jueves, 9 de abril de 2015

Un Círculo Vicioso, la Recta Final de Mad Men


Los promos han estado anunciándolo como “El final de una era” y “Severance” el capitulo que da inició a la última temporada de “Mad Men”, no lo desmiente. Se acaba el tiempo de experimentar para los empleados de Sterling Cooper y Partners. Ahora es el momento de de tomar decisiones, de reinventarse o de aceptarse.

La soledad y la insatisfacción son los temas del episodio. Lo atestigua el tema musical de la noche "Is that all there is?" (Es eso todo lo que hay?" que Peggy Lee grabara en 1969. Después de siete años, la publicidad parece ser el menor de los intereses de los personajes de esta serie. La mayoría  se encuentran en un punto del camino en que tienen que enfrentar una crisis existencial para la cual no parece haber solución inmediata. El único que resuelve los problemas, a lo largo del capítulo, es Ken Cosgrove demostrando que aun en el mundo de los spots comerciales puede haber venganza y un atisbo de final feliz, aunque esa felicidsaf sea agridulce.


Comenzamos con Ken tuerto celebrando el retiro del suegro en una escena familiar que tiene lugar en la casa del matrimonio Cosgrove. Es la única escena familiar en una hora en la que Betty y su tribu brillaron por su ausencia. Es toda una reafirmación de cómo los “Mad Men” carecen de familia, de lazos de sangre, de entornos domésticos. Ahora son un clan de solterones y prósperos divorciados. Solo Ted tiene mujer, hijo, suegro.

Cynthia Baxter-Cosgrove siempre me dio la impresión de ser una bully competitiva. Algo que quedó en evidencia en su rivalidad con Trudy Campbell en el baile del club campestre. Ahora, y gracias a que esas escenas son enfocadas desde su perspectiva, se revela como una mujer preocupada, y devota de los hombres de su familia.

No quiere despertar a su bebé aunque el abuelo insista en verlo. Le duele ver que su padre dedicó su vida al trabajo y al jubilar no sabe que hacer con su tiempo libre. Pero sobre todo le preocupa que su marido siga el mismo camino. Obliga a Ken (que sin parche se convierte en una metáfora de la vulnerabilidad) a encarar  la verdad: ha sacrificado su vida, su talento y un ojo por una firma que lo ningunea y que no le ofrece nada que valga la pena.

Le insiste que renuncie, que acepte que ella le compre una granja y que se dedique a hacer lo que le gusta, escribir Mas tarde, Ken le confiesa a Don que la idea lo tentó, pero ocurre lo imprevisto en ese universo caprichoso de la publicidad. McCann Erickson, ahora en sociedad con Sterling Cooper, no ha olvidado que Ted los abandonó, los despreció, y lo peor que se puede hacer en Madison Avenue, les robó clientes. Exigen la cabeza de Ted y un displicente Roger Sterling  lo despide. Esto despierta la ira sagrada de Cosgrove quien encuentra una manera brillante de voltear la tortilla. Ocupa un puesto en la compañía de su suegro y se convierte en “cliente” de Sterling-Cooper. “Voy a ser tu cliente, y odio decirlo, pero soy dificil de complacer” les advierte a Roger y a Peter.


Las que todavía no pueden salir e su círculo del pasado y por lo tanto no pueden aspirar a cambiar sus destinos futuros, son Joan y Peggy. Hay una mini crisis en la empresa. Sterling Cooper representa a Topaz, pero a las medias les ha salido un rival de peso en el mercado. Las fantásticas L’eggs (que acabo de enterarme ya no se venden en USA).

Las chicas son enviadas a dialogar con los de McCann en un esfuerzo para aminorar la crisis. Craso error. Unos minutos en comité con los publicistas de McCann y ya sabemos por qué Ken(que no era ningún ingenuo) nunca cupo con ellos. Más suerte tendrían Joan y Peggy conferenciando en un callejón con una pandilla de marineros borrachos.

Los nenes Mcann comienzan a lanzarles flechas como los colegiales cochinones que son. El blanco es el imponente busto de Joan. Los chistes se vuelven un muestrario de vulgaridad y crudeza infantil. Peggy está avergonzada y Joan encolerizada, pero será en el ascensor donde a solas inicie la guerra entre las divas. Joan petulantemente declara que quiere incendiar el edificio. Aunque Peggy intenta calmarla, su rencor y envidia afloran en una serie de verdades inconvenientes. Acusa a su ex jefa de promover el comportamiento que tanto condena al seguir usando ropa chillona y exhibicionista.


Joan se ofende, pero detrás de las palabras de Miss Olsen existe una ristra de factores asociado a la voluptuosa figura de la ex Mrs. Harris que incomodan a Peggy recordándole que al carecer de atributos corporales, la tiene más difícil que la pelirroja. Al fin y al cabo, es ese cuerpo el que consiguió que Joan llegue a ser socia de la empresa, un puesto que Peggy ni siquiera sueña con alcanzar. Fue a Joan a quien se le concedió el privilegio de casarse, de ser respetable, de tener consigo a su hijo Kevin concebido de manera tan ilícita como el bebé que Peggy tuvo que regalar. Indignada ante la autocompasión de quien tiene más que ella, Peggy  le escupe  la última palabra: “¡eres mugrosamente rica!”

Con eso, Joan decide invertir en reinventarse y comienza por un nuevo guardarropa. Pero para quien desea dejar el pasado atrás, el ir de compras a la tienda donde una vez fue dependienta resulta una manera de perpetuar el círculo. Tal vez quiera que le pongan alfombra roja y que la atiendan con la deferencia que mereció la “Mujer Bonita”. Consigue lo contrario. La chica que la atiende la reconoce y le ofrece un descuento por ser ex empleada. El poder comprador no le sirve a Joan quien termina humillada. Su nuevo guardarropa, a pesar de ser más oscuro que lo que acostumbra a vestir, no logrará hacer desaparecer un cuerpazo que en vez de rechazar debería asumir y abrazar.


Mejor suerte corre Peggy a quien su asistente le ha procurado una cita con el cuñado. A pesar de que Peggy se incomoda ante el atrevimiento de su empleado es lo suficientemente sensible para entender que Mathis la admira y que quiere verla feliz. Se da cuenta de eso cuando Stevie, el abogado le cuenta como su cuñado se la ha “vendido” mejor que lo que ninguna de las campañas de la empresa podría hacerlo.

Stevie podrá no ser un gran abogado, y es un poco pasivo, pero reconoce y elogia las virtudes de su cita a ciegas. La noche termina mejor de lo que ambos esperaban. Peggy permite que el vino la despoje de inhibiciones y presenta su rostro más simpático, pero es lo suficientemente sagaz para no acostarse con Stevie, asegurándole que él merece ser más que una noche. (¿Por qué a Peggy le funcionó esa frase y a mí no?).


A la mañana siguiente, Peggy se siente avergonzada, mortificada y tiene una resaca horrible. En cambio Stevie, aun sobrio, planifica el viaje a Paris que se han prometido tomar juntos. Yo quiero a Peggy con Stevie. Ya es hora que ella sea feliz, y no lo será si continúa acostándose con losers casados, soñando con un revolcón que Don nunca le dará. Stevie parece ser la única relación sana y normal en su futuro. Abe lo fue, pero su idea del Sueño Americano era muy diferente al de la publicista.

Finalmente llegamos a Don. El episodio abre con uno de esos lugares comunes de “Mad Men”. Don entrevista chicas guapas envueltas en armiño para un spot donde el erotismo vende al producto. Lo próximo también nos resulta familiar. Don y Roger Sterling (con un mostacho de Santa Claus) +tres nenas despampanantes cenan, no en un lujoso bistró de Manhattan como es la costumbre en el show, sino en un humilde diner. El diner es toda una institución americana  y no hay mejor comida que en esas cafeterías de barrio.


Una novedad en Don. Al parecer ha aceptado su pasado y se permite hacer chistes sobre su infancia miserable y sobre su madrastra. Roger sigue siendo el mismo machista descarado y convierte a Di, la camarera, en víctima de su sexismo. Cuando  Don se lo reprocha sutilmente, Roger enmienda su falta dejando una propina de cien dólares. A Don lo impresiona la camarera.

Lo próximo es que el publicista estrella tiene un sueño en el que la que modela el armiño es Rachel Menken Katz. Maggie Siff se ve exquisita, no han pasado los años por ella y es un acierto comenzar la recta final de la serie con  Don y Rachel, la pareja con la que se inició.


Don despierta alterado y le pide a Meredith, esa secretaria que parece una mezcla de Muppet con Lulu en “Al Maestro con Cariño”, que le consiga una cita con Rachel a la que hace ocho años que no ve. Don regresa al café y aborda a Di quien lo trata con bastante frialdad, pero acaban teniendo sexo en el callejón. Escena que debería ser sórdida, pero resulta paradójicamente erótica. Don insiste en que conoce a Di de alguna parte, le recuerda a alguien. Se supone que le recuerda a Rachel. Cosa rara porque Elizabeth Reese en nada se parece a Maggie.

Don vuelve a la oficina y Meredith le planta una noticia-bomba. No pudo hacer una cita con Rachel porque la susodicha acaba de morir. Atontado, Don se presenta en el departamento del viudo de Rachel. Están todos reunidos para la Shiva (un velorio judío) Le cierra el paso Barbara, hermana de la difunta. No recuerdo si Barbara apareció en la primera temporada, o sólo fue una voz en el teléfono. Lo importante es que la recuerdo como una enemiga acérrima de la dupla Don-Rachel. Y lo sigue siendo.

No sé que teme Barbara. ¿Acaso que la finada salga de su tumba y huya con el goy? Comienza ofendiendo la inteligencia Draper  al tratar de explicarle lo que es la Shiva. Don educadamente le recuerda que ha vivido décadas en New York y conoce las costumbres judías. Hasta ha traído un pastel. Barbara se alborota al saber que ya va por el segundo divorcio.


Don se conmueve al ver a los hijos de Rachel, los que pudieron ser suyos. Barbara insiste en recordarle que Rachel fue feliz, que vivió la vida que quería. ¿En serio? ¿Soy yo la única que siempre vio a Rachel como el posible gran amor de la vida de Don Draper?  La única mujer a la que se atrevió a confesarle su verdad.  Por algo, ella le avisó de su muerte. Curioso, creo que es el primer toque metafísico de “Mad Men”.

Fue un capitulo muy intenso, muy lleno de emociones incrustadas, de nostalgias. Al final, Don regresa al diner (Nighthawks se llama) pero Diane no quiere más con él. Se compadece de su soledad y de su dolor por la pérdida de Rachel, pero le aconseja que si vuelve traiga una novia. ¿Le hará caso? ¿Volverán a verse?