Se la llama La
Guerra del Rif, La Guerra de África, La Segunda Guerra de Marruecos y La
Campaña Africana. Se dice que fue un levantamiento de tribus rifeñas en contra
del poder colonial español. Lo cierto es que involucró a Francia también y fue
una pugna para mantener el protectorado europeo en el reino de Marruecos. Se
dice que comenzó en 1911, otros afirman que ya llevaban dos años de
escaramuzas. Lo cierto es que el momento cumbre fue el Desastre de Annual y ese
es el punto histórico que los libretistas de “Tiempos de Guerra” han escogido
para desembarcar en Melilla a Julia, Magdalena y Pilar, capitaneadas por la
formidable Duquesa de la Victoria.
Una idea fantástica ha sido elegir La Guerra de
África como trasfondo de esta historia. Esta sangrienta y olvidada conflagración
no es divisiva como La Guerra Civil, por lo tanto, resulta terreno seguro para
poder transitar sin abrir heridas políticas. Es el consenso en España, cuando
se recuerda el Conflicto del Rif, es que fue una barbaridad, una carnicería totalmente
innecesaria.
Precisamente por
tratarse de una pugna tan exótica, tenemos que ver primero de que se trató,
porque les advierto llevamos cuatro capítulos, y todavía nadie nos explica de
que se trata esta guerra que provoca tanto muerto y herido. El único detalle ha
sido la negativa de Julia (en el episodio debut) de aceptar que su hermano y
prometido hayan muerto “por una buena causa”. Para nadie en España ni
entonces ni ahora, La Guerra del Rif fue una buena causa. Simplemente se trató
de un último acto en contra de pueblos nativos, o de etnias dentro de colonias,
que vivían bajo poderes europeos.
La han llamado
“La Campaña Africana”, pero los españoles han guerreado en el Norte de África
desde que Cervantes sufriera cautiverio en Argel, y desde que a San Ramon
Nonato los moros le pusieran un candado en la boca para que parara de predicar.
Para el Siglo XVII, se había hecho del poder en Marruecos una dinastía conocida
como la de los alauíes quienes lograron expulsar a los europeos de su territorio.
La excepción fue España que siempre mantuvo control del borde costero donde se encuentran
las ciudades de Ceuta y Melilla. Esa región es conocida como el Rif. Serian sus
tribus de bereberes orgullosos, la mayoría montañeses, quienes se opondrían a
la presencia extranjera.
Para el siglo
XIX, Marruecos era un sultanato libre, que había mantenido su independencia
ante las presiones otomanas. La belleza de sus ciudades y riqueza de su suelo
la hacía atractiva a las potencias europeas. Ya en días de Luis-Felipe, Francia
fue a meter la nariz por allá. España se contentaba con sus posiciones en la
costa, pero los rifeños se la pasaban asaltando sus ciudades. En 1859, el
gobierno español envió ingenieros a fortificar Ceuta. Los rifeños los mataron
provocando tal furor en la península que hubo que enviar una expedición
punitiva que a ratos alcanzó el fervor de cruzada. Esa Primera Guerra de
Marruecos duró cuatro meses y provocó una cantidad de expresiones artísticas
incluyendo la Aita Tettauen de Galdós
y Un Diario de un testigo de la Guerra de
África de Pedro Antonio de Alarcón.
Mientras Francia
se imponía en el resto del país, España seguía con problemas en el Rif. La
Guerra de Marruecos había sido declarada en contra del sultanato, pero nuevas
escaramuzas bereberes movieron a España a luchar directamente con las tribus
rifeñas entre 1893 y 1894. Esta guerra de Maragallo se llamó así por un
gobernador imprudente que se puso a construir fuertes cerca de la tumba de un santón
local. 6000 rifeños bajaron de los montes a degollar infieles. Pero los
españoles tenían armamento moderno. Enviaron acorazados y reflectores
eléctricos. Mas encima, el Sultán Hassan I tomó partido por los iberos y los
rifeños tuvieron que bajar las armas y volver al monte. Con cada una de estas
contiendas, España iba adquiriendo más territorio en el Magreb.
En 1909 se
alborotan nuevamente las cabilas del Rif. Esta vez por la actividad de
compañías extranjeras que explotaban las minas de hierro y estaño de la región.
Aunque operaban con capital francés, quien daba la cara era la Compañía de
Minas Españolas del Rif. Los rifeños atacaron a un capataz y a sus hombres, matando
a cuatro de ellos. Otra vez, España mandaría un ejército a África, pero esta
vez el pueblo español no acogió con buenos ojos esta campaña. Hubo protestas,
sobre todo en Cataluña, que devendrían en la Semana Trágica de Barcelona.
A pesar de que
los españoles repudiaban el conflicto, para el rey Alfonso XIII la presencia
ibérica en África era fundamental. Tras el desastre del 98, España había
perdido sus posesiones en el Caribe, Asia y en el Pacifico. Su única
oportunidad de recobrar un imperio en ultramar era en el Magreb. A partir de
1911, el ejército español inició una agresiva campaña de pacificación en la
zona del Rif, campaña que duraría hasta fines de La Gran Guerra. En 1920, Francia
y España se repartieron Marruecos, quedando cada uno dueño de una sección del
país (con la ciudad de Tánger convertida en zona internacional) que pasarían a
conocerse como El Protectorado Frances y El Protectorado Español.
La hipocresía residía
en hacer creer que esto no era una estratagema colonialista. En teoría, el país
seguía regido por el Sultán Yizef, pero tanto el ejercito como la caja fuerte
marroquíes eran manejados por “los protectores”. La corrupción estaba muy
extendida entre administradores y altos mandos del ejército que se la pasaban
del burdel a la mesa de juego. La tropa era un hato de soldados pobres, casi
analfabetos, desmoralizados por estar lejos de su hogar, desnutridos y
expuestos a enfermedades. Una enfermedad bienvenida era la sífilis, fácil de
contraer cuando la prostitución estaba en auge y descontrolada en el
protectorado. Un soldado sifilítico era dado de baja y retornado a su país.
Este sería el ejercito que se batiría contra soldados vigorosos, que conocían
el terreno, que tenían una causa por la que luchar y que serían liderados por
el mítico Abd El-Krim.
Este cadí (juez musulmán)
pertenecía al poderoso clan de los Beni Urriaguel. Además de su formación
legal, Abd El-Krim había tenido contacto con el poder colonial español e incluso
con la misma España. Hablaba castellano perfectamente, había estudiado en
Salamanca, había sido editor de la sección árabe de El Telegrama de Ceuta y había tomado parte en la burocracia
colonial como maestro, traductor y escribiente. Esas experiencias lo hicieron un
perito en la administración del protectorado, la debilidad de sus soldados y la
corrupción vigente.
“Tiempos de Guerra”
inicia con una batalla que los libros de historia conocerán como “El Desastre
de Annual”. Ahí conocemos a los oficiales Pedro Ballester y Andrés Pereda. Los
vemos pelear sin esperanza y más encima traicionados por su jefe, el vil comandante
Silva un ejemplo del oficial corrupto del ejército español colonial. Como vemos
em esas escenas, Annual era un campamento militar al que un ejército de 3,000
rifeños atacó obligando a las tropas europea a replegarse hasta la costa. Se
dice que, de los 20.000 soldados españoles, 8.000 perecieron en una contienda
en que militares profesionales fueron vencidos por nativos irregulares cuyo
poder residía en su líder, un estratega nato, cuyas tácticas guerrilleras serían
más adelantes copiadas por Mao, Ho-Chi-Min y el Che Guevara.
Cuando las
enfermeras de la Cruz Roja desembarcan en Melilla, esta es una plaza sitiada.
Si Abd El-Krim no la atacó fue por temor a que la población cosmopolita hiciese
un llamado a otros países europeos a sumarse a la guerra. Tanto los civiles
como militares están en un estado de pánico que aumenta con el
desabastecimiento y la desconfianza por la población autóctona. Lo vemos en el
desprecio con que Susana, hija del comandante de la plaza, se expresa de Larbi,
el enfermero árabe. Lo cierto es que la población marroquí no estaba con los
rifeños quienes siempre habían sido una etnia separada. Incluso su religión, que
todavía conservaba resabios paganos, era mirada con recelo por los imanes
ortodoxos. Tanta era esa diferencia, que apenas declarada la independencia de
Marruecos, en 1956, las tribus rifeñas volvieron a alzarse esta vez en contra
del Sultán Mohamed V.
La escasez tanto
de soldados como de municiones y alimentos se debía al caos provocado por una
administración endeble y deshonesta. Muchos de los víveres eran robados por los mismos
militares y luego aparecían en el mercado negro. Ya en España el conflicto era
mirado con indiferencia por las clases pudientes y con mucho resquemor por los
estratos humildes que sabían que serían sus hijos la próxima carne de cañón.
Por algo se llamó a la Guerra del Rif, “la guerra de los pobres”. Un toque
novedoso de “Tiempos de Guerra” es mostrarnos oficiales “señoritos “como Andrés
y Pedro.
La serie, a
diferencia de otros ejemplos de ficción histórica española, no se apoya en
ideología sino en un conflicto de clases donde los oprimidos (en este caso el
soldado raso) no tienen voz. A pesar de que la tropa de Pedro sabe que el comandante
Silva miente y el alférez dice la verdad, no esperan que se les tome en cuenta
ni que crean en sus declaraciones. Aun así, se amotinan y rápidamente son
reprimidos con la amenaza de cortes marciales y paredones. Ya vimos como Pedro
fue condenado a muerte y su ejecución solo consiguió ser frenada por la Duquesa
de la Victoria y la mismísima Reina de España.
En España, había
conciencia de ese abandono. El desaliento fue explotado primero por elementos subversivos
de derecha que devendrían en la dictadura de Miguel Primo de Rivera (que había
sido oficial condecorado en La Guerra de Maragallo) y luego por eventos
republicanos que llevarían a la derogación de la monarquía, apenas acabado el
conflicto.
Por ahora estamos
en 1921, en “Tiempos de Guerra”. Todavía le quedan cuatro años a la Guerra de
Marruecos. Durante ese tiempo, Abd El-Krim establece una república independiente
y llega hasta los confines del protectorado. El error del líder será ese,
atacar a los franceses en un territorio donde los jeques no reconocen la
autoridad del comandante rifeño. Los franceses también envían tropas comandadas
por el héroe de la Gran Guerra, Henri Pétain. Se comienzan a utilizar armas químicas para eliminar al enemigo.
Finalmente, un contingente de tropas francesas
y españolas desembarcan en Alhucemas y acaban con La Guerra del Rif. Abd El-Krim se rinde a los franceses. Estos
lo toman prisionero, y le dan un trato honorable, negándose a las peticiones de
extradición de España. En 1947, el líder rifeño huirá a Egipto. Morirá Abd El-Krim en Cairo en 1963, alcanzando a ver la
independencia del Magreb.
Ya les he hablado
de las repercusiones políticas que La Guerra del Rif tendrá en España, pero
también surgen otros factores en el mismo protectorado que afectarán a un ejército
colonial que en la próxima década invadirá la Península. El primero es la
aparición de una nueva clase de oficiales, los llamados “generales africanistas”
menos corruptos, más determinados, mejores estrategas, con una visión más
amplia (ergo brutal) de como detener este conflicto que a cada rato vuelve a desatarse.
Por otro lado, se privilegia a los batallones o tercios formados por soldados nativos. Esos conformarían el núcleo del Cuerpo del Ejército Marroquí, los famosos “moros” de La Guerra Civil. La casta africanista de generales jóvenes, unidos por un esprit de corps forjado en La Guerra del Rif, y por un desprecio total por la clase política ibera, serán los alzados del 19 de julio de 1936.
La lista de generales africanistas incluye a
todo el alto mando del Bando Nacional: Generales Yagüe, Sanjurjo, Mola, Varela,
Queipo de Llano, también el coronel Juan Luis Beigbeder, quien estaría a cargo
del Protectorado de Marruecos durante la Guerra Civil, y por supuesto Francisco
Franco, el general más joven del ejército español. Otros nombres que sonarán a
fines de los 30s y durante la Era Franquista serán Alfredo Kinedelan fundador
de la aviación militar española, Agustín Muñoz Grandes quien comandará la División
Azul y José Millán Astray (quien perdería un brazo y un ojo en el Rif) fundador,
junto con Franco, de La Legión.
Precisamente La Legión
Español es otro producto del conflicto rifeño. Es fundada como una imitación de
La Legión Extranjera Francesa, un cuerpo de militares que se sienten orgullosos
de pertenecer al mismo. Con moral más alta que el soldado colonial con mayor
sentido de dignidad y propósito, el legionario sería un arma letal en la última
etapa de la Guerra del Rif, desempeñando importante rol en el Desembarco de
Alhucemas que acabaría con la campaña africana.
¿Veremos todo
esto en “Tiempos de Guerra “? Eso lo sabremos si seguimos esta serie que por
ahora nos enseña una historia que no se imparte en las aulas.
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