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martes, 31 de octubre de 2023

The Knick: El lado oscuro de The Gilded Age

 


Después de mi sorpresa con Mrs. Maisel,  decidí continuar en peregrinación de humildad revisando despreciadas series del pasado y viéndolas con óptica de vieja sesentera,  más tolerante que su predecesora. Así me di de bruces con The Knick (2014) y me cubrí de cenizas en un acto de arrepentimiento y de admiración ante un duro drama de época que combina el atraso/progreso de la medicina con un cruel retrato de una Nueva York que sigue sufriendo de muchos de esos males que la aquejaron en La Edad Dorada.

Mi primera impresión de The Knick fue de gran desagrado. Clive Owen dejó de gustarme en una interpretación que vi como una versión 1900 del Dr.  House. Un drogadicto que se pasa la noche en fumaderos de opio, y los días sintiéndose la última limonada del desierto en un hospital donde todos le rinden pleitesía y donde se da el lujo de ser racista.

En el 2013 yo sabía cero de wokismo,  Black Lives Matter y fragilidades blancas. Yo solo sabía lo que se me había enseñado desde pequeña,  que la gente se diferenciaba por modales, código moral e instrucción, no por el color de la piel. Aun así, tampoco me cayó muy bien el Dr.  Edwards (Andre Holland) que era agresivo cuando debía ser humilde y llorón cuando debía mostrarse firme y digno.



En el campo de personajes femeninos tampoco encontré nada atractivo. Lucy Nelkins (Eve Hewson, Hija de Bono de U2), la enfermerita recién llegada del campo,  me dio un poco de lástima, pero de ahí a caerme bien… Tampoco me impresionó la respondona y fumadora Sor Harriet  (Cara Seymour) y ciertamente me desagradó Juliet Rylance (McMafia, Perry Mason) como Cornelia Robertson, una ricachona que, en representación de su padre, mantiene económicamente al hospital.



El Verdadero John Thackeray

Casi una década más tarde le eché una mirada y supe reconocer que me había equivocado. No se trata de una imitación House. Clive Owen da vida a un médico que está inspirado en el célebre John Stewart Halsted. Como John Thackeray, Halsted utilizó las drogas en experimentos en los que él fue la cobaya (tal como hizo Freud). Debemos recordar que hasta entrado el siglo 20 no se entendía el fenómeno de la drogadicción; la cocaína y la morfina se vendían sin recetas; y ningún médico experimentaba con ellas para placer propio.

Halsted, como Thackeray, fue un médico brillante e innovador. Fue uno de los cuatro fundadores de John Hopkins, la mejor Facultad de Medicina de los Estados Unidos, y una de las mejores del mundo. Fue un campeón de los antisépticos, inventó la mastectomía radical, cambió el perfil de la cirugía e introdujo el uso de guantes de goma en el quirófano.

La fama y respeto que genera Thackeray, medico maverick, creador de nuevas piezas quirúrgicas, y abierto a nuevas ideas, es merecida. Eso lo hace altanero y terco. La única autoridad que reconoce y respeta es la del jefe del hospital, Julius Mannering. Cuando Julius se suicida ( deprimido después de la muerte de una paciente en el quirófano), Thackeray se convierte en jefe de cirugía.



Es ahí cuando descubre que su título es inútil, quien lo organiza todo es el “civil” Barrows (Jeremy Bobb), corrupto como el solo y económicamente quien da las ordenes es el Capitán Robertson (Grainger Hines), un ex filibustero al que Thackeray conociera en Nicaragua. Para mayor ofensa, Robertson ha delegado el poder en su hija. Es Cornelia quien obliga a Thackeray (so pena de no instalar y costear la instalación electica del hospital) a aceptar como su ayudante al Dr. Algernon Edwards. 

Junto con  ser protegido ( es hijo del cochero) de los Robertson, Edwards es un graduado de la Facultad de Medicina de Harvard y ha estado trabajando bajo las órdenes de prestigiosos médicos en Londres y País. Su gran problema es el color de su piel,  y Thackeray, altanero y racista,  no quiere un hospital inclusivo. El Knick (inspirado en el verdadero Knickerbocker Hospital de Harlem) acepta pacientes blancos solamente.

Edwards es perseguido por burlas, insultos y humillaciones por parte de su jefe, del personal médico del hospital y hasta de los pacientes. Elige quedarse porque se da cuenta que Thackeray es un genio y quiere aprender de él.  La última burla es poner al nuevo medico en una “oficina” en el sótano. Ahí con trastos viejos , el Dr. Edwards instala un dispensario clandestino para atender pacientes afroamericano.



Secretos de Hospital

Algernon Edwards pasa ser otro miembro del Knick que esconde un secreto. ¿Por ejemplo como es que Barrow sobrevive a sus tratos con mafiosos que lo endeudan hasta el punto de que como dice “robo a Pedro para pagar a Pablo”? Cuando Pedro y Pablo vienen a cobrar,  la vida de Barrow corre peligro. La mano derecha de Barrows es el camillero y cochero de ambulancia Tom Cleary (Chris Sullivan)que anda literalmente a la caza de heridos, incluso disputándoselos a otros enfermeros para traerlos al Knick. Por esa actividad extracurricular, el irlandés recibe una comisión de Barrow.

Es un secreto a voces que Cleary es a quien llamar cuando se necesita cometer algún delito. Cuando el equipo de Thackeray necesita introducirse ilícitamente en la biblioteca de Columbia en busca de un artículo de un médico francés , es a Cleary y sus ganzúas a quienes solicitan ayuda.

Será Leary quien descubra las andanzas nocturnas de la Hermana Harriet, la monja partera que trabaja a domicilio ayudando a mujeres sin recursos. El descubrimiento de las actividades, entonces delictivas, de la monja que debe ir de civil , crea una extraña sinergia entre estos inmigrantes de la Isla Esmeralda,  que combina chantaje y romance.



Por supuesto que el gran secreto es la drogadicción de Thackeray solo conocida por la tímida Lucy una enfermera que acaba de llegar a la gran ciudad desde el viejo Sur y que debe atender al mal educado medico durante una crisis. Poco a poco, Lucy se hará indispensable para el drogadicto, en el quirófano, en la cama,  y como recaudadora de drogas cuando la Guerra del ’98 acabe con el suplemento de cocaína y opio del Oriente.



Hasta Cornelia guarda secretos bajo sus corses, el de tela y varillas,  y el mental que la agobia con dudas sobre porque su padre confía más que en ella que en su hermano. Son los secretos los que crean una atmosfera opresiva y oscura de lo que debería ser un espacio de luz y progreso. 



Tras una exitosísima carrera en el cine (Erin Brockovich, Traffic y las saga de los Ocean’s Eleven ) y de convertir a su actor fetiche George Clooney en ganador dos veces del Oscar, Steven Soderbergh decidió meter mano en la televisión. The Knick es un retrato de una Nueva York que se aleja de la glamorosa imagen de la Gilded Age que nos dan las novelas de Edith Wharton y la serie de Lord Julian Fellowes.

Este retrato naturalista de la Gran Manzana nos muestra el contraste entre gente adinerada y poderosa como los Robertson y la pobreza de los pacientes del hospital. Se trata de una sociedad asfixiada por la miseria, el racismo, la criminalidad, los inmigrantes, las ratas. ¿Hablamos del 1900 o del 2023?

Jack Amiel y Michael Begler que nos regalaran la excelente primera temporada de Perry Mason, han sabido crear un relato naturalista y hasta cierto punto sórdido sin llegar al tremendismo de The Alienist que después de todo trataba de los crímenes de depredadores sexuales.



The Knick que recibió un Emmy y varios premios Satélite,  aparte de varias nominaciones a otros galardones, nos recuerda la excelente serie inglesa Casualty 1900 y representa como dice mi título el lado más oscuro de La Edad Dorada. Puede verse en HBO/Max. 

Contenido Violento y Gory: Cada operación es para cerrar los ojos o vomitar. Casi tanto como las heridas o los métodos de los hampones para cobrar.  La peor escena para mi es cuando un cobrador le arranca una muela a Barrow diciendo que la guarda como “colateral “hasta que le pague su deuda.

Contenido Sexual y Desnudos:  Muchos cadáveres desnudos y azulencos, nada muy sexy. En el tercer episodio vemos un topless de una prostituta y más adelante un desnudo total de Rylance. Varias situaciones sexuales, pero ninguna de al gusto o muy gráfica.

Factor Feminista: Las mujeres de la obra están divididas entre víctimas y las que intentan salir de la esfera patriarcal. Al comienzo creí a Thackeray un misógino, pero pronto su delicadeza al tratar a Abby, su gentileza con la pequeña Cora,  y el respeto a regañadientes que les da a Peggy y a Cornelia,  me hizo ver mi error. Vemos a las mujeres ser víctimas de sus esposos que les contagian enfermedades silenciosas como la sífilis que destruye el rostro de Abby,  o de sistemas psiquiátricos que también las destruyen en vez de curarlas como ocurre con la esposa de Everett. Incluso vemos que la Hermana Harriet,  con sus abortos clandestinos,  y Cornelia,  que supuestamente representa el poder patriarcal de su padre,  caen presas de las trampas de su sexo y del juicio de hombres que quieren someterlas.



Factor Diversidad: Creo que de todos los drama de época estadounidenses de este siglo, The Knick se lleva el premio del más diverso. No solo tenemos un retrato del racismo que debe enfrentar un profesional afroamericano a principios del siglo XX. El libreto además sabe alejar a Edwards de esquema de víctima y crear un personaje de carne y hueso capaz de escribir artículos en francés para publicaciones médicas, serle infiel a su esposa negra con una mujer blanca;  y de defenderse con sus puños cuando la oratoria no es suficiente.

En el dispensario para gente de color que Edwards instala en el sótano del Knick vemos pasar a varios ejemplos de la clase humilde afro-neoyorquina, incluso a un cubano. Vemos como Edwards entrena un par de lavanderas negras y las convierte en enfermeras de cirugía,  y vemos como el talento de un hombre trasciende su color y consigue el respeto y protección de un Robber Baron como el Capitán Robertson.

El segundo grupo étnico más representado es el irlandés. Como nos han mostrado The Alienist y Warrior, en la USA del siglo XX y comienzos del XX,  los irlandeses servían solo para dos profesiones:  maleantes y policías. Aquí tenemos gánsteres irlandeses, pero dos personajes superan estereotipos: la monja Harriet y Tom Cleary que, aunque dado a ganarse unas monedas de mala manera es buen ejemplo de las pocas oportunidades que tuvo su gente.



Aparte de los Hijos de Erin, tenemos también judíos. Los vemos de pacientes del Knick y como Bertie (Michael Angarano)  le cuenta a su padre,  el idioma que ahora deben aprender los médicos es el yiddish. En la primera temporada tuvimos apariciones esporádicas del Dr. Levi Zinberg,  cirujano del Hospital Mount Sinaí,  uno de los hospitales más antiguos de USA. Mount Sinaí fue fundado en 1852 por un judío ortodoxo llamado Sampson Simpson,  como un espacio donde se podía atender pacientes de origen hebreo que eran rechazados por hospitales “para blancos”.

Zinberg se convierte en enemigo del cada vez mas paranoico Thackeray que lo ve como su rival. El médico judío atrae a Bertie Chittering a Mount Sinai, donde el joven interno no solo encuentra otra manera de ejercer la medicina, también consigue novia judía ante el asombro de su familia.

El Lejano Oriente está representado por pacientes del fumadero de opio de Ping Wu, al que Thackeray es asiduo y las prostitutas de las cuales es cliente. Aparte, la clientela del Knick incluye italianos, y eslavos de diversos puntos de la Europa Oriental.

 

 

martes, 9 de mayo de 2023

El Que Mucho Abarca… Segunda Temporada de Perry Mason aburre con poca trama y mucho wokismo

 


Tras dos capítulos de esta segunda entrega, no sabía qué era más laborioso, si engancharme con una trama caótica o impedir que mi hermano se quedara dormido de aburrimiento. Con excelente reparto y una respetable atmosfera de época, Perry Mason sufre de un mal contagioso: libreto chapucero. Al menos ya para el segundo episodio, se sabe de qué se va a tratar este caso que el bufete Mason-Street ha tomado: el asesinato de un importante empresario del que acusan a los Hermanos Gallardo, un par de mexicanos marginales. El error es que el argumento se enfoca más en las vivencias personales de los personajes principales,  que en lo que ocurre en tribunales,  llegando a olvidarse que este es un noir legal.

Gato Rafa decía que tal vez el problema con esta serie,  lenta e inconexa,  es que se demoraron mucho en traernos una segunda parte y se perdió el hype que suscitara la Primera Temporada. Yo prefiero culpar a un libreto mediocre en donde se privilegia la diversidad antes que un cuento bien narrado.

Ya vemos eso en el primer episodio. Un Paul Drake desempleado celebra su fiesta de cumpleaños en la casa de su cuñado donde están de allegados Los Drake. Aparece Perry Mason que, cortésmente,  se queda en la calle como temeroso de acercarse a una festividad donde sería el único blanco. Clara le pregunta al marido porque no ha invitado a su ex jefe, pero Paul Drake es un personaje que representa los ideales de la nueva militancia BLM: no se Junta con los blancos, no recibe nada de los blancos, los deprecia. Finalmente,  va a la acera e interpela al abogado. Aquejado de lo que en wokismo se conoce como White Guilt (sentimiento blanco de culpa), el abogado intenta hacerle un préstamo que el ex policía rechaza.



Perry entonces le consigue un trabajo como espía y fotógrafo de Pete que ahora trabaja para el fiscal Hamilton Burger. Pete  sigue siendo mi personaje favorito porque, aunque oscuro,  es genuino. Necesita que Paul ingrese en un hotel de Perkins, un importante empresario afroamericano,  y documente con fotografías las actividades irregulares de este señor . Pues Drake descube que el empresario es un prestamista y traficante de licor (estamos en el último año de La Prohibición),  pero agrega que es buena persona ya que su dinero es empleado para ayudar a la gente de su comunidad.



Esto no impide que la Fiscalía arreste al empresario. Paul Drake monta en colera : acusa a Pete, acusa a Perry (que ni sabia en qué consistía el trabajo)  acusa al Establishment blanco de haberlo traicionado forzándolo a delatar a “uno de los míos”. . ¿A ver,  Paul Drake tiene ocho años?

Cuando aceptó el trabajo conocía las posibles consecuencias. ¿Acaso creyó que convencería a Pete  de no arrestar al empresario por ser este un pilar de la sociedad afroamericana? ¿Acaso se tomó en cuenta todo lo que Bill Cosby había hecho por su comunidad cuando lo declararon culpable? Si Perkins fuera una blanca paloma nadie lo hubiese arrestado. Por supuesto que era/es más fácil arrestar a una persona de color que a un blanco prominente y poderoso, pero eso no lo exonera de sus actividades delictivas.

Cuando Mason y Della solicitan los servicios de Drake este dice que no puede confiar en ellos y Perry humildemente concuerda en que no son dignos de confianza. Esto es tan estúpido como increíble. En medio de esa terrible Depresión, nadie iba rechazar un empleo legal y regular por militancias que desaparecen cuando no hay comida en la mesa familiar.



No sé qué sea más irritante si la acusaciones de Drake o los remordimientos de Mason. No solo es lo que ha hecho con Drake loque lo atormenta. Emily , su clienta de la primera temporada, se ha suicidado y Perry carga esa culpa innecesaria sobre sus hombros. El primer episodio lo trae borracho cayéndose de una motocicleta y yendo a llorarle a Lupe porque ha convertido la casa de sus padres en un bar.  No puedo tenerle lástima.  Le remuerde la conciencia debido a culpas que no le corresponden, pero no tiene empacho para envenenar innecesariamente a un inocente perro.



El detective-abogado llega sucio y sin afeitar a la corte y gana un caso de la manera más truculenta y aplastante, irritando a Della quien se ha pasado noches enteras preparando un alegato menos implacable, pero que no hubiese beneficiado a su cliente. Y es que, durante este periodo,  que trae a Mason en un purgatorio personal, es Della quien se ha hecho cargo del bufete. Ella es quien ha contratado una secretaria (china,  por supuesto) quien consigue clientes y los entrevista. Para ser francos, Della Street es la protagonista esta temporada, y posiblemente el personaje más interesante y mejor logrado.



Sabemos que es importante, porque se cambia cuatro veces de vestuario en cada episodio. La humilde secretaria del comienzo se ha vuelto una experta diplomática y mujer de sociedad porque consigue clientes, e información sin dejar de ser una dama. Es refinada tanto en una velada musical a la que acompaña a Hamilton Burger, como en un match de boxeo donde la lleva Anita, su nueva conquista. Increíblemente elegante es su primer encuentro con este espíritu libre inspirado por Anita Loos y eso que tiene lugar en un tocador de señoras. Aunque un estándar de la ficción gay son estos encuentros clandestinos en baños, aquí se la arreglan para hacerlo glamoroso y sensual sin que intercambien ni un apretón de manos.



Si me detengo en esta descripción porque es lo más claro en una oscurísima trama y tal vez lo único agradable,. A pesar de que hay comentarios del público que desaprueban que la recta Della le ponga los cuernos a Hazel. La famosa escena resultó un reverso del cliché, no solo porque la tensión sexual fue intensa haciendo innecesario un contacto físico, pero también porque como todo con el personaje de Juliet Rylance, fue elegante. La ropa, la conversación llena de doublé entendres y hasta la iluminación de las lamparitas del tocador con sus pantallas rosadas.



Eso aporta más  atmosfera de época que la banda sonora de jazz callejero o las visiones de una Los Ángeles poco atractiva y oscura aun a la luz del día. El problema de iluminación nos recuerda a City of Àngels con la que también comparte otra similitud: el mal uso del tema latino.

Curioso porque Tim van Patten se ha desligado de la dirección que ha caído en manos latinas: la Latinx Nina López Corrado, productora de El Mentalista, el brasileño Fernando Coímbra y mi compatriota Marily Rivas. Sin embargo, uno de los grandes problemas de esta temporada está en el libreto que ha caído en manos de Jack Amiel, autor de la infame The Knick.

Amiel y su equipo han llevado a la pantalla latinos miserables, incapaces de hablar el idioma y victimas del sistema. Aunque si bien es cierto que California tiene, hasta hoy, un récord de abusos en contra de la población hispanoparlante (que estaba ahí antes que los Anglos) cansa esta imagen de vagabundos siempre al borde de la delincuencia. Si hasta en Wednesday se describe a la Abuela Addams como una estafadora y a Tío Fester como un forajido fuera de la ley.



No soy la única descontenta con el rumbo que ha tomado la serie. Gato Rafa anunció que, si no se ponía mejor, más clara y específica,  para el cuarto capitulo,  la dejaba de ver. Mi hermano señaló que el gran problema está en un argumento incoherente cuya primera misión parece ser el espacio que ocupa cada actor en pantalla. Eso convierte a  Perry Mason en una serie de viñetas, muchas totalmente innecesarias que nos presentan personajes nuevos sin explicarnos su importancia.

Para el  tercer episodio sigo sin saber quién es Miss Lawson o porque le reventaron la cabeza a Harry Goldstein. Lo único invariable de este narración es que los ricos son sádicos perversos, que uno de ellos puede haber matado a McCutcheon, y que los pobres son oprimidos y patéticos, el más patético es , como siempre Perry Mason.



Contenido Violento o Gory: Un factor constante de la serie es que en cada episodio tendremos gore, sea un cadáver con un balazo en el ojo al final del primero;  Harry Goldstein con la cabeza prensada como una uva en el siguiente;  y en el tercero, Lidell McCutcheon le rebana la cara a un imprudente que vino a cobrarle una deuda .

Contenido Sexual y Desnudos: Curiosamente la woke Perry Mason tiene algo en común con las conservadoras series del Oeste de Taylor Sheridan. No hay sexo gráfico y muy pocos desnudos. Cuando Catherine Waterston, la nueva pareja de Perry va a su departamento por primera vez no los vemos ni besarse. Tenemos que adivinar (como en una novela victoriana) que han tenido un match en el ring de cuatro patas. En el próximo episodio los vemos en paños menores, escena muy poco atractiva. A Della y  Anita las vemos besarsevestidas con las colinas angelinas de fondo y luego Juliet Rylance se levanta totalmente desnuda de una cama para ir a encontrarse con su amante (ambas en bata) que hace Huevos Rancheros en la cocina.



Factor Feminista:  Toda la serie se centra en Della,  en su sentido común, su sentido de justicia, su lado practico y el diplomático que le permite conseguir clientes y tratar con ellos. Vemos también mujeres que surgen de la nada. Lupe que maneja su propio negocio y que es la contraparte de las vulnerables mujeres Gallardo. Anita,  espíritu libre que supera convencionalismos y tabúes para dedicarse a lo que le gusta,  y la millonaria Camilla Nyrgard que ha llegado alto sin necesidad de los hombres y que le señala a Della que no debería cargar a un lastre como lo es el temperamental Perry Mason.



Factor Diversidad: Mexicanos, negros, lesbianas, sus historias ocupan mucho tiempo en pantalla ¿pero avanzan realmente la trama? Hay una secretaria china que está ahí nada más que para llenar la cuota de asiáticos en la serie.