Las series médicas se caracterizan por su longevidad. “ER”
llegó a durar 20 temporadas y “M.A.S.H” estuvo en pantalla (sin contar sus
reposiciones) por más de una década. “Grey’s Anatomy” iba por ese mismo camino,
pero a juzgar por el inicio de su onceava temporada la serie de Shonda Rhodes
anda necesitando que la pongan a pastar.
Me acerqué con mucha trepidación al primer episodio de
temporada. Sabía que la partida de Cristina Yang iba a dejar un gigantesco cráter
en la trama. Ya me había sido bastante difícil sobrevivir a la doble despedida de
Lexi y Mark Sloane hace dos años, pero ahora se trataba de algo diferente.
Aparte de ser uno de las pioneras de la serie, Christina
Yang ha sido una de las creaciones dramáticas más fascinantes de la televisión
de este siglo. Su ausencia se iba a notar en extremo e iba a afectar el interés
que suscitara el show en su audiencia. Por eso se esperaba que Shonda Rimes
pusiese especial cuidado en este inicio de temporada para asegurar al fandom
que Grey´s Anatomy seguiría brindando la calidad y emotividad que la han
caracterizado.
No se si se debió a que la Señora Rimes estuvo muy ocupada
con “Scandal” y con su nuevo show “How to Get Away with Murder”, pero nada de lo
esperado se materializó en pantalla. La falta de Christina Yang es cada vez mas
patente y no únicamente por la patética soledad de Owen que ha convertido el
hospital en su hogar, incapaz de rehacer su vida sin su ex esposa.
Los intentos por llenar los zapatos de Yang han sido un
total fracaso. Amelia Sheppard es un personaje fastidioso. Maggie Pierce es adorable, pero no
da la talla. Va a terminar siendo una Arizona o April Kepner, nunca alcanzará
la estratosfera ocupada por Yang.
Antes de iniciar la temporada, Shonda Rimes declaró que este
sería el año de Meredith, que ella seria el foco central de la historia. Aunque
La Da. Grey puede ser una criatura encantadora, es difícil desemparejarla de
Yang. Se hubiera necesitado dotarla de
subtramas más solidas, y profundas para atrapar al público. Saber si sobrevivirá
su matrimonio al sacrificio de Derek, la coloca a la altura de Miranda Bailey
quien ha vivido dilemas parecidos. Saber si aceptará a su nueva hermana, nos
remonta a los días en que conoció a Lexi. La falencia de este onceavo guion es
que no nos presenta nada nuevo por lo tanto es previsible, ergo aburrido.
Incluso cuando ocurrió lo imprevisto como el que, al final
del segundo episodio, Maggie revelara su parentesco y Meredith la rechazara,
acabo siendo una movida torpe que arruinó lo único que podía añadirle misterio
a ese cuento. Lo ideal hubiera sido que Meredith hubiese construido una
relación de odio-admiración por el reemplazo de Christina y que de pronto
recordará lo que su mente ha bloqueado por 28 años, el embarazo de su madre.
Eso quedó evidente en lo único bueno de estos dos capítulos,
el flashback con el que inicia la
temporada. Grey recuerda su estadía en Boston cuando contaba cinco años, y como
su madre, inexplicablemente, cae al hospital (yo pensé que era otro de esos
intentos de suicidio de la manipuladora y lunática Ellis). Cuando Ellis grita “¡No
quiero verla!”, no se refiere a Mer como creí al comienzo, sino a la recién
nacida Maggie.
Ahora que La Dra. Grey ya sabe quien es Maggie y no le
importa tener una hermana, ese ángulo pierde interés, como tampoco puede ya
aprovecharse el que Amelia sepa que Richard tiene una hija, una de las pocas
posibilidades para que “La Pastora” jugara algún rol significativo en este
cuento.
Tengo que reconocer que desde el accidente de aviación, el
personaje de Ellen Pompeo se ha vuelto insubstancial. Su embarazo alternó entre lo
trivial y lo irritante, y ahora sin Christina es evidente que no tiene mucho
espacio para crecer, menos aun si la vuelven una mocosa malcriada
e inmadura.
Aparte de su inexcusable actitud hacia Maggie (aun antes de
saberla su hermana), esté el modo desconsiderado con que Mer expulsa a Wilson
de su cama. Es cierto que Christina también se metía en la cama de los Sheppard,
pero nunca corrió a Derek de su propia alcoba. Con lo hecho, Meredith demuestra
egoísmo e irrespeto tanto por Karev como por Jo. Y ya vimos, después de la
demanda de Leah, que no se puede
ningunear a los internos. Grey es un buen personaje, pero si no se le da una
historia de alto nivel, se vuelve una mujer insoportable y ahora no están
presentes la cordura sarcástica y el humor toxico de Christina que le hacían el
peso a los defectos de su “persona”.
La debilidad de la protagonista y lo predecible del guion no son las únicas grietas
en esta serie que ya viene arrastrando una decima temporada bastante floja. La
grieta más grande se debe a que el peso del argumento lo lleva un clan de personajes
protagónicos que pierde resonancia y va en disminución constante. April y Jackson
apenas han aparecido en estos dos capítulos, Amanda Bailey se volvió un
personaje de relleno, y las trifulcas domesticas de Arizona y Callie dan sueño.
¿Que pasó con todos estos individuos que alguna vez tuvieron
historias potentes y nos hicieron quererlos? ¿Qué pasó con una serie que solía
traer gente que fascinaba tanto por su destreza medica como por el modo en que
jugaba con su vida personal? Parece que lo mejor de “Grey’s Anatomy” está en Europa o en el cementerio.
Desde sus inicios “Anatomía de Grey” ha ido perdiendo
figuras claves: Burke, George, Izzy. Pero
Lexi más que suplió la partida de Katherine
Heigl, tal como Owen hizo lo suyo al llenar el vacio dejado por Burke. Sin
embargo, no se ha podido sustituir a Mark Sloane, y Jackson y April son un
relevo mediocre de George y Lexi.
“Grey’s Anatomy” siempre se apoyó en la interactuación entre la un equipo de
médicos profesionales y un alumnado de internos confundidos y problemáticos. Ahora
se produjo un desequilibrio. La última
camada de internos fue victima de una curiosa masacre. Yang se llevó al único
varón, a Brooks la mataron y a Leah la despidieron. Queda Stephanie, bastante
aburridita la pobre, y Jo que se ha convertido en la esperanza de la serie
porque la hacen participar en todos los conflictos de esta temporada. Eso reafirma
mi impresión de ausencia de figuras importantes, sobre todo varones, lo que
limita las oportunidades románticas de la serie.
Jo y Maggie |
Como si no sobraran las féminas en batas médicas, este año
nos traen a Maggie y Amelia. Puesto que “Grey’s Anatomy” siempre se salva
acudiendo al gancho romántico van a necesitar un par de candidatos para estas
doctoras. Mi consejo es que no las emparejen con ninguno de los médicos
“comprometidos”, ya cansan los triángulos. Me gustaría que Maggie tuviera algo
con Owen, y que Amelia se acercara a Richard que viene de salvarse de las
garras de la Matriarca Avery. Pero no
creo que lo hagan.
Amelia y Maggie |
Todo indica que la historia ha superado su apogeo, que
seguirá utilizando formulas ya abusadas en el pasado, y jugando con lo previsible.
Está claro que el único camino de
“Grey´s Anatomy” es despedirse con dignidad ya que no tiene nada más que
ofrecernos.
Empecé a ver Grey's Anatomy este año, y te encuentro toda la razón. El culebrón se ha vuelto aburrido, veré hasta la muerte de Derek (no sé si vea todos los capítulos) y adiós, no la soporto más.
ResponderEliminarTienes razón. Yo deje d verla también por ese entonces. Shonda Rhimes es una romántica, pero del siglo XXI. No entiende ni la dinámica del culebrón clásico, ni la del drama medico y que la fusión estuvo interesante al comienzo, pero ya no es creíble. Después de quince años de ver a los mismos médicos cometer graves errores en su vida familiar, lidiar con problemas domésticos sin mucha sensatez, uno piensa que si están tan ocupados con sus líos románticos y sus ambiciones personales no son profesionales, uno no los quiere de médicos.
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