miércoles, 2 de agosto de 2017

Antes de Bloody Mary: La Princesita de los Tudor


No es de sorprender que, tras su interpretación de Lady Mary en “Los Tudors”, Sarah Bolger acabara en el Bosque Encantado de “Once Upon a Time”. Su imagen de princesa de cuentos había quedado tan incrustada en la imaginación popular que verla como La Bella Durmiente era como una continuación de su rol mágico de hija mayor de Enrique VIII. Lo extraordinario del trabajo de Sarah Bolger fue convencernos de que la sanguinaria María I, de jovencita, había sido la Sansa Stark de la Corte Tudor. ¿Otra vez Michael Hirst se tomaba licencias históricas o realmente fueron los abusos sufridos en su juventud los que convirtieron a Mary Tudor en una tirana neurótica y despiadada?

Maria I en su reinado

En su entrevista para Female First, (Que George Llerena T. tuvo la cortesía de traducirnos) Michael Hirst   dijo que su intención había sido acercar a sus personajes históricos a los televidentes y a un mundo presente.

 “Pero eso no significa cambiarlos o convertirlos en algo que no eran, así no se hace una serie histórica. El hecho es entenderlos, entender la época en la que vivieron, su política, creencias, la situación por la que atravesaban, porque son hombres y mujeres tan reales como nosotros. No son piezas de museo o nombres que vivieron hace 500 años; se trata de contar problemas como las diferencias, las reformas institucionales, la corrupción política, el maltrato hacia los más débiles, el engaño, la traición, la venganza, la locura, la crueldad humana; cosas que aún son relevantes y siguen pasando”.

La intención de Hirst se cumplió totalmente con el personaje de Maria, futura reina de Inglaterra. Michael ha dicho “Sarah Bolger prácticamente creció con nosotros” y es cierto. Desde el momento en que aparece interpretando a María quinceañera en la Segunda Temporada, Sarah madura junto a su encantador personaje. Con María, Sarah vivirá desdichas, humillaciones y falsas esperanzas, incluso un romance fallido, hasta llegar a ese final en el que el ególatra Enrique se despide de ella encargándole que sea una madre para su hermanito, el futuro rey. Lo que Enrique no ve es que ha privado a su hija de la posibilidad de ser esposa y madre.


Antes de morir, Enrique tiene un sueño en el que sus esposas muertas se le aparecen para cubrirlo de reproches. Catalina de Aragón lo acusa de no haber permitido que María se casara y formara un hogar que hubiese calmado la depresión crónica, los nervios alterados y tal vez los problemas ginecológicos que afligían a la princesa y que posiblemente fueron obstáculo para que concibiera. 

“Los Tudors” contiene muchos errores, pero de lo que goza es de respeto por la condición femenina. Al retratar a Catalina y su hija, aparte de indicarnos su poder y méritos, la serie nos muestra lo que ocurre cuando el machismo represor convierte a una mujer, por poderosa que sea, en víctima y sobreviviente. Eso es lo que será Maria, aun después de muerto Enrique.

El mérito de este retrato de la futura reina es contarnos la verdadera historia de un personaje muy incomprendido. Hemos visto a Maria en películas sobre su hermana menor. Siempre es un personaje negativo dotado de defectos que se consideran poco atractivos en una mujer. Es vieja, gorda, hipocondriaca, histérica, fanática religiosa y recelosa. Tal vez para su reinado, en eso se había convertido la princesita de los Tudors. ¿Pero que la llevó a ese punto? Dejemos que la serie hable.
Daphne Slater como Mary en Elizabeth R

Dentro de mi investigación histórica he descubierto que la vida de la princesa, antes de la muerte de Enrique, era muy parecida a la que describe la serie. María fue efectivamente la única hija sobreviviente de Enrique Octavo y Catalina de Aragón. En la primera temporada vemos que es la consentida de ambos padres (Enrique la llamaba “la mayor perla del reino”). 
Enrique y su perla

Su primera aparición es en la subtrama del Paño de Oro. Ahí se habla de un compromiso entre María y el Delfín de Francia. Presentan a los niños y Maria le da un beso y un moquete al futuro marido. Enrique la observa feliz porque ya está harto de su anfitrión Francisco I, y se siente vengado por su hija. En la realidad eso no ocurrió. La princesa que entonces contaba solo dos años no viajó con sus padres, pero si se la comprometió con el Delfín. En un momento hasta se pensó en casarla con Francisco I. ¿Se imaginan como hubiera sido la historia si esto llega a suceder?
Futuros novios

La verdadera María tenía un talento natural para la música y a los cuatro años ya encanta a los emisarios de su futuro marido tocando los virginales para ellos. Por esas reyertas constantes entre Francia e Inglaterra, la alianza francesa acaba en nada. En 1512, se celebra un compromiso formal entre María de 6 años y su primo Carlos, el futuro emperador de las Españas. A Maria y a su madre les encanta la idea de esta alianza con España. Enrique no está muy seguro. Tal como retrata la serie, el veleidoso novio no quiere esperar a que la novia madure, rompe el compromiso, y se casa con Isabel de Portugal.
María y el novio que no quiso esperarla

En el momento esto no resulta muy traumático para la niña que todavía es parte de un hogar feliz y cuya mayor preocupación será dar la talla en el riguroso programa de estudios que le impone su preceptor Juan Luis Vives. El valenciano ha sido comisionado por Catalina para darle a la princesa una educación que va más allá dela de una futura consorte real. María está siendo educada para reinar. Enrique colabora en dar esa impresión, cuando la envía a vivir como dueña de su propia casa, en Gales.
Catalina y su única hija

Aunque en la vida real y en la serie, Catalina sufre por la lejanía de su hija, para todos los efectos este traslado de la princesita es muy ventajoso. La costumbre de la corte inglesa era enviar al heredero del trono a Ludlow, en Gales, como una manera de prepararlo para vivir independiente y para compenetrarlo con el pueblo gales. Esta medida de Enrique daba a entender que Maria seria la próxima Princesa de Gales, ósea la heredera al trono. No tenemos muchas noticias de ese periodo gales de Maria. Solo lo que nos cuenta la serie. Con María viaja la prima de su abuela, Margaret de Salisbury, que aparte de madrina de la princesa, es también su institutriz y gobernanta de su casa.

En el sexto episodio de la Primera Temporada, vemos a Enrique asustado ante la epidemia de la temida “sweating fever”. Envía a Catalina a Gales a refugiarse con María. Al final del capítulo, y superada la plaga, Enrique, la reina y la princesa de doce años asisten a una misa de acción de gracias. Esta reunión familiar será la última. Tres años más adelante, la situación será muy diferente.

Para 1531 era imposible que Maria de quince años no supiera de los enredos domésticos que trastornarían su vida. Un año más tarde ocurre una catástrofe. Enrique se casa con Ana Bolena.  El matrimonio con Catalina es declarado nulo y María declarada ilegitima. Todas estas maravillosas noticias le llegan a María, que entonces vivía en el Castillo de Beaulieu, de parte de ese roedor rufián Tudor llamado Thomas Boleyn (aunque en otro lado leí, que el enviado fue Norfolk).

 A Enrique solo le interesa que su hija lo reconozca como cabeza de la Iglesia y que se auto reconozca como bastarda.” ¡Naranjas!” dice la princesa y entonces comienza el castigo. No volverá a ver a su madre, se le quitarán todos los privilegios. Admirable la actitud de su madrina-gobernanta, la Marquesa de Salisbury, de negarse a entregar las joyas de la princesa, pero solo consigue dilatar lo inevitable.

Nacida Isabel, y con apenas unos pocos meses de vida, la nueva princesa es enviada a vivir sola en Hatfield Hall (esto fue un acto egoísta de Enrique que no soportaba ver que Ana amamantaba la niña y prefirió separarlas).  Ana y Enrique han decidido castigar el orgullo de Maria y aprovechan esta ocasión para humillarla. Acompañada de solo dos criadas, María es enviada a Hatfield Hall a atender a su hermana. Eso implica todo tipo de tareas humillantes, desde cambiarle la ropa hasta servirla en la mesa.

Detengámonos un momento y veamos como “Los Tudors” nos describen estos hechos. Aparte de la ausencia de Margaret Salisbury, personaje postergado y mal representado por Hirst, la serie se apega a los hechos reales. En el tercer capítulo de la segunda temporada, titulado “Jaque Mate”, vemos las primeras humillaciones a las que son sometidas Catalina y su hija. La comadreja albina de Nick Durning (en su papel del patriarca Bolena) repta hasta el Castillo de Ludlow a darle las malas nuevas a María.

Vemos por primera vez a Sarah Bolger en este, su papel icónico. Sarah tiene 17 años, esa la edad de Maria.  La actriz es perfectamente creíble como la ahora llamada “Lady Mary”. Representa muy bien el orgullo y terquedad infantil que caracterizaban a Maria, sobre todo cuando repite la que será su muletilla:” No reconozco más reina que mi madre”.  Bolena le dice que, como castigo de su intransigencia, no le será permitido volver a ver ni comunicarse con Catalina.
En el capítulo 5, vemos a Lady Mary llegar a Hatfield Hall y ser recibida cortes, pero fríamente, por Lady Bryan, la nueva institutriz de Elizabeth. Maria intenta mantener una semblanza de independencia, exigiendo el derecho a rezar a solas, pero llora en su cuarto que es un poco más grande que un closet y con una cama en la que no cabe ni Tyrion Lannister. Aunque los Tudormaniacos concordamos en que la estadía de Maria en Hatfield Hall es un periodo muy triste, la realidad aun fue más dura y angustiosa.

Michael Hirst ha errado un poco en la elaboración de personajes aparentemente menores, pero que fueron cruciales en la vida de Maria. Una, es la ya mencionada Margaret Pole, otra es Lady Bryan.  Cuando la princesa llega a Hatfield Hall, la recibe una dama que se presenta “Soy Lady Bryan”.  Esa presentación es totalmente ridícula, Lady Margaret Bryan (nee Bouchier) había sido la nodriza de Maria, la acompañó en su infancia. Se desempeñó tan bien en sus labores, que cuando Enrique necesitó de una nana para su hija menor mandó buscar a la que había atendido a la mayor. Lady Bryant nunca maltrató a su antigua protegida, tal vez porque su rol en la casa era menor. Ana Bolena puso como gobernantes de la casa de Isabel a su tía, Lady Mary Shelton y al esposo de esta. Fue con Lady Shelton (la mamá de la gordita Madge) con quien Maria tuvo sus encontronazos.
María y Lady Bryan

Maria, tal como en la serie, intentó mantener cierto grado de independencia. No solo rezaba a solas, además exigía que se le llevaran los alimentos al cuarto.  Con este hábito buscaba evitar tener que ser humillada teniendo que servirle la comida a la hermana. Maria reconoció a Isabel como su hermana desde el primer instante, pero le chocaba que a la niña le dieran trato de princesa y a ella se lo negaran.

 La obsesión de Enrique, Ana, y todos los cortesanos que visitarán a Maria en ese año será convencerla de que se contente con ser nada más que “Lady Mary”. Cuando el Duque de Suffolk va a visitarla, la princesa le hace entrega de una carta para el rey. Charles se niega a entregarla puesto que Maria ha firmado la carta como “Princesa”. Enojada, la que no quiere ser Lady Mary, lo corre de la casa y con muy malos modos. ¡Como hubieran gozado los shiperos de ese par si hubieran incluido esta anécdota en la serie!

La escena de “Los Tudor” en que Ana visita a su hijastra y le ofrece interceder por ella ante Enrique, siempre y cuando María la reconozca como reina, sucedió en la vida real. Al igual que la respuesta tan modosita de la princesa (fantástica la cara de gatita de Sarah): “Solo reconozco, una reina, mi madre, pero si la concubina de mi padre ofrece interceder por mí, le estaré agradecida”.


Esa respuesta sella el destino de Maria y afianza el odio de su madrastra hacia ella. Desde ese momento, Ana exige que se castigue duramente la soberbia de su hijastra. Se limita el sequito de María a una sola criada, se le trata de obligar a comer (y ponerle el babero y limpiar los vómitos de la bebé) junto a Isabel. Como Maria se niega, se le priva de alimentos. Ana incluso da órdenes a Lady Shelton de golpear, si es necesario, a Maria.

Lady Shelton se encuentra ante un terrible dilema. No osa alzar su mano en contra de una princesa de sangre real (al final nadie se creía el cuento de la “bastarda”). Por otro lado, le ha tomado aprecio a la pobre Maria. Cuando George Boleyn viene a quejarse del poco rigor con que su tía trata a la prisionera, Lady Shelton argumenta que no puede ser injusta con quien ella ve como llena de virtudes. Sin embargo, lady Shelton le teme a la ira de su reina-sobrina. Eso puede haberla llevado a alternar crueldad con caridad. También hay otros en Hatfield Hall que por razones personales gustarán de humillar a quien insiste en ser llamada “princesa”.

Temerosa de que el rey oiga rumores sobre los malos tratos a los que es expuesta su hija mayor, Lady Shelton toma la costumbre de encerrar a Maria en su cuartucho cada vez que los soberanos visitan a Isabel. Esa escena en “los Tudors” en que Enrique divisa a Maria en una almena y le hace una reverencia cortesana, es totalmente factual. Lo que la serie no nos cuenta es que la princesa estaba encerrada en su torre como Rapuncel.
María divisa a su padre desde la torre.

Por falta de tiempo y espacio, Hirst resumió la ordalía de la futura Bloody Mary. En realidad, Maria sufría tanto que muchas veces planeó huir. Chapuys tuvo que disuadirla, pero finalmente el Embajador planifica una fuga que no se efectúa debido a que la princesa cae enferma. Como si fueran pocos sus males, la salud no acompaña a Maria. Siempre había sufrido de migrañas, a estas se le agregan otras dolencias producto del estrés y de los mismos castigos a los que es sometida. Mal alimentada, sin posibilidades de ejercicio o de tomar aire, Maria, además, como suele ocurrirnos a las mujeres de nervios frágiles, sufre de copiosas y dolorosas reglas.

A la princesa la atormenta la lejanía de la madre. Como muchos que la apoyan, Maria teme que Los Bolena intenten asesinarla a ella y a Catalina. Insiste en que su única criada pruebe su comida. En uno de sus accesos esquizofrénicos, Lady Shelton prohíbe esa práctica, es entonces que Maria enferma.  Lady Shelton entra en pánico pensando que se la culpará a ella. Manda llamar a un apotecario quien le administra a la princesa unas píldoras usadas para detener menstruación abundante. Maria tiene una reacción adversa al medicamento. Sus partidarios claman que la han envenenado. El mismo Enrique dirá más tarde a su hijo, el Duque de Richmond, que fue Ana Bolena quien intentó matar a Maria.

Al enterarse de la enfermedad, Enrique manda a su médico personal a atender a su hija, pero su preocupación paternal no puede superar su mezquindad. Se niega a las peticiones de Catalina quien quiere atender a la princesa. Enrique llegará incluso a mandar un mensaje a su hija con Lady Shelton. Que le diga que el Rey considera a Maria como “su peor enemiga”. Un cariñoso saludo de un padre a su hija moribunda. Tanto “Los Tudor” como “Wolf Hall” han mostrado a Ana Bolena complotando en contra de su hijastra. Lo cierto es que Enrique también le había tomado recelo y fastidio a María por no acatar sus decretos.

Existía también otro reparo psicótico por parte del rey y Hirst nos lo trasmite cuando un acalorado Chapuys solicita del permiso real para que Catalina vaya a atender a su hija enferma. Enrique porfía que la enfermedad de Maria es una argucia para que ambas mujeres se reúnan a “complotar” en su contra.

De su padre, Enrique ha heredado tanto la manía de persecución como la inseguridad respecto a su derecho a reinar. En Enrique existe una conciencia de que sus medidas le han granjeado el odio de muchos. Sabe que ha humillado a una gran señora y teme su venganza. A pesar de las aseguraciones de Chapuys que Catalina tiene otras cosas en la cabeza, Enrique juzga según su propia condición. Un inmisericorde como él solo espera revanchas de quienes ha dañado. Este tipo de pensamiento determinará el recelo que siempre tendrá en contra de Maria.

Maria se recupera, pero se suceden las desgracias en su vida. Desgracias que afectan su salud y que explican las dolencias que la martirizarán en el futuro y también su estado emocional. Primero viene la muerte de Catalina rodeada de sospechas de que se trata de un asesinato. Ana Bolena cae en desgracia. Antes de ir al cadalso la reina se arrodilla ante Lady Kingston, esposa del alcaide de la torre de Londres, y le suplica vaya donde Maria a pedirle perdón en su nombre (esto no lo ha retratado ninguna serie, pero ocurrió). Según Chapuys, con el tiempo, Maria si perdonó a Ana. Eso se deba tal vez, porque aun muerta la concubina, Enrique sigue mostrando su crueldad hacia su hija mayor.

Maria es atosigada por los obsequiosos cortesanos de su padre que intentan convencerla, a veces con idioma ofensivo, de poner su firma en los documentos que atestiguan que es una bastarda, que su madre nunca fue reina y que Enrique tiene más poder que el Papa. Cromwell la insulta por carta, el Duque de Norfolk le lanza ese comentario tan osado que Hirst pone en boca de Sir Francis Bryan, que a una hija tan ingrata él “le golpearía la cabeza en contra de la pared hasta que se volviera blanda como una manzana asada”. No me sorprenden tales palabras de un reconocido golpeador de mujeres como Norfolk, pero es incómodo ver el poco respeto que le tienen a la princesa. Incluso aconsejarán al rey que la ejecute.
Sir Francis Bryan

En ese momento, Londres es testigo de ejecuciones constantes, católicos acusados de traición son destripados y protestantes acusados de herejía acaban en la hoguera. Enrique está viendo sombras por todos lados. Sabe que sus enemigos se arremolinarán en torno a Maria. Tiene en la mira a los Pole y a los Courtenay, los últimos Plantagenet. Al Marques de Exeter lo destierra de la corte. Esto dará una oportunidad a Exeter y a los Pole de conspirar en contra de Enrique.

El rey está ocupado encarcelando a otros sospechosos. Uno que va a parar a la Torre por profesarle afecto a la princesa desterrada es... ¡Un tal Sir Francis Bryan! Encontré este detalle tan curioso y sin embargo tiene sentido. Si Lady Bryan fue devota nana de Maria y compartió su cautiverio, es natural que su hijo se mostrase partidario de la princesa. En La Torre, Sir Francis, que no es muy valiente, denuncia a su cuñado Sir Nicholas Carew (cuya hermana es amante del rey. Veo que Mary Bryan fue una inspiración para Lady Misseldon). Sir Nicholas si es ferviente partidario de la princesa. Tras una acalorada discusión con el rey, parte al exilio. Años más tarde será ejecutado, junto con otros partidarios de Maria, por participar en la Conspiración de Exeter y en el Peregrinaje de Gracia.


María en esa época

Es en este clima que Maria cometerá un acto que la llenará de vergüenza y sentimientos de culpa. A pesar de que tiene más de veinte años, es totalmente inexperta, está aislada, rodeada de gente que la aterroriza y chantajea. El mismo Chapuys le aconseja capitular. Lady Mary firma los papeles en los que reconoce ser ilegitima y a su padre como jefe de la iglesia anglicana. La princesa nunca se perdonará esa flaqueza.

Lo que sigue concuerda con la serie. Enrique recibe a su hija con los brazos abiertos. Maria congenia inmediatamente con su madrastra, Jane Seymour y colaboran ambas para que Elizabeth sea también aceptada por el padre. La ejecución de Ana Bolena había colocado a la pequeña Isabel en la misma situación precaria que había vivido Maria. En la vida real, dos mujeres deciden que eso no ocurrirá. 


Entre María y Jane consiguen el retorno de Isabel a la Corte

Lady Bryan se atreve a enfrentarse al rey para exigirle ropa y dinero para seguir manteniendo a Isabel como una princesa. Maria le escribe a su padre abogando por su hermanita que es muy pequeña y no entiende lo que ocurre. Desde ese momento, Isabel queda bajo los cuidados de Maria y nada nos indica que el cariño entre hermanas no fuera el que Hirst representa en su serie.


María siempre cuidó de Isabel

Hirst es “culpable” de esa escena preciosa en que Isabel ha sido descuidada por sus criadas y está llorando. Maria se enternece, la toma en brazos y le canta una canción de cuna. Una escena que bien pudo ocurrir. La verdadera “Bloody Mary” adoraba a los niños.

Por ese entonces tiene lugar el mayor alzamiento del reinado de Enrique VIII: la famosa Peregrinación de Gracia. Para Hirst este es un momento importante por razones históricas y personales.  Cito de su artículo en Female First:

Mientras escribía la temporada 3 de los Tudor me encontré con algo que no me enseñaron en el colegio: la peregrinación de gracia, una rebelión católica contra la destrucción de los monasterios, reliquias y la política de Enrique. Yo vengo de Yorkshire, y toda nuestra cultura se encuentra junto a las ruinas de los monasterios que Enrique destruyó. En mi adolescencia, paseé y toqué guitarra junto a las abadías de Bolton y Fountains, lugares que en el siglo XVI eran el centro de la vida social y religiosa. Enrique los destruyó, y una revolución se inició en el norte, en York. Fue algo gigantesco, miles de personas marcharon sobre Londres para enfrentar al rey, y absolutamente ningún director o productor había mostrado eso antes, ni en cine ni en TV. Nadie había retratado el sufrimiento de los católicos, y aunque yo no comparta algunos puntos de vista, era mi deber mostrarlo.

Hoy en día, recibo cartas y emails de católicos ingleses agradeciéndome, porque su historia siempre la han escrito los vencedores. El resultado es que somos un país protestante y todos mis colegas que escriben ficción histórica los ponen siempre como los villanos del cuento. Yo intenté balancear un poco el espectro y darle a cada uno la igualdad y el mismo tiempo para expresarse, sin miramientos ni juicios de valor. Porque hay muchas verdades políticas y eventos que vienen justamente de las reformas religiosas y pensamientos espirituales. Eso, para mí, es fundamental cuando escribo una serie histórica.

Hirst aprovecha de tomarse una licencia creativa que involucra a Maria con el líder de la revuelta, Robert Aske. Gracias esa licencia tenemos esa escena preciosa de Aske y Maria en la capilla real. La llegada de Maria encapuchada, y de noche, es totalmente mágica. Ya hay premoniciones de la Aurora de “Once Upon a Time”. Hirst escoge convertir as Aske, que en la vida real era soltero y más joven, en un padre de familia de edad mediana. Funciona, así como figura paterna de la princesa.

Hay algo en el dialogo entre ambos que es veraz. Aske le dice a María que el pueblo está con ella y que le recuerda tanto a su madre, Catalina de Aragón. Efectivamente, el Norte de Inglaterra es devoto de la joven princesa y el recuerdo de la antigua reina perdura entre ellos. María se despide entregando a Aske un diamante que él llevara consigo a su horrible ejecución. Más tarde vemos a Maria hablar con tristeza de los restos del líder de la revuelta que ahora son comida de cuervos.

Nunca sabremos si la verdadera Maria apoyó de alguna manera este levantamiento. Lo cierto es que todos los que conspiran en contra del padre, vuelven los ojos hacia la hija mayor. Ese cuento de que Inglaterra no iba a aguantar una mujer en el trono es una falsedad total. Entretanto, Enrique planea un futuro matrimonio para su hija. Usa a Chapuys para que abra negociaciones con la corte portuguesa. Quiere casar a su hija con Don Luis, hermano del Rey de Portugal. Sin embargo, Enrique sigue temiendo que Maria conspire en contra suya. La ve con recelo misógino. Incluso, duda de su moralidad y envía a Sir Francis Bryan a probar la inocencia de su hija con ese chiste soez que vimos en la serie.

El reinado de Jane Seymour dura poco. Tras dar a luz al ansiado heredero, la reina muere de disentería provocada por un alimento en mal estado. Tanto Enrique como su hija están transidos de dolor. Maria tiene que sacar fuerzas de flaqueza para liderar la procesión fúnebre de su madrastra. 


Maria,  Jane y su hermanito


Padre e hija sec onsuelan mutuamente.

Muerta Juana, muertos los planes de la boda portuguesa, Maria se aleja de la corte.  Prefiere vivir alejada de intrigas y tiranías. Aun así, visita a menuda al hermanito del cual también es madrina.
Estoy leyendo un libro fantástico Mary Tudor: England’s First Queen de Anna Whitelock. Ahí basándose en correspondencia privada y reportes de testigos, la autora elabora un retrato de Maria y sus hermanos que opaca la horrible imagen de familia disfuncional de Los Tudors. No solo Maria está muy unida con su hermana, también con Eduardo que la adora y la considerará hasta su reinado como la única figura materna de su vida.
María e Isabel comparten la misma cama
María en el bautizo de su hermanito

Sin embargo, la vida de Maria todavía no es tranquila. Cercano a su caída, Cromwell está obsesionado en recuperar la confianza del rey. Acelera sus labores de espionaje y desentierra conspiraciones que muchas veces no existen. Es él quien acusa a Maria de recibir extraños en su casa. El término “Stranger” puede referirse tanto a gente que no frecuenta la Corte como a extranjeros. En todo caso, en ese mundo paranoico representan un peligro. Enrique airado escribe exigiéndole explicaciones a su hija. Maria responde contrita prometiendo no volver a recibir en su casa a gente que no le sea grata su padre.

Enrique está ocupado con una nueva esposa. Maria regresa a la Corte a conocer a su nueva madrastra, Ana de Cleves. Tal como nos la muestra “Los Tudors”, Ana es encantadora y se granjea el cariño de las personas. A pesar de que Maria ha vuelto con el encargo de atender a su madrastra, la verdadera razón es que Enrique ya fastidiado con una esposa que le parece poco atractiva hace venir a su hija para que le sirva de compañía. Enrique goza compartiendo actividades con su hija mayor. Juegan ajedrez, van de cacería, ambos son amigos de la música, y la pobre princesa sirve de audiencia cautiva a los largos monólogos megalómanos de su padre.

Por suerte para ambas, Ana y Maria pronto iniciaron una amistad que duraría hasta que la esposa rechazada de Enrique muriera durante el reinado de su hijastra. Una anécdota que ilustra su buena relación es que cuando Maria entra en Londres para ser coronada iba escoltada por su hermana Isabel y por Ana de Cleves.

Será a través de Ana que Maria conocerá a Felipe de Baviera. Todo lo que Hirst ha incluido en su serie sobre esta pareja es cierto. Felipe fue el gran romance de María, su primera y última ilusión. Incluso ese beso compartido (aunque lugar y circunstancias difieran entre la realidad y la ficción) es un hecho histórico. Sin embargo, la maldad de Enrique vuelve hacerse presente y el compromiso no llega a buen término.


 El soberano le dirá a Marillac, el nuevo embajador de Francia,  “quiero a mi hija, pero más me quiero yo”. Con esas palabras el rey decretaba la soltería eterna de su hija mayor. No deseaba que Maria apoyada por algún príncipe extranjero pudiera intentar arrebatarle el trono, y peor sería casarla con un noble ingles al que se le subiera la ambición a la cabeza y organizara alguna revuelta en contra de Enrique.

Enrique rápidamente se harta de la noble, pero feúcha Ana y se divorcia de ella, para, como era su costumbre, casarse con una de las damas de su esposa. En este caso, el honor recae en Catalina Howard, la prima adolescente de la difunta Ana Bolena. Como todos los que vimos “Los Tudors” yo creía que la relación entre Maria y su nueva madrastra había sido tormentosa. Existe un despacho de Chapuys a su emperador en el que narra esa escena en que la petulante Catalina se presenta en los aposentos de su hijastra a exigirle que la trate con más respeto. La pelea entre ambas acabó en la vida real tal como en la serie,  con Catalina “robándose” dos damas del sequito de Maria.

Sin embargo, en el libro que estoy leyendo (y existen despachos de Chapuys que lo prueban) asegura que, tras este incidente, Maria cambia su actitud hacia la nueva reina y logra encontrar un modus vivendis con ella. Quizás fue Maria quien convenciera a su madrastra de enviarle ropa de abrigo a su madrina, la marquesa de Salisbury,  quien llevaba años encerrada en La Torre.
María, el rey y Catalina Howard

En 1541, Enrique y su reina emprenden un tour real que se conoce como Progress to the North. La idea es visitar las tierras en donde había surgido El Peregrinaje de Gracia y ofrecer un simbólico “perdón real” a los sobrevivientes de la masacre. Como el rey no da puntada sin hilo,  se lleva también a su hija mayor consiente del arrastre que Maria tiene con los norteños. Efectivamente, tal como lo muestra la serie, el pueblo se aglomera en los caminos para vitorear a la princesa. Catalina demasiado ocupada en sus retozos sexuales con Thomas Culpepper, no repara en que la hijastra la opaca. Poco después la nueva reina cae en desgracia.

María triunfante enttre sus fieles Norteños

Tras la ejecución de la atolondrada Catalina, Maria vuelve a ocupar el sitial más importante de la Corte y así la vemos sirviendo de anfitriona en una celebración navideña. Es un episodio elegiaco este, con una Maria más madura, más calmada, pero también más triste. Son casi nostálgicos su encuentro con otro desolado el Duque de Suffolk,  y con su amado Chapuys que ya anda un poco enfermito. Pero lo más interesante del episodio es que vemos a Maria alegrarse ante un reencuentro con otra amiga, Lady Latimer. Esta es Catalina Parr.


Unica escena de Sarah Bolger y Henry Cavill

En la vida real, Lady Latimer acabada de enviudar,  asiste a la Corte en busca de empleo. Maria se lo dará en su sequito de damas, es ahí donde Catalina atraerá la atención del rey. Sin importarle que su cuñado Thomas Seymour esté cortejando a la viuda, Enrique hace su propuesta de matrimonio y la aterrada Lady Latimer no puede negarse a una petición del tirano.

Consideró el mayor error histórico en la semblanza que Michael Hirst hace de Maria Tudor, el hacerla antagonizar con su última madrastra. En la vida real, y a pesar de las diferencias religiosas, Catalina Parr se llevaba muy bien con sus hijastros y fue instrumental para que el rey volviera a declarar legitimas a sus hijas y creara una nueva ley de sucesión que permitiría que Maria e Isabel ciñeran la corona de reinas.
Catalina Parr y sus hijastras

Catalina Parr se preocupa mucho de Maria, sobre todo porque para ese entonces la princesa sufría de melancolías que afectan su salud.  La hizo ver por muchos médicos, pero la realidad es que Maria que había nacido para esposa y madre ya tiene conciencia que ese destino nunca será para ella lo que la hace exclamar esa frase histórica de que mientras Enrique viva, ” yo seré siempre Lady Mary, ¡La mujer más desdichada de la Cristiandad!”.

Catalina, sabedora de la melancolía de su hijastra, la convence de dedicar su tiempo a traducir la obra de Erasmo al inglés. Aun, así como toda mujer solitaria la princesa cae en  vicios: los dados y los naipes. Se vuelve adicta al juego y “corrompe” a su hermana. Isabel será jugadora hasta el día de su muerte. En muchas ocasiones, Catalina será quien de su bolsillo pague las deudas de juego de María.

Y, sin embargo, esa fue una época tranquila para Maria que podía gozar de las cosas que le gustaban. Era vanidosilla, le gustaban los vestidos bonitos, las joyas y los bailes. Ese episodio en que recibe al Duque de Nájera, baila con él y lo impresiona con su simpatía y hasta en su habilidad para “hablar cristiano” es totalmente factual. Una lástima que Maria que había aprendido castellano con su madre lo olvidará más tarde. Con Felipe II que sería su marido,  se comunicaba en latín.

La visita del Duque de Nájera provoca un pequeño incidente que no aparece en la serie. El Príncipe Eduardo le escribe a Catalina rogándole que vigile a su hermana y que no le permita perder el tiempo en frivolidades impropias de una buena cristiana. Aunque este puede ser un arranque de un hermanito celoso también presagia lo que vendrá en el futuro. La muerte de Enrique no liberará a Maria. Por el contrario, el reinado de su hermano la coloca bajo la tutela y escrutinio de otro tirano.

Pero antes de adelantarme a los hechos, quiero hacer una recopilación de lo que Hirst hace con Maria y porque considero que es su mayor aportación a la narrativa histórica. Maria I ha sido vista por la historia como una fanática asesina, cuyo reinado se vio marcado por la ejecución de 300 reformistas. En “Wolf Hall” Hilary Mantel la describe como un personaje anodino, medio bobo, y fácil de manipular.

 Hirst intenta explicarnos a Maria y las circunstancias que la convirtieron en Bloody Mayr.  Los Tudors nos brindan claves para entender y querer (sin excusar su conducta futura) a una niña que se convierte en un peón de la esquizofrenia paterna. Una princesa a la que de pronto, los caprichos de Enrique vuelven una enemiga del estado que vive prisionera, abusada, maltratada, amenazada y expuesta todo tipo de carencias. Incluso su vida adulta está marcada por vigilancias, por miedos y sobre todo por soledad. Maria es obligada a convertirse en figura materna de sus hermanos, pero impedida de formar su propio hogar.

Ya para la temporada final, Michael Hirst nos da atisbos de como el daño moral y físico han deformando la psiquis de la princesa y dado paso a una mujer vengativa. Curiosamente, el rencor de Maria no va en contra de quienes le faltaron, sino de los que hicieron sufrir a sus seres queridos; a su madre, a los amigos leales, a los que en su nombre se atrevieron a levantarse en contra de Enrique.

El exabrupto que Sarah Bolger tiene en la serie ante Chapuys, en el cual jura usar los métodos más crueles para volver a Inglaterra al seno de la Iglesia, más que una premonición es una reacción contra una Reforma diabólica en cuyo nombre se sacrificó a Catalina de Aragón y a tantos otros. Maria comienza a verse como la representante de su madre en la tierra. Por lo tanto, debe apoyar el regreso del catolicismo más ortodoxo y el repudio y erradicación de la falsa religión. Cuando Maria le pregunta al Conde de Nájera, “¿acaso no soy hija de mi madre?” reafirma esta imagen en la que se ha reencarnado.

Yo creo que esta fue una etapa de gran soledad y desilusión para Maria que determinaría su futuro reinado. La princesa cada vez está más aislada.  Isabel y Eduardo no comparten su fe por lo que los hermanos se miran con recelo. Enrique nunca ha sido un apoyo y llega el golpe más duro, el retiro del fiel Chapuys. No sé que es más triste ver al anciano y enfermo embajador sufrir una última humillación del patán Enrique o su despedida de Maria.

Es histórico ese agradecimiento que Chapuys le hace a Catalina Parr por los desvelos que ha mostrado por su hijastra. El embajador sabe que Maria es la persona más desvalida de la corte y por eso su despedida es tan conmovedora con Sarah Bolger hecha un mar de lágrimas exigiendo que Chapuys no se marche:  “Os lo prohíbo!”

Terrible ese momento en la cual Maria se entera de la muerte de su amigo. Que la noticia venga de boca de Sir Robert Rich, el peor villano de la Corte Tudor  hace la escena más dolorosa. Cuando Rich le ofrece su adhesión a la princesa, queremos gritar alertándola contra  la manipulación de  este rufián. Irónicamente Rich,  que en ese instante finge ser católico, se volverá reformista durante el reinado de Eduardo y será uno de los instrumentos de los que el joven rey se valdrá para maltratar a su hermana.

La muerte de Enrique no es una bendición para Maria. El hermano al  que ha criado desde la cuna se ha vuelto un protestante fanático. La princesa vivirá alejada de la Corte, en Hundson Manor. Hasta allá  la perseguirá Eduardo haciendo arrestar a sus capellanes, sembrando espías entre sus sirvientes y obligándola a presentarse en la Corte donde se dará el gusto de recriminarle su adhesión a una religión prohibida. En una ocasión,  la hace llorar públicamente. Finalmente envía a Rich con una carta.

Maria, que  está harta, recibe a Rich en el patio como el perro sucio que es. Manda decirle al rey que lo obedecerá en todo menos en materias de religión puesto que lo considera demasiado joven para emitir juicios válidos. Curiosamente, Eduardo la deja tranquila. eso si vuelve a declarar a sus hermanas bastardas y establece que tras su muerte reinará su prima Lady Jane Grey, nieta de Charles Brandon y la otra Mary Tudor.

Maria seguirá sola hasta su muerte. Apenas enterrado el padre, Catalina se casa con el Almirante Seymour, tío del rey. A Maria la escandaliza que su madrastra tan rápidamente se quite el luto y la preocupa que Catalina esté ahora unida a una camarilla que no es aliada de la princesa. Rompe relaciones con su madrastra y exige que Isabel siga su ejemplo. Isabel, obstinada como bueno Tudor, no le hace caso y se va a vivir con Catalina. Este matrimonio llevará a Catalina a la tumba y a Isabel a perder la reputación y tal vez más.

Maria llegará a ser reina, pero para entonces estará vieja y cansada. La seguirán aquejando problemas:  un país dividido, un marido que la humilla, una salud quebrantada. La historia ha sido injusta con ella retratándola como un monstruo ¿Pero después de esta larga semblanza podemos seguir viéndola nada más que como una déspota intransigente?  Si podemos entenderla entonces démosle gracias a Sarah Bolger y a Michael Hirst por habernos revelado el lado humano de Bloody Mary.