jueves, 1 de septiembre de 2016

¡Por fin! Ultimas palabras sobre Downton Abbey


Hace ocho meses que La Abadía Downton cerró la puertas a los televidentes y ya casi cuatro meses desde que Film&Arts transmitiera el último episodio, pero recién (y con un empujoncito de la Reina-Gata Any) es que puedo escribir con objetividad sobre una de mis series favoritas.

A pesar de que como cualquier “Downtie” respetable sentí la suspensión de “Downton Abbey”, no fue una gran ni inesperada tragedia como me ocurriera con “Penny Dreadful”  o “Boardwalk Empire”. Además, y a diferencia de “PD” o “Revolution”, el final fue muy satisfactorio y me dejó con un buen sabor de boca.

Muchas veces he comparado, en este confesionario, a “Downton” con “Upstairs/Downstairs” pero donde las series difieren totalmente y sus caminos bifurcan es precisamente en la manera de terminar. Los Crawley se despidieron con una nota optimista llena de augurios de que las cosas si estaban bien ahora se pondrían mejor mas tarde. Nada parecido al sobrio y agridulce  episodio que dio término a “UD”.

En esa serie, la boda de Georgina se vio opacada por el recuerdo del suicidio de James Bellamy, el despido de los criados,  y el cierre de la casa ancestral de los Bellamy. En cambio en Yorkshire la Abadía quedó más que abierta y si en algún momento nos distrajimos de los esfuerzos de Edith para convertirse en Marquesa de Exham,  fue para alegrarnos del nacimiento del pequeño Bates o de que George pronto tendría un hermanito.

Al final de UD la gran duda era qué pasaría con los criados luego del debacle de sus señores. Mas o menos se arreglaron, Georgina terminó llevándose a Daisy y Edward; Los Bellamy cargaron con la arruinada Rose, Hudson y su nueva esposa decidieron muy a regañadientes abrir una hospedería.

Esas colocaciones dejaron a los fans incómodos e insatisfechos. Eran como míseros premios de consuelo para quienes tanto habían sacrificado y trabajado para una familia que sin quererlo, terminaba traicionándolos. Qué diferente ese final al de Moseley, el flamante maestro de escuela;  o Mrs. Patmore orgullosa dueña de un hotelito; o de Daisy que finalmente y tras perder pelo y soberbia, descubrió que prefería ser granjera que cocinera. 

Siguiendo con el mundo de debajo de las escaleras, Los Bates aumentaron su familia luego que Anna diera a luz (muy apropiadamente) a su primogénito en la cama de Lady Mary. En cuanto a Carson, tuvo un final pletórico  de mérito, con bienestar y con amor. Ojala todos nos jubiláramos con ese sosiego.  ¿Y Barrow? ¡Ahh! ya hablaremos de él en un segundo.

“Downton Abbey” acabó con todo un kilo de promesas futuras ejemplarizadas por las nuevas generaciones de Crawleys: Marigold , Sibbie, George y su futuro hermano o hermana; El bebé Bates; y hasta Rachel, la pequeña ausente, que no cruzó el Atlántico como sus padres Atticus y Lady Rose que vinieron a celebrar las Navidad en  la Abadía.

Pero no solo los jóvenes tuvieron su espacio en el futuro de los Condes de Grantham. Fue un alivio llegar al final sin enlutarnos por el fallecimiento de la Condesa Viuda, de Mrs. Hughes,   Mr. Mason o algún otro ejemplar de la Tercera Edad. De hecho, aplaudo que la serie concluyera con un homenaje al amor entre Adultos Mayores,  cuando Isobel Crawley “se apropió” de Lord Merton.

 La odiosa Amelia estaba empeñada en impedir que su suegro volviese a ver a su ex novia. No contaba con ese carácter batallador de la ex suegra de Lady Mary. Isobel se presentó en la Casa Merton,  paso por encima de sus infames hijastros y de la más que infame Amelia para llevarse consigo a un encantado Lord Merton. ¿A ver?  ¿Cuántos  setentones (por muy marqueses que sean) pueden decir que haya mujeres dispuestas a  raptarlos?

La audacia de Isobel Crawley  (que fue bien aconsejada por su archirrival prima) representó la osadía tan aplaudida en el personal femenino de este cuento. ¿Sin la osadía de Anna dónde estaría el pobre Mr. Bates? ¿Sin la osadía de Mrs. Hughes , Mrs.  Patmore y Lady Cora cuántas tragedias no hubiesen ocurrido en la Abadía? Lo que Lady Violet y su nuera legaron a Las Hermanas Crawley no fue esnobismo, ni creerse supriores por ser hijas de un conde. Al contrario lo que heredaron Edith  Mary y la difunta Sybil fue el valor de superar los prejuicios de sus clases y vivir sus vidas de acuerdo  a sus reglas

Sybil murió, aunque su espíritu siguió siendo un ejemplo hasta el final, pero Mary finalmente se dio permiso para ser feliz y dejar ser feliz a su aborrecida hermana. En cuanto a Edith, por un momento pensamos que a pesar de su honestidad y coraje,  seria vencida por ese peso pesado de futura suegra. Eso hasta que Bertie (tan tímido y miren que gallito nos salió) le cantó las 40 a su madre.  Mrs. Pelham bajó el moño con tiara y todo para aceptar en su familia a una “perdida”, pero con mucho pedigrí.

Voy a detenerme en comentar el final de un personaje que odié, aprecie, admire, llore con él y terminé amado. ¿Quién lo diría? Acabé enamorada del despreciable Tomas Barrow. A diferencia del Señor Molesley quien evolucionó de un loser a un triunfador, lo que evolucionó en el caso del lacayo Barrow fue la percepción del público sobe su persona.

Comenzamos viéndolo como  un chantajista quien con sus extraños manejos consigue que seduzcan (semi a la fuerza) a Lady Mary.  Sin embargo, unas temporadas más adelante, rescata a riesgo de su propia vida a Lady Edith de un incendio. Y su relación con Lady Sybil fue tan bonita que lo llevó a proteger a la hija de la difunta.

En una serie que muchos han criticado por dar una visión idealizada de la aristocracia rural de las primeras décadas del Siglo XX y que poco énfasis ha hecho en los prejuicios y cambios  de la sociedad inglesa de aquellos tiempos,  Barrow se las arregló para inyectar  un realismo ingrato.  Más allá de ser el Artful Dodger de la cocina de los Grantham, Thomas era homosexual, una condición que en ese entonces no solo era reprobable, sino también penada con cárcel.  Esa  injusticia otorgaba un aura trágica al granuja  y nos lo volvía simpático (aparte que Rob-James Collier  está para chuparse los bigotes).

Cuando más queríamos odiar al criado, su orientación lo colocaba en peligros que provocaban muestra compasión y nuestra ira ante la estrechez de mente de ese tiempo. Lo más triste es que siendo guapísimo, Thomas Barrow nunca conseguía novio. Los que le gustaban  o lo rechazaban o se suicidaban, pero antes lo metían en buenos líos.

Pero lleguemos al fin de este cuento donde además del bodas y bebés, Thomas Barrow  consigue ser feliz.  Después de su intento de suicidio, los Grantham le dan un tiempo para recuperarse, pero los cortes presupuestarios de la Abadía exigen que se busque otro empleo. Barrow acepta la oferta del octogenario Sir Mark Stiles y es despedido con besos de parte de Baxter y de Mrs. Hughes-Carson, con un apretón de manos por parte de Su Señoría, y con promesas de amistad eterna por parte del pequeño George.

Tenemos escenas de la vida de Barrow en el Misterioso Affaire de Stiles, una especie de casa de Usher, candidata ser la nueva Crimson Peak, donde reina un silencio espeluznante, luces mortecinas y un amo que se pasea como El Fantasma de Canterville por salones llenos solo de ecos del pasado. Barrow jamás será feliz en esa lúgubre atmosfera. La Casa Stiles demuestra las diferencias con Robert y su familia. Los  Grantham han sabido adaptarse a los tiempos y así sobrevivir incólumes en su glamur  y boato. Los Stiles son cadáveres del ayer.

Mientras tanto en Downton Abbey, Carson comete el faux pas de verter vino en la mesa. Es una indicación que ha heredado el Mal de Parkinson, enfermedad que sufren sus familiares. Mary, en una escena maravillosa le pide a Carson “ayuda” para decidir qué hacer con él. Obvio que no lo puede dejar que derrame sopa sobre los invitados. La solución es típica Grantham. A Carson se le da una casa para que pase el reto des su vida con dignidad bajo el cuidado de su esposa.

Entonces, a Robert se le ocurre rescatar a Barrow de  de su casa-sarcófago y colocarlo como el mandamás del servicio de la Abadía Downton. Y Colorín Colorado. Edith fue marquesa, Moseley fue maestro y a Thomas lo coronan mayordomo. No pudieron pensar en un final mejor.

Hay por ahí un par de cínicos que dicen que Lord Fellowes, muy habilmente decidió acabar su serie antes de 1926, un año clave en el desarrollo social de Inglaterra. Ese fue el año de La  Huelga General . Durante una semana los sindicatos británicos mantuvieron  en jaque al gobierno y soñaron en vano con reformas laborales. El fracaso de los huelguistas ayudó a crear una barrera entre los adinerados y los trabajadores. Brecha que se ampliaría luego de la Crisis del 29. La Inglaterra de la Depresión seria testigo de una división de clases del tamaño del Gran Cañón y que solo se repararía (momentáneamente) con La Segunda Guerra Mundial y El Blitz.

“Upstairs Downstairs” no temió enfrentar estos históricos  hechos. La gran tragedia de Los Bellamy fue el suicidio del heredero, El Mayor James Bellamy. Aparte de perder la fortuna de la familia en Wall Street, también James especuló con los ahorros de la mucama Rose. La Mansión Bellamy en Eton Place se clausuraba, los criados y los amos se desbandaban, dos mundos que se alejaban.  

 ¿Sucedería algo similar con Los Crowley  si la serie retrataba esos cruciales eventos? ¿Fue eso lo que obligó a Julian Fellowes a cerrar las puertas de la Abadía  en 1925? No lo creo así.

Es obvio que el autor amaba Downton, a sus habitantes y a su modo de vida. La crítica a la miopía y egoísmo de las clases pudientes no fue su tesis. Me parece una postura legítima. A veces hay que ver las cosas desde otro ángulo. No todos los aristócratas fueron monstruos irresponsables y mezquinos. Por lo demás, muchas familias nobles sobrevivieron incólumes  las catástrofes sociales de su siglo. Hicieron lo que Los Crawley, se reinventaron, se pusieron a trabajar, redujeron presupuestos y abrieron su mundo a los ojos de nosotros los plebeyos que siempre soñamos con la munificencia y belleza del Haute Monde.

Pero no concibo que Downton Abbey fuese una serie frívola, cuyo único valor estaba en su estética. A su manera plasmó lo difícil que era ser hembra, arriba o debajo de las escaleras, en ese contexto clasista y sexista de inicios de siglo. Desde el momento en que vimos que la aristocrática y altiva Lady Mary debía hacer las maletas y olvidarse de sus derechos de primogénita para darle paso a un abogaducho de Manchester  cuyo único merito parecía ser haber nacido con testículos, que era evidente que esta esplendorosa historia tenía lugar en un espacio injusto donde el derecho a la felicidad lo dictaba el género.


Por suerte, al final fue el género mal llamado débil el que tuvo la última palabra. Me quedo esperando la prometida película que se hará sobre esta maravillosa serie. 

sábado, 7 de mayo de 2016

Compromiso, boda y un cuasi suicidio: Downton Abbey 6x08


Mary y Barrow eran bombas de tiempo y esta semana estallaron ambos. Mary destruyendo las posibilidades de Edith de casarse (segunda vez que lo hace) y de ser marquesa. Barrow que siempre buscó hacer daño, esta vez, se hizo daño a sí mismo.  El gran fínale de “Downton Abbey” tuvo escándalos a granel, La Abadía fue candela pura, y acabó con una boda como la gran telenovela que fue.

Si vamos a hablar de candela, digamos que el toque picante esta noche lo puso precisamente Mrs. Patmore y no con sus condimentos. El hombre que la espiaba era un detective contratado por el esposo de una adultera que usaba la posada de la cocinera para escarceos ilícitos. El infaltable Sargento Willis llega a la Abadía a darle esa mala noticia la pobre mujer. En esa época tan moralista ese era el fin de cualquier establecimiento.

Al enterarse, se cancelan todas las reservaciones y la buena de Mrs. Patmore está en boca de todos. Curiosamente, tanto el servicio como Los Crowley,  lo encuentran todo muy chistoso. No sé por qué. Es la Tía Rosemonde, siempre la más generosa, a quien se le ocurra una solución. Ella y Los Condes irán a tomar el té al establecimiento y de esa manera volverá la respetabilidad a la hostería.

Curiosamente, será Carson quien se oponga. Se enfurece al imaginarse a sus señores en un lugar de mala reputación. Reprende a Mrs. Patmore y acusa a Mrs. Hughes de ser inescrupulosa como todas las mujeres. Elsie se muere de la risa ante este tardío despliegué de misoginia. Así hay que tratar a los viejos tontos (a ver si aprendo yo con el mío).


Aun así, Carson obliga a Mrs. Patmore a agradecer a Milord, pero también debe rechazar  la amable oferta. Robert inmediatamente se da cuenta de donde viene  todo. Con voz firme declara que la cocinera ha sido muy leal y es hora que la Familia Crowley la  recompense. Cuando Carson intenta reclamar, muy sutilmente El Conde lo pone en su lugar.

Otra a la que pusieron en su lugar fue Miss Cruishanks. Isobel la visitó, y en su estilo directo habitual le dijo que si Larry no le pide disculpas personalmente ella no va a ir a ninguna boda ni considerará ser  la futura Lady Merton. Amelia es todo un estudio de muecas, pero no puede negarse.

Daisy pasa sus exámenes y Moseley tiene un primer día de clases, un poco defraudante. Todos los docentes hemos tenido ese primer día en que nada sale como esperábamos. Los chicos no le hacen caso, hasta dibujan una caricatura del nuevo maestro. Yo hubiera hecho una de Dawes que anda para todos lados con un birrete que parece el sobrino de Tribilín.

El lacayo le comenta a Baxter que no sabe cómo ganarse el respeto de su alumnado. Su mayor temor es que lo desprecien al descubrir que es un criado. Baxter lo insta a  decirles la verdad. Todo el capítulo giró alrededor del tema de la verdad: La verdad de Barrow, la verdad de Edith, la verdad de Mary.

A diferencia de los anteriores, Moseley se atreve a ser sincero. Revela su origen y su otro  empleo a sus estudiantes. Ante su sorpresa, esto lo ayuda a ganarse el respeto y atención de los niños. La mayoría son hijos de sirvientes y el ver que uno de su grupo ha logrado llegar a un puesto respetable los llena de esperanzas. Daisy, que ha venido a darle ánimos a su mentor, llega y escucha tras bambalinas

Más tarde en el comedor de criados, Daisy  anuncia que Mr. Moseley ha hipnotizado a su clase y que se ve que es un maestro nato. Moseley recibe un coro de aplausos por parte de sus pares y Bates le dice que está bien que al fin la vida lo recompense ya que es un buen hombre. Eso viniendo de quien una vez fuera rival de amores de Moseley, le sienta muy bien al lacayo. Pongo dos fotos para que se vea cuanto ha avanzado el nuevo maestro en un par de temporadas.


El que no se siente un buen hombre ni cree  que la vida pueda recompensarlo es el pobre Barrow, Se encierra en el baño y se abre las venas como Cayo Petronio  dentro de la tina. Entre Baxter y Andy derriban a puerta y le salvan la vida. Se  les une Mrs. Hughes y entre todos lo llevan  a la cama y llaman al Dr. Clarkson. Informado Carson, y con Thomas fuera de peligro, se decide manejar todo con mucha discreción y aparte de los ya mencionados solo la Familia y Anna sabrán que Thomas quiso quitarse la vida. Para  los demás, el ayudante de mayordomo está en cama muy agripado.


Y por fin llegamos a lo mejor, por de la noche. Me detengo para hacer un comentario antes de que me linchen las Mary-fans. Edith estuvo totalmente en falta. Tanto su madre como su tía la intimaron a sincerarse con su futuro marido y por cobardía, ella no lo hizo. El rechazo de Bertie no se debió a saberla madre soltera, sino a su falta de confianza que la hace indigna de confianza.

Dicho esto, agrego que por muy culpable que fuera Edith no es asunto de Mary  que si se involucró en la intimidad de su hermana fue por cruel, envidiosa y mala leche.


Sabemos que desde pequeñas ha existido una rivalidad patológica entre Mary e Edith. Sabemos que Edith amaba al primo Patrick y que sufría al saber que aun comprometida con él, Mary  nunca  lo haría feliz. La venganza de Edith fue obscenamente horrible. Arrastró el nombre de su hermana por el fango de Inglaterra y de Turquía. No le importó que la vergüenza cayera sobre la noble casa de Grantham con tal de exhibir a Mary ante el mundo como una perdida. Mary no se quedó atrás. Se las arregló para arruinar las posibilidades de Edith de casare con Sir Anthony. Estaban a  mano.

Aun así, años más tarde, cuando Mary felizmente casada y embarazada descubrió que su hermana ya solterona tenía un pretendiente también se opuso .Nunca entendí por  que le desagradaba tanto Michael. Ya viuda resentía que Edith fuera feliz junto a su jefe.  Ni siquiera sintió lástima de Edith cuando Michael murió.

Mary tiene un empleo y ha tenido una serie de pretendientes y aun así le molesta que Edith triunfe en su empresa, que trabaje, que sea independiente y que tenga dinero propio, heredado y ganado. Siempre habla con sorna de todo lo que hace la hermana, sea trabajo o romance.

Este episodio comienza con Mary enterada que ha muerto el Marqués de Exham, primo de Bertie. En un despliegue de mezquindad, Mary  se alegra ya que el nuevo marqués despedirá a Bertie y no podrá casarse con Edith. Ya comenzaron mis nauseas. Edith telefonea Bertie para ofrecerle su pésame e invitarlo a pasar unos días en La Abadía. Vuelve con un noticion para su familia: ¡Bertie ES EL NUEVO MARQUES!

Mary se atraganta mientras todos felicitan a Edith (eso estuvo un poco de mal gusto. Nadie pensó en el pobre y frágil Peter muriendo en Marruecos solito). Resulta que Edith será Marquesa, eso sí se casa con Bertie y marques es más que conde.

Mary pone cara de hermana de Cenicienta, pero se consuela pensando que el ahora marqués buscará una esposa más rutilante que la sosa Edith. Equivocada está Lady Mary, Bertie realmente triste por la muerte del primo, está decidido a convertir a Edith en Marquesa de Exham.

Como si las cosas no estuvieran bastante tensas, llega a Downton un tal Henry Talbot, invitado por Tom. Mayr se porta como mocosa malcriada. Se niega a servirle te a Henry, se niega a hablarle, se sienta en un rincón, bufando, y fingiendo leer una revista. Ya solo falta que esconda sus juguetes. Más encima le monta una pataleta al cuñado. Los irlandeses no gozan de mucha paciencia. Tom no es una excepción y  se la encaja a Henry.

Mala idea porque el piloto no entiende por qué Mary lo rechaza y llega a la conclusión de que tiene que ver con sus bolsillos parchados. Mary se indigna. ¿A ver por qué se siente insultada? Ha gritado a los cuatro vientos que no quiere casarse con alguien “inferior” económicamente. Se ha pasado la noche quejándose porque la hermana se va a casar con alguien más rico e importante. Ha tenido la bajeza de decir que Bertie “no parece Marqués” y que si Henry acabara de heredar el titulo todas las mujeres del reino lo perseguirían ¿Incluyéndola a ella?

Y ahora vienen los dos errores de Edith. Esa noche, Edith acepta convertirse  en marquesa, pero no explica quien es Marigold. A la mañana siguiente al desayuno, Bertie les cuenta  a sus futuros cuñados que va a casarse con  Edith. Mary pone cara de monstruo y su hermana comete otro error. Le cuenta a Bertie que Mary no la quiere, no la quiere ver feliz y menos ahora que se ha quedado sin pretendiente. Mary estalla. Elogia a Bertie por aceptar “el pasado” de Edith. Bertie descubre de quien es hija Marigold y rompe su compromiso porque, y no lo culpo, la mentira es peor que la verdad.

Mary se refugia en su oficina. Hasta allá la persigue su cuñado. Mary se muestra impenitente. Finge haber creído que Bertie “sabia”. Al hablar de Henry lo acusa de ser arrogante, manipulador e  incapaz de disculparse. ¿Queee? Si esos son los defectos de Mary. Tom reacciona indignado y le grita que ella es la mentirosa, cobarde y bully en este cuento donde destruye su vida y la de los demás.

Mary va en busca de su hermana.  La encuentra empacando. Intenta convencerla de su inocencia, pero Edith le lanza tres verdades. Ella no es Cora ni Anna, ella conoce a su hermana, ella  sabe que Mary  es… ¡Una perra! Mary es incapaz de defenderse ante la ira sagrada de Edith quien acaba con cierta decencia diciéndole que es una tonta al expulsar a Henry de su vida. Sin embargo, Henry debe agradecer haberse librado de esta “bitch”.


A la hora del té, la familia se ha enterado de la maldad de Mary y le cae a reproches de los que ella intenta defenderse petulantemente con un “no ahora”. Lo que la salva es la llegada de Carson con noticias de la última hazaña de Barrow. En vez de quedarse calladita en su rincón de penitente, Mary se lanza sobre su padre y le pregunta si ahora sigue creyendo que es buena idea despedir al ayudante de mayordomo. Robert entra en shock. La acusa de darle un golpe bajo. Ahora Mary sabe lo que su familia piensa de ella. Tom la ve como una bully cobarde, Edith como una perra egoísta y su padre como una mujer capaz de lo más bajo.

Esa noche,  Mary aburre a Ana con un discurso pedante y fingido sobre lo arrepentida que está, pero cuando Anna mete la cuchara, su ama casi la muerde. Al día siguiente, Mary tiene un gesto decente y lleva a Master George a ver a su criado favorito. Thomas se conmueve ante la visita de “su único amigo”. Mary y el suicida descubren que tienen algo en común se están quedando solos debido a sus bocazas.  Carson y El Conde llenos de remordimientos llegan a la conclusión de que deben dejar que Barrow permanezca en la Abadía por un tiempo más.

Los últimos 20 minutos de este final se sintieron como carrera de galgos, acelerada, atolondrada, confusa y solo se veían colas de historias que deberían haber tenido más tiempo para acabar como se merece.

Tom le manda un telegrama a la Condesa Viuda. Lady Violet llega a Downton a ordenar la cabeza de su nieta predilecta. Que se deje de tonterías. El hombre perfecto era Tony Illingham y Mary  le dio la bota. La Viuda Crowley se desenmascara. No quiere volver a perder un marido en un accidente, pero si le pide a Henry que abandone las carreras,  él terminara odiándola. La Dowager le da un solo consejo. Las mejores vidas, las carreras más exitosas solo se consiguen si abarcan un poco de amor.

Tras la partida de su abuela y aprovechando que su familia se ha ido a tomar el te  con Mrs. Patmore, Mary envía un telegrama a Henry.  Luego va a la tumba de su difunto esposo.

Le cuenta que se ha enamorado pero que nunca dejará de amar a Mathew.  Muy oportunamente aparece Isobel. Le dice a su nuera que no sabe si Mathew la perdona, pero ella bendice el nuevo matrimonio  de Mary. Si, Gatita Any, aquí ya empecé a sacar los pañuelos.



De vuelta en La Abadía, llega Henry. Mary Le declara su amor y él  produce del bolsillo una licencia matrimonial, un tío obispo y un padrino, el infaltable Tom. Ya solo faltaba que sacara un conejo de su chistera. Y eso que no venía preparado. Ese mismo sábado asistimos a la segunda boda de Mary.

A último minuto llega Edith. Le dice a Mary que siempre serán hermanas y que algún día las unirán los recuerdos compartidos que nadie mas conocerá. Aunque sonó forzadísimo, me convenció. Tal vez porque he llegado a la edad en que los recuerdos compartidos son muy importantes.

La historia acaba con todo el mundo despidiendo a los novios, mientras Edith observa a su hija y sobrinos jugar alrededor de la tumba de Sybil.



Ahh y antes, Edith y Laura descubrieron la verdadera identidad de su nueva y exitosa consejera sentimental. La columna de Miss Casandra Jones era escrita por… ¡Spratts!

A esperar el especial navideño.

Vestido de la noche


Normalmente es obligatorio elegir el de novia, pero en este finale, Mary me sorprendio con dos abrigos primaverales muy elgantes y bien combinados con la misma pamela.
El primero este de color marsala


Y el segundo, el marfil que usó para despedirse de Matthew.