las críticas recibidas se deben a que el espectador no entiende si es comedia o drama, a que los personajes actúan como si fueran bipolares,  y a que hasta los subtítulos sufren. En el blog EscribiendoCine, Juan Pablo Russo  ha hablado de como este “desafortunado intento de fusionar el thriller con la telenovela” desconcierta al espectador . Agreguémosle que como se les ocurrió la brillante idea de que el dialogo lo conformase un 90% de groserías (muchos localismos colombianos) no hay manera de traducirlo.

La mayor queja es por el capítulo cuatro, un flashback donde se intenta “limpiar” la imagen de los aeropiratas y acaba en un caldo de sordidez casi tan escatológico como toda la serie. Ahí descubrimos detalles que demuestran que los secuestradores tocan fondo cuando acaban sus sueños de ser estrellas de futbol y caen en manos de Pacho,  dueño de un equipo de quinta en Pereira que solo los explota.



Pacho ofrece encontrarle un lugar a Toro (el mejor futbolista del par) en un equipo de primera, pero exige dinero. Para ayudar a su amigo, Eusebio “Ulises” Borja se prostituye y cae en la cama de un tal Checho, apodado El Profe, otro maleante que abusa de él, y le mete drogas e ideas revolucionarias en la cabeza.



El flashback fracasa en su intento de hacernos a los piratas más cercanos o queribles. Asombran su ignorancia, su falta de visión y su incapacidad de tomar buenas decisiones. En eso son muy parecidos a Edi.  Eso explicaría el que,  a partir del quinto episodio,  la “Çabinera” se vuelva cómplice de los delincuentes y totalmente en contra de Wilches al que no solo hiere, sino que entrega a los secuestradores para que hagan con el capitán lo que quieran.

La ironía es que al final es Wilches quien la salva, pero debemos creer que él es el villano,  esbirro de los mecanismos de poder,  y que ella es una valerosa guerrillera. Ese es el mensaje de Netflix para bobos. La verdadera moraleja de esa fabula maloliente es que el rencor social y la falta de criterio te empujan a delinquir, a cometer errores,  y a ponerte en peligro a la vez que te vuelves un peligro para los demás.



Al final,  estas series de Netflix solo denotan deprecio por America Latina donde ricos y pobres son igualmente malos y brutales, donde no hay nada rescatable. Yo diría que Netflix nos está explotando, tal vez “colonizando”,  con este material tan poco elevado y esta imagen de sociedades inútiles que necesitan de la mano fuerte del Hemisferio Norte. ¿Qué opinan?

NOTA: He leído y visto docenas de artículos y videos sobre este hecho. Las discordancias son demasiado grandes para poder crear una bibliografía fidedigna y útil. El mismo Massimo Di Ricco ha dicho que los periódicos de la época se contradecían o daban información que no era verídica. Sin embargo, he encontrado la mayor y mejor cantidad de datos en esta transcripción de un programa radial colombiano.