jueves, 28 de diciembre de 2017

The Collection: Cuando la historia y la moda se cruzaron


No es secreto que la moda es dominada por los eventos que ocurren a su alrededor. Son los sucesos históricos los que imponen estilos y moldean diseños. Un ejemplo fue el New Look de Christian Dior que revolucionó la moda de Francia (y del mundo) en los duros años de la posguerra. Amazon Prime y la BBC han creado en “The Collection”, una visión ficticia de cómo nació esa moda. En esa serie, el New Look está vinculado con la Familia Sabine, con sus secretos personales y con la Segunda Guerra Mundial de la cual emerge una Francia maltratada, avergonzada y violenta que tal vez no desee ser “feminizada” como pretende hacerlo la colección de la Casa Sabine.

Aunque todavía no ha tenido la exposición necesaria (solo se la ha visto completa en Australia, Rusia, Corea del Sur y en USA tuvimos la suerte que la PBS la presentó en “Masterpiece” este año) ya “The Collection” tiene sus seguidores. Producida por Oliver Goldstick, quien también produjera “Petty Little Liars” y “Ugly Betty”, esta serie no tiene ni el humor juvenil de las mencionadas, a pesar de que tenga lugar en el mundo de la moda como la versión estadounidense de “Betty, La Fea”. Se trata aquí de una serie sobria, dramática, adulta y con una sólida base histórica. Si a algo se la puede comparar es a la icónica “Mad Men”.



Al igual que en ese homenaje al mundo publicitario useño, “The Collection” se centra en un personaje ambicioso e implacable, Paul Sabine (Richard Coyle de “The Fall”), el dueño y diseñador estrella de la nueva y más innovadora casa de modas parisina. Paul, como Don Draper, gusta desplegar su mayor trofeo una esposa que, como Betty Draper, es rubia, guapa, refinada, y aparentemente sumisa. La diferencia es que Helen Sabine (una Mamie Gumer , delicada como figura de porcelana y talentosa como su madre Meryl Streep) ha aportado al matrimonio prestigio, dinero y relaciones. Sin hijos, se involucra en el negocio del marido y presiente en que él no le es fiel y que sus affaires románticos no son lo único que le oculta. 

Como Don Draper, Paul Sabine trae a cuestas secretos peligrosos asociados con guerras y usurpaciones de identidad.

Si Don intentó siempre esconder sus orígenes y los pocos parientes que le quedaban, el pobre Paul se ve abrumado por su muy visible familia. La más omnipresente es su madre, Ivette. Interpretada por Frances de La Tour (ex novia de Hagrid, el de Hogwarts) que con un maquillaje que recuerda al Guasón de Batman es la imagen perfecta de la cocotte avejentada que solo puede provocar vergüenza en sus hijos. Sin embargo, Maman es mucho más peligrosa de lo que parece y eso lo saben Paul y su hermano Claude (Tom Riley, el Leonardo de “Da Vinci’s Demons”) el hermano menor, el rebelde de la familia.

Gay y antisocial, Claude vive en un departamentucho desordenado con la única compañía de un sufrido gato que tiene que soportar un desfile de amantes ocasionales que no alivian la soledad de su amo. El ultimo es un marinero alemán que ataca a Claude, le roba lo poco que posee y huye con un secreto que puede destruir a la recién nacida Maison Sabine. Claude es el genio de la familia, es quien diseña las maravillas que todos creen han sido fabricadas por Paul.

Ivette cercena la hidra de un solo mandoble asesinando al marinero y enterrándolo en una especie de basural en las tierras que rodean su casa en la campiña. Lamentablemente para los Sabine, ese es el espacio de juegos de Josette, la vecinita que ahí ha construido su” castillo” con cachivaches descartados, objetos rotos y otros desperdicios. Claude en una visita se encarga de “diseñarles “ vestidos a los muñecos de Josette y ahí nos damos cuenta de que el castillo es una metáfora para Maison Sabine: una ilusión creada en base de retazos, chatarras y seres reinventados bajo la cual se ocultan crímenes y cadáveres.

“La Colección “es una coproducción franco-inglesa. Se ha filmado en los legendarios estudios de Pinewood, en Gales y en escenarios rurales franceses. Resulta un poco gracioso ver a actores británicos como James “Oso Mormont” Cosmo interpretando a un millonario galo o al  Inspector Foyle encarnando al modisto Lemaire, ex patrón de Paul Sabine, un retrato velado del gran Lucien Lelong.

La mayor parte de la trama tiene lugar en el atelier de los Sabine donde Paul ha conseguido reunir una cofradía de empleados que,  como el patrón,  están buscando olvidar su pasado. Entre ellos sobresalen Charlotte (Alix Poisson) amante de Paul y su mano derecha; la jefa de taller, Marianne, (me costó reconocer a Irene Jacobs, ¿tanto tiempo ha pasado desde “La doble vida de Veronique”?) y la hija de esta última, Nina, la protagonista de una narración terrorífica disfrazada de cuento de hadas.

Interpretada por la belga Jenna Thiam (“Les Revenants”) Nina es un personaje clave en “The Collection”. Al comienzo es nada más que una adolescente desgarbada, una colegiala que no va a la escuela y que trabaja en el taller de costura. En el primer episodio descubrimos que Nina acaba de regresar después de pasarse  meses en el campo cuidando de una tía enferma. Obvio que ese cuento archiconocido tiene pañales y ha quedado atrás en un convento-orfanato al cual Nina no tiene acceso. Digamos que antes de la revelación de la paternidad del bebé de Nina, yo ya me la imaginaba, pero es uno de los shocks de esta historia llena de sorpresas.

De la nada, Paul decide convertir a la modistilla en la estrella de su colección. No solo Nina modelará los preciosos diseños de Maison Sabine además se convertirá en la musa de Billy Novak (Max Deacon) el joven periodista estadounidense que, como otros expatriados, busca fortuna  en el Paris de 1947. Sin embargo, Nina no busca amor ni fama. Ella solo tiene una obsesión, recuperar a su hijo, una obsesión que puede cambiar la vida de los Sabine.

A pesar de lo fascinante de esta trama llena de vueltas, lo principal es la historia real tras de ella que es la historia de la alta costura francesa y del rol que jugó en los 40, tanto antes como después de La Liberación. Realmente existió una revolución en la Haute Couture parisina y tuvo que ver con los altibajos políticos que sacudieron a Francia en esa década fatídica, pero también con las inevitables guerras de género que siempre han tenido lugar en un mundo que sirve a mujeres, pero es manejado por hombres.

Desde el Siglo XIX que las grandes casas de moda parisinas estaban asociadas a diseñadores como Worth o Poiret. Fue en los años de la Gran Guerra, que Gabrielle “Coco” Chanel abría las puertas a las mujeres. Grandes diseñadoras de modas regirían la moda parisina con nombres hoy icónicos como Jeanne Lanvin, Madeleine Vionnet, Madame Gres, las italianas Nina Ricci y Elsa Schiaparelli, la belga Maggy Rouff y por supuesto Chanel.

La Ocupación alemana transformó la fisonomía de la moda parisina.  Chanel se dedicó a colaborar  “horizontalmente” con los alemanes,  Schiaparelli se marchó a Estados Unidos y  Vionnet cerró su casa de modas. La Francia ocupada sufrió racionamientos y escaseces. Casi no se podían conseguir telas y las francesas aprendieron a vivir con vestidos simples, cortos, sin adornos,  y a renovar guardarropas antiguos. Sin embargo, la industria de la moda tuvo un boom en esos años en que nombres famosos como Lucien Lelong, Nina Ricci, Jean Patou y otros vistieron a las esposas y “amiguitas” de oficiales alemanes y de los mandamases de Vichy.

Hubo un momento en que llegaron ordenes de Berlín de trasladar la industria de la moda parisina a Alemania. Es ahí cuando Lelong se enfrenta a los Nazis y consigue que eso no ocurra. Un acto valeroso que permite que acabada la guerra no se le acuse de colaboración, a pesar de que la mayoría de sus clientes eran del alto mando alemán. Es Lucien Lelong quien sirve de modelo para Lemaire, el mentor y ex patrón de Paul Sabine. Es  quien le recuerda a su protegido que ahora tiene una medalla entregada por De Gaulle. Sabine no tiene esa protección.

En 1945 llega el momento de la venganza y los franceses juzgan, y fusilan a los collabo y rapan a las mujeres que colaboraron “horizontalmente” con el enemigo. Muchas de esas mujeres han sido clientas de los más famosos coutouriers cuyos nombres también son agregados a las listas de traidores. La moda francesa queda estancada hasta que la sacan a flote  un grupo de jóvenes diseñadores. Su vínculo en común será su juventud, que los exime de crímenes de guerra, y su homosexualidad. Ellos son el vasco Cristóbal Balenciaga, Pierre Cardin, y dos pupilos de Lelong (que no era homosexual) Pierre Balmain y Christian Dior.

Dior será quien revolucione la moda nivel mundial y él es la inspiración tras los Hermanos Sabine. Los guionistas dividieron al personaje histórico en dos: Paul, excelente vendedor y relacionador público, heterosexual y mujeriego, y Claude, retraído, talentoso y homosexual enclosetado. Estas últimas cualidades las comparte con Dior quien además sufría del estigma de Paul, aunque en menor medida. Catherine, la hermana del modisto fue una valerosa resistente y sobreviviente del campo de concentración de Ravensbruck, pero ese parentesco no conseguiría borrar del todo el hecho de que Dior, en el taller de su patrón, vestía las mujeres de los Nazis.


Financiado por Marcel Boussac, apodado “el Rey del Algodón”, el industrial más acaudalado de Francia, Christian Dior abriría una casa de moda propia en 1945. En febrero de 1947, lanzaría a la pasarela su legendario New Look que cumplía con su eslogan de que todo en “Maison Dior” sería “nuevo”. La ironía es que como decían en  Il Gatopardo, “ para que las cosas  sigan iguales hay que cambiarlas”. En realidad, el New Look era un regreso al pasado, a un pasado cómodo, sin culpas, pero también retrogrado y conservador.



La máxima característica del New Look fue la abundancia de tela, lo que implicaba un gasto mayor en material. Lo gastado que se reflejaba en el precio de la prenda,  era parte  del mérito del producto. Mirando una escena en que Helene sentada se ve prácticamente sumergida en sus faldas que cubren sus tacones y se esparcen alrededor de ella como una vela desplegada, noto la necesidad de exagerar, de demostrar que se puede gastar en tela porque la economía nacional lo permite.

Aunque los dueños de la industria textil francesa estaban gozosos con tanta demanda, para la gente comúndesempleada, sin recursos y todavía marcada por una ocupación brutal el New Look era una afrenta. Efectivamente se dieron escenas como la de la serie en que Nina es atacada por unas verduleras que le rompen el vestido.

En USA hubo clubes de mujeres que se negaban a usar esta moda. En Inglaterra,  en solidaridad con su pueblo Isabel II usó sus cupones para un económico vestido de novia, pero ya en su luna de miel encargó vestidos de Dior. Es que no había manera de huirle a una moda tan esplendorosa que a toda mujer hacía sentir como una reina.
Isabel y Margarita, las hermanas modelan a Dior
La Reina Isabel en The Crown, tambien sigue el "New Look"

En los 80s hubo un intento de retornar a ese tipo de vestido con faldas acampanadas. En esta foto en mi vigésimo quinto cumpleaños luzco un modelo “New Look” en lino color cereza .
Yo y mi hermana la hoy Dra. Janet Sendar. Imaginense nuestras faldas extendidas en un asiento.

Recuerdo lo que se sentía al caminar (sobre todo si había brisa) pero también las luchas por recuperar mi vestido cuando en el transporte público algún distraído se sentaba en mi inmensa falda y me dejaba atrapada. No era una moda muy cómoda. Pero todos la usaban, observen el largo de la falda de  la Duquesa de York.

Su concuñada La Princesa Diana fue una gran exponente de este retorno ochentero del New Look.


Algo que “The Collection”  captura maravillosamente es la atmosfera histórica del Paris de 1947 y como la moda sirve para reflejar un estado casi en guerra entre la Francia que promueve el New Look, una Francia conservadora, opulenta, burguesa, consumista que mira al pasado lejano para construir su futuro,  y una corriente contraria revolucionaria, frugal,  que quiere remediar e impedir la repetición de los vicios de un pasado reciente.

 La serie nos ofrece esta lucha desde la perspectiva de Billy Novak quien representa el lado oscuro del estereotipo del “Americano en Paris”. Muy joven para haber sido marcado por la guerra, Billy está más que dispuesto a enamorarse de este Paris esplendido encarnado en el envoltorio artificial de Nina. Por estar cerca de la modelo, el fotógrafo incluso cubrirá los crímenes de Paul Sabine, pero como le dice otro expatriado: “Paris es un polvorín a punto de estallar”.   

Nos queda saber si veremos ese conflicto desarrollarse en una ansiada y merecida segunda temporada de “The Colección”.  Entretanto recomiendo de todo corazón que vean la primera temporada que en Estados Unidos ha ofrecido la PBS por lo que todavia se puede bajar de Thirteen Passport.
Con este post terminamos de maullar el 2017. Los espero en el 2018. ¡Feliz Año!




lunes, 25 de diciembre de 2017

¿Fueron amantes Isabel II y Porchey?: Aclarando ambigüedades de “The Crown”


Las dos temporadas de “The Crown” comparten un factor común, la inferencia de que el duque de Edimburgo es un marido infiel. Tal como en la vida real no existen pruebas para enjuiciarlo en ese aspecto, la serie se queda en ambigüedades. Pero, para confundir más al espectador, en el noveno capitulo de la temporada pasada, Peter Morgan embute la hipótesis de que la reina también se cobró con la misma moneda las infidelidades del marido. ¿Hay algo de cierto en eso?

Una de las muchas dudas que quedaron flotando a partir del final de temporada de “The Crown” fue la relación de Isabel II con su palafrenero Lord Porchester (más tarde Conde de Carnarvon). Al menos los celos del Príncipe Consorte parecieran indicar que la amistad entre reina y súbdito iba más allá de lo que exige el decoro. Ahora que ha comenzado una nueva temporada (y Porchey parece ser cosa del pasado) podemos hablar de lo que hay de verdadero, de falso y de exagerado en ese romance.

Se ha hablado que la Reina Isabel está molesta con “The Crown” por sus muchas falencias en lo que se refiere a sucesos reales que han exagerado, o simplemente falseado. No solo ella está enojada con esos errores que afectan su imagen. Y aunque Su Majestad no haga declaraciones públicas, me imagino que las implicaciones sobre su amistad con Lord Carnarvon están arriba de su lista de quejas. Yo creo que el episodio 9 de la Primera Temporada estuvo dedicado a satisfacer chismes que la prensa amarillista regó a fines de los 50s y, tal como esas crónicas escandalosas, lo que vemos en pantalla tiene poco o cero de fundamentos.

¿Qué es lo que se sabe a ciencia cierta?  El matrimonio de Isabel y Felipe atravesó muchos escollos, los peores en la época entre su coronación y el nacimiento del príncipe Andrés (1960). En algún momento, los rumores llegaron a la calle, y las noticias fueron tan estruendosas que la propia reina se vio obligada a hacer declaraciones públicas de que todo iba bien en su casa. Al parecer, y algo Su Majestad le confesó a Harold Macmillan, la fuente de todos sus problemas maritales había sido la negativa a que los hijos del duque llevasen el apellido del padre. De esa confesión surgirían cambios tales como el título de “Príncipe” para Felipe y el permiso para sus hijos apellidarse “Windsor-Mountbatten”.

Poco después, y tras diez años desde el nacimiento de la Princesa Ana, Isabel y Felipe anunciaron que esperaban un tercer bebé. Sabido es que Andrés es el hijo favorito de la reina. Incluso ese cariño abarca a sus hijas a quienes Isabel ha llamado “las mas bonitas de mis nietos” y hasta la madre de las niñas, la incorregible Sarah Ferguson, que, aunque divorciada, sigue gozando del apoyo de su real suegra.
Los Duques de York y sus hijas

El problema es que, en su día, los infaltables difamadores inventaron todo un cuento sórdido alrededor de este embarazo. Se dijo que Felipe no era el padre, inclusive que Andrés había sido concebido antes del Duque regresar de su itinerario de viajes oficiales. Todo totalmente falso. Luego nos sacan fotos del Duque de York y que dizque no se parece en nada a los padres, ni a sus hermanos. En cambio, le encuentran gran parecido con el Conde de Carnarvon. Yo digo que, si quieres encontrarle parecido con alguien, se lo vas a encontrar.


Yo, por ejemplo, si le encuentro a Andrés rasgos Windsor y un parecido con la familia. Pero luego nos salen que Andrés, es bajo, que es gordo, que no se ha quedado calvo como los Mountbatten. Yo creo que el chico “ha abueleado”. No saldría Mountbatten, pero salió Windsor. La fundadora de la casa Saxe-Coburgo-Gotha era una enanita rolliza. Su hijo, el Rey Eduardo VI, tatarabuelo de Andrés, recibía el apodo de “Tum-Tum” por tener un vientre prominente. Y si nos vamos a los Bowes-Lyon, la Queen Mum era bajita (vivía cayéndose por los tacazos que usaba) y gordita. Y vamos que Isabel II no es Brienne de Tarth, siempre se la ha considerado menuda. Pero echándole un ojito al Duque de York yo le veo parecido con la abuela paterna, la Princesa Alicia de Battenberg y sus despreciadas tías Nazis.
El Príncipe Felipe (vestido de marinero) sus padres y sus hermanas

Yo encuentro que Andres se parece a su abuela paterna, Alicia de Grecia.

Si descartamos los parecidos físicos y las posibilidades de que Andrés sea un “hijo del amor”, ¿qué otros factores podrían ligar a la reina y a Lord Porchester en una relación ilícita? The Crown” nos cuenta que la dependencia emocional de Isabel del hombre que manejaba sus caballos de carrera era tal que provocó iracundos celos en el Príncipe Consorte.  Mas encima el libreto de Peter Morgan nos hace creer que Isabel y Porchey tuvieron un romance antes de casarse, que Carnarvon era el prospecto de yerno favorito de la Reina Madre e incluso hacen que la novia oficial y futura Lady Porchester cuestione a su prometido preguntándole si ya la ha superado a “ella”.

Molesta e innecesaria es la escena en que mientras su futura esposa se baña en el cuarto contiguo, Porchey hace una llamada subrepticia a su reina, patrona y amiga. Molesta porque es anacrónica. En esa época, las novias no se bañaban en presencia de los futuros maridos. Todo lo que consigue hacer la escena es presentarnos a Porchey como un ente sexual, lo que lo hace candidato al tálamo real.
Absurdo. En la extensa y bien documentada biografía de la Queen Mum, The Queen Mother, William Shawcross menciona a todos los involucrados en la vida de Elizabeth Bowes-Lyon y su familia. Lord Porchester no aparece ni en una nota al pie de la página. Entonces no podemos hablar de una relación tan intensa con la princesa ni la de ser el yerno soñado de la madre de Isabel.
La Reina y el verdadero Porchey

Es cierto que la reina madre hubiese preferido que sus hijas se casasen con aristócratas del reino, preferiblemente escoceses. Es cierto que Isabel y Porchey se conocieron o en su adolescencia o infancia, pero no pasó de ser otro mas de los pocos conocidos de la futura reina. En una de esas ridículas páginas que busca destruir a la Familia Real tildándolos desde pedófilos hasta satánicos, una “ex dama “de Isabel, por supuesto anónima, describe la relación entre la princesa y Porchey datándola desde su juventud. Dice que Isabel sentía “una fuerte atracción sexual” por Porchey y que ambos solían ir a bailar al Café de Paris antes de ser este local bombardeado durante el Blitz.

A ver, Café de París fue bombardeado en marzo de1941. Para haber ido a bailar ahí, la reina tendría que haber ido al menos el año anterior, cuando ella tenía catorce años y Porchey dieciséis. No los hubieran admitido, y la verdad es que entonces (ojalá ahora) las chicas de catorce, y menos las princesas, no andaban recorriendo antros nocturnos. Porchey en ese tiempo estaba enterrado en una de esas famosas publicó schools inglesas donde era más fácil besarse con el compañero de pupitre que con una chica.

Por otro lado, “The Crown” se esmera en contarnos como los Windsor detestaban la idea de Felipe Mountbatten como yerno debido a su escandalosa familia. No tan escandalosa si la comparamos con la del pobre Porchey. Los Condes de Carnarvon tienen un pedigrí que se remonta al siglo XVIII, pero el más renombrado de sus hijos fue el abuelo de Porchey, el famoso arqueólogo que descubrió la tumba de Tutankamón y murió supuestamente debido a una maldición del joven faraón.
El Conde Carnarvon en Egipto

Cuando no andaba profanando tumbas, Lord Carnarvon se la pasaba en su mansión ancestral el Castillo de Highclere, más conocido por nosotros los “Downties” como la Abadía de Downton. Tal como Lord Grantham, Carrnarvon reparó su castillo con la dote de su mujer, hija (como Cora) de un judío millonario. Aunque el padre de Lady Almina no era estadounidense, si era muy adinerado. Ella era la hija ilegítima de Lord Alfred Rotchild. Con ese apellido sabemos que había para pagar servicio y mantenimiento y hasta comida de perros en el castillo.
El actual Lord Carnarvon, hijo de Porchey, y su esposa frente a Highclere

Sin embargo, a pesar de no tener carencias económicas, de cosechar fama en el mundo de la arqueología, y tener una esposa millonaria, Carnarvon era un individuo muy desagradable, un aficionado a coleccionar fotografías de chicas desnudas, que desahogaba sus instintos mas brutales en su heredero. Eran tales las palizas que le administraba a Henry, padre de Porchey que este fantaseaba constantemente con cometer parricidio. A pesar de que la maldición faraónica eventualmente le proporcionó la deseada orfandad, el pobre Henry quedaría psicológicamente marcado hasta el punto de convertirlo en otro tipo de monstruo.

Aunque Henry se casó con la estadounidense Catherine Terdick, madre de Porchey, pronto se divorciaron debido a las infidelidades del conde. Este volvió a casarse con la actriz alemana , de origen judío, Tilly Losch, pero su pasión era el adulterio. Mas allá de ser un mujeriego, Henry parecía sufrir de satiriasis, o lo que hoy se conoce como “adicción al sexo”. Necesitaba tener relaciones constantemente con diferentes compañeras, fueran matronas de sociedad o criadas. Lo peor, es que, si se le resistían, Henry las violaba. A una pobre victima que llegó a desmayarse la despertó brutalmente lanzándole una jofaina de agua. Digamos que el pobre Porchey no venía de una familia muy sana.

Uff y se me olvidó hablar de Almina, la condesa millonaria. Se consoló de tener un marido que nunca la quiso, con una ristra de amantes, antes y después de enviudar. Hay fuertes rumores de que el padre de Porchey en realidad era hijo del legendario Sir Victor Singh, hijo del Maharajá de Lahore. Se dice que el que no haya facciones exóticas en los descendientes de Almina se debe a que, el abuelo materno de Víctor era alemán.

Para coronar la lista de escándalos, a Almina, quien durante la Primera Guerra Mundial convirtió Highclere en un hospital, le quedaron gustando los asuntos médicos, y por un largo tiempo regentó una clínica de abortos clandestinos. Ósea, la familia Nazi y la mama esquizofrénica de Felipe eran la nada misma comparada con estos bochornos.

Es cierto que Porchey fue el gran amigo y confidente de la reina Isabel. Su muerte coincidió con 9/11. En su discurso sobre las víctimas, la reina mencionó con voz quebrada de llanto que “el precio del amor es el dolor”. Todos supieron que esas palabras eran en referencia Lord Carnarvon cuyo funeral es uno de los pocos sepelios privados a los que su Majestad ha asistido en su vida. ¿Pero vamos a confundir el cariño que se le tiene al mejor amigo con una confesión de infidelidad?

Uno de los detalles mas conmovedores que emergen de una inspección de la vida de Isabel es que (y a diferencia de otras reinas) no tiene amigas.  Margarita dejó de ser su confidente tras la crisis Townsend. A pesar de que la reina siempre ha confiado (por eso no hay que creerse todo lo de la ‘Crown’) en su madre y en su marido, en muchas ocasiones hay cosas que no les puede contar. Entonces es totalmente normal y sano que haya tenido como confidentes a amigos con los que compartía su gran pasión por los caballos como Porchey y Lord Plunkett.

Es cierto que la reina mantenía una línea privada de teléfono con Porchey que los comunicaba directamente . Es cierto que la reina se escapaba al cine sola, en esos años en que su matrimonio estuvo en la cuerda floja, con su caballerizo, pero también es cierto que Lord Porchester era muy unido a la Familia Real y que no apareció de la nada como nos cuenta “The Crown”.


Porchey era parte del Margaret Set. Tenía el joven vizconde una pasión por las tablas y colaboró en varias de las obras que la diligente, pero muy amateur, Princesa Margarita montó en escena, incluyendo la desastrosa adaptación La Rana de Edgard Wallace.

Porchey si pasó un tiempo en América donde conoció a la que sería su esposa, Jean Wallop. La reina fue amiga de la familia y hasta madrina del primogénito. En 1969, Porchey se convirtió en el administrador de las cuadras de Isabel, las dedicadas a los caballos de carera que posee la reina. A pesar de los supuestos celos del Duque de Edimburgo y los rumores, Porchey siguió siendo el confidente de la reina y su familia se llevaba bien con los Windsor.

Los Porchester, y su comadre Isabel II

Lady Carolyn Herbert, única hija mujer de Porchey, fue buena amiga de la Princesa Diana. Entre Koo Stark y Sarah Ferguson, Carolyn se hizo un espacio en la vida del Príncipe Andrés, Hasta se habló de “noviazgo oficial”.  ¿Qué mayor prueba que Andrés no era hijo de Porchey el que ambas familias viesen con buenos ojos su noviazgo con Carolyn?

Voy a detenerme aquí, antes de comenzar a destripar la segunda Temporada de “The Crown”. Como a muchos reseñadores y fans, nos ha dejado con la boca abierta y muy mal sabor, voy a dejar pasar unas semanas antes de volver a enfocarme en la serie del desubicado Peter Morgan. Hasta entonces trataré de entretenerlos con otras impresiones del Period Drama 2017. ¡Feliz Navidad a todos!


lunes, 18 de diciembre de 2017

La Princesa Está Triste. O como Margarita labró su propia infelicidad


La primera aparición de la Princesa Margarita en la Segunda Temporada de “The Crown” es a la hora del desayuno,  adonde llega borracha y desaliñada. A los reproches de la hermana responde que “es infeliz” por no haberse casado con el hombre que amaba. Por supuesto, todo esto es culpa de Lilibet. Ya basta, Margarita. Ya basta, Peter Morgan. Hasta El Mercurio de Antofagasta sabe que eso no es cierto.

En el 2015, y luego que el Príncipe de Gales contrajera nuevas nupcias con una divorciada, el Acta de Matrimonios Reales de 1772 dejó de existir. Sin embargo, pudo habérsela anulado en 1955, pero fue precisamente la Princesa Margarita quien lo impidió. Eso lleva a una pregunta: ¿Estaba Margarita realmente segura de que Peter Townsend era el hombre de su vida? Y, en caso de haberse casado, ¿hubiesen sido felices?

Los documentos extraídos de los Archivos Nacionales en el 2004 nos dan una versión de los acaecido en 1955 muy diferente a la que nos muestra “The Crown”.  Desde el momento en que la Reina Isabel se entera de la cláusula (oculta) del Acta, en la que se exige el permiso de otros poderes para que el enlace Windsor-Townsend se realice, se pone las pilas. Primero le da un buen sacudón a Anthony Edén que lo despierta de su sueño guajiro provocado por extrañas drogas. Y luego se ponen en campaña.

 El primer ministro está más que dispuesto a ayudar a los enamorados. El mismo es un divorciado y casado en segundas nupcias con Clarissa Churchill, sobrina de sir Winston. Lord Avon envía cartas a los ministros de la Mancomunidad (Commonwealth), a los que la princesa tendrá que apelar, especificando que el deseo de Isabel es este: “Su Majestad no desearía interponerse en el camino hacia la felicidad de su hermana". Con eso ya les está diciendo que deben votar a favor de Margarita.

Aunque hay ministros de la vieja escuela que se oponen vehementemente a la unión (el Marqués de Salisbury amenaza con resignar a su puesto) no todos los políticos están en contra. El laborista Michael Foote escribe en The Trbune que es intolerable interferir en “la vida privada de una jovencita”. Cuando la reina se dispone a abolir la infame Acta de Matrimonios Reales, Lord Kilmuir (otro ministro) le escribe a Eden aplaudiendo la solución de la soberana puesto que la tal ley es confusa y está mal redactada.

Isabel y Eden planean presentar un proyecto de ley al parlamento que reducirá el riguroso castigo que espera a la princesa si llega a casarse. Aunque Margarita deberá renunciar al trono y también renunciar a que sus hijos y descendientes puedan aspirar a la corona, el nuevo proyecto solicita que la Princesa siga recibiendo trato de “Alteza Real” (incluso se habla de otorgarle algún titulo nobiliario).

Según lo estipulado, Margarita vería su pensión anual de 16,000 libras esterlinas reducida a 6,000. Isabel decide que, al casarse, la pensión de su hermana se eleve a 9,000 libras anuales. Incluso el exilio forzoso de cinco años que esperaba a los futuros esposos Townsend se vería recortado de cinco a solo dos años Todo esto parece tan acomodable y justo.  ¿Por que no se llevó a cabo?

Entre los papeles de Lord Avon que salieron a la luz en el 2004 hay una decidora carta que Margarita le escribe a Anthony Eden, unas semanas antes que Peter Townsend regrese a Inglaterra. En la carta, Margarita le solicita que no hagan nada, que no cambien nada, sino hasta que ella haya tomado una decisión. “Y solo cuando lo vea (a Townsend) podré saber con propiedad si deseo casarme con ‘el o no” dice la princesa. Ahí tenemos claro que ya había dudas graves por parte de Margarita. Dudas que no se disiparon al reencontrarse con su amante,  en Clarence House, en octubre de 1955.

Las especulaciones han sido muchas y yo le apuesto a varias. Primero, la misma fe de la princesa ha sido puesta a prueba. No hay manera que ella contraiga matrimonio religioso en la Inglaterra anglicana. El arzobispo la ha amenazado incluso con excomulgarla y privarla de la comunión. Margarita no solo no quiere caer en pecado mortal, además con lo orgullosa que es, no soporta vivir como una paria impedida de entrar a un templo junto a su familia.

En su autobiografía Time and Cirscunstances (1978), escrita casi dos décadas después de su rompimiento, Peter Townsend culpa este en el miedo de Margarita de perder su “prestigio” y su dinero, termina diciendo que el no era “suficiente” para reemplazar la perdida de esos privilegios. Es cierto, nueve mil libras suenan como una gran suma, pero la princesa era gastadora. Esa suma no le iba a bastar.

En cuanto a prestigio, de toda la Familia Real, Margarita era la mas soberbia, la mas déspota, la que obligaba hasta a sus amigos a decirle “Señora” o “Alteza”. Ser princesa, y vivir como tal, era su identidad. Fueron las inseguridades de Margarita, y la conciencia de su propia incompetencia lo que motivó esa famosa declaración pública (leída por la princesa, pero redactada por Townsend) en la cual Margarita renunciaba a ser feliz junto al hombre que amaba.

No entiendo porque en la serie han hecho que sea Townsend quien hable con la prensa cuando la realidad, una princesa confesando públicamente que anteponía su fe religiosa y su deber antes que su amor era mucho más dramática y conmovedora. Martin Charteris diría de Margarita que con ese paso “se sacrificaba a sí misma”. Esa es la imagen que vimos y heredamos de Margaret Rose, pero a juzgar por la carta a Eden, y por lo dicho por el propio Townsend em su biografía, Margarita no quiso sacrificar sus privilegios. Tuvo miedo y es disculpable.

Margarita sin rango y sin dinero valía hongo, muy guapa, pero nada más. Ese barniz de mundanidad, esos excesos de frivolidad que la hacían tan famosa y popular solo se conseguían gracias su estatus de realeza y al hecho de ser costeados por su pensión de princesa. Aunque nueve mil libras suenan bien en papel, no eran suficientes para mantener el tren de vida de Margarita. Ella ya se veía, como el tío David, mendigando anualidades, regateando con modistos. Aun peor,  viéndose obligada a llevar una existencia burguesa y reducida en el extranjero, casada con (y parafraseando a Felipe) una “planta aburrida”. 

Townsend era hogareño, Margarita era de francachelas. El quería vivir en el campo y ella añoraba el bullicio de la vida nocturna, bares, restaurantes, teatros. A diferencia de la Queen Mum, Margarita odiaba la pesca y la cacería, los consideraba deportes “poco femeninos”.  La serie dice que Isabel envidiaba a su hermana. Lo cierto, y esto dicho por Marion “Crawfie” Crawford, la nana de las princesas en su controversial libro sobre sus encargadas, Margarita siempre quiso lo que tenia Isabel, pero sin las responsabilidades del cargo.

Se ha dicho que Margarita quería ser actriz o cantante, que amaba el mundo de la farándula. Casarse con Peter la liberaría de las ataduras de princesa. ¿Por qué no intentar entonces una carrera en las tablas? La verdad es que a la princesa le gustaba cantar y hacer pantomimas delante de una audiencia cautiva. No estaba ella para criticas desfavorables ni para caprichos de espectadores. En 1955, Margarita codirigió una pieza teatral de Edgard Wallace que fue un fracaso total. Sir Noel Coward cuenta como él casi lloraba ante el fracaso, mientras la real directora bebía campaña tras bambalinas y hacia comentarios ofensivos sobre el público.

Para Margarita, el mundo de la farándula era como Peter, gente que estaba ahí para servirla y adorarla. Ella podía acostarse con Peter Sellers, David Niven y Warren Beatty o probar el LSD con los Beatles, pero ellos debían hacerle reverencias y mantener las distancias. Cuando Sir Derek Jacobi intentó prenderle un cigarrillo con su encendedor, la princesa le recordó que ella estaba demasiado alta para el encendedor de un actor.
Margarita y  Peter Sellers

 Leslie Carroll en Royal Pains, describe una cena en Los Ángeles, a mediados de los 70s, con el entonces (y actualmente,) gobernador de California, Jerry Brown. En un momento, la gran Linda Ronstadnovia oficial del gobernadoraccidentalmente ¡tocó a la princesa! La cara de Margarita era la de alguien a punto de vomitar y el sacudón que le pegó al hombro donde se posaba la mano de la cantante casi derribó a Linda.

Es comprensible que la princesa temiera entonces vivir en un mundo de igualdad. Nunca se llevó bien con la gente, la veía por debajo de ella. No sabia ni le interesaba ser como “todo el mundo.” A diferencia de su hermana, Margarita tuvo pocas oportunidades de llevar una vida igualitaria. Nunca sirvió en el ejército, nunca obtuvo un título de mecánico. Durante su año en Malta, la reina supo lo que era ser simplemente la “Señora Mountbatten”, ir de compras en su auto (Margarita nunca aprendió a conducir), ir a la peluquería del pueblo, bajar a nadar a la playa cuando se le antojara. Margarita nunca tuvo esa experiencia. Incluso su vida loca la llevó en la isla privada de Mustique que le regaló su otro pretendiente, Colin Tennant.
La Princesa Margarita en su villa de Mustique

Con eso podemos aventurar que Margarita renunció a tener al hombre de su vida ya que no podía tenerlo bajo las condiciones idóneas. La pregunta persiste ¿entonces por qué permitió que los medios la retrataran como una víctima?  Ella misma se vio siempre como tal. Culpaba al reino y a las reglas que lo regulaban de haberle impedido seguir siendo princesa malcriada y mantenida, pero con el consorte que a ella le placiera.

Ante sus amigos siempre culpó a Tommy Lascelles por su infelicidad. Juró no perdonarlo jamás. Por esas vueltas de la vida, Margarita y Sir Alan terminaron siendo vecinos en el Palacio de Kensington. Margarita contaba que cuando lo veía cruzando la calleviejito y con bastónazuzaba a su chofer “¡Atropéllalo! ¡Atropéllalo!”. (Por suerte el chofer nunca le hizo caso).


Hay otras inconsistencias, o fallas de memoria, en el relato de Margarita de su separación de Peter Townsend. Por ejemplo, sabido era, que Peter y ella no volverían a verse sino hasta los 90s. No es cierto. A pesar de que el Coronel Townsend se reintegró a la embajada británica en Bruselas, él seguía viajando periódicamente a Inglaterra a ver a sus hijos. En esas ocasiones volvió a ver a la princesa. La ultima fue en 1958, cuando la Reina Madre lo invitó a tomar él te con ella. Dicen sus amistades, que Margarita quedó hecha pedazos luego de esa última entrevista.

Otro mito propagado por Margarita es que Peter y ella hicieron un pacto de amarse hasta la muerte y nunca casarse con otros. Eso lo han incluido en “the Crown”.  A Jonathan Aiken, Margarita confesaría que ella había decidido aceptar la propuesta matrimonial de Tony Armstrong-Jones solo tras recibir una carta de Peter en la que le comunicaba que rompía el pacto. Otra vez, la princesa se contradice.  Poco después de su rompimiento con el aviador, Margarita había retomado su romance con el millonario Billy Wallace. Para 1956, estaban semi comprometidos, pero Billy cometió el error de contarle a la princesa que le había sido infiel. Margarita entonces le dio la bota. Esto lo vimos en “The Crown”, pero hay más.


Entre las cartas a Sharman Douglas, hay una de la hermana de la reina con fecha de mayo de 1966. Entonces, ya Margarita casada con Tony Armstrong-Jones comenta un reencuentro con su antiguo pretendiente, el político canadiense John Turner (más tarde Primer Ministro de Canadá). Turner y la princesa habían tenido un romance durante el tour a Canadá de Margarita en 1958. La prensa había argumentado que un matrimonio sería imposible siendo Turner católico. Pero en su carta, Margarita dice lo siguiente “Va a ser divertido encontrarnos (con Turner) ya que no nos veíamos desde que casi me casé con él…”
Margarita y John Turner

El famoso pacto parece no haber sido tan importante, puesto que en 1959 cuando Margarita recibió la carta en que Peter Townsend le contaba que iba a casarse con una jovencita de 19 años, Margarita ya era amante de Tony, el fotógrafo bohemio. Que la prensa no se hubiera enterado es porque todos (incluyendo Margarita) creían que a Tony le gustaban mas los nenes que las nenas, o como dice Vanessa Kirby en la serie: “yo creí que eras queer (marica)”. Margarita aceptó casarse con el fotógrafo para evitar que la prensa se burlase de ella al saber del compromiso de Peter con Marie Luce-Jamange una adolescente de quien todos comentaban que se parecía al gran amor de su novio.

La Familia Real tuvo que aceptar a Armstrong-Jones a pesar de las irregularidades en su pedigrí (bohemio, posiblemente bisexual, fotógrafo, hijo de divorciados y con mamá judía). O como lo puso, en la vida real, Tommy Lascelles (que parece que nunca se pudo jubilar del servicio a la Corona) “El niño Armstrong Jones ha llevado una vida diversa y a ratos, loca. Los peligros de escándalo y difamación no están muy lejos.”  Y Sir Alan sabía que, hasta la boda, Tony seguía teniendo relaciones con la modelo Jaqui Chan, la actriz Gina Ward y que había embarazado a Camilla, novia del mejor amigo (y posible amante) del fotógrafo, Jeremy Fry. Jeremy iba ser padrino de bodas, pero se le negó el permiso por haber sido convicto de actos homosexuales, en ese tiempo ilegales en el Reino Unido.

Sin embargo, Margarita ya iba para los treinta, seguía soltera, siempre había el peligro de que el próximo novio fuera peor. Al menos la madre de Tony era, por matrimonio (s) parte de la nobleza, el había ido a Eton y a Cambridge y era soltero y protestante. Margarita y el ahora Conde Snowdon, se casaron en 1960. Voy a dejar que “The Crown” les cuente el resto de la historia de la princesa, pero no creo que sea spoiler decir que ese matrimonio fue un desastre. Lo único bueno fueron los hijos de la pareja, Margarita tuvo amantes de todos los colores, credos, edades, nacionalidades y clases sociales posible, pero nunca fue feliz.
Margarita y sus hijos

Por el contrario, Peter Townsend si logró encontrar la estabilidad. Para su suerte su novia venia de familia millonaria porque como Marie Luce declararía tiempo después, su marido no tenía cabeza para los negocios. Peter intentó ganarse la vida haciendo documentales y cultivando viñedos sin mucha suerte. La pareja viajaba incesantemente y eran perseguidos por paparazis. Finalmente, las cosas se aquietaron. Los Townsend se establecieron en una villa en la campiña francesa llamada “el Molino” y que había pertenecido a los duques de Windsor. A pesar de todos los vaivenes, Peter encontró seguridad en su joven esposa quien le dio tres hijos.

Peter Townsend, Marie-Luce y sus hijos.

Con el tiempo, el Coronel Townsend hizo carrera basándose en lo que había sido. Fungió como asesor del filme “La Batalla de Inglaterra” y narró sus experiencias militares en un libro Duelo de Águilas, también escribió una biografía sobre su ex patrón, el rey Jorge, titulado El último emperador. En 1978, a más de dos décadas de los hechos, pudo por fin hablar de Margarita en su autobiografía Time and Circunstances (Tiempo y suerte).

En 1993, Margarita y Peter se entrevistaron por ultima vez. Ella lo invitó a almorzar, pero les pidió a algunos amigos que asistieran al almuerzo. Aparentemente no quería estar a solas con su antiguo amor. Quienes asistieron dicen que ambos se portaron normalmente, que fueron cordiales, pero que nada hubiese indicado que todavía existía algo entre ellos. Dos años mas tarde, Peter sucumbiría al cáncer pancreático. Margarita lo sobrevivió siete años más.

Es irónico que una mujer que le temía tanto al dolor físico que exigió que  sus partos fueran vía cesárea, sufriese tanto dolor emocional y que el final de sus días estuviera rodeado de achaques y males. Sufrió dos infartos, graves quemaduras en la tina de baño y, como su padre y su abuela batalló contra el cáncer pulmonar. Por suerte, hasta el final de su vida estuvo rodeada del cariño de sus hijos y de la familia de la que tanto se quejó.

lunes, 11 de diciembre de 2017

La Triste Historia de Peter y Margarita:Lo que “The Crown” nos ha ocultado


Cuanto más leo sobre el asunto, y más reviso “The Crown”, dos preguntas me asaltan. ¿Por qué Margarita no se casó con Peter Townsend y qué esperaban que hiciera la reina para ayudarlos a superar la crítica y evitar las consecuencias de su boda? Peter Morgan ha buscado una solución fácil volviendo a viejos clichés de la princesa víctima, el plebeyo sacrificado, y la reina implacable. Documentos oficiales sacados a la luz este siglo nos revelan que muchas de esas inferencias son falsas, que no hay ni inocentes ni culpables, sino mucha ignorancia, tal vez cobardía, pero no precisamente por parte de Isabel, cuyas manos estaban atadas.

¿Cómo es posible que Isabel y Margarita, habiendo sido criadas en un hogar religioso y por una madre muy devota, ignoraran que la iglesia anglicana prohibía que los divorciados se volvieran a casar y que las solteras se casaran con divorciados?  ¿Como habiendo sido testigo del escándalo de la Abdicación y viendo a su alrededor el repudio que sufrían los divorciados en su círculo, Margarita, pretendía que con ella se hiciera una excepción? Creo que las respuestas tienen que ver con el carácter de la hermana de la reina y como se dieron las cosas.

Margarita por Sir Cecil Beaton

Antes que todo tenemos que saber quien era Margarita Rosa Windsor. En la serie nos la hacen ver como la hermana postergada, pero también como la más guapa, la más atrevida, la más popular de las Chicas Windsor. La realidad está entre ambos extremos. Es cierto que por ser la menor y no estar recargada con el peso de la futura corona, Margarita era más natural y expansiva, pero también es cierto que sus padres la consintieron horrores, principalmente el Rey Jorge. Eso la volvió voluntariosa y caprichosa.
Margaret enfurruiñada desde chiquita

Otro error de la serie es hacernos sentir que existía una rivalidad entre las hermanas y que tal como Margaret grita en el episodio 6 de la Primera Temporada, la reina le tenía celos. Acostumbrados a imágenes de Sansa y Arya, u otras hermanas que andan del chongo, nos es difícil imaginarnos que Lilibet y Margaret Rose eran más parecidas a Lizzie y Jane Bennet que a Jo y Amy March. Hasta que Isabel se casó, Margaret fue su confidente, y estaban juntas en 1944, cuando el aviador más famoso de Inglaterra llegó a trabajar para el Rey. “Qué lata que esté casado!” le dijo Isabel a su hermana. Para Margarita eso no sería un impedimento para enamorarse, como el 80% de las británicas, del héroe del momento.
Las Chicas Windsor en la epoca en que Townsend llegó al palacio

En el episodio 6 de “The Crown”, Felipe menciona que Peter Townsend tuvo “un colapso nervioso” durante la guerra. Efectivamente, pero no es tan simple como lo describe el Duque. El coronel Townsend se había distinguido en la Batalla de Inglaterra. En dos ocasiones su avión había sido derribado. En la última, su pie izquierdo quedó hecho pedazos. En vez de atenderse, Townsend había seguido dirigiendo a su escuadrón desde tierra. La gangrena obligó a que le fuera amputado el dedo gordo.

Apenas recuperado, Peter volvió al aire donde siguió distinguiéndose y acumulando medallas. Para 1943, su fama era reconocida y aclamada, pero el cansancio le jugaba malas pasadas a los nervios. Nadie dudaba de su valor, pero su cuerpo lo traicionaba en la forma de un eczema nervioso que a veces le impedía volar. Ni los médicos, ni el alto mando de la RAF quería avergonzarlo dándole de baja por motivos de salud. Al Rey se le ocurrió una solución. Hacia rato que planeaba honrar a un miembro de las fuerzas armadas que se hubiese distinguido en batalla, empleándolo a su servicio. Fue así como Peter Townsend pasó a ser parte de la Familia Real. 



Aunque se suponía que su empleo duraría seis meses, los Windsor le tomaron tanto cariño que la plaza se hizo permanente. Peter y el Rey Jorge tenían mucho en común, ambos eran discretos, sensibles y muy caballerosos. ¡Peter hasta tartamudeaba como su soberano! Jorge llegaría a decir que si hubiera tenido un hijo varón querría que fuera como su edecán. Muchos han hablado de que el amor de Margarita nació de esos parecidos entre su padre y el Coronel Townsend.

Me voy a detener aquí para clarificar unos malentendidos respecto a Peter Townsend. En las redes sociales he encontrado gente que afirma que Peter inicio su interés por la Princesa apenas llegado al Palacio de Buckingham. Otros van mas lejos y lo acusan de haberla conocido y “manoseado” de niña. Como en el Tercer Milenio existe una obsesión con la pedofilia, y con la efebofilia (muchas veces los términos se confunden en total abandono de sus verdaderos significados) es fácil ver a Peter Townsend como un pervertido, un hombre que, como dijo tan simpáticamente Felipe en la serie, “andaba husmeando tras tu hermana”. Nada más lejos de la verdad.
Peter y Margarita (1952)

Hasta 1943, las Princesas y Peter no se conocían mas que de fotos. Como señala John Pearson en The Ultimate Family: The Making of the Royal House of Windsor, Townsend era un “afuerino” totalmente ajeno a los círculos en que Margarita y su familia se movían. Por eso hubo mucho recelo entre cortesanos antiguos (léase Tommy Lascelles) hacia alguien que no compartía ni su pedigrí, ni su educación (Peter no había ido a una escuela muy conocida. Halmesby era considerada un nido de socialistas y progresistas) y que ni siquiera pertenecía a sus clubes.

El Coronel Townsend era un hombre tranquilo, poco afecto a los deportes. En suma, alguien poco confiable. Aun así, la Familia Real lo adoraba y confiaba en él. No había ningún tipo de reparo que estuviese cerca de las princesas puesto que para cuando Peter se integró al servicio real, el estaba felizmente casado, tenía un hijo y su señora esperaba otro.


Rosemary Townsend

Esta claro, y lo dijeron tanto la princesa como sus amistades, que Margarita se enamoró de Peter durante el tour real a África en 1947.  Aunque Margarita no era ciega a los encantos físicos del edecán de su padre (Townsend era mucho más guapetón que el pobre Ben Miles) fue la deferencia que Peter le demostró en ese primer viaje oficial que ella emprendía que la conquistó, pero es de admirar como ella se contuvo y no demostró sus sentimientos ante nadie.


Peter y Margarita (de 17 años) en Sudafrica, 1947 (Foto Alamy)

Si los Windsor hubiesen sospechado algo, lo hubiesen despedido. En cambio, Peter pasó a ser una especie de apéndice de la familia. Era costumbre que el rey y su mujer hablasen siempre en termino de “nosotros cuatro” al referirse a su núcleo familiar. Cuando Isabel se fue a Malta para estar cerca de su marido, su espacio en la mesa familiar, la de bridge y la del té, fue ocupado por Peter que era visto como un hijo por sus soberanos.

Sin embargo, en 1948 cuando Sharman Douglas, hija del Embajador de Estados Unidos y gran compinche de Margarita, conoció a Peter Townsend inmediatamente notó un cambio en su amiga. Al explicar el rol del edecán, la princesa habló del “sacrificio” de Peter que por su devoción al rey había tenido que descuidar a su familia. Douglas notó en la inflexión de la voz de Margarita que sus sentimientos hacia el Coronel Townsend eran muy intensos.
Peter, Sharman Douglas y Margarita

La princesa podía hablar con emoción sobre el sacrificado Townsend, pero en los próximos años ella haría lo imposible por separarlo de su familia. A partir de los dieciocho años, Margarita vivió plenamente su juventud, pasándosela en fiestas y convirtiéndose en la reina de la noche londinense. Aunque todo era bastante inocente, la prensa se ocupaba en hacer llegar al público esta imagen de una Margarita frívola y glamorosa. A pesar de que no le faltaban acompañantes, ella exigió muchas veces que Peter la escoltase. En una de esas ocasiones, cuenta Kitty Kelley en The Royals, una cansada Margarita demandó que su escolta la llevase en brazos al segundo piso. Cuando el edecán se negó, la caprichosa princesa hizo una pataleta y le recordó que se trataba de “una orden de tu princesa”.

Otra amiga de Margarita, Evelyn Prenbensen, hija del Embajador de Noruega, contó que cuando finalmente Peter pudo conseguir un fin de semana libre para pasarlo con su familia, la princesa lo obligó a quedarse con ella… ¡jugando a las cartas! El descaro de la hermana de la reina llegó hasta interrumpir una fiesta de cumpleaños de Rosemary Townsend para ordenarle a Peter dejar a su mujer y acompañar a Margarita a cabalgar. Aunque la princesa estaba decidida a tener al Coronel Townsend siempre a su lado, él no se doblegó ante ella sino hasta después de la muerte del Rey Jorge en febrero de 1952.

La muerte de su padre sumió a Margarita en una crisis de nervios de la cual salió gracias a tres factores muy desligados entre sí: la oración, los sedantes y el amor de Peter Townsend. La pareja fue muy discreta. Cuando la princesa solicitó de su madre que le diese la posición de comptroller a Peter, la Reina Madre aceptó encantada. El aviador era como de la familia, los Windsor lo querían, no había motivos para alejarlo y desconfiar de él. En ese mismo año, el Coronel Townsend descubrió que su mujer le pintaba el cuerno con John de Lazlo, hijo del famoso retratista Philip de Laszlo. En noviembre, Townsend inició los trámites de divorcio y obtuvo la custodia de sus hijos.

Apenas divorciado, Peter Townsend le pidió matrimonio a la princesa y ella aceptó. Margarita era muy ingenua o muy obcecada, parecía segura de que su matrimonio no cambiaria en nada su vida. Por lo tanto, no tuvo problema en contarles a su madre y hermana. Por su parte, Peter les contó a sus hijos y, sorprendentemente, a Tommy Lascelles. Sir Alan, en típico humor Lascelles, solo le dijo “o te has vuelto loco o eres muy mala persona”. 

Peor fue la reacción del Duque de Edimburgo. “Qué atrevido!” dijo al enterarse, “los caballerizos deberían quedarse en las cuadras”.  A diferencia de su esposa, y de cómo lo muestran en “The Crown”, Felipe siempre se opuso al matrimonio de su cuñada. Una de las ironías de la vida es que casi medio siglo mas adelante, su hija favorita se divorciaría y terminaría casada ¡con un caballerizo!
La divorciada Ana y su segundo marido (y ex equerry de su madre) el Comandante Timothy Laurence


Un error de “The Crown” es mostrar a Margarita pidiéndole la venia a su hermana para casarse. Algo que no muestran en la serie, es que la Queen Mum, mujer muy religiosa ella, había criado a sus hijas muy apegadas a la religión. Margarita sabia que no iba casarse por la iglesia y que la reina no podía otorgarle una dispensa. O se casaba en Escocia, bajo el rito presbiteriano, o era boda civil lo único a lo que los novios podían aspirar. Isabel le solicitó a su hermana que esperaran hasta su coronación para actuar.

No sabemos cómo tomó la Reina Isabel la noticia, pero su madre casi sufrió un colapso. A pesar de que cuando la parejita le fue con la noticia les puso diplomáticas sonrisas, se ha encontrado una carta suya a Sir Alan Lascelles, con fecha de 12 de junio de 1953, en la que confiesa estar “hecha pedazos”, y creer que nada de esto hubiese sucedido en vida de su marido. Para una mujer siempre reservada con gente que no era su pariente, Elizabeth da rienda suelta su emoción: “me gustaría hablar contigo, pronto, por favor. No tengo a nadie con quien hablar de estas cosas terribles. Es un gran consuelo que tu entiendas el lado humano de estas tragedias.” 



En sus diarios, Tommy menciona que fue un shock encontrar a la reina llorando, “nunca la había visto llorar”.  Tal vez por eso elaboró ese plan tan cruel de hacer esperar a Margarita esgrimiendo la famosa Acta de Matrimonios Reales de 1772, que decía que si un miembro de la familia real pretendía contraer una unión inconveniente o desigual debía esperar a cumplir 25 años antes de poder hacerlo.

Entretanto, la prensa estadounidense había notado en las fotografías de La Coronación ese gesto furtivo de Margarita de sacudirle una pelusa la solapa del Capitán Townsend. Es importante notar que los primeros medios en cubrir el romance fueron los useños. La prensa británica le tomaría un año hacerse eco del furor mediático que el romance provocaba al otro lado del Atlántico. Sin embargo, a Churchill no le precio buena idea tanto escandalo y le ordenó a Tommy que sacara a Townsend del país.

The Crown en su idolatría churchiliana ha echado la culpa de todo al pobre Sir Alan. Aunque Sir Winston era un gran romántico, y le encantaba la idea de un héroe de guerra casándose con una princesa, su mente practica exigía que Margarita renunciase a todo privilegio real para casarse, y que hasta que eso sucediera, los amantes deberían estar separados.

 Cuando Margarita se enteró que su novio iba a ser exiliado a Bruselas, armó una de sus famosas pataletas.  Ahí se agarró del chongo con la reina en lo que princesa ha descrito como “una de las dos únicas peleas que he tenido con mi hermana en mi vida”. A Margarita la empacaron a África.  Durante su tour anduvo irritable y con cara de pocos amigos. La prensa especuló que se debía a su separación de Townsend.

Para suavizar las cosas, Isabel se llevó a Townsend en su tour a Irlanda. Lo que es cierto es que Tommy sacó a Townsend del país con tal premura que Peter no pudo despedirse de sus hijos. Por dos años, el pobre sirvió como agregado militar en la embajada británica y vivió en un cuarto de hotel. Entretanto su novia la pasaba de lo lindo de fiesta en fiesta.  Sin embargo, y a pesar de las esperanzas de muchos de que el tiempo y distancia los separaría, Margarita y su aviador se escribían casi a diario y sostenían conferencias telefónicas una vez por semana.

Recientemente se descubrió en un viejo baúl un paquete de cartas escritas por la princesa a su amiga Sharman Douglas cuando ya esta última  había regresado a América. En ellas, la princesa no menciona a Peter por nombre, pero da indicios de su relación. Por un lado, se ríe de cómo la prensa habla ahora de que ella va a casarse con el hijo del Duque de Buccleuch, un invento de Margarita para despistar a los periodistas.

Por otro lado, hay muchas quejas por parte de la princesa por cómo la prensa estadounidense está manejando su asunto. Ahí se ve que los periódicos británicos mantuvieron un perfil bajo y los grandes causantes del escandalo fueron los del otro lado del Atlántico. También las cartas nos indican como Margarita quiere hacer creer a la opinión publica que lo de Peter era pasado, algo que no era cierto.

En “The Crown” han dramatizado y falseado los hechos. Ni Peter ni Margarita manipularon a la opinión publica para que los apoyaran. El Coronel Townsend era el alma de la discreción y de los buenos modales. Jamás hubiera amenazado a Tommy Lascelles con el poder mediático que podía ejercer, ni se hubiera puesto a hacerle aspavientos al publico como si fuera Kim Kardashian desde la escalinata de un avión, ni jamás, jamás hubiera tenido la temeridad de referirse a su soberana como “Lilibet”. Tampoco es cierto que la reina ofendida hubiera cometido un acto caprichoso y cruel como el de impedir que su hermana y Townsend se despidieran.



Bueno, el tiempo pasó, y Margarita cumplió 25 años y ahí llegaron los aguafiestas de Lascelles y Michael Adeane a darles a las hermanas la buena nueva de que el Acta tenía una segunda clausula. ¡No leyeron la letra chiquita! Ahora Margarita tenía que pedirle permiso para casarse al Parlamento, a La Iglesia Anglicana, a los representantes de la Commonwealth y al almacenero de la esquina. En mi próxima y ultimo entrada hablaremos de como la reina tomó cartas en el asunto, como Margarita llegó a la decisión de no casarse, y seguiremos a los Amantes del Buckingham Palace en sus intentos por rehacer sus vidas.

 ¡Hasta la próxima!