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lunes, 4 de marzo de 2024

Los Carlos en la Ficción: ¿Es ese nombre una maldición para un rey inglés?

 


La triste noticiar del cáncer del Rey de Inglaterra, me encontró siguiendo tres series sobre el reinado de los Estuardos, The First Churchills, Charles II y The Great Fire. Si le creemos a la ficción,  los Carlos de la Familia Estuardo la han pasado mal y se granjearon el odio de sus súbditos. ¿No sería mejor que Carlos III se cambiara de nombre?

¿Por qué el Rey de Inglaterra Lleva ese Nombre?

En abril inicia Mary and George por Starz. Se trata de un vistazo al poco conocido reinado de Jacobo I, el primer rey Estuardo de la Gran Bretaña.  En este momento se prepara un docudrama sobre Carlos I. ¿De dónde sale este interés por los Estuardo? ¿Es parte de la agenda antimonárquica que ha abrazado la televisión inglesa? ¿Existirá una conexión entre el actual soberano del Reino Unido y los reyes que llevaron su nombre? ¿Existirá en el desprecio a Los Carlos del Siglo XVII un recordatorio que el actual Príncipe de Gales desciende directamente de Carlos II al que historia y ficción se empeñan en retratar como un frívolo y nefasto gobernante?

Comencemos con el docudrama que se acerca. Royal Kill List es producido por A+E y Sky Historicals y debuta el 12 de este mes. Al rey decapitado lo interpretará Joseph Fiennes que lleva sangre Estuardo en las venas, siendo descendiente directo del Rey Jacobo IV de Escocia. Si existía alguna duda sobre la vinculación con el actual monarca, ya lo dicen todo las palabras de  Dan Korn, vicepresidente de Programación de A+E: “siguiendo las recientes  celebraciones que anunciaban el inicio de una nueva Era Carolina, no hay mejor momento para recordar los eventos que rodearon al más famoso tocayo y ancestro de Carlos III…



A muchos les pareció extraño que la Princesa Isabel le diese a su primogénito el nombre de dos reyes que no son recordados como grandes monarcas. Lo normal es que se hubiese llamado Jorge como su abuelo y bisabuelo, pero tanto la futura reina como su esposo estaban hartos de tanto recordatorio de los Hanover. A ambos les gustaba el nombre y así quedó. Hay también un rumor de que Isabel quería homenajear el linaje escoces de su madre y de paso,  recordar a los Estuardo . Por algo su hija llevaba el nombre de la última reina Estuardo

Esperamos que hacer un documental sobre Carlos I no sea una alusión a un retorno a la única república que el Reino Unido ha conocido o una amenaza literal o figurativa de dejar a la monarquía sin cabeza. Después de todo,  Los Carlos han protagonizado y aparecido en muchos documentales, filmes y seriados televisivos que ahora podemos recordar.

Cuando Los Estuardo Reemplazaron a Los Tudor

Antes me permitiré darles un poco de trasfondo histórico. Como todo buen Tudormaníaco sabe, en su lecho de muerte,  Isabel I nombró su sucesor a Jacobo Estuardo, rey de Escocia e hijo de una mujer que la reina había mandado ejecutar. Jacobo tenía genes Tudor, puesto que su bisabuela era Margaret Tudor, hermana de Enrique VIII.



Del Rey Jacobo (o James I o Jaime, más castizo) se sabe poco en el mundo de la ficción. Los historiadores lo retratan como un acérrimo protestante que comisionó un panel de escritores, traductores y exegetas para compilar la versión inglesa oficial de la Biblia (King James ’Bible). Su fervor religioso lo llevó a promover la cacería de brujas más sangrienta de la historia europea. Jacobo, el Primero de su Nombre, Rey de los Ingleses, Escoceses e Irlandeses, No Ardía, pero sabía hacer arder brujas.

La ironía es que a este señor tan devoto parece que le gustaban más los hombres que las mujeres. Sabremos más este próximo mes, cuando Starz nos traiga George and Mary que cubrirá el favoritismo, en corte y cama, del rey Jaime por el Duque de Buckingham.



Jacobo sabía que un rey puede tener favoritos, pero también debe casarse y proveer de herederos a la corona. Es lo que hizo. Con la ayuda de Ana de Dinamarca procreó nueve hijos de los cuales sobrevivirían tres. Estos serían Isabel de Bohemia de la cual desciende el Rey Carlos III;  Enrique, Príncipe de Gales; y Carlos I a quien , a diferencia de Harry Sussex, no le molestaba ser el “spare”.

Carlos, El Rey que Perdió su Cabeza

Esto cambio cuando Enrique murió a los 18 años. Todo indicaba que el tímido Carlitos sería el nuevo rey. Carlos no tenía mucha personalidad y dependía de una extraña figura paterna,  el Duque de Buckingham, que había sido amante de su padre. Históricamente no se le conocen más amores gays a Buckingham, que se casó,  tuvo hijos,  y adquirió fama como mujeriego incansable. Su influencia sobre el nuevo Príncipe de Gales no tenía nada sexual, pero era funesta.

Jacobo era un rey protestante como lo era su reino, pero España era la potencia más grande del mundo. ¿Qué tal si la futura reina consorte fuera una española? A Carlos y a su niñera Buckingham los empacaron a Madrid a cortejar a la Infanta Maria Ana, una de las hijas de Felipe III. Los fans de Pérez Reverte recordarán este episodio que tantas incomodidades le provocó al Capitán Alatriste.




En la vida real si ocurrió algo de esto. Por un lado, a lo españoles no les parecía que un luterano cortejase a su princesa. Por otro,  Buckingham fue, de costumbre, un poco grosero. Tanto el entonces Marqués de Buckingham como su futuro soberano volvieron a Londres con las manos vacías. España siguió siendo enemiga del Reino Unido y Carlos no tomaría esposa sino hasta después de su coronación. Se casaría con Enriqueta Mara de Francia, princesa católica, con la que procrearía nueve hijos de los cuales cinco sobrevivirían la infancia.



 El reinado de Carlos no fue muy bueno. Muchas guerras (la de Los 30 años principalmente) vaciaron las arcas reales, su pueblo estaba descontento sobre todo en materia religiosa. Unos reprochaban a la reina practicar el catolicismo, los más puritanos se quejaban de los anglicanos. El rey respondió convirtiéndose en un tirano absolutista. Sus súbditos se alzaron en armas y se declaró una guerra civil.

Las fuerzas realistas perdieron, el rey fue capturado y tras un juicioque puede haber sido injusto se le ejecutó. Por suerte, Enriqueta y su prole encontraron refugio en la corte francesa. Ahí se crio el futuro Carlos II. Inglaterra cayó en manos de Oliver Cromwell que implantó una república que era una dictadura. Un día Cromwell murió, su hijo no era de la misma madera,  y los generales que habitan exigido la muerte de Carlos I ahora querían un Carlos Segundo.



La Restauración Carolina

La corona retornó a Los Estuardo. El nuevo rey era joven, guapo y parecía bien intencionado.  Se ofreció a ser un monarca parlamentario;  proclamó la libertad religiosa y declaró una amnistía de la cual se salvaron muchos, menos un par de “Matarreyes” que sufrieron la muerte de traidores (léase fueron descuartizados).

El nuevo rey levantó las prohibiciones puritanas sobre el teatro y otros espectáculos públicos. Las mujeres pudieron seguir modas fastuosas y lucir osados escotes, hubo bailes en la corte y la nobleza volvió a residir con lujos. Este periodo es conocido por los historiadores como Restauración y tiene dos particularidades. El auge literario , sobre todo en el teatro,  y las aventuras románticas del soberano. Cuando se piensa en Carlos II enseguida se recuerda a sus amantes, todas muy poderosas, muy fértiles y muy intrigantes.



A Carlos le tocó vivir una gran era, pero marcada por dos catástrofes: La Plaga de 1665 y el gran Incendio de Londres (1666). El Rey se encargó de la reconstrucción de Londres por lo que es recordado como un mecenas de la arquitectura. También fue patrón de las ciencias,  fundando el gran observatorio de Greenwich, pero el cine lo retratará siempre como un ladino Casanova.

Al menos Carlos II se queda en la imaginación popular del cinéfilo. No se puede decir lo mismo de su padre y su abuelo. Las pantallas de cine de todo el mundo conocen la saga de Maria Estuardo. No así el reinado de su hijo. Apenas sabemos del Rey Jaime gracias a Jonathan Pryce en esa apología de Pocahontas llamada The New World (2005).



Su hijo, el decapitado ha corrido con un poco más de suerte.. En el filme de 1970 Cromwell, Sir Alec Guinness opaca a Sir Richard “Dumbledore” Harris en su interpretación del rey mártir. En To Kill a King 2003), Rupert Everett se guarda sus usuales manerismos y sarcasmos,  para subir al cadalso, enviado ahí por un siniestro Cromwell (Tim Roth).




Si la ficción se apiadaba del rey decapitado, lo natural es que explotaran la restauración de la corona a su hijo. La lista de los intérpretes de Carlos II es larga. Solo me detendré en las que considero más importantes. Nada más en el cine silente hay ocho versiones, casi todas enfocadas en la actriz Nell Gwynn, la más famosa de las queridas de Carlos II y de quien descienden los Duques de Grafton.

Los amores de Carlos II y Mistress Nell siguen interesando en este siglo. Aunque los protagonistas de Stage Beauty (2006) sean Billy Cruddup y Claire Danes, los opaca la presencia luminosa de Zoe Tapper como Nell y de Rupert Everett que si ya había interpretado al padre bien podía interpretar al hijo.



Por largo tiempo, a Carlos II se le incluyó en filmes sobre grandes figuras de su época como el arquitecto Christopher Wren o el musico Henry Purcell. En ese aspecto mi favorito es Vincent Price dando la venia a Paul Muni para que vaya a explorar las costas de Norte America en Hudson Bay (1940). Aun como benefactor de Henry Hudson, Carlos aparece como un hombre disoluto y Virginia Field se encarga de retratar a Barbara Castlemaine, una del infame trio de amantes más conocidas del monarca.



El Incendio de Londres y Forever Amber

Sin ser protagonista el rey volverá a aparecer en el cine vinculado al mayor evento de su reinado, el Gran Fuego de Londres. Este incendio,  que acabaría con mucho del antiguo Londres permitiría una reconstrucción esplendorosa bajo la guía de Sir Christopher Wren, para el pueblo fue una catástrofe de gran magnitud a pesar de que solo hubo 72 muertos.

El reinado de Carlos II fue un apogeo de las artes, la arquitectura, las ciencias, pero también un caos en lo que respecta a política y esto se debió a rivalidades religiosas. El reino estaba divido por diferentes sectas, cual de todas más supersticiosa o excéntrica en sus interpretaciones de la Biblia. Su vínculo en común era un odio al “papismo”(catolicismo). Aunque el rey fingía ser anglicano, la presencia de católicos en su familia como su madre, esposa, hermano y segunda cuñada, lo hacían sospechoso. Su vida disoluta lo hacia una abominación para los más puritanos quienes vieron en la fecha del incendio (1666) un señal apocalíptica. ¿No era ese el Número de la Bestia?

El incendio que inició en una panadería de Pudding Lane fue adjudicado a un complot extranjero. Mientras la ciudad ardía se persiguió, golpeó y hasta linchó a inocentes ciudadanos franceses y holandeses. Estos últimos porque Carlos vivía guerreado contra el nuevo imperio colonialista europeo.




Los problemas religiosos continuaron después del incendio. Uno de eso grandes villanos de la historia, un tal Titus Oates,  propagó la fake news de que los “papistas” pretendían apoderarse del trono. Eso propició una serie de matanzas y persecuciones en la cual una docena de jesuitas fueron sumariamente ejecutados y muchos clérigos debieron huir del país.

El reinado de Carlos II estuvo marcado entonces por grandes tragedias que opacaron sus logros. Es por lo cual el retrato del rey siempre ha sido el de un bon vivant que se la pasaba entre bailes y amantes. Es una imagen reforzada por la novela rosa como ocurre en la vilipendiada Por Siempre Ámbar.

Kathleen Windsor, una chica californiana que,  después de graduarse de Berkeley,  se dedicó al periodismo,  tenía un sueño:  escribir un mega bestseller tipo Lo que el viento se llevó. Lo logró durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras su marido estaba en el frente, Kathleen se leyó como trecientos libros sobre el periodo de la Restauración. Con eso escribió un mamotreto que los editores lograron recortar a mil páginas.



En ese libro, Windsor narra la historia de la huérfana Ámbar, hija ilegitima de un conde, quien escala puestos en la sociedad a punta de saltar de cama en cama. Se casa varias veces,  tiene hijos dentro y fuera del matrimonio (aunque no siempre del marido de turno) y hasta se hace abortos. Es a veces respetable, otras buscan empleo en la profesión más antigua del mundo. Trabaja tanto en el escenario como estafando a la gente a lo Moll Flanders. Finalmente llega a la corte donde rivalizará con la Castlemaine por el favor del Rey Carlos con quien tendrá un hijo.

Como se imaginarán tamaña novela causaría un gran escándalo. A pesar de que no era ni la mitad de grafica que los bodice rippers de los 70s, fue acusada de ser “pornográfica” y varios estados prohibieron su venta. Esto por supuesto aumentó su popularidad y el libro encabezó las listas de superventas por meses.

El sueño de Kathleen Winsor alcanzó su máximo nivel cuando en 1947 Hollywood compró los derechos de la obra. El proyecto estuvo rodeado de mucha propaganda incluyendo la búsqueda de la protagonista que rivalizó con la de Scarlett O’Hara. La elegida fue la desdichada Linda Darnell que, en 1943, había interpretado a la Virgen de Lourdes en La Canción de Bernadette.



Obvio que el Código Hayes no iba a permitir que se incluyesen todas las inmoralidades del libro. Ámbar solo tenía un hijo, se redujo la lista de sus amantes y maridos, pero se mantuvo su relación con Carlos II y su visión de la Restauración como una época excitante y aventurera émula del rey y su corte. George Sanders trajo su acostumbrado sarcasmo al papel del monarca y dejó una maqueta para que en el futuro se retratase a Carlos II.



Sam Neill y John Malcovich Se Ponen La Peluca de Carlos II

No habrá otro retrato importante de Carlos II en el cine hasta que en 1988 Hollywood lleve a la pantalla la novela de Rose Tremain,  Restoration. Ahí es Sam Neill quien se pone la larga peluca rizada del rey Estuardo. En esta historia, Carlos convoca a su palacio al joven medico Robert Merivel (Robert Downey Jr.), una prometedora estrella de la medicina inglesa para que cure a su Spaniel favorita. Merivel logra lo que los otros médicos no pudieron y el rey le da un puesto en la corte.

Carlos se ha encaprichado de Celia Clemens (Polly Walker), pero teme ofender a su amante oficial, Bárbara Castlemaine. Casa a Celia con Merivel y los pone a vivir en un palacete con órdenes de no consumar su matrimonio. Cuando el médico comete el error de enamorarse de su mujer, el indignado monarca lo expulsa de su corte.



Robert se va a trabajar en un manicomio manejado por lo cuáqueros . Ahí embaraza a Katharine (Meg Ryan), una de las pacientes. Son expulsados, se van a Londres y sobreviven la Plaga de 1665, pero Katharine muere durante una cesárea. Robert se dedica a criar a su hija y a ayudar a los pobres. Es lo que hace durante El Gran Incendio, pero cree haber perdido a la niña en las llamas. Será el rey quien se la devuelva junto con honores y la posibilidad de construir su propio hospital.

En ese filme, Carlos II es descrito como un rey frívolo, pero justo. No será así como aparezca en El Libertino, la historia del infame poeta carolino, John Wilmot, Conde de Rochester. Johnny Depp logra una de sus mejores caracterizaciones como un hombre depravado, cínico y sin D-s ni ley, que a pesar de su alcurnia y talento acaba destruido por el alcohol y la sífilis. Sin embargo, la película nos dice que el rey Carlos (John Malkovich) es peor que este desvergonzado cortesano.



Hoy Forever Amber es un libro ( y filme) olvidado. En Los 80, Raquel Welch intentó convertirlo en miniserie, pero nunca lo logró. Eso no significa que Carlos II, sus favoritas y sus parientes y cortesanos no llegasen a la pantalla chica. La BBC ya describiría la corte Carolina en The First Churchills (1969), pero de eso hablaremos en nuestra próxima entrega.

 

lunes, 25 de enero de 2021

Diana, Reina de Oz: The Crown 4x6

 


La Premisa de “Terra Nullius” es casi refrescantemente cercana a la realidad. En 1982, Los Príncipes de Gales viajaron a Australia.  Diana se ganó el cariño de un pueblo e incurrió en los celos irracionales de su marido. Ana y su cuñada se llevaban pésimo, pero ese aquelarre de brujas envidiosas de la joven y bella Cenicienta sigue siendo un cuento de hadas de Hans Christian Morgan. Como tampoco me creo que la Reina Isabel fuese una suegra infernal.

En 1982, Australia, bajó su primer ministro Bob Hawke, se preparaba para recibir a la comitiva real capitaneada por los Príncipes de Gales. Aunque el episodio exagera la importancia del viaje y el republicanismo del Primer Ministro, lo cierto es que era una prueba de fuego para una jovencita inexperta como lo era Diana.

                       Richard Roxburgh como Bob Hawke

La Reina tenía sus preocupaciones (puesto que ya conocía la bulimia y las manías suicidas de su nuera). Preocupaciones que se desvanecieron cuando, tras un inicio un poco incomodo, Diana se ganó los corazones de los australianos y alejó cualquier resquemor de que tuvieran que rendir tributo a una dinastía extranjera. Lamentablemente, el enamoramiento de los hijos de Oz con la Princesa no abarcó a su marido. Carlos siempre inseguro, le agarró envidia a su mujer culpándola de quitarle cámara.

En sus grabaciones, Diana tiene un raro momento en que comprende a su marido “cualquier hombre orgulloso se hubiese sentido mal en esa situación”, pero, y con razón, se queja de que Carlos fue injusto en sus criticas de un comportamiento que lo honraban tanto a él como a La Corona. En Nueva Zelandia, Diana no pudo más y sucumbió a la bulimia. Sin embargo, en los anales de su reinado, este viaje fue su gran triunfo. El primer paso para convertirse en La Reina de Corazones fue ser Reina de Oz.

          Los Gales y Los Hawke en Canberra

Aunque es más que posible que ya para estas alturas Isabel II encontrase paz y consejo en las mujeres de su familia, “The Crown” las presenta como un aquelarre de mujeres envidiosas que conspiran en contra de la princesa del cuento. Solo Margaret expresa alguna compasión hacia Diana. Irónico porque, al final, Margaret se volvió peor enemiga de su sobrina política que todas sus otras parientas juntas.

¿Qué hubiera ocurrido si Diana se hubiese adaptado como hizo Felipe y tal como espera La Reina Madre? Es que esto va más allá de adulterio (¿me van a decir que una nena joven y guapísima no se las iba a poder con una mujer avejentada, usada y más encima casada?) El problema es que Diana tenía problemas.



 La gente se cohíbe cuando debe describir los problemas de la Princesa como mentales, emocionales o psicológicos. Lo siento. Si vomitas lo que comes, si te tratas de suicidar una vez al mes, y si en medio de una discusión marital, agarras un cortaplumas y te haces cortes en el pecho, no estás en tus cabales. Necesitas ayuda médica, medicamentos, terapia de apoyo y la Familia Windsor no tenía la preparación para asistirla y menos Carlos que tampoco era muy estable emocionalmente.

La serie nos muestra que Carlos, su hermana y su madre están celosos de la popularidad de Diana. Jamás he oído que se acuse a Isabel de envidiar a su nuera, pero Ana si tenía un problema con su cuñada. Desde antes del matrimonio, Ana consideró a Diana como “una niña tonta” y que no estaba a la altura de lo que debía ser una Princesa de Gales. Pero también debe haber habido un elemento de celos. Ana se quejaba de la adoración que su cuñada generaba en el pueblo, algo que ella nunca consiguió.

Es que, para ser francos, la personalidad de puercoespín de la Princesa Real nunca la hizo una favorita de la prensa. No tiene nada que ver con belleza física (ahora todos la quieren) sino con su actitud rebelde y malcriada. Diana era toda ternura y simpatía. Era imposible no quererla.



Eso me lleva a una gran queja que tengo con Emma Corrin. Es cierto que Diana era irascible e impaciente, peto no creo que anduviese todo el día con cara larga o haciendo muecas como nos la muestra la serie. Y su peor lado (cuando despidió criados, expulsó a los amigos de Carlos de su vida y hasta exilió al perro del marido) no afloraría sino hasta después del nacimiento de Harry.

Hora es de hablar del famoso Magical Mystery Tour por Australia, y de sus mitos, algunos inventados por Morgan, otros por la prensa que endiosó a la Princesa de Gales, pero también la usó, manipuló su imagen, lucró a costa de ella y finalmente la mató.



Bebé a Bordo

El primer mito, y que molestó incluso a la Princesa, es que ella insistiese en llevar a su hijo a Australia. Primero que es un absurdo total cargar con una criatura de menos de un año, y que está en medio de su dentición, al otro lado del mundo en un viaje complejo donde no se sabe quién lo va a cuidar. Segundo, Diana le contó a Andrew Morton él lo incluyó en su biografía oficial que ella nunca quiso exponer a William,, que era consciente de que ella iba cumplir con sus deberes oficiales y no iba a tener tiempo de atenderlo: “Estaba dispuesta a dejarlo, aunque no me iba ser fácil”.

La razón por la cual se decidió romper un precedente y cargar con él bebé fue por consejo de un ex primer ministro australiano, Malcolm Fraser, quien consideró que añadiría humanidad y simpatía a la joven pareja. Por eso se tomaron medidas. Al principito no lo iban a arrastrar al errático tour de sus padres. Él iba a tener una experiencia australiana en un pueblito ovejero (lo que allá se llama una “sheep station”) llamado Woomargama que quedaba entre Sídney y Melbourne.

El niño y su nana, Barbara Barnes, que viajaba con Los Príncipes de Gales, fueron alojados en la propiedad de Los Darling. Estos amigos del famoso Mike Parker, secretario del Duque de Edimburgo, ya habían sido anfitriones del Presidente Reagan y la Primera Dama en su viaje a Australia.

                Los Príncipes y Wills en Nueva Zelandia

Diana puso algunas exigencias (sobre la seguridad de William) que se cumplieron por lo que el bienestar del niño no jugó un rol en el estado emocional de la Princesa. Toda esa sorpresa cuando le arrebatan al bebé en el aeropuerto’, su histérica insistencia en interrumpir el tour para visitar él bebé, esa entrada impulsiva y corriendo a la casa de los Darling son licencias melodramáticas que, más que mostrarnos a una madre angustiada, retratan a Diana como histérica y descontrolada.



Es casi igual de absurda que ese interrogatorio pedante y humillante al que Diana somete al pobre Edward Adeane cuyo único resultado es hacer creer que ella no quiere separarse de su hijo porque es bonito y no llora. Lo chistoso es que el bebé se larga a llorar justamente al final del discurso. ¿Tendrán grabado el llanto o será que los alaridos de la Corrin alarmaron a la criatura? Sabido es que gatitos y bebés se contagian del ánimo alterado de quienes están cerca de ellos. Lo que hace pensar sobre como los bochinches de los padres habrán afectado la psiquis de William y Harry.



Morgan vs Australia

El pueblo australiano se ha sumado a larga lista de descontentos con la Cuarta Temporada de The Crown”.  Según The Guardian la representación del tour en “The Crown” ha dejado descontentos a los habitantes de Oz. El primer ultraje ha sido en contra del ex primer ministro Bob Hawke quien nunca comparó a la Reina Isabel con una cerda, y aunque republicano, tenía otras preocupaciones como las de reducir el nivel de pobreza de su pueblo antes que salirse de la Commonwealth.

Si bien es cierto que la presencia de Diana creó más sentimiento monárquico entre los australianos, nadie estaba predispuesto en contra de la Visita Real. Nunca hubo protestas en Canberra ni en ningún otro sitio de la isla-continente. Tampoco la audiencia se burló cuando Carlos se cayó durante el match de polo. Por el contrario, lo aplaudieron al verlo continuar el juego. A la que le están haciendo “buuh”es a la serie porque, para colmo, muchas escenas de Australia las grabaron en España.

Un dato curioso es que el público australiano, y principalmente el gremio periodístico, no esperaba mucho de Diana. Gracias al Daily Mirror su bulimia era conocida por todo el mundo. Muchos creían que no iba a aguantar el arduo recorrido sobre todo en ese clima inclemente que caracteriza los veranos Down Under. Lo cierto es que el calor casi la mató. El Príncipe Carlos dio explicaciones públicas de que su mujer y él sufrían de jetlag para explicar sus caras rojas y su cansancio. Sin embargo, poco a poco, se acostumbraron al clima y todo comenzó a funcionar.



ES hora de hablar de la infame representación de ‘the Crown” del ascenso a Uluru. Diana nunca la llamó “Ayers Dock” y si no pudo escalarla fue porque llevaba un vestido abierto en el frente y el viento le alzaba las faldas obligándola a enseñar lo que las princesas no deben mostrar. No fue porque fuera “frágil y patética” como en la serie la describe Carlos a Camilla.

             La verdadera razón para la incomodidad de Diana en Uluru

Solo en una ocasión Diana perdió los estribos. Fue en Sídney cuando la multitud se le abalanzó encima arrinconándola. Ahí la Princesa se echó a llorar. Leí en la Paula en 1968, y me lo confirmaron gente que estuvo ceca de ella, que ocurrió algo parecido con Isabel II en Valparaíso. Los porteños rompieron el cerco de Carabineros y le cayeron encima a Su Majestad. Alarmada, Isabel no lloró como su nuera, sino que se taimó y se puso de muy mal humor. Se entiende, es una experiencia que asusta casi ser arrollada por un tumulto.

        

Sin embargo, el tour fue un triunfo gracias a la simpatía y sencillez de Diana que se metió a los australianos en el bolsillo.  Una lástima que sus esfuerzos solo consiguieron envidia de parte de su marido. Eso arruinó lo que pudo ser una verdadera luna de miel.  A su llegada a Nueva Zelanda, la pareja se llevaba mal y Diana estaba exhausta. Mas encima, el recibimiento en el país de los kiwis no fue muy agradable. Ahí si hubo protestas, les lanzaron huevos al automóvil donde viajaban y el infamoso activista maorí Te Ringa Mangu Mihaka les mostró las nalgas. No es de sorprender que, con tanta presión, Diana recayese en sus ataques de bulimia.

              La serie hace parecer que la danza maorí provocó la bulimia de Diana

Una Audiencia con la Suegra

Sin embargo, es la última escena del episodio la más irritante porque es imposible que haya sucedido. Una Diana alteradísima irrumpe en el saloncito de la suegra, acusa no solo a Carlos de resentir sus logros, sino también a La Familia Real en pleno. La Reina se pone a la defensiva y Dina remacha su faux pas abrazándola y llamándola “mamá”. Isabel cuenta este suceso a su horrorizado aquelarre que ponen caras de asco. ¡Por favorrrr!

1.       Diana, tal como hoy lo hacen la Condesa de Wessex (esposa del Príncipe Eduardo) y Duchess Kate, llamaba a Isabel y a Felipe “Mamá” y Papá”. No se entiende la sorpresa de la Reina cuando su nuera lo hace.

2.       La Reina está acostumbrado a que la abracen y no solo sus íntimos. Michelle Obama, deportistas y hasta políticos, la han abrazado. Aunque su costumbre es saludar de besos a íntimos, no es como que un abrazo la desarme.




3.       Diana estaba acostumbrada, en los primeros cinco años de casada, a ir frecuentemente a visitar a su soberana y a pedirle consejo. Siempre salía más tranquila de esas reuniones y en una ocasión le conto a la biógrafa Íngrid Seward “tengo la mejor suegra del mundo”.

4.       A diferencia de lo que nos muestra “The Crown”, La Pareja Real no llegó de Nueva Zelanda a Londres en medio de lluvia y dándose codazos. Para descansar, se pasaron unos días en Las Bermudas y estuvieron muy cariñosos. Las fotos no mienten. Pasado el viaje, Carlos superó sus inseguridades por un rato y comenzaron días felices para los Príncipes de Gales. Recordemos que menos de un año más tarde, encargaron a Harry, y que Diana recordaría esta etapa como las feliz de su matrimonio.

               Y esto pasó despues del tour australiano, Carlos y Diana en Eleuthera

lunes, 21 de diciembre de 2020

En Balmoral, Haz como los Balmorianos: The Crown 4x2

 


“The Balmoral Test”, como el episodio anterior, fue una serie de altos y bajos. Mas altos que bajos, excelente interactuación Thatcher-Windsor, más algunas escenas inventadas que bien pudieron ocurrir.

En Familia con Los Windsor

Concuerdo con nuestra Gatita Honoraria, Norah Frías que los primeros capítulos son una carnicería, escena tras escena de cacería o pesca. Estos Windsor (en realidad toda la aristocracia británica, no se olviden de la cacería de pobres zorros) viven matando animales, ni siquiera para comerselos, sino para colgarlos en las paredes.

El título de la serie se refiere a al ardid que inventó la Reina Victoria como una manera de determinar si algún conocido merecía ser parte de su círculo social. Obviamente, en los casos de la Reina Madre, de Wallis Simpson y Felipe (ni hablar de Kate y Meghan) la interrogante era si merecían ser parte de la familia.





En el mismo episodio tenemos a dos mujeres ser sometidas al complejo set de reglas de etiqueta que forman parte del examen. Diana aprueba con la nota más alta, la Primera Ministra saca un “0”. Pero lo importante (y eso deberíamos saberlo los que agonizábamos cada vez que nos colgaban en un examen) es que la prueba es inservible e irrelevante.



 Thatcher vuelve a Londres y cambia la política británica, deshaciéndose de los miembros de su gabinete que son los que inventan estupideces como el Test Balmoral, porque todo lo que se hace en la Familia Real se imita en la aristocracia. Los Downties, los amantes de Brideshead Revisited y de las novelas de Nancy Mitford, sabemos que estos juegos mamertos (y yo que fui a una escuela inglesa tuve que aprender a jugar todos esas boberías como charadas, y Sardinas) son parte de esos aburridos fines de semana en las country houses, donde además de jugar y matar animales, lo más interesante es el corridor creeping (las folladas a medianoche y siempre con parejas ajenas).



 Por eso sonó tan falso cuando Camilla se negó a ir a Balmoral. En la vida real, los Parker-Bowles eran parte importante del círculo del Príncipe de Gales, habían pasado el test y eran a menudo invitados a Balmoral. Lo que, si es ciertoy mucho humilló a Diana enterarse fue que tanto Kanga como Camilla (las dos maitresses du roi) dieron el visto bueno a la chica Spencer y, como todos, apresuraron al Príncipe de Gales a pedir su mano.

Por otro lado, el leitmotiv del cuento, el ciervo herido, nunca existió. Es una metáfora repetitiva de Morgan que no quiere a los animales sino no sería tan sádico de mostrárnoslos sufriendo o despedazados. Yo me preguntaba si el pobre Bambi era una metáfora para Diana o de Margaret Thatcher, pero finalmente Carlos dijo que era él que se sentía como el ciervo.

El Verdadero Cortejo de Lady Di

A propósito, tampoco Felipe obligó a su hijo a pedir la mano de Diana, inmediatamente después de Balmoral. Lo hizo cuando Carlos ya llevaba seis meses viéndose en público con Lady Di. Felipe le escribió una carta diciéndole que estaba arruinando la reputación de la chica así que la dejaba o se casaba con ella. Carlos no quería soltar a Diana, así que le propuso matrimonio.





Este capítulo tiene lugar en septiembre del 80. Diana y Carlos han tenido su primera cita en Cowes. En el yate real, Diana ha conocido al Duque de Edimburgo. La historia de que Felipe y su futura nuera se fueron a cazar al codiciado ciervo es ficticia, pero es lindísima. Casi tanto como Thatcher recitando “No Enemies” de Charles Mackay (me encantó como lo pronunció “macai” no como aquí que decimos “makei”).  Tiene razón esta mega señora. Si vas a hacer un trabajo con ahínco, vas a cosechar enemigos, contrarios, gente que te critica. Eso no significa que estés equivocado o haciéndolo mal.


También me gustó mucho la segunda cita de Carlos y Diana. Efectivamente fueron a oír un Réquiem de Verdi en el Royal Albert Hall chaperoneados por Lady Fermoy (Georgie Hall de “Call the Midwife”), abuela materna de Lady Di. Diana era una amante de la música de todos los tipos y creo que debe haber gozado de la velada y que ya estaba enamoradísima del Príncipe.



Aunque me gustó el recuento de la visita de Diana a Balmoral, no es del todo fidedigno. No era la primera visita de Diana Spencer a la residencia real escocesa y ya conocía casi todos los presentes. Ese recibimiento casi militar de su abuela tampoco es histórico. Lady Di se vino a quedar con su hermana Lady Jane Fellowes y su cuñado John. Este era secretario de la Reina por lo que se les había asignado una residencia dentro de la propiedad.



Diana tuvo más independencia en esa visita, a pesar de que Carlos (que según palabras de la Princesa estaba “obsesionado” con ella) la llamaba diariamente para integrarla a los planes diarios de su familia, Tal como en la serie, Diana destacaba por su simpatía y sencillez. El único tropiezo fue cuando los paparazzi descubrieron a la pareja pasando por un bosque y Diana tuvo que huir. Aunque usaría un pañuelo para cubrir su cabeza en las próximas excursiones al aire libre, ya la noticia se había regado y a su regreso a Londres debería Diana enfrentar el cerco implacable de la prensa.

Cosas que Me han Dejado Incomoda.

¿Según la serie, la Princesa Margarita es bipolar? Porque no se entiende que sea frívola, esnob y maleducada con su tocaya Thatcher, para, en unos episodios más adelante, sea la voz de la razón, la única que se oponga a la boda de Carlos y la que arme escandalo al saber que sus primas están encerradas en un manicomio. ¿Como puede ser en un momento tan fanática de protocolos, y reglas que protegen a la monarquía, y al otro abogar por los más atropellados por esas reglas?



Su Majestad nunca ha sido una Twiggy, y su mamá engordó en su vejez, ¿pero tienen que mostrárnoslas chalchetudas y barrigonas?




No aguanto los ojos de Emma Corrin, son tan inexpresivos que la hacen verse más marioneta que Josh O’Connor que ya parece Petrushka. A ratos se ven duros, fríos como los de Samantha Morton. Uno de los mayores atributos de Diana, antes de casarse, era su mirada límpida, llena de humor y deseo de agradar, ya luego la tristeza opacó sus ojos, y al final tenía una mirada torva.

Algo que muchos parecen no entender es que, aunque en realidad Margaret Thatcher odiaba ir a Balmoral no era por sentirse menospreciada. Se necesitaba más que Los Windsor en famille para conseguir rebajar a la Dama de Hierro. El problema es que, para una trabajólica como La Thatcher, era inconcebible perder un tiempo precioso en charadas y en perseguir ciervos por las Highlands.



Pareciera que Morgan en su implacable ataque frontal a la monarquía esté perdiendo imaginación y repita recursos dramáticos. En el capítulo anterior es la carta-consejo que recuerda la carta que la Reina recibe de su abuela a la muerte de su padre, y a los consejos del Duque de Windsor al Príncipe de Gales. También la muerte súbita cuya noticia recibe alguien que esta disgustado con la persona fallecida (Felipe y Cecilia, el Duque de Windsor y su madre, Carlos y Lord Mountbatten).

Otro momento de Deja Vu para mí fue la cacería final del pobre ciervo herido. Me recordó el primer episodio de la serie cuando el Rey Jorge despierta a Felipe y se lo lleva a cazar patos en Wolferton Splash. La diferencia es que el rey aprovecha de explicarle al Duque de Edimburgo lo que significa casarse con un futuro monarca, lo que le espera, lo que se espera de un consorte real, “ella es tu trabajo”. ¿Qué hubiese pasado si Felipe en vez de preguntarle a Lady Di sobre cuanto cobraba por limpiar baños, le hubiese explicado las trampas y peligros de unirse a La Familia Real? ¿Lo hubiese escuchado ella?