Seguimos
comentando “Tiempos de Guerra”, la nueva
serie histórica de Antena 3. En una entrada anterior, me referí a una fórmula
que Bambú emplea como esquema para su serie histórica y en este esquema entran
en juego lugares comunes y arquetipos. Las tres protagonistas corresponden a
modelos ya empleados en otras producciones que giran en torno a enfermeras de
combate.
La llegada de las
“damas enfermeras” de “Tiempos de Guerra” a Melilla origina un comentario
despectivo por parte de Verónica (Alicia Rubio), enfermera veterana. “Son una
colección de marquesas”. Sus palabras reflejan un desprecio por la clase social
e inexperiencia de las principiantes. A su vez esa frase expresa antiguos
estereotipos a los que la ficción histórica echa mano cada vez que tiene que
describir un grupo de novatas obligadas por las circunstancias a atender soldados
heridos.
La enfermera de combate
es un tópico de la ficción bélica e histórica y tenemos ejemplos reconocidos.
Incluso hoy en día, ya son parte del universo fantástico, con Talisa de “Juego
de Tronos” y Claire Randall de “Outlander”. Casi no hay novela o filme sobre
algún conflicto bélico que no haya ameritado la aparición de la enfermera,
aunque esta no sea una profesional y cumpla con su trabajo casi a regañadientes,
como Scarlett O’Hara en Lo que el viento
se llevó.
En Scarlett y en
su cuñada Melanie Hamilton, encontramos varios lugares comunes que irán
formando parte del retrato de la enfermera de combate en la ficción. Mujer de
clase alta, acostumbrada a que la sirvan y que de pronto, en aras del deber,
está expuesta a trabajos indecentes y a espectáculos indecorosos y repugnantes.
También,
recordando la única labor de hospital que le resultaba agradable a Scarlett, está
la imagen de la enfermera como vampiresa, que coquetea con los pacientes para
elevarles la moral y, de paso, también coquetea con los médicos, tal vez por la
misma razón. En el Hall de la Fama de las enfermeras de batalla las tenemos
representadas desde la sublime Catherine Berkeley de Adiós a las armas de Hemingway, hasta la caricaturesca zorra Margaret
Hooligan apodada “Labios Calientes” de “M.A.S.H”.
Ambos personajes personifican
una realidad. En las memorias escritas por enfermeras en Vietnam hay dos puntos
recurrentes: ordenes de usar perfume y maquillaje para cuando atiendan a
pacientes en proceso de recuperación; y el acoso sexual por parte de las tropas
que creían que las enfermeras estaban ahí para atenderlos en todos los
aspectos. A pesar de que “Tiempos de Guerra” no tiene lugar ni en La Guerra de Secesión,
ni en La Gran Guerra, ni en Corea ni en Vietnam (como las mencionadas) abarca
estas imágenes de mujeres refinadas que desean servir a la patria en tiempos difíciles,
pero cuyo servicio se les dificulta al tener que conjugarlo con atender heridos
y asistir en operaciones cuando hay médicos, camilleros y soldados guapos por
doquier.
Recordemos a Kate
Beckinsdale en “Pearl Harbor”. Evelyn era una profesional cuya vocación de curar no le impedía
ser el elemento más bonito de un triángulo amoroso y que acababa hasta
embarazada. Aunque la literatura quisiera darnos enfermeras dedicadas y
sacrificadas como la Vera Brittain que emerge de su autobiografía Testament of Youth, al final son más
comúnmente “niñas bien” que no dan pie en bola como la Bryoni Tallis en Atonement. Digamos que las enfermeras
de “Tiempos de Guerra” están a mitad de camino entre esos dos ejemplos.
Por ejemplo, Julia
Ballester (Amaia Salamanca) ha usado el servicio médico como excusa para venir
a África a averiguar el paradero de su hermano y de su prometido. Es por eso por
lo que no ha desarrollado un sentido del deber. A cada rato abandona su puesto.
Y cuando no está involucrada en asuntos personales, se va a meditar a la orilla
del mar o a suspirar por los rincones. Encontrar a su hermano Pedro, solo añade
más caos a su vida.
Pronto descubrimos
que Julia es impulsiva e irreflexiva. Le dicen que no se vaya meter al zoco a
contratar maleantes para ayudar al hermano a desertar. Y ahí va rubia, bonita, refinada. Termina golpeada y robada, por suerte no la violan.
A Julia se le
ocurre disfrazar al hermano de cadáver y escamotearlo del hospital. Para eso se
roba una ambulancia. Pero…Oh, ¡Cielos! Julia no sabe conducir. Debe ayudarla el
camillero Larbi (Daniel Lundh), uno de los pocos sensatos en este cuento. Todo
acaba con Larbi (que tiene que mantener a su familia) despedido y a Julia, por
un rato, le quitan el uniforme. Conclusión, Julia es egoísta y arrastra a los
demás en su locura.
Sin embargo, ese rasgo del personaje de Amaia
Salamanca sirve para demostrar la camaradería de las enfermeras.
Desinteresadamente, Magdalena y Pilar ayudan a Julia en todas sus locuras. En suma,
Julia corresponde a los siguientes estereotipos asociados con enfermeras de
combate: la mujer que viene en busca de un hombre, la rebelde a la que hay que
ayudar en sus disparatadas empresas, y el eje que da unidad al trio de amigas. Agreguémosle,
la peor característica de Julia. Después de doblarle el brazo al mundo para
llegar a África y de dar vuelta las piedras en busca de su Andrés (Alex Gadea),
ahora le hace ojitos al doctor Fidel (Alex García) que está más que
comprometido con Susana Márquez (Silvia Alonso), la hija del Jefe de Sanidad. ¿Y qué va a pasar
ahora que Andrés fue liberado de esa prisión donde lo tenían los rifeños?
Los líos amorosos
de Julia ni se acercan a los de sus compinches. Comencemos con Pilar de Soraluce
(Verónica Sánchez), la viuda, la diestra, la circunspecta, la que hace las
cosas de acuerdo con el manual. En realidad, es una mujer marcada por la
soledad, lleva su esposo dos años de difunto, y ella no encuentra propósito ni
paz. La guerra le ofrece una salida, la posibilidad de hacer algo útil y de
dejar el pasado atrás. Pilar es tan eficiente que La Duquesa de la Victoria
(Alicia Borrachero) la coloca de enfermera jefa, a la par con Verónica que
lleva tiempo en África, y que es una profesional.
El lio se arma cuando descubrimos que el pasado
del que huye Pilar abarca más que un marido atropellado por un tranvía. En
Melilla, Pilar se encuentra con Luís (Cristóbal Suarez), el médico militar que
hace ocho años la dejó vestida y alborotada en la puerta de la iglesia. A pesar
de que ambos se quieren, a pesar de que Pilar ahora sabe que fue su familia
quien los separó, Luis está casado y espera un hijo. El problema mayor es que Pilar en vez de
hacer lo cuerdo, ósea volverse a España, insiste en quedarse y esto no va a
tener buen fin.
Médico casado-enfermera guapa es otro cliché del
drama médico-bélico. Incluso en los pacatos 40s se tenía conciencia, y especialmente en la mente
de las esposas que los médicos militares dejaban atrás, que ellos estarían
expuestos a muchas tentaciones principalmente por parte de quienes los asistirían
en el quirófano. En 1948, Hollywood delinearía esta situación en “Homecoming”
uno de los muchos filmes protagonizados por Lana Turner y Clark Gable. El Rey
interpretaba a un médico que volvía a casa solo para relatarle a su esposa (Anna Baxter)
que en Francia había caído bajo el embrujo de una enfermerita (Turner) que había
tenido la decencia de dejarse matar por los alemanes para que el doctor pudiera
regresar con su mujer legal.
El romance enfermera-medico
es un trope tan archiconocido que
incluso en Outlander cuando Claire se
reúne con su marido después de años de servicio militar que los ha separado, él
le pregunta si le ha sido infiel. Parte
de la hipocresía de “Hot Lips” en “M.A.S.H”es que, aunque quiere parecer formal
y competente (puesto que como Pilar es jefa de enfermeras), mantenga un affaire
clandestino con el muy casado Mayor Frank Burns.
En un momento, Hollywood
cansado del lugar común decidió castigar a estas enfermeras tan ladinas. En “5 puertasal infierno”, escrita, producida y dirigida por James Clavell mucho antes de convertirse
en autor de bestseller, Dolores Michaels interpreta a Athena, chica estadounidense
de buena familia que se ha unido a un contingente de enfermeras que bajo la
bandera de la ONU sirven en la Primera Guerra de Indochina. A pesar de sus escrúpulos,
Athena se enamora del médico casado de turno. Clavell entonces hace que un
grupo de guerrilleros asalte el hospital de campaña. El medico muere y Athena
es violada por el líder de la guerrilla. Ese fue el escarmiento al estereotipo.
Aun así, el
cliché regresó en uno de los mejores dramas médico-bélicos de la televisión, “China
Beach”. Allí tuvimos chicas rebeldes (la prostituta KC), chicas que buscaban al
hermano perdido (Cherry, la auxiliar de la Cruz Roja) y enfermeras prudentes y
seguidoras de su deber como Colleen Mc Murphy, la protagonista. Como Pilar, McMurphy
ha llegado a Vietnam con un sentido de misión, pero también para alejarse un
poco del provincialismo de su Kansas natal. Valiente, compasiva y excelente
enfermera pronto se acarrea el respeto de toda la base de China Beach, un cruce
entre hospital y sitio de recreación para soldados convalecientes. Incluso
consigue el reconocimiento del Dr. Richards su superior y, por supuesto, casado.
En su primera
noche en China Beach, tras una serie de shocks culturales y de sobrevivir
juntos el ataque de un guerrillero, Mc Murphy y el medico casi terminan en la
cama. Desde ese momento se crea una carga de tensión sexual que no llega a
consumarse nunca entre ellos, a pesar de que devendrá en amor. A través de
cuatro temporadas vemos a la Teniente McMurphy tener romances con varios hombres incluyendo a
dos casados: el piloto Natch (que como Luis hasta tiene mujer embarazada) y el doctor
Bernard, un montagnard que tiene una
esposa vietnamita demente (a lo Jane Eyre) escondida en un closet. Entremedio,
la mujer del Doctor Richards le manda los papeles de divorcio y él inicia un affaire
con una corresponsal de guerra.
En la última temporada, a punto de regresar a Kansas,
McMurphy descubre que realmente ama a Richards. Se comprometen, pero en
vísperas de la boda, el médico recibe noticia de que su ex mujer acaba de morir
y debe regresar a California a cuidar de sus hijos. No volverán a encontrarse hasta
veinte años más tarde ( y ya casados con otros) en una reunión del ex personal de China Beach en
Washington, en el último episodio. Es ahí donde la nueva Sra. Richards hace la
pregunta del millón a su marido “¿Con cuantas de las mujeres presentes no te
acóstate?”
A pesar de echar
mano de ese recurso tan trillado, “China Beach” supo equilibrarlo dándole a Mc Murphy
casi tantas dimensiones emocionales como las aventuras que vivió en Vietnam.
Eso es lo que desearía para “Tiempos de Guerra”, que las damas enfermeras
vivieran más sucesos personales y laborales que no tuvieran que ver con lo
romántico. Que conociésemos mejor a las protagonistas desligándolas de esos triángulos
amorosos que no parecen llevar a ninguna parte agradable. Y sin embargo es la
tercera protagonista quien presenta más variedad tanto en lo personal como en el amor.
Al comienzo miramos
un poco en menos a Magdalena (Anna Moliner), personaje menor, quien parece ser
el relleno cómico, la compinche y confidente de compañeras más guapas e
interesantes que ella. Curiosamente, y ese es un logro de la serie, el
estereotipo se trastoca y es Magdalena el personaje con más vida interior de
“Tiempos de Guerra” y el que mejor conocemos. No es una rubia etérea y
enigmática como Julia ni una Pilar que quiere vendernos esa fachada de mujer
conservadora, sin sangre en las venas, que vive para su trabajo.Magdalena es
carne y hueso; es la atolondrada que se tropieza con la gente en la calle y abre
la boca de más. Sin embargo, es la custodia de los secretos de sus amigas.
Para Julia, para Pilar e incluso para Susana Márquez que se ha criado con ella, Magdalena es una chica simpática, buena persona que ha tenido la suerte de ser millonaria y de comprometerse con un buen partido. Parece haber cierta conciencia en su círculo de que Magdalena es un poco tonta (" siempre has sido tan inocente” le dice la madre de Susana) y no tan atractiva como sus compañeras. La misma Magdalena lo sabe y al despedirse de Daniel, le pide que no la olvide ni se enamore de otra, aunque sea más bonita que ella.
Magdalena es quien consuela a Julia. |
Para Julia, para Pilar e incluso para Susana Márquez que se ha criado con ella, Magdalena es una chica simpática, buena persona que ha tenido la suerte de ser millonaria y de comprometerse con un buen partido. Parece haber cierta conciencia en su círculo de que Magdalena es un poco tonta (" siempre has sido tan inocente” le dice la madre de Susana) y no tan atractiva como sus compañeras. La misma Magdalena lo sabe y al despedirse de Daniel, le pide que no la olvide ni se enamore de otra, aunque sea más bonita que ella.
¿Es Magdalena
poco atractiva? Lo que se pasa es que se sale del molde en lo que respecta (aun
hoy) a méritos para atraer un hombre. Magdalena es de buen diente, es una gourmand y le gusta su traguito. A Marruecos
ha traído en su equipaje de vestidos elegantes, una petaca de coñac que mucho ha
ayudado a fortalecer el trio de damas enfermeras y hasta calma los sueños
eróticos de la virginal Magdalena. Es además la reina del blablá. Se expresa de
manera incoherente y atropellada y de igual manera transita por el mundo
chocando con todo.
A diferencia de
Julia que viene en busca de parientes y de Pilar que busca alejarse del pasado,
Magdalena ha venido como si se embarcara en un crucero. Viene a cumplir un
poquito con labor patriótica y a tener un par de experiencias exóticas antes de
casarse. Se supone que será la primera en dejar Marruecos, que en Madrid la
espera una boda, pero irónicamente es la única de la serie que está echando el ancla
en África.
De todo el grupo
es la única interesada en el país y en sus habitantes. Demuestra curiosidad por
la religión musulmana, intenta aprender el idioma, se va a revisar los productos
que ofrece el zoco, amadrina a un huerfanito moro y hace amistad con el
enfermero marroquí Larbi. Es Larbi quien hace sentir a Magdalena lo que el
novio no ha conseguido. Y es porque él admira lo que el mundo Occidental
reprobaría; la gula de Magdalena que sabe apreciar los mazapanes de la madre
del camillero; su interés por el país y sus costumbres; su franqueza y su misma
inocencia. Cuando Larbi la sabe comprometida, dice que Daniel es un hombre
afortunado. ¿Lo sabrá Daniel?
Magdalena es una desviación
del tópico de la enfermera militar en la ficción. Ni siquiera en “China Beach”
se atrevieron a tener romances entre blancos y nativos. El amor de Larbi y
Magdalena es totalmente prohibido, los separan clase, raza y religión. No sé si
se dieron casos en la Guerra de Marruecos de amores entre española y
marroquíes. Si los hubo entre españolas y moros (y hablo de amor, no de
violaciones) en la Guerra Civil, y las autoridades del Bando Nacional se
opusieron vehementemente a ellos.
Magdalena pone el
toque novedoso en una serie que ha intentado retratar cánones establecidos por
la ficción medica-bélica e imponerlos en un setting histórico virgen. A pesar
de que “Tiempos de Guerra” no tiene mal rating, todavía no sabremos si ha dado
la talla y se convertirá en serie o no pasará de breve dramatizado. Ese será el
momento de ver que méritos la han hecho sobresalir o la han hundido. Hasta entonces,
comprendo y apruebo el uso de clichés asociados con su género, pero aconsejo
expandirlos y refinarlos con detalles nuevos como el personaje de Magdalena.
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