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lunes, 15 de julio de 2019

Chicas Pansexuales, Mancebas de Clérigo, Damas Enfermeras y Hasta Ava Gardner: Memoria Histórica Televisiva



“Cuéntame cómo pasó” dejó la puerta abierta para otras visiones de cómo se vivía en tiempos de Franco. Curiosamente, no hubo serie que tocase directamente la Guerra Civil, pero si la posguerra e incluso la Segunda República. Hasta hay por ahí algo que se intentó hacer y fue coartado por la censura.

Mujeres en Tiempos Revueltos
Un tiempo después que El Dr. Ernesto Medalla me había enganchado con “Cuéntame cómo pasó” y estando sola, prendí la tele y puse RTVE. Me encontré con una serie muy curiosa que tenía lugar en el Madrid de la Segunda Guerra Mundial. Llamé enseguida a Ernesto para contarle. No recuerdo exactamente sus palabras, pero su desprecio líquido rezumó del auricular. Aparentemente “Amar en tiempos revueltos” era lo contrario de “Cuéntame” en términos de calidad y objetividad. Igual, me ganó la curiosidad y me puse a verla.

Esa era la primera temporada y aunque me la tragué a la mitad, años después, RTVE la repuso y pude verla entera. Mas que subjetiva, su problema es que estaba plagada de lugares comunes y la trama era ultra previsible. Por ejemplo, Antonio el protagonista (Rodolfo Sancho) era muy sufrido y parecía representar a todos los vencidos del Bando Republicano.

La historia comenzaba con Antonio, el niño pobre enamorado de la rica Andrea (Ana Turpin). La familia de Andrea se opone a esos amores desiguales, ella se busca un novio aristócrata. Antonio se va la guerra. Ahí muere el novio de Andrea. Antonio y Andrea se casan, tienen un hijo y sobreviven. Ok, aquí se acaba la suerte. El matrimonio de ambos es nulo porque no se casaron por la iglesia, el hijo muere.

Antonio es encarcelado, pero sale gracias al sacrificio de Andrea quien acepta casarse con el aristocrático Mario, hermano del difunto novio. No hay tal sacrificio. Mario (Cristóbal Suarez) es guapísimo y muy noble. Andrea se siente enamorada, pero su incapacidad de tener más hijos la hace extrañar al pequeño Liberto (¡qué nombre tan fuchi!).

Entretanto el padre de Librto se pone a trabajar con una estraperlista. La policía los vigila, pero no les pasa nada. Antonio auxilia a un antiguo brigadista que ahora es agente aliado (luego se revelará que trabaja para los rusos), tampoco le pasa nada. Es una visión casi hollywoodense de los peligros de vivir en un país semi neutral, pero con vínculos con el Eje.

Pues Antonio y Andrea descubren que su hijo vive. Mario, que es un santo, adopta al niño. ¿Cómo le pagan Andrea y Antonio? Pues montándole cornamenta de reno lapón. ¡Mario se vuelve maaalooo! Amenaza con quitarles al crio, pero es locura momentánea. Noble hasta el final, el abogado Mario empaca a los adúlteros y a Liberto y los envía más allá del Pirineo.  Mas tarde en la cuarta temporada nos enteramos que Andrea cometió el error de regresar y fue ejecutada.



“Amar” está (al comienzo) basada en una serie catalana llamada “Temps de Silens’ pero carece del compromiso político de esta y no porque retrate a al franquismo con benevolencia, sino porque no sabe hacerlo con seriedad. Le falta la franqueza y humanidad de “Cuéntame” que a ratos también se ponía partisana, pero que era clara en un hecho. Se podía ser apolítico en la España de Franco, pero tarde o temprano, la política te golpeaba la puerta.

Aun así “Amar” ha tenido seguidores fieles que no se despegan de la tele y eso ha conseguido que siga hasta hoy, aunque con nombre diferente y en diferente canal. La serie ha cubierto los cambios sociohistóricos de España desde el 1936 hasta el 1976.

 Toda la acción ocurre en un barrio madrileño, en la Plaza de Los Frutos y el punto en común ha sido el bar “El Asturiano” propiedad de Pelayo (José Antonio Sayagués) y su hijo Marcelino (Manuel Baqueiro). Este último, que en la primera temporada fue camarada de armas de Antonio (y ni sé porque nunca lo pusieron preso) y hasta repartía volantes clandestinos, se ha “despolitizado” con el pasar de los años, más preocupado de problemas personales que de acabar con la dictadura.
Pelayo y su familia

Gracias a esa tibieza política es que “Amar” ha gustado tanto. Sigue las pautas de una soap opera estadounidense, presenta una variedad de personajes, ropa preciosa y la historia española no pasa sino de ser una anécdota. De ese modo ya llevaba siete temporadas cuando los recortes presupuestarios que Rajoy impuso a TVE comenzaron a amenazar su futuro. Milagrosamente fue la cadena rival, Antena 3,  quien acudió en su auxilio. La compró, le cambió el nombre a “Amar es para siempre” y ahí está muy sana llegando ya a la Transición.

A veces a los productores de “Amar en Tiempos Revueltos” les remordía la conciencia de que su telenovela (la dan de lunes a viernes) se concentrara más en el “Amar” que en los “Tiempos Revueltos” Por eso a ratos, sacaba unos especiales más crudos y violentos. El primero, “Flores para Belle”, parecía hecho por Tarentino drogado.  

“Flores para Belle’ era una cursilería y una chulería, un cuento de agentes devotos a la ‘causa” que se visten de alemanes para impedir que los Nazis se lleven un cargamento de wolframio a Berlín. Aparte de hablar del interés alemán por el wolframio español, un tema hasta hace poco desconocido, el cuento solo sirve para mostrarnos a Andrea y a Marcelino como agentes de la Resistencia española (¿WTF?).

“¿Quien mató a Hipólito Roldan?” fue mucho más interesante y mejor hecha y sirvió para mostrar la cruel justicia de los Falangistas aun en contra de uno de ellos. Pero en “Alta Traición” volvimos a los despropósitos. Paloma (Ana Otero)un personaje recurrentetras enviudar deja Inglaterra con su hijo y regresa a España. Ahí se encuentra con una trama hitchcockiana. Primero le roban el bolso con dinero y documentos, luego al detenerse en el camino, le raptan el hijo.

Lo peor es que nadie parece recordar que ella  tenía un niño consigo, la policía cree que está alucinando y Paloma queda a merced de un total extraño llamado Patrick (Gines García Millán) que es el único que (sospechosamente) recuerda al niño. ¿Qué hace Paloma?  Se encama con este desconocido. ¿Querrá agradecerle? ¿No se aguantará la calentura? Que el sexo fuera más importante que su miedo ante esta situación tan rara, y la preocupación por el hijo perdido, me dejaron claro que esta serie era imprevisible e inverosímil.

El ultimo especial giró en torno al retorno de dos personajes icónicos de la serie:  Ana Rivas (Marina San José, hija de Ana Belén y Víctor Manuel) y Teresa García (Carlota Olcina), su cuñada y amante. El romance Ana-Teresa sigue siendo considerado uno de los mejores ejemplos de amor lésbico en la televisión española. Sin embargo, esta historia pudo haber ocurrido en cualquier país (donde no existiera el divorcio) en esa época.

Importante en la trama a partir de la cuarta temporada son los Almacenes Rivas establecidos en un costado de la Plaza de los Frutos. Los manejan Ramon Rivas (Manuel Bandera) y su madrastra Encarnación (Cristina de Inza). Las cosas cambian cuando llega Ana, la única hija de Ramon, y la heredera de toda su fortuna. Ana ha estado estudiando y preparándose para ocupar su puesto en el negocio familiar.

Aunque ingenua y romántica, Ana tiene claro que ser mujer no le impide ser empresaria. Mientras su madre Marta (Cara Sanchis) se emociona porque Doña Carmen Polo visitará su bazar de caridad, Ana quiere saber cómo se sienten sus empleados. Para eso se hace pasar por una dependienta más. Así hace amistad con Manuelita (lItzar Miranda) la mujer de Marcelino, y con Teresa, recién llegada la capital.

En esos días anda un asesino en serie asustando al barrio. Se aparece Héctor, Perea (Javier Collado), un inspector de policía a hacer pesquisas en los almacenes. Ana y Teresa le hacen ojitos y él no sabe por cual decidirse. Héctor es chapado a la antigua y pro-Régimen (peleó por el bando nacional y llama al conflicto “La Cruzada”).
Ana y Héctor

Ana se encama con Héctor, Teresa se entera. Teresa y Manolita se enteran de que su amiga Ana es en realidad su patrona. Ana se entera que Encarnación es su verdadera madre, ya que tuvo amores con su hijastro. ¡Ayy ahora si se viven Tiempos Revueltos!

Las cosas se aclaran, a pesar de que las amigas intercambian fogoso beso que las deja muy confusas. Teresa lo arregla acostándose con Héctor y casándose con él. Ana se hace novia de Alfonso (Alex García), el hermano de Teresa. Sus padres mueren en un crucero. Ana es ahora dueña de los almacenes (no recuerdo que pasó con Encarnación). Teresa espera un bebé. Alfonso, un aspirante a boxeador, se casa con la millonaria, pero es un patán que no soporta la superioridad de su mujer en todo. La humilla, la golpea, hasta la viola.
Ana y Alfonso

Teresa pierde él bebe. Alfonso muere en un accidente, pero ha dejado embarazada a su mujer. Ya es imposible para las cuñadas negar que se gustan, que su amistad es amor y deseo físico. ¿Pero y Héctor? ¿Y el bebé? Ana se pone a beber, se acuesta con un gigolo, fuma como carretonera. Finalmente, hasta Héctor se da cuenta de lo que pasa y noblemente permite que Teresa se marche con Ana y él bebé, Alejandro, a vivir su amor en Santander.

El ultimo especial “La muerte a la escena” trae a la pareja de regreso a Madrid justo cuando Héctor cree renovar su vida junto a Asunción (Nadia de Santiago). Teresa decide darle un regalo, un certificado de defunción falso que la acredita como muerta. Antes sus tumbas, Ana y Teresa se despiden de Héctor quien ahora es libre para casarse de nuevo. Pero esperen que esta fábula tiene moraleja.

 En “Amar es para siempre” la resurrección de los tiempos revueltos en Antena 3 vemos a Asún y Héctor casados, con un hijo, y al frente de una agencia de detectives. Para la segunda temporada, Héctor lee en un periódico que Ana que vivía en la Argentina, ha muerto en un incendio en un hotel de Lisboa junto a su hijo. Teresa, malherida, es llevada un hospital y ahí da su nombre de soltera (o peor de casada). ¡Qué horror, Héctor va a ser acusado de bigamia!

Asún se entera que Héctor le hizo lo que Rochester a jane Eyre, Ayyy. Con justa razón el auditorio gay puso el grito en el cielo. ¿Qué tipo de final era ese para tan linda historia de amor?  Ahora todo se trataba de Héctor y su estatus (hasta el final, Héctor ocultó la orientación sexual de su mujer). Es que esta historia se parecía mucho a la del triángulo de la primera temporada y ahí Andrea moría ejecutada por guerrillera. Conclusión, el adulterio no paga,  menos si ocurre en tiempos revueltos.
Andrea y su puño en alto antes de morir

Entre el Cura y el Marqués
Con “Cuéntame” y” Amar en tiempos revueltos” se dio por bien servida la crónica de vida y sociedad franquista. La Memoria Histórica decidió aplicar el revisionismo  al final de la monarquía. Así nació “La Señora “una belleza de historia que por tres temporadas me tuvo enganchadísima con una historia que lo tenía todo.

Me recordó un poco a “Los Gozos y las Sombras “solo que aquí la acción ocurre en Asturias, pero también es un mundo rural pre Guerra Civil (La acción tiene lugar en los Años 20) y equilibra un retrato/denuncia social con un triángulo romántico tan poderoso y emotivo como el de la trilogía de Torrente Ballester. Antes de ser Sira Quiroga, Adriana Ugarte ya nos había regalado otra interpretación intensa, la de Victoria Márquez, niña bien de provincia. 

Hija de un poderoso hombre de negocios y dueño de minas y astilleros, Victoria es como la princesita de la comarca. Aun así, hace amistad con Ángel, hijo de un pescador. Una amistad que degenera en amor a medida que crecen. Pero Victoria se debe a su clase y se marcha a un internado y Ángel se debe a una promesa del párroco a su madre que le conseguirá un cupo en el seminario. En una época en que la única movilidad social de un campesino estaba en ejercito o iglesia, esta oportunidad no puede ser desperdiciada.

El cuento del cura enamorado (que también aparece en la literatura en Pepita Jiménez, y La Regenta, entre otros) se había vuelto un trope en la ficción de la Memoria Histórica. Ya tuvimos a Eugenio en “Cuéntame que pasó” y al Padrecito Ángel en la primera temporada de “Amar en Tiempos Revueltos”. Ahora se trajeron a Rodolfo Sancho que se estaba convirtiendo en el gran galán de las series de RTVE para interpretar a Ángel.

La primera temporada comienza con Victoria regresando del internado. Se ha convertido en  una chica despampanante y al paso de Ángel le saldrán otros rivales como el oficial Hugo de Viana (Raúl Peña). Ángel, que está a punto de ordenarse, descubre que ama a Victoria, pero ella tiene otro pretendiente que pesa más que los otros, el Marqués de Castro (Roberto Enríquez).

Gonzalo López, Marqués de Castro, es un hombre enigmático de cuyos orígenes nadie sabe y que porta un título gracias a que en España el casarse con una noble hace al marido aristócrata inmediatamente. Gonzalo es un as para los negocios lo que lo lleva a asociarse con Ricardo Márquez, padre de Victoria. Pero cuando este no sigue sus planes, lo mata.

Cuando Gonzalo descubre que su cuñada es la culpable de la muerte de su hijo y de su esposa, la empuja al suicidio. Cuando Pablo, hermano de Victoria, se hace cargo de las empresas de su difunto padre, Gonzalo convence a Victoria que vete al hermano y se haga cargo de los negocios ella. Solo que Victoria es una mujer inteligente, justa y enérgica. Se hace cargo de todo, pero el bienestar de sus mineros y obreros es lo primero.

Victoria y Ángel siguen de romance. Gonzalo usa al hermano anarquista del seminarista para chantajearlo y obligarlo a ordenarse sacerdote. Igual, Ángel y Victoria se dan su rico revolcón. Un incendio casi cobra la vida de la madre de Ángel. Este,  lleno de remordimientos creyendo que ha sido un castigo divino, no se presenta en la iglesia para interrumpir la boda de Gonzalo y Victoria.

La segunda temporada iba camino de ser una sarta de cliché con Victoria rehusándose a ser mujer de Gonzalo, con este encerrándola y portadose peor que El Celoso Extremeño, cuando El Marqués muy listo cambia de tácticas. Arriesga su vida por su mujer, compensa a los mineros, hasta saca a Ángel de la cárcel. Llena de agradecimiento, Victoria le da su noche de amor y varias noches mas.

Aun así, un año después Victoria decide huir con Ángel, pero un mareo le impide reunirse con el cura quien mata a un asesino que le ha mandado Gonzalo y ayudado por su verdadero padre (El Párroco Don Enrique) huye de España. La Tercera y última temporada fue la mejor.

 Tras cinco años de ausencia, Ángel, convertido en legado papal regresa al pueblo. Se encuentra que La Señora Marquesa de Castro, tiene una hija, Aurorita.  Gonzalo es el único mamerto que cree que la niña es hija del cura y no la quiere.

Pasan muchas cosas, pero la más importante es la revelación de la verdadera identidad del marqués de Castro. Resulta que era un gañan, un mozo de taberna que mató al patrón y robó su identidad. Ahora la viuda del asesinado aparece y chantajea a Gonzalo. Victoria descubre la verdad. Apiadada del padre de su hija, le confiesa que nunca lo engañó. Aurora es hija del Marqués.

Gonzalo huye ayudado por Victoria. Pero La Señora es gravemente herida en un derrumbe de la mina y muere en brazos de Ángel que ya colgaba los hábitos por ella. ¡Qué final tan triste! Peor aún, la “viuda” del Marqués quería quedarse on la fortuna y con Aurora. ¡Ay que horror!

“La Señora” fue una serie como D-s manda, bien hecha, bien actuada. Gonzalo era un villanazo, pero caía bien, se le admiraba…a ratos. Lo bueno es que la serie era histórica. Los abusos patronales, el cacicazgo, el auge del anarquismo, la dictadura de Primo de Rivera, la Guerra de África y los movimientos sindicales eran temas constantes, pero como trasfondo. El personaje de Encarna, una obrera que llega a ser cuñada de Victoria, era la gran representante de las ideas revolucionarias, tan revolucionaria que da asilo al asesino del padre de su hijo y hasta se acuesta con él.

La Republica Censurada
Se habló mucho de que habría una secuela de “La Señora”.  Y eso se creyó seria “14 de abril: La República” pero, aunque se incorporaron personajes antiguos como Hugo de Viana, ahora convertido en el ejemplo del militar antirrepublicano, la odiosa de Encarna y el pesado de Ventura, la serie sigue por otros caminos. Eso a pesar de que su primer capítulo gira entorno a la exhumación del cadáver de “Ramiro Villaseca” ósea de Gonzalo.
Los protagonistas de la censurada República

Yo me harté de ver la serie y la dejé, pero ahora me entero de que en algún momento Ángel, quien está criando a Aurora, llega a Madrid en busca de Gonzalo. Hay un encuentro entre los tres hombres que amaron a Victoria: Gonzalo, Ángel y Hugo. El ex Marqués muere a manos de este último. Antes se entera de que provocó la muerte de Victoria y que Aurora crecerá creyéndose hija de Ángel.

Pero “La República” se ha hecho famosa por otro motivo. La segunda parte aun después de anunciada nunca vio la luz. No sorprendió a muchos puesto que sus ratings eran  bajos para un programa nocturno. Ahora, han salido diciendo que el gobierno de Rajoy impidió su salida al aire, que fue censurada. Con ese rotulo de serie proscrita, la Segunda Temporada de “La República” debutaba por fin en noviembre del 2018 y ¡oh sorpresa! nunca superó los 8 puntos de rating. ¿Tal vez fue censurada por mala?

Ava Gardner a la española
Entretanto Movistar se ha puesto a hacer series propias y entre ellas un par de dramas de época que discutiré en otro post. La que tiene cupo aquí es la estrambótica “Arde Madrid”. La premisa era genial, la vida de Ava Gardner (y amigos) en el tiempo en que la diva vivió en Madrid (1961). Además, decidieron enfocarla desde un punto de vista totalmente diferente, del de la criada de la actriz que es una infiltrada de los servicios de inteligencia franquista.
Ava Gardner cuando vivia en España

Ni Debbie Mazar se parece a Ava ni Rebeca Lutu se parece a Marisol

La idea de ver el shock cultural que tiene lugar cuando una solterona católica y reprimida es expuesta a un estilo de vida desinhibido como el que llevaba Ava era tremendamente novedoso pero la producción cometió varios gafes. Primero el convertirla en comedia, hay que tener mucha experiencia y juicio para convertir un tiempo revuelto en algo cómico y aquí no los tuvieron. Como es de solo media hora cada capítulo quedaba a nivel de sitcom, incapaz de ofrecer una visión histórica ni de esa España ni de la vida de Ava Gardner que no pasaba de ser una caricatura



¿Luego a quien se le ocurre que en la misma serie donde sé afea a una guapa como Inma Cuesta se traigan a una fea como Debbie Mazar para encarnar a una de las mujeres más bellas del cine? Para colmo, grabaron la serie en blanco y negro. ¿En qué cabeza cabe? Si la idea era mostrar lujo, belleza, excesos, todo en contraste con la realidad gris y cotidiana del mundo exterior.  Además, devienen en ese discurso que pasa por feminismo de que el mayor logro de una mujer (y parafraseo a los productores) es no ser “sexualmente analfabeta”.
Inma Cuesta haciendo de fea y Debbie Mazar haciendo de guapa

 Por suerte, esta serie solo pueden verla los subscritores de Movistar, aunque la publicidad te la vende como si fuera material de Emmy. La serie ya se ha ganado tres premios, pero si le regalaban galardones a “Águila Roja”… yo ya desconfío mucho de los premios españoles. Curiosamente, ha sido en mayo recién que han anunciado que no habrá segunda temporada “Paco León (actor y productor) ha dicho que serie “los ha desgastado” a él y a su socia Ana R. Costa.

Cuando Me Too se Convierte en la Nueva Memoria Histórica
Aun recuperándose de la censura, RTVE volvió a la carga con otra serie de época. Esta vez se eligió un área histórica neutral: 1913-1916, pero el enfoque también debería ser revolucionario: los derechos de la mujer. No es coincidencia que” Seis Hermanas” debute en el 2015, el año en que nace el movimiento MeToo.

La historia es muy original. Tras la muerte de un poderoso empresario, sus hijas se dan cuenta que, debido a leyes y prejuicios de la época, no podrán manejar los negocios del padre. Como solución, ocultan la muerte de su progenitor, fingen que se ha ido de viaje y así se hacen cargo de los negocios. Las seis hermanas corresponden a diferentes tipos de mujer y cada una es dotada de una personalidad definida.  Tenemos a la aristócrata adultera; a la ambiciosa que se debate entre dos hombres;  la empresaria nata; la artista que quiere cantar en público; la maestra con conciencia social que descubre que es gay; y la niña mimada.

TVE intentó algo novel, lanzar “Seis Hermanas “en primetime. Fracaso total, el futbol se la comió. Hubo que bajarla a la sobremesa donde fue vencida por otro producto de época, “El Secreto de Puente Viejo”. Aunque “Seis Hermanas” tenía un precioso vestuario, sus intenciones de ser la “Downton Abbey” española quedaron truncas. Las pobres actuaciones y los diálogos miserables no permitieron nunca que los personajes fueran multidimensionales o transmitieran emociones que atraparan al público. Después de dos temporadas, cerró sin haber alcanzado cifras de dos dígitos.

RTVE no escarmentó. Querían aprovechar el auge del Me Too. Querían aprovechar el agitamiento social provocado por el crimen de la Manada. Pero en vez de hacer una serie moderna que tocase temas de actualidad, tuvieron la idea peregrina de trasladar conflictos presentes a un espacio de provincia de los Años 20. 

No voy a comentar más de lo que hice en mis reseñas de la Primera Temporada de “La Otra Mirada”. La obsesión por el presentismo los llevó a pasarse por la cola las leyes de la época y arruinar a personajes históricos como Maria de Maeztu y su obra. Como dijo una fan en ese tiempo las mujeres tenían problemas, “pero no como los muestra la serie”.

La gran ironía es que “La Otra Mirada” que nunca superó el 10% de audiencia ameritó una segunda etapa. A pesar de que esta vez se intentó hacerle un poco de propaganda y comenzó con un 10% de audiencia, al sexto capitulo ha bajado al 8%. Ni el regreso de una Angela embarazada (tal vez para compensar el aborto intencional de Flavia) ha evitado la fuga de espectadores. Ahora que ha acabado salen diciendo que era “una serie al servicio público”. WTF? El único servicio público que puede tener un drama de época es ayudar a maestros de historia.

Es que la serie ha fracasado en todos los frentes donde ha intentado batirse: en el cuento de misterio, en los amores lésbicos de Angela y Paula y en un feminismo que no cuadra porque es anacrónico. Triste, porque fue una época de batallas e intentos de superación de la mujer española que merecían ser recordados.
Ni en mi época se permitia a una maestra , por muy casada, lucir panza de embarazada

Muy diferentes han sido los enfoques de esa era en otras productoras. Por ejemplo, Bambú quien ya traía éxitos de época como “Gran Hotel” y “Velvet” (que discutiremos con la formula del espacio claustrofóbico) le apostó a una serie en los Locos 20, con mujeres protagonistas, con vestuarios esplendorosos y con mucho romance. Solo, y he aquí la novedad, “Tiempos de Guerra” trataba todo esto en un marco, ni siquiera trasfondo, totalmente masculino, la experiencia bélica.

Es cierto que este homenaje a las “Damas Enfermeras” fue un culebrón total, muy parecido al “The Crimson Field” de la BBC, lleno de clichés y situaciones inverosímiles: las rivales oportunamente mueren al final; Julia ha luchado tanto para ir a buscar a su hombre al África y acaba enamorándose de otro, etc.
Julia fue a Africa por Andrés y lo dejó por Fidel. 

Lo bueno de “Tiempos de Guerra”que sigue cosechando un público internacional vía Netflix,es que cumple con los tres  requisitos necesarios de la buena ficción histórica: personajes ficticios redondos y queribles (sobre todo aquí en el personaje de Magdalena);  lección de historia hasta ahora desconocida para el espectador (todos corrimos a la Wikipedia a ver qué era eso de la Guerra del Rif); y  el rescate personajes históricos humanizándolos, aquí eso ocurrió con la Reina Victoria Eugenia y con el maravilloso retrato que Alicia Borrachero hizo de La Duquesa de la Victoria.

Y yo creo que con eso se cierra el tiempo de la Memoria Histórica. En cambio, otros momentos de la historia peninsular si han sido recordados y con mucha gloria y eso veremos la próxima semana.

ADDENDUM: Yo creo que el problema de la memoria histórica y su revisionismo es que cae en maniqueísmos y revisionismo partisano. Ni hablar de la abundancia de personajes unidimensionales. La salvación seria usar una base literaria fuerte que es lo que ha funcionado en el pasado. Por ejemplo, adaptar una trilogía como la que inicia con Los Cipreses Creen en Dios de Jacinto Gironella. Ya oigo alaridos de “libro fascista” pero no lo es. Es menos tremendista que Madrid: de corte a checa de Agustín de Fox y menos maniqueo que La enfermera de Brunete. Además, cubre los últimos años de la Republica, la Guerra Civil y la posguerra y tiene lugar en Cataluña.

Por otro lado, también se puede apelar a libros de historia. Ya que tanto gusta el rufián de Paul Preston, se podría dramatizar su Doves of Spain (Palomas de Guerra) : cuatro biografías de mujeres involucradas en la Guerra Civil, dos de cada bando, y dos de ellas extranjeras.


Otro proyecto que sueño con ver en pantalla, pero creo que mejor quedaría en manos extranjeras es Hotel Florida de Amanda Vaill. La historia de tres parejas que se pasaron la Guerra de España en el Hotel Florida en Madrid: Arturo Barea y quien sería su esposa, llse Kulcsar; Robert Capa y Gerda Taro; y Ernest  Hemingway y Martha Gellhorn. Ciertamente estaría mucho mejor que la hedionda película de la HBO “Hemingway and Gellhorn”.


jueves, 4 de octubre de 2018

Malena En el País de Netflix (II) : La Oferta Continental



Desde mi llegada a USA  mis preferencias seriefilas se han orientado hacia el producto BBC. Mi encuentro con Netflix no ha sido una excepción, pero aparte de “Peaky Blinders” , que ya venía requeté recomendada, no me he encontrado con ninguna gema inglesa  por ahí. En cambio, mi exploración de los productos europeos me ha proporcionado las horas más  gratas de este septiembre.

El Ministerio del Tiempo

Comienzo con algo conocido, algo ligeramente vintage. En su momento vi algún episodio y le tiré la cadena por “progre”  y por Rodolfo Sancho a quien detestaba. Gracias al atracón de “Isabel” que me di este verano, mi “hijastro” y yo hemos hecho las paces. Como lo echaba de menos decidí entrar al ministerio porque tanto la Gatita Estelwen como Pol Gines me la han recomendado tan calurosamente.

Me di cuenta de que la otra vez no la vi por el principio, sino como en el tercer episodio. Esta vez tuve la oportunidad de enterarme de qué es el Ministerio del Tiempo, una institución un poco mágica y por eso es por lo que la serie no es de ciencia ficción. Como dice Marti (Jaime Blanch) quien dirige el Ministerio, no hay tal cosa como maquinas del tiempo. 

Aquí todo es cuestión de portales secretos que en su día un rabino,  muy ducho en brujería, pero también muy apegado a la tierra española, regaló  a los Reyes Católicos a cambio de no ser expulsado. Mal negocio porque con el tiempo la Inquisición le echó el guante y lo echó a la hoguera.


Lo importante es que desde el siglo XV esos portales están protegidos por  esta entidad burocrática empeñada en evitar que los del pasado traten de cambiar la historia. En el primer episodio, una pareja de señores del Primer Imperio ( Benito, un español,  y un francés llamado Thibault),  viajan al siglo 21 y se enteran en una librería de barrio que Napoleón invadirá España en una movida errada que le costará su imperio.

Quien ha visto a esta pareja  es un enfermero llamado Julián (R. Sancho), pero como se piensa que está traumatizado desde la muerte de su mujer, nadie le cree y sus superiores lo dan de baja. Ahí es cuando Martí  le da un tour por el único secreto del gobierno español. (¿Será?) También lo recluta con su poquito de chantaje.

A Julián lo emparejan con Amelia  Folch (Aura Garrido), dama del siglo XIX y una de las primeras  universitarias de España, y con Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda), soldado de los Tercios de Flandes. Su misión será ir a la España de la Guerra de la Insipendencia y evitar que Thibault impida que la guerrilla derrote a los franceses.

La serie es muy entretenida, tiene chispa y tiene humor que a ratos se me pierde porque la acción es muy rápida (como “Timeless” sufre de esos limites de tiempo que obligan a concentrar mucho en 65 minutos). Exige mucha atención del televidente, lo que por un lado es bueno. En sus ironías humorísticas  recuerda un poco al “Back to the Future”. La perplejidad de Alonso y Amalia ante los adelantos modernos recuerdan a Ichabod Crane de la serie “Sleepy Hollow”.

Las alusiones y referencias históricas y culturales (las de pop culture a cargo de Julián) vuelan. El pobre Alonso hurta un libro de Pérez Reverte para entender por qué lo llaman Alatriste, Julián insiste en que deben ver” Terminator” para entender las dinámicas de los viajes del tiempo y cuando le piden su nombre en la fonda de 1808 suelta un “Curro Jiménez”. Esto no solo es cómico por la referencia cultural(un poco como el “Clint Eastwood” que usa Michael J. Fox en su viaje al Oeste en “Back to the Future3) sino que me recordó que Rodolfo es hijo de mí nunca bien llorado Sancho Gracia, el verdadero Curro Jiménez. 
El verdadero Curro Jimenez

Una suerte que históricamente el Barquero de Cantillana viviera en los días de Isabel II, y no como lo puso su serie, fuera  contemporáneo de la invasión francesa. Y algo que se les olvidó cuando Julián por no decir que ni sabe quien es , le dice  a Amelia que mejor le cuente ella sobre el guerrillero a Alonso,  su padre también interpretó al Empecinado en la miniserie “Los Desastres dela Guerra”(1983).

Lo que ayuda a equilibrar el humor y evitar que la serie se convierta en un “Cuerpo de Elite” es el pathos de la memorias dejadas atrás. También las posibilidad del Ministerio de revivir el pasado que ejemplarizan los viajes clandestinos de Julián para reunirse con su difunta esposa.

Mis quejas son tan pequeñas que ya parecen mezquinas. Alonso, que es el personaje más interesante de la serie, a ratos se olvida que viene de otro siglo. Cuando comienza “El Ministerio” lo vemos hablando como un español moderno, pero ya en el siglo XXI tiene periodos en  que usa el “vos”,  lenguaje arcaico y reverencias cortesanas.

Cuando Ernesto (juan Gea) se le aparece en la celda disfrazado de fraile, Alonso lo despide negándose a recibir ayuda de la iglesia. Eso, entonces, hubiese sido herejía y capaz que en vez de la horca lo hubiesen arrojado a la hoguera. Pero más adelante, lo vemos persignarse antes de cruzar un portal. Establecido que es creyente, ¿no les parece raro que un hombre del siglo XVI no hable de brujería o de magias diabólicas al encontrarse con esos portales, artilugios tecnológicos, y todas las modernidades de las que es testigo?

El caso de Amelia  es mas burdo. ¿Tienen que aplicarle los clichés del neofeminismo? En una época en que la mujer solo podía asistir a la universidad por orden del rey,  lo normal es que siguiese una carrera más masculina como leyes, medicina, farmacia,  que es lo que estudiaron las pioneras de la educación superior. En cambio le va a las letras. ¿Qué va a hacer con eso?  (lo que pregunto mi madre cuando descubrió,  en 1979,  que yo ya no estudiaba periodismo ni historia, sino literatura).

A Amelia, un catedrático la hace callar en clase, supuestamente porque es mujer. A mí,  mis maestros de posgrado y del doctorado,  en los 80s , o me hacían callar o me dejaban dar la catedra a mi sola ( los que querían hacerme callar eran mis compañeros). Cuando conoce a Irene, Amelia se queja que sus amigas solo quieren hablar de maridos, hijos y las modas de Paris. Ella quiere hablar de “cosas importantes “ como la influencia de Ariosto  sobre Lope.

Ay hija, a mí también me gustaría hablar de cosas importantes. Pero a) las modas de Paris también lo son y b)  en el Siglo 21 tampoco va Amelia a encontrar mucha gente que quiera hablar del Siglo de Oro. A lo más tendrá que abrir un blog sobre el tema. Por último es más fácil para una mujer destacar en un empleo en el 2015 por conocimiento de moda parisina que por saberse de memoria el Orlando Furioso.

Después, el cliché del tampón. Yo no he usado un tampón en mi vida ni antes ni después de pasada por las armas me son incomodos. Como hay muchas que piensan así, hay variedades de toallas higiénicas en el mercado que le hubieran sido menos chocantes a Amelia. Por último, obvio que es interesante y obligatorio tener un personaje gay en este cuento, ¿pero tenía  Irene (Cayetana Guillén Cuervo) que  mostrar su orientación robándole un beso a Amelia?  Sobre todo en un momento mitutero en que voces airadas equiparan al robo de un beso heterosexual con un ultraje sexual.

Pero lo dicho, son pequeñeces. Hay cosas que pueden resultar inverosímiles y  que al final se aceptan como que un equipo medico moderno entre por el armario a la fonda a atender al Empecinado o que un ala de un hospital madrileño esté siempre dispuesta a hospedar a viajeros del tiempo maltrechos, pero al final estas pequeñeces son las que ponen sazón al cuento que está muy bien contado.

Los Medici, Señores de Florencia
Anduve buscando desperadamente alguna serie italiana en Netflix. Llevo dos años sin la RAI y no sé que se hace en Italia en materia de series. Ni “Suburra” ni “Gomorra”  llenaron mis expectativas. Andaba en busca de algo de época, pero parece que el amor al pasado se largó con Berlusconi. Leo con placer que Netflix planea una serie propia, llamada “Luna Negra”,  que tratará el conflicto de la caza de brujas en el barroco italiano. Interesante, pero hasta entonces solo tengo a “Los Medici”.


Premisa: El Rey en el Norte (Richard Madden) quiere vengar el asesinato de su padre (Dustin Hoffman). Hasta ahí íbamos bien, pero cuando retrocedemos en el tiempo comienzo a bostezar. Dustin Hoffman, un actorazo,  parece el Rain Man solo que ahora está en marco renacentista.

 Cosme (Madden)  que es serio y atormentado tiene un hermano que es un viva la vida y se la pasa escapando por la ventana de cuartos de mujeres casadas. Espérense, ¿no vimos esto en “Los Borgia”? Qué importa, los Medici son los primos lejanos de Los Borgia. Pero no funciona ni me convence.

Esa familia valenciana reinaba en el Vaticano,  en Roma con tentáculos en Forlì, Milano y Nápoles, y una pata en Francia. Sus aventuras afectaban al mundo. Lo Medici no pelean con cardenales díscolos, ni con los maridos y novios de Lucrezia, ni con las intrigas del rey francés.
Hasta la llegada de Lorenzo,  El Magnifico, los Medici eran mercachifles florentinos, sus enredos eran juegos de tronos entre almaceneros. No son interesantes. Sinceramente, ni aun Lorenzo fue muy interesante. Mejor hubieran hecho una serie sobre Catalina de Medici, o su sobrina Maria que manejaron Francia por mas de un siglo. Bostezo y me voy.

The Road to Calvary/Peregrinación por los Caminos del Dolor

Yo creía que Aleksei Tolstoi era el autor de la novela histórica El Príncipe Serebryani y el más pavoroso relato que he leído en mi vida La Familia Vourdalak. ¡Resulta que la literatura rusa alberga a  dos Alekseis! Acabo de conocer a este escritor soviético, más pariente  de Turgenev (su tío materno) que de los Tolstoi, pionero de la literatura rusa de anticipación, y autor de esta afamada, pero poco conocida, trilogía que la Rusia de Putin ha convertido en miniserie para celebrar el aniversario de La Revolución.

Falta de tiempo y espacio me impide contar la historia de este Tolstoi conocido como “El Conde Camarada”.  Nacido en familia noble, fue criado por el amante de su madre en un ambiente ateo y anti monarquista. Se interesó en la política en la universidad, pero nunca fue ni comunista ni socialista. Tuvo muchas mujeres y muchos hijos. Fue corresponsal durante la Gran Guerra, peleó en el Ejercito Blanco y se exilió en París. Publicó varias novelas antes y después del exilio. Se aprovechó de su fama para regresar a su tierra donde fue recibido como héroe.  Repudió su pasado y fingió estar totalmente de acuerdo con la Rusia revolucionaria.

Pionero de la ciencia ficción rusa, también publica relatos infantiles y novelas históricas. Entre 1923 y 1927 escribe y publica las dos primeras partes de esta trilogía:  Hermanas y El año dieciocho. En plena época de purgas, cuando Stalin mataba a quien no le vaciaba el orinal, Tolstoi sobrevive y acumula premios y medallas. Durante la Segunda Guerra Mundial escribe Mañana Lúgubre la última parte de su trilogía. Acabado el conflicto es enviado a Alemania a investigar los crímenes del nazismo. Declara bajo juramento en un reporte que admite sin lugar a duda las políticas de exterminio de Hitler. En 1945, fallece de cáncer a los 62 años.

Conociendo este abigarrado pasado se puede entender que su trilogía, aunque compasiva, también sea muy irónica. La serie gira en torno a dos hermanas:   Katerina “Katya” (Yuliya Snigir) y Daria “Dasha” (Anna Chipovskaya) Bulavin. Cuando, en 1914,  Dasha abandona su hogar paterno en el Volga para ir a estudiar leyes en San Petersburgo, recala en casa de su hermana. A pesar de la diferencia de edades, las hermanas se adoran.

Katya está casada con Nikolái Smokolnikov (Alexey Kolgan), un abogado de buen pasar que le cumple todos los caprichos a la mujer, pero ella lo desprecia y se lo hace saber. Katya ha encontrado un refugio a su frustración conyugal en el Avant-Garde, colecciona grabados de Picasso y recibe en su casa a un grupo de desobligados bohemios, todo pagado por su marido. Katya le habla a su hermana de Alexei Bessonov (Anton Shagin), el poeta del momento.

Dasha tiene un encuentro con Bessonov en la universidad, cuando el poeta viene a declamar a su clase sus poemas apasionados, pero llenos de oscuros presagios para Rusia. Dasha, que solo tiene diecinueve años, sufre un ataque hormonal provocado por la intensa poesía y debe salir del salón,  a punto de desmayarse. Unas noches mas adelante es presentada formalmente a Bessonov en una de las veladas bohemias de su hermana.

Sin embargo, el poeta solo tiene ojos para Katya. Dasha es incapaz de ver la realidad. Katya acepta acompañar a Bessonov a la presentación de un libro y envía  a su hermana una reunión de sus absurdos compinches vanguardistas que componen una especie de club: “La Liga en Contra de las Convenciones”.

 En esta reunión,  Dasha se encuentra con Liza (Svetlana Khodtchenkova), una compañera de universidad, que ya ha causado una escena en el aula y cuyos desplantes y discursos incendiarios han provocado el infarto de su anciano maestro. Como todos los del grupo, Liza pregona la libertad, repudia la autoridad y censura todo lo que huela a viejo o pasado. En la velada, Dasha conoce a Iván Ilich Telekin (Leonid Bichevin), un joven discreto y amable.

Cuando esa noche,  el grupo en sus proclamas anticlericales alcanza un nivel blasfemo, Telekin pide disculpas a la escandalizada Dasha por sus huéspedes. Ahí ella descubre que Telekin no es parte del grupo, es ingeniero de la Planta del Báltico,  y ha convertido su casa en albergue de estudiantes. Liza, que está enamorada de su casero, se emborracha y agrede verbalmente a Dasha quien se retira. A solas, Liza se le ofrece al ingeniero que la rechaza.

Katya ha vivido otro tipo de aventura. No hay tal presentación de libro. La cita es en un hotel. Termina en la cama con Bessonov. “¿Podrás respetarme ahora?” pregunta la atribulada adúltera. Un poco aburrido,  el poeta le explica que la cama y el respeto no se llevan. Desesperada, Katya se da cuenta que ha cometido un error. Llega a su casa, donde su hermana le confiesa que se ha enamorado de Alexey Bessonov. Esta es la última gota para Katya quien le exige que se olvide de “ese mal hombre” . Dasha indignada se niega a hacerlo. Llega Nikolái que exige una explicación. Katya se lleva su marido.

A la mañana siguiente, en la mesa del desayuno, Dasha encuentra a su cuñado muy triste. Katya le ha confesado su infidelidad, pero sin revelarle el nombre de su amante. Dasha hace lo impensable. Sale disparada de su casa. Va al departamento del poeta y se le declara de la forma más impulsiva e indecorosa posible. Bessonov tiene la suficiente decencia para rechazar a esta impetuosa virgen y le confiesa su amorío con Katya. La avergonzadísima Dasha regresa a su casa y confronta a su hermana, que reconoce ser la amante de Bessonov. Nikolay la escucha,  intenta dispararle y no puede.
Bessonov

Al abogado se le ocurre la idea perfecta. No quiere perder a su mujer. Le da dinero y la envía a Paris a que recapacite. ¡Oye, si ese fuera el castigo de todas las adúlteras! Se supone que Nikolái es un personaje patético, pero a mí me agrada. No es tonto, no es tan mal marido, y es un excelente cuñado.

Katia se va a Paris, su cuñado va a ocultar su vergüenza a Crimea;  después de su indigno despido, Telekin se va con parientes fuera de San Petersburgo,  y Dasha regresa a Samara con su padre. La Gran Guerra terminará de separarlos, con breves encuentros que permiten al ingeniero y a Dasha enamorarse y comprometerse.

Es una serie hermosa, con espectaculares paisajes, casas lujosas, vestuario deslumbrantes y actores bonitos. Los personajes aunque a veces exasperan (creo que la serie hace a las hermanas más exaltadas y egocéntricas que en el libro) nos terminan robando el corazón.  Las historias románticas convencen y conmueven. mi único problema es que no sé qué postura política abraza este relato que combina la emoción y romanticismo del Dr. Zhivago con las novelas de Leonyd Andreiev.

Ya he dicho que la postura  de Tolstoi era ambigua, que buscaba congraciarse con el gobierno por lo que repudiaba su pasado de ruso blanco y exiliado, pero hasta ahora no siento que Rusia fuese un país tan esclavo de un gobierno autócrata (y lo era). Los artistas vanguardista gimen por libertad como el Himno de Riego, pero son parásitos despreciables. ¿Quién les hace caso?   Al final del primer capítulo, asistimos a una huelga aplastada por cosacos a caballo, pero nunca sabemos los motivos (o su justicia) de la huelga y el primer balazo sale de las filas de los agitadores.

La única injusticia es que Telegin es despedido de la Planta del Báltico,  acusado de solidarizar con los huelguistas cuando el motivo para ausentarse de su trabajo fue porque no lo dejaron entrar. Ya durante la guerra, en el segundo episodio, cenando con su cuñado, Dasha oye como uno de los invitados expresa esperanzas de que los mismos soldados se amotinen en contra del Zar y les dé una oportunidad de cambiar el gobierno, pero este anhelo de revolución suena oportunista más que justiciero. A pesar de esa ambigüedad (me temo que no es accidental) la serie es imperdible.

Babylon Berlín

Y ahora respiro hondo para poder hablar de la serie que ha capturado mi corazón y mi cerebro. No exagero, pero me es difícil no caer en la hipérbole. Ya les había hablado de “Babylon Berlín” basada en la serie de novelas policiacas de Volker Kutscher que sigue los pasos del Inspector Gereon Rath por la Berlín de 1929. Me es extraordinario ver un mundo en pantalla que solo conocía de novelas y textos de historia.

Los críticos americanos, han apodado  esto obra “Cabaret con cocaína”. Se equivocan,  esto precede a la trama del filme de Bob Fosse;  precede a la serie de Philip Kerr sobre el detective Bernie Gunther. Esto es el mundo de “El diario de una adolescente” de Pabst, de la Alexanderplatz de Alfred Doblin, pero con más humanidad, con más romanticismo. Mirando las facciones delicada de Volker Bruch quien da vida al protagonista,  recuerdo que  el romanticismo es,  nos guste o no, una corriente germánica.

Hay mucho que admirar en la construcción de esta serie, la más cara hecha en Alemania hasta ahora. Su técnica narrativa, muy moderna, salta tiempo y espacio como en ese inicio donde vemos a Rath hipnotizado por un psiquiatra reviviendo su pasado que abarca el futuro de la historia que vamos a ver y de ahí un salto a los créditos,  y luego a  presente,  a un tren en Rusia.

Por otro lado, está la fantástica recreación de una Berlín que ya no existe. Es tan primorosa esa reconstrucción que no noto los efectos digitales, como me ocurre con “Peaky Blinders” o “Juego de Tronos”. Es que no solo se han reconstruido  edificios y calles que todavía no conocen los manotazos de Speer o el impacto de las bombas, sino también una atmosfera, casi una manera de pensar y vivir.


El libreto ha cambiado algunas cosas, cambios que en mi opinión hacen la historia más compasiva y emotiva. En el libro,  Gereon llega a Berlín de su nativa Baviera, decidido a abrirse camino en la policía berlinesa. Para eso tiene que comenzar desde abajo, en el Escuadrón del Vicio. En la serie, Gereon ha sido enviado en una misión especial y secreta a la capital.

Este Gereon es más sensible, ha quedado marcado por sus experiencias en el frente y combate su síndrome postraumático con la ingesta de morfina. Seamos sinceros, este toque acerca a Gereon interpretado por el adorable Volker Bruch de “Hijos del Tercer Reich” a Tommy Shelby de “Peaky Blinders”. En el libro, Gereon nunca estuvo cerca de una trinchera y no era drogadicto.

No me parece mal, puesto que ya he señalado anteriormente lo que “Peaky Blinders” pidió prestado de “Boardwalk Empire”. Lo que diferencia a esas tres series, que más o menos comparten el mismo espacio cronológico, son sus geografías y el momento histórico. Ese Berlín bohemio, extremadamente liberal, también esconde profundas divisiones políticas, miseria,  y nacionalismo y militarismos reprimidos. A fines de 1929, el Crack de Wall Street, será el detonante de una crisis económica que favorecerá el auge del Tercer Reich.

Sin embargo, hasta ahora “Berlín Babylon” no nos muestra Nazis. Es un mundo cosmopolita,  progresista hasta el punto del libertinaje,  “una ciudad eléctrica” como la llamaría Vicky Baum. Vemos en los centros nocturnos a músicos negros y bailarinas orientales. Cuando Gereon abandona en la noche, el “Castillo Rojo” (Así se apodaba al cuartel de policía en la Alexanderplatz) se entrecruza con judíos con streimels y bucles propios de jasídicos. En la luz mortecina del alumbrado público parecen fantasmas. Y lo son, o lo serán muy pronto.

Berlín es un mundo nocturno donde las sombras amparan todo tipo de vicio,  crimen y secreto.  Gereon y el Inspector Bruno Wolter (Peter Kurth) , su nuevo compañero en Berlín, hacen una redada en un estudio clandestino de películas porno, interrumpiendo una parodia de la Anunciación que le encantaría a Willy Toledo. En un cuarto contiguo esperan unos muchachitos disfrazados de ángeles. Los cuida un individuo llamado Franz Krajewski (Henning Pecker)  que Wolter reconoce.

Krajewski huye y Gereon lo persigue por los tejados. Sufre un taque de vértigo a lo Jimmy Stewart y pierde su revolver. Krajewski no ha perdido el suyo, solo la intervención de Wolter salva la vida de Gereon. Blum golpea a Krajewski, y le dice que se olvidará de que ha intentado matar a un policía si se presenta al día siguiente a declarar en contra de Konig (Marc Hossemann), el director.

Más tarde en el auto, Wolter le cuenta al colega bávaro que Krajewski fue policía, pero que volvió del frente con un apetito por la morfina, y que un ‘tiritón” (slang por morfinómano) como ese no tiene cabida en el cuerpo. “Aparentemente” dice Rath. Antes de la redada lo vimos, en el baño,  tiritando como Krajewski y consumiendo varias ampollas de morfina.

Krajewski va al consultorio del Dr. Schmid. Reconocemos al psiquiatra que en la primera escena hipnotizara a Gereon. Schmidt tiene una revolucionaria clínica donde pretende rehabilitar al drogadicto, pero ahora está involucrado en el asunto de Konig.

 Resulta que Komig posee un filme del alcalde de Colonia,  ocupado en juegos sadomasoquistas,  y pretende chantajearlo. Esa es la razón para el viaje del Inspector Rath que necesita recuperar el filme. Pero hay otros implicados en el cuento como el misterioso Edgard,  alias “El Armenio” (Misel Maticevic), el rey del bajo mundo berlinés y dueño del exclusivo club nocturno “Mocha Efti”.

Espérense que eso no es todo, ni he hablado de la heroína y vaya que es heroica Lotte (Liv Lisa Friels). Para mantener a su madre enferma, abuelo senil, hermana con cien críos , hermanita colegiala y cuñado desobligado y grosero, debe conservar dos empleos, uno nocturno que ya se imaginaran cual es( uno del que regresa con magulladuras en el cuello)  y otro en el Castillo Rojo, catalogando fotos de cadáveres asesinados.

El mundo de Lotte es hacinado y estrecho. Es la estrechez de un apartamento sin gas (cocinan a leña que también sirve para que Lotte golpee al cuñado cuando se le insolenta), sin baño,  donde viven apretujados todos sus parientes.  Es también la estrechez de la pista de baile del Mocha Efti. Una estrechez de mundo cosmopolita de capital bullente. Hasta Gereon es expulsado de un cuartucho de hotel porque viene un simposio y hay que alojarlos. Es la estrechez del Castillo Rojo donde hay 55 inodoros para varones y apenas cinco para damas.

Tan apremiada como Katherine Johnson en “”Hidden Figures”, Lotte acaba usando el baño de hombres y ahí encuentra a un semi desvanecido y orinado Rath tiritando en el suelo. Movida por comprensión y compasión, Lotte le administra la morfina y salva la vida y reputación de Gereon. No puedo pensar en una manera más conmovedora de iniciar un romance.






Estamos hablando de dos capítulos y todavía no les he hablado de la Condesa Svetlana Sorokina (Severija Janusauskaite), también conocida como Nikoros,  la estrella travesti del Mocha Efti. Amante del trotskista Alexei Kardakov (Ivan Shvedoff),  Sorokina/Nikoros también es agente soviética. Traiciona a Aleksey y  traiciona a los pobres troscos que son masacrados por agentes estalinistas. ¿Pero conseguirá impedir  que un vagón cargado de oro llegue a Paris? ¿Qué tiene que ver el general prusiano Von Seeger(Ernst Stotzner) con ese cargamento? ¿Qué pito toca el industrial Nysen (Lars Eidingen), otro amante de Sorokina?

 Mejor no sigo porque es un laberinto,  casi tanto como esa Berlín reconstruida con una Alexanderplatz que en un costado tiene el inmenso edificio de Jonass, la tienda de departamentos más grande de la República de Weimar. En 1933, los Nazis sacaron a patadas a los dueños judíos y convirtieron el edificio en el cuartel de los Hitlerjugend. El final de la guerra dejó el edificio,  que había sobrevivido los bombardeos,  en la Alemania del Este  donde sirvió de casa a  varias instituciones del partido. Hoy es Soho House, un hotel, pero a gracias a “Babylon Berlin” vuelve a ser lo que fue.

Siempre he visto series alemanas percibiéndolas como extranjeras y ajenas. Es la primera vez que me siento cómoda con los diálogos, con las actuaciones, hasta me rio con los chistes. Volker y Liv Lisa son adorables casi tanto como sus personajes. Él es frágil y sensible, una fusión de Aneurin Bernard y Nigel Havers en sus mejores tiempos. Aunque vulnerable debido a su carga de secretos y traumas, Gereon nunca se convierte en un personaje indigno.

Lotte es una Jo March de los bajos fondos, una María la del Barrio sin coronita, que nunca se pervierte ni degrada a pesar del mundo degradante y pervertido en que le toca vivir. Es una nota de optimismo y esperanza  en un mundo sombrío, simbolizada por el vibrante verde esmeralda de su cloche.  

¿Pero se puede esperar optimismo cuando sabemos lo que le espera a Alemania?  “Babylon Berlin” dirigida por Tom Twyker (Run, Lola, Run),  es buen cine, pero también es una asombrosa y amarga lección de historia.