jueves, 23 de enero de 2020

Las Novias de Carlitos: Lo que la Tercera Temporada de The Crown Olvidó



La Tercera Temporada de “The Crown” deja a Camilla casada y al Príncipe de Gales con el corazón destrozado, pero eso ocurrió en 1973 y la temporada acaba en el ’77. ¿Tenemos que pensar que Carlos lloraría hasta su boda con Lady Diana Spencer? Medios de comunicación, biografías, y entrevistas con los participantes nos dicen lo contrario. Carlos se consoló rápidamente de su desengaño amoroso. Aun antes del sexto aniversario de matrimonio de los Parker-Bowles, ya estaba encamado con Camilla. Pero antes y después, su mayor esfuerzo sería encontrar una esposa digna del trono británico y de paso,…divertirse. Vamos a ver como conjugó diversión con devoción.


Es más, o menos un consenso entre los biógrafos que entre el rompimiento con Camilla y su boda con Lady Diana, Carlos tendría “algo” romántico-pasional con 25 mujeres. Algunos “algo” serian breves aventuras como la noche de amor que se rumora pasó con Barbra Streisando, otros affaires fueron más largos, pero también sin futuro.
Con Barbra Streisand

Las Escandalosas
Ese sería el caso del romance que Carlos tuvo con Susan George, actriz que había alcanzado la fama con filmes como “Twinky” y “Straw Dogs”. Se sabe que tuvieron un affaire a fines de los 70, pero Susan siempre ha sido muy discreta y no ha dado detalles.
Con Susan George

Otro romance famoso fue con Fiona Watson, que sería muy hija de Lord Manton, pero cuando llenó 11 páginas de Penthouse con su destapada anatomía pasó a tener tantas oportunidades de ser Princesa de Gales como las que tuvo la hija del carnicero local que Carlos “se sirvió” en un sofá en casa de su compañero de polo, Luis Basualdo.
Fiona Watson

Sabrina Guinness seria la heredera de una fortuna cervecera, pero su reputación de ex de Micky Jagger, Bowie y Jack Nicholson, no la hacían muy cotizada por Los Windsor. Cuando Carlos la llevó de visita a Balmoral sus padres la recibieron con sonrisas congeladas, pullas, y la reina la hizo levantarse de una silla porque “ahí se sentaba la Reina Victoria.”
Con Sabrina Guinness


Las Casadas
Aparte de todas estas fulanitas, tenemos también un listado separado de los amores innombrables, ósea las casadas. El príncipe sería muy Defensor de la Fe, pero practicaba el adulterio con el mismo vigor que el polo. De esta lista la más conocida es Camilla. La sigue otra famosa y trágica dama, Lady Dale Tryon. Apodada “Kanga” por el príncipe, esta australiana rubia y pechugona llegó a Londres a conquistar fortuna. Conquistó un marido con un título y a un príncipe.

Con Lady Kanga

Años más tarde, cuando estaba en una silla de ruedas, medio loca, arruinada y roída por el cáncer, Lady Kanga reveló a la prensa detalles de sus amores con Carlos quien cada vez que estaba estresado se dejaba caer en la casa de campo de los Tryon donde se desahogaba con la anfitriona. Kanga, de quien Carlos diría “es la única mujer que me ha comprendido” murió de septicemia antes de cumplir los 50 años.
Lady Kanga antes de su muerte.

Ahora, y en peligro de que se me acuse de difamar, quiero comentar la relación de Carlos y una señora a quien la prensa de 1975 unió en artículos y fotografías, pero hoy pretende ignorar por completo. Me refiero a la intensa amistad de Carlos y su prima Elizabeth de Yugoslavia.  En 1975, se les fotografió juntos asistiendo a varios eventos y la lengua de la prensa del corazón estuvo muy activa con conjeturas.
Con la Princesa Elizabeth de Yugoslavia

Aun así, no había esperanza de matrimonio.  Isabel Karadordevic tenía sangre real, su madre era princesa de Grecia (prima del Duque de Edimburgo), su padre, el Príncipe Pablo, había sido regente de Yugoslavia, pero la apartaban de Carlitos doce años, su parentesco, un torrido romance con Sir Richard Burton en el '74, y lo peor. Aunque separada, Elizabeth seguía casada con su (segundo) esposo y ya tenía tres hijos. ¿Será por eso por lo que ya nadie la incluye en las listas de conquistas del heredero? Solo quedan estas fotos.

Las Fabricaciones Mediáticas
Es interesante que algo que en su día se dio como un romance consumado, hoy haya desaparecido en las brumas del tiempo junto a otras más improbables “novias” de Carlos. Algunas de las cuales ni llegaron a conocer al futuro marido. Me refiero al extraordinario caso de la princesa Astrid de Luxemburgo. Hija del Gran Duque Jean y de la Princesa Josephine-Charlotte de Bélgica, Astrid era guapísima, de sangre azul, seis años menor que Carlos y ya tenía un título de enfermera universitaria aparte de haber hecho una especialidad en enfermedades tropicales en el Congo.

Su primer problema es que era católica. Como nunca se la vio con el príncipe Carlos (yo creo que ni se conocían) nunca se supo que opinaba de conversiones, bodas y tronos. Fue la prensa del corazón y las revistas especializadas en la realeza las que debatían las muchas posibilidades de que Astrid pasase a ser Princesa de Gales.

El acabose fue cuando el Daily Express, el periódico más bochinchero de Reino Unido anunció con bombos y platillos la boda real entre la princesa y Carlos. No solo no hubo boda. Ni siquiera hubo desmentido. Es que todo era tan WTF, pero los shiperos monárquicos somos una peña de porfiados. Con el tiempo se corrió un rumor de que el Papa Pablo Vi había prohibido tal unión (triple WTF?). Por suerte, tanta fábula no afectó la reputación de Astrid que contrajo un feliz matrimonio con otro Carlos, el Archiduque Carl-Christian de Austria, y siguen felizmente casados.

No sería la única loca invención mediática respecto del tema. En 1972, leí en la revista Ritmo que Grace Kelly había anunciado al mundo que su hija Carolina, de catorce años: “Va a ser reina de Inglaterra”. Me quedé de una pieza. ¿Ósea, chao Lucia? ¿Hola Carola?  La revista añadía que la Queen Mom indignada había jurado que su nieto no se casaría con “la hija de una actriz”.

En ese entonces la opinión de la Reina Madre me valía madre. Carolina se veía bonita. Los Príncipes de Mónaco la mandaron a estudiar en Inglaterra. A Carolina le gustaba la equitación como la Princesa Ana. Aun así, nunca se la vio ni cerca de Buckingham Palace.

A medida que pasaban los años su belleza aumentó y los rumores también. Para 1975, Carolina era la It Girl de la realeza europea. ¿Qué más podían pedir los ingleses para reina? El único impedimento es que Carlos ya estaba metido entre Janes y Davinas y no parecía interesado en conocer a la princesa monegasca.

Por fin, en 1977, el Príncipe de Gales se dignó a conocer a quien ya los medios consideraban su prometida. Fue en Paris en primavera, ¿todo perfecto…o no? Carolina era una Wild Party Girl y estaba un poco bebida. Encontró al futuro rey “viejo y aburrido”. Carlos la consideró irritante y muy pintarrajeada. Mas tarde diría que “la prensa nos estuvo casando por años. Bastó una noche para divorciarnos”. Un año mas tarde Carolina se casaría con un viejo aburrido y plebeyo.



Al Príncipe le Llega su Waterloo
Por fin legamos a los “prospectos reales”. Y hubo varias. Menos de un año después de Camilla, Carlos comenzó a verse en fotografías acompañado de Lady Jane Wellesley. Descendiente directa del gran Wellington, hija de un duque (que además era grande de España), parecía destinada a reinar. Sin ser una belleza, sus largos cabellos y su porte majestuoso la hacían una favorita del público.



Caroline-Jane había estudiado historia como Lucía Santa Cruz, pero no poseía ni la diplomacia de mi compatriota ni sabia escuchar como Camilla. Jane tenía opiniones y las expresaba con vehemencia. Era antimonárquica, hoy es tan republicana que no le gusta que la llamen “Lady”. Si Camilla representaba un arquetipo de la rebeldía Sesentera, The Wild Party Girl, Jane era la otra moneda, The Radical Chic.

Jane tampoco creía en el matrimonio. Tenía muchas metas, incluso laborales. Por entonces trabajaba en una galería de arte y vivía sola. Su actitud anti matrimonial la ha seguido hasta hoy puesto que nunca se ha casado.

A pesar de sus muchos amores (uno con un colega que si tenía pareja) no le impedían practicar lo que entonces se conocía como “amor libre”. El Príncipe de Gales pasó muchas noches con ella en la casita de Lady Jane en Chelsea, mientras su guardaespaldas dormía en el auto afuera. En una ocasión la señora de la limpieza lo encontró paseándose por la casa en el albornoz de Lady Jane (y nada debajo).

Carlos quería una esposa. Jane quería trabajar para la BBC. A pesar de que pasó el Año Viejo de 1974 en Sandringham junto a los Windsor y que más de 100 mil personas se acercaron para ver a quien creían iba a ser reina, Jane tomó una decisión y aceptó un empleo con la BBC. Con la prensa, Jane se las arregló magníficamente. Se les plantó brazos en jarra y les dijo “¿De veras creen que quiero ser reina? Yo ya tengo un título”.



Jane llegó a ser una gran ejecutiva, publicó un libro Wellington: A Voyage Through My Family, y es dueña de su propia productora. No se casó ni tuvo hijos, pero si muchos amores. El ultimo ha sido con Anthony Holden, uno de los biógrafos más duros del Príncipe de Gales.

Entre Davina y Amanda
Este Waterloo le demostró a Carlos que Tío Dickie tenía razón. Había que conocer mujeres para saber lo que se buscaba en una esposa. Era un secreto a voces que Mountbatten quería que Carlos, quien siempre lo llamo el abuelo que nunca tuve”, llegase a ser su nieto de verdad.

En 1974, un poco antes de su ruptura con Lady Jane, el Príncipe de Gales había pasado revista a sus primitas. India Hicks era una nena de seis años. Eso dejaba en la palestra a su hermana Edwinna de 17, su prima Joanna Knatchbull, y Amanda, la hermanita de esta, de 16 años. Fue Amanda la elegida.
Lady Amanda Knatchbull

El príncipe le escribió a Lady Brabourne, su madrina y madre, de Amanda solicitando su opinión sobre un futuro enlace. Lady Patricia fue cautelosa. Le recordó al ahijado que Amanda era una colegiala, pero dejó abierta la posibilidad de una relación futura. En lo que Amandita crecía, Carlos volvió a enamorarse…

La conoció en 1975, en una fiesta dada por la mismísima Lady Jane. A pesar de no ser aristócrata (era nieta de Lord McGowan) Davina Sheffield se movía en los mismos círculos que el Príncipe de Gales. Yo odiaba a Davina Sheffield, pero tenía que admitir que era despampanante y con clase.

Rubia, ojos claros, figura perfecta, aire de Olivia Newton- John, era para portada de revista. Además, era tan señorita. Carlos quedó flechado con ella apenas la vio. La invitó a cenar, pero ella se negó porque estaba de novia con James Bearde, el as de las lanchas a motor. Carlos insistió, Davina rompió con Bearde y comenzó otra historia de amor que a Peter Morgan no le interesó mostrarnos.

Aparte de hermosa y discreta, Davina era un ángel. Si hasta había ido a rescatar a huerfanitos de guerra a Vietnam. Todos la amaban, menos el despechado Bearde quien a fue a la prensa y “likeó” todo sobre sus revolcones con la pobre ex.
Davina con bebés viertnamitas.

Si esto se hubiera sabido antes (aquí es donde se necesitaba a un Cromwell o a un Tommy Lascelles), se hubiera acallado con amenazas y sobornos, pero el escándalo fue mayúsculo. La relación no sobrevivió al bochorno, y otra vez, Carlos quedó destrozado.

Es posible que lo haya ayudado a buscar consuelo en Camilla, pero él debía pensar en La Corona y el futuro. Las Camillas, las Kangas servían para escuchar, pero no para reinar. Anna Wallace, la millonaria escocesa apodada el “látigo” (whiplash) podría ser fabulosa en la cama, pero el príncipe quería una madre para sus hijos. Además, Anna tenía una lista de amantes tan larga que la princesa Ana la apodó “The Wallace Collection”. Carlos se dio el gusto de dejarla plantada en el octogenario cumpleaños de la Queen Mum y la escocesa nunca más le devolvió el saludo.
Anna Wallace

Era hora de volver a Amanda, ahora estudiando en la Universidad de Kent. Nadie sabe exactamente cómo sucedieron las cosas y la “novia” nunca ha hecho declaraciones, pero el Príncipe de Gales entregó toda su correspondencia sobre el tema a Jonathan Dimbleby. Así sabemos que en 1978 se estaba preparando un gran tour de Carlos por la India. Este tour estaba planeado para 1980.

Lord Mountbatten quería acompañar a Carlos y llevaría a Amanda que entonces tendría 22 años. El Duque de Edimburgo se opuso al plan de su tío. No quería que la presencia de Dickie, quien había sido el último Virrey de la India, opacase a su hijo. Lord Brabourne, padre de Amanda, también se opuso. Le parecía que la presencia de su hija desataría una campaña de prensa que podría afectar el incipiente romance.

Sin embargo, todo da a entender que el matrimonio era más que una posibilidad. Carlos incluso estuvo en planes de comprar una mansión para vivir con Amanda después de casados. Pero en 1979 ocurrió el horrible atentado que cobró las vidas de Lord Mountbatten, de la abuela y hermano de Amanda y dejó a su padre malherido. Pasado el luto, y después del tour indio, Carlos invitó a Amanda a pasar unas vacaciones con él en el Caribe.

Fue en las Bahamas donde formalmente le pidió matrimonio a su prima, y Amanda lo rechazó. Por las fotos vemos que la estaban pasando bien, pero la tragedia familiar había marcado a Amanda y la había hecho entender lo importante que era llevar una vida normal, lejos de atentados y peligros.

Amanda Knatchbull eventualmente sacó un certificado de visitadora social (también tiene un título en mandarín de la Universidad de Beijing) y dedicó su vida a trabajar con los más vulnerables, ósea niños y ancianos. Su trabajo solo ha sido interrumpido para casarse, en 1987, con el escritor católico Charles Ellingworth con quien tiene tres hijos.

Amanda tuvo suerte y escogió el camino indicado, pero en 1980, Carlos volvía a foja 0. Sería una de sus muchas exnovias quien vendría en su ayuda.

Lady “Cupido” Spencer
En 1978, la prensa que a cada rato ligaba al heredero del trono con alguna encopetada aristócrata añadió a la lista a Lady Sarah hija del Conde Spencer. Las familias eran amigas, los Spencer pasaban mucho tiempo en círculos reales. Sarah tenía un pedigrí admirable, descendiendo no solo de los Spencer Churchill sino también de Carlos II.

Su problema era a) era de todo menos virgen b) sufría de anorexia c) era una alcohólica en receso y d) como se iba a descubrir, tenía una bocaza. Sarah había sido expulsada de su colegio por beber vodka en clase. El gusto por el alcohol no se le acabó y cuando su romance con el futuro Duque de Westminster terminó, Sarah dejó de comer.

Aun así, se veía guapa, pelirroja y alegre cuando se reencontró con el príncipe Carlos en Ascot en 1977. Carlos la había conocido niña, ahora lo impactó su agudo ingenio, y su audacia. Lo que siempre él ha buscado en las mujeres. Sarah, en cambio, vio en él una posibilidad de hacer algo con su vida.

Su primer acto constructivo fue asumir su enfermedad y buscar ayuda en una clínica donde tratasen desórdenes alimenticios. La misma a la que acudiría su hermana años más tarde. Para el otoño, Carlos y ella eran inseparables. Sarah lo llevó a Althorp para presentarlo con su familia, incluyendo a su hermana Diana de solo 16 años.

En febrero de 1978, la feliz pareja se fue a esquiar a Suiza. Una noche en que, por alguna razón, Sarah cenaba sola se le acercaron dos periodistas ingleses James Whittaker y Nigel Nelson. Lo normal es que Sarah hubiese dicho que no daba entrevistas o incluso que se hubiese marchado, pero no se sabe si porque estaba enojada con Carlos, si había bebido, o si fue presa de esos violentos cambios de ánimo que afectan a los anoréxicos, pero dio una entrevista…la peor…

Muy parlanchina, Lady Sarah, habló de sus examantes, de su anorexia, de su alcoholismo. Contó que estaba haciendo un álbum de recortes con toda la prensa que había surgido de su romance: “para mostrárselo a mis nietos”. ¡Epa! Sus nietos no serían de la realeza puesto que como dijo muy enfática la pelirroja ¡no me casaría con Carlos ni si fuese el rey de Inglaterra, ni el barrendero!”.
Con Lady Sarah en Suiza

A la mañana siguiente, Lady Sarah al recordar lo hecho, entró en pánico. Se lo contó a Carlos como si fuera una broma. Él no le vio la gracia al asunto. “Has hecho algo muy estúpido” fueron las palabras con las que terminó el compromiso.

Para Carlos este rompimiento marcó el fin de su búsqueda. Se centró en affaires con amantes expertas como Susan George y Anna Wallace, y cifró sus esperanzas de una familia en su prima Amanda. En 1979, Lady Sarah se casó con su primo Neil McCorquodale con el que ha tenido tres hijos.

En cuanto a Carlos, después que Amanda le dio calabazas, estaba bastante alicaído. Tenía 31 años y el cuento de buscar novia no lo llevaba ninguna parte. En el verano de 1980 aceptó pasar un fin de semana en la country house de Philippe de Pass en Sussex. Una mañana, mientras jugaba polo, notó que otra invitada lo observaba. La reconoció como la hermana de su ex. Así entró Lady Diana a alborotar a los Windsor.

¿Como tomó las cosas Lady Sara? Pues a la prensa le puso su mejor sonrisa. “He sido Cupido” dijo en una entrevista a The Guardian, pero entre sus allegados hay un consenso.  Sarah jamás perdonó a su hermana. Testigos han dicho que mientras ayudaba a Diana a ponerse el vestido de novia le gruñía “Debí haber sido yo. ¡Todo esto debió sucederme a mí!”.
La Princesa y La Despechada

Y ahora que hemos visto a los especímenes principales de la fauna de mujeres del Príncipe de Gales, vienen dos preguntas. ¿Cuál de todas hubiese sido la mejor Princesa de Gales? ¿Y Cuál hubiese hecho más feliz a Carlos? Aunque no lo parezca son dos trabajos diferentes.

martes, 21 de enero de 2020

El Cuento de la Criada: Lo Único Decente del Bazar de la Charite



Tanta esperanza en “ Le Bazar de la Charite”  y que chasco me he llevado.  Presentismos, guerra de los sexos mituteras, luchas de clase marxistas y tan poca visión de lo que el incendio fue y como repercutió en la sociedad francesa. ” The Bonfire of Destiny “(título en inglés) sigue los caminos de tres mujeres para mostrar como las impacta el siniestro, pero solo el camino de mas humilde tiene desarrollo y final dignos.

Mas Telenovela que Historia
Sobre un trasfondo histórico inadecuado y falaz, se desarrollan tres cuentos: el de la dama de sociedad y esposa maltratada, Adrienne de Lernvenpré (Audrey Fleuriot);  su sobrina la burguesita Alice de Jeanzin (Camille Lou) y su criada/confidente Rose (Julie de Bona). Toda esta historia rocambolesca que combina crímenes políticos, desigualdad económica y liberación femenina,  sirve para que Adrienne finja su muerte, Alice consiga amante y Rose se vea forzada a adoptar otra identidad.

Lo hemos visto en cien telenovelas. Hemos visto a Saby Kamalich, Lupita Ferrer, Jeannette Rodríguez y hasta Thalía interpretar roles parecidos. Pero en Le Bazar se permiten además hacer acusaciones sobre el gobierno, la clase política y la policía de la Francia de los 1890. Hasta ponen una guillotina en la plaza. Ni había ejecuciones públicas en ese entonces ni nadie involucrado en los hechos fue amenazado con la pena capital.

Antes que me salgan con “es ficción” o “licencias dramáticas” les recuerdo que hay un límite y que la difamación es todavía considerada un delito penado por la ley. Tergiversar y falsear los hechos es una ofensa a las víctimas, a los rescatistas y hasta a los pobres anarquista. Hubiese sido mejor inventarse una catástrofe y situarla en una Francia alternativa. O escribir un libreto más sofisticado que al final los cuentos de las señoras son risibles, clichés y el único que destaca es el cuento de la criada.

El incendio del bazar que tuvo lugar en la Rue Jean Guyon, el 4 de mayo de 1897, estuvo poblado de anécdotas fascinantes, personajes heroicos, moralejas y lecciones de sobrevivencia en crisis y de cómo construir espacios seguros para sus habitantes. Con todo ese material pudimos ver un espectáculo al nivel de las tragedias del Hindenburg o del Titanic sin necesidad de sacrificar romances ficticios.

Comencemos por la realidad. En 1897,  hubo un horrible incendio en un bazar de caridad parisino cobrando 126 víctimas, la mayoría mujeres, la mayoría de clase alta. Debido a esto último, este siniestro es poco conocido. Para marxistas y socialistas la caridad privada es mala puesto que no elimina la injusticia social por lo que un bazar de caridad es una abominación y que hayan muerto representantes de una clase abominable e injusta… ¡se lo tienen merecido! La misma serie pone esto último en boca de un anarquista.


Aparte de que me repugnan esos absolutismos, yo sí creo en la caridad privada, no como reemplazo sino como complemento de un estado de bienestar. Me parece necesaria la caridad privada (y esta se practica de muchas maneras) porque recuerda a quienes tienen dinero sus obligaciones hacia los que no lo tienen. Tal como en los impuestos los ricos deben pagar  más que los demás,  también deben compartir con los más necesitados. La caridad, ejercida en mayor o menor escala, nos hace mejores personas, nos enseña disciplina, desprendimiento, solidaridad con el prójimo.

Monjas Ciegas y Princesas Achicharradas
Sin embargo, entiendo que detenerse a detallar un evento creado por la clase alta, peor aún la clase alta católica, no sea del agrado de Netflix-Soros.  Este bazar era un suceso anual que tenía lugar en la primavera y era organizado por “gente bien “con ayuda del clero. En mayo de 1897, el bazar había sido organizado por el aristócrata católico británico Harry Blount y estaba dedicado a recaudar fondos para los huérfanos y para los ciegos.

Presentes había varias representantes de órdenes religiosas, muchas de las cuales perecieron. Entre ellas la Hermana Marie Madeleine, miembro de la Orden de las Cieguitas de San Pablo, una cofradía que admitía novicias invidentes y que estaba dedicada a la atención y cuidado de niños privados de la vista. También murió Valerie Verhasselt, una huerfanita adolescente que ayudaba las monjitas. 
Ninguna de estas personas ha ameritado mención en la serie de Netflix como tampoco la han merecido los dos sacerdotes que acudieron de una parroquia cercana a ayudar con la evacuación de las victimas.

Las mujeres que murieron en ese horrible incendio pertenecían a diferentes estratos de la sociedad. Había entre ellas señoras y criadas, aristócratas y burguesas, esposas de diplomáticos (murieron las esposas de los cónsules de Dinamarca y de España), y miembros de la realeza como la Duquesa de Alenzón, de la Casa Real de Francia, nacida Princesa de Baviera y hermana de la Emperatriz Sissi.
Sofía de Baviera, Duquesa de Alenzón

Las mujeres presentes estaban ahí en calidad de compradoras y vendedoras. La serie no se ha detenido en ninguno de estos aspectos. No aparecen las monjas ni para remedio. No nos cuentan que murieron niños. El único que aparece es rescatado gracias a los esfuerzos de Rose, nuestra heroica criada.

Muchos varones ilustres perecieron entre las llamas como fue el caso del Dr. Henri Feulard, el más famoso dermatólogo de la Francia de la Belle Epoque. A pesar de que había logrado salir del edificio, regresó para rescatar a su hija de diez años. Ambos murieron.

A pesar de que, en otro filme sobre el hecho, “La Kermesse Rouge” (1954) si incluye una aparición de Sophie D’Alençon, Netflix, que ya nos ha demostrado su desprecio por la realeza, no nos presenta la historia de esta valerosa mujer. La princesa no permitió que se la evacuara sino hasta que la última de las mujeres que trabajaba bajo su cargo escapara.
Monumento sobre la tumba de la Duquesa

Dicen los testigos que lo que se incendió primero fue su vestido negro.  Se encontró a la Duquesa carbonizada abrazada al cuerpo quemado de su amiga la Condesa de Beauchamps. El rictus en el rostro de Sophie indica que murió de una manera dolorosa. La noticia de su muerte provocaría otra víctima, la del Duque de Aumale, su suegro, que fue fulminado por un infarto al saber la pérdida de su amada nuera.

El cadáver achicharrado de la duquesa hubo de ser identificado, como otros cuerpos, por la dentadura. Ese fue una novedad en el caso. Una de las primeras veces que la dentadura era usada como método de identificación. Otro detalle que las escritoras obvian. Se dice que la serie es feminista porque son mujeres quienes la dirigen, producen y escriben. ¿Entonces porque no mostrar casos de mujeres heroicas como la Duquesa o Jeanne de Kergorlay, Condesa de Sainte Perier?
Jeanne de Kergorlay, Condesa de Sainte Perier por Singer Sargent

Esta noble dama de la rancia nobleza bretona se convirtió literalmente en un taburete humano prestando su espalda para que otras más afortunadas escalasen hasta una claraboya y escapasen. ¿Y porque no incluyeron, ya que no se vale elogiar a la alta sociedad, a Madame Roche-Sautier, gobernanta del vecino Hotel Du Palais, quien junto al cocinero Jules Gaumery (el si aparece en la serie) fueron los principales rescatistas?

Algunos desdichados asistentes del Bazar lograron salir del edificio solo para encontrarse atrapados en un patio rodeado de altos muros. A pesar de que el Padre Amboise, de un convento cercano, los auxilió con una escalera, era un proceso lento y estrecho escalar el muro. Entonces notaron un ventanuco que daba al Hotel du Palais, un establecimiento vecino. El problema lo presentaban unos barrotes de hierro. La intrépida conserje del hotel, Madame Roche, con ayuda del cocinero arrancó los barrotes para darles otra vía de escape a las víctimas del incendio. Nada de eso nos muestra “The Bonfire of the Destiny”

En cambio, la serie nos cuenta que el gran héroe es un anarquista metido a ladrón (o viceversa). Ni una palabra de los verdaderos héroes, de los bomberos, de los curas o de las mujeres proletarias que, a riesgo de sus vidas, se lanzaron a desnudar a damas cuyas ropas de seda y encaje habían convertido en antorchas humanas.

Solo Bastó un Fosforito
Ha llegado el momento de hablar de las causas del incendio y de los presuntos culpables. En la serie el gran villano es el cinematógrafo y el individuo que lo trae al bazar, Monsieur de Jeanzin (Antoine Dulery). Este individuo, padre de Alice, una de las protagonistas, se ha gastado la fortuna familiar en el nuevo negocio de la cinematografía. Ahora está empeñado en casar a su hija para conseguirse un yerno rico.

Nuestra heroica Rose ve como el incendio comienza en la sala de proyección, pero por azares de la novela no puede testificar. Hay un camarógrafo, pero es asesinado por el archicriminal Marc-Antoine de Lervenpré (político tenía que ser) quien quiere culpar a los anarquistas del siniestro. Lo chistoso es que de acuerdo con la trama los anarquistas si planeaban poner una bomba en el bazar y así aprovechar de robar a los hambreadores del pueblo. ¡Qué manera de ofender a los seguidores de Bakunin!

Si bien es cierto que los anarquistas italianos eran los terroristas de su época (acababan de asesinar a Marie-Francois Sadi-Carnot, presidente de Francia) nunca se les asoció con el incendió. Si bien es cierto que uno de los proyeccionistas era de origen ruso y se sospechó de algún atentado, pronto se descartó tal sospecha. 

Bagrachow no murió atropellado por un carruaje como lo muestra la serie. Debido a que su comportamiento durante el incendio fue heroico, solo se le condenó a ocho meses de prisión y a una multa de 200 francos. El Barón de Mac Kay encargado de las condiciones de seguridad del edificio fue multado por 500 francos. ¿Pero de que se les acusó realmente?

Aunque el celuloide es conocido como material inflamable, el verdadero motivo del incendio fue más simple. Para hacer más atractivo el bazar se permitió una exhibición de este nuevo y curioso invento, el de las películas animadas que se colocó casi a la entrada. En 1897, los Hermanos Lumiere llevaban apenas cuatro años de su extraordinario trabajo de cámaras. En el bazar muchos verían por primera vez cortos como “La llegada de un tren” que, tal como nos muestra la serie, provocaban terror en la audiencia que ya creía que la locomotora los atropellaba.

La cámara de proyección de este cinematógrafo no funcionaba con electricidad sino con un elaborado sistema de éter y oxígeno. A mediados de la función se acabó el éter del proyector. Hubo que rellenarlo y como estaba oscuro, el camarógrafo se alumbró con un fosforito.  Al comienzo debido a que el espacio de los técnicos estaba aislado del teatro los gritos de fuego y los esfuerzos de los proyeccionistas por apagar llamas que habían alcanzado los cortinajes no se oyeron, pero no es cierto lo que la serie muestra que, para no crear pánico, se dilataron las alertas y el proceso de evacuación.

Algo muy logrado en la serie es la atmosfera “Titanic”, el horror que experimentan los presentes ante la muerte inminente, los torpes esfuerzos de evacuación, la sensación de que la tragedia era evitable. Pero mucho de lo que muestran es falso. “Le Bazar de la Charite” se merece un siete en efectos especiales, bellísima cinematografía y vestuario (aunque el traje de montar de Alice de Jeanzin parece de comercial de perfumes de los 70).

Los actores que interpretan a los “buenos” son hermosos. Los que hacen de “malos” parecen beodos. Un intermedio es el controversial comediante Stephane Guillon que da vida al polizonte Celestine Hennion que siempre mantiene el mismo aspecto de aguilucho empapado y como dijo El Gatito Memo “siempre trae la misma cara”. 

Sin embargo, el mayor defecto de la serie de Netflix es inventarse un cuento a costa de una realidad mucho más intensa y cruda que lo que se inventaron. Una protesta escrita en Le Figaro ha venido de parte de Marie Beatrice du Cray, que hoy preside la Asociación del Bazar de la Charité, y que desciende de la Condesa de Haward de La Blotterie, una dama que murió en el incendio. Le sorprende que hayan mentido hasta en la recreación del edificio.  El verdadero bazar no era en forma de herradura como muestra la serie, no había una sola salida, etc..

Vestidos Peligrosos
El verdadero edificio, construido especialmente para la ocasión, consistía en una serie de casitas que imitaban un pueblo medieval. Esos eran los quioscos desde donde atendían las encopetadas damas.  En medio había un largo pasadizo que simulaba ser una calle de aldea.  Todo el espacio estaba hecho de material combustible.. L os quioscos eran de madera y cartón forrado en tela con adornos de papier maché. Todo altamente inflamable.
El verdadero Bazar de la Caridad

La construcción estaba cubierta con un tejado de pino, la madera que arde con más facilidad. Cuando el techo en llamas se desplomó se imposibilitó toda labor de rescates. pero el material más peligroso en el sitio no era ni el éter del cinematógrafo ni el pino del tejado sino la ropa de las damas.

Debido a que era época primaveral, las señoras vestían ropa ligera de seda o muselina con festones de satén y encaje, telas que ardían fácilmente. Sus sombreros de paja de Italia, sus tocados de plumas y flores artificiales de cera. atraían las llamas como si fueran hechos de aceite.

Las descripciones más aterradoras de testigos es haber visto mujeres salir del edificio convertidas en hogueras ambulantes. Un caso curioso fue el de una dama que gritaba que se quemaba a pesar de que no se veían llamas en su ropa. Resulta que lo encendido eran sus enaguas de encaje, por lo que estaba ardiendo dentro de la armadura de su vestido.

Otro descuido de los encargados de la seguridad del sitio fue no marcar debidamente las salidas de emergencia del bazar. En la serie solo hay una y con una puerta de torno como las de un hotel, para colmo, la puerta se atranca dejando a los evacuados atrapados en el interior. Tampoco eso corresponde a la realidad. Aparte de la entrada principal, había ocho salidas de emergencia, pero ni tenían señales ni los encargados de la evacuación sabían dónde estaban. Más encima las puertas eran de madera pesada y se abrían hacia adentro lo que dificultaba la salida. Esa sería la principal razón de las 126 muertes y los doscientos heridos.

Es un atrevimiento de la serie comenzar con un cartel de “basado en hechos reales”. El “hecho real” muy falseado ocupa solo media hora del primer capítulo. Debido a que no hay ni un personaje real en este cuento, todo lo que ocurre después es ficción. Incluso la desenfrenada búsqueda del anarquista que creen inició el incendio, los juicios secretos, la guillotina en la plaza, parecen sucesos ocurridos en otro país y en otra época. Oh, y tampoco es cierto que se hayan robado las joyas de los cadáveres de la morgue. Sino no hubiesen identificado tantos cuerpos gracias a las joyas que portaban.

Adrienne: Victima del Patriarcado
El primer cuento de esta serie “basada en hechos ficticios” es el de Adrienne de Levenpebré, la esposa del político corrupto Marc-Antoine. Antes del incendio Adrienne quiere divorciarse. En vez de buscar el consejo discreto de un abogado que no sea de su círculo, va a hablar con el abogado del marido. El político se entera, la golpea, acusa de tener otro hombre y la separa de Camille, su hijita, a la que envía a un internado.

Marc Antoine manda a Adrienne, cargada de billetes de cien francos, al bazar a que haga compras ostentosas que le conseguirán a los más votos.  No sé porque van a votar más por un candidato que se gasta fortunas en chucherías, pero esta serie fue escrita con las patas. Adrienne que realmente tiene un amante, Hughes (Francois-David Cardonnel), un joven periodista, se va con él a darse su revolcada. Cuando regresa se encuentran ante el espectáculo del bazar en llamas.

A Adrienne se le ocurre hacerse pasar por muerta. Así al enterrar a algún cadáver sin identificación su marido tendrá que traer a Camile del internado para el funeral. Ahí, Adrienne planea raptar a la niña y huir a Inglaterra. Es un buen plan, el problema es que Adrienne es tonta y cae en esas trampas mituteras de no confiar en ningún hombre de más de trece años.

Lo gracioso es que busca refugio con Hughes, deja que la mantenga, lo pone en peligro y se come su comida, sabiendo que el periodista no tiene dinero. No le hace caso cuando Hughes le pide que no salga y que no contacte a nadie para que todos la crean muerta. Apenas su amante se va a trabajar, Adrienne agarra calle y se va a ver a su hermana, a Camille, le deja mensajes a su hija en el jardín de la casa de su marido. Hace amistad con un vivaracho gamín llamado Leo quien la lleva con unos contrabandistas que le compran las joyas.

La policía arresta a los ladrones, obtienen un retrato hablado de Adrienne, descubren que está viva. Leo se roba el dinero. Adrienne, histérica, le revela la verdad a Hughes quien le exige que haga lo que él le pide para evitarse más problemas. Indignada, Adrienne lo compara con su marido. ¿Ósea cuan bruta puede ser?

Enseguida se pone a hacer cien burradas que acaban con ella de vuelta en casa del marido y con Hughes muerto por haber ayudado a una atolondrada. El final es totalmente caricaturesco estilo Super Ratón y que recuerda esos filmes silentes de Fantomas con villanos ultra avispados que eluden a la policía y heroínas maniatadas en espera de muertes horribles.

Alice en el País de los Anarquistas
Por suerte el segundo cuento no es tan truculento. Alice de Jeanzin es una chica de familia burguesa que va a casarse con el millonario Julián de La Ferté (Theo Fernandez) y que tiene gran amistad con su mucama Rose. Alice siente un poco de envidia por la pasión que une a Rose con su esposo, Jean (Aurelien Wik), el cochero de los Jeanzin.

Alice solo siente amistad por Julián e ignora que su novio va a casarse con ella aun sabiéndola arruinada. También ignora que Rose y Jean planean dejar el servicio doméstico e inmigrar a Estados Unidos. Todo eso pasa a segundo plano cuando ama y criada se ven atrapadas en el incendio.

Alice, en compañía de Rose, llega al bazar a suplir a su madre enferma en uno de los quioscos. Las mujeres se encuentran con Odette de Tremoille, una joven dama de sociedad, amiga los Jeanzin. Odette desearía atender un quiosco, pero su hijito Thomas quiere ver el cinematógrafo. Alice hace un cambalache, le cede a Odette su puesto en el quiosco y ella lleva al niño a ver el espectáculo. Aparece Julián y se van a dar un paseo, dejando a Thomas con Rose.

Comienza el incendio. Con gran presencia de ánimo, la criada saca al niño a la calle y lo deja al amparo de una mucama amiga. Rose vuelve al interior del edificio y avisa a Odette de lo que ocurre y que Thomas la espera afuera. Rose se pone a buscar a Alice en un edificio en llamas.

Odette intenta salir y ahí ocurre la escena más macabra (y bien lograda) de la serie en que el público entra en pánico y ocurre una estampida. Es ahí donde elegantes señores se abren camino a bastonazo limpio. De acuerdo con testigos e historiadores estos fueron sucesos aislados. Para mala suerte de Odette a ella le ocurre uno de esos encuentros. Es derribada y pisoteada por el equivalente a una manada de elefantes.

 Entretanto, Rose encuentra a Alice y su novio. Julián escolta a las mujeres hacia la salida, pero al alcanzar la puerta esta se traba (falso). Hay otro estallido de pánico. Julián y sus acompañantes buscan refugio bajo una gran mesa de roble. Ahí él pierde la cordura y comienza a gimotear.

Es entonces que entra en escena Víctor (Victor Meutelet), un ladronzuelo con ínfulas de anarquista, que temprano le había robado el reloj a Alice. Al ver el incendio, sufre un súbito ataque de conciencia y a martillazos rompe la claraboya permitiendo el acceso de los bomberos al edificio. Porque claro los cobardes bomberos necesitaban que un anarquista les mostrase el camino. ¡Qué serie tan ofensiva!

La entrada del cuerpo de bomberos hace que Julián salga de su escondrijo arrastrando a sus compañeras. En el camino a la claraboya, Alice cae al suelo. Rose intenta auxiliarla, pero Julián, totalmente histérico, la arrastra hasta la ventana. Cuando Rose intenta liberarse, Julien la empuja de cabeza a las llamas.

Alice es rescatada por Víctor de quien se enamora, pero la policía y la clase política necesita de un culpable. La presencia del anarquista en el lugar del siniestro lo hace el candidato perfecto para la guillotina. Alice intentará luchar por demostrar la inocencia de Víctor a la vez que se ve obligada a casarse con el cobarde Julián puesto que solo así salvará a su padre de la ruina.

De Criada a Señora
Y ahora viene lo mejor de esta historia, el cuento de la criada. Rose no ha muerto. Despierta en un hospital, con la mitad del rostro y cuerpo quemados y presa de terribles dolores. Intenta explicar a las atareadas enfermeras quien es. Quiere que contacten a Jean, su esposo. Pero no la oyen y la mantienen drogada para que soporte el dolor.

Un día, Rose despierta y se encuentra en la casa de Odette de La Tremoille. Madame Huchon, la madre de Odette se ha traído a la mucama y la mantiene secuestrada. No deja que se le acerquen ni los criados, ella misma le sirve de enfermera. Parece cuento de terror. ¿Se ha vuelto loca Madame Huchon? Pero le ha puesto las joyas de su hija a Rose y el basto brazalete de la criada está alrededor del carbonizado brazo de la difunta Odette.

Jean reconoce el cadáver, él y Alice llorando le dan sepultura a quien creen es Rose. Entretanto la criada se atreve a quitarse las vendas y ve lo horrible que ha quedado. Aun así, intenta escapar. Madame Huchon la hace encerrar. Ahí le habla con franqueza. Rose no tiene futuro. Su marido no la querrá toda desfigurada. Nadie le dará empleo. Caerá en la miseria. En cambio, fingiendo ser Odette tendrá acceso a una vida que nunca se imaginó.

Madame Huchon cuenta su verdad. Mujer de la burguesía adinerada cometió el error de comprarle un marido noble a su única hija. Jacques de La Tremoille siempre ha despreciado y maltratado a Odette. Es infiel, vive en viajes gastando la fortuna de su mujer. Si se entera de que es viudo despilfarrará la herencia del pequeño Thomas. Madame Husson está enferma de muerte. Necesita que Rose le prometa que velará por su nieto.

Después de una visita de Alice que no la reconoce, Rose se da cuenta de que, para sus seres queridos, ella ha muerto. Acepta la propuesta de Madame Huchon. Solo hay dos problemas. Thomas es el único que sabe que esa mujer velada y con mascara no es su madre. ¿Aceptará a Rose? Y la criada descubre que espera un hijo de su “viudo”.

De las tres historias, esta es la mejor y es una pena que le dediquen tan poco tiempo. Tiene un final feliz un poco inverosímil, pero es el único ejemplo de justicia y esperanza en esta serie tan despatarrada. Josiane Balasko es una buena actriz y su Madame Huchon es un personaje que me encantó.

Lloré cuando la vi ante la tumba de Rose-Odette pidiéndole perdón. Esta mujer que, consiente de su error pasado, sigue intentando proteger a los que ama y que a su muerte delega el poder en alguien que como ella sabe lo que es amar, fue el único personaje acaudalado que cayó simpático.

Otro tema que no se toca es la actitud hvcia los sobrevivientes, sobre todo los varones. Cuando Harry Blount, el organizador del Bazar regresó a su casa su padre le enrrostró estar vivo cuando docenas de mujeres no habian podido escapar: "¡Hubiese preferido saberte muerto en el bazar!".

Un almirante cuya hija habia perecido en el siniestro,  le escribió una dura carta al Barón de McKay, encargado de la seguridad del recinto recordandole que un capitán debe hundirse con su barco. En vez de mostrarnos al sobreviviente Julian complotando en contra de los anarquistas, bien nos pudieron mostrar las muestras de repudio públicas recibidas por estos hombres tildados de cobardes.

Todo creador tiene derecho a incluir sus ideas en su obra, pero de manera sutil. En cambio,  los mensajes femimarxistas de Le Bazar convirtieron la serie en un panfleto mediocre. Como ha dicho Marie Beatrice Du Cray: “Hay anacronismos. Es una ficción para Marlene Schiappa (la Ministra de Igualdad) para que los espectadores de hoy puedan sentirse cómodos…No veo ningún vínculo entre las heroínas y los personajes reales”.O como ha dicho la animadora de television Christine Bravo: "debieron cambiarle el titulo por "Tres chicas en un bazar".

¿Tras leer esta nota que historia o que personaje te hubiese gustado que incluyesen en "Bonfire of Destiny".