Octubre mes de vendimia,
mes de cosecha. No parece eufemístico aplicar esa sensación de abundancia y
sabores a las series de televisión, puesto que en Netflix se han esmerado en
traer una biblioteca muy variada a nuestras pantallas este otoño. No todo es
bueno, pero merece ser reseñado.
Opté por no ver
algunas de las series de época, más que nada por falta de tiempo. “Rebecca” se
veía buena, pero no me atrajo. El Gato Rafael alabó sus méritos, la Reina
Estelwen me señaló sus falencias y con lo que vi en clip me bastó para saber
que tenían razón. El caso de “The Queen’s Gambit” es diferente. La Gatita
Lorena finalmente me convenció de verla, pero no la he acabado por lo que la
reseñaré, D-s mediante, por separado.
Oktoberfest
Tal vez debí
efectuar ese mismo espíritu de selección al ver “Oktoberfest”, que comenzó el
primer día de octubre. Se trata de una serie alemana sobre las guerras
cerveceras del Múnich de fin de siecle. Aunque nos lo vendan como
“basada en hechos reales” no lo es. Hubo en La Belle Epoque un conflicto entre
gente que quería modernizar la industria cervecera y los más tradicionales.
Aquí la han convertido en una batalla entre un gánster y un cervecero rebelde y
sus hijos Hasta se han traído al Armenio de “Babylon Berlin” que busca convencer
con chantajes y asesinatos a los que no quieren seguir sus métodos.
Es una historia
violenta, gory, que pretende parecerse a “Peaky Blinders” y no lo consigue.
Entremedio han metido un tedioso romance Romeo y Julieta que no convence a nadie.
A pesar de su sangre y tripas, la historia nunca atrapa.
Los Bárbaros
Me puse a ver
otra serie alemana histórica y concuerdo con quienes la encuentran muy buena,
muy bien hecha, visualmente impresionante. Me dice que quiere ser “Vikingos”.
Me dicen que es mejor que “Vikingos”, me da igual. Lo realmente y trascendental
de “Barbarians” es que se trata de un hito histórico de la televisión germana.
La primera vez en más de medio siglo en que se ha podido dramatizar La Batalla
de; Bosque de Teutoburgo. Las razones para que se prohibieran tal dramatizado
anteriormente son las mismas que me impiden apreciar “Los Barbaros”.
Antes que todo,
hay un poco de presentismo tanto en la serie, como en las impresiones de
quienes la han disfrutado, y están equivocados. Para quienes quieren ver en el
pasado reflejos del presente, las legiones romanas son las villanas del cuento.
Se las ve como un alter ego de los países colonialistas, como Invasores imperialistas.
Algo de eso hay, pero si le preguntan a alguno de esos críos radicales que se
han vuelto los historiadores de la Era del Twitter te dirán que los romanos
eran “blancos privilegiados”.
Si bien es cierto
que en la clase patricia romana se gozaba de un cierto grado de progreso que
pasaba por privilegio, tanto patricios como el hoi polloi eran mediterráneos
de cabello y ojos oscuros con pieles tostadas por el sol italiano. Los
blanquitos aquí eran los barbaros. Yo me siento heredera del mundo romano, y no
solo por mi sangre italiana, sino por el idioma que hablo, por el sistema legal
que heredamos de ellos, hasta por su hidráulica.
Así que no me
vendan a los teutones como pobrecitos oprimidos. La historia reciente nos
demuestra lo contrario. No hablo de los
nazis, hablo del poderío alemán moderno, de como Alemania se ha convertido en
una sociedad pujante y el país más rico de Europa en este momento.
Yo supe de la
Batalla del Bosque de Teutoburgo en “Yo Claudio” en ese episodio donde el
Emperador Augusto lanza el aullido histórico: “¿Quintilius Varus, donde dejaste
mis águilas?”. Pero mi idea toxica sobre esa batalla y el pueblo germano, que
desde sus inicios andaba quemando gente, nace de Los Hermanos Oppermann, novela
que Lion Feutchwanger escribiera a comienzos del nazismo (1934).
Los Oppermann gira en torno a esta familia homónima,
tres hermanos y una hermana, y como a pesar de ser millonarios y descendientes
de generaciones de alemanes, son convertidos por los nazis en parias en su
propia tierra. La serie narra de como el nazismo afecta la vida de cada uno de
ellos.
El peor caso es el
de Bertoldo, un adolescente que sufre acoso en su escuela. El bullying viene también
de parte de los docentes. Un maestro exige que Bertoldo escriba un ensayo sobre
el espíritu germano/ario personificado por Hermann (Arminius) y su hazaña del
famoso bosque. Bertoldo se niega, es humillado públicamente, y se suicida.
Mas allá de la ficción, Hermann/Arminius fue un símbolo de la Alemania Nacionalista y del Tercer Reich. Tanto así que se prohibió la enseñanza de su historia en Alemania después de la guerra puesto que se le consideraba un símbolo del militarismo teutón.
Bárbaros vs RomanosMe parece una
exageración puesto que la Batalla de Teutoburgo es una de las más importantes
en los anales militares y marcó un punto crucial en la historia de los pueblos
germanos. Me alegro de que se haya hecho esta serie, pero en un momento en que
el nacionalismo germano y anglosajón anda levantando las zarpas de nuevo, no me
entretiene verla, aunque me caiga bien Thusnelda.
La Révolution
Esperaba menos y
recibí más. Con todos los bemoles de una historia alternativa/fantasía histórica,
“La Révolution” superó a otras producciones de época que Netflix nos trajo en
octubre. Fue un cuento original, un buen
relato de terror para el Halloween 2020.
Lo único que me provocó un poco de hastío
fueron ciertos recursos melodramáticos y mal usados, cierta dureza de los
personajes (como diría Emily en Paris. “Los franceses” son así) y una
preocupación de que alguien se vaya a creer que La Revolución Francesa fue un
mero alzamiento campesino.
Comienza como un whodunnit
histórico, el medico de pobres y de encarcelados, Albert Guillotin investiga
los misteriosos asesinatos de jovencitas campesinas cuyos cuerpos canibalizados
parecen ser víctimas de un esclavo fugitivo. En entrevistas con Oka (Doudou
Masta), el prisionero, Guillotin (Amir El Kacem) descubre no solo que es inocente,
sino que se trata de un brujo vudú.
Guillotin se empeña
en demostrar la inocencia de Oka. En el proceso vemos su historia, de cómo él y
su difunto hermano Albert (Lionel Erdogan) fueron criados por un bondadoso
sacerdote (¿un curita bueno en una serie de Netflix?). Albert fue asesinado por
el Conde de Montargis al encontrarlo en su establo sin ropa y arriba de Elise
de Montargis (Mailou Aussilloux), la primogénita de la familia.
Desde entonces, Guillotin culpa a Elise de la muerte de su hermano. Desde entonces Elise (cuyo cabello ha encanecido por la pena) vive dedicada a hacer el bien, a luchar por los pobres y desamparados. una lucha social que es apoyada por el Barón Henri de Lariboise (Pierre Andreu).
Albert y Elise
Elise y Henri son mis favoritos, porque
representan una realidad olvidada. Aunque si bien es cierto que la codicia,
poder absoluto y excesos de la aristocracia fueron los grandes culpables del
estallido social que acabó con la monarquía, muchos nobles como el Marques de
Lafayette, e incluso príncipes como Philippe-Egalite, primo del rey, apoyaron a
los revolucionarios.
Elise tiene graves
problemas domésticos. Su padre ha desaparecido y está en manos del Tío Charles
(Laurent Lukas), un individuo tan siniestro que es cruel hasta con sus hijos.
Charles quiere apoderarse de todas las tierras y fortuna de los Montargis con
ese cuento de que, en Francia, las hembras no podían heredar. Elise se las
tiene que batir sola para protegerse proteger su patrimonio y a su hermanita
Madeleine (Amelia Lacquemant).
Esta niña es un
personaje fundamental a pesar de su tierna edad y de ser sordomuda de
nacimiento. Únicamente, Elise y su fiel criada Ophelie (Coline Beal) pueden
comunicarse con ella con el lenguaje manual (inventado por el judío bórdales,
Jakob Pereire y el aragonés Juan Pablo Bonet). Lo que Madeleine no consigue
explicarles son sus premoniciones y visiones en las que recibe la visita de una
niña africana. Por eso, solo Madeleine sabe que no es hermana de Elise (aunque
son parientas ya se imaginarán como) y que a Francia se acerca algo más
peligroso que un invierno de Caminantes Blancos.
El fantasma que atormenta a Madeleine
La trama funciona
cuando se enfoca en Guillotin, su investigación detectivesca y sus experimentos
tipo NCIS Siglo de Las Luces, apoyado por la fiel Katell, la lavandera de la
prisión. Interpretada por la argentina Isabel Aimé González-Sola, Katell es
inicialmente un personaje muy atractivo, constantemente salvando de peligros a
Guillotin, y demostrando conocimientos médicos que nunca nos son explicados. Pero
a partir del tercer capítulo Katell se vuelve un personaje antipático,
traiciona a su amigo entregándolo a La Fraternidad, un grupo guerrillero
campesino que trae su propia agenda.
Guillotin descubre que La Fraternidad tiene prisionera a Elise y todo por órdenes del difunto Albert que si estaba muerto y andaba de parranda por Luisiana. Albert se ha muerto tantas veces que ya no tiene sentimientos humanos. Parece detestar a Elise y trata al hermano con indiferencia. Su único hermano es el brujo Oka a quien ha venido a rescatar.
Guillotin acepta el plan macabro de su hermano de esparcir un virus en la cárcel, propagar una plaga y en medio del pánico, rescatar a Oka. Por otro lado, la pesada Marianne (Gaia Weiss, la Börunn de “Vikingos”) lideresa de La Fraternidad exige un rescate por Elise. Son tan ignorantes q los campesinos que ni saben que Tío Charles solo desea ver a su sobrina muerta. El que se ofrece a pagar el rescate es el buen Henri. Hasta aquí llego para no contar spoilers.
La serie, a
partir del tercer episodio, diverge de un cuento médico-detectivesco a una
especie de Walking Dead dieciochesco salpicado de comentarios políticos y
rencor social. Se entiende, los zombis son nobles que, en pos de la inmortalidad,
se inyectan sangre azul que los convierte en vampiros caníbales. Y todo es una
idea de… ¡Luis XVI! Eso ya me hizo reír.
Poner al bonachón y timorato esposo de María Antonieta al frente de un cabal de
científicos locos es un poco difícil de creer.
Para quien guste
de películas de terror en marco seudo histórico y para los Walking Dead frikis “La
Révolution” es imperdible. Yo siempre prefiero que mi entretenimiento tenga su
dosis de drama y romance. Lo último no existe en esta serie y los personajes
que pudieron ser fuente de dramatismo no evolucionan. La historia acaba en un baño
de sangre, una cantidad de cabos sin atar, y una implicación de que así comenzó
La Revolución Francesa.
Es que yo sé que,
aunque nos hayan explicado que esto es terror fantástico e historia
alternativa, habrá más de un despistado que se crea que así cayó la monarquía
en Francia. No, amigos gatunos, aunque fue el absolutismo monárquico y el poder
casi ilimitado de clero e iglesia los que suscitaron el alzamiento, este fue un
fenómeno urbano. No nació del campesinado, sino de una clase burguesa,
profesional e ilustrada. No existieron detrás de la evolución sociedades
secretas rurales compuestas por el pueblo, sino logias masónicas, clubes
literarios y círculos de periodistas que convirtieron a la prensa en el Cuarto
Poder.
A pesar de lo
oprimidos (aparte de que una serie de malas cosechas los tenía al borde de la
inanición) que estaban los campesinos, no fueron ellos quien comenzaron la revolución.
Irónicamente si se alzarían, pero en contra de los revolucionarios, en zonas
donde la población era más católica y tenía mejor relación con los nobles, como
en La Vendée y Bretaña.
Reitero, si les
gustan las pelis de aventuras de zombis y son amigos del Walking Dead, no se
pueden perder “La Revolución”.
Alguien Tiene
que Morir
Yo le he estado
huyendo a Manolo Caro y a su obra. Nunca quise ver “La Casa de las Flores “y
siempre lo tomé por un Almodóvar mexicano (y Almodóvar solo hay uno). Al final, acepté el consejo del Gato Rafa y
estoy agradecida. Esta no es una sátira, sino un bien construido thriller/drama
familiar sobre el trasfondo de la represión franquista de los 50.
La historia tiene
lugar en un pueblo cercano a Madrid y casi toda la acción ocurre en un coto de
caza y la casona de Los Falcon, una familia burguesa adinerada. Todo comienza
con la llegada del único hijo de Los Falcon que ha estado viviendo con su
familia materna en México por más de diez años.
Gabino trae una
visita inesperada, Lázaro, un aspirante a bailarín de ballet. Como la familia
ya tiene una sospecha de que a Gabino le gustan los chicos, y más encima el
prejuicio en contra de los bailarines, ya se imaginarán el caldo de cabeza que
se han de hacer.
El problema es que,
en la España de Franco, la homosexualidad es un crimen y para cortarlo por lo
sano, Los Falcon deciden que Gabino se quedará en España, se hará cargo del
negocio familiar y se casará con Cayetana, hija del socio de la fábrica de
zapatos de Gregorio Falcon. Y ahí comienzan los problemas.
Alejandro Speitzer
como Gabino hace mucho mejor papel que en “Oscuro Deseo” donde solo se dedicaba
a mostrar nalgas. Carmen Maura, como siempre estupenda, como la matriarca de
los Falcón, es un ejemplo de cómo en sociedades patriarcales, una mujer puede
adquirir poder si juega las reglas bien.
Esta campeona de
tiro que oculta un oscuro secreto, se las ha arreglado para dominar a su familia
apoyándose em el dinero y la apariencia de una mujer que cumple con todos los
requisitos que su sociedad e iglesia exigen. Así expulsa Padres Nuestros con la
misma facilidad con que expulsa humo de cigarrillo.
Ester Expósito
está exquisita en el “New look” de Dior, pero su papel es igualito al que hace
en “Élite” bueno como sería la Marquesa Carla si hubiese vivido las limitaciones
de la España de la posguerra. Ernesto Alterio, en su rol de Gregorio Falcón, se
ve a ratos tan siniestro como su padre en “La Historia Oficial”.
Pero quien se
roba la serie es Cecilia Suarez, musa y comadre de Manolo Caro. Cecilia ya está
con cara de suegra, por lo que no incomoda que la pongan de madre de Gabino.
Mina es mucho más que una madre, a pesar de que será en ese rol donde destaque.
Es un personaje trágico porque como le cuenta a Lázaro llego a España hace
veinte años, se enamoró y se casó muy ilusionada, pero la guerra lo cambió
todo.
¿En qué momento,
el esposo que idolatraba se volvió en un desconocido capaz de abusar de ella
verbal, física y sexualmente? ¿En qué
momento su suegra se volvió su peor enemiga? ¿En qué momento se convirtió en prisionera en
su propio hogar, con prohibición de ir a México a ver a su familia y que cuando
se presenta en Madrid en la oficina del marido este le ordena al chofer
“llévesela a casa” como si hablase de una maleta? ¿En qué momento se ha vuelto tan nada que no
puede cumplirle a una promesa a la cocinera y que se ve tan vulnerable como las
presas políticas esclavizadas en la fábrica de zapatos del marido?
No importan las
respuestas, ni que al comienzo comparemos a Mina con los pichones que su
familia goza acribillando en competencias de tiro. Lo que importa es que, por
amor a su hijo, Mina hará lo imposible desde chantajear hasta hacerle a la
cougar.
Aunque la serie
es un thriller que solo puede tener lugar en una sociedad reprimida, lo cierto
es que la mujer casada en 1954, fuera en USA, Europa o México, tenía tan pocos
derechos como Mina en España. La homosexualidad era penada por la ley en Gran Bretaña
(y la Commonwealth), Alemania Austria, Portugal, Noruega y todo el bloque
comunista. En America era un crimen en USA, Centro America, el Caribe,
Colombia, Venezuela, Ecuador, Paraguay y Chile. Ni hablar de África y Asia.
Aunque Lerdo de
Tejada despenalizó la sodomía en México en 1871, no es como que no siguiera
existiendo un estigma social o que las parejas gays pudiesen besarse
públicamente. Y estoy segura de que habría en México chicos machistas como Carlos
y su pandilla, felices de apalear gays o de obligarlos a comer cucarachas.
No estoy
discriminando en contra de México, pero dando un panorama sociohistórico de
Occidente en 1954. Aparte que lo que me legó “Emily in Paris” es un estar
atenta a esas comparaciones tan injustas de que país es más liberal o moral que
otro.
La serie me ha encantado.
Manolo Caro debe tener en cuenta que el drama le va tan bien como la comedia. lo
único que para la próxima la haga un poquito más larga. Para gente muy sensible,
hay un par de escenas de tortura que pueden afectarlos.