jueves, 27 de febrero de 2020

Antes de James Bond…existió Sídney Reilly…



De todos los placeres que AcornTv me ha proporcionado, ninguno se compara a ver nuevamente esta miniserie de 1983 por la cual no han pasado los años. En nuestro apetito por buenos relatos de espionaje no se nos pueden pasar las aventuras de un espía real que, en su breve reinado, cambió las reglas del juego y capturó la imaginación de muchos, incluyendo la de Ian Fleming que lo usó como modelo de James Bond.

En 1982, en plena era de miniseries épicas, la sección del “Masterpiece Theater”,  conocida como “Mistery”, presentaba una serie limitada tan lujosa y espectacular que rivalizaba con las grandes producciones de la televisión estadounidense de los 80. Para el público asiduo al misterio, “Reilly, Ace of Spies” era una sorpresa, Acostumbrado a tibias adaptaciones de novelas de Agatha Christie, Lord Dunsany y otros maestros del misterio, se esperaba una serie a la antigua con iluminación opaca, sin efectos especiales, con espacios restringidos, aparte de algún par de escenas filmadas en exteriores.

Enfrentarse a una escenografía de filme de Hollywood, con escenarios grabados en diversos puntos del globo, una recreación fidedigna del mundo de la Belle Epoque y de la Rusia Revolucionaria, con mobiliarios lujosos, fantásticos vestuarios y escenas épicas, fue un agasajo inesperado. Como lo fue la intensa y realista trama que mostraba un lado oscuro de la historia y de los servicios de inteligencia británicos que pocos conocían, y muchos habían ocultado.

De Rosenblum a Reilly
Tras su misteriosa desaparición en la Unión Soviética en 1925, Sídney Reilly se convirtió en un icono de la cultura popular en ambos lados del Atlántico. Gente que juraba haberlo conocido vendía entrevistas, mientras que amigos, ex esposas y amantes escribían libros sobre un hombre cuya vida estaba llena de secretos y leyendas, algunas inventadas por el mismo Reilly.

Era natural que un hombre tan enigmático suscitase tantas controversias. Nadie estaba seguro de donde había nacido o cual era su verdadero nombre.  Si bien era cierto que se merecía el apodo de “As de los espías” también era cierto que había sido un agente doble sirviendo al menos a cinco potencias.

Aunque Reilly contó diferentes versiones de sus orígenes, hay dos factores certificados como indiscutibles: era judío y había nacido en la Rusia de los Zares. En el episodio titulado “Anna”, Reilly le cuenta a su hermanastra Anna (Diana Hardcastle) por que abandonó el hogar paterno y fingió su muerte. Su padre, un general del ejército del Zar, le reveló que era ilegitimo, producto del adulterio de su esposa con un médico judío.
Diana Hardcastle como Anna

En realidad, la historia es más simple y trágica. Se cree que era hijo de Georgy y Polina Rosenblum, un matrimonio de judíos polacos que, tras adquirir una pequeña fortuna, se habían trasladado a Odessa donde Sigmund, Georgy, o Solomon (todos esos nombres se han especulado como el patronímico de Reilly) nacería en 1874. A los 18 años fue arrestado por actividades revolucionarias. Al salir de prisión su padre le tenía dos noticias. Polina había muerto y el joven Rosenblum no era hijo de Georgy sino de un primo de la familia, el doctor Mikhail Rosenblum.

En la cultura y religión judías, aun entre gente semi asimilada como los Rosenblum, no hay mayor estigma que ser un mamzer, el producto de un adulterio. El shock que recibió el futuro Reilly lo llevó a fingir su suicidio, haciendo parecer como que se había arrojado al mar. En realidad, se embarcó hacia Brasil. Un año más tarde volvió a aparecer en Europa.

 Se sabe que se movió entre Londres, Paris y Florencia dedicado a actividades delictivas y relacionándose con anarquistas italianos. Parte de esa vida aventurera aparece dramatizada en la novela The Gadfly escrita por una de sus primeras amantes, la inglesa Ethel Boole.
El joven Sidney Reilly

Para comienzos del siglo XX, Reilly, todavía usando su apellido Rosenblum, se había instalado en Londres donde combinaba dos empleos: informante de Scotland Yard y fabricante de vitaminas. Bajo esta última careta nuestro héroe conoció al anciano Reverendo Thomas y a su joven esposa, Margaret. Poco después Thomas fallecía, un médico certificaba que se trataba de una muerte natural, y la viuda, ahora millonaria, se casaba con un tal Sídney Reilly.

Hasta hoy, ese cuento se ve con sospecha.  ¿Murió Thomas debido a las medicinas que le vendía Rosenblum? Al doctor que extendió el certificado de defunción, nunca se le encontró y según testigos, se parecía mucho al nuevo marido de Margaret.


En la época de su matrimonio el novio firmaba ya como Sídney Reilly, la identidad que Rosenblum necesitaba para ser respetable. Mas respetable fue que a la boda asistieron importantes figuras del Almirantazgo, Scotland Yard y del Secret Service Bureau, que más tarde se conocería como   MI5. Reilly estaba escalando posiciones, haciéndose famoso, y necesario, en los servicios de espionaje británicos.

Tras dejar a Margaret bien instalada en San Petersburgo, Reilly se marchó a Manchuria donde comenzaría su carrera de espía de los rusos y japones, trabajando tanto para los servicios británicos como los nipones. Y me detengo aquí, porque esto es lo que nos faltaba de la historia de Reilly, el resto con algunas licencias dramáticas es lo que nos muestra la serie.

El Mejor Espía de la Historia
Siete años después de la supuesta muerte de Sídney Reilly, su compañero de aventuras rusas, R.H. Bruce Lockhart (Ian Charleson lo interpreto en la serie) escribió un libro sobre la vida del espía. Treinta años más tarde, Robin Bruce Lockhart, hijo de R H., escribiría su versión basándose en la de su padre, pero agregándole nuevos datos que habían surgido sobre quien se apodaba “el mejor espía de la historia”. Es la versión de Lockhart junior la que sirve de base para esta serie.

Poco después de publicada, “Ace of Spies” fue comprada por la Universal para adaptarla a la pantalla grande.  Laurence Harvey, que compartía con Reilly el origen étnico de judío ruso, iba a interpretar al espía, pero el proyecto no llegó a tomar forma. Una década después, los derechos fueron adquiridos por la productora Thames quien contrató a Troy Kennedy- Martin para escribir los libretos de doce capítulos.

Kennedy-Martin llevaba ya un tiempo obsesionado con la idea de hacer algo sobre Reilly. Le tomó cuatro años escribir un guion que no fuese un mero recuento de los hechos o una copia de lo escrito por los Lockhart. Su objetivo era crear un ambiente digno de una personalidad magnética como la de su antihéroe. Soñaba con alcanzar la combinación exacta de suspenso, romanticismo y elegancia que había encontrado en El Expreso de Estambul de Graham Green.

La atmosfera es cercana al mundo de Graham Green con villanos y héroes dados a dialogo agudos y cínicos; mujeres misteriosas y sensuales; y una escenografía divina que abarca tanto los exteriores filmados en Malta, Londres y Paris, como los interiores. A ratos yo me distraigo mirando los muebles, el vestuario (que abarca estilos de varias décadas)  ….y a Reilly.

A pesar de que físicamente no se parecen (Reilly tenía un aspecto decididamente judaico) nadie pudo interpretarlo con el panaché y el sex appeal del neozelandés (nacido en Irlanda) Sam Neill.  Después de hacerse celebre como el interés romántico de Judy Davis en “My Brilliant Career”, una muestra de la invasión australiana cinemática de entonces; y después de interpretar al niño diablo, Damián, en su versión adulta en la tercera parte de “La profecía”; Sam había logrado lo imposible, opacar a Anthony Andrews en “Ivanhoe”. Era el candidato perfecto para un rol como el de “Reilly, As de Espías” que se convertiría en su papel más icónico hasta su trilogía de éxitos de 1990 cuando protagonizó “El Piano” “Sirenas” y “Parque Jurásico”.

Kennedy-Martin y Sam Neill consiguieron capturar el aura carismática de Reilly quien llegó a influir sobre el mismísimo Winston Churchill. A través de doce episodios, la serie nos muestra a Reilly vivir experiencias que medio siglo más tarde emularía James Bond. En los primeros seis episodios, el espía convive con los poderosos de su época tales como el Barón de Rothschild (Peter Howell) y el siniestro Sir Basil Zaharoff (Leo McKern); es testigo de la guerra rusojaponesa, y participa en las luchas de poderes europeos por quedarse con los pozos petroleros de Persia.
Leo McKern como Sir Basil Zaharoff

Pero será la Rusia Bolcheviquedonde transcurre la segunda mitad de la serie el campo de batalla donde más descollará Reilly y donde encontrará una muerte temprana. Al menos la serie cree que Reilly fue ejecutado por la policía soviética en 1925. La última Mrs. Reilly y Lockhart padre creían que a quien llamaran “El Pimpinela Escarlata de Rusia”, lo tenían languideciendo en algún Gulag siberiano.

“Ace of Spies” que ganaría un BAFTA como mejor serie de televisión de 1983, más una nominación para Sam Neill de un Globo de Oro como mejor actor en una serie dramática, abrió con excelentes ratings su única temporada en la BBC en 1983. En el primer episodio, que llevaba el significativo título de “Un Affaire con una mujer casada”, Sigmund Rosenblum, espía de los ingleses, es arrestado en un pueblo perdido en el Cáucaso. Aprovechando la presencia del Reverendo Thomas y de Margaret (Jeananne Crowley) su sufrida esposa, el espía seduce a esta última y consigue que lo ayude a huir.

Para cuando Margaret regresa a Londres, se ha convertido en objeto de escarnio tanto de su marido como del publico puesto que la mayor humillación es que Rosenblum la ha abandonado. Aun así, se casa con él, tras la muerte de su esposo. Para la boda, Reilly ha cambiado de nombre. El Servicio Secreto de Su Majestad empaca a los flamantes esposos a Puerto Arturo en Manchuria.

Un par de años más tarde, Margaret aburrida se ha encamado con Grinberg (Joris Stuyck), el socio del marido. Reilly anda espiando las maniobras rusas, pero también las niponas. Reilly ha estado advirtiendo a sus superiores de la incursión japonesa en la zona, pero los ingleses son ahora aliados del imperio nipón y no levantan un dedo cuando la marina imperial bombardea Port Arthur.

A pesar de estar en la mira del inspector de policía (David “Poirot” Suchet en un muy mal maquillaje para parecer chino), Reilly se queda en Manchuria, aunque insiste en ayudar a Margaret a escapar. En la vida real, Margaret estaba muy cómoda en San Petersburgo, Reilly estaba en la nómina de los ingleses y de los japoneses, y aprovechó el pánico para hacerse de una pequeña fortuna en complicidad con su socio Greenberg.

Lo cierto es que las licencias ayudan a hacer más simpático el personaje de un mercenario. Se menciona en la serie que a Reilly le gusta el dinero, que es ambicioso y codicioso, pero eso no significa que no tenga límites y honor. Es un jugador empedernido y el espionaje, más que una fuente de ingresos es un juego de azar lleno de peligros entre los que él se mueve con nervios de acero y humor sardónico aun en las peores circunstancias. Como dice Zaharoff: “el humor patibulario es la característica del judío”.

Esposas y Amantes
Las proezas de espionaje de Reilly se deben a su gran conocimiento de la naturaleza y psicología humana y de su capacidad de manipular a la gente, principalmente a las mujeres.  En la vida real, Sídney Reilly se casó tres veces, dos de sus matrimonios pueden haber sido bígamos y tuvo amores con una gran cantidad de mujeres que secundaron sus planes.
El espía y sus esposas

Reilly-amante es casi tan fascinante y perturbador como Reilly-espía. El verdadero Reilly veía el amor y el espionaje como juegos cerebrales que había que ganar. La serie nos lo muestra como un exquisito Don Juan que conquista a sus tres esposas (Margaret Thomas, la Princesa Nadia Massimo y la actriz Pepita Bobadilla) con técnicas de seducción que obedecen más a necesidades oportunistas que al amor.

La falta de escrúpulos de Reilly con el género femenino abarca el enamorar a una costurerita alemana (Joanne Whalley) en cuya casa se hospeda, nada más que porque conviene a sus planes hasta la ejecución de Eugenia (Eleanor David), su amante-secretaria, tras descubrir que ella trabaja para los soviéticos. La serie incluso intima que Reilly tuvo amores con Anna, su medio hermana. Y, por supuesto, incluye uno de sus affaires más bizarros con la artista y mística Caryll Houselander (Joanne Parce).
Joanne Whalley a punto de caer en las redes de Reilly
Eugenia amante-secretaria-traidora-víctima

En 1918, tras regresar de Rusia y ser condenado a muerte en ausencia, Reilly conoce a Caryll entonces todavía una adolescente. La serie nos muestra un Reilly semi derrotado y consumido por la culpa de saberse culpable del fusilamiento de su colaboradora, la letona María Friede (Jan Chapelle). Reilly, tras enterarse que Caryll tiene visiones, le entrega los pendientes de la difunta Maria para que intente saber cómo fueron las últimas horas de su dueña.

Caryll sufre un shock puesto que en vez de ver lo deseado, tiene una premonición visual de las últimas horas de Reilly en la Lubyanka y su ejecución en las afueras de Moscú. Tras esa revelación, Reilly convierte a la joven pintora en su amante, a pesar de tener casi 30 años más que ella.


 Aunque en la serie y en la realidad, Reilly abandonó a Caryll para casarse con Pepita Bobadilla (cuyo verdadero nombre era Nellie Burton y era más inglesa que Los Lloyd de Londres), la mística nunca dejó de amarlo. Nunca se casó y menciones a Reilly aparecen en su obra. En su episodio final, la serie nos ofrece unas escenas espeluznantes que no sé si corresponden a la realidad. Tras el arresto de su ex amante, Caryll comienza a ser afectada por una especie de empatía telepática y experimenta las torturas a las que Reilly es sometido.

Como el Comandante Bond, Reilly tenía el poder de subyugar a las mujeres. La serie inicia mostrándonos como Reilly seduce, utiliza y abandona a Margaret. Aun así, eventualmente, la convierte en su esposa y aun cuando ella le sea infiel, se vuelva alcohólica, e intente arruinar sus planes, Reilly velará por ella. A pesar del énfasis que la serie pone en mostrarnos a Reilly como mujeriego y manipulador, también nos muestra que tiene su corazoncito.

Ya en el primer episodio lo vemos llorar la muerte de su cómplice, la prostituta Rose. También llorará la muerte de Anna, a quien con su amor incestuoso puede haber empujado al suicidio, y muy conmovedora es su despedida de Maria Friede cuando esta se rehúsa a ser rescatada de la cheka moscovita. Maria no fue ni la primera ni la última mujer que se sacrificó por el maestro de espías, pero un detalle en el que concuerdan sus biógrafos es que ninguna mujer delató a Reilly ni habló mal del agente después de su desaparición.
Jan Chappell como Maria Friede

La difícil tarea de Kennedy-Martin fue poder capturar la magnética, pero enigmática personalidad de Reilly. Mostrar como un hombre tan ambicioso también era capaz de ser honorable. De cómo el frio y calculador espía podía ser leal y generoso. Una razón por la cual Reilly regresó a la Unión Soviética, donde su cabeza ya tenía precio, fue para vengar a Boris Savinkov (Clive Merrison)  quien iba a liderar el país tras la caída del Comunismo y por cuya causa el agente había perdido fortuna y años de su vida.

Viendo nuevamente esta serie, admiró lo moderna que es en términos de acción y suspenso. Vemos el bombardeo de Port Arthur, vemos a Reilly disfrazado de curita burlar al Barón de Rothschild en su propio yate y rescatar a Nadia Massimo (Celia Gregory) de un jabalí en medio de una cacería.

Acompañamos a Reilly en su huida por los techos moscovitas, asistimos al asalto de la embajada británica en Petrogrado y a los últimos minutos del embajador Cromie (Barry Stokes) y nos quedamos sin aliento al ver a Reilly saltar desde un ventanal a un vehículo en marcha. Escena opacada solo por la carrera de autos en Long Island donde el agente acribilla a sus posibles asesinos con una ametralladora automática, gesto digno de james Cagney.

Por otro lado, no hay gore, no hay violencia gráfica, las escenas de tortura ocurren off camera. No hay malas palabras. No hay sexo (solo parejas encamadas) y una erótica, pero discreta escena en la que Reilly se sirve a una prostituta sobre un escritorio, actividad que interrumpe para matar a un asesino que los bolcheviques han enviado a despachar al As de Espías.

Solo hay un par de desnudos femeninos, uno protagonizado por una jovencísima Lindsay Duncan quien también ofrece una escena lésbica arriba de una mesa de billar. Para no acusar a la serie de sexista vale decir que nos muestran al protagonista de cuerpo entero. Al parecer Reilly no usaba piyama porque en la serie, cada vez que recibe visitas a mitad de la noche o debe huir, es ocasión para que la cámara se enfoque en el trasero de Sam Neill.

Para mí, “As de Espías” fue una fuente de datos históricos que desconocía sobe todo en lo que respecta a la Rusia Bolchevique. Yo sabía que habían existido rusos blancos que combatieron el auge del comunismo, pero ignoraba lo divididos que estaban los mismos revolucionarios.

La serie nos muestra como la Guardia Letona en la que tanto confía Lenin (Kenneth Cranham) en realidad desea tener su propio país. Como los revolucionarios socialistas se incomodan con Lenin precisamente por haber firmado una tregua tan desventajosa con los alemanes. Y como esto provocó el intento de magnicidio por parte de la judía cegatona Fanny Kaplan (Sara Clee) que arruinó los planes de Reilly y Lockhart de derrocar a Lenin.

 Me impresionó conocer las actividades de Félix Dzerzhinsky (Tom Bell) el fundador de las chekas y el creador de “The Trust” la singular organización de falsos antirrevolucionarios que es en realidad una trampa en la que cae Reilly. Creyendo unirse a grupos que buscan derrocar a Stalin, Reilly termina en las mazmorras de la OGPU, la antecesora de la KGB.

Así acabó la saga de Sídney Reilly que con todas sus faltas y dobleces fue quien cambió las reglas del juego del espionaje británico convirtiéndolo en un sistema cruel, pero profesional. Ese sería el espacio que nos daría a James Bond. A pesar de que Ian Fleming diría “James Bond es solo una bobería que me invente. Ya sabes, él no es un Sídney Reilly.”

Reilly, que a pesar de toda su falta de escrúpulos fue un sincero anticomunista,  dijo en una ocasión “La Revolución Rusa fue bautizada con sangre…Sus líderes eran todos asesinos”. Una novedad de la serie fue, mostrar que la Revolución Bolchevique no había sido un invento tan fabuloso y que había estado acompañada de represiones y baños de sangre. Antes del Glasnost, era algo inconcebible de mostrar en una serie británica. Me es difícil ser objetiva con una serie que me encantó en su día y vuelve a hechizarme precisamente en una época en donde presentismos y revisionismos radicales arruinan todo drama de época.

Si no pueden acceder a AcornTv o Amazon Prime, “Reilly, Ace of Spies” esta gratis y completa (ergo en inglés y sin subtítulos) en Dailymotion. Hay un par de capitulos en YouTube.









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