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martes, 9 de mayo de 2023

El Que Mucho Abarca… Segunda Temporada de Perry Mason aburre con poca trama y mucho wokismo

 


Tras dos capítulos de esta segunda entrega, no sabía qué era más laborioso, si engancharme con una trama caótica o impedir que mi hermano se quedara dormido de aburrimiento. Con excelente reparto y una respetable atmosfera de época, Perry Mason sufre de un mal contagioso: libreto chapucero. Al menos ya para el segundo episodio, se sabe de qué se va a tratar este caso que el bufete Mason-Street ha tomado: el asesinato de un importante empresario del que acusan a los Hermanos Gallardo, un par de mexicanos marginales. El error es que el argumento se enfoca más en las vivencias personales de los personajes principales,  que en lo que ocurre en tribunales,  llegando a olvidarse que este es un noir legal.

Gato Rafa decía que tal vez el problema con esta serie,  lenta e inconexa,  es que se demoraron mucho en traernos una segunda parte y se perdió el hype que suscitara la Primera Temporada. Yo prefiero culpar a un libreto mediocre en donde se privilegia la diversidad antes que un cuento bien narrado.

Ya vemos eso en el primer episodio. Un Paul Drake desempleado celebra su fiesta de cumpleaños en la casa de su cuñado donde están de allegados Los Drake. Aparece Perry Mason que, cortésmente,  se queda en la calle como temeroso de acercarse a una festividad donde sería el único blanco. Clara le pregunta al marido porque no ha invitado a su ex jefe, pero Paul Drake es un personaje que representa los ideales de la nueva militancia BLM: no se Junta con los blancos, no recibe nada de los blancos, los deprecia. Finalmente,  va a la acera e interpela al abogado. Aquejado de lo que en wokismo se conoce como White Guilt (sentimiento blanco de culpa), el abogado intenta hacerle un préstamo que el ex policía rechaza.



Perry entonces le consigue un trabajo como espía y fotógrafo de Pete que ahora trabaja para el fiscal Hamilton Burger. Pete  sigue siendo mi personaje favorito porque, aunque oscuro,  es genuino. Necesita que Paul ingrese en un hotel de Perkins, un importante empresario afroamericano,  y documente con fotografías las actividades irregulares de este señor . Pues Drake descube que el empresario es un prestamista y traficante de licor (estamos en el último año de La Prohibición),  pero agrega que es buena persona ya que su dinero es empleado para ayudar a la gente de su comunidad.



Esto no impide que la Fiscalía arreste al empresario. Paul Drake monta en colera : acusa a Pete, acusa a Perry (que ni sabia en qué consistía el trabajo)  acusa al Establishment blanco de haberlo traicionado forzándolo a delatar a “uno de los míos”. . ¿A ver,  Paul Drake tiene ocho años?

Cuando aceptó el trabajo conocía las posibles consecuencias. ¿Acaso creyó que convencería a Pete  de no arrestar al empresario por ser este un pilar de la sociedad afroamericana? ¿Acaso se tomó en cuenta todo lo que Bill Cosby había hecho por su comunidad cuando lo declararon culpable? Si Perkins fuera una blanca paloma nadie lo hubiese arrestado. Por supuesto que era/es más fácil arrestar a una persona de color que a un blanco prominente y poderoso, pero eso no lo exonera de sus actividades delictivas.

Cuando Mason y Della solicitan los servicios de Drake este dice que no puede confiar en ellos y Perry humildemente concuerda en que no son dignos de confianza. Esto es tan estúpido como increíble. En medio de esa terrible Depresión, nadie iba rechazar un empleo legal y regular por militancias que desaparecen cuando no hay comida en la mesa familiar.



No sé qué sea más irritante si la acusaciones de Drake o los remordimientos de Mason. No solo es lo que ha hecho con Drake loque lo atormenta. Emily , su clienta de la primera temporada, se ha suicidado y Perry carga esa culpa innecesaria sobre sus hombros. El primer episodio lo trae borracho cayéndose de una motocicleta y yendo a llorarle a Lupe porque ha convertido la casa de sus padres en un bar.  No puedo tenerle lástima.  Le remuerde la conciencia debido a culpas que no le corresponden, pero no tiene empacho para envenenar innecesariamente a un inocente perro.



El detective-abogado llega sucio y sin afeitar a la corte y gana un caso de la manera más truculenta y aplastante, irritando a Della quien se ha pasado noches enteras preparando un alegato menos implacable, pero que no hubiese beneficiado a su cliente. Y es que, durante este periodo,  que trae a Mason en un purgatorio personal, es Della quien se ha hecho cargo del bufete. Ella es quien ha contratado una secretaria (china,  por supuesto) quien consigue clientes y los entrevista. Para ser francos, Della Street es la protagonista esta temporada, y posiblemente el personaje más interesante y mejor logrado.



Sabemos que es importante, porque se cambia cuatro veces de vestuario en cada episodio. La humilde secretaria del comienzo se ha vuelto una experta diplomática y mujer de sociedad porque consigue clientes, e información sin dejar de ser una dama. Es refinada tanto en una velada musical a la que acompaña a Hamilton Burger, como en un match de boxeo donde la lleva Anita, su nueva conquista. Increíblemente elegante es su primer encuentro con este espíritu libre inspirado por Anita Loos y eso que tiene lugar en un tocador de señoras. Aunque un estándar de la ficción gay son estos encuentros clandestinos en baños, aquí se la arreglan para hacerlo glamoroso y sensual sin que intercambien ni un apretón de manos.



Si me detengo en esta descripción porque es lo más claro en una oscurísima trama y tal vez lo único agradable,. A pesar de que hay comentarios del público que desaprueban que la recta Della le ponga los cuernos a Hazel. La famosa escena resultó un reverso del cliché, no solo porque la tensión sexual fue intensa haciendo innecesario un contacto físico, pero también porque como todo con el personaje de Juliet Rylance, fue elegante. La ropa, la conversación llena de doublé entendres y hasta la iluminación de las lamparitas del tocador con sus pantallas rosadas.



Eso aporta más  atmosfera de época que la banda sonora de jazz callejero o las visiones de una Los Ángeles poco atractiva y oscura aun a la luz del día. El problema de iluminación nos recuerda a City of Àngels con la que también comparte otra similitud: el mal uso del tema latino.

Curioso porque Tim van Patten se ha desligado de la dirección que ha caído en manos latinas: la Latinx Nina López Corrado, productora de El Mentalista, el brasileño Fernando Coímbra y mi compatriota Marily Rivas. Sin embargo, uno de los grandes problemas de esta temporada está en el libreto que ha caído en manos de Jack Amiel, autor de la infame The Knick.

Amiel y su equipo han llevado a la pantalla latinos miserables, incapaces de hablar el idioma y victimas del sistema. Aunque si bien es cierto que California tiene, hasta hoy, un récord de abusos en contra de la población hispanoparlante (que estaba ahí antes que los Anglos) cansa esta imagen de vagabundos siempre al borde de la delincuencia. Si hasta en Wednesday se describe a la Abuela Addams como una estafadora y a Tío Fester como un forajido fuera de la ley.



No soy la única descontenta con el rumbo que ha tomado la serie. Gato Rafa anunció que, si no se ponía mejor, más clara y específica,  para el cuarto capitulo,  la dejaba de ver. Mi hermano señaló que el gran problema está en un argumento incoherente cuya primera misión parece ser el espacio que ocupa cada actor en pantalla. Eso convierte a  Perry Mason en una serie de viñetas, muchas totalmente innecesarias que nos presentan personajes nuevos sin explicarnos su importancia.

Para el  tercer episodio sigo sin saber quién es Miss Lawson o porque le reventaron la cabeza a Harry Goldstein. Lo único invariable de este narración es que los ricos son sádicos perversos, que uno de ellos puede haber matado a McCutcheon, y que los pobres son oprimidos y patéticos, el más patético es , como siempre Perry Mason.



Contenido Violento o Gory: Un factor constante de la serie es que en cada episodio tendremos gore, sea un cadáver con un balazo en el ojo al final del primero;  Harry Goldstein con la cabeza prensada como una uva en el siguiente;  y en el tercero, Lidell McCutcheon le rebana la cara a un imprudente que vino a cobrarle una deuda .

Contenido Sexual y Desnudos: Curiosamente la woke Perry Mason tiene algo en común con las conservadoras series del Oeste de Taylor Sheridan. No hay sexo gráfico y muy pocos desnudos. Cuando Catherine Waterston, la nueva pareja de Perry va a su departamento por primera vez no los vemos ni besarse. Tenemos que adivinar (como en una novela victoriana) que han tenido un match en el ring de cuatro patas. En el próximo episodio los vemos en paños menores, escena muy poco atractiva. A Della y  Anita las vemos besarsevestidas con las colinas angelinas de fondo y luego Juliet Rylance se levanta totalmente desnuda de una cama para ir a encontrarse con su amante (ambas en bata) que hace Huevos Rancheros en la cocina.



Factor Feminista:  Toda la serie se centra en Della,  en su sentido común, su sentido de justicia, su lado practico y el diplomático que le permite conseguir clientes y tratar con ellos. Vemos también mujeres que surgen de la nada. Lupe que maneja su propio negocio y que es la contraparte de las vulnerables mujeres Gallardo. Anita,  espíritu libre que supera convencionalismos y tabúes para dedicarse a lo que le gusta,  y la millonaria Camilla Nyrgard que ha llegado alto sin necesidad de los hombres y que le señala a Della que no debería cargar a un lastre como lo es el temperamental Perry Mason.



Factor Diversidad: Mexicanos, negros, lesbianas, sus historias ocupan mucho tiempo en pantalla ¿pero avanzan realmente la trama? Hay una secretaria china que está ahí nada más que para llenar la cuota de asiáticos en la serie.



 

miércoles, 12 de agosto de 2020

Un Noir para el 2020: Perry Mason en HBO

 

Se llamará “Perry Mason”, pero el protagonista, es un antihéroe total que ni es abogado ni muy bueno en su trabajo de detective privado. En un homenaje a la diversidad, Paul Drake es un patrullero negro y Della Street es lesbiana. Si fueron ustedes fanáticos de las novelas de E. Stanley Gardner o de la serie de Raymond Burr, esta nueva visión de las aventuras de Perry Mason podrá resultarles extraña, pero se las recomiendo porque, a pesar de sus falencias, es bastante buena.

Un Secuestro que Acabó Mal

La acción abre en Los Ángeles en diciembre de 1931. Para quien crea que es el mismo escenario de “Cityof Ángeles”, hay que aclararle que no lo es. FDR todavía no es presidente, quien manda en Estados Unidos es el conservador e indolente Howard Hoover. El país está aún sometido a la Ley Seca, por lo que los personajes andan arrastrando sus petacas de whisky clandestinas. Han pasado menos de tres años desde el colapso de Wall Street, la economía está en la ruina, este es el peor momento de la Depresión. 1932 será el que William Manchester describirá como el año en que Estados Unidos habrá tocado fondo (rock bottom).

Es en este país donde el secuestro de niños se volverá un empleo para muchos desempleados, siendo el más famoso el rapto del hijo del famoso aviador Charles Lindbergh. Es con un secuestro parecido con el que comienza esta serie.


 Los Dodson son una familia de tenderos, gente sencilla, devotos evangélicos. Nadie entiende el motivo del secuestro de su único hijo. Curiosamente, los Dodson consiguen la poderosa cantidad exigida y se apostan en un cuarto de hotel a ver pasar a los secuestradores en un funicular. Es un alivio ver en la ventana del vehículo la carita del pequeño Charlie con sus ojitos abiertos. Tras dejar el dinero en el lugar indicado, Los Dodson corren al tranvía, pero Emily (Gayle Rankin) abraza un pequeño cadáver. Los secuestradores consiguieron hacerla creer que Charlie estaba vivo cosiéndole los parpados al bebé.


La serie no tendrá un Perry Mason abogado, pero tiene un John Lithgow que devora la pantalla como Elias Birchard (E.B.)  Jonathan. Este justiciero defensor de la ley y prestigioso veterano de batallas legales en su último caso verá su prestigio por los suelos derrumbado por una incipiente demencia y secretos del pasado que pueden destruirlo a él y a sus clientes.

En el primer episodio, E.B. es convocado por el poderoso empresario Hermann Baggerly (Robert Patrick “Terminator 2”) quien desea ayudar a Los Dodson a quienes conoce de la misa dominical. Todos son miembros del Templo de la Radiante Asamblea de D-s famoso por hospedar a la Hermana Alice McKeegan. Aunque pareciera que Sister Alice (maravillosamente interpretada por Tatiana “Orphan Black” Maslany) es un clon de la Hermana Molly, el personaje es mucho más profundo y con más agencia que la desdichada rubia interpretada por Kerry Biché en “City of Angels”.


Baggerly convoca a E.B a su mansión para discutir los pormenores de una investigación que esclarezca el secuestro y asesinato del pequeño Charlie. El abogado se presenta con sus asistentes, su secretaria Della Street (Juliet Rylance, tan pesada como siempre) y su detective privado, Perry Mason (Matthew Rhys). Aparentemente, E.B. conoció a los padres del protagonista y por eso le echa una mano ya que Mason es un caso sin remedio.


Perry Mason: Retrato de un Mediocre

La mayor critica de la audiencia ha sido el usar el nombre de un amado y sagaz abogado para encajárselo a un loser total como el interpretado por Matthew Rhys. La serie insiste en explicar que Mason, que una vez fuera un oficial del cuerpo expedicionario estadounidense, sufre de una fatiga bélica provocada por horribles sucesos ocurridos en La Batalla del Argonne.


Aun así, esos sucesos no nos parecen suficientes para explicar que el protagonista sea tan pelele, el tipo de individuo que se cae de la cama cuando tiene sexo, al que hasta los gordos le lanzan zapatazos y le atizan palizones. Divorciado, con una esposa que no quiere saber de él, con un hijito con el que apenas se comunica, Mason vive en una dilapidada granja lechera con un par de vacas que son los únicos entes vivientes que le conservan algo de respeto.



La granja es una herencia de los padres del detective. Su modo de aferrarse a ella es un punto de redención de un hombre que va a citas de trabajo con ropa manchada, que usa la morgue como oficina (y vestidor), y cuyos intentos por hacer algo provechoso acaban con un paquete devuelto por falta de estampillas o torturado con su propio revolver tras intentar chantajear a uno de los poderosos de Hollywood.

A ratos, Perry Mason y sus amigos Pete (Shea Whigham) y Virgil (Jefferson Shays) el forense, proveen relleno cómico como si fueran Los 3 Chiflados. Pero convertir a Mason en un personaje bufonesco discrepa de la impresión que la serie quiere darnos de una a mente brillante que a ratos supera sus neurosis bélica, su incipiente alcoholismo y su mediocridad, para averiguar lo que nadie más puede.


Esto no es evidente al comienzo. Si Baggerly acepta trabajar con Mason es porque el millonario desconfía hasta de la policía. Hace bien, ya que a fines del primer episodio descubrimos que Ennis (Andrew Howard), el repelente matón encargado de investigar el caso Dodson, sabe perfectamente que él bebé fue secuestrado por un par de mafiosos polacos y George Gannon (Aaron Stanford), otro feligrés de la Asamblea Radiante. Ennis se encarga de matarlos a todos e inculpar a Gannon que, gracias a las maniobras del corrupto polizonte, queda como suicida.

Para el tercer episodio, los secretos salen a flote: Matthew Dodson (Ned Corddry) es hijo ilegitimo de Baggerly y Emily Dodson era amante de Gannon. Emily es acusada de ser cómplice del secuestro de su propio hijo y vilipendiada por su marido, por el público y la prensa. Solo dos mujeres, Della y La Hermana Alice, creen en ella y luchan por probar su inocencia.



Los ocho episodios van encaminados al clímax del capítulo cinco cuando Perry Mason, como la corista de las comedias musicales, cumple su sueño de reemplazar a la Prima Donna que se ha roto una pata. En este caso es la metamorfosis del detective desaseado en flamante abogado que debe reemplazar a E. B. Para evitar spoilers, me guardo los detalles, pero es apoteósico.


Perry Mason vs Imperio del Contrabando

Ya bien adentrados en la trama, podemos explorar sus otras virtudes. Como tiene varios vínculos con “Boardwalk Empire” no puedo evitar compararlas. PM pierde, pero no por mucho. Aunque a nivel actoral ambas sacan sobresaliente, PM no posee personajes tan intensos y fascinantes como los tenía BE.

Ambas series tienen como director a Tim van Patten, a Rolin Jones como libretista, Shea Wigham descuella en ambos repartos, pero como que Robert Downey Jr. no logró darle el toque genial que Scorsese le imprimiera a su “Imperio del Contrabando”. A nivel cinematográfico, PM es oscura, sórdida, fea. Algo comprensible, puesto que se trata de una historia oscura, sórdida, fea. No que BE fuese lo contrario, pero tenía esas imágenes liricas de los bosques novojersianos, vistas soleadas de la marina de Atlantic City, y la iluminación difusa y rosácea de los casinos y cabarets y otros antros frecuentados por Nucky Thompson (Steve Buscemi).


En términos musicales ocurre algo parecido. En Boardwalk se la arreglaron usando artistas contemporáneos (Vince Giordano, Regina Spektor) para recrear la música de los 20. En “Perry Mason” hay una banda sonora original de Terence Blanchard, un jazz neutro y apropiado, pero que no genera atmosfera de esa era.


En Youtube hay toda una lista de canciones de los 30 que supuestamente se tocarían en la serie. La hicieron en noviembre del 2019, casi medio año antes que Perry Mason viese la luz. A lo mejor por eso ninguna aparece con la excepción de “It’s All Forgotten Now” que en la lista va como la versión de Al Bowlly, pero en la serie es cantada por Russ Columbo.

Control de Diversidad.

En un momento en que la diversidad, o ausencia de ella, se ha convertido en el mayor método de evaluación del entretenimiento masivo, me ocuparé de mostrar cómo está representada en Perry Mason.

 Lucha de Clases:

Hermann Baggerly es un millonario que ha reconocido y amparado a un hijo ilegitimo, pero su puritanismo y prepotencia lo hacen ser injusto con su nuera. Los grandes productores de Hollywood son retratados como millonarios tan tacaños que prefieren torturar a Perry Mason (y más encima le endilgan una lección de moral) antes que pagarles su paupérrima extorsión. La Hermana Alice públicamente les reclama a los ricos y poderosos su falta de caridad.


Feminismo:

Todas las mujeres se ven vigorosas e independientes. Incluso la pobre “Ama de Casa Desastrada” Emily Dodson soporta una paliza de policías antes que confesar un crimen que no cometió.


Brutalidad Policiaca:

A pesar de haber sido hecha el año pasado, “Perry Mason” es escrupulosa en describir a la policía angelina como una institución corrupta y criminal. Como señalé en mi reseña de “City of Angels”, la reputación del LAPD en los Años 30 era horrorosa.

En el primer episodio (escrito en el 2019) un policía corrupto usa su pierna como arma para sofocar a un cómplice. El cómplice es blanco, pero ciertamente hay un aura de “entonces igual que hoy “que se agudiza con la presencia de un patrullero de color que enfrenta el racismo angelino que ya parece ser la marca del país.


Afroamericanos:

Aun así, me agrada lo que han hecho con Paul Drake (Chris Chalk), único policía justo que aun portando chapa es humillado al ser expulsado por patrulleros bancos de una playa donde pasa un día de asueto. Pero donde Drake tiene los mayores encontronazos (como Tiago Vega de “City of Angels”) es en su propia área de trabajo, más considerando que ha descubierto irregularidades en el asesinato de los polacos y el aparente suicidio de George Gannon. Ennis y su compañero Holcombe comienzan con sutiles presiones insinuando que si cambia su declaración hay una posibilidad de que asciendan a Drake a detective.


Ennis , que es más bruto, prosigue a esta oferta con una amenaza directa a Clara (Diana Kilpatrick), la esposa embarazada de Drake, seguida por una compra de víveres que equivale a un soborno. Aunque Clara insiste en que Paul no debe luchar contra el statu quo, al patrullero le impresionan las palabras de un predicador que escucha en su templo. Palabras que, aunadas a la humillación de la playa, lo animan a sublevarse.

Algo interesante de la serie ocurre en ese momento en la iglesia donde una congregación pasiva y sumisa es sacada de su comfort zone por las palabras del predicador errante. El que sea visitante es también significativo y nos recuerda la diferencia entre gente tan maltratada que, como Clara, solo quieren vivir en paz y las voces que irán surgiendo a lo largo de la década y de la siguiente y que presagian la campaña de los Derechos Civiles de los 50.


Para quienes crecimos con amigos afroamericanos en los 70 y 80, resulta extraño hoy día que en el bagaje del BLM no entre la religión protestante que siempre fue un pilar de las familias de color en Estados Unidos. Hoy el movimiento se siente totalmente seglar, en algunos casos más cercano a las posturas religiosas de Farrakhan que a de las del Dr. Martin Luther King.

Aunque no lo llamaría presentismo, el mostrar a los Drake siendo concientizados e invitados a militar de forma activa en contra del racismo existente en el estado y en el país y que esta concientización tenga lugar en un espacio espiritual, es un recordatorio del zeitgeist del 2020 combinado con la realidad cultural de los afroamericanos de 1932.

Gays:

Por ahí por el cuarto episodio, descubrimos que Della tiene amores con Hazel, una compañera de la pensión de mala muerte que es su guarida. A pesar de que insinúa que por esa razón no se lleva con sus padres millonarios, nadie en la serie aparte de la amante parece saber de la orientación sexual de Della, así es que no es motivo de conflicto. Ya veremos en la próxima temporada.


Asiáticos:

Una ausencia notoria en “City of Angels” fue la de la comunidad asiática tan importante en el mundo angelino de entonces y de hoy. Ahora llega “Perry Mason” a remediar ese falla. Aun así, no hay personajes identificables en episodios que más que mostrarnos el impacto cultural de los chinos sirven para realzar la corrupción policial.

Vemos a Ennis yendo a cobrar “tributo” a un bar-burdel chino que obviamente sirve a una clientela blanca entre los que se cuenta el detective que se haya tan cómodo en el negocio que hasta invita a Pete (Shea Wigham) para sonsacarlo. Más tarde, veremos más abusos criminales cometidos contra las chinitas.

Latinos:

Una variedad de “Perry Mason” ha sido traernos una latina muy alejada de las brujas/víctimas/pachucas de “City of Angels”. Lupe Gibbs interpretada por la mexicana Verónica Falcon (“El Señor de los Cielos”, “La Reina del Sur”) es mujer independiente campeona de aviación, adelantada para su época, y ha sido identificada por su interprete como “Pancho Barnes”.

Se entiende entonces que el personaje se vista, luzca y actúe de una manera especial. Florence Love Barnes, que no era para nada parecida a Valerie Bertnelli que le dio vida en la película de los 80, no andaba precisamente muy preocupada de la moda o de sus looks, lo que no le impidió casarse cuatro veces.

Valerie Bertineli como Pancho Barnes
Valerie Bertinelli como Pancho Barnes

Lupe Gibbs también está o estuvo casada, pero aparte de eso y de la aviación no se parece a la verdadera Pancho Barnes quien, aunque involucrada en La Revolución Mexicana, era totalmente WASP, hija de familia millonaria y tradicional. Digamos que Barnes era más Della Street que Lupe Gibbs.


Cuando Verónica Falcon comenta sobre su personaje de “mujer empoderada” y de cómo se ha basado en la aviadora, una se pregunta que es lo que la hace “empoderada”, ¿ser aviadora? ¿Usar a un hombre como ellos nos usan? ¿Haberse librado de un esposo acosador a punta de revolver?


 ¿Cuánto de esto se transmite a través de su personaje? ¿Cuánto de eso se muestra o solo es transmitido por relatos post coitales con Mason, su amante de turno, cuya mayor virtud para la aviadora es ser dueño de tierras que ella necesita para expandir su pista de aterrizaje?  ¿Más importante, cuanta importancia tiene Lupe en la vida del detective, en la trama? La repuesta es que se trata de un personaje terciario que ni avanza ni detiene la historia, que solo recordamos cuando aparece y cuyo único propósito es el de calentar la cama de Perry Mason, una cama en la que se rehúsa a dormir. Supongo que eso es un señal de empoderamiento.

Cuando en una entrevista con Radio BioBio Verónica habla de lo importante que es retratar a latinas poderosas o sobre la trascendencia de la carrera Pancho Barnes, da un poco de vergüenza porque nada de eso emerge en la serie. Lupe Gibbs en papel es mucho más interesante que en pantalla. En su descripción nos dice que es dueña de un speakeasy (bar clandestino), algo que nunca aparece en la serie. Acabo de leer en Milenio 2020 que Lupe es la tercera campeona de aviación del mundo. Really? ¿Nos lo contó?  porque yo no lo recuerdo.


Lo que se recuerda de Lupe es su actividad física en la cama donde enseña un cuerpazo increíble para los 53 años de Falcón, y sus conversaciones postcoitales en las que el tema principal es su deseo de comprar la granja que para Mason es un único vínculo a lo que una vez fue, a sus padres, a su hijo, a su ex esposa. El que a Lupe no he interesen esos sentimentalismo demuestra su independencia y el desprecio que siente por un hombre que solo está de paso en su vida.

“Empoderamiento” también se asocia conque Lupe es quien lleva los pantalones en esa relación, todo se hace de acuerdo con sus términos, y no solo porque sea quien “guie” en la cama hasta el punto de lanzar a su contrincante-pareja fuera del ring. Ella es quien decide cuando tener sexo, cuando marcharse, es quien invita a su amante a unas vacaciones en Oaxaca y orquesta una salida de Año Nuevo.

Que Perry convierta la noche en una cita de trabajo descoloca a Lupe hasta el punto de empujarla a un pequeño acto de coqueteo en el que se zambulle en una pileta como Anita Eckberg en “La Dolce Vita”. Perry nota la movida enseguida y responde en típico sarcasmo masoniano “basta con decir que te gusto”. Es que ya la conoce y una mujer pierde cuando no tiene misterio para un hombre. En eso se distingue a las otras mujeres de la serie y a las dinámicas de ellas con el detective-abogado.


Lupe no sorprende a Perry como lo sorprende el modo de sentarse de Della que evidencia su pasado de hija de familia pudiente; no lo asombra como Sister Alice; no lo perturba como Linda (Gretchen Moll), su ex esposa, la única vez que se reencuentran en la serie; o Emily Dodson en ese primer encuentro cargado de tensión sexual en que comparten un cigarrillo.

Lupe es poderosa, pero su poder reside solo en esos encuentros sexuales y en su insistencia en no llevar la relación más allá de un arreglo cómodo para ambos. Una relación que podría convertirse en una relación de negocios, pero creo que ambos saben que cuando eso ocurra ya no serán amantes. El detective ya no vivirá cerca de la pista de aterrizaje de Lupe, los encuentros ya no serán casuales.

Todo eso hace interesante a Lupe, pero no la hace trascendental ni en la trama ni en la vida de Perry Mason. Lo más triste es que para el público lo más memorable de ella es que del cuello para arriba Lupe es…fea.


No estoy diciendo que Verónica Falcon no sea guapa, sino que ha habido un esfuerzo evidente de hacerla lucir mal. Se la enfoca desde sus peores ángulos, se disminuye la luz para oscurecer sus facciones ¡y ese cabello tieso como púas! Está peor que el mío en cuarentena. Basta ver una foto de Verónica para saber que puede verse mucho mejor.


Esto queda en evidencia en el capítulo tercero cuando para celebrar el Año Nuevo, Lupe se pone un vestido sexy, se pinta los labios, se ondula el cabello. Los productores han querido señalar con ese cambio que normalmente para sus intercambios sexuales, Lupe no necesita acicalarse ni seducir.


No me vayan a acusar de estar imponiendo cánones eurocéntricos de belleza en una mujer latina. Lo siento, pero en 1931, tanto Hollywood como México se rendían ante la belleza de la mujer hispana. En Hollywood reinaban mexicanas como Lupe Vélez y Doña Lolita del Rio, en menor escala teníamos otra mexicana Raquel Torres, a la española Conchita Montenegro y la argentina Mona Maris. Todas muy diferentes a bellezas eurocéntricas como las de Harlow, Marion Davis y Mary Pickford. De hecho, muchas vampiresas hollywoodenses como Joan Crawford y Gloria Swanson imitaban los looks latinos o mediterráneos.


Por otro lado, dirán que las grandes aviadoras andaban vestidas con ropa masculina y que la actitud “apantolanada” de Lupe corresponde a su retrato de mujer independiente. Veamos, no hubo más “macha bragada” que Maria Félix y siempre se vio glamorosa aun vestida de varón. Y si La Doña se hacía notar con su voz de trueno, a la pobre Lupe le plantaron una voz…de pedo estruendoso.


No es mi intención burlarme del personaje ni de la actriz. Todo este preámbulo ha sido necesario para probar mi tesis de que si Lupe no necesita verse guapa para Perry Mason es porque lo ve con una mezcla de lastima y desprecio y lo usa solo para lo que lo considera útil. Él no es un hombre que vaya a causarle problemas exigiendo una relación estable o inmiscuyéndose en sus asuntos, además está a mano, es su vecino, es tan útil como un retrete cercano. Para ir al baño una no necesita maquillarse ni ponerse un vestido bonito.

La pregunta es por qué no hacerla guapa, a lo Katy Jurado que en “High Noon” jugaba un rol parecido al de Lupe. Hacerlo hubiese sido un punto a favor del personaje del detective. Hubiese sido una mujer trofeo, algo que lo hubiese elevado desde el fondo que ha tocado. Y en el nivel de discurso imperante hubiese sido ofensivo para la latina, la hubiese colocado nuevamente en el rol sumiso-patriarcal de la querida mestiza del blanco, inferior a él aun por poca cosa que este sea. La idea es degradar a Mason, no empoderarlo.


No voy a terminar sin mencionar un dato curioso. Tanto “City of Angels” como “Perry Mason” y “The Alieinst” fueron escritas y filmadas el año pasado, un año antes del estallido social, y aun así comparten tropos de la nueva representación cultural. Las tres son period dramas que ocurren en ciudades diferentes y tiempos diferentes. “Perry Mason es Los Angeles 1932 y es de HBO; “City of Angels” tiene lugar en Los Angeles, 1938 y es producto Showtime; y la acción de “The Alienist” transcurre en la New York, 1897. Aun así, las tres muestran a los representantes de la ley como corruptos, brutales, al servicio de la oligarquía y cuyas mayores víctimas son personajes étnicos y mujeres.

En “Perry Mason” y “City of Angels” hay un rechazo por la religión organizada representada por jovencitas abusadas que encuentran poder en un mundo evangélico que termina destruyéndolas.  “The Alienist” y “Perry Mason” giran en torno a secuestros y asesinatos de infantes que deben ser investigados privadamente ya que la policía es incompetente. Mas curioso aun, en dichas series el tema de la lactanciaalgo tan natural y maternal se convierte en un arma letal. No tengo respuesta para estas similitudes, pero no me parecen accidentales.