Tras dos
capítulos de esta segunda entrega, no sabía qué era más laborioso, si engancharme
con una trama caótica o impedir que mi hermano se quedara dormido de
aburrimiento. Con excelente reparto y una respetable atmosfera de época, Perry
Mason sufre de un mal contagioso: libreto chapucero. Al menos ya para el
segundo episodio, se sabe de qué se va a tratar este caso que el bufete Mason-Street
ha tomado: el asesinato de un importante empresario del que acusan a los
Hermanos Gallardo, un par de mexicanos marginales. El error es que el argumento
se enfoca más en las vivencias personales de los personajes principales, que en lo que ocurre en tribunales, llegando a olvidarse que este es un noir
legal.
Gato Rafa decía
que tal vez el problema con esta serie, lenta e inconexa, es que se demoraron mucho en traernos una
segunda parte y se perdió el hype que suscitara la Primera Temporada. Yo prefiero
culpar a un libreto mediocre en donde se privilegia la diversidad antes que un cuento
bien narrado.
Ya vemos eso en
el primer episodio. Un Paul Drake desempleado celebra su fiesta de cumpleaños
en la casa de su cuñado donde están de allegados Los Drake. Aparece Perry Mason
que, cortésmente, se queda en la calle
como temeroso de acercarse a una festividad donde sería el único blanco. Clara
le pregunta al marido porque no ha invitado a su ex jefe, pero Paul Drake es un
personaje que representa los ideales de la nueva militancia BLM: no se Junta con
los blancos, no recibe nada de los blancos, los deprecia. Finalmente, va a la acera e interpela al abogado. Aquejado
de lo que en wokismo se conoce como White Guilt (sentimiento blanco de culpa),
el abogado intenta hacerle un préstamo que el ex policía rechaza.
Perry entonces le
consigue un trabajo como espía y fotógrafo de Pete que ahora trabaja para el
fiscal Hamilton Burger. Pete sigue
siendo mi personaje favorito porque, aunque oscuro, es genuino. Necesita que Paul ingrese en un
hotel de Perkins, un importante empresario afroamericano, y documente con fotografías las actividades
irregulares de este señor . Pues Drake descube que el empresario es un
prestamista y traficante de licor (estamos en el último año de La Prohibición),
pero agrega que es buena persona ya que
su dinero es empleado para ayudar a la gente de su comunidad.
Esto no impide
que la Fiscalía arreste al empresario. Paul Drake monta en colera : acusa a
Pete, acusa a Perry (que ni sabia en qué consistía el trabajo) acusa al Establishment blanco de haberlo
traicionado forzándolo a delatar a “uno de los míos”. . ¿A ver, Paul Drake tiene ocho años?
Cuando aceptó el
trabajo conocía las posibles consecuencias. ¿Acaso creyó que convencería a
Petede no arrestar al empresario por
ser este un pilar de la sociedad afroamericana? ¿Acaso se tomó en cuenta todo
lo que Bill Cosby había hecho por su comunidad cuando lo declararon culpable?
Si Perkins fuera una blanca paloma nadie lo hubiese arrestado. Por supuesto que
era/es más fácil arrestar a una persona de color que a un blanco prominente y
poderoso, pero eso no lo exonera de sus actividades delictivas.
Cuando Mason y
Della solicitan los servicios de Drake este dice que no puede confiar en ellos
y Perry humildemente concuerda en que no son dignos de confianza. Esto es tan
estúpido como increíble. En medio de esa terrible Depresión, nadie iba rechazar
un empleo legal y regular por militancias que desaparecen cuando no hay comida
en la mesa familiar.
No sé qué sea más
irritante si la acusaciones de Drake o los remordimientos de Mason. No solo es
lo que ha hecho con Drake loque lo atormenta. Emily , su clienta de la primera
temporada, se ha suicidado y Perry carga esa culpa innecesaria sobre sus
hombros. El primer episodio lo trae borracho cayéndose de una motocicleta y
yendo a llorarle a Lupe porque ha convertido la casa de sus padres en un bar. No puedo tenerle lástima.Le remuerde la conciencia debido a culpas que
no le corresponden, pero no tiene empacho para envenenar innecesariamente a un
inocente perro.
El
detective-abogado llega sucio y sin afeitar a la corte y gana un caso de la
manera más truculenta y aplastante, irritando a Della quien se ha pasado noches
enteras preparando un alegato menos implacable, pero que no hubiese beneficiado
a su cliente. Y es que, durante este periodo, que trae a Mason en un purgatorio personal, es
Della quien se ha hecho cargo del bufete. Ella es quien ha contratado una
secretaria (china, por supuesto) quien
consigue clientes y los entrevista. Para ser francos, Della Street es la
protagonista esta temporada, y posiblemente el personaje más interesante y
mejor logrado.
Sabemos que es
importante, porque se cambia cuatro veces de vestuario en cada episodio. La humilde
secretaria del comienzo se ha vuelto una experta diplomática y mujer de
sociedad porque consigue clientes, e información sin dejar de ser una dama. Es
refinada tanto en una velada musical a la que acompaña a Hamilton Burger, como
en un match de boxeo donde la lleva Anita, su nueva conquista. Increíblemente elegante
es su primer encuentro con este espíritu libre inspirado por Anita Loos y eso
que tiene lugar en un tocador de señoras. Aunque un estándar de la ficción gay son
estos encuentros clandestinos en baños, aquí se la arreglan para hacerlo
glamoroso y sensual sin que intercambien ni un apretón de manos.
Si me detengo en
esta descripción porque es lo más claro en una oscurísima trama y tal vez lo
único agradable,. A pesar de que hay comentarios del público que desaprueban
que la recta Della le ponga los cuernos a Hazel. La famosa escena resultó un
reverso del cliché, no solo porque la tensión sexual fue intensa haciendo
innecesario un contacto físico, pero también porque como todo con el personaje de
Juliet Rylance, fue elegante. La ropa, la conversación llena de doublé
entendres y hasta la iluminación de las lamparitas del tocador con sus
pantallas rosadas.
Eso aporta másatmosfera de época que la banda sonora de
jazz callejero o las visiones de una Los Ángeles poco atractiva y oscura aun a
la luz del día. El problema de iluminación nos recuerda aCity of Àngels con la que también comparte otra similitud:
el mal uso del tema latino.
Curioso porque
Tim van Patten se ha desligado de la dirección que ha caído en manos latinas:
la Latinx Nina López Corrado, productora de El Mentalista, el brasileño
Fernando Coímbra y mi compatriota Marily Rivas. Sin embargo, uno de los grandes
problemas de esta temporada está en el libreto que ha caído en manos de Jack
Amiel, autor de la infame The Knick.
Amiel y su equipo
han llevado a la pantalla latinos miserables, incapaces de hablar el idioma y
victimas del sistema. Aunque si bien es cierto que California tiene, hasta hoy,
un récord de abusos en contra de la población hispanoparlante (que estaba ahí
antes que los Anglos) cansa esta imagen de vagabundos siempre al borde de la
delincuencia. Si hasta en Wednesday se describe a la Abuela Addams como una
estafadora y a Tío Fester como un forajido fuera de la ley.
No soy la única
descontenta con el rumbo que ha tomado la serie. Gato Rafa anunció que, si no
se ponía mejor, más clara y específica, para el cuarto capitulo, la dejaba de ver. Mi hermano señaló que el
gran problema está en un argumento incoherente cuya primera misión parece ser
el espacio que ocupa cada actor en pantalla. Eso convierte a Perry Mason en una serie de viñetas, muchas
totalmente innecesarias que nos presentan personajes nuevos sin explicarnos su
importancia.
Para el tercer episodio sigo sin saber quién es Miss
Lawson o porque le reventaron la cabeza a Harry Goldstein. Lo único invariable de
este narración es que los ricos son sádicos perversos, que uno de ellos puede
haber matado a McCutcheon, y que los pobres son oprimidos y patéticos, el más
patético es , como siempre Perry Mason.
Contenido
Violento o Gory: Un factor
constante de la serie es que en cada episodio tendremos gore, sea un cadáver
con un balazo en el ojo al final del primero; Harry Goldstein con la cabeza prensada como
una uva en el siguiente; y en el
tercero, Lidell McCutcheon le rebana la cara a un imprudente que vino a
cobrarle una deuda .
Contenido
Sexual y Desnudos: Curiosamente
la woke Perry Mason tiene algo en común con las conservadoras series del
Oeste de Taylor Sheridan. No hay sexo gráfico y muy pocos desnudos. Cuando Catherine
Waterston, la nueva pareja de Perry va a su departamento por primera vez no los
vemos ni besarse. Tenemos que adivinar (como en una novela victoriana) que han
tenido un match en el ring de cuatro patas. En el próximo episodio los vemos en
paños menores, escena muy poco atractiva. A Della y Anita las vemos besarse—vestidas— con
las colinas angelinas de fondo y luego Juliet Rylance se levanta totalmente
desnuda de una cama para ir a encontrarse con su amante (ambas en bata) que
hace Huevos Rancheros en la cocina.
Factor
Feminista:Toda la serie se centra en Della, en su sentido común, su sentido de justicia,
su lado practico y el diplomático que le permite conseguir clientes y tratar
con ellos. Vemos también mujeres que surgen de la nada. Lupe que maneja su
propio negocio y que es la contraparte de las vulnerables mujeres Gallardo.
Anita, espíritu libre que supera convencionalismos
y tabúes para dedicarse a lo que le gusta, y la millonaria Camilla Nyrgard que ha llegado
alto sin necesidad de los hombres y que le señala a Della que no debería cargar
a un lastre como lo es el temperamental Perry Mason.
Factor
Diversidad: Mexicanos,
negros, lesbianas, sus historias ocupan mucho tiempo en pantalla ¿pero avanzan
realmente la trama? Hay una secretaria china que está ahí nada más que para
llenar la cuota de asiáticos en la serie.
Se llamará “Perry
Mason”, pero el protagonista, es un antihéroe total que ni es abogado ni muy
bueno en su trabajo de detective privado. En un homenaje a la diversidad, Paul
Drake es un patrullero negro y Della Street es lesbiana. Si fueron ustedes
fanáticos de las novelas de E. Stanley Gardner o de la serie de Raymond Burr,
esta nueva visión de las aventuras de Perry Mason podrá resultarles extraña,
pero se las recomiendo porque, a pesar de sus falencias, es bastante buena.
Un Secuestro
que Acabó Mal
La acción abre en
Los Ángeles en diciembre de 1931. Para quien crea que es el mismo escenario de “Cityof Ángeles”, hay que aclararle que no lo es. FDR todavía no es presidente, quien
manda en Estados Unidos es el conservador e indolente Howard Hoover. El país está
aún sometido a la Ley Seca, por lo que los personajes andan arrastrando sus
petacas de whisky clandestinas. Han pasado menos de tres años desde el colapso
de Wall Street, la economía está en la ruina, este es el peor momento de la
Depresión. 1932 será el que William Manchester describirá como el año en que Estados
Unidos habrá tocado fondo (rock bottom).
Es en este país
donde el secuestro de niños se volverá un empleo para muchos desempleados,
siendo el más famoso el rapto del hijo del famoso aviador Charles Lindbergh. Es
con un secuestro parecido con el que comienza esta serie.
Los Dodson son una familia de tenderos, gente
sencilla, devotos evangélicos. Nadie entiende el motivo del secuestro de su
único hijo. Curiosamente, los Dodson consiguen la poderosa cantidad exigida y
se apostan en un cuarto de hotel a ver pasar a los secuestradores en un funicular.
Es un alivio ver en la ventana del vehículo la carita del pequeño Charlie con
sus ojitos abiertos. Tras dejar el dinero en el lugar indicado, Los Dodson
corren al tranvía, pero Emily (Gayle Rankin) abraza un pequeño cadáver. Los
secuestradores consiguieron hacerla creer que Charlie estaba vivo cosiéndole
los parpados al bebé.
La serie no
tendrá un Perry Mason abogado, pero tiene un John Lithgow que devora la
pantalla como Elias Birchard (E.B.) Jonathan. Este justiciero defensor de la ley y
prestigioso veterano de batallas legales en su último caso verá su prestigio
por los suelos derrumbado por una incipiente demencia y secretos del pasado que
pueden destruirlo a él y a sus clientes.
En el primer episodio,
E.B. es convocado por el poderoso empresario Hermann Baggerly (Robert Patrick “Terminator
2”) quien desea ayudar a Los Dodson a quienes conoce de la misa dominical.
Todos son miembros del Templo de la Radiante Asamblea de D-s famoso por
hospedar a la Hermana Alice McKeegan. Aunque pareciera que Sister Alice
(maravillosamente interpretada por Tatiana “Orphan Black” Maslany) es un clon
de la Hermana Molly, el personaje es mucho más profundo y con más agencia que
la desdichada rubia interpretada por Kerry Biché en “City of Angels”.
Baggerly convoca a
E.B a su mansión para discutir los pormenores de una investigación que
esclarezca el secuestro y asesinato del pequeño Charlie. El abogado se presenta
con sus asistentes, su secretaria Della Street (Juliet Rylance, tan pesada como
siempre) y su detective privado, Perry Mason (Matthew Rhys). Aparentemente,
E.B. conoció a los padres del protagonista y por eso le echa una mano ya que
Mason es un caso sin remedio.
Perry Mason:
Retrato de un Mediocre
La mayor critica
de la audiencia ha sido el usar el nombre de un amado y sagaz abogado para
encajárselo a un loser total como el interpretado por Matthew Rhys. La
serie insiste en explicar que Mason, que una vez fuera un oficial del cuerpo expedicionario
estadounidense, sufre de una fatiga bélica provocada por horribles sucesos
ocurridos en La Batalla del Argonne.
Aun así, esos
sucesos no nos parecen suficientes para explicar que el protagonista sea tan pelele,
el tipo de individuo que se cae de la cama cuando tiene sexo, al que hasta los
gordos le lanzan zapatazos y le atizan palizones. Divorciado, con una esposa
que no quiere saber de él, con un hijito con el que apenas se comunica, Mason
vive en una dilapidada granja lechera con un par de vacas que son los únicos
entes vivientes que le conservan algo de respeto.
La granja es una herencia de los padres del detective. Su modo de aferrarse a ella es un punto
de redención de un hombre que va a citas de trabajo con ropa manchada, que usa
la morgue como oficina (y vestidor), y cuyos intentos por hacer algo provechoso
acaban con un paquete devuelto por falta de estampillas o torturado con su
propio revolver tras intentar chantajear a uno de los poderosos de Hollywood.
A ratos, Perry
Mason y sus amigos Pete (Shea Whigham) y Virgil (Jefferson Shays) el forense,
proveen relleno cómico como si fueran Los 3 Chiflados. Pero convertir a Mason
en un personaje bufonesco discrepa de la impresión que la serie quiere darnos de
una a mente brillante que a ratos supera sus neurosis bélica, su incipiente alcoholismo
y su mediocridad, para averiguar lo que nadie más puede.
Esto no es
evidente al comienzo. Si Baggerly acepta trabajar con Mason es porque el
millonario desconfía hasta de la policía. Hace bien, ya que a fines del primer
episodio descubrimos que Ennis (Andrew Howard), el repelente matón encargado de
investigar el caso Dodson, sabe perfectamente que él bebé fue secuestrado por
un par de mafiosos polacos y George Gannon (Aaron Stanford), otro feligrés de
la Asamblea Radiante. Ennis se encarga de matarlos a todos e inculpar a Gannon que,
gracias a las maniobras del corrupto polizonte, queda como suicida.
Para el tercer
episodio, los secretos salen a flote: Matthew Dodson (Ned Corddry) es hijo
ilegitimo de Baggerly y Emily Dodson era amante de Gannon. Emily es acusada de
ser cómplice del secuestro de su propio hijo y vilipendiada por su marido, por
el público y la prensa. Solo dos mujeres, Della y La Hermana Alice, creen en
ella y luchan por probar su inocencia.
Los ocho episodios
van encaminados al clímax del capítulo cinco cuando Perry Mason, como la
corista de las comedias musicales, cumple su sueño de reemplazar a la Prima Donna
que se ha roto una pata. En este caso es la metamorfosis del detective desaseado
en flamante abogado que debe reemplazar a E. B. Para evitar spoilers, me guardo
los detalles, pero es apoteósico.
Perry Mason vs
Imperio del Contrabando
Ya bien
adentrados en la trama, podemos explorar sus otras virtudes. Como tiene varios
vínculos con “Boardwalk Empire” no puedo evitar compararlas. PM pierde, pero no
por mucho. Aunque a nivel actoral ambas sacan sobresaliente, PM no posee
personajes tan intensos y fascinantes como los tenía BE.
Ambas series
tienen como director a Tim van Patten, a Rolin Jones como libretista, Shea
Wigham descuella en ambos repartos, pero como que Robert Downey Jr. no logró
darle el toque genial que Scorsese le imprimiera a su “Imperio del
Contrabando”. A nivel cinematográfico, PM es oscura, sórdida, fea. Algo comprensible,
puesto que se trata de una historia oscura, sórdida, fea. No que BE fuese lo
contrario, pero tenía esas imágenes liricas de los bosques novojersianos,
vistas soleadas de la marina de Atlantic City, y la iluminación difusa y rosácea
de los casinos y cabarets y otros antros frecuentados por Nucky Thompson (Steve
Buscemi).
En términos
musicales ocurre algo parecido. En Boardwalk se la arreglaron usando artistas
contemporáneos (Vince Giordano, Regina Spektor) para recrear la música de los
20. En “Perry Mason” hay una banda sonora original de Terence Blanchard, un
jazz neutro y apropiado, pero que no genera atmosfera de esa era.
En Youtube hay
toda una lista de canciones de los 30 que supuestamente se tocarían en la serie.
La hicieron en noviembre del 2019, casi medio año antes que Perry Mason viese
la luz. A lo mejor por eso ninguna aparece con la excepción de “It’s All
Forgotten Now” que en la lista va como la versión de Al Bowlly, pero en la
serie es cantada por Russ Columbo.
Control de
Diversidad.
En un momento en
que la diversidad, o ausencia de ella, se ha convertido en el mayor método de evaluación
del entretenimiento masivo, me ocuparé de mostrar cómo está representada en
Perry Mason.
Lucha de Clases:
Hermann Baggerly
es un millonario que ha reconocido y amparado a un hijo ilegitimo, pero su
puritanismo y prepotencia lo hacen ser injusto con su nuera. Los grandes
productores de Hollywood son retratados como millonarios tan tacaños que
prefieren torturar a Perry Mason (y más encima le endilgan una lección de
moral) antes que pagarles su paupérrima extorsión. La Hermana Alice
públicamente les reclama a los ricos y poderosos su falta de caridad.
Feminismo:
Todas las mujeres
se ven vigorosas e independientes. Incluso la pobre “Ama de Casa Desastrada” Emily
Dodson soporta una paliza de policías antes que confesar un crimen que no
cometió.
Brutalidad
Policiaca:
A pesar de haber
sido hecha el año pasado, “Perry Mason” es escrupulosa en describir a la
policía angelina como una institución corrupta y criminal. Como señalé en mi
reseña de “City of Angels”, la reputación del LAPD en los Años 30 era
horrorosa.
En el primer
episodio (escrito en el 2019) un policía corrupto usa su pierna como arma para
sofocar a un cómplice. El cómplice es blanco, pero ciertamente hay un aura de “entonces
igual que hoy “que se agudiza con la presencia de un patrullero de color que
enfrenta el racismo angelino que ya parece ser la marca del país.
Afroamericanos:
Aun así, me
agrada lo que han hecho con Paul Drake (Chris Chalk), único policía justo que
aun portando chapa es humillado al ser expulsado por patrulleros bancos de una
playa donde pasa un día de asueto. Pero donde Drake tiene los mayores encontronazos
(como Tiago Vega de “City of Angels”) es en su propia área de trabajo, más
considerando que ha descubierto irregularidades en el asesinato de los polacos
y el aparente suicidio de George Gannon. Ennis y su compañero Holcombe
comienzan con sutiles presiones insinuando que si cambia su declaración hay una
posibilidad de que asciendan a Drake a detective.
Ennis , que es más
bruto, prosigue a esta oferta con una amenaza directa a Clara (Diana
Kilpatrick), la esposa embarazada de Drake, seguida por una compra de víveres
que equivale a un soborno. Aunque Clara insiste en que Paul no debe luchar
contra el statu quo, al patrullero le impresionan las palabras de un predicador
que escucha en su templo. Palabras que, aunadas a la humillación de la playa, lo
animan a sublevarse.
Algo interesante
de la serie ocurre en ese momento en la iglesia donde una congregación pasiva y
sumisa es sacada de su comfort zone por las palabras del predicador
errante. El que sea visitante es también significativo y nos recuerda la
diferencia entre gente tan maltratada que, como Clara, solo quieren vivir en
paz y las voces que irán surgiendo a lo largo de la década y de la siguiente y
que presagian la campaña de los Derechos Civiles de los 50.
Para quienes
crecimos con amigos afroamericanos en los 70 y 80, resulta extraño hoy día que
en el bagaje del BLM no entre la religión protestante que siempre fue un pilar
de las familias de color en Estados Unidos. Hoy el movimiento se siente
totalmente seglar, en algunos casos más cercano a las posturas religiosas de
Farrakhan que a de las del Dr. Martin Luther King.
Aunque no lo
llamaría presentismo, el mostrar a los Drake siendo concientizados e invitados
a militar de forma activa en contra del racismo existente en el estado y en el país
y que esta concientización tenga lugar en un espacio espiritual, es un
recordatorio del zeitgeist del 2020 combinado con la realidad cultural de los
afroamericanos de 1932.
Gays:
Por ahí por el cuarto
episodio, descubrimos que Della tiene amores con Hazel, una compañera de la
pensión de mala muerte que es su guarida. A pesar de que insinúa que por esa
razón no se lleva con sus padres millonarios, nadie en la serie aparte de la
amante parece saber de la orientación sexual de Della, así es que no es motivo
de conflicto. Ya veremos en la próxima temporada.
Asiáticos:
Una ausencia
notoria en “City of Angels” fue la de la comunidad asiática tan importante en
el mundo angelino de entonces y de hoy. Ahora llega “Perry Mason” a remediar
ese falla. Aun así, no hay personajes identificables en episodios que más que
mostrarnos el impacto cultural de los chinos sirven para realzar la corrupción
policial.
Vemos a Ennis
yendo a cobrar “tributo” a un bar-burdel chino que obviamente sirve a una
clientela blanca entre los que se cuenta el detective que se haya tan cómodo en
el negocio que hasta invita a Pete (Shea Wigham) para sonsacarlo. Más tarde,
veremos más abusos criminales cometidos contra las chinitas.
Latinos:
Una variedad de
“Perry Mason” ha sido traernos una latina muy alejada de las brujas/víctimas/pachucas
de “City of Angels”. Lupe Gibbs interpretada por la mexicana Verónica Falcon (“El
Señor de los Cielos”, “La Reina del Sur”) es mujer independiente campeona de
aviación, adelantada para su época, y ha sido identificada por su interprete
como “Pancho Barnes”.
Se entiende
entonces que el personaje se vista, luzca y actúe de una manera especial. Florence
Love Barnes, que no era para nada parecida a Valerie Bertnelli que le dio vida
en la película de los 80, no andaba precisamente muy preocupada de la moda o de
sus looks, lo que no le impidió casarse cuatro veces.
Valerie Bertinelli como Pancho Barnes
Lupe Gibbs también
está o estuvo casada, pero aparte de eso y de la aviación no se parece a la verdadera
Pancho Barnes quien, aunque involucrada en La Revolución Mexicana, era
totalmente WASP, hija de familia millonaria y tradicional. Digamos que Barnes era
más Della Street que Lupe Gibbs.
Cuando Verónica
Falcon comenta sobre su personaje de “mujer empoderada” y de cómo se ha basado
en la aviadora, una se pregunta que es lo que la hace “empoderada”, ¿ser
aviadora? ¿Usar a un hombre como ellos nos usan? ¿Haberse librado de un esposo
acosador a punta de revolver?
¿Cuánto de esto se transmite a través de su
personaje? ¿Cuánto de eso se muestra o solo es transmitido por relatos post
coitales con Mason, su amante de turno, cuya mayor virtud para la aviadora es
ser dueño de tierras que ella necesita para expandir su pista de aterrizaje? ¿Más importante, cuanta importancia tiene Lupe
en la vida del detective, en la trama? La repuesta es que se trata de un
personaje terciario que ni avanza ni detiene la historia, que solo recordamos
cuando aparece y cuyo único propósito es el de calentar la cama de Perry Mason,
una cama en la que se rehúsa a dormir. Supongo que eso es un señal de empoderamiento.
Cuando en una
entrevista con Radio BioBio Verónica habla de lo importante que es retratar a
latinas poderosas o sobre la trascendencia de la carrera Pancho Barnes, da un
poco de vergüenza porque nada de eso emerge en la serie. Lupe Gibbs en papel es
mucho más interesante que en pantalla. En su descripción nos dice que es dueña
de un speakeasy (bar clandestino), algo que nunca aparece en la serie. Acabo
de leer en Milenio 2020 que Lupe es la tercera campeona de aviación del
mundo. Really? ¿Nos lo contó? porque yo no lo recuerdo.
Lo que se
recuerda de Lupe es su actividad física en la cama donde enseña un cuerpazo
increíble para los 53 años de Falcón, y sus conversaciones postcoitales en las
que el tema principal es su deseo de comprar la granja que para Mason es un único
vínculo a lo que una vez fue, a sus padres, a su hijo, a su ex esposa. El que a
Lupe no he interesen esos sentimentalismo demuestra su independencia y el desprecio
que siente por un hombre que solo está de paso en su vida.
“Empoderamiento” también
se asocia conque Lupe es quien lleva los pantalones en esa relación, todo se
hace de acuerdo con sus términos, y no solo porque sea quien “guie” en la cama
hasta el punto de lanzar a su contrincante-pareja fuera del ring. Ella es quien
decide cuando tener sexo, cuando marcharse, es quien invita a su amante a unas
vacaciones en Oaxaca y orquesta una salida de Año Nuevo.
Que Perry
convierta la noche en una cita de trabajo descoloca a Lupe hasta el punto de empujarla
a un pequeño acto de coqueteo en el que se zambulle en una pileta como Anita
Eckberg en “La Dolce Vita”. Perry nota la movida enseguida y responde en típico
sarcasmo masoniano “basta con decir que te gusto”. Es que ya la conoce y una
mujer pierde cuando no tiene misterio para un hombre. En eso se distingue a las
otras mujeres de la serie y a las dinámicas de ellas con el detective-abogado.
Lupe no sorprende
a Perry como lo sorprende el modo de sentarse de Della que evidencia su pasado
de hija de familia pudiente; no lo asombra como Sister Alice; no lo perturba como
Linda (Gretchen Moll), su ex esposa, la única vez que se reencuentran en la serie;
o Emily Dodson en ese primer encuentro cargado de tensión sexual en que comparten
un cigarrillo.
Lupe es poderosa,
pero su poder reside solo en esos encuentros sexuales y en su insistencia en no
llevar la relación más allá de un arreglo cómodo para ambos. Una relación que
podría convertirse en una relación de negocios, pero creo que ambos saben que
cuando eso ocurra ya no serán amantes. El detective ya no vivirá cerca de la
pista de aterrizaje de Lupe, los encuentros ya no serán casuales.
Todo eso hace
interesante a Lupe, pero no la hace trascendental ni en la trama ni en la vida
de Perry Mason. Lo más triste es que para el público lo más memorable de ella es
que del cuello para arriba Lupe es…fea.
No estoy diciendo
que Verónica Falcon no sea guapa, sino que ha habido un esfuerzo evidente de
hacerla lucir mal. Se la enfoca desde sus peores ángulos, se disminuye la luz
para oscurecer sus facciones ¡y ese cabello tieso como púas! Está peor que el mío
en cuarentena. Basta ver una foto de Verónica para saber que puede verse mucho
mejor.
Esto queda en
evidencia en el capítulo tercero cuando para celebrar el Año Nuevo, Lupe se
pone un vestido sexy, se pinta los labios, se ondula el cabello. Los
productores han querido señalar con ese cambio que normalmente para sus intercambios
sexuales, Lupe no necesita acicalarse ni seducir.
No me vayan a
acusar de estar imponiendo cánones eurocéntricos de belleza en una mujer
latina. Lo siento, pero en 1931, tanto Hollywood como México se rendían ante la
belleza de la mujer hispana. En Hollywood reinaban mexicanas como Lupe Vélez y
Doña Lolita del Rio, en menor escala teníamos otra mexicana Raquel Torres, a la
española Conchita Montenegro y la argentina Mona Maris. Todas muy diferentes a bellezas
eurocéntricas como las de Harlow, Marion Davis y Mary Pickford. De hecho,
muchas vampiresas hollywoodenses como Joan Crawford y Gloria Swanson imitaban
los looks latinos o mediterráneos.
Por otro lado,
dirán que las grandes aviadoras andaban vestidas con ropa masculina y que la actitud
“apantolanada” de Lupe corresponde a su retrato de mujer independiente. Veamos,
no hubo más “macha bragada” que Maria Félix y siempre se vio glamorosa aun
vestida de varón. Y si La Doña se hacía notar con su voz de trueno, a la pobre Lupe
le plantaron una voz…de pedo estruendoso.
No es mi
intención burlarme del personaje ni de la actriz. Todo este preámbulo ha sido
necesario para probar mi tesis de que si Lupe no necesita verse guapa para
Perry Mason es porque lo ve con una mezcla de lastima y desprecio y lo usa solo
para lo que lo considera útil. Él no es un hombre que vaya a causarle problemas
exigiendo una relación estable o inmiscuyéndose en sus asuntos, además está a
mano, es su vecino, es tan útil como un retrete cercano. Para ir al baño una no
necesita maquillarse ni ponerse un vestido bonito.
La pregunta es
por qué no hacerla guapa, a lo Katy Jurado que en “High Noon” jugaba un rol
parecido al de Lupe. Hacerlo hubiese sido un punto a favor del personaje del detective.
Hubiese sido una mujer trofeo, algo que lo hubiese elevado desde el fondo que
ha tocado. Y en el nivel de discurso imperante hubiese sido ofensivo para la
latina, la hubiese colocado nuevamente en el rol sumiso-patriarcal de la
querida mestiza del blanco, inferior a él aun por poca cosa que este sea. La
idea es degradar a Mason, no empoderarlo.
No voy a terminar
sin mencionar un dato curioso. Tanto “City of Angels” como “Perry Mason” y “The
Alieinst” fueron escritas y filmadas el año pasado, un año antes del estallido
social, y aun así comparten tropos de la nueva representación cultural. Las
tres son period dramas que ocurren en ciudades diferentes y tiempos diferentes.
“Perry Mason es Los Angeles 1932 y es de HBO; “City of Angels” tiene lugar en Los
Angeles, 1938 y es producto Showtime; y la acción de “The Alienist” transcurre
en la New York, 1897. Aun así, las tres muestran a los representantes de la ley
como corruptos, brutales, al servicio de la oligarquía y cuyas mayores víctimas
son personajes étnicos y mujeres.
En “Perry Mason”
y “City of Angels” hay un rechazo por la religión organizada representada por
jovencitas abusadas que encuentran poder en un mundo evangélico que termina destruyéndolas.
“The Alienist” y “Perry Mason” giran en
torno a secuestros y asesinatos de infantes que deben ser investigados
privadamente ya que la policía es incompetente. Mas curioso aun, en dichas
series el tema de la lactancia—algo tan natural y maternal— se
convierte en un arma letal. No tengo respuesta para estas similitudes, pero no
me parecen accidentales.