miércoles, 18 de octubre de 2017

La Guerra del Rif. Trasfondo histórico de Tiempos de Guerra


Se la llama La Guerra del Rif, La Guerra de África, La Segunda Guerra de Marruecos y La Campaña Africana. Se dice que fue un levantamiento de tribus rifeñas en contra del poder colonial español. Lo cierto es que involucró a Francia también y fue una pugna para mantener el protectorado europeo en el reino de Marruecos. Se dice que comenzó en 1911, otros afirman que ya llevaban dos años de escaramuzas. Lo cierto es que el momento cumbre fue el Desastre de Annual y ese es el punto histórico que los libretistas de “Tiempos de Guerra” han escogido para desembarcar en Melilla a Julia, Magdalena y Pilar, capitaneadas por la formidable Duquesa de la Victoria.


 Una idea fantástica ha sido elegir La Guerra de África como trasfondo de esta historia. Esta sangrienta y olvidada conflagración no es divisiva como La Guerra Civil, por lo tanto, resulta terreno seguro para poder transitar sin abrir heridas políticas. Es el consenso en España, cuando se recuerda el Conflicto del Rif, es que fue una barbaridad, una carnicería totalmente innecesaria.

Precisamente por tratarse de una pugna tan exótica, tenemos que ver primero de que se trató, porque les advierto llevamos cuatro capítulos, y todavía nadie nos explica de que se trata esta guerra que provoca tanto muerto y herido. El único detalle ha sido la negativa de Julia (en el episodio debut) de aceptar que su hermano y prometido hayan muerto  “por una buena causa”. Para nadie en España ni entonces ni ahora, La Guerra del Rif fue una buena causa. Simplemente se trató de un último acto en contra de pueblos nativos, o de etnias dentro de colonias, que vivían bajo poderes europeos.

La han llamado “La Campaña Africana”, pero los españoles han guerreado en el Norte de África desde que Cervantes sufriera cautiverio en Argel, y desde que a San Ramon Nonato los moros le pusieran un candado en la boca para que parara de predicar. Para el Siglo XVII, se había hecho del poder en Marruecos una dinastía conocida como la de los alauíes quienes lograron expulsar a los europeos de su territorio. La excepción fue España que siempre mantuvo control del borde costero donde se encuentran las ciudades de Ceuta y Melilla. Esa región es conocida como el Rif. Serian sus tribus de bereberes orgullosos, la mayoría montañeses, quienes se opondrían a la presencia extranjera.

Para el siglo XIX, Marruecos era un sultanato libre, que había mantenido su independencia ante las presiones otomanas. La belleza de sus ciudades y riqueza de su suelo la hacía atractiva a las potencias europeas. Ya en días de Luis-Felipe, Francia fue a meter la nariz por allá. España se contentaba con sus posiciones en la costa, pero los rifeños se la pasaban asaltando sus ciudades. En 1859, el gobierno español envió ingenieros a fortificar Ceuta. Los rifeños los mataron provocando tal furor en la península que hubo que enviar una expedición punitiva que a ratos alcanzó el fervor de cruzada. Esa Primera Guerra de Marruecos duró cuatro meses y provocó una cantidad de expresiones artísticas incluyendo la Aita Tettauen de Galdós y Un Diario de un testigo de la Guerra de África de Pedro Antonio de Alarcón.

Mientras Francia se imponía en el resto del país, España seguía con problemas en el Rif. La Guerra de Marruecos había sido declarada en contra del sultanato, pero nuevas escaramuzas bereberes movieron a España a luchar directamente con las tribus rifeñas entre 1893 y 1894. Esta guerra de Maragallo se llamó así por un gobernador imprudente que se puso a construir fuertes cerca de la tumba de un santón local. 6000 rifeños bajaron de los montes a degollar infieles. Pero los españoles tenían armamento moderno. Enviaron acorazados y reflectores eléctricos. Mas encima, el Sultán Hassan I tomó partido por los iberos y los rifeños tuvieron que bajar las armas y volver al monte. Con cada una de estas contiendas, España iba adquiriendo más territorio en el Magreb.

En 1909 se alborotan nuevamente las cabilas del Rif. Esta vez por la actividad de compañías extranjeras que explotaban las minas de hierro y estaño de la región. Aunque operaban con capital francés, quien daba la cara era la Compañía de Minas Españolas del Rif. Los rifeños atacaron a un capataz y a sus hombres, matando a cuatro de ellos. Otra vez, España mandaría un ejército a África, pero esta vez el pueblo español no acogió con buenos ojos esta campaña. Hubo protestas, sobre todo en Cataluña, que devendrían en la Semana Trágica de Barcelona.

Despedida de un soldado rumbo a Marruecos

A pesar de que los españoles repudiaban el conflicto, para el rey Alfonso XIII la presencia ibérica en África era fundamental. Tras el desastre del 98, España había perdido sus posesiones en el Caribe, Asia y en el Pacifico. Su única oportunidad de recobrar un imperio en ultramar era en el Magreb. A partir de 1911, el ejército español inició una agresiva campaña de pacificación en la zona del Rif, campaña que duraría hasta fines de La Gran Guerra. En 1920, Francia y España se repartieron Marruecos, quedando cada uno dueño de una sección del país (con la ciudad de Tánger convertida en zona internacional) que pasarían a conocerse como El Protectorado Frances y El Protectorado Español.


La hipocresía residía en hacer creer que esto no era una estratagema colonialista. En teoría, el país seguía regido por el Sultán Yizef, pero tanto el ejercito como la caja fuerte marroquíes eran manejados por “los protectores”. La corrupción estaba muy extendida entre administradores y altos mandos del ejército que se la pasaban del burdel a la mesa de juego. La tropa era un hato de soldados pobres, casi analfabetos, desmoralizados por estar lejos de su hogar, desnutridos y expuestos a enfermedades. Una enfermedad bienvenida era la sífilis, fácil de contraer cuando la prostitución estaba en auge y descontrolada en el protectorado. Un soldado sifilítico era dado de baja y retornado a su país. Este sería el ejercito que se batiría contra soldados vigorosos, que conocían el terreno, que tenían una causa por la que luchar y que serían liderados por el mítico Abd El-Krim.

Abd El-Krim en la Portada de Time Magazine (1925)

Este cadí (juez musulmán) pertenecía al poderoso clan de los Beni Urriaguel. Además de su formación legal, Abd El-Krim había tenido contacto con el poder colonial español e incluso con la misma España. Hablaba castellano perfectamente, había estudiado en Salamanca, había sido editor de la sección árabe de El Telegrama de Ceuta y había tomado parte en la burocracia colonial como maestro, traductor y escribiente. Esas experiencias lo hicieron un perito en la administración del protectorado, la debilidad de sus soldados y la corrupción vigente.

“Tiempos de Guerra” inicia con una batalla que los libros de historia conocerán como “El Desastre de Annual”. Ahí conocemos a los oficiales Pedro Ballester y Andrés Pereda. Los vemos pelear sin esperanza y más encima traicionados por su jefe, el vil comandante Silva un ejemplo del oficial corrupto del ejército español colonial. Como vemos em esas escenas, Annual era un campamento militar al que un ejército de 3,000 rifeños atacó obligando a las tropas europea a replegarse hasta la costa. Se dice que, de los 20.000 soldados españoles, 8.000 perecieron en una contienda en que militares profesionales fueron vencidos por nativos irregulares cuyo poder residía en su líder, un estratega nato, cuyas tácticas guerrilleras serían más adelantes copiadas por Mao, Ho-Chi-Min y el Che Guevara.
Cadáveres encontrados tras el desastre de Annual

Cuando las enfermeras de la Cruz Roja desembarcan en Melilla, esta es una plaza sitiada. Si Abd El-Krim no la atacó fue por temor a que la población cosmopolita hiciese un llamado a otros países europeos a sumarse a la guerra. Tanto los civiles como militares están en un estado de pánico que aumenta con el desabastecimiento y la desconfianza por la población autóctona. Lo vemos en el desprecio con que Susana, hija del comandante de la plaza, se expresa de Larbi, el enfermero árabe. Lo cierto es que la población marroquí no estaba con los rifeños quienes siempre habían sido una etnia separada. Incluso su religión, que todavía conservaba resabios paganos, era mirada con recelo por los imanes ortodoxos. Tanta era esa diferencia, que apenas declarada la independencia de Marruecos, en 1956, las tribus rifeñas volvieron a alzarse esta vez en contra del Sultán Mohamed V.

La escasez tanto de soldados como de municiones y alimentos se debía al caos provocado por una administración endeble y deshonesta.  Muchos de los víveres eran robados por los mismos militares y luego aparecían en el mercado negro. Ya en España el conflicto era mirado con indiferencia por las clases pudientes y con mucho resquemor por los estratos humildes que sabían que serían sus hijos la próxima carne de cañón. Por algo se llamó a la Guerra del Rif, “la guerra de los pobres”. Un toque novedoso de “Tiempos de Guerra” es mostrarnos oficiales “señoritos “como Andrés y Pedro.


La serie, a diferencia de otros ejemplos de ficción histórica española, no se apoya en ideología sino en un conflicto de clases donde los oprimidos (en este caso el soldado raso) no tienen voz. A pesar de que la tropa de Pedro sabe que el comandante Silva miente y el alférez dice la verdad, no esperan que se les tome en cuenta ni que crean en sus declaraciones. Aun así, se amotinan y rápidamente son reprimidos con la amenaza de cortes marciales y paredones. Ya vimos como Pedro fue condenado a muerte y su ejecución solo consiguió ser frenada por la Duquesa de la Victoria y la mismísima Reina de España.
Pedro casi es fusilado

Tiene que salvarlo la Reina Victoria-Eugenia

En España, había conciencia de ese abandono. El desaliento fue explotado primero por elementos subversivos de derecha que devendrían en la dictadura de Miguel Primo de Rivera (que había sido oficial condecorado en La Guerra de Maragallo) y luego por eventos republicanos que llevarían a la derogación de la monarquía, apenas acabado el conflicto.

Por ahora estamos en 1921, en “Tiempos de Guerra”. Todavía le quedan cuatro años a la Guerra de Marruecos. Durante ese tiempo, Abd El-Krim establece una república independiente y llega hasta los confines del protectorado. El error del líder será ese, atacar a los franceses en un territorio donde los jeques no reconocen la autoridad del comandante rifeño. Los franceses también envían tropas comandadas por el héroe de la Gran Guerra, Henri Pétain. Se comienzan a utilizar armas químicas para eliminar al enemigo.

 Finalmente, un contingente de tropas francesas y españolas desembarcan en Alhucemas y acaban con La Guerra del Rif.  Abd El-Krim se rinde a los franceses. Estos lo toman prisionero, y le dan un trato honorable, negándose a las peticiones de extradición de España. En 1947, el líder rifeño huirá a Egipto. Morirá Abd El-Krim en Cairo en 1963, alcanzando a ver la independencia del Magreb.

Ya les he hablado de las repercusiones políticas que La Guerra del Rif tendrá en España, pero también surgen otros factores en el mismo protectorado que afectarán a un ejército colonial que en la próxima década invadirá la Península. El primero es la aparición de una nueva clase de oficiales, los llamados “generales africanistas” menos corruptos, más determinados, mejores estrategas, con una visión más amplia (ergo brutal) de como detener este conflicto que a cada rato vuelve a desatarse.




Por otro lado, se privilegia a los batallones o tercios formados por soldados nativos. Esos conformarían el núcleo del Cuerpo del Ejército Marroquí, los famosos “moros” de La Guerra Civil. La casta africanista de generales jóvenes, unidos por un esprit de corps forjado en La Guerra del Rif, y por un desprecio total por la clase política ibera, serán los alzados del 19 de julio de 1936.

 La lista de generales africanistas incluye a todo el alto mando del Bando Nacional: Generales Yagüe, Sanjurjo, Mola, Varela, Queipo de Llano, también el coronel Juan Luis Beigbeder, quien estaría a cargo del Protectorado de Marruecos durante la Guerra Civil, y por supuesto Francisco Franco, el general más joven del ejército español. Otros nombres que sonarán a fines de los 30s y durante la Era Franquista serán Alfredo Kinedelan fundador de la aviación militar española, Agustín Muñoz Grandes quien comandará la División Azul y José Millán Astray (quien perdería un brazo y un ojo en el Rif) fundador, junto con Franco, de La Legión.
El Caudillo en su etapa marrroquí

Precisamente La Legión Español es otro producto del conflicto rifeño. Es fundada como una imitación de La Legión Extranjera Francesa, un cuerpo de militares que se sienten orgullosos de pertenecer al mismo. Con moral más alta que el soldado colonial con mayor sentido de dignidad y propósito, el legionario sería un arma letal en la última etapa de la Guerra del Rif, desempeñando importante rol en el Desembarco de Alhucemas que acabaría con la campaña africana.

¿Veremos todo esto en “Tiempos de Guerra “? Eso lo sabremos si seguimos esta serie que por ahora nos enseña una historia que no se imparte en las aulas.


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