miércoles, 27 de agosto de 2014

Emily Thorne vs Olivia Pope (Glamur Televisivo II)


Revenge” y “Scandal” son las series más taquilleras de la televisión abierta en Estados Unidos. En ambas se retratan oscuras intrigas palaciegas, ocurran éstas en el  mundo empresarial o el de la política. Sus heroínas en lo físico son representantes del glamur televisivo, pero interiormente solo una de ellas (y la serie que protagoniza) es realmente glamorosa.

Dicho esto ya espero me caigan críticas de los fanáticos de “Scandal” por lo que hago una aclaración: decir que una serie no es glamorosa no es descalificarla. “Juego de Tronos” es una historia épica y no es glamorosa. Decir que un personaje no es glamoroso tampoco significa que sea malo, poco interesante, mal hecho. Por el contrario, debido a que “glamoroso” entraña ser enigmático, a veces serlo implica ser difícil de descifrar, poco cercano o querible.

Esta nota no es sobre la calidad de “Scandal” sino sobre su carencia de glamur. “Revenge” de la que ya hemos hablado, tiene lugar en escenarios sumamente glamorosos, mansiones, restaurantes, revistas de moda, etc. Y cuando los productores  se hartan de interiores opulentos se afirman en la belleza natural de la zona playera de Long Island.
La Mansión Grayson de Revenge


“Scandal” tiene lugar en Washington DC. Como neoyorquina adoptiva, me seria fácil decir “Washington es inferior en glamur a Nueva York”, pero seria injusta. La capital de los Estados Unidos posee espacios muy sofisticados, y bellísimos monumentos, museos y edificios públicos. Solo que cuando se trata de belleza natural, ni se compara a Las Hamptons ni a su aura del glamur de “Old Money”.
El Presidente y su amante en La Casa Blanca


Como el ambiente no lo es todo, veamos el libreto. “Revenge”, como su nombre  indica, es un cuento de venganza. Uno de sus grandes logros ha sido la capacidad de convertir  la revancha en un arte refinado. Lo notamos en esta temporada, en los preparativos para dar el golpe final en el que Amanda Clark alias Emily Thorne  espera vengarse del daño que Victoria Grayson les causó a ella y a su padre. Ese golpe final no incluye nada sórdido ni sanguinario. Es todo artificio, todo ilusión, todo glamur.

Emily planea un viaje de bodas en un crucero a Nantucket en el que la acompañarán la familia del novio. En ese viaje espera crear la impresión de que su suegra la ha matado. Victoria irá a la cárcel y el cadáver de la novia resucitará del Atlántico para huir con su verdadero amor a Las Maldivas. Una venganza con mucha clase.  Pero antes de la luna de miel y de la ceremonia ocurre toda una mis-en-scene que abarca hasta el más mínimo detalle de los preparativos de un matrimonio de la aristocracia neoyorquina. Desde el pastel de bodas  hasta ese desfile de posibles vestidos de novia para La Condesa de Montecristo de Long Island.































Lamentablemente, tanto boato termina mal. En  el  yate, el recién casado Daniel se entera que Emily fingió un embarazo para atraparlo y le da un tiro con balas de verdad. La imagen de Emily van Camp en cámara lenta, en ese vestido de novia ensangrentado, cayendo al mar es bella, es poética, es glamorosa.



Por supuesto que “Scandal” también está plagada de episodios cruciales, impactantes y con mucho suspenso, pero no se intenta glamurizar nada, aparte del adulterio de Olivia, la protagonista, con el presidente de los Estados Unidos.

Olivia Pope es lo mejor de “Scandal”. Tanto el personaje, como su intérprete, Kerry Washington, pertenecen a las grandes ligas en términos de actuación, caracterización y belleza. Pero Olivia es demasiado humana y real para  ser glamorosa, a pesar de que como las mujeres de “Revenge” use vestuario de marca. La dimensión trágica de Olivia la eleva por sobre lo engañoso del glamur.  No es que Amanda/Emily no sea un personaje trágico. Lo que sucede es que tanto ella como su némesis Victoria presentan  al mundo la imagen idealizada que se han manufacturado para así poder vencer los obstáculos y conseguir lo que desean.



La diseñadora de “Scandal” ha declarado  que cada vestido que Kerry usa cuenta una historia. Efectivamente, cada prenda de Olivia muestra el sentir de su personaje, las emociones de la abogado. Eso no quita  que Kerry  no se vea glamorosa cuando se enfunda un Armani o vista de Prada. Su falta de glamur nace de la integridad y humanidad de su personaje. A pesar de vivir una relación semi clandestina con el hombre más importante del país, Olivia no tiene mucho que ocultar. No tiene que esconder sus sentimientos ni crearse imágenes más allá de su idea de que ella y los que trabajan en su firma sean “gladiadores en trajes de dos piezas”.



En cambio, cada creación que luce Emily/Amanda es la máscara de la chica súper poderosa que viene a destruir a los villanos, es el envoltorio que cubre una estatua de hielo que no permite que emociones ni valores morales  le impidan cumplir con su cometido, es el disfraz que la diosa de la venganza utiliza para confundir a sus adversarios. La verdadera Amanda solo se revela a sus seres más íntimos: la verdadera Emily, su Aiden, y su gran amigo y apoyo Nolan Ross. Ni siquiera ante Jack, su novio de la infancia,  se saca totalmente el antifaz.



Cuando le explicaba a alguien los motivos por los que ni “Scandal” ni Olivia Pope eran glamorosos, mi interlocutora me saltó con la improcedente pregunta “¿Acaso crees que por no ser blanca, Olivia no puede ser un icono de estilo?” y me recuerda la influencia que el vestuario de Olivia tiene en la cultura popular. Se puede ser árbitro de elegancia, o imponer modas sin llegar a ser un personaje glamoroso. “Sex in the City” impuso estilos, creó clones de las cuatro protagonistas, pero ninguna era un personaje glamoroso. En cambio las adolescentes de “Gossip Girl” si lo eran y eso iba más allá de lo que llevaban puesto.



Kerry Washington entrando a la Casa Blanca con ese strapless bicolor, guantes arriba del codo y ese peinado asimétrico es una imagen del glamur, pero su personaje no es un maniquí, trasciende lo visual. En su vida privada, en su pasado familiar y en su trabajo Olivia debe dejar atras lo superficial y lo artificial para entrar al terreno de las verdades inconvenientes aunque sea para ocultarlas. Ella es la tapadera de los demás, tal como los criados de “Downton Abbey” deben esconder lo feo para realzar el glamur de sus amos. Por eso ni el servicio de los Grantham, ni gente como Olivia Pope ni Ray Donovan, otro fixer televisivo, pueden ser glamorosos.


Sin embargo, me quedé pensando que es difícil comprender la sutil diferencia entre personaje glamoroso y personaje heroico, épico, real, humano, o trágico, cuando no hay otras afro-americanas interpretando a lo primero en la televisión actual. En términos de glamur, Don Cheadle en “House of Lies” a veces alcanza casi a tocar el escalón donde se para Don Draper. pero es varón. En la televisión angloparlante hay muchos y fascinantes personajes femeninos de color. Hay heroínas épicas como Abbie Mills de “Sleepy Hollow”, humanas como Amanda Bailey de “Grey´s Anatomy” y trágicas y poderosas como Olivia Pope. Pero la única mujer de raza negra que se acerca al concepto de glamorosa, es un personaje terciario, también creación de Shonda Rimes. Se trata de Catherine Avery (Debbie Allen) en “Grey´s Anatomy”.


Cuando esta temporada, la madre de Jackson le suelta a su nuera una anécdota de su infancia en la racista Texas de los Sesentas me quedé en shock. Todo en Catherine da la impresión de haber recibido una crianza más cuidadosa y delicada que la de los visones. Parecía un producto de universidades privadas, institutrices e internados de lujo.  Nada en Catherine, mujer de negocios, millonaria, dama de sociedad, y matriarca de un clan de médicos famosos es lo que se suele asociar con chicas del Viejo Sur rural. Con esa revelación, Catherine se acerca más al personaje de Victoria Grayson que al de Olivia Pope.
(oblogdamari.com)


La televisión de mi época si tuvo divas glamorosas y afro-americanas. Recuerdo con particular agrado a dos: Dominique Deveraux de “Dinastía” y Whitley Gilbert de “A Different World”. En ese spinoff de “The Cosby Show”, Jasmine Guy se hizo famosa como la Southern Belle de piel de ébano. Esta Scarlett O’Hara étnica era  manipuladora, loca por las compras, esnob y tan delicada que tenia que tener humedecedores de ambiente en todos sus cuartos para “no tener piel de rinoceronte”. No se puede ser más glamorosa que esa Princesa Sureña.



En cuanto al personaje de Diahan Carroll, podría ser una Carrington ilegitima pero en belleza y glamur superaba a la temible Alexis que era una Carrington por matrimonio.

Diahann Carroll y Kerry Washington, dos divas de ébano

Tal vez sea preferible que a un grupo étnico lo represente alguien auténtico y terreno, identificable para su audiencia a pesar de los accesorios de Gucci, como lo es Olivia Pope, pero también el glamur ayuda a superar estereotipos. A ver cuando vemos una Amanda Clarke étnica que creo que la última también se quedó en el siglo XX. Era brasileña, telenovelera, a pesar de estar basada en un personaje histórico, y se llamó Xica da Silva.

martes, 19 de agosto de 2014

Glamur televisivo I: Mad Men y otros Ejemplos


En una era en la que el entretenimiento audiovisual sigue pautas de realismo extremo, es difícil reconocer el glamur televisivo. Algo tan sutil y arduo de definir, también resulta complicado de identificar. Aun asi, ese misterioso glamur persiste en muchas series del momento.

 “Glamur”, o “Glamorg” es una palabra celta que explica la técnica mágica a través  de la cual las hadas se esconden, o esconden sus atributos de los humanos. En bujería, un hechizo de “glamur” es una manera de cambiar la apariencia de la hechicera para verse como otra persona. Así lo usaban Las Haliwell en “Charmed”. Por otro lado, “Glamur” es también la capacidad de “persuadir” a alguien de   no ver las cosas tal cual son sino como otro desea que las vean. En “True Blood” los vampiros utilizan el glamur para borrar las memorias de los humanos o para obligarlos a hacer su voluntad.


A comienzos del Siglo XX, los fotógrafos descubrieron que podían hacer que sus modelos se viesen más bonitos gracias a ciertos trucos (que hoy se consiguen con Photoshop), pero también gracias a prendas de vestir y otra parafernalia con la que llenaban el trasfondo para resaltar  las cualidades de quien posaba para el retrato. Desde entonces, se venden vestidos, objetos y productos con la promesa de que aumentarán el glamur de quien los usa. La palabra se ha convertido en sinónimo de estilo distinguido, de sensualidad elegante y de una estética sofisticada.

Una serie glamorosa es una que intenta realzar, no solo el sex appeal de sus actores, sino también el de su historia con detalles glamorosos que convenzan a su público  que están viendo algo mágico, pero a la vez distinguido. ¿Cómo se consigue eso? Con una combinación de lujo, encanto,  y romance que se aplique tanto al desarrollo de los personajes como al modo en que se expresan y al ambiente en que viven.

El glamur no tiene realmente equivalente y se puede confundir con “clase”  o con linaje aristocrático. Si bien es cierto que el glamur televisivo se asocia a personajes de clase alta o  escenarios del jet set, no siempre nacer en cuna de oro conlleva  un estilo glamoroso. Es por eso que Don Draper (Jon Hamm) de “Mad Men” es más “glamoroso” que todos los reyes de “Juego de Tronos” y explica el que Lady Mary (Michelle Dockery) sea más sofisticada que su hermana Edith (Laura Carmichael), en “Downton Abbey”, a pesar de ser ambas hijas de un conde.

Ser tan envidiosa le restaba glamur a Lady Edith


Hay ambientes que son glamorosos en extremo y aun asi los que se mueven en su interior pueden ser ramplones. Los Marechal de “Revenge” son bastante ordinarios y el pobre Peter Campbell (Vincent Kartheiser),de “Mad Men” todavía (a pesar de ser de buena familia) parece el pariente pobre de sus socios de Stirling, Cooper & Partners.

Con esa ropita Pete Campbell nunca se verá glamoroso

Tenemos claro que series policiales, bélicas y  médicas no pueden ser glamorosas puesto que su empeño es mostrar imágenes violentas, sangrientas y realistas lo impide. Como tampoco lo pueden ser los sitcoms puesto que el humor moderno se apoya en lo procaz y prosaico. Una serie puede tener lugar en el ámbito de los millonarios y ser  chabacana, basta pensar en los ricos de telenovela que tienden a ser vulgares con mayúscula. No necesariamente un period piece ha de ser glamoroso ( “The Knick” es un ejemplo) y aunque James Bond sea el epítome del glamur, no todo el género de espionaje representa esa condición.

Volviendo al tema televisivo, hay series que sin ser glamorosas abarcan elementos de glamur sea en el ambiente, en el decorado, o en el idioma. Eso ha ocurrido con “Penny Dreadful” que a pesar de su gore, obligatorio en una serie de horror,  sube su nivel gracias a unos diálogos impecables, a un lenguaje exquisito, y repleto de alusiones poéticas y literarias, que resultan más glamorosas que toda la música clásica y la pinacoteca de Dorian Gray.

La palabra “glamur” frecuentemente va vinculada al vestuario.  No hay duda que ropa y moda son componentes obligados de un estilo glamoroso. Por algo, cuando reseño “Downton Abbey” o “Miss Fisher Murder Mysteries”, acostumbro elegir un vestido que  encierre la sofisticación del capítulo. No es casualidad puesto que ambas series son reconocidas por su  guardarropa.

El vestuario y el Hispano Suiza son parte del glamur de Miss Fisher


Mucha gente ve “Masters of Sex” por ver a Virginia Johnson (Lizzy Caplan) desnuda, pero yo la veo por ver a Libby Masters (Caitlin Fitzgerald) vestida. Cada atuendo que saca es  soberbio. Hasta embarazada lució espectacular. No solo es el vestuario sino también el garbo de quien lo usa lo que crea un personaje glamoroso.
Libby y el glamur de Los 50

Aun embarazada se veía despampanante.


“Once Upon a Time” es una serie “mágica”, pero ni sus personajes ni sus diseñadores de ropa tienen idea de lo que es el glamur. En la última temporada hemos visto a Emma (Jennifer Morrison) ponerse faldas, pero el vestidito con el que asistió a su primer baile era lo que usaría la Jezabel bíblica si visitara El Bosque Encantado.
Todos quedamos viendo rojo con ese atuendo


No fue el peor asalto visual  de la temporada. ¿Qué tal los trajecitos con los  que Ariel (Joanna Garcia) y Blanca Nieves (Ginnifer Goodwin) se presentaron al baile del Príncipe Eric? Ya parecían miembros de tribus urbanas. Ni hablar del vestido de novia de Belle (Emilie de Ravin), una mutación del estilo del Gran Gatsby combinado con deshechos del closet Sesentero de Twiggy.

La Sirenita y La Princesa van al prom


Blanca y horripilante va la novia


Pero si uno busca y rebusca encuentra el glamur de esa serie encapsulado en un personaje: Regina Mills. Y hablo de La Señora Alcaldesa, no de La Reina Mala que esa también usa mamarrachadas dignas de dominatrix victoriana. En cambio, la mandamás de Storybrook siempre, (aun cuando la vapulea La Bruja Mala del Oeste) se ve tan comme il faut en su sencilla elegancia. Más allá de cómo viste. Regina ha destilado clase, dignidad y glamur aun en sus días de nervios de mamá primeriza.
Ser La Madrastra Mala implica ser un fashion disaster


Lana Parrilla no me convencía como actriz, pero esta última temporada me ha ganado por completo con su tóxico humor, sus misterios, incluso con su tristeza ante la idea de perder a su hijo. Nunca la brujería se vio tan sofisticadamente representada que en esa batalla con su hermana mala que en todo era inferior a Regina, incluso en su tosquedad que contrastaba con la glamorosa flema de La Madrasta de Blanca Nieves.

El glamur de la alcaldesa

La importancia de la envoltura en la creación de un aura glamorosa es unisex. Que lo digan los productores de “Mad Men” que por siete temporadas han impuesto a su protagonista, Don Draper, como un icono de elegancia masculina.


Situada en el universo de Madison Avenue, “Mad Men” es un ejercicio en glamur, en el verdadero sentido de la palabra. Es toda una lección de como un imperio de la publicidad inventa slogans para glamurizar al publico y llevarlo a comprar sus productos. Para esos efectos, la serie de Matthew Weiner ha capturado la sofisticación de la New York  de los 60 tanto en sus oficinas  de la emblemática Avenida Madison como en otros espacios de La Gran Manzana.




Extendiéndose más allá de Manhattan, “Mad Men” nos lleva conocer el chic suburbano de Long Island, de sus clubes, centros hípicos  y  por supuesto la casa modelo de Los Draper. Es un mundo de spot publicitario de la época, donde todos son blancos y rubios, no hay niños obesos, los afro-americanos son los encargados de la limpieza y todos rezuman felicidad, ya que lo desagradable, lo malo y lo ilegal se hace discretamente. Esa es la esencia total del glamur. Recordemos su significado primitivo: exagerar lo bonito, ocultar lo feo.

Betty y Don redecoran su living

Los Draper ¿La Familia Feliz?


“Mad Men” contiene todos los ingredientes de una serie glamorosa: Un arrebatador elenco en ropa elegantísima,personajes glamorosos  involucrado en un trabajo prodigioso y llamativo y   todo tipo de símbolos de status desde las plumas fuente hasta los autos ultimo modelo, desde los muebles de oficina hasta los licores. Aunque lo de "personajes glamorosos" debería llevar un signo de interrogación. Efectivamente la serie nos expone a un espacio esplendoroso y pasea a los personajes por ese milieu elegante que eran  los Estados Unidos en la Era de Camelot, pero sus personajes, por interesantes que sean, son demasiado humanos para ser realmente glamorosos.


A pesar de sus  vestidos, conocemos a las mujeres de carne y hueso que se esconden tras peinados escarmenados,  faldas bouffant y sombreritos de Jackie Kennedy. Sabemos cuales son los lados flacos, las virtudes y defectos de Joan (Christina Hendricks) Peggy (Elisabeth Moss) y Megan (Jessica Paré), y eso les resta glamur, Son reales,   cercanas, y queribles, ese es su atractivo.




Muy diferente es el caso de Don Draper. Su glamur va más allá de sus prendas de marca o del sex-apeal de Jon Hamm. Don Draper es el símbolo del glamur porque todo  en él es artificial. Ni su nombre es el suyo, se ha inventado a si mismo mas que El Gran Gatsby, y hasta se ha llegado a creer el cuento. Aun revelando su verdad, Don se ve perfecto. Sus momentos vulnerables, o cuando muestra su lado oscuro, parecen planeados y ensayados. Ese es el atractivo de su personaje.


Curiosamente, aunque su ex esposa Betty Draper (January Jones) también se ha creado una imagen que desea proyectar, no alcanza el extremo de glamur de Don. Ni su compostura, ni su conducta reprimida ni  sus esfuerzos (que culminan en un colapso nervioso) por parecer una esposa-trofeo ejemplar  evitan que la veamos como una ama de casa desesperada. Las falencias de Betty como esposa, madre y persona son demasiado evidentes para ser camufladas por su refinada educación o un estilo adquirido en sus años de maniquí en Europa.


En su intento de desenmascarar a Betty, la serie la ha obligado a pasar por muchas pruebas en las últimas temporadas. La hemos visto encarar las primeras arrugas,  la posibilidad de un cáncer y el terror más grande que puede enfrentar una mujer en nuestra sociedad, la subida de peso.

Betty ya no cabe en su vestido


Cada vez que “Mad Men” busca deglamurizar a un personaje femenino la engorda. Fuera  y dentro de la serie, las curvas  de Christina Kendrick han ocasionado debate sobre si hay que verlas como voluptuosas y sexis, o como señales de obesidad. El sobrepeso de Peggy también fue tema cuando ella vivió su etapa de “No sabia que estaba embarazada”. Finalmente, le tocó a Betty quien en medio de su segundo matrimonio, se descuidó y tuvo que enfrentarse a la batalla con la báscula que casi todas las mujeres modernas conocemos.
Joan ¿Sexy o gorda?


Un personaje realmente glamoroso no se preocupa por dietas. Siempre luce perfecta, no bebe en exceso, no es histérica, nunca se pone en evidencia ni hace el ridículo. En “Juego de Tronos”, Cersei Lannister (Lena Heady) será toda una reina regente, pero su falta de tino, sus exabruptos desubicados y su amistad con el vino del Dorne,  (en los libros, George R.R. Martin menciona que la melliza-amante de Jame Lannister está engordando de tanto empinar el codo) la han expulsado del desfile de los glamorosos.
Mas vino, mas libras de mas para La Leona Lannister


Muy diferente es el caso de Daenerys Targaryen (Emilia Clarkson). En el libro, Martin la describe como una diosa encarnada en mujer, pero también la vuelve trágica y humana. La vemos violada, y embarazada, sucia, con el pelo chamuscado y hasta con diarrea. Pero desde el momento en que los productores de “Juego de Tronos” decidieron hacerla sobrevivir una pira funeraria con sus plateados rizos intactos, supimos que la Khaleesi era la figura glamorosa de la épica serie de HBO.

Emilia Clarke ha convertido a Daenerys en una nena berrinchuda y frívola, muy parecida a las diosas del glamur del Viejo Hollywood. De Madre de Dragones a Madre de esclavos libertos, Daenerys de la Tormenta es una princesa que hechiza a todo el que la conozca con su belleza glamorosa, que provoca que se levanten los esclavos contra sus amos, que un mercenario  decapite a sus socios, y que Ser Jora (Iain Glenn)olvide que su deber es traicionarla.
Daenerys está muy alta para sus súbditos


Aunque puede a veces usar el mismo vestido, y en su etapa Dothraki andaba casi harapienta, Daenerys ha aprendido a usar símbolos de glamur para aumentar su majestuosidad tales como joyas; vestidos; un sequito disfrazado con ropajes llamativos; ese salón del trono donde ella recibe a sus súbditos sentada al tope de una escalinata como una estatua de diosa egipcia;  y por supuesto, sus peligrosos, pero glamorosos dragones.
El glamur de la Madre de los Dragones


En cuanto a la personalidad de Daenerys, ella es la gran controladora, sus órdenes no se discuten, es cruel con sus enemigos, generosa con sus amigos y si mete las patas, jamás pide una disculpa. El temperamento de Daenerys es igual al de una prima donna de opera y sus pataletas son dignas de una “Gossip Girl” cualquiera, bueno no cualquiera porque las adolescentes de esa serie eran divas en pañales, ósea totalmente glamorosas.

En este momento, Daenerys es el personaje femenino mas glamoroso de la televisión, solo eclipsada por Lady Mary Crawley de “Downton Abbey” y Amanda Clarke, alias Emily Thorne (Emily van Camp) de “Revenge”. Del glamur de “Revenge” y de “Downton Abbey” hablaremos más adelante ¿pero pueden pensar en otros personajes glamorosos de la televisión actual? ¿Qué prefieren en sus series? ¿Un toque glamoroso o crudo ruralismo?


domingo, 10 de agosto de 2014

1914-2014: La Gran Guerra en la televisión


El 28 de julio pasado se cumplía el Centenario de La Primera Guerra Mundial, conflicto que dio origen a nuestro mundo moderno y uno los episodios bélicos más cruentos de la humanidad. Sin embargo, la que recibiera el apodo de “La guerra que iba a acabar con todas las guerras” no ha tenido una presencia fuerte en la televisión, ni antes ni después de cumplir 100 años.

A diferencia de La Segunda, La Primera Guerra Mundial no ha ameritado series de televisión dedicadas a dramatizar su trayectoria. Muy presente en el cine y la literatura, principalmente los de los veinte años que la siguieron, La Gran Guerra no alcanzó a convertirse en un referente de mi generación, ni siquiera en mi historia personal. Eso, aunque mi abuelo paterno fue sargento en el ejercito belga.

A pesar de que Remarque, Hemingway y Scott Fitzgerald me dieran una probadita de lo que fue el conflicto y como afectó a los que combatieron en el, la televisión de mi infancia no hacia eco de ese evento aun hoy tan incomprendido. Para la década de Los 60, en la  que se cumplía el cincuentenario del conflicto, la televisión se había afianzado como un medio de entretenimiento masivo, pero no se plegó a las conmemoraciones. Curiosamente, esa década y la siguiente se caracterizaron por crear series sobre  cuanta guerra hubiese afectado a USA (que estaba ya involucrada en  Vietnam).

Los westerns que tuvieron su Edad de Oro en ese entonces no cesaban de aludir a La Guerra de Secesión.  En 1972, iniciaba “MASH” un hito en la historia de a televisión y que tenía de trasfondo  a la Guerra de Corea. En 1971 , Aaron Spelling probaba suerte con una guerra mas antigua en “Los Jóvenes Rebeldes” y a través de los 60, la Segunda Guerra Mundial era homenajeada con series, algunas  hoy de culto y otras olvidadas, como “Comando Aéreo”, “Combate” “The Gallant Men”, “Los Comandos de Garrison” y la comedia “Hogan´s Héroes”. Sin embargo,  la guerra que la precedió seguía siendo la gran ausente de la pantalla chica.

El primer gran conflicto moderno no hubiera pasado de ser una anécdota para llenar series de viajes en el tiempo como “Dr. Who”; “El Túnel del Tiempo” y “Highlander” de no ser por la serie-mito que en los 70 se dedicaría a recrear los primeros treinta años de la Inglaterra del Siglo XX. En su Cuarta Temporada, “Upstairs, Downstairs” puntualizó todo lo que les pasaba, entre 1914 y 1918, a Los Bellamy, a su servidumbre y al Imperio Británico.
Georgina y su fiel Daisy despiden a los soldados


Aunque el formato de la serie no dio espacio para cubrir la guerra de trincheras, si se hizo un esfuerzo de filmar exteriores que simulaban la Francia donde peleaba James Bellamy (Simón Williams)y donde curaba heridos su prima y gran amor, Georgina Wellesley (Lesley-Ann Down).
James y Georgina en el frente


A través de una temporada completa vimos los esfuerzos  del Capitán (luego Mayor) Bellamy por huir de un confortable puesto en el Ministerio de Guerra y lo seguimos hasta las campos de batalla donde era gravemente herido. También vimos al lacayo Edward (Christopher Beeney) sufrir de  shock de trinchera, al novio australiano de la mucama Rose (Jean Marsh) encontrar la muerte en combate, y a Hazel (Meg Wynn Owen), esposa de James, perder a su joven amante-aviador. Hasta el mayordomo Mr. Hudson (Gordon Jackson) era herido durante un bombardeo de Londres.

Hazel y su amante


Vimos como las inglesas superaban la pérdida de sus seres queridos hallando ocupaciones diversas: Ruby (Jenny Tomasin), la pinche de cocina, acababa trabajando en una fábrica de municiones; Rose se convertía en conductora de autobús, y Georgina recibía entrenamiento de enfermera y era trasladada al frente.
Ruby, Georgina y Rose: mujeres que sirvieron a su patria


“Upstairs, Downstairs” cubría  aspectos que otras series sobre La Guerra del ‘14 (Léase “Downton Abbey”) nunca tocan, tales como la histeria anti-alemana en Inglaterra que afectaba al carnicero de los Bellamy; el trauma de los refugiados belgas, y un juicio por supuesta cobardía en combate que llevaba a Lord Bellamy (David Langton) a conocer a Virginia (Hannah Gordon), madre del acusado, que se convertiría en su segunda mujer. El final de la guerra, tal como ocurrió en la realidad, no abandonaba a sus participantes Se sobrentendía que todas las decisiones que James y Georgina tomaban en el futuro eran dictadas por sus traumáticas experiencias en el frente.


Como si “Upstairs, Downstairs” no hubiese educado a su audiencia los suficiente sobre las repercusiones de la  conflagración, el próximo proyecto de John Hawkesworth (director de UD) la soberbia “Duchess of Duque Street”, también trataría el tema. En los años de la Gran Guerra, La ultra patriota protagonista Louisa Trotter (Gemma Jones) convertía al Bentinck,  su hotel de lujo, en un centro para atender y agasajar a oficiales y sus parientes, entre ellos su socio y amante, Lord Charles Hazelemere (Christoher Cazenove).

En “La Duquesa” se exponían otros aspectos  de la Primera Guerra como el espionaje, y los pacifistas que se rehusaban a servir en el frente. Eventualmente, Louisa cerraba el hotel y trasladaba a su staff a Francia para estar cerca de Charlie Hazelmere quien finalmente le pedía matrimonio. Una boda que no llegaba a ocurrir. Gravemente herido, el oficial era enviado al Bentinck donde moría poco después.
Charlie malherido regresa al Bentinck


El cese de las hostilidades encontraba a una Louisa destrozada y desorientada. Un viaje a las propiedades de su difunto amante servía para develar uno de los innumerables monumentos que surgieron tras un conflicto que diezmó a la población masculina de las Islas Británicas. Ese evento empujaba a Louisa a reconocer y recuperar lo único que le quedaba de Charlie, Lottie la hija de ambos.
                                              A Louisa solo le queda la foto del difunto

Estas dos series  pusieron de moda el tema Gran Guerra en la BBC. Moda que culminó en una adaptación del “Masterpiece Theater” de A Testament of Youth, la autobiografía de Vera Brittain. Cheryl Campbell dio un tour de forçe en su retrato de la feminista y pacifista que se convirtió en ambas cosas tras servir de VAD (enfermera de campaña) y perder en el espacio de cuatro años, a su novio, su hermano, y dos de sus amigos más íntimos.
Cheryl Campbell como Vera Brittain


El tema de pérdida y muertes gratuitas y constantes fueron las características más prominentes del tratamiento de La Gran Guerra en la televisión. Como “chonguera” profesional yo lo sentía en carne propia ya que cada vez que me enamoraba de alguien en estos programas, de fijo que se me moría. Asi me ocurrió con Christopher Cazenove en “The Duchess of Duke Street”; Nigel Havers en “A Horseman Riding By” y hasta con Sam Neill en “Reilly, Ace of Spies” que tenía al legendario espía sirviendo en la Rusia Revolucionaria donde  encontraba un triste final.

Mis lágrimas mas amargas fueron provocadas por la miniserie “Flambards”. En esta adaptación del clásico infantil de K.M. Payton, Christina Parsons (Christine McKenna) es rica en fortuna y pobre en familia inmediata. Acaba viviendo con un tío siniestro que espera que se case con su hijo mayor Christina se enamora de su primo menor, el aviador Wiliam (Alan Parnaby), quien la convierte en madre y viuda al estrellarse su avión durante la guerra. Christina y su hija heredan Flambards, logran alejar al primo Mark casándolo con una amiga de la viuda. Christina termina casada con su fiel criado Dick, otro veterano de la Gran Guerra.


Tanto furor causaban estas series que al otro lado del Atlántico se acordaron que también habían participado en la Primera Guerra Mundial. Asi, en 1976, tuvimos una miniserie basada en el clásico bélico de Anton Myrer Once an Eagle. En la continuación de “Raíces” “Roots. The Next Generation”, Dorian Harewood daba vida al padre del autor Alex Haley quien sirvió en la Francia de 1917. Su experiencia era todo un catalogo de las condiciones y prejuicios que afectaron a los combatientes afro-americanos. Y en 1979, Richard Thomas, el actor juvenil más popular de la television de esa época, protagonizaba una versión del clásico de Erich María Remarque, Sin Novedad en el Frente.


Este auge no duró mucho. Para Los Ochenta, el tema de La Gran Guerra estaba agotado, resurgiendo brevemente en la televisión australiana en series como la tristísima “1915” y “Anzac” que se compró en Usa solo después que su protagonista Paul Hogan alcanzase la fama como “Crocodile Dundee”.


La televisión del fin de siglo ni se acordaba de la Guerra del '14. Notables excepciones fue  “Las Aventuras del Joven Indiana Jones” que eran toda una  clase de historia y algún que otro dramatizado como el fascinante “Un hombre peligroso: Lawrence después de Arabia” de 1990, donde por primera vez vi a un actor  llamado Ralph Fiennes.



La Primera Guerra Mundial solo reaparecía en la televisión del nuevo siglo como un trasfondo histórico de biografías de famosos fueran Scott Fitzgerald en “Zelda”; Agatha Christie o dictadores como en “Il Giovane Mussolini” donde Antonio Banderas mostraba las experiencias bélicas del Duce o “HitlerThe Rise of Evil” donde Robert Carlyle hacia otro tanto con el Fuhrer.

El Cabo Hitler

Seria" Downton Abbey" en su inexorable imitación de “Upstairs Downstairs”, la que volvería a convertir a “La guerra que acabaría con todas las guerras” en un tema romántico. Tan romántico que esa segunda temporada me resultó un poco empalagosa y falsa. Sobre todo si la comparaba con la emotiva y realista visión que nos legara su predecesora.


Si bien es cierto, que el presupuesto de Julian  Fellowes y la ITV permitieron una incursión a los campos de Flandes, no nos sirvió más que para ver a Matthew ser herido y a Barrows darse un balazo en la mano para poder ser retirado del frente. No niego que fue conmovedor ver al joven Crawley creer que quedaría invalido, tal como me ganó Lady Mary en su devoción por el herido,, pero   disminuía el dramatismo   una sensación de que la Gran Guerra no fue realmente traumática para Los Crawley ni para su servicio domestico.
Barrows y Matthew:  criado y amo en las trincheras


En "UD" Hazel inicia un affaire empujada por la soledad de las esposas que esperan al soldado que tal vez nunca regrese. En DA, Lord Grantham casi se encama con una criada/viuda de guerra por mero capricho. La experiencia de enfermera de Lady Sybil fue como todo lo de ella, linda, fina, pero anodina. Sybil sirvió en un hospital para oficiales instalado en su propio castillo y antes inició su entrenamiento junto a su medico de cabecera en el hospital de su pueblo. Sybil nunca sufrió las humillaciones  y percances de novata que experimentó Georgina en su entrenamiento en Guy´s Hospital, ni nunca atendió todo tipo de heridas como la susodicha en hospitales de campaña en zonas de guerra.
Sybil, enfermera impecable en impecable mansión
Georgina atiende a un herido en una estación de tren


Anteriormente, las series de la BBC nos habían mostrado mujeres enlutadas con el corazón destrozado como Louisa Trotter, Rose Parks de UD y Vera Brittain. Muy diferentes a la única “viuda” de DA, la criadita Daisy. Todos ( hasta Daisy) nos sentimos aliviados cuando murió William sabiendo que su mujer no lo amaba y se había casado con él por lástima. 
Daisy y su marido


Al final, el único personaje de “Downton Abbey” que realmente sufrió cambios con la Gran Guerra fue como siempre, la más menospreciada. Fue Edith quien aceptó ayudar a un granjero que se había quedado sin hombres para la labranza y casi terminó en la cama de su “patrón”. Fue Edith a quien se le rompió el corazón cuando creyó haber recobrado al difunto Patrick, y fue Edith a quien le agradecían los mismos oficiales que la Oveja Negra de Las Crawley había cuidado, considerándola la más meritoria de su familia.
Edith y el supuesto Patrick


Si me explayo sobre las fallas de “Downton Abbey” al retratar al evento más impactante de su generación es por ser esta un ejemplo de cómo la imaginación colectiva del  Siglo XXI percibe La Gran Guerra. Aproximándose la fecha del Centenario, la BBC se ha enfocado en el conflicto sacándose de la manga todo tipo de documentales y hasta programas radiales. Es en la sección “drama” donde cojea. Se han hecho algunos dramatizados un poco melifluos como “Birdsong” o la aclamada versión del clásico bélico de Fod Maddox Ford “Parade´s End”. Ahí el omnipresente Benedict Cumberbatch interpreta a un oficial de clase alta que tiene más problemas con su esposa y con su amante que con el enemigo.


Este año crucial la BBC ha sacado al aire “The Crimson Field” una exploración de la medicina en campaña protagonizada por Oona “Talisa” Castilla-Chaplin. El hecho de que lo que iba a ser serie se haya quedado en miniserie es significativo de la calidad del producto. Lo mismo ha ocurrido con “Deadline  Gallipoli” que también ha quedado en miniserie, a pesar de un elenco que encabeza Sam Worthington, y que abarca nombres como Anna Torv, Hugh Dancy,  Bryan Brown y Charles Dance. El desastre de Gallipoli es un tema siempre fascinante para quienes buscan dramatizar La Primera Guerra Mundial. Para el aniversario de esa masacre, los australianos tienen ya preparada también su miniserie sobre enfermeras titulada “Anzac Girls”.


Otro proyecto futuro de la BBC es “The Passing Bells”, pero uno se pregunta si tendrá la calidad y emotividad de retratos de La Guerra del ‘14 en la pantalla grande ejemplarizados en este siglo por proyectos tan variados como la francesa “Joyeux Noel” y la contribución de Steven Spielberg “War Horse”.

Volviendo a “Downton Abbey”, otra falla fue  que en la posguerra los personajes no parecían afectados por el conflicto reciente. Para La Cuarta Temporada, la guerra ya era un recuerdo vago y ultra lejano en al Abadía, algo imposible en la vida real donde el conflicto siguió repercutiendo en los sobrevivientes y sus hijos hasta el estallido de La Segunda Guerra Mundial.

Muy diferente es la posguerra de los personajes de  “Boardwalk Empire”. Lo vemos en la amistad de dos jóvenes veteranos llamados Jimmy Darmody (Michael Pitt)y Richard Harrow (Jack Huston). Jimmy huye de una relación incestuosa enlistándose en el Cuerpo Expedicionario y regresa medio cojo, amargado y con un solo camino por delante, el mundo del crimen. Su amigo Richard Harrow, tras perder la mitad del rostro en las trincheras, pone al servicio de gánsteres su estupenda puntería. Ambos son incapaces de reintegrarse a una sociedad normal y deben vivir al margen de ella lo que les costará la vida.
                                                Jimmy en su trinchera

No es casualidad que Richard y Jimmy se conozcan en un hospital a la espera de ser parte de un proyecto médico sobre veteranos. La experiencia vivida los une como si fueran hermanos. Jimmy “contrata” a Richard para vengar la muerte de su amante, pero antes del asesinato, Jimmy le cuente a la victima una horrorosa experiencia de batalla. Tan terrible fue la guerra para estos jóvenes delincuentes que en el aniversario del Armisticio, mientras Jimmy hace un emotivo e impromptu discurso en un homenaje público, en un bosque de New Jersey, Richard intenta suicidarse.


Incluso en una serie tan light como  “Miss Fisher´s Murder Mysteries” la guerra sigue batallándose dentro de los personajes. Cec y Bert son los representantes de millones de soldados australianos que pelearon por un Imperio que exigió de ellos el máximo  sacrificio. Las conversaciones de los ex diggers están plagadas de recuerdos de guerra ya que  parecen haber servido en todos los frentes (algo no totalmente imposible puesto que hubo divisiones de la Primera AIF que pelearon en el Medio Oriente para luego ser trasladadas a Francia).

En “Death at Victoria Dock”, la usualmente risueña Phryne (Essie Davis) recuerda con amargura sus experiencias como enfermera en Francia, y más tarde le dirá al Inspector Robinson (Nathan Page)que ha dejado de tomar la vida en serio desde 1918, señal de que la guerra transformó su carácter. En “Murder in Montparnasse” descubrimos lo desorientada y desilusionada que quedó la detective al cese de hostilidades y como esto la empujó a una desastroso y destructivo romance que marcaría su vida romántica y sexual futura. Pero el más cambiado por la guerra es Jack Robinson.
Miss Fisher en en el campo de batalla


Desde el momento en “Death at Victoria Dock” en que Jack y Hugh descubren el arsenal de los anarquistas que notamos como el espectro de las trincheras sigue persiguiendo al usualmente impertérrito Inspector. Al final de “Raisins and Almonds”, Jack le hace una confidencia a Phryne. La guerra le costó su matrimonio ya que regresó del frente convertido en un hombre totalmente diferente al que despidiera su mujer en 1914.

Aunque no he visto todavía la Segunda Temporada, sé que al menos en dos episodios, Jack volverá a interactuar con Rosie, su ex esposa. Ella nota que su marido se ha recuperado emocionalmentei(influencia de Miss. Fisher, obviamente) y alude a que será tal vez por haberse librado de “un matrimonio inconveniente”, a lo que su ex responde “era la guerra la que no me convenía”.



Como shipera creo que el hecho de que Jack y Phryne compartan esas “experiencias históricas” es un buen ingrediente para una romance con el que soñamos las seguidoras de Miss Fisher. En una visión mas amplia,  y tal como el bromance de Jimmy y Richard en “El Imperio del Contrabando", nos demuestra como los recuerdos  traumáticos de  “La Guerra que iba a acabar con todas las guerras” pueden crear vínculos positivos.