Los serial
killers están de moda en la ficción ¿O será que Netflix los ha convertido en trend?
Parece que esa plataforma solo vive de psicópatas y sus hazañas, por lo que es
normal que vaya en busca de asesinos de otras regiones. Así que dramatizar el
caso del Monstruo de Florencia les ha caído como anillo al dedo. A pesar de que
me desagradan esos cuentos―aun siendo retro nostalgia―solo
la vi por causas de fuerza mayor. ¿Valió la pena? Ahora les cuento.
Antes que todo,
una capsula sobre las fuerzas mayores. Desde el verano que vengo sufriendo de
problemas con mi señal de Wifi. A pesar de que reconocen que parte del problema
es de ellos, mis proveedores de Spectrum han enviado dos veces gente que ha
dado vuelta mi casa y todos mis aparatos conectados a su Wifi , ofreciendo
razones fáciles de desbaratar y soluciones que implican contrata de otros
servicios más caros.
Entremedio, este fatídico
mes de octubre y en medio el shutdown más largo en la historia del gobierno de
USA, me he quedado sin servicio en la plataforma Samsung. A pesar de que
caprichosamente (y negando las explicaciones de los proveedores) reaparece a
voluntad propia, he tenido que apoyarme en el cable regular. Ahí descubro que
tengo acceso a dos plataformas Acorntv y Netflix. ¡Qué ironía cuando yo
deseaba deshacerme de la segunda!
El caso es que le
he hincado el diente al producto Netflix viendo House of Guinness (muy mala); Nadie nos vio partir (incomoda) y El monstruo de
Florencia que me deja con sentimientos encontrados. Para resumir, no es la típica combinación de gore y
procedimiento policial que se asocia con este subgénero de los serial killers.
Monstruos y Copycats
La trama se basa en
una serie de asesinatos cometidos por un individuo que la prensa apodaba “El
Monstruo de Florencia”. Como ocurre con los medios, el mote no es aplicable.
Primero, ninguna muerte ocurrió en Florencia sino en pueblos aledaños. Segundo,
todavía no se sabe quién o quiénes fueron los culpables reales de una serie de
asesinatos similares ocurridos entre 1968 y 1985.
Los asesinados
eran siempre pareja (todas hetero+una gay) que estaban teniendo sexo o planeándolo,
o en actitud post coital, en algún sitio alejado. En muchos casos, el asesino mutiló los
genitales de la mujer y el arma fue casi siempre la misma. Muchos sospechosos
fueron arrestados, encarcelados e incluso condenados por uno o varios crímenes.
Sucede que el Monstruo volvía a atacar cuando los acusados estaban en la
cárcel.
Hasta hoy no se
conoce al verdadero serial killer, ni se sabe cuántos copycats
nacieron entre sus admiradores. Por esa razón, la serie ha tomado otro rumbo
enfocándose en el primer asesinato. Tal como en la realidad, un crimen en 1982 hace a la procuradora pensar que debió haber existido un asesinato inicial que
empujase al criminal a seguir buscando parejas que copulaban en descampados y a
mutilar a sus víctimas femeninas en recordatorio de la traición de una mujer
especifica.
El Primer
Asesinato
Así llega la policía
a las muertes de Barbara Locaino y Antonio Lo Bianco, uno de sus amantes. Los
hechos ocurrieron en las afueras del pueblo en 1968, estando presente Natalino,
el hijo de ocho años de Barbara. Fue Stefano Mele, esposo de Bárbara quien se confesó
autor del doble homicidio pasional, pero como nota la fiscal, incluso durante
el juicio hubo muchas discrepancias entre la confesión y los hechos. La
reaparición de un sujeto desconocido que ha seguido cometiendo crímenes
parecidos demuestra la inocencia de Stefano.
La serie entonces
prefiere contarnos la triste historia de Stefano Mele desde su matrimonio.
Comenzamos con un flashback, viendo una novia en su vestido blanco huyendo por
los campos. se trata de Barbara, la esposa fugitiva. Tras de ella van los
hombres de la Familia Mele, pero no el esposo. Como le explica a Stefano su
padre, ya han pagado por la novia y tienen su dote, el matrimonio debe
funcionar. Traen a Barbara y la encierran junto al marido-pelele en un cuarto.
Pasa un año, Los
Esposos Mele viven en su propia casa, con tejado roto a pesar de ser Stefano
albañil y parecen ser felices, pero falta dinero. A Stefano se le ocurre rentarle
un cuarto a Salvatore, un individuo que desde la primera vez que aparece nos
indica que va a causar problemas. Efectivamente, se hace el dueño de la casa de
Los Mele a quienes trata (principalmente a Barbara) como sus sirvientes.
La situación
llega al límite cuando Salvatore abusa de Barbara con el esposo en el cuarto de
al lado. A pesar de que Stefano escucha el llamado de auxilio de su esposa, no
hace nada. En el último episodio hay más detalles sobre esa relación abusiva
que acaba con el embarazo de Barbara. Salvatore se marcha y los Mele crían a
Natalino como su hijo con mucho amor, pero Barbara no perdona la flaqueza del
marido.
Un par de años más
tarde, Stefano trae otro visitante a su casa. Se trata de Francesco, hermano de
Salvatore. Cuando el hombre convence a Barbara que no es como su hermano, se
hacen amantes. Esto hasta que la esposa de Francesco lo acusa ante las
autoridades de adulterio y abandono de hogar.
Le dan a
Francesco medio año de cárcel. Stefano, en su síndrome de pasividad-agresividad,
encuentra su propio plan para castigar a su esposa. Trae a Salvatore a la casa
para participar en un triángulo que para Babara es más de horror que pasional. Cuando
Francesco sale de la cárcel no le cree que haya sido víctima. La desilusionada
mujer se busca otro amante llegando a un triste fin.
Será en 1983, que
la procuraduría de Florencia va a asociar la actividad homicida del “Monstruo”
con este crimen pasional. Nuevas interrogaciones llevan a Stefano y al ahora,
adulto Natalino a culpabilizar a diferentes hombres cuyas historias formaran el
núcleo de estos cuatro episodios.
Como ocurriera
con Il Gattopardo, esta serie muestra un nivel más alto de cinematografía
y es más cuidadosa con la ambientación de época que otras producciones
italianas. Podríamos decir que aun la mediocre producción de Netflix se salva
al filmar durante el gobierno de la Signora Meloni.
En términos de
iluminación es menos oscura que la mayoría de las producciones de época. A
pesar de que existe un tinte sombrío par las escenas de día y se las arreglan
para convertir en las nocturnas al hermoso paisaje toscano en un espacio tenebroso
y amenazador.
La atmosfera de
época se consigue gracias al vestuario y principalmente en la música. La banda
sonora saber escoger sus temas. La sublime “Il cielo in una stanza” de Mina para la primera vez que Salvatore
abusa de Barbara contrasta con “White Rabbit” de Jefferson Airplane, que sirve
de trasfondo para cuando Barbara le cuenta esa historia a Francesco ocho años más
tarde.
Tras revisar la
Wikipedia en italiano y ver que ninguno de los actores tenía (en ese momento) páginas,
me dio la impresión de que el no usar rostros famosos da mayor realismo a la
tragedia. El movimiento de cámaras y otros detalles aunado a ese no usar
profesionales de la actuación ayudan a revivir un aura de Neorrealismo de fines
de Los 40.
Más que seguir la
fórmula de Ryan Murphy de hacer hincapié en el gore, Il Mostro di Firenze
tiene en sus flashbacks de la tragedia de Stefano y Barbara un dejo de James
Cain, de su famosa El cartero llama dos veces. No nos olvidemos que
antes de ver a Lana Turner y John Garfield en la versión Hollywood, un joven
desconocido llamado Luchino Visconti la adaptó para la pantalla mussoliniana
como Osessione (1944). Y me aventuro a decir que hay una deuda de “Il
Mostro” con ese filme.
Contenido
Violento y Gory: Los
crímenes acompañados de mutilaciones son recreados en varias ocasiones de la
manera más grafica posible. Hay otras formas de violencia en contra de mujeres
desde una fantasía de un sospechoso que aterroriza a una posible pareja hasta
que la fiscal reciba una carta del asesino con un trozo de un seno de la última
víctima. Barbara es abusada sexualmente por su marido, su inquilino, y casi por
su suegro.
Contenido
Sexual y Desnudos: Cadáveres
desnudos, gente teniendo sexo, escena discreta de sexo oral gay. Lo fascinante
de la serie es una exploración de fantasías masculinas―y no solamente del
Monstruo―que incluyen violencia, desde prostituir a la pareja hasta tríos formados
por pareja hetero y amante gay. El factor común es que la mujer es siempre
obligada a entrar en estos juegos. También vemos como el Monstruo se convierte
en un icono de esta sexualidad enfermiza. El hermano de Stefano lleva a una
mujer a una cita en la que intenta recrear los crímenes del Monstruo, pero sin
el consentimiento de su compañera. Por otro lado hay una tribu urbana de
voyeurs que se esconde en el bosque a observar a parejas teniendo sexo y
siempre con la esperanza de que aparezca el asesino y les dé matarile.
Factor
Feminista: La serie es un
muestrario de la vida angustiosa que se
lleva en sociedades tradicionales rurales, pero también es un espejo de como un
machismo exagerado se traduce en violencia mortal. Un detalle que no he podido
corroborar es la existencia de Silvia Della Monica, que la serie coloca a la
cabeza de la procuraduría de Florencia y encargada de encontrar al Monstruo.
Todos los informes que he leído solo mencionan procuradores varones. A lo mejor
ese olvido se debe a un dejo de machismo.
Factor
Diversidad: Solo quienes
conocen la cultura italiana sabrán que la serie hace hincapié en la
inferioridad del pueblo sardo retratándolo peor que en el filme clásico Padre,
Padrone, como un grupo de ignorantes, brutos, machistas, golpeadores,
asesinos y hasta…homosexuales.
Netflix ha embutido
en la historia de los primeros sospechosos de ser El Monstruo un elemento gay que más que agregar
diversidad sexual al relato otorga rasgos negativos a dos de los acusados de
cometer el primer asesinato.

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