jueves, 25 de mayo de 2017

La feminización del period drama: ¿Hay que culpar a la audiencia femenina por los errores del género?


El año pasado, un escándalo sacudió las redes sociales cuando James Delingbone acusó a “la feminización de la cultura” de ocasionar los recurrentes errores en la ficción histórica. A pesar de ser parte de un debate constante, la jugada de Delingbone de poner a las mujeres sobre el tapete, enojó y sorprendió a muchos. Aunque sus quejas tenían fundamento, no tuvo en cuenta que, desde sus orígenes, la ficción histórica, sobre todo en lo que se refiere a romances de época, siempre ha estado dirigida a las mujeres. Han sido las exigencias y gustos femeninos los que han moldeado el género. Tanto así, que una reacción reciente, ha sido la proliferación de series y filmes de época con tono más “masculino”. Pero aun en este nuevo tipo de entretenimiento se presentan los anacronismos y falsedades históricas. ¿A quién le echamos la culpa entonces?

Pasemos al artículo en cuestión. En abril del 2016, James Delingbone publicó en The Spectator una nota titulada “La ‘Victoria’ de ITV es tonta, simple e irresponsable- culpo a la feminización de la cultura”. Debajo de este larguísimo título estaba una reseña de “Victoria”, del “Masterpiece”, otra de las múltiples biografías fílmicas sobre Su Alteza Real, la Reina Vicky. Para ser francos, Delingbone tenía razón porque la serie presentaba mucha sosería sentimental y poca veracidad histórica.

Somos muy bonitos por eso no somos históricos.

Como la primera temporada me había dejado irritada, estuve totalmente de acuerdo con las afirmaciones de Delingbone de que las libertades que se habían tomado con la vida de la soberana “eran un gigantesco dedo del medio dirigido hacia nosotros los que valoramos la historia”.  También aplaudí que les exigiera a los productores de dramas históricos que fuesen más responsables y comprometidos con su público: “Le deben a la audiencia apegarse lo más posible, y razonablemente, que se pueda a los hechos históricos reconocidos”.

Lamentablemente, Delingbone arruinaba el efecto con declaraciones ofensivas (y falsas) como “Sospecho que probablemente sea verdad que los chicos, por tener más disposición a transportarse en el tiempo, y están más atentos a los detalles y hechos históricos sean más reacios a caer en los encantos artificiales de Victoria, que las niñas”.
¡Ay Dash parece que solo me quieren las niñas y los perros!

Delingbone se olvidó que series históricas “para machos” como “Spartacus”, “Vikingos” y “Black Sails” también deforman eventos del pasado. El esclavo convertido en gladiador Crixus nunca tuvo amores con su Domina Lucrecia; Alfredo, el Grande ya era rey para cuando los vikingos desembarcaron en Inglaterra (y era contemporáneo de Ragnar); y Barbanegra murió en batalla, no fue asesinado por el Gobernador Woodes Rogers.

Ragnar y Alfredito. En la vida real, tenian la misma edad.

Desde sus inicios, la ficción histórica se ha internado en el terreno de la especulación para rellenar espacios dejados por los historiadores y para presentar una realidad menos sosa. Muchos de esos “rellenadores” han sido varones. Fue Schiller el que inventó esa tradición de que Maria Estuardo se encuentra con su prima Isabel; Shakespeare fabricó la mala reputación de Ricardo III; y el único que crucificó a Espartaco fue Stanley Kubrick.

Solemos asociar el nacimiento de la novela histórica con escritores seminales como Alexandre Dumas y Sir Walter Scott. Antes que ellos, la literatura gótica ya se había convertido en un campo donde retratar hechos del pasado. Autoras góticas como Maria Edgeworth, Ann Radcliffe, Clara Barton y Miss Sophie Lee se volvieron expertas en la fusión de horror, romance y días de antaño. Fundamental fue Miss Lee que, en días previos a la Revolución Francesa, publicó el que puede ser el primer romance histórico, The Recess. Hasta lo subtituló como Un cuento de otra época.

Distanciándose del Medievo, el periodo histórico favorito de los góticos, Miss Lee se concentra en La Era Isabelina y trabaja con personajes históricos como La Reina Isabel, su prima María Estuardo y sus cortesanos. En la vida real, La Reina de los Escoceses dio a luz a una pareja de niñas prematuras producto de su matrimonio con Lord Bothwell.  En The Recess, la autora le otorga un tercer marido a Maria, el Duque de Norfolk, quien será el padre de las mellizas de la reina.


Matilda y Ellinor se hacen mujeres aparentemente solo para fastidiar a la tía Isabel. No solo pretenden quedarse con su trono sino también le roban los novios. Matilda se enamora del malhadado Conde de Essex y Ellinor se casa con Robert Dudley (¿Y qué pasó con Amy Robsart y Lettice Knollys?)

The Recess da origen a elementos hasta hoy asociados con el romance histórico:  la amalgama de amor e historia; la alteración de hechos reales para acomodar la narrativa; heroínas hermosas y poco convencionales y   la primacía de caracterización sobre acción. La nueva ficción provoca su poca de controversia. En su Sobre historia y romance, el filósofo William Goodwin (padre de Mary Shelley) se queja de que este nuevo estilo “está degradando y corrompiendo” la historia. También nota que los principales lectores de los romances históricos son niños y mujeres.

Desde entonces, la ficción histórica se convierte en “cosas de mujeres” y la literatura decimonónica se hace eco de esa moda. En La Abadía de Northanger, Jane Austen nos presenta una heroína adicta a las novelas góticas; jóvenes de la clase alta como la Mathilde de la Mole de Stendhal son fanáticas de las novelas históricas de Sir Walter Scott y La chica a la antigua de Louisa May Alcott desdeña las novelas modernas de Ouida prefiriendo las obras de la alemana Luise Mulbach “porque son históricas”.

En mi juventud yo aprendí historia gracias a los dramas de época y la ficción histórica de Anya Seton, Daphne Du Maurier y la maravillosa Jean Plaidy, la de los muchos seudónimos. A fines de los 70s, recién salida de la secundaria, me convertí en incondicional de los bodice-rippers, una combinación de romance y erotismo, vestida de trajes de época. Los críticos podrán apodar este subgénero como “basura populachenta”, pero lo cierto es que ayuda a definir la ficción histórica como un turf femenino. Por eso no se puede hablar de la feminización del period drama.

Volviendo con “Victoria”, la mayor queja de Delingbone es el embellecimiento de los personajes. Dice que Jenna Coleman es demasiado bonita (algo que “la gorda Victoria” nunca fue) y le molesta que a Lord Melbourne lo interprete el sexy Rufus Sewell. Está particularmente en contra del supuesto romance entre Lord Melbourne (panzón y canoso en la vida real) y su soberana.


El verdadero Melbourne y su rolliza reina.




















Lord M y Vicky en la glamorosa ficción




 Curiosamente, a mí no molestó ese romance. Los protagonistas atractivos y los líos románticos son parte del género. La verdadera “gordita” Victoria bien pudo encapricharse del Lord M. Las jovencitas suelen prendarse de figuras paternas que les demuestran cariño y consideración. A espaldas de Victoria, la apodaban “Mrs. Melbourne” Eso indica que en los primeros días de su reinado ya los rumores de un romance estaban en el aire.


Lo que me molesta, y ahí estoy totalmente de acuerdo con Delingbone, fue el feo asunto de los ratones. El Palacio de Buckingham nunca ha sido Hamelin, no hubo una invasión de roedores ni a Victoria le dio una pataleta por ver un par de lauchas saltar, como coristas, de adentro de su pastel de cumpleaños. Más importante aún nunca Victoria dio pie para que nadie sospechara que ella sufría de una enfermedad mental o de que hubiese heredado la locura del Rey Jorge. Esa necesidad de mostrar a las mujeres antiguas, sean la Reina Victoria o Jackie Kennedy, sufriendo soponcios o ataques histéricos es producto de mentes misóginas.
¡En la vida real no nos dieron pastel!

A pesar de lo que diga Delingbone, a las mujeres si nos molesta la inexactitud histórica. A mí se me ha acusado de ser una quisquillosa pedante por andar gruñendo en contra de la atmosfera artificial que permea el drama de época. La sensibilidad moderna está tan alejada de la de nuestros ancestros que se necesita rellenar las recreaciones del pasado con absurdos con los que se espera hacerlo más identificable y relevante para el público del Tercer Milenio.

El último grito de la moda es que los eventos en la ficción histórica se ajusten a los cánones de la corrección política imperante. Nos guste o no, las grandes mantenedoras de la corrección política son las feministas. Ellas son quienes exigen que los contextos históricos no desafíen su ideología.  Pero no solo las feministas caen en esta trampa de la inexactitud histórica. ¿Creen acaso que las matronas romanas eran tan deslenguadas como las de “Spartacus”?  Y, sin embargo, esa serie de gladiadores es un ejemplo de la masculinización del drama de época.

Me escandalice cuando en “Black Sails”, otro cuento para machos, Mrs. Guthrie le ofrecía a Max un marido blanco y poderoso que podría llegar a ser el nuevo gobernador de Nassau. Max con su pasado de esclava y prostituta bisexual no era precisamente una candidata para ser la reina de la Filadelfia Colonial. Además, el color de su piel le impedía ser la esposa legal de cualquier caballero respetable de la época. Si tal matrimonio hubiese tenido lugar, hubiera sido un anacronismo mayor que Maria Antonieta y sus damas fumando opio en el filme de Sofia Coppola.


Al menos “Marie Antoinette” era genuina en su recreación de las modas del Versalles dieciochesco. No se puede decir lo mismo de “Reign” una serie que pretende retratar la vida de Maria Estuardo. En ella, La Reina de los Escoceses no se viste para nada a la usanza de las damas del siglo 16. Blusas transparentes, vestidos sin mangas, pantalones de cuero. ¿En qué cabeza cabe?

En el 2008, el historiador David Starkey se quejó en The Telegraph por el uso en “Los Tudor “de carruajes victorianos. Secundo su queja. Como mujeres que rescatamos los romances históricos y los reclamamos como nuestro territorio, debemos estar dispuestas también a exigir la mayor veracidad y contexto histórico posible. Sobre todo, en lo referente a lo cotidiano como lo son vestidos, muebles y otros enseres.
Bonito, pero no lo que se usaba en el Renacimiento.

Habrá quien se oponga a esta cruzada argumentando que el drama de época no es una clase de historia. Lo que me trae a la memoria la petulante respuesta de Adelaide Kane cuando le enrostraron el enredo seudo histórico que es su serie “Reign”.  “¿Cuántas chicas adolescentes conoces que estén obsesionadas con la historia? Yo sé que a esa edad yo no lo estaba.” Con esas palabras, nuestra dulce Reina de los Escoceses les está dando la razón a Delingbone. Starkey y otros señores como ellos. La culpa de las inexactitudes históricas las tiene las chicas, porque las traen sin cuidado, porque no están “obsesionadas” con la historia.
Esto es lo que pasa cuando no se aprende historia.

El problema es que las adolescentes que ven “Reign” (y ese es definitivamente el grupo al que el show va dirigido) van a aprender del programa algo que pasa por historia. Así van a creer que a Maria la violaron sus cortesanos, que mató a la hija bastarda de Catalina de Medici y que tuvo más amantes que los que cabrían en la cama de la pobre mujer. Juramos que los dramas de época no van encaminados a enseñar historia, pero, al final, estas fabulas eróticas situadas en la antigüedad como “Reign”, “Versalles” y la española” Águila Roja”, hacen algo peor. Combinan falsas descripciones del pasado con soft porn y acaban en una catedra de historia errada, inútil e indigerible.



Deben existir límites para la licencia creativa, un equilibrio entre la fantasía y el espíritu de lo verídico, y tal como lo exigió James Delingbone, debe haber más responsabilidad de parte de los productores con el público. Tal como la peor fanfiction es la que se aleja del texto original, la adaptación libre de hechos históricos no garantiza productos de calidad. Desde el momento en que una obra promete basarse en eventos reales, debe existir un compromiso de entregar material que al menos sea un 80% fidedigno. Después de todo, la realidad muchas veces puede ser más excitante que clichés irresponsables y falsos. ¿O no?





4 comentarios:

  1. No he visto esa serie sobre la reina Victoria...vi una peli sobre su relación amorosa o amor platónico con el escocés John Brown...o algo asi...muy aburrida la sra vicky...... :(

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    1. La pregunta Memo es si se vale, porque la Señora Vicky es muy latosa, inventarle romances que nunca tuvieron lugar para hacer el cuento más entretenido. Esto tiene que ver con una discusión que hace años teníamos sobre las telenovelas. Si se podía llamar novela de época a algo que no tenía bases históricas y donde todos se portaban como si fueran gente moderna.

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  2. No las he visto, pero el vestuario de "Reign" da vergüenza ajena. Eso sí, según mi experiencia general en España con "Águila Roja" es que a todos los espectadores y lectores, a no ser que sean aficionados a la Historia, se la suda la veracidad histórica mientras la trama les guste, y no hay distinción de sexos aquí.
    A los que nos gusta ls Historia no nos queda más que jorobarnos, o ser sibaritas y esperar a que aparezca una historia con el trasfondo más o menos bien trabajado (como "Isabel", por ejemplo).

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    1. En mi critica a la Princesa Blanca hago memoria de esos vestuarios de Aguila Roja y también al desequilibrio ibero en lo que respecta series históricas
      http://confesionesgataseriefila.blogspot.com/2017/06/el-bochornoso-retrato-de-la-corte.html
      HGracias por pasar

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