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lunes, 19 de abril de 2021

Recuerdos de Guerra: ¿Por qué fue inferior a su precuela? (Televisión del Ayer)

 


Una duda que tuve por años fue como “War and Remembrace”, con un elenco de lujo y un presupuesto el triple de lo que se había invertido en su precuela, pudo tener tan bajos ratings. Ahora, viéndola subjetivamente, con tres décadas de distancia, creo entender las razones que la hicieron inferior al menos en el corazón de teleaudiencia a “The Winds of War”.

Los mejores Cambios: Nuevo reparto y filmación en Auschwitz

Aunque fue chocante que “Vientos de Guerra” acabase de esa manera tan abierta, no lo fue para los lectores de War and Remembrace, la monumental secuela publicada en 1978. Los Niños de Verano tenían la opción de ir a comprar ese mamotreto y enterarse de las aventuras y desventuras de Henrys y Jastrows entre 1941 y 1945, incluyendo el saber quiénes sobrevivían al conflicto. Cuatro personajes importantes perecen, además de Hitler quien en la secuela será interpretado por Steven Berkoff. Primer actor judío que (antes de Taika Waititi) se atrevió a dar vida al Fuhrer.

A pesar de que la teleaudiencia ya conocía el desenlace de la saga de Herman Wouk, era impresionante ver un cuento en pantalla y no se escatimaron recursos para darle al público un gran espectáculo. Dan Curtis tenía dudas sobre esta secuela. No creía que existiesen suficientes navíos o aviones antiguos para recrear la Batalla de Midway. Fue su esposa quien lo empujó a aceptar el proyecto. “Enloquecerá si otro lo hace y no tú” fueron sus palabras.



El presupuesto fue entonces el más grande nunca empleado en una serie limitada, 140.000 millones de dólares (unos 200.000 millones de hoy en día). Con eso se pagaron sueldos de actores, se adquirieron implementos, se contrataron extras y se costearon viajes de locación. La filmación tuvo lugar nuevamente en los países anteriores a los que se agregó Francia y la ciudad suiza de Berna. Se llegó a filmar en Pearl Harbor y otros sitios de Hawái, y en las afueras de Montreal se recreó el invierno moscovita.

El mayor logró fílmico fue el rodaje en Polonia, siendo “Recuerdos de Guerra” el primer dramatizado en ser filmado en el campo de Auschwitz. Branko Lustig, sobreviviente del lager y quien ya había fungido de productor, volvería a hacerlo. Docenas de sobrevivientes del Holocausto solicitaron trabajo como extras en las escenas de Auschwitz. Tal vez como catarsis, tal vez como una forma de presentar testimonio. El gobierno polaco dio los permisos necesarios para la filmación exigiendo a cambio que en el libreto no se hiciese mención del antisemitismo polaco.

Una de las grandes sorpresa de esta prolongación de La Saga Henry fueron los cambios de reparto.  Curtis debe haberse sentido aliviado cuando Jan Michael Vincent anunció que estaba ocupado con su serie “Airwolf” y que no iba a arrastrar sus botellita al set de “War and Remembrace”. Lo reemplazó Hart Bochner. Todos los hijos de Pug fueron reemplazados, hasta Janice a quien ahora le daría vida una desconocida llamada Sharon Stone.




John Houseman estaba muy delicado de salud y fue reemplazado por el más que apto Sir John Gielgud, y Robert Morley se convirtió en “Talkey” Tudbury.  El cambio más espectacular fue el de la protagonista. Ya ni Curtis podía rebatir que una semi cincuentona como Ali McGraw no podía hacer creíble a la esplendorosa Natalie Jastrow-Henry. Se trajo a la esplendorosa Jane Seymour que con este papel volvía a coronarse como reina de las miniseries.



Se mantuvo a lo mejor del reparto. Un poco más viejos retornaron Polly Bergen, Peter Graves, la exquisita Victoria Tennant y Topol cuyo personaje de Berel Jastrow adquiere importancia en la serie gracias a que es capturado como soldado ruso por los alemanes. Es llevado a un campo de prisioneros rusos y polacos que Berel reconoce como el pueblo de su infancia, Oswiecim, ahora llamado Auschwitz.

A pesar de una conspiración demente para reemplazarlo por James Coburn, Robert Mitchum permaneció al timón de la Northampton y de La Familia Henry. Realmente no me imagino a otro en ese papel. por la misma razón por la que si realmente van a refritear este espinoso (en estos tiempo) material quisiera solo a Brad o a Clooney en ese rol.



Los Errores: Desde los horarios hasta “La pornografía del Holocausto”

Aunque se esperaba que el estreno fuese en 1989, se la adelantó un año antes.  Había conciencia de que quienes habían amado la serie ya habían esperado demasiado (¿Oíste Ser George R.R. Martin?). El hecho es que el primer episodio, de casi tres horas de duración, no tuvo la sintonía esperada. Histéricos, los productores se pusieron a tijeretear el producto con el resultado de que algunos capítulos quedaron más largos que los otros.

Para colmo después del primer episodio, la cadena ABC se tomó libre el lunes 14, reanudando la serie el martes15 y continuando hasta el jueves. Luego de una inexplicable puente que cubrió el viernes y el sábado, volvió la serie el domingo 20. Se saltaron el lunes, regresó martes y miércoles. De ahí vino un hiatos hasta mayo del ‘89. Es un milagro que algunos espectadores la hayamos visto completa

Aunque este desorden cronológico afectó el sentido de continuidad de todo amante de miniseries (algo desconocido hoy en el universo del binging), no fue la única razón para que los espectadores se alejasen de tan cara y prometedora historia. Muchos, como mi madre le tiraron la cadena en el segundo episodio. Las razones tienen que ver con contenido más que con detalles técnicos, y eso que también había problemas de audio. Muchos episodios no fueron grabados en sonido estéreo.



Herman Wouk se encargó de escribir un libreto para las escenas tipo documental y para las reuniones de alto mando. Dan Curtis, con la ayuda de Earl Wallace, se dedicó a la ficción, a lo dramático, a lo romántico. Todos exageraron la nota.

En el primer episodio, donde si cortamos los comerciales igual tenemos un espectador pegado casi dos horas a la pantalla, dedican media hora a una batalla en las costas filipinas, y otra media hora en reuniones de Hitler y sus generales. Media hora para ver a los machos Henry reunirse en Pearl Harbor y luego cada uno partir a pelear su guerra.

Pug recibe una carta de su esposa. Alterada por la noticia del bombardeo japones, Rhoda le suplica que olvide y perdone su infidelidad. El bobo de Pug le escribe una carta de despedida a Pamela que por suerte nunca llega a su destino. Entremedio, Berel es capturado y llevado a Auschwitz. Araron y Natalie, a quienes dejamos en un buque en Nápoles, están en espera a que zarpe rumbo a Palestina.



Aparece de la nada, Werner Beck, un ex alumno del Profesor Jastrow que les ofrece que retornen bajo su protección a Siena a la espera de una repatriación con otros estadounidenses. Aaron, que no tiene ni pizca de deseo de ir a Palestina, cae bajo el hechizo del adulador Beck y parte para Toscana. En otra de sus malas decisiones, Natalie lo acompaña, a pesar de las suplicas de sus compañeros de viajes y de Avram Rabinovitz (Sami Frey) el agente de la Aliyah (inmigración ilegal a Palestina) con quien ha hecho amistad.

El segundo capítulo es aún más rocambolesco. La primera hora es ocupada por un excelente filme de espionaje en Berna donde Leslie Slote se convierte en el protagonista de su propio cuento, y la segunda por una muy descriptiva visita de Himmler a Auschwitz en la cual Rudolf Hoess (Gunther Maria Helmer) debe probar la eficacia de su campo con la ejecución de un tren cargado de prisioneros holandeses.




Mi madre estaba casi roncando, aburrida de las estrategias de Hoess para quedar bien con su superior, pero cuando los perros nazis comenzaron a ladrarle a una niñita holandesa que se pone a aullar se tuvo que despertar. Lo próximo es que vemos a las mujeres, entre ellas a la niñita, correr desnudas y en pleno día por un prado ante los ojos de Himmler y s SS, rumbo a “las duchas”. Lo último es tener que ver como retiran los cadáveres y los arrojan (todavía no había crematorio) a unas zanjas.




En ese entonces (y hoy) la televisión abierta estadounidense no mostraba gente sin ropa. Ver desnudos frontales, pilas de cadáveres entre ellos varones fue muy chocante para mí. Mas para mi madre que dijo “hasta aquí llegue”. No fue la única, a la mañana siguiente, Sir Elie Wiesel escribió un airado editorial en The New York Times denunciando lo que calificó como “La Pornografía del Holocausto”.  

Aunque concuerdo con su shock, a más de 30 años de distancia y tras conocer la evolución del cine del Holocausto desde entonces, encuentro el episodio audaz y efectivo. Sabe manejar lo visual sin caer en dramatismos innecesarios y sin restar el pathos de la escena que incluso en un momento incomoda a Hoess quien al notar la fría mirada de Himmler se compone.

El haber creado la escena desde la perspectiva de los verdugos aumenta la sensación de crueldad de parte de estos. Ayuda también la estética. Todo ocurre en un día primaveral, los prisioneros llegan a un espacio verde, soleado, con árboles cargados de flores. Es comprensible que los holandeses no sospechen lo que les espera y obedezcan las ordenes tanto de los amables guardias nazis como la de otros prisioneros que por una vez andan en uniformes limpios y no en andrajos.



El problema es que estos episodio van seguidos, en la serie, por alguna reunión en la Casa Blanca o una batalla naval en el Pacifico obligando al espectador a cambiar su perspectiva y dejar atrás temas que merecen su reflexión.” War and Remembrace” nunca supo si quería ser lección de historia, documental didáctico o saga familiar y eso incomodó a más un televidente, que, como mi madre, apagó el televisor.

Oda la Infidelidad Femenina

Incluso los que habían invertido emocionalmente en la historia de los Henry, su dinámica familiar y sus romances, sufrieron una desilusión. Entre el libro y el guion pasaron a ser una familia disfuncional mantenida a flote por falsas expectativas. Yo lo resumo con un “la serie se convierte en una oda a la infidelidad femenina”.

Como dije ante, Víctor después de Pearl Harbor decide romper con Pamela y perdonar a su esposa adúltera. Pamela no recibe la carta y comienza un largo peregrinaje por el sur de Asia que espera la lleve a Hawái y a su Capitán Henry. En New York vemos a Rhoda celebrar las fiestas decembrinas en compañía de Palmer que continúa siendo su amante. Victor en babia.



En su obsesión de tener ojos en todos los escenarios del conflicto, Wouk convierte a Pamela en testigo de la caída de Singapur. Con eso le hace un flaco favor a Pam, no añade nada al libreto y realmente no debieron incluir este episodio en una serie que pide recortes a gritos.

En The Winds of War, el autor nos contó que ante de conocer a Víctor, Pam había tenido un largo y tormentoso affaire con un periodista ingles llamado Philip Rule. Comunista, infiel, bisexual y golpeador, Rule había abandonado a Pam por una bailarina soviética. Eso explica que ella se enamore de Víctor porque es lo opuesto a Rule.



Interpretado por Ian Shane, Rule aparece en la serie en Singapur. Los no-Lectores no están ya advertidos de sus grandes defectos. Mas encima, Pam hace creer que lo que la alejó de su amante fue la bisexualidad de este, no sus palizas. Rule incluso adquiere una dimensión heroica al ser uno de los pocos ingleses conscientes de que esa fortaleza inexpugnable está a punto de caer y por culpa de las torpezas del alto mando.

Talky parte a Australia dejando a su hija en la isla bajo bombas japonesas. Asustada y atrapada, Pamela se dedica a cuidar de Rule que ha sido mordido por un escorpión. En la noche de Año Nuevo, más por miedo y depresión que lujuria, Pam se mete en la cama con su ex. Un momento sin importancia que sin embargo la disminuye sin necesidad.  Es parte del leitmotiv de que la guerra crea tal caos mental que afecta las relaciones sentimentales. Pero aquí se llega al acabose.

Rhoda se entera que Pug y Pam están enamorados, termina con Palmer y exige que Pam no vuelva a ver a su marido. Acto seguido se enreda con un tal Coronel Harrison (Mike Connors). Pug y Pam saben que Rhoda sigue con sus escapadas. Pam se harta y se compromete con un tal Lord Berne-Wilkes. Pug le suplica que no se case, que algún día Rhoda le dará el divorcio y así se la llevan de Pearl Harbor a Moscú, de Hollywood a Londres. Sin embargo, las únicas fanfiction que he encontrado de esta serie son sobre Pam y Pug. Supongo que por ser la gran historia de amor creada por Wouk.



La situación llega a tener ribetes de farsa como cuando Rhoda borracha confiesa sus cuitas de amor al pobre y aburrido Pug. O cuando este debe compartir un coche dormitorio en un viaje en tren con el Coronel Harrison que no lo deja dormir, también lamentándose de no poder confiar en el amor de Rhoda

Es que el autor intenta abarcar todas las experiencias humanas que se viven durante un conflicto de esa magnitud. En el caso de Rhoda, el de las esposas frustradas, que no pueden estar sin un hombre. En el caso de su hija Madeleine, las jovencitas que amparadas por la falsa libertad que ofrece una guerra meten la pata y luego no saben cómo explicarle su error al verdadero amor de sus vidas.

El caso de Janice Henry es el de muchas esposas jóvenes que pierden al marido y se encuentran viudas y madres solteras antes de tiempo. Janice comete el error de involucrare sexualmente con el mayor rufián de la marina estadounidense “Lady” Aster (Barry Bostwick), el comandante del submarino de Byron. Un par de capítulos más adelante, Lady se da cuenta de que Janice está enamorada de su cuñado. Byron, por soledad y frustración, le planta un par de besos a la viuda de su hermano. Por suerte, Janice reacciona y se aleja de estos hombres tóxicos.



Los Jastrow en Theresienstad

Es muy difícil saltar de estos problemas domésticos y hasta cierto punto románticos a las espeluznantes escenas de campos de concentración, o la existencia llena de horror y zozobra que llevarán Aaron y Natalie en el “ghetto modelo” de Theresienstad. Otra grandeza de ‘War and Remembrance” es que es el único dramatizado que retrata la existencia en este lugar tan singularmente diabólico. Es en Theresienstad donde hay una reunión familiar de los Jastrow con Berel (ahora parte de la resistencia checa), es donde Natalie se separa de su hijo, donde Aaron encuentra una nueva identidad en la religión de su infancia mientras que su sobrina la haya en el sionismo.

Ver la serie de nuevo me hizo darme cuenta de las razones por las cuales se casó Natalie con Byron y por qué ese matrimonio no está construido sobre una base sólida. Byron es el único personaje que no evoluciona. A lo más, se vuelve moralista, criticando el comportamiento de su cuñada y de Pug (cuando finalmente se divorcia).

En su breve interludio marsellés sigue exigiendo de su esposa que sea la mujer audaz y despreocupada que fue antes de casarse. Llorando, Natalie le responde “pero entonces no teníamos a Louis”. Byron no nota que Natalie ha evolucionado, sobrevivido traumas que han modificado sus prioridades. Por eso el final abierto que les da el autor, adquiere otra connotación en la serie. No sabemos si Natalie quiere seguir siendo Mrs. Byron Henry o irse a Israel con Avram Rabinovitz.



En “The Winds of War”, Rabinovitz fue interpretado por el actor italiano Leonardo Brucetto, que lo representó como un judío bajito, canoso, mal trajeado. Fue con motivos ulteriores que lo reemplazaron por Samy Frey, ex galán del cine francés (y uno de la famosa lista de amantes de Brigitte Bardot).

Ayer volví a ver el final de la serie y me di cuenta en que difiere del libro. En el libro es un final abierto, al menos en lo que se refiere a Byron y Natalie. Por largo tiempo Wouk no supo qué hacer con la chica Jastrow. Cuando, todavía sin terminar War and Remembrace, alguien le pregunto: “¿qué va a pasar con Natalie?”, Wouk respondió “recen por ella”.



Wouk planeaba matar al personaje tal como lo había hecho con Aaron. Ambos eran culpables por sus malas decisiones, por su falta de visión, pero por sobre todo por su arrogancia de judíos seglares de ufanarse de estar por encima de su condición racial, cultural y religiosa. El autor solo pudo redimir al Profesor Jastrow enviándolo a la cámara de gas. ¿Como podía redimir a Natalie?  Solo haciéndola sionista, solo empacándola a Israel. La pregunta es quién sería su compañero en ese futuro.



Entre Byron y Rabinovitz

La novela comienza con los Jastrow a bordo de un navío que pretende romper el bloqueo británico y llevar su cargo de refugiados a Palestina. Es 1942 y la primera aliyah ilegal está en auge, pero también en su etapa más peligrosa. Los hombres que la manejan deben ser mitad agente secreto, mitad marineros, mitad contrabandistas.

Los lectores del Exodus de Leon Uris recordarán esta etapa en la vida de su protagonista Ari Ben Canaán. Avram Rabinovitz es su equivalente, aunque más simpático. En los día que faltan para que el barco zarpe de la bahía de Nápoles, Natalie y Rabinovitz llegan a un punto de amistad que les permite intercambiar confidencias.

Natalie admite su incomodidad ante el tener que ir a Palestina. Abandonó toda vida religiosa los 12 años, no tiene ningún interés en la creación de un estado judío. Reconoce que no le atrajeron nunca los pretendientes judíos que tuvo, abogados y médicos que la aburrían con sus vidas grises. No eran “hombres de acción” como Byron.



Ahí nos damos cuenta del motivo que empujó a Natalie a los brazos de Byron. Toda su vida adulta ha sido una búsqueda de aventura y de lo exótico, y a la vez una necesidad de vivir respetablemente sin estigmas que la separen del resto de la población. El matrimonio con Slote ofrecía eso, pero en su momento de mayor necesidad, el diplomático se acobardó y Byron dio la talla. Eso bastó para hacerle a Byron atractivo. Natalie no ha reparado en que Byron es inmaduro, muy diferente a ella y que la amable Familia Henry la ha recibido con menos alegría que los Windsor recibieron a Meghan Markle.



Avram le muestra a Natalie una fotografía de su esposa que fue asesinada por los árabes. Le dice que si lleva a Louis a Palestina “tu hijo será un hombre de acción”. Lo que nota Mrs. Henry es que Rabinovitz es un hombre de acción. No solo arriesga su vida en una empresa peligrosa también es el único que sabe acabar con las convulsiones de un afiebrado Louis. Avram Rabinovitz es lo que en ese momento necesita Natalie.



Aun así, cuando Aaron petulantemente anuncia que se acogerá al amparo del nazi Beck, Natalie lo sigue como borrego. A punto de subirse al automóvil de Beck, Natalie le pregunta a Avram “¿Hago lo correcto?”. “Ya está hecho” le responde él y ella se despide besándolo en los labios.




Unas semanas más adelante, Beck revela sus oscuras intenciones, quiere que Jastrow haga una emisión radial tipo Ezra Pound en beneficio de los alemanes. Natalie se pone de acuerdo con los Castelnuovo, la familia del pediatra de Louis, para abandonar Italia. Mandan aviso a Avram quien ya ha regresado de dejar su nave y su cargo en Tierra Santa.

Así se organiza una huida que lleva a los Jastrow de Italia a Elba, y de ahí a Córcega. En el viaje, la belleza de Natalie atrae a un joven pescador que es hijo de los Gaffori la familia con la cual se hospedan. Llega Rabinovitz y toda su visita está repleta de detalles decidores sobre el cambio de la relación de Natalie con el rescatista, desde que se niegue a que la vea en fachas toda mojada por estar bañando a Louis hasta que le muestre que su bebé ya puede caminar y que Louis salude al judío con un “Daddyyy”.

El punto culminante es cuando, con la excusa de mostrarle el paisaje, Natalie se lleva a Avram a un paseo solitario. Con mucha coquetería le cuenta de los acosos del joven pescador. “Temo una noche encontrármelo en mi cuarto” dice haciendo ojitos. Para Rabinovitz esto es un contratiempo. Los Gaffori son fundamentales en su red de rescate, no puede pelear con ellos.

Desaprensiva como siempre, Nathalie sigue suplicando y lanzándole miradas incendiarias que el judío reprocha. “Pero es que no temo encontrarte a ti en mi cuarto una noche” contesta la audaz señora Henry. Es en estas escenas donde más nos alegramos de que Ali haya sido reemplazada por una Jane Seymour que pone belleza y sensualidad al servicio de su personaje (sin mencionar que es mejor actriz que su predecesora).



Rabinovitz encuentra una solución y se lleva a Los Jastrow a Marsella donde los hospedan los Mendelson. Es en ese entono judío que Natalie recuerda que habla yiddish, cocina patillos tradicionales y enciende las velas del Shabbath. Parte de ese encuentro con sus orígenes es una alteración en su amistad con Avram.

En el libro, Wouk que es un tremendo puritano se apresura a decirnos que, aunque Rabinovitz gusta de la americana no tiene designios oscuros respecto de ella. Natalie también en miradas retrospectivas se hace la inocente, pero cuando le pide que busquen un sitio para estar a solas, se dice a si misma que no sabe por qué lo hizo. La serie no hace caso de remilgos y para cuando Rabinovitz y Natalie deciden encontrarse a solas en el cuarto que él renta, tenemos claro qué tipo de cita va a ser esa

Entonces, Wouk provoca el twist argumental más inconcebible posible. ¡Hace que aparezca Byron! ¿O sea, como se explica que Byron que está peleando en el Pacifico cruce océanos y continentes para aparecerse en Marsella como mensajero trayéndole unos documentos al cónsul estadounidense? A Natalie no le importa, se lanza a los brazos de su marido y a Rabinovitz que lo parta un rayo.



Byron, el “hombre de acción”, quiere llevarse a Natalie y al niño. El cónsul estadunidense le recuerda que los Jastrow no tienen documentos, si los detienen los alemanes será su fin. Natalie antepone su amor de madre a la loca idea del marido. Byron está decepcionado. esta no es la mujer que se casó con él.

El cónsul intenta tranquilizarlos con el viejo cuento que venimos oyendo desde “Winds of War”: “esto se arreglará en unos días”. Efectivamente, Byron se marcha, los Aliados desembarcan en Casablanca y los alemanes invaden la Francia de Vichy. Los Jastrow quedan atrapados y comienzan a dar tumbos por Europa lo que los lleva primero a Theresienstad y luego a Auschwitz.

En 1945, los soldados de Patton encuentran a Natalie calva, andrajosa y desnutrida bajo un vagón de tren en la estación de Buchenwald. Será Avram Rabinovitz quien les confirmará las autoridades que se trata efectivamente de Natalie Henry, neoyorquina, esposa de un oficial de la marina de los Estados Unidos. Y cuando Byron consigue regresar a Europa, es Rabinovitz quien le relata la ordalía de la mujer y las intenciones de Natalie de irse a Palestina.



Cuanto más recuerdo el texto y veo la serie, más me queda la impresión de que Byron no entiende ni lo vivido por su mujer ni la transformación que ella ha sufrido. Lo único que él ha sacado en claro de la guerra, es que no le gusta ser oficial. En sus encuentros con Natalie no hablan de lo vivido por ella (el libro es más grafico sobre sus sufrimientos incluyendo torturas que sufrió en Auschwitz). Natalie habla de otros haciendo hincapié en lo religioso que se puso Aaron antes de ser ejecutado, o del cambio increíble experimentado por Leslie Slote. Es como si hablase con un extraño no con un amigo o esposo.

Por supuesto, Byron se anota un gol al encontrar a Louis. La escena final del libro tiene ese encuentro entre madre e hijo en presencia de Byron y Rabinovitz. El libro nos cuenta que el catatónico Louis despierta de su mutismo reconoce a su madre y junto a ella entona la nana “Pasas con almendras” En ese momento, describe el autor una luz que ciega a los hombres presentes. Se ha reconocido esa luz como una metáfora para el poder del amor maternal. Pero para mí lo interesante es que Wouk deja el final abierto. ¿A quién escoge Natalie?  ¿Qué camino tomarán ella y su hijo?

Dan Curtis, en la serie, nos da un final diferente. Byron se sienta al lado de su esposa e hijo y Natalie lo besa en los labios ante la mirada de Avram Rabinovitz. Sin embargo, yo no apostaría mucho a esa reconciliación.



Los Verdaderos Héroes de War and Remembrance

Quiero acabar hablando del tema del heroísmo. No hay narrativa bélica que no tenga inesperados héroes y actos de heroísmo y “War and Remembrance”no es excepción. Tenemos ejemplos del sacrificio máximo con la muerte del aviador Warren y del capitán de submarinos “Lady” Áster. Byron se desempeña bien en su guerra del Pacifico, pero Victor está apagado. No es el mismo hombre que sobrevoló Berlín en un bombardero, ni el que recorrió un frente ruso con pamela al costado y tanques alemanes en frente, ni el que envió al mismísimo Mariscal Göring a meterse su soborno en el trasero.

Aunque veamos a Victor ascender hasta almirante, perder otro navío en servicio activo y seguir gravitando hacia frentes de guerra, su heroicidad desaparece. Tal vez sus dramas domésticos lo han convertido en un personaje de farsa, tal vez su incapacidad de tomar decisiones sobre su vida romántica y dejar que sean sus mujeres las que lo hagan, le den una dimensión bufonesca. O tal vez es que Pug no llega nunca al espacio donde realmente se forjan los héroes de esta miniserie: la guerra en contra de los judíos que nos proporciona tres grandes héroes.



Aunque admiramos a Aaron Jastrow quien al final de sus días recobra dignidad y coraje gracias a su fe o a Sammy Mutterperl John (Rhys-Davies) quien harto de ver nazis matando judíos, agarra una metralleta y mata cinco SS antes de ser ultimado, el verdadero heroísmo es el que abarca a otros seres humanos, el que nace del rescate, de la defensa de los más débiles.

 Uno de ellos es Berel Jastrow. Vemos al humilde panadero construir crematorios, decir un kaddish por Mutterperl, huir de los campos, unirse a los partisanos, contrabandear filmes de atrocidades y hasta contrabandear a Louis fuera del ghetto-modelo. La muerte de Berel protegiendo a Louis de las balas alemanas es un acto insuperable de heroísmo.




Sin tener que morir en el ejercicio de su heroicidad, Avram Rabinovitz representa otro aspecto del coraje desempeñado en el Holocausto. Los contrabandistas de refugiados debían tener nervios de acero, reflejos rápidos y mucha astucia para lidiar con el bloqueo inglés, con los nazi, con las autoridades de países neutrales y con mares turbulentos y navíos que se caían a pedazos.

Como nos muestra la serie, Rabinovitz debe saber recolectar colaboradores, judíos y gentiles, crear redes para contrabandear su preciosa carga, y lidiar con los caprichos y miedos de esta. Sus vidas estaban en constante peligro y sin embargo sabemos tan poco sobre ellos. Es un mérito de la novela y serie que nos hagan conocer este capítulo olvidado del heroísmo judío.

El ultimo personaje ni siquiera es judío, pero da su vida por ellos. Al comienzo de “The Winds of War”, Leslie Slote es un personaje irritante, un ejemplo del entitlement. Diplomático de carrera, graduado de la Ivy League, hijo de familia prominente, ama a Natalie, pero no lo suficiente para arriesgar su futuro cargando con una esposa judía. Slote representa el antisemitismo solapado de la clase alta estadounidense de fines de los 30.



En la Campaña de Polonia pierde toda esa seguridad condescendiente con la que busca apabullar a Byron, cuando pierde el coraje bajo las bombas alemanas. Aunque se redime en el episodio de las salida de diplomáticos de la Varsovia, Slote ha perdido atractivo para Natalie. No es el “hombre de acción” que ella busca.

Al final de “The Winds of War”, Slote está en Moscú y recibe la visita de Berel Jastrow quien le proporciona fotografías de las atrocidades nazis. El Departamento de Estado estadounidense no se interesa por las fotos. Slote toma una decisión audaz y envía el material al New York Times. El periódico lo publica en algún lugar perdido de su inmenso caudal de páginas.

Quienes si lo leen son los superiores de Leslie Slote quien es degradado y enviado a un oscuro puesto en el consulado de Berna. Es en Suiza donde Slote comienza a vivir su propio cuento al ser contactado por el millonario judío Samuel Ascher, su enigmática hija Selma y su invitado el Padre Martin, un sacerdote germano, miembro de la resistencia alemana.



Es el Padre Martin quien proporciona al diplomático documentos sobre la Conferencia de Wansee y la Solución Final. Los jefes de Slote no creen en ellos y exigen mayores pruebas. En camino a dárselas a Slote, el sacerdote es asesinado. Los Ascher deciden abandonar Europa y refugiarse en USA.



Entretanto, Slote ha seguido entrevistándose con Selma. Al comienzo, se acerca ella porque le recuerda a Natalie, pero pronto se da cuenta que son muy diferentes. Intercambian besos, parecen estar enamorados, pero Selma le explica que va camino a Nueva York a casarse. Siguiendo las antiguas tradiciones ha permitido que su padre le arregle un matrimonio con un joven ortodoxo. No es lo que su corazón le dicta, pero si su conciencia. Es lo que debe hacer una buena judía en ese momento.




Será la influencia de estas dos mujeres las que establezcan el camino de Leslie Slote en el futuro. Es convocado por Washington para colaborar con un “departamento” que supuestamente se ocupará de la ‘cuestión judía”. Slote se da cuenta que se trata de una operación decorativa y los que están a cargo son tan antisemitas como los nazis. Renuncia a su empleo y se enrola en la OSS (Oficina de Servicios Estratégicos) donde es entrenado para operaciones de comandos. Es lanzado en paracaídas sobre Bretaña en 1944 y muere en una escaramuza en contra de los alemanes.

En mi repaso por “Recuerdos de guerra” encuentro que son los arcos de estos héroes los que más hacen atractiva la serie. A diferencia de lo que me ocurrió con mi vistazo “moderno” de “Vientos de Guerra”, no me enganchan ni los romances ni los relaciones personales. En su afán de ganar una guerra y recorrer el mundo para lograrlo, los personajes se han vuelto acartonados e incomprensibles como en el caso de Rhoda.

Obvio que esto no se aplica a la saga/ordalía de los Jastrow, pero reitero su historia no sería tan pasmosa si no se entrecruzara con la de Berel, Rabinovitz y hasta con la de Slote. Mi conclusión es que tal vez la trama funcionaria mejor si solo se enfocara en los aspectos europeos. Aun así, para quien no la haya visto, es un espectáculo fascinante y para los lectores de la obra de Wouk es un homenaje al texto en su recreación total, lo que paradójicamente es la gran falla de la serie y también su mayor mérito.

La pregunta del millón sigue siendo cómo se la puede refritear. ¿Qué solución ofrecen ustedes y que actores les gustaría que interpretaran a los protagonistas de esta obra?

 

 

 

jueves, 15 de abril de 2021

The Winds of War: Television del Ayer



 




Hace años que quería hablar de esta miniserie que ya había mencionado en otras entradas. Aun hoy es consideradatanto la serie como el libro que la inspirócomo una joya de la televisión y la mayor exponente del subgénero que representa. Sin embargo, el motivo que me lleva a invitarlos a verla (está en castellano en YT) es la amenaza de Seth McFarlane, hecha en agosto del 2020, de que estaba en planes de refritear Vientos de Guerra, algo totalmente inconcebible.

“The Winds of War” es una serie “blanca”, no hay manera de hacerla diversa. Si lo hacen traicionarán toda la esencia de la obra y no conseguirán mejorarla. Ya vimos que aun metiéndole personajes gay y de color (y ningún judío) no pudieron evitar que ‘World on Fire” no pasara de ser una ca….a con patas.  Pero si se llega a refritear la novela de Herman Wouk, se va a parecer muy poco al libro. En lo que sucede entonces es fundamental ver y comentar la original e inigualable versión de 1983.

En 1971, Herman Wouk era considerado un autor más que respetable. Ganador del Premio Pulitzer, su El Motín del Caine, que el mismo había adaptado a pieza teatral, lo había convertido en autor de una serie de superventas. Lo que no se sabía es que de fines de los 50, en la cúspide de la fama, había estado laborando en un proyecto masivo que requería de inmensas dedicación e investigación histórica.



En 1971, salía al mercado este mamotreto que muchos consideran la gran novela estadounidense de la Segunda Guerra Mundial. Hay quien la ha tildado de ser la “Guerra y la Paz de la Segunda Guerra Mundial”.  A diferencia de otras obras que se cifran solo en un evento o un escenario en particular, Vientos de Guerra cubre todos los frentes y todos los eventos importantes tanto de Europa como en el Pacifico. Para eso Wouk creó dos familias: los WASPS (White Anglo-Saxon Protestants) Henry y los judíos Jastrow.

Son los miembros de esas familias los que serán testigos, participantes y victimas de muchos de estos sucesos que cubren desde la persecución de los judíos en Alemania hasta el bombardeo de Pearl Harbor. Para ampliar la perspectiva, Woulk se inventó unos diarios escritos por Armin von Roon, un junker de la vieja escuela que es general de la Wehrmacht.  Así tenemos diferentes puntos de vista que nos ilustran sobre el conflicto.

            Comandante Henry y General von Roon , ambos de paisano

A pesar de sus 900 páginas, el libro fue un éxito llegando al #1 de la lista del New York Times y permaneciendo entre los diez primeros lugares por más de un año. Aunque los críticos lo consideraron un autor de superventas que gustaba de temas judíos, y lo colocaban entre Chaim Potok y Leon Uris, el tiempo ha probado su miopía y otorgado a Wouk lo que sus lectores siempre reconocieron, su genio literario y los méritos que hacen a esta obra épica un clásico.

Desde el momento en que el libro se volvió un bestseller que la televisión (era imposible condensarlo en un formato de cine) andaba tras Herman Wouk. Al autor no le parecía. No estaba contento con las anteriores adaptaciones de sus obras. Finalmente, la ABC lo convenció, pero Wouk exigió ser él quien escribiese el libreto.

Entre Soap Opera y Docudrama

La ABC andaba tras otra mega exitosa miniserie como lo había sido su “Raices” en 1977. Pero a comienzos de los 80, la emisora era famosa por sus soap operas: “General Hospital” en la tarde y “Dinastía” en el prime time. La idea era que su público se volcase a los aspectos más telenoveleros de Vientos de Guerra (los romances, el drama familiar, etc.). Para eso contrataron a Dan Curtis para que la produjera y dirigiera. Curtis, conocido por sus películas de terror, se había hecho rico y famoso gracias a “Sombras Tenebrosas”, la primera soap opera de tema sobrenatural.

                                            Dan Curtis



Sin embargo, Curtis recientemente había tenido éxito con dos películas hechas para televisión: “When Every Day was Fourth of July” y “The Long Days of Summer” que giraban en tono a una familia judía en el Connecticut de la Depresión. Esa fue la carta de recomendación de Curtis para escribir el drama bélico- romántico-familiar que esperaba la ABC. Solo que no contaban con Herman Wouk.

Al comienzo, Wouk trabajó hombro con hombro con quien había adaptado exitosamente el libro de Robert Graves Yo, Claudio para la BBC. Lamentablemente Jarman falleció, dejándole todo el trabajo a Wouk. El seria enteramente responsable de la historia y diría más tarde que, con la excepción de la escena en una taberna portuguesa donde Byron Henry noquea a un espía alemán, nadie interfirió en su trabajo ni le exigió cambios.

Wouk estaba particularmente empeñado en conservar sus ideas filosóficas sobre la guerra. Con ese propósito en mente se le ocurrió aumentar la presencia del General von Roon (Jeremy Kemp), haciéndolo conocer a los Henry en el barco rumbo a Alemania y estableciendo desde ya una relación con “Pug” Henry. Además, integró a la serie reuniones del alto mando hitleriano y aliado, filmes de archivo, y hasta un narrador.



Esto le dio a la serie un aire de lo que hoy conocemos como “docudrama”.  En su momento, me chocó, por inaudito y porque me daba información que ya sabía. Pero ahora que están de moda los docudramas, y más si evitan que el auditorio deba correr a la Wikipedia o quedarse en babia porque sabe cero de la Segunda Guerra Mundial, resulta ser un formato efectivo y utilísimo.

La Gran Familia Estadounidense

Hora es de contar de que se trata esta épica saga familiar. Victor “Pug” Henry (Robert Mitchum), es un comandante de la reserva naval de los Estados Unidos. Tras servir honrosamente durante la Gran Guerra y un periodo en Las Filipinas (entonces colonia americana), Pug lleva años varado en la playa soñando con volver a comandar un barco, sobre todo porque presiente que se acerca una nueva guerra.

La gran oportunidad de Pug llega en la primavera del ’39, cuando lo nombran agregado naval en Berlín. La serie (tras una introducción tipo documental) inicia con los Henry abordando el Bremen que los llevará al Tercer Reich. Rhoda Henry (Polly Bergen) es una típica esposa de marino, sufrida, acostumbrada a vivir estrechamente y en sitios olvidados de D-s. Aunque en la serie no nos cuenta ha sobrellevado tragedias familiares (la muerte de una hija, principio de alcoholismo del marido).  Rhoda está agotada. todavía es de buen ver y para ella este viaje a Europa representa la oportunidad de llevar una vida glamorosa y divertida. Eso la hará, a ratos, ciega a la situación política de Alemania.

                                             Rhoda y Victor Henry

Desde que Pug embarca y hace amistades a bordo incluyendo al General von Roon, y al conocido periodista británico Alastair “Talky” Tudsbury se va enterando que Alemania es un polvorín, un lugar belicoso y peligroso, y que la invasión de Polonia es cuestión de meses. Talky es acompañado a todas partes por su hija soltera Pamela (Victoria Tennant) quien hace amistad con el comandante Henry a pesar de que los separan más de veinte años de diferencia.

     
                          von Roon, Pamela y Pug a bordo del Bremen

A pesar de que Rhoda hace buenas migas con la sociedad nazi, incluso intercambia palabras con el Fuhrer, los Henry sienten que la atmosfera es opresiva. La casa donde viven (que se las consiguió Hitler) pertenece a una familia judía obligada a abandonarla y aceptar una renta muy inferior a lo que se cobraría por esa propiedad si perteneciese a un alemán. Pug nota que están siempre bajo vigilancia, hasta sus sirvientes son infiltrados de la Gestapo, pero lo peor es la certeza de que todo el país se está armando para una nueva conflagración.

En un informe a Washington, Pug se atreve a conjeturar que antes de invadir Polonia, Alemania hará un trato con la Unión Soviética. Cuando se concreta el Pacto Molotov, Pug es convocado a la Casa Blanca. Su sagacidad ha impresionado al Presidente Roosevelt (Ralph Bellamy) quien, admirado ante la integridad y buen juicio del marino, hace que lo promuevan a capitán y lo convierte en su enviado especial.

Así Pug será parte de una comitiva italoamericana que busca que Hitler abandone sus proyectos bélicos; es testigo del Blitz londinense; sobrevuela Berlín en una misión de bombardeo de la RAF; asiste a la firma de la Carta del Atlántico y hasta hace un discurso ante Stalin en el frente de Moscú. El fin de la miniserie encuentra a Pug en Hawái a punto de tomar el mando del barco California.

                                           Pug en Moscu

Pug y Rhoda tienen tres hijos. Dos de los cuales vienen a despedirlos al Bremen. Warren (Ben Murphy) es un piloto naval, un poco mujeriego y despreocupado. En el transcurso de la miniserie se casa con Janice, la hija de un senador, tienen un bebé, y se instalan en Pearl Harbor.

                             Los Henry, rumbo a Alemania, sn despedidos por sus hijos

La menor de los Henry es Madeleine (Lisa Eilbacher) una adolescente en su primer año de universidad. Aprovechando que sus padres están en Europa, Madeleine se va a Nueva York, consigue un empleo en una radioemisora e inicia un romance con su jefe casado.

El ausente en la despedida de los padres es Byron (Jan-Michael Vincent), el hijo del medio, el mimado de Rhoda, el que constantemente choca con el padre. Byron es desobligado y perezoso. Apenas ha podido pasar un curso en la marina y apenas ha conseguido graduarse de Columbia. Con el pretexto de sacar un posgrado en historia del arte, anda vagando por Europa. Gracias a la recomendación de un maestro, Byron consigue empleo con el renombrado escritor Aaron “A.J” Jastrow (John Houseman) en Siena.

Es en casa de Jastrow que Byron conoce y se enamora de Natalie Jastrow (Ali McGraw) quien funge como secretaria de su tío. A sus 28 años (cinco más que Byron) Natalie califica para ser apodada una JAP (Jewish American Princess) típica, pero equilibra su petulancia un título de Radcliff, un posgrado de la Sorbona, y el que sea erudita y mundana.



En sus días en Paris, Natalie ha entablado una relación con el diplomático Leslie Slote (David Dukes) y sueña con ser su mujer. Slote es consciente de que el servicio diplomático es reacio a aceptar esposas judías. Esto se traduce en Natalie persiguiéndolo y acosándolo “de una manera impropia en una dama” como lo describe su tío. Slote está en Varsovia y Natalie quiere ir a verlo. Su oportunidad se presenta en una carta de Berel Jastrow, primo del padre de Natalie y de AJ, invitándolos a la boda de su hijo.

    Byron y Lesley Slote

Aunque ni los conoce, Natalie insiste en asistir y para tranquilizar a A.J, Byron se ofrece a acompañarla. Es el final del verano de 1939 y Slote no está nada de contento de recibir a los viajeros en Varsovia.  Se espera un ataque alemán en cualquier momento. Slote y Natalie tienen una discusión. A espaldas del diplomático, Natalie se escapa al pueblo fronterizo donde vive su primo y arrastra a Byron con ella.

Berel Jastrow (Topol) es un tipo simpático que los recibe con mucha alegría y cariño. Los invita a hospedarse en el pueblo, pero esa estadía idílica en un típico shtetl (aldea judía) es interrumpida por la invasión nazi. Byron y Natalie tienen pasajes de tren a Varsovia, pero prefieren dárselos a la esposa de Berel y a su hija pequeña. Ellos emprenden el viaje a la capital en el auto de Berel en compañía de este y de los recién casados.


Viven cien peripecias desde un bombardeo de Stukas que hiere levemente a Byron hasta un encuentro con soldados polacos que quieren requisar el automóvil y acaban robándole el pasaporte al americano. Por fin llegan a Varsovia. Berel se despide mandándole un mensaje a su primo “Lej Leja” que en hebreo quiere decir “¡ándate!”  Es un mensaje que Aaron Jastrow se niega a seguir y por el resto de la miniserie se ven los esfuerzos de Natalie, Slote, Byron y hasta de FDR de sacarlo de Europa sin que el profesor muestre nunca muchos deseos de irse.

Lo peor es que Natalie se rehúsa a abandonarlo y queda con su tío a la deriva en un continente en llamas. Entremedio, Byron regresa a los Estados Unidos y se une a la marina acabando como un oficial a bordo de un submarino. Logra tener un breve encuentro con Natalie en Lisboa donde se casan y procrean un hijo. El final de la serie tiene a los tres machos Henry en Pearl Harbor bajo las bombas japonesas, mientras al otro lado del mundo Aaron, Natalie y el pequeño Louis han quedado atrapados en una Italia ahora en guerra con los Estados Unidos.

La Serie Más vista de la Historia

“Winds of War” debutó en nuestras pantallas en febrero de 1983. Lo recuerdo porque Mi Ma estaba hospitalizada. Tras el horario de visitas, mi padre y yo regresábamos a la casa, comíamos, y nos poníamos a ver la serie. Mi padre era devoto del libro y tuvo sentimientos encontrados con la adaptación. También los tuvo la crítica, pero principalmente por el reparto que es lo único que afea la serie, pero ya hablaré de ello. Mas allá de la crítica, el público abrazó la serie. Con 140 mil espectadores fue catalogada (por mucho tiempo) como la serie más vista de la historia.



Vale recordar que esos eran días pre-streaming, pre DBox, pre VCR, si te perdías un capítulo no lo podías ver en ningún otro lado. Así que los estadounidenses fuimos audiencia cautiva por una semana. Aunque ya estábamos acostumbrados a series épicas (“Roots”, “Holocaust”) esta nos impactó por su estilo semi documental y sus efectos especiales que, aunque hoy nos puedan parecer chapuceros, entonces eran lo máximo. Vale recordar que el presupuesto de $40 millones era el más alto nunca gastado en la historia de la televisión.

Aunque hoy hay ciertas escenas del bombardeo de Pearl Harbor que me parecen risibles (en la ABC se robaron unas filmaciones de “Tora, Tora, Tora”), la descripción de la invasión de Polonia sigue siendo la mejor en dramatizados. Cuando la comparo con escenas parecidas de “World on Fire” me doy cuenta de la seriedad y profesionalismo que le imprimieron en “Winds of War” y que consiguen la dosis exacta de dramatismo y realismo (nada de tanques ingleses en suelo polaco). Sin contar con su superioridad en solidez argumental y caracterización de personajes.



En la Vieja Viena se filmaron las escenas en Berlín, unas calles de Múnich se convirtieron en Zúrich, pero cuando se grababan escenas de Berchstesgaden se consiguió permiso para filmar en el mero Nido de Águilas del Fuhrer. Las locaciones en Italia e Inglaterra fueron filmadas en esos países, incluyendo las del Palio de Siena. Se filmó en Washington, New York y Miami, pero en la costa californiana se crearon escenarios que pretenderían ser Hawái y las Filipinas. Diferentes localidades croatas se convirtieron en Polonia y Rusia y creo que fue en Rijeka (Fiume) donde se recreó la antigua Lisboa.

Revisando las largas listas de crédito veo que no hubo muchas mujeres involucradas en aspectos técnicos (casi todas eran “asistentes”), pero si descollaron en aspectos como el diseño de modas (el vestuario es verídico y hermoso), maquillaje y peinado. Este último estuvo a cargo de la famosa estilista chicana de Beverly Hills, Silvia Abascal.



Ese Desafortunado Elenco

La gran protesta de todos, desde Herman Wouk hasta Servidora, se debió al elenco. Hubo muchas quejas por parte de los puristas de que Pug Henry era cincuentón, bajito y compacto. En cambio, Robert Mitchum contaba 65 años, media 1.83 de estatura, y todavía acarreaba un aura de galán de Hollywood. ¿Van a creer que querían a Edward Asner para el rol?

A mí me encanta Mitchum porque aporta a su personaje la estolidez, la estoicidad y hasta la impasibilidad que Wouk nos dice eran las características principales del protagonista de Vientos de Guerra. El que sea alto, tenga esa famosa mirada entornada (que Bob siempre adjudicó a su alcoholismo), y que todavía conserve ese sex appeal que demostró en Noirs y Westerns de los 50, no me molesta, hace más creíble su intenso romance del que ya hablaré.

A mí siempre me cayó mal John Houseman en la piel de Aaron Jastrow, pero es que el personaje es arrogante y desaprensivo. El caso de Jan Michael Vincent me mortificaba más, pero creo que no tanto como al pobre Dan Curtis. Si Mitchum era un borracho profesional, Jan Michael era un borracho poco profesional. Si Mitchum sabia controlar su alcoholismo y cumplir con su trabajo, JMV llegaba atrasado, no se comportaba, atrasaba la producción y exasperaba a todo el mundo. Sin embargo, en mirada retrospectiva, concuerdo con el Gato Steven Zorn, que Vincent supo capturar la esencia de Byron (que no es ni héroe ni alter ego del autor):  un chico perezoso, impulsivo, quejoso que actúa como millennial cuando los Millenials estaban en pañales.



El caso de Ali McGraw es menos excusable. Hasta Wouk tuvo reparos con ella porque no se parecía en nada a como él se había imaginado a su heroína. Natalie es una expatriada americana de 28 años, muy cosmopolita, instruida y arrogante. Físicamente, Natalie tiene el cabello oscuro y a los ojos nazis es evidentemente judía. Aunque entonces Ali no sabía (o no quiso contar) que su madre era una judía húngara que siempre ocultó sus orígenes raciales a su familia, no tenía tipo semita.

Me da tristeza ver que en todas las reseñas de “The Winds of War” hay quejas por la inclusión de McGraw en el elenco. Fue una imposición de Dan Curtis que, como media población masculina de Estados Unidos se había enamorado de la actriz en “Love Story”. Pero habían pasado doce años. A sus 30 años, Ali había logrado hacernos creer que era Jenny, la italianita pobre que se casa con el niño rico y muere de leucemia en sus brazos. Pero a sus 43 primaveras, Ali insistía en actuar como si fuera Jenny y no le quedaba porque se veía mayor que su verdadera edad. Tenía arrugas hasta en la nariz.



Del cuello, para bajo, Ali se veía estupenda, pero era en close up que daba agruras. Tal vez para que se viese más morena la metieron en un solárium o tal vez incurrieron en el pecado del blackfacing, aplicándole maquillaje oscuro. Lo que fuera, se veía rara, como de un pigmento alterado, o como si tuviese la cara sucia. Para colmo, el anacrónico labial beige le creaba una sombra sobre el labio superior que hacía parecer que tenía bigotes.

Peor aún era su actividad histriónica. Cuando el libreto exigía que Natalie fuese coqueta y atrevida, Ali parecía mordaz y estridente. Aparte que el personaje le salió berrinchuda, vivía quejándose o dando alaridos. Ahora tuve que bajar el volumen varias veces en las escenas de Natalie.

El que Natalie fuese un personaje sin gran simpatía me arruinó su romance con Byron. Incluso en el libro es poco creíble y no porque no aceptemos que Byron se obsesiona hasta el punto de convertirse en stalker, siguiendo a Natalie por toda la casa, espiándola cuando cree que no lo ve, comiéndose una fruta (en el libro) que ella ha dejado mascada. Este nivel obsesivo hoy resultaría siniestro, pero entonces a lo más daba risa. Ciertamente para Natalie, Byron es un personaje chistoso incapaz de borrar de su corazón al diplomático Lesley Slote.



Las cosas cambian en Polonia. Lesley pierde el coraje durante un bombardeo lo que provoca el desprecio infantil de Natalie. A pesar de que Slote se redime en un enfrentamiento con los alemanes (uno de los momentos cumbre de la serie), Natalie rechaza la inoportuna petición de matrimonio del diplomático.

Es entonces que Natalie le anuncia a Byron que se ha enamorado de él. Solo que unos meses más tarde, en Miami para la boda de Warren, Natalie cae en cuenta que Los Henry aceptan a regañadientes que Byron se case con una judía. Su estrambótica reacción es volver a Europa y junto a Slote, intentar sacar a AJ de Italia.

                            Los Henry conocen a su futura nuera

Uno queda con la impresión (es más patente en War and Remembrace) que Wouk no da un peso por la relación entre Byron y Natalie, y que solo puede mantenerla a flote separándolos constantemente. Aun así, para los propósitos de su argumento, libro y serie unen a esta pareja y la legalizan en Portugal dándoles el tiempo necesario para que encargar un hijo que será un lastre constante y el propulsor de las malas decisiones de Natalie.

El único que creía en este romance era Dan Curtis, eterno enamorado de Ali McGraw a quien le asignó un precioso vestuario, cortesía de, otra mujer involucrada en esta épica producción. También Curtis solicitó del músico Bob Cobert un tema especial para Natalie que será el tema de la serie.



Romances Bélicos

A pesar de la insistencia en convertir “Winds of War” en una soap opera bélica, Curtis no tenía mucho material romántico. Warner y Janice son los perfectos (albeit sosos) Señor y Señora America, se ven bonitos como poster de reclutamiento para la marina estadounidense, pero no tienen mucha profundidad como pareja.

En esta revisión, tal vez por mi edad, si les he creído el romance a Rhoda y a Palmer Henry. Un romance bastante polémico en el libro. Debido al trabajo de Pug, Rhoda debe pasarse mucho tiempo en Berlín. Acoplada a su soledad en un país extraño, está la desconfianza natural que tiene por los alemanes y sobre todo por los nazis. Agreguémosle que tantos años de matrimonio, donde más ha tenido que luchar para mantener a flote su hogar que de gozar de su familia, la tienen al borde de la depresión. Entra en escena, Palmer Kirby (Peter Graves), un científico alto, guapo y bien conservado. Está en Alemania observando/espiando los adelantos nazis en física nuclear.

                                           Rhoda y Palmer Kirby

Se entiende que KIrby está involucrado en el Proyecto Manhattan que crearía la primera bomba atómica. En medio de su misión comienza a visitar (con beneplácito de Pug) a Rhoda aun en ausencia de su marido. Antes de regresar a Estados Unidos, en una emotiva despedida en el aeropuerto, Rhoda y Palmer se confiesan su amor.

Me divirtió ver a Polly Bergen (bella y desaprovechada actriz en su juventud) emparejada con Mitchum quien en” Cape Fear”la originalera su violador. Bergen que había dejado la actuación para manejar una exitosa firma de cosméticos, se había conservado muy bien, tenía una figura estupenda y le otorgaron el mejor vestuario de la serie (cortesía de Heidi Wujek).

                                  Polly Bergen y Bob Mitchum en "Cape Fear"

Su química con el Señor Phelps de “Misión Imposible” puede no ser detectada por un público joven, pero a mi edad me es evidente. Polly Bergen fue la única actriz del reparto en ser nominada para un Emmy. Y se lo merecía, más que Dame Jean Simmons que se lo quitó (se lo ganó por “El Pájaro Espino”).

He dejado para el final el romance más “romántico” de la serie, el que me ha impactado más que cuando los conocí, aunque en el libro es igual de intenso. Me refiero a Pug Y Pamela Tudsbury. Esa es otra razón para que no la hagan de nuevo. ¿Como van a hacernos creíble un romance mayo-diciembre si eso solo provoca ascos entre Millenials y Zetas (y más de algún X)?



Por suerte cuando el libro fue publicado (en 1979) y convertido en miniserie en los 80, la cultura popular no nos obligaba a abrazar prejuicios tan absurdos. Cuando yo llegué a la edad de Pamela y me enamoré de un hombre veintitantos años mayor que yo, descubrí que ese tipo de relación puede funcionar siempre y cuando los contrincantes sean maduros y sensatos. Lamentablemente yo no lo era, pero Pamela sí. Tal vez más que Pug que se deja querer y actúa como si fuera ella la que lleva la batuta en ese romance.



Pamela es mucho más centrada que su amiga Natalie, con quien compartió piso en Paris. A diferencia de Natalie, Pam (la serie no nos lo dice, pero viene huyendo de un affaire con un golpeador infiel) es menos caprichosa y mimada. Se la ha pasado cuidando a su padre y trotando por el mundo tras de él. El egoísmo de Talky Tudsbury con su hija explica que ella sea tan sufrida y poco exigente. La diferencia de edad aquí funciona favor de Pug. Pam lo da todo y pide poco, está siempre dispuesta, lo rejuvenece y le da algo por que vivir. Como sus esporádicos encuentros, siempre ocurren bajo las bombas alemanas, el amor de Pug y Pam es como un canto a la vida.

Creo que ya lo he dicho todo, lo bueno y lo malo de la serie. Es un esfuerzo loable el de adaptar un libro tan complejo que ya en si es un esfuerzo loable de construir un evento histórico tratando de crear personajes que vivan cada experiencia en diferentes puntos cardinales. Viendo la secuela de esa monumental serie “Recuerdos de Guerra”, me doy cuenta de lo difícil que fue seguir tenido personajes claves como testigos de la Segunda Guerra Mundial. De esa secuela les hablaré, D-s mediante, la próxima vez. Entretanto los animo a ver “Winds of War” (o leer el libro).