lunes, 30 de octubre de 2017

La Reina Enfermera: Personajes reales de Tiempos de Guerra


La sexta entrega de “Tiempos de Guerra” ha sido titulada “La Reina Enfermera” y ha contado con una aparición especial de Cuca Escribano en su rol de Victoria Eugenia de Battenberg, Reina de España. Ha sido un gusto ver a un personaje olvidado, a veces malinterpretado, de la historia ibérica. Se ha expandido su rol en esta serie sobre La Guerra de Marruecos, pero como ha dicho el guionista Carlos López, Doña Ena merece una serie para ella sola.

Los historiadores no han sido del todo justos con Doña Victoria Eugenia. Ahora que acabo de terminar Los años del miedo de Juan Eslava Galán me he sentido incomoda y con un poco de vergüenza ajena por el modo burlesco, casi chulesco, con el que el autor se refiere a la familia real española de esos años. Pase con Don Alfonso que fue un mal rey, pero burlarse de la reina que tanto sufrió y tanto quiso a un país que la recibió a bombazo limpio, me parece poco caballeroso.

En la imaginación popular, la pobre reina Ena ha quedado como una pobre inútil, frívola y cornuda. Se la retrata como perdida en una tierra cuya lengua nunca pudo aprender bien y cuyo rey pronto dejó de quererla. Peor aún,  se le acusa de haber sido portadora del temido gen de la hemofilia.

Aida Flix dio vida a la reina en "Gran Hotel":

Hija de la Princesa Beatriz de Battenberg, a su vez hija menor y la más cercana a la Reina Victoria, Victoria Eugenia nunca esperó ser reina. Sin embargo, desde su infancia tuvo cercanía con España. Fue ahijada de la andaluza Eugenia de Montijo, Emperatriz de los Franceses; sostuvo amistad infantil con el Duque de Alba; y un solo encuentro con el ya rey de España fue el principio de una profunda, aunque breve historia de amor. A Alfonso XIII que era tozudo no le importó (pero solo por un momento) que Ena, como la apodaban, fuera protestante, no perteneciera la realeza y fuese portadora de la hemofilia.

A pesar de la oposición de la Reina Maria Cristina, madre del rey, Alfonso se casó en 1906 con Victoria Eugenia (ya convertida al catolicismo). Regresando de Los Jerónimos tuvieron un mal encuentro con el anarquista Mateo Morral que, en típico humor anarquista, les lanzó una poderosa bomba oculta en un ramo de flores. Aunque la pareja de recién casados resultó ilesa, murieron muchos integrantes del sequito real y varios transeúntes.  Incluso la explosión voló balcones matando a la Marquesa de Tolosa que se había asomado a ver pasar a los novios. La nueva reina, de solo dieciocho años, se portó con gran entereza y recibió a sus invitados en su vestido de novia ensangrentado. Sin embargo, es comprensible pensar que ese recibimiento no presagiaba una buena relación entre España y su nueva soberana.
Atentado de Mateo Morral 

Entre 1907 y 1914, Alfonso y Ena tuvieron siete hijos. Lo que superficialmente indicaría un matrimonio bien avenido, en realidad era una demostración de la necesidad del rey de tener un heredero sano. De los siete hijos de la pareja, solo tres eran saludables y dos de ellos eran hembras. De los cinco varones, Fernando nació muerto, Alfonso, el primogénito, y Gonzalo el menor, sufrieron de hemofilia. Don Jaime, a los cuatro años quedó sordomudo culpa de una mastoiditis y una operación chambona, El Rey culpó a su esposa por esta familia enfermiza. Buscó hijos con otras mujeres, inclusive liándose con la institutriz de los principitos.
Victoria Eugenia y sus hijos en 1917 (Foto de Campua padre)

La reina sufría en silencio. No tenía ningún apoyo en su suegra, que la odiaba, ni en cortesanos hipócritas. Buscó consuelo en obras de caridad. La enfermedad de su primogénito la llevó a crear hogares para niños abandonados y delincuentes juveniles. En recuerdo del suegro que no llegó a conocer, la reina fomentó campañas contra la tuberculosis. Pero su proyecto más grandioso sería la reorganización de La Cruz Roja Española. Fue ella quien impuso nuevos y más modernos reglamentos y uniformes. Su mayor logro fue la creación de un cuerpo de “damas enfermeras” quienes tenían que cumplir con un riguroso programa de entrenamiento antes de recibir su diploma. En toda esta empresa, la reina contó con la ayuda de Carmen Angoloti, Duquesa de la Victoria, amiga y dama de honor de Su Majestad.
La Reina en uniforme de la Cruz Roja

Sería la Guerra de Marruecos el escenario donde se desplegaría la importante labor de la Cruz Roja Española. Tras recibir la noticia del Desastre de Anual, Victoria Eugenia envía a la Duquesa de la Victoria y un contingente de Damas Enfermeras a Melilla. Esa es la base de la trama de “Tiempos de Guerra”.

La serie nos muestra los choques que tiene el ejercito con Doña Carmen y sus enfermeras quienes traen otras ideas sobre la atención de herido y que superan los métodos anticuados de los equipos de sanidad militar. La famosa frase “con la Reina o contra la Reina” que Alicia Borrachero espeta al comandante Márquez es histórica. La Reina representaba La Cruz Roja y la Cruz Roja traía cambios revolucionarios en lo que se refiere a métodos antisépticos y otras maneras de atender heridos.  

Durante el Conflicto en África, La Duquesa viajó a menudo, a Madrid a conferenciar con su jefa y soberana sobre el tema de los soldados, hospitales y enfermeras. En la serie vemos a Carmen acudiendo a Doña Ena para impedir exitosamente un fusilamiento injusto. No sorprendería que, dado el caso, Su Majestad hubiese intervenido. Tenía buen corazón y mucho arrojo en las causas que emprendía.


Gracias al material de soporte de “Tiempos de Guerra “ he descubierto que, aunque la única visita oficial de la pareja real a África tuvo lugar en 1927, la soberana viajó de manera informal y casi secreta en varias ocasiones a Melilla. En este sexto capítulo vemos a la Reina llegar al hospital en busca de Carmen a quien quiere llevar a convalecer a Madrid. A pesar de ser una visita privada, se la homenajea con una recepción en la cual Fidel aprovecha de pedir la mano de Susana. Después que la Reina es convencida por su Duquesa amiga de que debe dejarla en el Protectorado, Doña Ena se embarca en planes de construir hospitales en todo Marruecos, algo que realizaría La Cruz Roja antes de acabar La Guerra del Rif.

Contrasta el cariño con que la serie ve al personaje histórico, con el poco afecto que Victoria Eugenia se granjeó entre sus súbditos. Parece mentira, pero esta mujer tan altruista y progresista fue percibida como un ente frívolo y ameritó casi los mismos recelos y odios que otra famosa reina: Maria Antonieta. Siempre se la vio como una extranjera con costumbres que chocaban con la severa cultura española, sobre todo en lo que respecta al comportamiento femenino. Se la acusaba de gastar en vestidos y joyas, de ser amiga de las fiestas, y tan moderna que hasta fumaba con boquilla.

Es cierto que su español siempre fue marcado por pronunciado acento. Su nieto Juan Carlos seria, décadas más tarde, quien acabaría corregir la mala pronunciación de la abuela. Doña Ena no soportaba el espectáculo taurino (para ser sinceros, tampoco yo) y aparte del gazpacho, no gustaba de la comida española. Sin embargo, ella tan culta, amiga de la ópera y música clásica, tenía afición por las coplas y por tonadilleras de moda como Raquel Meller.

Philip de Lazlo la retrató con mantilla española, pero Victoria Eugenia fue siempre muy inglesa

Como ocurriera con Maria Antonieta, los peores enemigos de Victoria Eugenia fueron representantes de la nobleza. Existió una camarilla que pretendía reemplazarla con la amante del rey, Carmen “Nenuca” Ruiz de Moraga. Increíble, pero había nobles que preferían de reina a una actriz divorciada en vez de una mujer noble en todos los sentidos de la palabra. La misma Reina Maria Cristina demostraba más interés por los bastardos de Nenuca que por sus nietos legítimos. Sabedora de que el impulsador de la idea de reemplazarla era el Marqués de Viana, Doña Ena lo mandó a llamar. En una acalorada discusión, la reina terminó emplazándolo diciéndole que D-s habría de juzgarlo. Esa misma noche, el Marques caía fulminado por un infarto. Muchos acusaron a Victoria Eugenia de haber propiciado esa muerte con sus reclamos.

Mas crueles fueron otros rumores. En España, Victoria Eugenia tuvo pocas amistades, pero sus más devotos seguidores fueron los Duques de Lécera. Como a Maria Antonieta, se le levantaron a la reina calumnias espantosas. Se decía que Doña Ena tenía amores no solo con el Duque sino también con la Duquesa. Ningún historiador serio ha encontrado pruebas de esa falsa acusación. Solo un rufián como Paul Preston puede hoy en día seguir propagando ese chisme sin fundamento.

En 1931, Alfonso XIII era derrocado. Huiría de España como un cobarde, dejando atrás a su esposa y a sus hijos, algunos de ellos enfermos. Como Maria Antonieta, la reina pasó una noche de terror ante el temor de ser víctima de una turba revolucionaria que afuera del palacio gritaba insultos y obscenidades. Las asustadas Infantas, esa noche la pasaron junto a su madre. Al día siguiente abandonaron España.  Dicen que las últimas palabras de Su Majestad, al dejar suelo español fueron “¡Cuidad de mi Cruz Roja!”
La reina descansa en ruta al exilio (ABC)
La reina llega al Savoy

La Familia Real Española se reunió en Fontainebleau, en un hotel de cuarta llamado el Savoy. En el lobby fue donde Victoria Eugenia se encontró con Alfonso de quien llevaba un tiempo separada. Al exilio los habían acompañado algunos nobles leales como los Duques de la Victoria, y por supuesto, los Duques de Lécera. No se sabe si porque creyese rumores, o simplemente por fastidiar, Alfonso le exigió a su cónyugue que despidiera a los Lécera. “O ellos o yo “dijo el infantil ex monarca. Doña Ena eligió a sus amigos y le espetó al marido infiel: “I don’t want to see your ugly face again!” (¡No quiero volver a ver tu fea cara nunca más!) Es cierto, Alfonso que se creía Don Juan (y como lo describiera Pilar Eyre era todo un “depredador sexual”) era feo y más encima halitoso.


La Reina se separó de facto de su marido, dejando atrás, por un tiempo, a sus hijos que ya eran adultos, Se fue a vivir a Inglaterra con su madre. Mas tarde se iría a Italia donde varios de sus hijos residían y donde sus hijas se casarían con nobles de ese país. En 1941, fallecía en Roma el Rey Alfonso XIII. Basándonos en el recuento que Juan Eslava Galán da en Los Años del Miedo, la reina no estuvo al lado de su marido en las últimas horas del soberano. Alfonso no la quiso cerca a pesar de estar ella en Roma. El rey con gritos de “¡Fuera, Fuera!” la ahuyentó, prefiriendo la compañía de la Duquesa de la Victoria.

El gobierno de Mussolini terminó por expulsar a Victoria Eugenia de Italia. No la veían con buenos ojos creyéndola espía de los británicos. El inepto de Anthony Eden le escribió a la reina diciéndole que se olvidase de volver a Inglaterra ya que no podía prometerle protección de los simpatizantes de la Republica. Victoria Eugenia entonces compró una villa en Lausana y se instaló en Suiza donde pasaría sus últimos años.


El mayor problema de la reina nacía de su mayor defecto. Era manirrota, y además de costear sus cosas y sus sirvientes se hizo cargo de los hijos de su hijo Don Jaime, por eso siempre andaba corta de dinero. Victoria Eugenia nunca se metió en políticas españolas, solo lo concerniente a la sucesión al trono de su hijo Juan. A diferencia de su marido que aportó ayuda monetaria al Movimiento Nacional, la reina nunca se pronunció por ningún bando, aunque obviamente esperaba una restauración de la monarquía. Solo se sabe que apoyó al Conde de Barcelona cuando este rompió con el Franquismo en su Manifiesto de Lausana (1945). Por algo, Don Juan hizo su pronunciamiento desde la ciudad suiza donde residía su madre.

Curiosamente, El Caudillo no le guardó rencor a quien había sido madrina de su matrimonio. En 1955, le asignó a Doña Ena una pensión vitalicia de 255.000 pesetas anuales que la Reina, siempre apuradilla, mucho necesitaba. En 1968, la anciana reina volvía a pisar suelo español con motivo del bautizo de su bisnieto, el actual Rey de España. Recuerdo los artículos con fotografías en Vanidades y otras publicaciones de ese histórico bautizo del Príncipe de Asturias. Un año más tarde, Doña Ena fallecía en Lausana. En 1985, su nieto el Rey Juan Carlos I, hizo trasladar los restos de su abuela a Madrid.
La reina en el bautizo de su bisnieto.

La Reina Victoria Eugenia es un personaje histórico olvidado y cuando se la recuerda es por motivos nefastos: haber sido la pobre esposa abochornada y la culpable de la enfermedad de sus hijos. Se la asocia con una monarquía desastrosa o es pasto para la insidia de los chismógrafos. ¡Si hasta le inventaron un romance con su compadre, el Duque de Alba!

“Tiempos de Guerra” nos ofrece un retrato más fidedigno de Doña Ena y de las aportaciones que hizo a España. La Reina Victoria Eugenia fue quien reorganizó y modernizó la Cruz Roja española, expandiendo sus servicios por toda la Península y hasta el Protectorado. Sin sus desvelos, no hubiesen estado las medidas de higiene y medicina moderna al alcance de los heridos de La Guerra de Marruecos. Ella fundó los cuerpos de "Damas Enfermeras” al que pertenecen Julia, Pilar y Magdalena. Ella misma sirvió en sus hospitales contagiando con su ejemplo a damas de la realeza y la de la nobleza. Ella fue “La Reina Enfermera” y sin ella no tendríamos “Tiempos de Guerra”.



martes, 24 de octubre de 2017

Una Colección de Marquesas: Tiempos de Guerra y el arquetipo de la enfermera de combate


Seguimos comentando “Tiempos de Guerra”,  la nueva serie histórica de Antena 3. En una entrada anterior, me referí a una fórmula que Bambú emplea como esquema para su serie histórica y en este esquema entran en juego lugares comunes y arquetipos. Las tres protagonistas corresponden a modelos ya empleados en otras producciones que giran en torno a enfermeras de combate.

La llegada de las “damas enfermeras” de “Tiempos de Guerra” a Melilla origina un comentario despectivo por parte de Verónica (Alicia Rubio), enfermera veterana. “Son una colección de marquesas”. Sus palabras reflejan un desprecio por la clase social e inexperiencia de las principiantes. A su vez esa frase expresa antiguos estereotipos a los que la ficción histórica echa mano cada vez que tiene que describir un grupo de novatas obligadas por las circunstancias a atender soldados heridos.

Dos miembros de la "colección de marquesas"

La enfermera de combate es un tópico de la ficción bélica e histórica y tenemos ejemplos reconocidos. Incluso hoy en día, ya son parte del universo fantástico, con Talisa de “Juego de Tronos” y Claire Randall de “Outlander”. Casi no hay novela o filme sobre algún conflicto bélico que no haya ameritado la aparición de la enfermera, aunque esta no sea una profesional y cumpla con su trabajo casi a regañadientes, como Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó.


En Scarlett y en su cuñada Melanie Hamilton, encontramos varios lugares comunes que irán formando parte del retrato de la enfermera de combate en la ficción. Mujer de clase alta, acostumbrada a que la sirvan y que de pronto, en aras del deber, está expuesta a trabajos indecentes y a espectáculos indecorosos y repugnantes.
Scarlett y Melly en el hospital de Atlanta

También, recordando la única labor de hospital que le resultaba agradable a Scarlett, está la imagen de la enfermera como vampiresa, que coquetea con los pacientes para elevarles la moral y, de paso, también coquetea con los médicos, tal vez por la misma razón. En el Hall de la Fama de las enfermeras de batalla las tenemos representadas desde la sublime Catherine Berkeley de Adiós a las armas de Hemingway, hasta la caricaturesca zorra Margaret Hooligan apodada “Labios Calientes” de “M.A.S.H”.

Ambos personajes personifican una realidad. En las memorias escritas por enfermeras en Vietnam hay dos puntos recurrentes: ordenes de usar perfume y maquillaje para cuando atiendan a pacientes en proceso de recuperación; y el acoso sexual por parte de las tropas que creían que las enfermeras estaban ahí para atenderlos en todos los aspectos. A pesar de que “Tiempos de Guerra” no tiene lugar ni en La Guerra de Secesión, ni en La Gran Guerra, ni en Corea ni en Vietnam (como las mencionadas) abarca estas imágenes de mujeres refinadas que desean servir a la patria en tiempos difíciles, pero cuyo servicio se les dificulta al tener que conjugarlo con atender heridos y asistir en operaciones cuando hay médicos, camilleros y soldados guapos por doquier.


Recordemos a Kate Beckinsdale en “Pearl Harbor”. Evelyn era una profesional cuya vocación de curar no le impedía ser el elemento más bonito de un triángulo amoroso y que acababa hasta embarazada. Aunque la literatura quisiera darnos enfermeras dedicadas y sacrificadas como la Vera Brittain que emerge de su autobiografía Testament of Youth, al final son más comúnmente “niñas bien” que no dan pie en bola como la Bryoni Tallis en Atonement. Digamos que las enfermeras de “Tiempos de Guerra” están a mitad de camino entre esos dos ejemplos.
Bryoni, Vera y Evelyn.

Por ejemplo, Julia Ballester (Amaia Salamanca) ha usado el servicio médico como excusa para venir a África a averiguar el paradero de su hermano y de su prometido. Es por eso por lo que no ha desarrollado un sentido del deber. A cada rato abandona su puesto. Y cuando no está involucrada en asuntos personales, se va a meditar a la orilla del mar o a suspirar por los rincones. Encontrar a su hermano Pedro, solo añade más caos a su vida.

¡Julia, que te necesitan en el quirófano!

Pronto descubrimos que Julia es impulsiva e irreflexiva. Le dicen que no se vaya meter al zoco a contratar maleantes para ayudar al hermano a desertar. Y ahí va rubia, bonita,  refinada. Termina golpeada y robada, por suerte no la violan.
No es por culpar a la víctima, pero...¡Mujer, en qué cabeza cabe!

A Julia se le ocurre disfrazar al hermano de cadáver y escamotearlo del hospital. Para eso se roba una ambulancia. Pero…Oh, ¡Cielos! Julia no sabe conducir. Debe ayudarla el camillero Larbi (Daniel Lundh), uno de los pocos sensatos en este cuento.  Todo acaba con Larbi (que tiene que mantener a su familia) despedido y a Julia, por un rato, le quitan el uniforme. Conclusión, Julia es egoísta y arrastra a los demás en su locura.

 Sin embargo, ese rasgo del personaje de Amaia Salamanca sirve para demostrar la camaradería de las enfermeras. Desinteresadamente, Magdalena y Pilar ayudan a Julia en todas sus locuras. En suma, Julia corresponde a los siguientes estereotipos asociados con enfermeras de combate: la mujer que viene en busca de un hombre, la rebelde a la que hay que ayudar en sus disparatadas empresas, y el eje que da unidad al trio de amigas. Agreguémosle, la peor característica de Julia. Después de doblarle el brazo al mundo para llegar a África y de dar vuelta las piedras en busca de su Andrés (Alex Gadea), ahora le hace ojitos al doctor Fidel (Alex García) que está más que comprometido con Susana Márquez (Silvia Alonso), la hija del Jefe de Sanidad.  ¿Y qué va a pasar ahora que Andrés fue liberado de esa prisión donde lo tenían los rifeños?
Julia abraza a Andrés, pero los ojos los tiene en Fidel.

 Los líos amorosos de Julia ni se acercan a los de sus compinches. Comencemos con Pilar de Soraluce (Verónica Sánchez), la viuda, la diestra, la circunspecta, la que hace las cosas de acuerdo con el manual. En realidad, es una mujer marcada por la soledad, lleva su esposo dos años de difunto, y ella no encuentra propósito ni paz. La guerra le ofrece una salida, la posibilidad de hacer algo útil y de dejar el pasado atrás. Pilar es tan eficiente que La Duquesa de la Victoria (Alicia Borrachero) la coloca de enfermera jefa, a la par con Verónica que lleva tiempo en África, y que es una profesional.


El lio se arma cuando descubrimos que el pasado del que huye Pilar abarca más que un marido atropellado por un tranvía. En Melilla, Pilar se encuentra con Luís (Cristóbal Suarez), el médico militar que hace ocho años la dejó vestida y alborotada en la puerta de la iglesia. A pesar de que ambos se quieren, a pesar de que Pilar ahora sabe que fue su familia quien los separó, Luis está casado y espera un hijo.  El problema mayor es que Pilar en vez de hacer lo cuerdo, ósea volverse a España, insiste en quedarse y esto no va a tener buen fin.
Donde hubo fuego..se juega con fuego ¿Verdad, Pilar?

Médico casado-enfermera guapa es otro cliché del drama médico-bélico. Incluso en los pacatos 40s se tenía conciencia, y especialmente en la mente de las esposas que los médicos militares dejaban atrás, que ellos estarían expuestos a muchas tentaciones principalmente por parte de quienes los asistirían en el quirófano. En 1948, Hollywood delinearía esta situación en “Homecoming” uno de los muchos filmes protagonizados por Lana Turner y Clark Gable. El Rey interpretaba a un médico que volvía a casa solo para relatarle a su esposa (Anna Baxter) que en Francia había caído bajo el embrujo de una enfermerita (Turner) que había tenido la decencia de dejarse matar por los alemanes para que el doctor pudiera regresar con su mujer legal.

El romance enfermera-medico es un trope tan archiconocido que incluso en Outlander cuando Claire se reúne con su marido después de años de servicio militar que los ha separado, él le pregunta si le ha sido infiel.  Parte de la hipocresía de “Hot Lips” en “M.A.S.H”es que, aunque quiere parecer formal y competente (puesto que como Pilar es jefa de enfermeras),  mantenga un affaire clandestino con el muy casado Mayor Frank Burns.
Margaret y Frank en la versión televisiva de "M.A.S.H"

En un momento, Hollywood cansado del lugar común decidió castigar a estas enfermeras tan ladinas. En “5 puertasal infierno”, escrita, producida y dirigida por James Clavell mucho antes de convertirse en autor de bestseller, Dolores Michaels interpreta a Athena,  chica estadounidense de buena familia que se ha unido a un contingente de enfermeras que bajo la bandera de la ONU sirven en la Primera Guerra de Indochina. A pesar de sus escrúpulos, Athena se enamora del médico casado de turno. Clavell entonces hace que un grupo de guerrilleros asalte el hospital de campaña. El medico muere y Athena es violada por el líder de la guerrilla. Ese fue el escarmiento al estereotipo.



Aun así, el cliché regresó en uno de los mejores dramas médico-bélicos de la televisión, “China Beach”. Allí tuvimos chicas rebeldes (la prostituta KC),  chicas que buscaban al hermano perdido (Cherry, la auxiliar de la Cruz Roja) y enfermeras prudentes y seguidoras de su deber como Colleen Mc Murphy, la protagonista. Como Pilar, McMurphy ha llegado a Vietnam con un sentido de misión, pero también para alejarse un poco del provincialismo de su Kansas natal. Valiente, compasiva y excelente enfermera pronto se acarrea el respeto de toda la base de China Beach, un cruce entre hospital y sitio de recreación para soldados convalecientes. Incluso consigue el reconocimiento del Dr. Richards su superior y, por supuesto, casado.


En su primera noche en China Beach, tras una serie de shocks culturales y de sobrevivir juntos el ataque de un guerrillero, Mc Murphy y el medico casi terminan en la cama. Desde ese momento se crea una carga de tensión sexual que no llega a consumarse nunca entre ellos, a pesar de que devendrá en amor. A través de cuatro temporadas vemos a la Teniente McMurphy tener romances con varios hombres incluyendo a dos casados: el piloto Natch (que como Luis hasta tiene mujer embarazada) y el doctor Bernard,  un montagnard que tiene una esposa vietnamita demente (a lo Jane Eyre) escondida en un closet. Entremedio, la mujer del Doctor Richards le manda los papeles de divorcio y él inicia un affaire con una corresponsal de guerra.

 En la última temporada, a punto de regresar a Kansas, McMurphy descubre que realmente ama a Richards. Se comprometen, pero en vísperas de la boda, el médico recibe noticia de que su ex mujer acaba de morir y debe regresar a California a cuidar de sus hijos. No volverán a encontrarse hasta veinte años más tarde ( y ya casados con otros) en una reunión del ex personal de China Beach en Washington, en el último episodio. Es ahí donde la nueva Sra. Richards hace la pregunta del millón a su marido “¿Con cuantas de las mujeres presentes no te acóstate?”
Dana Delaney y Robert Picardo como McMurphy y su doctor.

A pesar de echar mano de ese recurso tan trillado, “China Beach” supo equilibrarlo dándole a Mc Murphy casi tantas dimensiones emocionales como las aventuras que vivió en Vietnam. Eso es lo que desearía para “Tiempos de Guerra”, que las damas enfermeras vivieran más sucesos personales y laborales que no tuvieran que ver con lo romántico. Que conociésemos mejor a las protagonistas desligándolas de esos triángulos amorosos que no parecen llevar a ninguna parte agradable. Y sin embargo es la tercera protagonista quien presenta más variedad tanto en lo personal como en el amor.

Al comienzo miramos un poco en menos a Magdalena (Anna Moliner),  personaje menor, quien parece ser el relleno cómico, la compinche y confidente de compañeras más guapas e interesantes que ella. Curiosamente, y ese es un logro de la serie, el estereotipo se trastoca y es Magdalena el personaje con más vida interior de “Tiempos de Guerra” y el que mejor conocemos. No es una rubia etérea y enigmática como Julia ni una Pilar que quiere vendernos esa fachada de mujer conservadora, sin sangre en las venas,  que vive para su trabajo.Magdalena es carne y hueso;  es la atolondrada que se tropieza con la gente en la calle y abre la boca de más. Sin embargo, es la custodia de los secretos de sus amigas.
Magdalena es quien consuela a Julia. 

Para Julia, para Pilar e incluso para Susana Márquez que se ha criado con ella, Magdalena es una chica simpática, buena persona que ha tenido la suerte de ser millonaria y de comprometerse con un buen partido. Parece haber cierta conciencia en su círculo de que Magdalena es un poco tonta           (" siempre has sido tan inocente” le dice la madre de Susana) y no tan atractiva como sus compañeras. La misma Magdalena lo sabe y al despedirse de Daniel, le pide que no la olvide ni se enamore de otra, aunque sea más bonita que ella.
El último beso de Daniel. 

¿Es Magdalena poco atractiva? Lo que se pasa es que se sale del molde en lo que respecta (aun hoy) a méritos para atraer un hombre. Magdalena es de buen diente, es una gourmand y le gusta su traguito. A Marruecos ha traído en su equipaje de vestidos elegantes,  una petaca de coñac que mucho ha ayudado a fortalecer el trio de damas enfermeras y hasta calma los sueños eróticos de la virginal Magdalena. Es además la reina del blablá. Se expresa de manera incoherente y atropellada y de igual manera transita por el mundo chocando con todo.

A diferencia de Julia que viene en busca de parientes y de Pilar que busca alejarse del pasado, Magdalena ha venido como si se embarcara en un crucero. Viene a cumplir un poquito con labor patriótica y a tener un par de experiencias exóticas antes de casarse. Se supone que será la primera en dejar Marruecos, que en Madrid la espera una boda, pero irónicamente es la única de la serie que está echando el ancla en África.
Magdalena descubre que Larbi es musulmán

De todo el grupo es la única interesada en el país y en sus habitantes. Demuestra curiosidad por la religión musulmana, intenta aprender el idioma, se va a revisar los productos que ofrece el zoco, amadrina a un huerfanito moro y hace amistad con el enfermero marroquí Larbi. Es Larbi quien hace sentir a Magdalena lo que el novio no ha conseguido. Y es porque él admira lo que  el mundo Occidental reprobaría; la gula de Magdalena que sabe apreciar los mazapanes de la madre del camillero; su interés por el país y sus costumbres; su franqueza y su misma inocencia. Cuando Larbi la sabe comprometida, dice que Daniel es un hombre afortunado. ¿Lo sabrá Daniel?
¡Qué ricos se ven esos mazapanes!

Magdalena es una desviación del tópico de la enfermera militar en la ficción. Ni siquiera en “China Beach” se atrevieron a tener romances entre blancos y nativos. El amor de Larbi y Magdalena es totalmente prohibido, los separan clase, raza y religión. No sé si se dieron casos en la Guerra de Marruecos de amores entre española y marroquíes. Si los hubo entre españolas y moros (y hablo de amor, no de violaciones) en la Guerra Civil, y las autoridades del Bando Nacional se opusieron vehementemente a ellos.


Magdalena pone el toque novedoso en una serie que ha intentado retratar cánones establecidos por la ficción medica-bélica e imponerlos en un setting histórico virgen. A pesar de que “Tiempos de Guerra” no tiene mal rating, todavía no sabremos si ha dado la talla y se convertirá en serie o no pasará de breve dramatizado. Ese será el momento de ver que méritos la han hecho sobresalir o la han hundido. Hasta entonces, comprendo y apruebo el uso de clichés asociados con su género, pero aconsejo expandirlos y refinarlos con detalles nuevos como el personaje de Magdalena.

miércoles, 18 de octubre de 2017

La Guerra del Rif. Trasfondo histórico de Tiempos de Guerra


Se la llama La Guerra del Rif, La Guerra de África, La Segunda Guerra de Marruecos y La Campaña Africana. Se dice que fue un levantamiento de tribus rifeñas en contra del poder colonial español. Lo cierto es que involucró a Francia también y fue una pugna para mantener el protectorado europeo en el reino de Marruecos. Se dice que comenzó en 1911, otros afirman que ya llevaban dos años de escaramuzas. Lo cierto es que el momento cumbre fue el Desastre de Annual y ese es el punto histórico que los libretistas de “Tiempos de Guerra” han escogido para desembarcar en Melilla a Julia, Magdalena y Pilar, capitaneadas por la formidable Duquesa de la Victoria.


 Una idea fantástica ha sido elegir La Guerra de África como trasfondo de esta historia. Esta sangrienta y olvidada conflagración no es divisiva como La Guerra Civil, por lo tanto, resulta terreno seguro para poder transitar sin abrir heridas políticas. Es el consenso en España, cuando se recuerda el Conflicto del Rif, es que fue una barbaridad, una carnicería totalmente innecesaria.

Precisamente por tratarse de una pugna tan exótica, tenemos que ver primero de que se trató, porque les advierto llevamos cuatro capítulos, y todavía nadie nos explica de que se trata esta guerra que provoca tanto muerto y herido. El único detalle ha sido la negativa de Julia (en el episodio debut) de aceptar que su hermano y prometido hayan muerto  “por una buena causa”. Para nadie en España ni entonces ni ahora, La Guerra del Rif fue una buena causa. Simplemente se trató de un último acto en contra de pueblos nativos, o de etnias dentro de colonias, que vivían bajo poderes europeos.

La han llamado “La Campaña Africana”, pero los españoles han guerreado en el Norte de África desde que Cervantes sufriera cautiverio en Argel, y desde que a San Ramon Nonato los moros le pusieran un candado en la boca para que parara de predicar. Para el Siglo XVII, se había hecho del poder en Marruecos una dinastía conocida como la de los alauíes quienes lograron expulsar a los europeos de su territorio. La excepción fue España que siempre mantuvo control del borde costero donde se encuentran las ciudades de Ceuta y Melilla. Esa región es conocida como el Rif. Serian sus tribus de bereberes orgullosos, la mayoría montañeses, quienes se opondrían a la presencia extranjera.

Para el siglo XIX, Marruecos era un sultanato libre, que había mantenido su independencia ante las presiones otomanas. La belleza de sus ciudades y riqueza de su suelo la hacía atractiva a las potencias europeas. Ya en días de Luis-Felipe, Francia fue a meter la nariz por allá. España se contentaba con sus posiciones en la costa, pero los rifeños se la pasaban asaltando sus ciudades. En 1859, el gobierno español envió ingenieros a fortificar Ceuta. Los rifeños los mataron provocando tal furor en la península que hubo que enviar una expedición punitiva que a ratos alcanzó el fervor de cruzada. Esa Primera Guerra de Marruecos duró cuatro meses y provocó una cantidad de expresiones artísticas incluyendo la Aita Tettauen de Galdós y Un Diario de un testigo de la Guerra de África de Pedro Antonio de Alarcón.

Mientras Francia se imponía en el resto del país, España seguía con problemas en el Rif. La Guerra de Marruecos había sido declarada en contra del sultanato, pero nuevas escaramuzas bereberes movieron a España a luchar directamente con las tribus rifeñas entre 1893 y 1894. Esta guerra de Maragallo se llamó así por un gobernador imprudente que se puso a construir fuertes cerca de la tumba de un santón local. 6000 rifeños bajaron de los montes a degollar infieles. Pero los españoles tenían armamento moderno. Enviaron acorazados y reflectores eléctricos. Mas encima, el Sultán Hassan I tomó partido por los iberos y los rifeños tuvieron que bajar las armas y volver al monte. Con cada una de estas contiendas, España iba adquiriendo más territorio en el Magreb.

En 1909 se alborotan nuevamente las cabilas del Rif. Esta vez por la actividad de compañías extranjeras que explotaban las minas de hierro y estaño de la región. Aunque operaban con capital francés, quien daba la cara era la Compañía de Minas Españolas del Rif. Los rifeños atacaron a un capataz y a sus hombres, matando a cuatro de ellos. Otra vez, España mandaría un ejército a África, pero esta vez el pueblo español no acogió con buenos ojos esta campaña. Hubo protestas, sobre todo en Cataluña, que devendrían en la Semana Trágica de Barcelona.

Despedida de un soldado rumbo a Marruecos

A pesar de que los españoles repudiaban el conflicto, para el rey Alfonso XIII la presencia ibérica en África era fundamental. Tras el desastre del 98, España había perdido sus posesiones en el Caribe, Asia y en el Pacifico. Su única oportunidad de recobrar un imperio en ultramar era en el Magreb. A partir de 1911, el ejército español inició una agresiva campaña de pacificación en la zona del Rif, campaña que duraría hasta fines de La Gran Guerra. En 1920, Francia y España se repartieron Marruecos, quedando cada uno dueño de una sección del país (con la ciudad de Tánger convertida en zona internacional) que pasarían a conocerse como El Protectorado Frances y El Protectorado Español.


La hipocresía residía en hacer creer que esto no era una estratagema colonialista. En teoría, el país seguía regido por el Sultán Yizef, pero tanto el ejercito como la caja fuerte marroquíes eran manejados por “los protectores”. La corrupción estaba muy extendida entre administradores y altos mandos del ejército que se la pasaban del burdel a la mesa de juego. La tropa era un hato de soldados pobres, casi analfabetos, desmoralizados por estar lejos de su hogar, desnutridos y expuestos a enfermedades. Una enfermedad bienvenida era la sífilis, fácil de contraer cuando la prostitución estaba en auge y descontrolada en el protectorado. Un soldado sifilítico era dado de baja y retornado a su país. Este sería el ejercito que se batiría contra soldados vigorosos, que conocían el terreno, que tenían una causa por la que luchar y que serían liderados por el mítico Abd El-Krim.

Abd El-Krim en la Portada de Time Magazine (1925)

Este cadí (juez musulmán) pertenecía al poderoso clan de los Beni Urriaguel. Además de su formación legal, Abd El-Krim había tenido contacto con el poder colonial español e incluso con la misma España. Hablaba castellano perfectamente, había estudiado en Salamanca, había sido editor de la sección árabe de El Telegrama de Ceuta y había tomado parte en la burocracia colonial como maestro, traductor y escribiente. Esas experiencias lo hicieron un perito en la administración del protectorado, la debilidad de sus soldados y la corrupción vigente.

“Tiempos de Guerra” inicia con una batalla que los libros de historia conocerán como “El Desastre de Annual”. Ahí conocemos a los oficiales Pedro Ballester y Andrés Pereda. Los vemos pelear sin esperanza y más encima traicionados por su jefe, el vil comandante Silva un ejemplo del oficial corrupto del ejército español colonial. Como vemos em esas escenas, Annual era un campamento militar al que un ejército de 3,000 rifeños atacó obligando a las tropas europea a replegarse hasta la costa. Se dice que, de los 20.000 soldados españoles, 8.000 perecieron en una contienda en que militares profesionales fueron vencidos por nativos irregulares cuyo poder residía en su líder, un estratega nato, cuyas tácticas guerrilleras serían más adelantes copiadas por Mao, Ho-Chi-Min y el Che Guevara.
Cadáveres encontrados tras el desastre de Annual

Cuando las enfermeras de la Cruz Roja desembarcan en Melilla, esta es una plaza sitiada. Si Abd El-Krim no la atacó fue por temor a que la población cosmopolita hiciese un llamado a otros países europeos a sumarse a la guerra. Tanto los civiles como militares están en un estado de pánico que aumenta con el desabastecimiento y la desconfianza por la población autóctona. Lo vemos en el desprecio con que Susana, hija del comandante de la plaza, se expresa de Larbi, el enfermero árabe. Lo cierto es que la población marroquí no estaba con los rifeños quienes siempre habían sido una etnia separada. Incluso su religión, que todavía conservaba resabios paganos, era mirada con recelo por los imanes ortodoxos. Tanta era esa diferencia, que apenas declarada la independencia de Marruecos, en 1956, las tribus rifeñas volvieron a alzarse esta vez en contra del Sultán Mohamed V.

La escasez tanto de soldados como de municiones y alimentos se debía al caos provocado por una administración endeble y deshonesta.  Muchos de los víveres eran robados por los mismos militares y luego aparecían en el mercado negro. Ya en España el conflicto era mirado con indiferencia por las clases pudientes y con mucho resquemor por los estratos humildes que sabían que serían sus hijos la próxima carne de cañón. Por algo se llamó a la Guerra del Rif, “la guerra de los pobres”. Un toque novedoso de “Tiempos de Guerra” es mostrarnos oficiales “señoritos “como Andrés y Pedro.


La serie, a diferencia de otros ejemplos de ficción histórica española, no se apoya en ideología sino en un conflicto de clases donde los oprimidos (en este caso el soldado raso) no tienen voz. A pesar de que la tropa de Pedro sabe que el comandante Silva miente y el alférez dice la verdad, no esperan que se les tome en cuenta ni que crean en sus declaraciones. Aun así, se amotinan y rápidamente son reprimidos con la amenaza de cortes marciales y paredones. Ya vimos como Pedro fue condenado a muerte y su ejecución solo consiguió ser frenada por la Duquesa de la Victoria y la mismísima Reina de España.
Pedro casi es fusilado

Tiene que salvarlo la Reina Victoria-Eugenia

En España, había conciencia de ese abandono. El desaliento fue explotado primero por elementos subversivos de derecha que devendrían en la dictadura de Miguel Primo de Rivera (que había sido oficial condecorado en La Guerra de Maragallo) y luego por eventos republicanos que llevarían a la derogación de la monarquía, apenas acabado el conflicto.

Por ahora estamos en 1921, en “Tiempos de Guerra”. Todavía le quedan cuatro años a la Guerra de Marruecos. Durante ese tiempo, Abd El-Krim establece una república independiente y llega hasta los confines del protectorado. El error del líder será ese, atacar a los franceses en un territorio donde los jeques no reconocen la autoridad del comandante rifeño. Los franceses también envían tropas comandadas por el héroe de la Gran Guerra, Henri Pétain. Se comienzan a utilizar armas químicas para eliminar al enemigo.

 Finalmente, un contingente de tropas francesas y españolas desembarcan en Alhucemas y acaban con La Guerra del Rif.  Abd El-Krim se rinde a los franceses. Estos lo toman prisionero, y le dan un trato honorable, negándose a las peticiones de extradición de España. En 1947, el líder rifeño huirá a Egipto. Morirá Abd El-Krim en Cairo en 1963, alcanzando a ver la independencia del Magreb.

Ya les he hablado de las repercusiones políticas que La Guerra del Rif tendrá en España, pero también surgen otros factores en el mismo protectorado que afectarán a un ejército colonial que en la próxima década invadirá la Península. El primero es la aparición de una nueva clase de oficiales, los llamados “generales africanistas” menos corruptos, más determinados, mejores estrategas, con una visión más amplia (ergo brutal) de como detener este conflicto que a cada rato vuelve a desatarse.




Por otro lado, se privilegia a los batallones o tercios formados por soldados nativos. Esos conformarían el núcleo del Cuerpo del Ejército Marroquí, los famosos “moros” de La Guerra Civil. La casta africanista de generales jóvenes, unidos por un esprit de corps forjado en La Guerra del Rif, y por un desprecio total por la clase política ibera, serán los alzados del 19 de julio de 1936.

 La lista de generales africanistas incluye a todo el alto mando del Bando Nacional: Generales Yagüe, Sanjurjo, Mola, Varela, Queipo de Llano, también el coronel Juan Luis Beigbeder, quien estaría a cargo del Protectorado de Marruecos durante la Guerra Civil, y por supuesto Francisco Franco, el general más joven del ejército español. Otros nombres que sonarán a fines de los 30s y durante la Era Franquista serán Alfredo Kinedelan fundador de la aviación militar española, Agustín Muñoz Grandes quien comandará la División Azul y José Millán Astray (quien perdería un brazo y un ojo en el Rif) fundador, junto con Franco, de La Legión.
El Caudillo en su etapa marrroquí

Precisamente La Legión Español es otro producto del conflicto rifeño. Es fundada como una imitación de La Legión Extranjera Francesa, un cuerpo de militares que se sienten orgullosos de pertenecer al mismo. Con moral más alta que el soldado colonial con mayor sentido de dignidad y propósito, el legionario sería un arma letal en la última etapa de la Guerra del Rif, desempeñando importante rol en el Desembarco de Alhucemas que acabaría con la campaña africana.

¿Veremos todo esto en “Tiempos de Guerra “? Eso lo sabremos si seguimos esta serie que por ahora nos enseña una historia que no se imparte en las aulas.