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jueves, 29 de febrero de 2024

Las Princesas del Dólar: ¿Qué tienen en común The Gilded Age y Las Bucaneras?

 


A fines del Siglo XIX, el mercado de esposas británico había variado. Ya no era una cuestión de presentar a las hijas casaderas en la Corte con la esperanza de conseguir un buen partido entre los cortesanos. La aristocracia inglesa enfrentaba leyes e impuestos que menguaban sus fortunas , se veían obligados a vender propiedades y bienes,  y  sus castillos estaban en ruinas.

En su desesperación, muchos aristócratas preferían casarse con plebeyas adineradas que con nobles que estaban tan al borde de la miseria como ellos. Muchas veces, esas plebeyas venían del otro lado del Atlántico. Ese fue el nacimiento de “Las Princesas del Dólar”.



Aunque las estadunidenses que entraban en la nobleza por la vía matrimonial habían existido desde el comienzo de la república (Wikipedia trae toda una lista),  su pináculo llegó a fines del Siglo XIX. La clase de capitanes de la industria millonarios (los Robber Barons)  tenía un poder adquisitivo tan grande que hasta les compraban maridos a las hijas, ¿pero que podía ofrecerle un candidato a una chica que lo tenía todo? Pues un título nobiliario.

De como Alva y Bertha Vendieron a su Hijas

La primera “Dollar Princess” no fue estadounidense sino latina. Consuelo Yznaga era la heredera de un imperio azucarero en Cuba y coronó su fortuna convirtiéndose en Duquesa de Manchester. Consuelo era íntima amiga de Alva Vanderbilt, la inspiración tras Bertha Russell protagonista de The Gilded Age.  En honor a esa amistad, Alva le puso Consuelo a su única hija. La pobre Consuelo Vanderbilt no tendría consuelo luego que su madre la vendiera al Duque de Marlborough,  convirtiéndola en el objeto de escándalo y chismes por el resto de su vida.

Conocedor de este episodio famoso de La Edad Dorada neoyorquina, Lord Fellowes nos ha hecho conjeturar que para poder vencer a su rival Lina Astor, Bertha ha ofrecido a su hija Gladys, y a los millones Russell, para mantener y reparar el castillo del ficticio Duque de Buckingham. Parece un precio muy alto para quitarle un juguete a su rival.



Alva Vanderbilt tuvo una razón de mayor peso para especular en el mercado de esposas. Se había divorciado de su multimillonario esposo y planeaba casarse con un parvenu (y judío para colmo). Ya veía que la sociedad le cerraba sus puertas, algo impensable para un animal social como lo era La Vanderbilt.

Aprovechando la visita de Lord Marlborough,  y a sabiendas que el Castillo de Bernheim necesitaba de una manita de gato, Alva compró un yerno sin importarle la felicidad de su hija. Lo importante es que nadie le iba a cerrar las puertas a la suegra de un duque. Aunque Consuelo Vanderbilt no era la primera Dollar Princess, fue la que obtuvo el título más alto de esa competencia.

American Jennie: la Primera Dollar Princess

La primera de esta tribu urbana de la Gilded Age en obtener el título de “Lady” fue la cuñada del Duque de Marlborough.  Jeanette “Jennie” Jerome era hija de un corredor de bolsa, un hombre con afluencia económica, pero al que las grandes familias neoyorquinas consideraban un nuevo rico. Mrs. Jerome decidió que sus hijas no sufrirían humillaciones de parte del Old Money y se las llevó a Europa. Fue en plena Season, en la carrera de yates de Cowes de 1873,  cuando Jennie atraería el interés del joven Lord Randolph Churchill.



Fue amor a primera vista, pero las mercenarias familias se opusieron al romance. Los Jerome se quejaban de que el novio podría descender del gran Marlborough, pero no tenía un peso a su nombre. Los Churchill se oponían al matrimonio de Randolph con una plebeya,  y yanqui más encima. Se rumora que los tortolos tuvieron que encargar al futuro Sir Winston para que las familias diesen permiso para la boda.

Los Churchill fueron felices por un tiempo, pero hubo contratiempos, el mayor fue la sífilis que Randolph contrajo de una prostituta. La vida conyugal y familiar de la pareja fue afectada. Por suerte, Jennie se había hecho parte del círculo social del Príncipe de Gales, de quien se dice fue amante.

Tras la muerte de su esposo, contrajo matrimonio dos veces más y aun así tuvo tiempo para fomentar la carrera política de su hijo mayor. Si quieren conocer los detalles de esta fascinante Dollar Princess, pueden encontrar en Amazon, Tubi y Acorn Tv, la excelente miniserie Jennie, Lady Randolph Churchill (1977).



Una ventaja del matrimonio de Jennie fue que sus hermanas , gracias a la cercanía, a Los Marlborough, hicieron buenos matrimonios, dejando abierta la posibilidad de otras americanitas de venir a Londres a casarse. Por algo Anne de Courcy ha titulado su libro sobre las Dollar Princesses:  The Husband-Hunters.



De Courcy recoge una significativa anécdota. Cuando Leonie Jerome la hermana menor de Jennie Churchill,  llegó a Londres, se encontró, paseando por Hyde Park, a Sir Edward Gordon Cummings quien le espetó un: “¿Estás aquí de cacería?”. Aunque vulgar, la pregunta demuestra lo común que se había hecho la costumbre que ya les daba mala fama a las estadounidenses.

Las Bucaneras Abordan Londres

Edith Wharton,  descendiente del más vetusto linaje neoyorquino (su padre era primo hermano de Lina Astor),  había hecho carrera despellejando a la sociedad de la Gilded Age. En 1937, cercana a su muerte comenzó a escribir una novela sobre las Dollar Princess, la Season londinense y el mercado de esposas trasatlántico. 

En el personaje de Conchita Closson, Wharton combinó a Consuelo Yznaga con Jennie Jerome, pero Las St. George se parecen también a Los Jerome, una familia con dinero, aunque sin estirpe ni contactos que le permitan casar bien a sus hijas. Su salvación es llevarlas a Londres para casarlas con nobles británicos.



Edith Wharton falleció en 1938. Le faltaban seis capítulos para acabar con su novela. En 1993, Marian Wainwaring intentó terminarla y les puedo asegurar que le quedó infame. En este caso, la salvación la trajo la BBC que adaptó la novela inconclusa dándole un final feliz que enfureció a los críticos, pero nos encantó a los espectadores.

La serie,  como el libro gira en torno de Annabel “Nan” St. George (Carla Gugino) una ingenua adolescente,  hija de una familia adinerada de Saratoga. Los padres de Nan son gente respetable, pero como Bertha Russell,  no tienen oportunidad de acercarse a la alta sociedad. Un verano,  Mrs. St. George lleva a sus hijas Nan y Jinny (Virginia) a Newport, pero nuevamente recibe un rechazo social. La única que se le acerca es la vulgar Mrs. Ellmsworth cuya hija Lizzy (aquí no aparece Mabel) es amiga y rival de Jinny. Es Mrs. Ellmsworth quien declara en voz alta la triste realidad: “Estamos en Newport, pero es como si estuviésemos en Kalamazoo”.



La gran dama de Newport es Mrs. Padmore. Como Los St. George no pueden acercársele, contratan a la antigua institutriz de Mrs Padmore,  la inglesa Laura Testvalley (Cherie Lunghi). Aunque al comienzo Nan se resiste a tener una institutriz, pronto comienza a admirar a Miss Testvalley y se establece una relación maternofilial entre ambas.



Nan conoce a la misteriosa y audaz Conchita (Mira Sorvino), una brasileña que vive la buena vida gracias a la fortuna de su padrastro. Aunque a Mrs. St. George no le parecen muy respetables ni Conchita ni su familia, sus hijas y Lizzy Ellmsworth se hacen amigas de la brasileña.

                                  Conchita le enseña a fumar a Nan

El Coronel St. George exige a su esposa frecuentar a los Closson, puesto que tienen un gran casino en Manhattan que les permite ganar e invertir sus ganancias. Eso los hace buenos para los negocios. Mr. Closson ha traído a Newport a Lord Richard Marable, hijo segundo del Marqués de Brightlingsea.  La bella y exótica Conchita logra atraparlo.

El personaje más interesante y quien parece tener conexiones en todas partes es Laura Testvalley. Aunque su antigua patrona se rehúsa a saludar a las St. George, interroga a la institutriz sobre Lord Marabel. Parece que Laura también fue institutriz de las hermanas de “Dickie”,  pero descubrimos que fueron amantes. En realidad, conociendo el trato entre nobles y criados es posible que Richard haya abusado de ella usando su droit de seigneur.

Laura le exige a Lord Richard que haga feliz a Conchita. A cambio promete ocultar a Los Closson que “Dickie” cometió un desfalco en Inglaterra y por eso lo han exiliado de Old Friars, la mansión de Los Brightlingsea. A Miss Testvalley se le ocurre otra manera en que puede ayudarla Richard. Convence a Mrs. Padmore de invitar a Lord Marable y a su prometida a una gran fiesta . Además, vendrán Lady Honoria y Lady Sophia, hermanas de Dickie. Se trata en realidad de Jinny y Lizzy que mueren por ir a esa fiesta.


                                  Miss Testvalley engatuza a Mrs. Padmore

Mrs. Padmore descubre el subterfugio y está furiosa. Mrs. St. George gimotea. Ahora sus hijas se han cerrado las puertas de su sociedad. La astuta institutriz tiene un plan. Hacer que Las St. George sigan a Conchita ahora “Lady Richard”a Londres y las presenten allá a la sociedad inglesa. Así comienza una enredosa y entretenida historia de como las americanitas le entran a La Season.

Primero, Conchita es presentada con sus suegros. Sucede que Closson, viejo zorro que es, no le ha dado dote a sus hijastra, solo una mensualidad más una promesa de comprarle una casa en Londres. El cree que es el deber del marido mantener a la esposa. Richard suplica a su padre que le suba su mensualidad. Aunque los Brightlingsea le toman cariño a la nuera y dan alojo a los recién casados,  no les pasan ni una libra más.

En Londres, Laura conecta a sus nuevas pupilas con Jackie Marsh. Esta amiga es americana, pero se trasplantó en las Islas Británicas desde que el Marqués de Blightingsea la dejó vestida y alborotada. El Marques ni se acuerda de ella, pero su esposa parece tener cargos de conciencia y la sigue usando como asesora y consejera dándoles sus moneditas en pago.

                                      Miss  Marsh y Miss Testvalley

Lady Blightingsea tiene un grave problema. Su hijo mayor, el aburrido Lord Seadown, se rehúsa a casarse y formar una familia. Está atrapado en las faldas de la seductora Idina Hatton (Jenny Agutter de Call the Midwife). Entre Jackie, Laura y Lady Blightingsea deciden que quien lo puede salvar es Jinny St. George (y los millones del padre). Conchita invita a sus amigas a conocer a su familia. Todos (incluso Seadown) quedan deslumbrados con la rubia Jinny.

                                        Idina y Seadown

Jackie le dice a Laura que quiere crear una empresa para que las americanitas tengan un final más feliz que el suyo.  En el grupo incluye a Lizzy Ellmsworth que también ha llegado a Londres a hacer la Season. Jacky las apoda “Las Bucaneras”. Entre ella y Laura instruyen a la jovencitas en todos los aspectos de la etiqueta nobiliaria para que naveguen sin escollos la Season y puedan abordar el mercado de esposa y conseguir el mejor botín.



Jinny y Lizzy se convierten en rivales, compitiendo por el aburrido Lord Seadown. Jinny gana. Lizzy se consuela casándose con Hector Robinson, un ascendiente político, pero será Nan quien consiga el mayor premio.

La Triste Vida de una Duquesa

Conchita la ha presentado con Guy Thwaite (Greg Wise), guapo, noble, sensible, pero tan pobre que para mantener sus tierras y posición deberá casarse con una heredera. Eso no impide que surja una amistad romántica entre estas almas gemelas y algo parecido ocurra entre Laura Testvalley y Sir Helmsley  ( Michael Kitchen de Foyle’s War), padre de Guy. Aun así, Guy se marcha a Sudamérica a hacer fortuna. La desolada Nan conoce en un viaje a Cornualles al enigmático, Julius Folyat, Duque de Trevenick (James Frain) que se interesa en ella. Nan sabe que no puede despreciar al mejor partido del Reino Unido y se convierte en duquesa.

                                        Nan y Guy
                                                 Nan y Julius

Ahí comienza su martirio. Es encerrada en un castillo en la costa en compañía de su severa suegra. Julius la trata con frialdad, dilata la consumación del matrimonio y cuando lo hace,  esta se convierte en violación. La serie muestra algo solo implicado en el libro, el duque es homosexual. Nan sufre una caída que acaba con su embarazo.

                                           Los infelices Duques de Trevenick

Es una época sombría para Las Bucaneras. Nan está atrapada en un mundo de lujos y de alcurnia, pero sin amor. Jinny ha conquistado a sus suegros dando a luz a un heredero, pero su esposo sigue manteniendo amores con Idina. Lord Richard ha contraído sífilis y Conchita se consuela con amantes. Solo Lizzy, madre de gemelos, es feliz en su matrimonio.

                              Ser libre significa no ser duquesa

                       Jinny descubre que ha comprado un marido y un título   

                            Los amantes no son gran consolación

Guy retorna de Sudamérica y todo indica que se casará con una rica heredera. Sir Helmsley satisfecho planea casarse con Miss Testvalley, pero ni su hijo ni Nan pueden ya ocultar su amor. Lanzando todo por la borda, Guy rompe su compromiso y se fuga con su duquesa. Hay rumores de divorcio y escándalo.



Laura Testvalley apoya a Nan, aunque esto haga que Sir Helmsley la repudie. A pesar de que los críticos dijeron que Edith Wharton jamás le hubiese dado un final feliz a Las Bucaneras, hasta hoy soy la más satisfecha con este final. Por largo tiempo consideré que no habría otra adaptación que le hiciese justicia y tuve razón.



Una Adaptación Sin Pies ni Cabeza

El año pasado se anunció que Appletv le había encargado a Forge una adaptación de la novela inconclusa de Edith Wharton. Apple no aprendió nada de la extravagante Dickinson e insistía en el relato anacrónico creyendo emular a Bridgerton. La serie de Shonda Rhimes sufre de anacronismo musical (una enfermedad del producto Netflix), pero en lo demás es adecuada. Han declarado que retratan una historia alternativa donde siendo la Reina Carlota una mujer de color, su corte debe ser racialmente inclusiva, eso explica la cantidad de nobles negros.



Las Bucaneras 2023 se contenta en creer que siendo totalmente diversa en el elenco y equipo productor (hasta las encargadas de la musicalización son hembras) ya tiene los méritos para ser aceptada. Los actores son de origen somalí, palestino, daguestaní, hindú, noruego etc.. Tienen a la hija de Kate Winslet encarnando a una lesbiana y un actor mixto haciendo de Guy. Qué pena que este ramillete multicolor sea tan ajado, y todos sean casi tan feos como malos actores.

El libreto, según dijo un comentarista de IMDB, parece escrito por una tiktokera de 17 años y tiene a las heroínas constantemente borrachas, emitiendo gritos de ave de rapiña, dando brincos de chimpancés y lanzando pataletas que ni una nena de pecho.  Su presentación en la Corte es tan descabellada que ya parece el cotillón de Gossip Girl. Ni siquiera este esperpento de serie tiene la excusa de ser alternativa por lo que resultan muy ofensivos sus intentos de denuncia social.



Por ejemplo, nos dicen que Conchita, aquí negra, es repudiada por la racista aristocracia británica, pero aceptada socialmente en Nueva York. ¿Cómo se atreven a mentir de esa manera? ¿Que no han visto The Gilded Age? Para mayor incoherencia,  Guy y su padre, que son angloafricanos, son respetados y aceptados por esa misma elite que discrimina a la brasileña. La libretista, cuya única experiencia son los radioteatros, cae en errores argumentales solo superados por la horrorosa adaptación que Emily Mortimer hizo de The Pursuit of Love.

Al principio estuve dispuesta a seguirla,  a pesar de la música estrepitosa y del comportamiento aberrante de las “bucaneras”. Acepté los cambios como que Nan descubra que es ilegitima, algo que añadió patetismo a su natural timidez. Que el noble Guy sea un cazafortunas dispuesto a abandonar a Nan al saber que no es una heredera, me pareció interesante. Que Julius (ahora llamado Theo)  sea noble en todos los sentidos (y hetero) y que venga en socorro de Nan,  quien hasta recibe un espaldarazo de parte de la futura suegra,  me pareció super romántico.



Hasta acepté que degradasen a la magnífica Laura Testvalley a niñera cambia-pañales puesto que existía entre los espectadores una teoría de que era la verdadera madre de Nan, pero a medida que avanzaba la serie me iba defraudando y la veía atropellando todo sentido del libro. Nan parecía dispuesta a perdonar la traición de Guy, pero seguía comprometida con su duque al que trataba con desplantes y berridos que Theo perdonaba con paciencia de santo.



Asumí que Guy sería el ganador a pesar de que el cliffhanger de esta primera temporaday es que habrá segunda-fue una boda incongruente con el duque, pero lo que no soporté fue la destrucción de Laura Testvalley, una de las grandes creaciones de la pluma de Edith Wharton. No solo no es la mentora y figura materna de Nan, no solo no tiene romance con Sir Helmsley, pero además Richard la acusa de haber abusado sexualmente de él cuándo era un niño.  ¡Pero si en el libro solo hay diez años de diferencia y los amores ocurren cuando Richard tiene como 19 años! ¿En qué cabeza cabe?

The Buccaneers retrata un periodo puntual de la historia estadounidense en que el dinero lo compra todo. Para el siglo XX, las cosas habían cambiado. Las chicas de clase alta, de ambos lados del Atlántico ya no creían que su futuro estuviese ligado a un marido con título. Aun así, una millonaria como Barbara Hutton tuvo en su larga lista de esposos a dos príncipes rusos, un barón alemán y un conde danés.

Las plebeyas seguían soñando con casarse con un noble con castillo dilapidado o no. Las próximas en portar títulos, sin necesidad de comprarlos, fueron las estrellas de cine. Desde Gloria Swanson hasta Jamie Lee Curtis, existen ciudadanas de los Estados Unidos que se casaron con aristócratas europeos. Algunas han llegado más allá entrando a la realeza como Grace Kelly y Meghan Markle.



¿Les gustaría casarse con un noble y que les dijesen Lady Fulanita?

lunes, 26 de febrero de 2024

El Mercado de Esposas en Ficción y Realidad: De Aristocrats a Bridgerton

 


Recientemente pude ver por completo la excelente serie de 1999,  Aristocrats (Tubi).  Coincidió justo en que yo acababa de terminar la Segunda Temporada de The Gilded Age (MAX)y acababa de no-ver la vomitiva adaptación de Las Bucaneras (AppleTV). ¿Qué tienen en común estas tres series? Las tres muestran como las elites de antaño buscaban los mejores partidos para sus hijas y como este mercado de esposas operaba en ambos lados del Atlántico, principalmente en ese acontecimiento de los veranos londinenses llamado The Season. En esta primera parte me concentraré en Inglaterra, desde el inicio del fenómeno hasta su consolidación en la Era Victoriana.

Bridgerton regresa a Netflix este mayo. Tres exitosas temporadas (y el spinoff de Queen Charlotte)  la han convertido en un fenómeno. ¿Dónde radica su encanto? ¿Es la diversidad del reparto o el ser testigos de como los aristócratas londinenses de antaño convertían la temporada veraniega en una arena en la que las gladiadoras eran sus propias hijas?  Si es lo último entonces deben agregar a la lista de series sobre el tema,  a Aristócratas que describe a una familia de la vida real (y de sangre real) y sus intentos de colocar a las hijas en un mercado donde no todas consiguen el marido que los padres desean.

A mí me entró la alucinación por este aspecto cuasi-romantico de la Season a principios de Los 90s con la lectura del libro de Angela Lambert 1939: The Last Season of Peace. A pesar de que el énfasis de Lambert es sociopolítico, las entrevistas con las participantes, sus experiencias y vida social,  me hechizaron, hasta el punto de que en el 2000 finalmente me puse a escribir una novela sobre el tema. Aunque en 15 años tuvo muchos cambios y nunca la llegué a terminarla (solo me faltaron tres capítulos) fue un homenaje a este asunto que no solo me fascina a mí.



Durante esas dos décadas, comencé a coleccionar libros sobre el tópico, llegando a formar una pequeña biblioteca que, por suerte,  he recuperado casi en su totalidad. Gracias a ella tengo una visión más o menos clara de cómo los veranos londinenses escondían un suceso social que perpetuaba costumbres ancestrales de cómo debía mantenerse el statu quo de una elite y permitir su continuación.

Según el ilustre diarista Samuel Pepys, la Season comienza durante la restauración de los Estuardo. Obviamente, un rey tan amigo de los placeres mundanos como lo fue Carlos II no iba desperdiciar una época de clima decente que le permitía ofrecer bailes y entretenimiento para sus nobles. Pepys mismo contrata un maestro de baile para que su esposa y él no desentonen en una corte donde nuestro eterno arribista espera ascender socialmente.

Será la sobrina de Carlos, Ana, la última reina Estuardo quien, en 1711, instaure la carrera de caballos de Ascot (Ascot Royal) que se convertirá en uno de los programas más icónicos de la Season. Pronto se añadirán la exhibición de la Academia de Arte, la regata de Henley y otros eventos. Para cuando llegan los Hannover al trono, es sabido que todos los veranos la nobleza se traslada a Londres para participar en las festividades, pero (y esto solo se susurra) también conseguirles buenos maridos a sus hijas casaderas.

                 Collage en mi agenda sobre el Mercado de Esposas

Las Lennox y Las Season Dieciochescas

Hemos visto en Harlots, Tom Jones y La Duquesa, los fastuosos bailes, las mascaradas y las noches de jolgorio en los Jardines de Vauxhall que marcaban las Seasons dieciochescas, pero sería la miniserie Aristócratas la que mejor ilustraría el proceso de la búsqueda de marido en el Siglo XVIII.

En el segundo capítulo de su libro,  “I Have Been to London to See the Queen”(He estado en Londres a ver a la reina), Angela Lambert describe el debut de Lady Sarah Lennox y su triste historia. Sarah y sus hermanas son el centro de la trama de Aristocrats que puede encontrarse incompleta en YouTube y completa en Tubi y en BritBox.

De todas las amantes de Carlos II , mi favorita es la noble bretona, Louisa de Keroualle, Duquesa de Portsmouth con quien el rey tendría un hijo. Ese hijo, titulado Duque de Richmond, a su vez tendría un hijo, Robert Lennox de quien descienden el actual Príncipe de Gales y Harry Sussex.  Robert tuvo un solo hijo varón, James, tercer Duque, quien tendría dos herederos,  más cuatro hijas que, sin quererlo,  harían infelices a sus padres, además de ser la comidilla de los chismes de su tiempo.

                               Los Duques de Richmond

La historia comienza con el debut en sociedad de Lady Caroline (Serena Gordon), la hija mayor.  Caroline y sus hermanitos han sido criados en una casa llena de amor y alegría rodeados de libros, obras de arte y animales domésticos y exóticos. Sus padres quieren ser estrictos, pero terminan siendo permisivos para los estándares de su época.

Es Lord Julian Fellowesentonces en su etapa de actor quien encarna a James, Duque de Richmond. El Duque le permite a su hija transitar por dos Seasons, sin elegir marido y no es que a Caroline le falten pretendientes. No es fea y tiene una enorme dote, pero ella prefiere pasársela en su biblioteca. La sociedad inglesa entra en shock, y el Duque monta en ira,  cuando su primogénita finalmente decide aceptar una propuesta de matrimonio, de , nada menos, que el controversial político Henry Fox (Alum Armstrong, el Squire Western de Tom Jones).

                       Lady Caroline escogió al más feo de sus pretendientes y fueron muy felices

Fox no solo es viejo y feo, también es pobre y tiene una pésima fama de mujeriego. Aun así, Caroline se casa sin permiso de los padres y es expulsada de la familia. Atemorizada por esta decisión, Lady Emily (Geraldine Sommerville) decide no causar dolor a su familia, repitiendo el error de su hermana.



Emily tiene suerte. En su primera Season, se enamora del Conde de Kildare, joven, guapo y rico. Ante su sorpresa sus padres se oponen al enlace. Según ellos las fallas de Robert Kildare, interpretado por Ben Daniels,  son ser irlandés y pretender llevarse a Emily a vivir en su lejana isla. Lord Kildare y su prometida ejercen paciencia y humildad sin rendirse ante las presiones familiares, hasta que el Duque de Richmond se doblega y da su consentimiento.



Después de la boda,  Los Kildare se marchan a Irlanda donde son tan felices que encargan un bebé al año. Entremedio se van a pasar la Season en Londres donde Emily pone empeño en reconciliar a Caroline con sus padres. Finalmente lo consigue. Es la cúspide de la felicidad de los Richmond. Fox se ha vuelto un importante fuerza política, él y Caroline tienen un hijo Ste que será seguido por Charles James. Emily y su marido se adoran y no cesan en agrandar su familia.

Para celebrar la felicidad de sus hijas, que es la suya, y de paso homenajear al Rey Jorge, el Duque de Richmond lanza una extravagante fiesta que espera será lo más comentado de la Season. Lo es, pero no por las razones esperadas. En medio de un discurso al soberano, James Lennox sufre un fatal infarto. Su viuda no lo sobrevivirá por mucho tiempo.



Es ahí donde ocurre un quiebre en la familia, sobre todo entre Emily y Caroline, que tanto se quieren. Los Duques de Richmond han estipulado que, al faltar ellos,  sus hijas menores deben ser criadas en Irlanda por Los Kildare. Al ser la mayor, Caroline siente que es ella la encargada de criar a sus hermanitas. Ve en ese último deseo de sus padres un reproche a sus métodos de crianza que son muy permisivos.

                  Lady Caroline Fox, Baronesa Holland en su vejez

Emily y Carolina se separan enojadas y les tomará años reconciliarse. Entretanto,  la tres Lennox menores, Louisa, Cecilia y Sarah,  crecen en Irlanda. Louisa (una Anne Marie Duff morena) es presentada en sociedad en Dublín, no en Londres como correspondería. Eso no impide que Louisa se case con Thomas Connolly, uno de los hombres más ricos de Irlanda, y que la adora.

Cuando llega el turno de Sarah (Jodhi Mai), Caroline exige que venga a Londres donde serán Los Fox los que la presenten en sociedad. Caroline hace de todo para encontrarle un buen marido. Aquí entran en juego los elementos que vinculaban a la Season con el mercado de esposas.

Tenemos a Sarah preocupada porque se considera tímida e insignificante. Su hermana le pone un maestro de baile ya que los bailes eran los escaparates donde se exponían a las candidatas. En su presentación al Rey Jorge vemos a Sarah con el tocado de plumas que hasta el Siglo XX, estaría asociado con las debutantes.

                           Lady Louisa Connelly y Lady Sarah Lennox muy emplumadas en la Corte

De pequeña, Sarah había sido la favorita del rey Jorge. Ahora se convierte en otro tipo de mascota cuando el Príncipe de Gales se enamora locamente de ella. Aunque los Fox, Los Kildare y los Lennox ven con buenos ojos que una de sus parientas se convierta en reina consorte,  a Sarah la sorprende e irrita ser el centro de las habladurías de su sociedad y que hasta los periódicos chismeen sobre ella.

                            El Príncipe de Gales y Lady Sarah

Finalmente, el príncipe cuando se convierte en Jorge III , debe rendirse a sus obligaciones y casarse con una princesa de sangre real, la que los Bridgertonianos conocen como la Reina Carlota. La humillación de Sarah es grande y escoge una salida impulsiva. Se casa con el primero que cruza su camino,  un tal Charles Bunbury, sin título ni fortuna,  que la entierra en el campo donde Sarah se la pasa más con sus perros y charlando con su periquito que con su marido.

Lo importante de este relato es ver como la Season funcionaba como agencia matrimonial y como las Lennox y sus parientes la manejaron. Caroline se la pasó un par de temporadas rechazando buenos partidos para poder fugarse con el hombre que amaba. Emily tuvo la suerte de encontrar el amor en su primera Season, aunque debió esperar a que sus padres aceptasen al candidato. Tras su debut en sociedad,  Sarah parecía que iba camino de ser reina. Fue lo que los periodistas llamarían dos siglos más tarde “la debutante del año”, pero el mercado de esposas le jugó una mala pasada.

                             A Lady Sarah ser una belleza le hizo daño.

De alguna manera las reglas sociales pusieron trampas a las Lennox que las convirtieron en fuentes de comadreo de su entorno. Sarah y Emily acabarían teniendo hijos fuera del matrimonio y pagando un precio por ello, pero les dejo lo mejor de su saga para que la disfruten sin spoilers. Lo importante de Aristócratas es que nos muestra como en la vida real, la sociedad londinense y la Corte imponían reglas sobre las debutante y como las hermanas Lennox intentaron circunnavegar esas reglas. Ese sería todo un tema en la ficción inglesa (y estadounidense) por los próximos doscientos años.

De la Regencia Hasta la Era Victoriana

Para la época de Jane Austen, la idea de que el futuro de una joven yacía en un buen matrimonio (Pride and Prejudice), y que las posibilidades aumentaban si la candidata iba a pasarse el verano fuese en Londres (Sense and Sensibility)  o a un balneario de moda (Sanditon) estaba establecida. Austen dejó un esquema de narrativa que se cifraba en protagonistas casaderas. Esto dio paso a una literatura de bolsillo llamada “Regency Romance”, por tener lugar durante un momento en que la locura del Rey Jorge (el cortejante de Sarah Lennox) le impedía reinar,  e Inglaterra quedó en manos del Príncipe de Gales y su madre, la formidable, Reina Carlota.



Habría maestras del género desde Georgette Hayer hasta Barbara Cartland. A fines del siglo XX, una chica judía de Queens llamada Julia Quinn decidió variar la formula Regency añadiéndole al aburrido rosa el rojo de la pasión. Ahí nacía la serie bestseller conocida como Bridgerton y que Shonda Rhimes ha transformado a un formato televisivo. Esta exitosa serie, ahora en espera de su Tercera Temporada,  se concentra en dos aristocráticas madres, Lady Bridgerton y Lady Featherington cuyas hijas compiten en la corte del Regente para ver qué pueden pescar sin caña ni anzuelo.



Ya vimos como Daphne Bridgerton enganchó a un duque en su primera Season. En la segunda el afortunado esposo fue el hermano de Daphne,  Lord Anthony,  que también se consiguió una heredera. Un cliché del género es la hermana rebelde,  la que quiere algo más interesante que un marido. Este ha sido el caso de la gordita Penelope Featherington. Harta de esperar una propuesta de Colin Bridgerton, esta temporada, Penelope se pondrá a buscar marido conjugando su actividad en el mercado de esposas con su trabajo clandestino de Lady Whistleton la Gossip Girl de la Regencia.



Así llegamos a la Era Victoriana cuando la pujante clase industrial entró de lleno en la Corte trayendo a sus hijas al mercado. Los millones de estas nuevas herederas competirían con los títulos y la estirpe de las hijas de los nobles. Y es que todavía el mayor objetivo de una joven de clase alta era casarse. Esto hasta se aplicaba a la mujer más poderosa del Reino Unido.

En Victoria seguimos todas las obligaciones de la soberana incluyendo aceptar casarse. La vimos amiga de los bailes y ser manoseada en uno por el Zarévich. La vimos tener que renunciar al amor que sentía por su Primer Ministro y asumir una boda dinástica con su primo que resultó ser uno de los grandes romances del mundo monárquico.



Tan feliz era Victoria en su vida conyugal que deseó lo mismo para sus súbditos aristócratas. Durante su larguísimo reinado, la Season adquirió más eventos para que las jóvenes nobles pudiesen exhibirse tales como el Baile de la Reina Carlota, y la semana de competencia de yates de Cowes. Se creó un tipo de presentación de sociedad que no era todavía esa institución que vería el siglo XX. Toda joven que desease entrar en la Corte podía ser presentada a la monarca en una levee formal,. Solo bastaba que Victoria supiese,  y que la candidata se acercase a donde estaba la reina, acompañada de alguna dama de alta cuna,  y le hiciese una reverencia.

El Lado Oscuro del Mercado de Esposas

Fue ese gran observador social,  Anthony Trollope,  quien le daría un nombre al mercado de esposas llamándolo Marriage Market. En su encantador libro What Jane Austen Ate y Charles Dickens Knew, Daniel Poole nos cuenta que si una chica se pasaba tres Seasons sin enganchar marido ya era considerada solterona, y eso que la edad para ser presentada caía entre los quince y los diecinueve años.



Aunque el mercado de esposas funcionaba óptimamente, no surgirían de este  muchos matrimonios felices. Ouida, la novelista de moda retrataría el lado feo de estos enlaces obligados en su novela Moths (Polillas) de 1880, que debería ser llevada a la pantalla otra vez (hubo dos versiones del cine silente). Aunque no toca el tema de la Season si nos muestra el mercado de esposas que se había trasladado desde Londres a la Riviera Francesa donde ya a fines del Siglo XIX se habían autoexiliado muchos nobles ingleses.



Vere Herbert se ha criado en el campo inglés junto a su abuela. Tiene 16 años, es ingenua, pero con buenos principios. A la muerte de la abuela, debe ir a la Costa Azul a vivir con su madre, Lady Dolly. Desde que enviudó, Lay Dolly lleva una vida extravagante de lujos que no puede pagar, de amantes que no la mantienen y de deudas que se acumulan. No siente amor por su hija, de hecho, siente que la avejenta. Eso, hasta que una amiga le enseña a aprovechar la minita de oro que puede ser Vere. La amiga casó a su hija con un marques francés, un poco borrachín, pero con mucho dinero. Lo que debe hacer Dolly es invertir en un yerno que pague sus gastos.



Ahí Lady Dolly “vende “a su hija al disoluto, pero millonario príncipe Zouroff, un noble ruso con pésima reputación. Zouroff maltrata a su esposa desde el primer idea con su frase:  “Soy tu amo, y puedo ser un muy mal amo”. Pronto lo demuestra. Cuando Vere se niega a compartir su casa con la amante de su esposo, Zouroff la golpea y exilia a un olvidado castillo en el campo polaco.

Yo leí Moths hace un siglo en una edición que se caía a pedazos en la biblioteca de Nueva York, único lugar donde pude encontrar una copia. Me pareció de prosa pesada y un poco cargada de tintas, pero cuando vi ( y leí) The Age of Innocence me di cuenta de que esta novela de1880 pudo ser una influencia en el retrato que Edith Wharton nos brinda de Ellen Olenska. La diferencia es que quien se casa con un cruel noble polaco es americana, no inglesa.

Si Ouida denunciaba el matrimonio en las clases altas como una forma de prostitución, Edith Wharton denunciaba los peligros en que incurrían las americanitas millonarias al comprar títulos que venían atados a maridos golpeadores de los que había que huir. Será en la próxima entrega en que hablaremos de como el Mercado de Esposas llegó hasta las costas estadounidenses y del nacimiento de un fenómeno llamado Dollar Princesses o “Princesas del Dólar”.