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martes, 1 de noviembre de 2022

Cuando la Guerra Fría se Congeló: Decadencia de las miniseries de espionaje

 


Estoy intentando ver Kleo, la nueva serie alemana en Netflix. Todo lo que saco en claro es que la mediocridad que afecta al género de espionaje anglo se le ha contagiado al producto europeo. Lástima,  porque desde Los Sesenta que cine, televisión, y literatura,  fascinaron con sus relatos de agentes secretos y traidores vendepatrias.

Kleo no tiene pies ni cabeza. Supuestamente narra los esfuerzos de una espía de la Stasi por descubrir, a fines de la Guerra Fría, quien la traicionó. La protagonista quiere ser Villanelle, pero le faltan el  talento y la belleza de Jodie Comer más la estrambótica, pero simpática personalidad de la sicaria rusa de Killing Eve. Su único vínculo en común es que son psicópatas. En Kleo el humor es forzado, los personajes repelen, y todos son feos. Típico producto que ofrece Netflix.



Tengo entendido que, con sus problemas económicos , Netflix está obligada a comprar solo lo barato. Lo que se traduce en raspar el fondo del barril del mercado de series extranjeras. Aun así,  asombra la chabacanería y mediocridad de una serie que tiene mucho de prometedor comenzando por ser parte de un universo que siempre generaba éxito y dividendos.

El género  comenzó precisamente durante la cúspide la Guerra Fría (1949-1989) en su momento más crepuscular, Los Sesenta. En las librerías se aglomeraban las obras de John Le Carre, Len Deighton, a las que más adelante se les uniría el estadounidense Tom Clancy. Incluso autores que no eran parte del género jugarían a serlo como Leon Uris (Topaz) y Graham Green (Nuestro Hombre en la Habana).  Al lado de esos agentes lecarrianos, cínicos amargados con gabardinas raídas,  arriesgando sus vidas en callejones del Berlín Oriental, tendríamos al epitome del espía sofisticado con el Comandante Bond conocedor de mujeres y de martinis.

La popularidad del género se hizo universal al ser llevada la literatura a la pantalla en filmes hoy clásicos. Una ristra de actores-caballeros se harían famosos dando vida a ases del espionaje. Sir Alec Guinness fue Nuestro hombre en La Habana, Sir Michael Caine interpretaría un espía delincuente y proletario en La Trilogía de Harry Palmer,  y Sir Richard Burton sería el espía que vino del frio. En cuanto a James Bond sus primero interpretes fueron Sir Sean Connery y Sir Roger Moore.



Si he hablado más del modelo británico es porque fue el mejor y más exitoso. Y es precisamente donde se han notado recientemente las mayores falencias. Si los estadounidenses en este siglo han perpetuado en la televisión el modelo cliché (Panam); o fabricado una crónica histórica apoyada de un revisionismo respetuoso (The Company)  o crearon un fenómeno con su historia de una familia de agentes rusos infiltrados en la suburbios de Los Ochenta (The Americans); los británicos le van al mea colpa indebido, a la exoneración del enemigo,  y a una traición motivada por mezquinas envidias de sus aliados.

No me molesta verles el rostro humano a los espías rusos. He derramado mis lagrimitas en el cine con Bridge of Spies y The Courier. Lo que me revienta los ovarios es el “quizás nos equivocamos de aliados” o ”es que los americanos eran tan paranoicos”.  Las series inglesas poyan estos argumentos con falacias y exageraciones, cuando el solo decir que sería bueno aliarse a la órbita soviética de donde tantos querían huir,  demuestra ya poco criterio.



En cuanto a la “paranoia” gringa, sabido es que hubo infiltración soviética en las altas esferas británicas (hasta en el Palacio de Buckingham como nos lo mostró The Crown) desde los días de Reilly, el As de Espías. La sola existencia de Los 5 de Cambridge (que eran más de cinco) demuestra lo vulnerable y descuidado  que fue el Servicio Secreto Británico con su información y la seguridad de su reino.

Fueron precisamente los 5 de Cambridge los que abrieron esta era de faux revisionismo que ha afeado  al buen thriller de espionaje británico.  A pesar de que la BBC había creado excelentes adaptaciones de le Carre con Sir Alec Guinness como George Smiley, no había entrado todavía en la etapa en que La Guerra Fría fuese un pasado ni siquiera nostálgico. Seria en el 2003 que se lanzó con una dramatización de los cinco espías más famosos de la historia del Reino Unido.



A pesar de que me fascinan los Cinco de Cambridge,  sobre todo Kim Philby,  y que lo interpretaba uno de mis favoritos Toby Stephens, la serie me dejó fría. No supo explicar las razones para que cuatro miembros de una elite privilegiada aceptasen traicionar a su patria. El comunismo de los cuatro nunca se sintió patente. Tampoco el daño que causaron a su país. Ni siquiera nos quedó claro quién era el ‘quinto, a pesar de que Guy Liddell y John Caincross aparecen en los cuatro episodios.

Mas encima tenía unos anacronismos dignos de The Beauty Queen of Jerusalém como judíos siendo perseguidos y encarcelados en Viena ..¡en 1934! En general se sentía como un “blanqueamiento” de personas tan soberbias que creían hacerle un bien a Inglaterra siendo topos de los soviéticos sin percatarse del daño que provocaban. En suma, se trató de una idealización de vendepatrias descritos como “idealistas”.

                           Los verdaderos 5 de Cambridge

Esta actitud de “los americanos son malos, nosotros somos bobos, quizás los rusos sean buenos” reapareció en la irritante “The Hour” en el 2011, pero tomó vuelo en media docena de dramas de espionaje en los Cincuenta y Sesenta que nos han brindado la BBC y la ITV en los últimos cuatro año. ¿Es coincidencia que en un Reino Unido woke y radicalizado del post-Brexit se creen estas patrañas que,  aparte de colmadas de falencias históricas,  son aburridas y mal hechas? Yo entiendo que un país denuncie a su sistemas de inteligencia y que acepte responsabilidad por los actos nefastos de sus agencias gubernamentales, pero como todo en la Era de la Cancelación,  la visión del mundo del espionaje durante La Guerra Fía es totalmente maniquea.

TRAITORS

La nefasta transformación del género llegó en el 2019 con Traitors que puede verse en esa plataforma de basura que es Netflix. Emma Appleton es Fiona “Feef” Symmonds, una zorra de clase alta que descubre con pavor que la guerra ha acabado. Eso significa que su amante, Peter, un oficial americano, volverá con su esposa y ella deberá volver a su casona ancestral a vivir el tedio de ser una aristócrata rural y más encima empobrecida.



Para evitarlo Feef se consigue un empleo de archivista/secretaria en Whitehall. Esto atrae el interés de Rowe ( Michael Stulhbag de Fargo, Boardwalk Empire), el jefe de Peter quien recluta a Feef para investigar la posible presencia de un agente soviético en las altas esferas. Para eso la convence de cambiarse a la oficina dirigida por Priscilla Garrick (Keeley Hawes en una caracterización de solterona feúcha y reprimida) .



Rowe también recluta a Jackson, un chofer afroamericano harto del racismo que ha vivido en el ejército. Rowe está interesado en Hugh Fenton (Luke Treadway el Dr. Frankenstein de Penny Dreadful) un novato miembro del parlamento y empuja a Feef a seducirlo. Estos cuatro personajes se pasean por una serie tan inverosímil que insulta nuestra inteligencia. Los americanos son puercos o dementes como Rowe; los ingleses son ineptos y retorcidos (por favor, todo el episodio sobre el Mandato de Palestina es una sarta de mentiras) y los rusos, pobrecitos ellos que deben luchar contra imperialismos colonialistas y democracias corruptas.



Desde el primer instante,  sabemos que Rowe es el villano, que aparte de proteger los intereses de su país, protege los propios. Recién acabada la guerra, ya presiente la menaza de un nuevo enemigo que no atacará de frente prefiriendo la infiltración como medio de supremacía. Hay que luchar contra los rusos usando sus propias armas. Para los cercanos a Rowe,  este sufre de delirios paranoicos con los que intenta evitar el cierre de su oficina (la OSS) ahora que ya no hay conflicto y no se necesitan  agentes.

Al parecer la locura de Rowe y su fiebre antirrusa,  datan de un incidente en Bucarest tras la ocupación soviética. Un error del agente provocó una masacre de sus colaboradores. Para convencer a Feef le cuenta horrores de los rusos incluyendo la estela de violaciones masivas cometidas a su paso hasta Berlín, y durante su estadía en esa ciudad.

Yo tuve que apretar el botón de “pausa”. Es cierto que Rowe está un poco deschavetado y que es implacable en lo que concierne a conseguir sus objetivos, pero.. a) La OSS se convirtió en la CIA precisamente con conciencia de que la Unión Soviética era un enemigo cuyos movimientos debían ser vigilados; b) había topos soviéticos en casi todos los ministerios británicos y c) la violación masiva perpetrada por el Ejército Rojo es un factor histórico comprobado en base de testimonios de testigos,  victimas e incluso de los mismos rusos (recordemos el tristísimo poema de Solzhenitsin “La noche prusiana”)

A Feef le importa poco si Rowe miente o es un demente. No tiene ideales ni posturas políticas, solo quiere alejarse de su familia y vivir una gran aventura. En eso contrasta con su “objetivo”. Fenton es idealista hasta el punto de que no ve las realidades. También está un poquito loco ya que sostiene pláticas imaginarias con un camarada que murió en el Desierto de Libia.

Tan ingenuo y despegado de la realidad es Fenton que, aunque se confiesa inveterado socialista,   no excluye la posibilidad de hacerse comunista algún día. Su afán de crear una nueva Inglaterra con un estado benefactor lo hace ciego a las órdenes de sus superiores del Partido Laborista. Es incapaz de comprender que Gran Bretaña está en bancarrota y que la única manera de poder establecer ese estado soñado es con dinero yanqui.


Fenton teme que su país quede endeudado por años. No se da cuenta que ya tienen una deuda tremenda con USA. Que Roosevelt arriesgó su prestigio y su gobierno (y acortó su vida) convenciendo a una nación y congreso aislacionistas de pasar el Lend Lease Bill que proveyó al Reino Unido de material bélico.  Cuando Jarvis le dice a Rowe  “Uds (los americanos) nos están salvando” se supone que es una ironía, es una realidad y negarla es ingratitud.

A medida que Feef descubre que el espionaje no es una aventura glamorosa y que se ve presionada a cometer actos desagradables, comienza a abanderarse no solo con la Unión Jack sino también con el gobierno de Attlee. Cuando el superior de Rowe cuenta que los ministerios británicos están llenos de topos (ciertísimo, el mismo Jarvis comunica sus sospechas a un agente de MI5 llamado Kim Philby, el traidor más grande de la historia británica) Feef reacciona inconsecuentemente defendiendo las políticas sociales de la administración laborista.

Ya da risa cuando creyéndose astuta dice que la razón por la cual Estados Unidos pretende obligar al Reino Unido a acabar con su imperio colonial es porque este es  más poderoso con sus colonias. La decisión de acabar con el colonialismo británico no apareció de la nada en 1945. Churchill y Roosevelt incluyeron esa cláusula en La Carta del Atlántico (1941). El Primer Ministro Británico exigió entonces que Estados Unidos también diese la independencia a Las Filipinas.



Segundo, Feef se nos revela como una imperialista de la vieja escuela puesto que la gran mayoría del imperio quería ser independiente. Tercero, ¿qué poder representaban las colonias británicas si en menos de un mes Japón se tragó todas las del Sur de Asia, llegando hasta la frontera de la India?  y si no fuera por los americanos los japoneses se hubiesen apoderado de Australia.

Además de estúpida, irresponsable y frívola, Feef se hace más antipática por culpa de su interprete. Emma Appleton es pésima actriz. mueve la cabeza como si tuviera Parkinson, sus ojos saltones siempre están a punto de salirse de sus orbitas y en momentos de crisis solo sabe poner expresión entre aterrada o estreñida.



Lo que hace Traitors es imponer un esquema de cómo se tratará el drama de la Guerra Fría de ahora en adelante. Primera regla,  presentar a la CIA y sus equivalentes como al servicio de los americanos “millonarios quienes eligen quien debe ser el Presidente de USA”. ¿En serio? ¿Ellos eligieron a Obama, Clinton y Jimmy Carter? Segunda regla, los agentes de MI5 o son ineficientes o son más cerdos que los americanos. Tercera regla, el agente/protagonista permitirá que su vida personal guie sus pasos, desobedecerá a sus superiores,  y dejará estelas de cadáveres tras de sí o generará más problemas a sus colaboradores que a sus enemigos.  El verdadero enemigo de la felicidad de los individuos de países angloparlantes parecieran ser los servicios secretos.

SUMMER OF ROCKETS

En el mismo 2019, la televisión británica volvió a la carga con otro cuento de espionaje en la alta sociedad. Summer of Rockets es un proyecto de Stephen Poliakoff por lo tanto es más liviano y satírico que Traitors. Además, se supone que es un proyecto personal puesto que cubre una anécdota sacada de la vida familiar del autor.

Estamos en el verano de 1956, un verano londinense que se caracterizó por dos sucesos: un cohete estadounidense que nadie sabía dónde iba a aterrizar,  y el que fuese el último año en el cual las jovencitas de la alta sociedad fueron presentada a su Reina. Estos dos sucesos van a jugar parte importante en la vida de Hannah Petrukhin, una adolescente judía que está aterrorizada ante la posibilidad de que el cohete vagabundo aterrice sobre su cabeza. Mas terror le inspira la presentación en la Corte Isabelina y todo lo que conlleva ser una debutante.



Si Poliakoff hubiese cifrado su cuento en Hannah (Lily Sacofsky la Esther de Sanditon) le hubiese quedado que ni pintado por Rubens, pero como mentalmente es tan desorganizado como Servidora,  prefirió hacer un pastiche de espionaje,  conspiraciones neofascistas,  misterios familiares, etc.. El resultado es que confunde y aburre al espectador.



Se alza el telón en las famosas carreras de Ascot.  Samuel Petrukhin (Toby Stephens) de frac y chistera viene arrastrando a su familia y a su socio afroamericano también de chistera (ya parecen cocheros)  que arrastran cestas de picnic. Quieren entrar al Palco Real, les impiden el paso. Petrukhin insiste en que están invitados…. Nunca sabemos si los dejaron pasar o no, puesto que los vemos un poco más tarde despatarrados en el pasto comiendo sándwiches. Las pobres mujeres con sombrerazos (típicos de Ascot) y vestidos con falsos almidonados como era la moda,  no vienen equipadas para un picnic campestre y se ven incomodas.



Entonces el pequeño Sasha (un adorable Toby Woolf)  practica uno de los muchos actos de desaparición que hará a lo largo de la serie. Todos corren buscando a Sasha que es recuperado por Mrs. Katherine Shaw (una Keely Hawes exquisita) , una gran dama de sociedad. Katherine los presenta con su esposo que resulta ser Richard Shaw (Linus Roach), miembro del parlamento y celebre héroe de guerra.



Los Shaw simpatizan con Los Petrukhin y los incorporan a su círculo social. Esto le viene bien a Samuel que tiene una obsesión, ser parte de la elite. Hijo de un refugiado de la Rusia estalinista, Petrukhin ha hecho una fortuna moderada gracias a la creación de aparatos para gente con problemas auditivos.  Entre sus clientes se cuenta Winston Churchill y ahora la tía Mary (Dame Claire Bloom) , parienta de los Shaw.



La última invención de Petrukhin es un localizador de personas, lo que en los 80 llamábamos beepers. Esto lo hace muy atractivo a la gente que conoce en casa de los Shaw. Todo parece ir de acuerdo con los planes de Samuel, un buen hombre, pero tan esnob y pomposo que no repara en el daño que su arribismo está provocando en sus hijos. Embute al inocente Sasha en una de esas horripilante escuelas tipo Gordonstoun, donde el pequeño sufre tanto como el Rey Carlos III.

A Hannah la embarca en un curso de etiqueta, presentaciones, bailes y humillaciones constantes sin reparar que es una chica poco sociable que vive con la nariz metida en libros y periódicos y que le interesa más lo que ocurre en el mundo que aprender a hacer reverencias. Tanto Hannah como Sasha encuentran refugio en la cariñosa Kathleen que oculta un secreto. Hace cinco años de la misteriosa desaparición de su único hijo.



Todo esto ya sería suficiente para trabajar un buen argumento, pero Poliakoff no resiste la tentación de introducir el tema del espionaje. En la vida de Samuel aparecen unos extraños duendes, se dicen agentes de MI5 y lo reclutan para espiar a los Shaw y a sus amistades. A cambio le ofrecen un jugoso contrato con la Real Fuerza Aérea que está interesada en su localizador. Si se rehúsa, arruinarán su negocio que ya está bastante abollado.

Como Samuel no es espía,  y es bastante torpe, pronto lo descubre Lord Wallingdon ( Timothy Spall) , un asiduo visitante a las reuniones de los Shaw. Wallingdon le revela a Petrukhin que los agentes que lo han contactado trabajan en realidad para la Unión Soviética. Petrukhin no sabe a quién creerle: Sasha huye de la escuela, Hannah huye de la casa, Petrukhin se está enamorando de Katherine,  y su vida está en peligro.



Ya al final,  le tomé el gusto a la serie. Me caían bien Sasha y Katherine, pero el cuento de los espías a la par de inverosímil era aburrido. La tesis de Summer of Rockets es que en el Reino Unido operaba un círculo de aristócratas resentidos cuyo nacionalismo fascista era más peligroso que el comunismo. Sin negar lo peligroso de uno tampoco se puede creer que los del otro bando eran los buenos. Summer of Rockets fue muy poco apreciada por crítica y público en Inglaterra. Curiosamente ningún streaming importante ni canal estadounidense la compró. Yo ahora he podido verla gracias al Canal Roku. En Sudamerica la pasó Film&Arts.

SPYCITY

En el 2020, esta fascinación con la Guerra Fría nos trajo la insoportable SpyCity  (AMC)cuyo mayor defecto es su protagonista. Dominique Cooper es feo, trabaja mal y desde que interpretará a Ian Fleming que se cree James Bond. Ahora interpreta un personaje que se parece al Comandante Bond. El Capitán Fielding Scott es un reconocido agente de MI5 que ha caído en desgracia. Hace un par de años mató en un baño de Berlín a otro agente llamado Haldane. Nadie le cree que lo hizo en defensa propia. Su prestigio y apoyo de algunos de sus superiores le ha evitado un juicio deshonroso, pero lo tienen relegado a un trabajo de oficina.

Manfred Ziegler, un famoso científico de la Alemania del Este, quiere huir a Occidente con su esposa e hija, pero exige que su rescate sea dirigido por su amigo de la infancia, Fielding Scott. Fielding sale del cuarto de escobas y es enviado a Berlín. La defección de Ziegler es tan importante que el operativo involucra a la CIA, y a los servicios de inteligencia franceses que envían a Severine Bloch a representarlos. Madame Bloch ha sido amante de Scott y vuelve a serlo. Eso me arruinó de la serie, porque la actriz es fea, trabaja mal, anda mal vestida, el personaje es antipatiquísimo y no se entiende por qué Scott sigue con ella ya que tienen tanta química como un cocodrilo con un dinosaurio.



En Berlín, Fielding comete una serie de burradas que acaba con una masacre de la Familia Ziegler. Scott vuelve a caer en desgracia y comienza a operar sin seguir órdenes. Fielding acumula tareas, debe descubrir quien delató la defección de los ZIegler, quien estuvo detrás de la muerte de Haldane, debe encontrar al torturador nazi que mató al esposo de Severine y hasta combatir una chantajista en su oficina.

Los esfuerzos de Scott son una sarta de metedura de patas que deja una estela de cadáveres tras de él (cuatro de ellos mujeres incluyendo una nenita).  Lo extraordinario es que, a cada rato, alguien le da pistas al torpe Fielding de que se avecina una división total de Berlín que devendrá en el famoso Muro y él no le hace caso. La escena final de Fielding intentado pasar las barricadas soviéticas en un vano intento por rescatar a dos de sus ayudantes (mujeres, por supuesto)  nos deja claro que la serie aparte de misógina le hace un flaco favor a Mi5 y a sus agentes.

La CIA aporta dos agentes al cuento: uno es un ex camarada de batalla de Scott. Es gay lo que lo hace vulnerable a chantajes y acaba recibiendo una bala dirigida a Fielding. Su jefe es un inútil inofensivo al que Scott erróneamente cree ser un “topo” de la KGB. Los rusos son vistos como entes peligrosos, pero corruptos. En cambio, la Stasi es un equivalente moderno de la Gestapo y no sorprende que contraten a criminales de guerra salidos de esa organización.



IPCRESS FILE

Mucho más equilibrada les quedo a los de la ITV su adaptación del Ipcress File de la que ya he escrito una reseña. La recomendé y la sigo recomendando porque es lo mejorcito de esta extraña cosecha de espías que ya no saben para que bando deben trabajar Eso no quita que tenga sus bemoles. Lo mejor de la serie sin duda es el Mayor Dolby,  el personaje de Tom Hollander que no solo se beneficia de tan buen actor, sino que además presenta más matices que los que le diera Len Deighton.

Como en el libro y en el filme original, Dolby termina traicionando a sus superiores y a su país, pero ahora tiene un motivo fuerte: el amor. Todo lo hace para proteger a una científica rusa (Interpretada por la gran actriz checa Anna Geislerova) de la que se ha enamorado. Resulta que la buena pieza rusa es una equivalente femenino a “los agentes Romeo”. Por suerte los leales asistentes de Hollander descubren la trampa y rescatan al jefe.



Si esta fue la mejor subtrama intercalada, la peor fue la del agente de color de la CIA. Aparte que la CIA no contrataba afroamericanos en los 60 (ni judíos) resulta extraño ver a un miembro de una raza oprimida siendo tan leal a una agencia de la raza dominante ocupada en experimentos de lavado de cerebro y otras lindezas. Pero espérense tantito.  Paul Maddox es además parte de un subgrupo dentro de la Compañía que ya huele a fascismo. Lo hace motivado por el odio que siente hacia JFK (WTF?). Incomprensible con todo lo que Kennedy hizo por los Derechos Civiles.

Lo que pasa es que Paul está lleno de rencor por el abandono que el presidente hizo del comando que desembarcó en Bahía de Cochinos. A ver, paren un poquito. Lo que sé es que en ese desembarco en Cuba solo participaron exiliados cubanos, y Maddox no lo es. Lo cierto es que si hubo un mínimo de estadounidenses. Dos fueron fusilados en Pinar del Rio por las fuerzas castristas, y cuatro aviadores murieron durante el mínimo enfrentamiento aéreo. Aun así, seria menos descabellado que el personaje fuera cubano, por muy inclusivo que sea Paul.



El Drama de Espionaje en la Televisión Continental

No hay partidarismo de mi parte que motive esta nota. Solo sorpresa de que la televisión inglesa sea tan antiamericana, después de todo lo que este país ha hecho por ello y que si algo se puede decir de la población estadounidense es que,  en general,  es anglófila.

Por otro lado, me incomoda que en el esfuerzo de denigrar los servicios de inteligencia occidentales se blanqueen los defectos soviéticos o las atrocidades estalinistas. Algo que denota irresponsabilidad histórica. Como ejemplo podemos ver como el drama de la Guerra fría es puesto en escena en otras naciones.

En la excelente Shadowlines, vemos los manejos retorcidos de americanos y soviéticos en a Helsinki de Los Cincuenta. Sin embargo, la agencia finesa que protagoniza este relato no es muy diferente a ellos. Su excusa es que ellos no están usando a Finlandia como lo hacen CIA y KGB sino defendiéndola,  incluso de peligros interiores como un auge de neofascistas y un presidente impresentable.



Lo mismo en Gloria donde no se sabe quiénes son peores,  si el represivo y colonialista gobierno de Oliveira Salazar, si los estadounidenses que lo apoyan,  o si los soviéticos que buscan destruirlo. El protagonista, un producto de la elite portuguesa, ha sido reclutado como ‘topo”  para infiltrar RARET, la radio estadounidense que transmite propaganda a la Alemania del Este.

Joao nos cae mal, vive utilizando gente , sobre todo mujeres, muchas de las cuales pierden la vida o quedan deshonradas por su culpa. En eso se parece a Fielding Scott.  Vemos que los agentes rusos son tan torturadores como los lusitanos. En cambio, los americanos son más decentes. No importa mucho porque al final descubrimos que Joao trabaja para su beneficio y es motivado por algo sublime: el amor. Como el personaje de Tom Hollander en Ipcress File su traición se basa en lealtad a la mujer que ama. La diferencia es que el Mayor Dalby traiciona a su reina y Joao a los soviéticos.



Ni en Gloria ni en Shadowlines tenemos esa llantina incesante de sus equivalentes británicas, con quejas sobre superiores estrechos de mente y aliados que humillan con su apoyo. No hay un “los americanos son malos porque les tenemos envidia” y “quizás los rusos no sean tan malos después de todo” que resulta tan insoportable. No encontramos una equivalente en ninguna serie continental sobre la Guerra Fría ni siquiera en las alemanas.

Si bien las muchas Deutschland, El Mismo Cielo y Weisensee nos muestran como el capitalismo y el consumismo afectan negativamente a la Alemania Federal ( y a la del Este una vez se unan), no expresan un odio por los servicios de inteligencia useños como las tienen los ingleses. En Weisensee que es después de todo una soap opera aparece una visión idealizada del agente de la CIA.

En 1980, Robert, un joven estadounidense decide ayudar a Julia, una chica del Berlín Oriental,  a cruzar El Muro. El plan fracasa y ambos son arrestados. Robert es torturado por la Stasi. La embajada logra rescatarlo, pero debe abandonar suelo alemán sin enterare de lo que puede haber sucedido con Julia.

                                       Robert en manos de la Stasi
 Años más tarde, Robert descubre que Julia, tras salir de prisión, fue asesinada por Falk Kupfer, el mismo mandamás de la Stasi que lo torturó. Tras la unificación de Alemania, Robert regresa a Berlín convertido en un flamante agente de la CIA quien puede darse el lujo de chantajear a Folk que está tratando de ocultar su pasado criminal.

                              Robert agente de la CIA

La CIA también tiene representación positiva en la excelente serie húngara A Besugo. No solo sus agentes han reclutado a Adele Horvath, la estrella de Las Juventudes Comunistas. Gracias a ella llegan al disidente líder estudiantil Szava Szolt. Cuando la policía húngara se dispone a arrestarlo, Szava decide irse a America bajo el amparo de la CIA que además le ha ofrecido una operación que le salvará la vida.

                                  Szava vence a Adele en el debate.

Lástima que sea en países que fueron víctimas del comunismo,  de agentes de la KGB y de sistemas represivos locales,  los que den una imagen (no benévola que es imposible), pero menos negativa de los servicios de inteligencia americanos que la que aparece en las versiones occidentales y principalmente las hechas en suelo británico.

El tema del espionaje en la Guerra Fría reaparecerá este otoño y en el 2023. HBO esta filmando en Rumania MasterSpy, la historia de la defección del mejor agente de Ceaucescu . Entretanto el mismo canal premium nos traje desde la semana pasada, García, la nueva producción española (de MAX) que nos cuenta las aventuras de un agente secreto perfecto creado en los laboratorios franquistas en plena Guerra Fría que es descongelado en el Siglo 21. Veremos como tratan el tema y si caen en los mimos errores del producto británico.