jueves, 30 de abril de 2020

El Libro de Esty: O Como Unorthodox Cava la Tumba de los Judíos, del Judaísmo, y del Holocausto



El problema de tratar superficialmente temas profundos y espinosos es que se deja al lector/espectador o muy confuso o creyendo que se ha convertido en un experto en algo que todavía le es ajeno y hermético. Es lo que ocurre con “Unorthodox”, que intenta darles toques exóticos y étnicos a escenarios que conocemos desde La Saga de los Forsyte hastaWomen on Top. Además, pretende convertir un drama doméstico en alta literatura que se equilibra entre The Tenant of Wildfell Hall y Clarissa Harlowe, pero acaba cayendo en situaciones rebuscadas dignas de telenovela barata. De paso se las arregla para dejar una visión sumamente negativa de los judíos, de su religión e inclusive de su enfoque del Holocausto.

Heroína Acartonada y Otras Fallas Estilísticas
Si estuviera dictando un curso sobre “Unorthodox” haría las siguientes preguntas a mis alumnos. ¿Quién es Esty? ¿Como es ella? ¿Cuál es su pasado prematrimonial? ¿De que huye? ¿Por qué son malos los judíos de los que huye? ¿Como se llama la secta de la cual es miembro el marido de Esty?  ¿Hay algún judío bueno en este cuento aparte de Esty y su madre? ¿Es esta una historia real?

Si viste “Unorthodox” toma esta prueba sin hacer trampas y te asombrarás de las respuestas o de la falta de ellas. Una queja de los detractores de la serie es lo unidimensional de la misma y del acartonamiento de la heroína. Esty (Shira Haas) representa un estereotipo de víctima de patriarcado étnico. Por un momento me recordó a la Nadia de “The Bodyguard’, y que sorpresita nos llevamos al final cuando ella nos mostró que era lo contrario de las ideas preconcebidas sobre la mujer musulmana.

Con Esty no nos llevamos sorpresas porque nunca sabemos realmente quien es ella. De pronto nos sale con que le gusta la música, de ahí que sabe un poco de piano, de ahí entra a una difícil competencia musical. Le dicen que no toca bien el piano, entonces canta. ¿Y qué pasa si su voz tampoco da la talla? ¿Tañerá un pandero? Todo en ella es parte de soluciones Deus ex Machina comenzando por esa visión paradisiaca de Berlín donde todo le sale bien a Esty.  

Esa visión es tan falsa como el decir que “Unorthodox” está basada en las memorias de Deborah Feldman. Alguna inspiración habrá, algún vínculo, pero el libro es nocivo a su manera. Tal como la serie encuentra su propio modo de propagar falsedades. Veamos un poco de que se trata este cuentillo.

Érase una vez en el viejo Williamsburgreducto de los mafiosos judíos Satmar que una esposa adolescente llamada Esther “Esty” Shapiro decidió huir de su marido, de su familia, de su religión, de su estilo de vida. Para eso eligió el día más sagrado de la semana. Con eso entendemos que Esty no está dejando atrás un judaísmo extremo. Ella está dejando atrás todo lo que significa ser judía.

¿Si Esty quería huir por qué no se fue un lunes o un jueves o cualquier día laboral cuando su marido y los otros hombres estaban en el trabajo, cuando podía andar en la calle con bolsas sin nadie hacerle preguntas? ¿Por qué salir en Shabbath cuando se va a encontrar con conocidos que van a cuestionar su salida y posiblemente la dificulten?

Obvio que los escritores han buscado crear un faux dramatismo que solo funciona con quien no sabe el significado ni los rituales del Sabbath. Comenzando con el cuento del eruv roto. Los Satmar no creen en los eruvin. Ellos no cargan nada fuera de casa en sábado. La Feldman, que supuestamente asesoró el libreto, se olvidó de ese pequeño detalle.

Otra manera de crear dramatismo es no seguir la historia de manera linear. La trayectoria de Esty es interrumpida constantemente por flashbacks a su vida antes y después de casada que sirven para dar una imagen de soledad, tribulación, y enclaustramiento que contrastan con la libertad idílica encontrada por Esty en Alemania.

Esty se casa con un chico al que solo ha visto media hora en su vida. Ella no sabe dónde está su vagina, le rapan la cabeza, la hacen zambullirse en una piscina, en su boda su cabeza es envuelta en algo que parecen toallas o una pantalla de lampara embetunada con merengue. Como dijo Neal Pollak en Book &Globe “parece El Hombre Elefante”.

Después de casada, la pesadilla aumenta. La vida sexual de Esty es infernal, su suegra es infernal, obvio que debe huir. Su única familia, su abuela y su tía Malka no son gran ayuda. Como nada es explicado, nada es contextuado, todo es presentado en viñetas que contrastan con la feliz vida de Esty en Alemania, ¡un país tan amistoso con los judíos! La impresión es que Esty está viviendo su propio Cuento de la Criada.

No sabemos nada de su vida anterior aparte de que su padre es un borracho (El pobre Eugene Bercovic no es alcohólico, según ha dicho su hija en su libro y en entrevistas es un “retrasado mental”). Su madre tuvo que abandonarla cuando decidió vivir su lesbianismo. Sin saber los motivos para dejar su comunidad, Esty la ha evitado y le ha guardado rencor. Solo que ahora, Esty planea irse a Berlín a reencontrarse con Leah, su madre.

Voy a pasar de largo el rápido viaje (ni que se subiera al cohete de Meñique) de Esty a Berlín, sin ningún contratiempo y, sin problemas de papeleo. Y sin nauseas, pero esta chica tiene un embarazo perfecto.  Hablamos no solo de una adolescente que nunca ha salido de Brooklyn, que nunca ha montado un avión, y de pronto se encuentra en un país extraño, una ciudad extraña esperando a su madre, pero cuando la ve besándose con su pareja, huye.

De nuevo se siente la carencia de contexto. ¿Por qué huye Esty? ¿Es homófoba? ¿No sabía que su madre era lesbiana? ¿No sabía que las mujeres se besan? No importa,  porque dos días más tarde está encantada con un nuevo grupo de amigos que incluye una pareja gay a los que observa con feliz sonrisa. ¿Como cambió de mentalidad tan rápido? ¿Y si a Esty ya no le molestan los gays porque no vuelve donde su madre en vez de seguir dando tumbos por una ciudad desconocida donde tiene que dormir en el suelo de edificios públicos?

La serie es forzada y melodramática, llena de situaciones constreñidas hasta el punto de lo inverosímil. Esty espera feliz a su marido para contarle que esperan un hijo y él le pide el divorcio. Todos están preocupados por el paradero de Esty, pero cuando ella llama a la abuela, esta le cuelga. En castigo, la viejita se muere y la dejan tirada en el piso de la sala cubierta con una sábana.


Por otro lado, los hombres de los que Esty huye tampoco han sido dotados de personalidades desarrolladas. Son estereotipados y muy villanos, ¡de los que se atusan el bigote y dicen “muajaja”! A pesar de que no soy Satmar, ni vengo de familia Jasídica (mis genes son del Viejo Adriático), como judía me siento incomoda.

La Serie como “Receptáculo de Todo lo Judío”
Este retrato desmedido y caricaturesco de un sector ultraortodoxo se refleja en todos los judíos creyentes y practicantes. Es racista. No hay judíos buenos, aparte de Esty y de su madre. Hasta Yael, la israelí, es un personaje antipático que parece a ratos despreciar, otros resentir, la presencia de Esty y lo que representa para “los judíos modernos”. Yael es quien advierte a sus amigos que Esty viene de un mundo peligroso donde todos son lunáticos.  Esas son las palabras de Deborah Feldman quien ha dicho que los Jasidim están divididos entre los que quieren huir y los dementes.


Esa visión monolítica de los judíos me es confirmada por esta crítica de Sensacine donde hablan de las “vivencias como judía” de Deborah Feldman que inspiraron la serie  y de los sufrimientos de Esty por ser “integrante de la comunidad judía de Nueva York”. O sea, les quedó la idea de que todos los judíos vivimos como los Satmar.  En Ok Diario han decidido que los Satmar representan a todos los Jasidim (todos vienen de Hungría). Peor es Carles Coles que en El Periódico , por convertir la serie en una metáfora de las admoniciones de Noam Chomsky sobre el neoliberalismo, tilda al Talmud de ser “capitalista”. Oy veh zmir!

La serie es tan confusa que los mismos periodistas se ponen a “cantinflear”. Por ejemplo, en el sitio peruano RPP Noticias salen con este enredo: “Esty es obligada a casarse, raparse el cabello y alejarse totalmente de la música. Sobre lo último, la joven protagonista tenía una vena musical que no descubrió hasta que huyó en dirección a Alemania. “

¿A ver cómo pudo alejarse de la música si solo descubre en Alemania que tiene vocación musical? Ni debería hablar del de La Tercera donde me ruboriza ver que los periodistas chilenos cometen (pero casi como regla gramatical) mi error sintáctico de combinar tiempos. Al menos yo trato de mantener la armonía verbal en cada párrafo. Mónica Garrido no solo no sigue reglas de redacción, parece no haber visto la miniserie. Moishe es el primo, no el cuñado del marido de Esty.

Peor, un comentarista de La Tercera, típico antisemita chileno que sale con que “estos ortodoxos son parte del gobierno de Israel”. No, Mr. Ignorante, los Satmar son anti-sionistas, no creen en la existencia de Israel, aun cuando vivan allá. Al final, como ha dicho Daniel Ajzen en el sitio mexicano Diario Judío: “Los Satmar Jasidim son una secta dentro de una secta y en esta serie se convierten en realidad en el receptáculo de todo lo judío y al mismo tiempo el centro de reciclaje de el mismo”.

Todo provocado por una serie limitada que trata banalmente un tema que ni sociólogos ni historiadores ni otros intelectuales pueden definir bien. En lo personal, me resulta injusto que todo lo judío se vea limitado al comportamiento de los Satmar, mas aun cuando se trata de un comportamiento caricaturizado.

¿Quiénes son los Satmar?
Los Satmar pertenecen a la más ortodoxa de las sectas jasídicas. Es una comunidad cerrada que, en vez de evolucionar, involuciona. Una de las pocas cosas que ha dicho Débora Feldman que no es mentira es que los Satmar interpretan La Ley (en mayúscula) de la manera más extremista posible. Son nuestros fundamentalistas, pero no son monstruos, ni secuestradores, ni andan corriendo por el mundo aterrorizando a la gente que no quiere estar con ellos. Abajo un video de nuestro querido Gobernador Andrew Cuomo, a principios de año visitando la comunidad Satmar en Williamsburg.


Como en toda sociedad cerrada hay casos de abuso y corrupción. Mas común son las batallas legales, en casos de divorcio, que buscan quitarles la custodia de los hijos a padres que no siguen las reglas Satmar. Ese es el caso de Etty cuya historia es contada en el documental “One of Us” también hecho por Netflix.

Tras su divorcio, perdió la custodia de sus siete hijos, puesto que tanto su esposo golpeador, la familia de él y la propia familia y amistades de Etty se presentaron en la corte para testificar en contra de ella. Pero no solo las madres sufren el peso de la presión social. Hay casos de jasídicos a los que se les ha negado las visitas a sus hijos por haberse presentado a ellas en blue jeans.

Por eso “Unorthodox” me ha dejado indiferente, porque minimiza las verdaderas tragedias que ocurren en el mundo ultraortodoxo (y no solo entre los Satmar), pero vale recordar que esas tragedias son casos aislados. Para bien o para mal, los judíos religiosos, aun en comunidades tan cerradas como los Satmar, se van. Hasta se han inventado membretes para señalarlos. Ex -frum (ex religiosos), a los que dejamos la ortodoxia se nos define como OTD acrónimo de Off the Derech (desviados del camino), y en Israel el término hebreo es datlashim (ex religioso).

 Desde hace un par de décadas, libros y cine se han encargado de documentar estos éxodos. Cada cual trata de incluir más drama, y de paso, más injuria sobre las comunidades de las que se exilian los rebeldes. En The Canadian Jewish News, Michael Fraiman ha denominado todo este material que cubre la partida como “Orthodexit” (huida de lo ortodoxo).


Berlín, un Paraiso para los Judíos
De cierta manera yo soy como Esty. Un día dejé un estilo de vida ortodoxo para ver lo que el mundo tenía que ofrecerme. En ese sentido, aplaudo a quienes se auto destierran buscando mayor conocimiento seglar, oportunidades de desarrollarse laboral e intelectualmente. Tal como comprendo que haya gente a la que le sea imposible seguir dentro de un entorno ultra religioso siendo homosexual o atea. Pero en el caso de Esty, su fuga me resulta incomprensible.

Por terrible y humillante que haya sido el matrimonio de Esty, no tiene magnitud de calvario. No es Sansa huyendo de Ramsey Bolton; no es la madre de Patrick Melrose escapando de un psicópata violador y golpeador. Su suegra por desagradable que sea no es más que un lugar común que vemos muy a menudo en la literatura étnica, una más de las entrometidas suegras de telenovela.
Mimi espiando a la futura nuera

Entiendo que quiera divorciarse. Si no hubiese quedado embarazada, su amada suegrita Mimi hubiese exigido un divorcio, así que no es tan descabellado que antes de revelar su embarazo, Esty lo hubiese planteado (en el libro, Déborah dice que fue su marido quien habló de divorciarse). Como la tía Malka ya le ha dejado en claro que no la quieren de regreso, es buena idea ir en busca de Leah la madre que Esty no ha querido ni en su boda.

¿Pero cuál es la necesidad de huir a escondidas sin dejar ni una carta ni una explicación? Es como invitar a que la busquen. ¿Y no hubiese sido mejor lanzar el celular al incinerador antes que dejarlo en casa para que el Primo Moishe escuchase la llamada del ginecólogo?


Mi gran problema con este cuento es su inconsistencia. A pesar de que el libro en el que está basada es un ensayo de inconexiones, la serie inventa sus propias incoherencias. Esty aparte de no tener donde dormir, no carece de dinero. Lo único que se llevó de Brooklyn fueron dos fajos de euros y su pasaje de avión. En Berlín se gasta la plata en jeans y tacones, pero no se le ocurre tomar un cuarto de hotel.

En Berlín las prioridades de Esty son extraordinarias. Postula a un exigente programa de música cuando apenas sabe tocar el piano. Va a una biblioteca a hacer una búsqueda en Internet y su primera pregunta es si D-s existe,visita una iglesia cristiana,  explora la vida de los clubes nocturnos de Berlín y se echa un amante en menos de una semana.

Es una pena que el Covid 19 haya impedido los viajes. Lo mejor de “Unorthodox” es esta propaganda turística de Berlín como una ciudad sin crimen, donde todos hablan inglés, donde las mujeres se curan de vaginismo con el primer revolcón y donde todo el mundo ama a los judíos que tan ingratos son que insisten en recordarles el Holocausto a los gentiles alemanes.

La Culpa La Tiene el Holocausto
Es el modo en que la serie trata el Holocausto lo que más me perturba. Creo que los que me conocen, e incluso me leen desde hace dos décadas, saben que nunca he creído en culpas colectivas, que no odio ni a Alemania, ni a su gente ni a su cultura. Uno de mis propósitos vitales ha sido entender como la nación más civilizada de Europa pudo caer en una cultura de violencia sanguinaria, como pudo crear métodos de asesinato en masa y como su gente pudo aceptar e incluso aprobar el exterminio no solo de judíos, sino también de eslavos, gitanos, homosexuales, enfermos y disidentes.

El propósito de mis esfuerzos no es culpar ni demonizar sino prevenir ese estado mental que pueda empujar a seres perfectamente normales a convertirse en perpetradores o testigos pasivos de genocidios, pero también reconocer señales de negación, desestimación y trivialización del horror de lo que en hebreo llamamos la Shoah. Eso último es lo que veo en “Unorthodox”.

La serie insinúa que la felicidad de Esty reside en la Alemania moderna y artística y en los brazos de un alemán. También insinúa que es la obsesión con el Holocausto y el odio hacia Alemania lo que hace a los Satmar tan estrictos y cerrados de mente. Lo vemos desde el primer capítulo en que Esty se escandaliza que Yael haga un chiste sobre la Shoah.  Le recuerda que su familia perdió a todos sus parientes en los campos.

La respuesta de Yael es que Esty tiene ese pasado en común con la mitad de Israel, pero ahora “los israelíes estamos demasiado ocupados defendiendo nuestro presente””.  ¿Y cómo defiendes el presente israelí, Yael?  ¿Cantando en un antro berlines?  Pero yo he visto esa actitud despectiva hacia la Shoah por parte de muchos judíos sobre todo israelíes. Es esa postura ambigua que han tenido con los sobrevivientes desde el final de la Segunda Guerra Mundial y que Tom Segev exploró tan bien en su libro The Seventh Million. Por algo en “Shtisel” donde se examinan todas las gamas de la experiencia judía, el Holocausto no es mencionado ni por los más viejos.

Tanto Deborah Feldman como “Unorthodox”, culpan las locuras de los Satmar en su necesidad de preservar estilos de vida que se vivían en la Europa pre Segunda Guerra Mundial. La obsesión de la secta con ser un espacio insular en el que no se permite la asimilación (léase adoptar costumbres de la cultura moderna occidental) se debe a la creencia de que el Holocausto fue el castigo divino a los judíos asimilados. Tal como la preocupación con la fertilidad de sus mujeres se debe a una necesidad de compensar los muertos en sus filas.

Aunque hay algo de verdad en estas teorías, es molesto que sean aumentadas por incesantes rumores y leyendas urbanas esparcidas por judíos seglares, menos religiosos, incluso por ultraortodoxos. Una nota al pasar, por elitistas y belicosos, los Satmar no son muy queridos por otros grupos ultraortodoxos. Pero pasemos a revisar los puntos débiles de estas acusaciones.

La posguerra dejó en Europa puñados de judíos desorientados, aquejados por sentimientos de culpa (survivor’s guilt) y más neuróticos de lo que normalmente somos los judíos. El haberlo perdido todo familias, propiedades, hasta países los hacia cuestionar la razón para tanto sufrimiento. Y las respuestas a sus interrogantes fueron abigarradas desde que D-S no existe hasta que el Holocausto fue necesario para crear el Estado de Israel.

Cuando yo estaba en Ezra Academy, a fines de los 70, uno de nuestros rabinos más frum (religioso) nos dijo que el Holocausto había sido un castigo por los matrimonios mixtos. Como hija de un matrimonio mixto, pegué un respingo. Me pareció una simplificación peligrosa, pero más tarde comentándolo con mis maestras entendí que había una conexión entre el Holocausto y el temor a la asimilación y a todo lo moderno que la propiciaba.

Un resultado de la Shoah fue una tremenda desilusión del mundo judío con Europa y la vida seglar. Occidente no había cumplido la promesa de proteger a los judíos,  o de tratarlos como iguales,  si se asimilaban. Ni la educación, ni la erudición ni la aculturación había evitado que los judíos acabasen en los crematorios. Una frase común que he escuchado de ultraortodoxos sobre la educación laica es “no te hace mejor persona. Los nazis también eran instruidos.”

Por otro lado, existía la obligación con los muertos de mantener viva su memoria. Algunos optaron por buscar justicia de muchas maneras, otros como los Satmar decidieron mantener vivo un estilo de vida que era el imperante en las comunidades jasídicas de la preguerra. Se puede decir que era un tipo de cosplay sagrado.

Es extraño, pero cuando llegué a mi escuela judía en 1976, tenía un mínimo de conocimientos sobre cultura y religión judía, pero traía dos creencias heredadas de mi madreel ser menos religioso del mundouna desconfianza por la raza humana (“hasta los judíos nos traicionamos durante la guerra” decía ella) y una obligación de nunca olvidar a los muertos. Por eso entiendo (no apruebo) ese aislamiento exagerado de los judíos ultraortodoxos.

Sin embargo, vale recordar que el modo de vida Satmar con sus reglas sofocantes para muchos no es un producto del Holocausto. Es como se vivía en comunidades ultraortodoxas en la Europa Oriental desde el cisma de la judería húngara en 1868 en que se dividieron los religiosos entre los más modernos y los ultratradicionalistas. De ahí vinieron las prohibiciones de adoptar modos e ideas del mundo no-judío. De ahí vino la imposición de comunicarse en Yiddish que de lo contrario sería otra lengua muerta.

Cuando leí The Vanished World of Jewry (El mundo perdido de las juderías) de Raphael Patai me di cuenta de la tremenda perdida cultural provocada por la Shoah y me di cuenta de lo importante que era preservar al menos el idioma. No solo el mundo yiddish-parlante perdió su cultura. Las comunidades sefarditas del Mediterráneo y Balcanes desaparecieron y nadie ha intentado recuperarlas. El ladino es ya casi una lengua extinta y en Israel, los sefarditas religiosos andan disfrazados de Jasidim.

En “Unorthodox” no exploran eso. Simplemente esgrimen la idea de que el Holocausto es usado para manipular a los Satmar especialmente a sus mujeres a las que convierten como dice Yael en “máquinas para hacer bebés”. Lo cierto es que las judías siempre han sido muy conejas y hay una larga tradición de familias numerosas que se ha perdido en las últimas generaciones tanto en Israel como en occidente entre los judíos “modernos”.

El Nuevo Antisemitismo Alemán
En el último capítulo, Esty ya ha aprendido su lección y cuando el Primo Moishe le reprocha querer criar a su hijo entre alemanes, ella ya no se deja manipular. Le gusta Alemania, le gustan los alemanes como amigos y amantes, quiere quedarse ahí. Ese es el modo de pensar de Deborah Feldman y de Anna Winger, la judía alemana que produce el programa. “Unorthodox” es propaganda turística para que los judíos sientan que pueden ir al país germano sin miedo, siempre y cuando dejen atrás sus tontos prejuicios, rencores y recuerdos.


Lo vemos en la escena en que Yanki y Moishe, todavía en sus vestimentas jasídicas, llegan al hotel y el conserje les hace cien reverencias creyéndolos israelíes. Es cierto que una gran mayoría de israelíes, como Yael, han encontrado un nuevo hogar en Berlín. Es cierto que la hotelería berlinesa los espera, que la economía alemana es sólida, que Angela Merkel es una excelente gobernante, pero hay algunos factores que me harían pensarlo dos veces antes de irme para allá.


Desde 1998, ha surgido un creciente nacionalismo con tintes fascistas y antisemitas en Alemania. Los ataques físicos a judíos y a sus propiedades van en aumento. A pesar de que la policía sin mucha investigación los adjudica todos a neonazis, un estudio de la Universidad de Bielefeld descubrió que la mayoría vienen de la comunidad islámica. La situación se ha puesto tan peliaguda que este enero pasado, el ministro de Asuntos Exteriores de la nación germana, Heiko Maas hizo una declaración de un posible éxodo de la población judía residente en Alemania. Como que “Unorthodox” nos ofrece una visión utópica de Alemania.


Hay mucho más que decir sobre y a raíz de “Unorthodox”. Espero poder hacerlo en mayo. Quisiera dejar claras las diferencias entre los Satmar, otros grupos jasídicos, los ultraortodoxos y otras variantes de judíos practicantes. También hablar sobre lo que más nos impacta de la tragedia de Esty, o sea como el judaísmo rige y afecta su vida sexual y matrimonial. Por último, desmentir el mito de que esto está basado en un caso real, porque la autobiografía de Deborah Feldman está llena de bulos.

Una ironía es que, aunque “Poco Ortodoxa” como le han puesto en español, ha fascinado a la audiencia hispanoparlante, el libro nunca ha sido traducido al castellano. En una entrevista a El País, La Feldman se ha vanagloriado de ser la primera en hacer conocer el mundo jasídico.  (Isaac Bashevis Singer, Chaim Potok y Sir Eli Wiesel deben estar brincando en sus tumbas), pero lo cierto es que si no fuera por la serie ya nadie recordaría una más de las memorias salidas de esta moda del Orthodexit.

Otra ironía es que acabé de ver “Unorthodox” coincidiendo con el sexto capítulo de la tercera Temporada de “My Brilliant Friend”. Precisamente el episodio en el que Lila abandona a su marido. Las escenas de Stefano hundido en la depresión, la reunión familiar donde deciden que hacer, la intromisión de Michele Solara para buscar a Lila, todo me recordó a “Unorthodox”.
Napoles y Williamsburg: en la cama con el enemigo

¿Como es que nadie ha notado las similitudes?  ¿Por qué no hay horror, desprecio y repugnancia por la cultura napolitana que ha permitido la tragedia de Lila y propiciado su huida? La respuesta es que “Unorthodox” no puede ser vista como un simple drama domestico ya que posee dos factores que la hacen más incendiaria: el tema religioso y el hecho de que se trate de judíos.

Como ven falta mucho por comentar y recorrer. Espero lo hagan conmigo. Entretanto véanse en Netflix, la serie israelí “Shtisel” que presenta una visión un poco más benévola del mundo ultraortodoxo.

martes, 28 de abril de 2020

Cuando la Alemana Besa…:Babylon Berlin 3x09



Esther está con las manos llenas, ocupadísima ahora que Edgard está preso,  y que a Weintraub lo tiene en su camerino en Balsberg. Esther se divide entre sus hijos, el evitar que su cuñado le embargue la casa (lo saca a tiros cuando se le aparece con los papeles de embargo) y el intentar salvar la producción de la película. Como le dice a su amante semi inconsciente, eso lo hace por los tres porque ama tanto a su marido como a Weintraub.

Esther ha rescrito el libreto, no necesitarán de otra actriz, puesto que el personaje de Betty Winter será convertido en un robot mecánico, las canciones las interpretará Esther. De ese modo sin volver a pararse ante las cámaras (la prohibición de Edgard),  ella será parte del espectáculo y su nombre atraerá espectadores.


El tema de los robots, del hombre-maquina reaparece en la charla radial de Anno Schmidt que el hipnotizado Gereon se ve obligado a escuchar.

Otro medio hipnotizado es el patrón de Toni. Un viejo obeso que parece derivar placer sexual al escuchar la voz de la niña leyéndole Bambi.

Ilse es operada y rápidamente dada de alta. Me huele mal esta operación ¿y como mandas a alguien que acaba de tener cirugía ocular a traquetear en el transporte público sin instrucciones, sin seguimiento?

Wendt anda preocupado por arrestar a Katelbach y exige que Gereon lo acompañe a la pensión de Frau Behnck. Gereon entra en el sitio en ánimo de policía déspota. Trata con frialdad a Elizabeth y se enfurece al ver el armario ocultando una puerta. Lo retira y muestra la división de apartamento. “Esto tendrá consecuencia!” le grita airado a la pobre mujer. No hay señal de Katelbach.

Todo ha sido una farsa. Katelbach está oculto en el piso de Gereon. Esa noche Rath encuentra a su inquilino charlando con otro invitado: Moritz.

Entretanto,  Frau Benhck va a ver a LItten, necesita asesoría legal. El abogado la tranquiliza. La policía política no tiene caso en lo que respecta a Katelbach. Él puede presentarse tranquilo. Al salir a la calle, Elisabeth oye que alguien la llama. Se trata de Malú que escuchó la conversación. Se ofrece a pasarle a Katelbach, vía Frau Beck, secretos militares.

Me detengo a quejarme. Qué afan este de mostrar a mujeres de izquierda tan pétreas, tan con cara de bitch at rest. Stalina es una santa, Malú lucha por la justicia, ¿pero no sería agradable que las mostraran sonriendo o comportándose como seres humanos? Parecen yihadistas o Greta Thurnberg.

Esa noche, Gereon va al hotel donde se hospeda Helga. La encuentra en la sala en compañía de Nyssen. Gereon pierde el control y golpea al industrial. Helga le dice a Gereon que perdió el bebé. Llegan los camareros y expulsan a empellones al policía del hotel.



Es el cumpleaños de Reinhold Graff. Todos se reúnen en el departamento del fotógrafo. Hasta Gennant está ahí para tocar el acordeón. Herr Graff, medio vestido de mujer canta una balada romántica que compuso “para alguien a quien no conocía todavía”. Lanza una mirada significativa a Fred Jacoby. ¡El periodista ‘shakespereano”es el amor secreto del fotógrafo!

La canción es triste y pone a todos melancólicos. Sobre todo, a Gereon. Gennat le dice compasivo que si fuera por él todos sus detectives serian celibes. No hay lugar para el amor en el mundo de un policía.

Gereon se retira un rincón y ahí lo encuentra Lotte. Súbitamente Rath se abalanza sobre ella y la besa. Ella le corresponde…

Si ya sé, llevamos casi tres años esperando esta escena, pero el momento no es el indicado y SPOILER lo veremos en el próximo episodio donde el beso ni se menciona. Gereon ni siquiera es él, está dominado por un hechizo hipnótico, no sabe adónde se dirige y Lotte tiene tantos problemas encima. Incluso si sacamos de en medio toda la carga de Gereon, no creo que pueda aceptar el pasado/presente de Lotte.

Stenne anda buscando a Fritz y llega al piso de Horst y conoce a Erna. Le ordena al subalterno que busque a Fritz/Richard, que se consiga otro lugar donde vivir,  y con un “¡Deshazte de la puta!”,  se marcha. Erna cree que debe marcharse, pero su amante la detiene. Está harto de seguir órdenes.

En un callejón Ali, el chulo de Erna, se encuentra con el asistente de Wendt. Este le da un revolver para que mate a Horst. Parece que Ali echa de menos lo que ganaba con Erna.

Wegener, el asistente de Nyssen, consigue que Frau Nyssen firme un documento (sin leerlo) que les permite invertir los cien mil marcos necesarios para derribar el mercado de acciones.

jueves, 23 de abril de 2020

¿Quién dijo “Los Judíos Deben Quedarse Callados”? El verdadero antisemitismo en la USA de los 40



Es extraordinaria la contradicción que circula alrededor de “The Plot Against America”, los críticos estadounidenses derraman mieles sobre la serie de HBO mientras el público ronca. La serie es soporífera, artificial y taimada en lo que respecta al verdadero escenario histórico entre 1933-1940, sobre todo respecto a los judíos. ¿Hubo antisemitismo? ¿Era el Presidente Franklin Delano Roosevelt amigo de los judíos? ¿Qué es lo más cercano al ingenuo/oportunista Rabino Bengelsdorf?

The Guardian no ha querido perderse la oportunidad de subirse al vagón de voces que vinculan la serie de HBO con la Administración Trump. En su artículo “It cant happen here” Charles Bramesco cae en contradicciones al intentar desligar al presidente de Estados Unidos de una imagen pro-semita. En un lado dice que, aunque Donald Trump es definitivamente pro-Israel ha despreciado a muchos judíos en su país. ¿A quiénes? Eso cuando más arriba Bramesco dice que hay una importante cantidad de judíos que apoyan a Trump.

En su afán de desprestigiar a los judíos que son partidarios de Trump, Bramesco desenterró a un “posible emulo” de Lionel Bengelsdorff; el pobre Shmuley Boteach. Votado uno de los cincuenta rabinos más influyentes de USA, por la revista Newsweek, Boteach no es ajeno a la controversia.

Figura mediática, autor de libros que ensalzan el buen sexo como parte del judaísmo (Kosher Love) o la importancia de Jesús como figura histórica judía (Kosher Jesus), y amigo y defensor, en su día, de Michael Jackson, el rabino se ha construido un nicho en la cultura popular del siglo XXI.


Es republicano, ha metido la patita en política, y apoya esta administración, pero de ahí a compararlo con alguien como Bengelsdorf que asesora personalmente al presidente, que es amigo personal de Lindbergh, que fomenta programas para asimilar judíos…hay un largo trecho. Tan largo trecho que,  a raíz del artículo, el Rabino Boteach está pensando en demandar al periódico

El Tercer Episodio de “La conjura en contra America” consiguegracias a sus omisiones ponernos en el camino de la verdad. Este episodio me impactó por el terror que aqueja a Philip y que se manifiesta en pesadillas. Ese miedo ante situaciones inexplicables para una mente infantil, pero que están dividiendo a la familia del pequeño, es algo que Simon ha rescatado del libro. Es algo que el autor experimentó o conoció de boca de sus contemporáneos.

Roth nació en marzo de 1933, dos mes después que los nazis se instalaron en el gobierno de Alemania e hizo su Bar MItzvah en 1945, el año en que Hitler se suicidó. ¿Qué fue lo que ocurrió durante ese periodo que creó una inquietud en el alma infantil del autor que sesenta años más tarde recrearía en The Plot Against America?

El Sur y Los Judios
Philip Roth trabajaba con personajes reales desde Charles Lindbergh hasta sus propios padres, por lo que sería fácil deducir que Lionel Bengelsdorf también haya sido inspirado en alguna figura histórica. En realidad, la idea de tener un Quisling judeo-estadounidense puede ser una licencia dramática y hacerlo rabino es una manifestación del odio intenso que Philip Roth sentía por la religión, la suya y la ajena. Explicaría el convertir a Bengelsdorff en un caballero sureño cuyos antepasados apoyaron a la Confederación como una forma de hacerlo más repulsivo.

El problema es que Roth no se molestó en conocer un poco de historia judía en Estados Unidos y así hubiese visto que uno de los pocos espacios donde los judíos pudieron vivir con tranquilidad fue el Sur en el antebellum, el periodo que precedió la Guerra de Secesión.  Ahí fue donde pudieron dedicarse al comercio (pocos judíos pertenecían a la clase de dueños de plantación), a las profesiones liberales y a las artes, enfrentando poca discriminación. Incluso destacaron en la política siendo los primeros senadores judíos de Estados Unidos David Lee Yule de la Florida y Judah Benjamin de Louisiana, ambos Democratas.

 Los judíos en el Sur tenían casi los mismos derechos de los blancos y como tal llevaban estilos de vida similares. Con eso admito que, siendo una sociedad esclavista, los judíos eran dueños de esclavos y veían la esclavitud como algo aceptable. En eso no diferían ni de sus vecinos bancos ni de los libertos negros.

Es un factor históricamente reconocido que existía en el Sur una mini sociedad compuesta por esclavos emancipados o hijos de aquellos, en su mayoría mulatos, que también alcanzaban la prosperidad y se convertían en dueños de esclavos. Y no solo me refiero a Les Gens de Couleur Libre que conformaban la clase media de Nueva Orleans antes de la Guerra de Secesión, sino a gente como el millonario liberto William Ellison que en 1861 era el amo con más esclavos entre los dueños de plantación de color de Carolina del Sur (tenia 63 esclavos a su servicio).

No pretendo hacer lo imposible, reivindicar la institución de la esclavitud, ni tampoco borrar el sufrimiento de las víctimas de la dicha institución. Solo me remito a afirmar que no se puede culpar al Rabino Bengelsdorff solo por provenir del Sur o de haber sido parte de un mundo que se sostenía por el trabajo de esclavos cuando todo el que pudiese comprarlos lo hacía, fuese blanco, judío, liberto, o nativo americano (acabo de leer un artículo que muestra el alto índice de los Cherokees que poseían esclavos).

A pesar de que, durante la Guerra de Secesión, hubo un importante contribución judía al bando del Norte y hubo abolicionistas judíos como la feminista Ernestine Rose, el rabino David Einhorn, y August Bondi, el judío vienes que acompañó a John Brown en su incursión en Kansas, los judíos sureños se adhirieron a la Causa Confederada por las mismas razones que otros sureños.

 El vicepresidente de los Estados Confederados era el judío Judah Benjamín; la ciudad de Florida, Fort Myers es nombrada por el General Myer, judío al servicio de los Estados Confederados; Edwin de León era el embajador de Jefferson Davis en Inglaterra y su hermano David Camden de León fue Cirujano General del Ejercito Confederado. Su retiro se debió a su alcoholismo no por su condición de judío.

Entonces no es de extrañar que Bengeldorf se sienta orgulloso de su pasado, puesto que el presente en el Sur (y ya hemos visto que Roth tenía poco conocimiento del racismo que existía ahí aun sin un presidente como Lindbergh) era muy diferente. El auge del KuKlux Klan en los Años 20 con ideas de supremacía aria copiadas de modelo europeo y la popularidad de los encapuchados con clases sociales de bajo nivel económico llevó a poner en la mira de la violencia de la organización a judíos, latinos y católicos a la par que a la población afroamericana.
El Klan marcha en Washington en los Años 20

La violencia y el acoso reservado a gente considerada inferiormente racial aumentó durante la Depresión por lo que tratar a Begendorff como un personaje de Lo que el viento se llevó, es caricaturizarlo. Casi tanto como cuando los críticos y reseñadores se refieren a Bengelsdorf como “un caballero sureño”. Digamos que el judío común en el Sur de 1940 era más Leo Frank (linchado en Virginia en 1912 por un crimen que no cometió) que Rhett Butler.

Trump vs Roosevelt
Algo irritante en “A Plot Against America” es pretender que a) hasta Lindbergh no había antisemitismo en Estados Unidos y b) Roosevelt fue un gran presidente para los judíos. El capítulo tercero me tenía con la ulcera sangrando cada vez que el pesado de Hermann Levine, en medio de Washington, se ponía a chillar sobre lo maravilloso que era FDR, que ingratos eran los que habían votado por Lindbergh y de cómo los demócratas en el Congreso no impedían sus medidas.

Tal como hoy, el partido demócrata estaba profundamente dividido, pero no por los mismos motivos. En 1940, la división era entre intervencionistas y aislacionistas que estaban en la misma onda que El Águila Solitaria.

Como dije en una nota anterior, el antisemitismo ha existido en los Estados Unidos desde antes de convertirse en país y la primera mitad del siglo XX no fue una excepción. Se ha criticado mucho a Donald Trump de empoderar sectores racistas en su grupo de votantes al no atacarlos frontalmente. Pues FDR tampoco lo hizo con los grupos que fomentaron el antisemitismo durante sus cuatros periodos en la Casa Blanca. Los motivos son los mismos, ambos presidentes se sienten débiles y necesitan evitar fugas de votantes en el caso de Trump, o un auge de animosidad en contra del gobierno y sus medidas en el caso de Roosevelt.

Pocos saben, debido a su condición de hombre-mito, que FDR era tan odiado por sus opositores como Trump lo es hoy día. Eso lo hacía ser sumamente cauteloso de enemistarse con grupos que podían tildarse de antisemitas. Roosevelt y su mujer Eleanor hicieron activas campañas para acabar con la discriminación contra los afroamericanos, pero no salió ni una palabra de su boca ni para reclamar contra el racismo nazi ni el antisemitismo en territorio estadounidense.

Una ironía es que Trump y Roosevelt pueden calificarse como sionistas. Es innegable que la política de administración de The Donald ha sido pro Israel. Durante su mandato que duró casi 20 años, FDR apoyó la causa sionista y presionó (en vano) al Mandato Británico de Palestina para abrir las puertas a la inmigración judía a Tierra Santa. Intentó conseguir que países latinoamericanos aceptasen refugiados, ¡y hasta meditó sobre un plan de hacer una nación judía en Alaska! Todo con tal de que los refugiados no entrasen en la Unión Americana.

Por eso Roosevelt apoyó al tremendamente antisemita Departamento de Estado que se esmeró en disminuir las cuotas de inmigrantes judíos de países bajo el yugo nazi. Con el cuento de que la mejor manera de acabar con la persecución y exterminio del pueblo judío era acabando con la guerra, FDR no apoyó iniciativas de rescate, ni hizo declaraciones públicas sobre las matanzas ni sobre campos de concentración. Ni siquiera en 1942 cuando el antisemita Anthony Eden acababa de hacer un apasionado discurso en el Parlamento Británico rechazando las medidas hitlerianas.

Incluso después de que, cediendo a fuertes presiones de parte de determinados grupos judíos, FDR permitió la creación de organizaciones de rescate en 1944, el presidente se negó a permitir que se bombardearan las cámaras de gas y crematorios de Auschwitz. Pero lo más grave fue que Roosevelt nunca habló el contra de las organizaciones antisemitas estadounidense ni de los escritos de Henry Ford ni de los discursos radiales del Padre Coughlin. Junto a Lindbergh, Ford y Coughlin formaban el triunvirato de “la judeofobia educada” como se la llamaba en los Años 30.

A pesar de que Roosevelt había denunciado el antisemitismo antes de su presidencia, desde el momento en que ascendió al poder mantuvo un mutismo sobre el tema. Nunca se le vio estar en contra del el “vil veneno” del antisemitismo como lo nombró Donald Trump en 2018 en su segundo discurso el  Estado de la Union.

En diciembre del 2019, Trump firmó una orden ejecutiva para acabar con el antisemitismo en los campus universitarios, el sitio donde esa forma de racismo es más común. En cambio, Roosevelt colaboró para que existiesen reglas para impedir el acceso de jóvenes judíos a las mejores universidades.

En los Años 20, las Ivy League comenzaron a imponer el numerus clausus para que, tal como en la Europa Oriental, se limitase el número de estudiantes judíos. Algunas mantendrían estas cláusulas hasta los 60 y Yale hasta 1970. Pero la primera en crear cuotas fue Harvard, medida aprobada por el comité de ex alumnos presidido por Franklin Delano Roosevelt. Tal como Lindbergh y Hitler, FDR le temía a la expansión judía en las profesiones liberales y a su influencia en la sociedad blanca y cristiana de USA.

En el tercer capítulo de ‘Plot’ recién vemos evidencias del antisemitismo provocado por la administración Lindbergh (que tiene a Henry Ford de vicepresidente). Vandalismo en cementerios judíos y discriminación en contra de los Levin que son expulsados de su hotel en Washington. Hasta hoy actos de vandalismo en contra de la propiedad de judíos sigue siendo el crimen de odio más común en Estados Unidos (desde 1991, de acuerdo a reportes del FBI, ha habido un aumento de ataques antisemitas y los judíos son el grupo más agredido de las minorías estadounidense).

Respecto a los hoteles, muchas cadenas en la nación ponían cartelitos que decían “No se admiten ni judíos ni tísicos”. Y no solo la hospedería era racista Hoy Jared Kushner y su mujer Ivanka Trump ocupan una mansión en el elegante barrio washingtoniano de Kalorama Heights. Entonces no los hubieran ni dejado pararse en los jardines. La discriminación social no solo determinaba donde un judío podía estudiar o trabajar también donde no podía vivir ni hospedarse.

En la Encuesta Roper de 1939, más de la mitad de los encuestados consideraba que los judíos eran codiciosos y deshonestos, un tercio consideraba que tenían demasiado poder. El 15% de la nación aprobaría algún tipo de medida o campaña agresiva en contra de los de origen hebreo. Por eso es por lo que es tan ofensiva esa impresión que nos deja la serie de HBO de que, durante el tiempo de Roosevelt en la Casa Blanca, la nación era libre de antisemitismo, que gente como esos nazis de Unión City eran grupúsculos excéntricos sin poder.

Lo que si es cierto es que los judíos estadounidenses veneraban a Roosevelt quien había nombrado al primer ministro de origen hebreo, Henry Morgenthau como Secretario del Tesoro. Roosevelt también cultivaba amistades judías influyentes, ninguna más cercana que la del distinguido Rabino Stephen S. Wise. Y es Wise tristemente quien presenta similitudes con Lionel Bengelsdorf.

El Doppelganger de Bengelsdorf
Weiss era un ejemplo del mundo judío estadounidense de principios del siglo XX. Nacido en Hungría en 1874, había emigrado a Nueva York con su familia. Wise había seguido los pasos de su padre y había sido ordenado rabino, pero a diferencia de sus correligionarios ortodoxos, Wise buscaba la americanización y prefirió adherirse a la forma más moderna del judaísmo, la reformista. Fue el fundador de la Free Synagogue (sinagoga libre) en donde más que rituales y tradiciones, imperaban la libertad de conciencia y el activismo político.

Como Bengelsdorf, Wise era un hombre refinado (había estudiado en Viena); erudito (tenía un doctorado en semántica de la Universidad de Columbia); mundano (su esposa Louise Watermann era una heredera que aporto cuantiosa dote y conexiones al matrimonio) y un magnifico orador, a pesar de que muchos lo consideraban controversial. Un sionista convencido, también luchaba por el sufragio femenino, reformas laborales, en contra del trabajo infantil y de la discriminación hacia otros grupos étnicos.

A la par de crear el Congreso Judío Americano (dedicado a acabar con el antisemitismo en el mundo), Wise era miembro del comité de la NAAAPC (Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color), y la Unión de Libertades Civiles Americanas. El veía a Estados Unidos como un crisol de razas donde todos luchaban juntos por el progreso de la nación. Para eso (y ahí tenemos a Bengelsdorf) Wise creía en la asimilación, en la necesidad de que los judíos fuesen parte de la homogeneidad estadounidense y que no tuvieran lealtades ni a otras naciones ni a culturas o rituales religiosos que los separasen del americano común.

Wise apoyó a FDR para Gobernador de Nueva York, aun cuando el contrincante era un judío Albert Ottinger. En un discurso en el Madison Square Garden, durante la campaña, Wise dijo “yo votaría por hombres de todas las fes, no como judío, sino como un americano, por el mejor candidato”. Wise tenía mucho arrastre entre los ricos y educados que preferían un judaísmo reformista que se alejaba de embarazosas prácticas culturales y religiosas que hacían a los judíos verse “diferentes” y retrógrados.

El Silencio de los Judíos
Se llegó al punto que, en los Años 30, muchos rabinos reformistas trasladaban sus sermones e incluso todas las ceremonias del Sabbath al domingo para parecerse a los servicios religiosos dominicales de sus vecinos cristianos. Ese grupo de judíos progresistas, asimilados, de clase media acomodada serían los que con Wise permanecerían en silencio ante las medidas nazis y ante la destrucción de la judería europea.

El consenso entre ellos era que no podían anteponer sus intereses raciales por sobre los esfuerzos bélicos de su país. Eso incluía presionar al presidente a denunciar a las políticas hitlerianas. Aún peor, como Roosevelt, los judíos tenían plena conciencia de que si se convertían en “agitadores” llamarían la atención de grupos juedeofobo que podrían volverse en contra de ellos de manera agresiva. No querían arriesgar el estatus conseguido en America defendiendo a su hermanos europeos. Algo parecido veo yo en la progresía judía hoy en día, una necesidad de ser tan occidentales que no se atreven a denunciar el antisemitismo fuera y dentro del país.



Por otro lado, Wise como Bengelsdorf, era bastante vanidoso y se sentía halagado por la amistad que le brindaba el presidente a él y a su familia. Le encantaba ser invitado a la Casa Blanca, que Roosevelt solicitara su consejo, y que lo distinguiera. Aun así, le escribía su hijo en 1943: “Ojalá el presidente hiciera algo por nuestro pueblo”. 

Extraordinariamente no fueron ni Wise ni sus colegas judíos en la administración los que forzaron la mamo del presidente. En octubre de 1943, 400 rabinos ortodoxos descendieron sobre Washington y marcharon hacia la Casa Blanca. Fueron recibidos por líderes del Congreso. Por consejo de Wise y otros asesores judíos, Roosevelt no los recibió, pero el impacto era innegable y visible Ahí fue cuando Roosevelt le dijo a Wise esa frase famosa “los judíos deberían quedarse callados”. Poco después comenzaba a hacer concesiones en su política pasiva hacia el problema judío.

Para Wise y los que como él veían la respuesta en una aculturación total, la imagen de estos judíos vestidos de negro y ensombrerados debe haber representado su pesadilla máxima, lo que ellos habían creído erradicar. Eran los representantes del judaísmo tradicional, de lo “extranjero” de todo lo que americanos blancos y protestantes como el presidente odiaban en los judíos, Eran lo opuesto al discurso del Rabino Wise de “somos americanos, primero, ultimo y siempre”.

Es extraordinario que aparte de servidora, la única en ver estos paralelos es la periodista inglesa (judía y conservadora) Melanie Philips. Todos los otros críticos han abrazado la idea de Lindbergh= Trump cuando ya he demostrado que no hay semejanza posible.

Por eso encuentro que “Plot Against America” no ayuda en nada ni a la causa judía ni a la causa de la verdad. Como “Unorthodox” y “Freud” es otra de esas series que esta primavera empañan la imagen de los judíos, representándonos como personas cuyos estilos de vida, ideas religiosas y modos de pensar y actuar son antítesis del humanismo progresista que todos debemos abrazar.

El quinto episodio de “The Plot Against America” me lo dejó claro. Lindbergh, apoyado por Bengelsdorf, crea Homestead un programa que saca a los judíos de las ciudades y los desperdiga por pequeños poblados de la nación. Esa era la esperanza de Roosevelt:  desconcentrar las zonas de poder de los judíos, léase zonas urbanas, y en sus palabras, “spread them thin” en espacios donde no fueran mayoría ni tuvieran influencia alguna.

Cuando Bess visita a su cuñado para suplicar que no envié a su familia a Kentucky dice que desea vivir “en donde viven los judíos”. El rabino le dice que ahí yace la diferencia entre ambos, él vive feliz en cualquier parte del país, no necesita vivir entre judíos, su cultura es la americana. Se me heló la sangre porque Bess pareciera abogar por el ghetto, por barrios judíos donde todos tengan las mismas costumbres, donde la cultura judía sea un eslabón común.

En boca de Bess ese concepto parece legítimo, pero es lo que series, filmes y libros como “Unorthodox” condenan, comunidades cerradas donde no se respira “americanismo”. Ya sé que suena extremo, pero es lo que se ve en “Unorthodox” e incluso en “Shtisel”, un mundo hermético y semi autónomo, dentro de una ciudad y una nación que no son reconocidos por los habitantes de ese enclave.

 Cuando Esty huye a Berlín en “Unorthodox”, esta como Bengelsdorf demostrando que es una ciudadana del mundo que puede vivir lejos de una comunidad que le impide ser libre, conocer otras personas, otras culturas. ¿Al final no es lo que Sandy Levine ha venido pregonando desde hace varios capítulos? ¿Por qué lo condenamos en “Plot Against America” cuando celebramos esa misma premisa en “Unorthodox”?