martes, 25 de febrero de 2020

Misterios Freudianos: El mundo de Vienna Blood



PBS ha comenzado el 2020 con “Vienna Blood”. Basada en libros del psiquiatra Frank Tallis (The Liebermann Papers) la serie sigue las correrías de un policía y su ayudante, un aspirante a psiquiatra, en la Viena de la Belle Epoque. Después de ver la temporada completa, testifico que lo que la hace destacar sobre otros misterios históricos es que es una coproducción austriaca, filmada en Viena, y que ha recreado hasta el último detalle de   la atmosfera, descripción de la sociedad y contexto histórico del final del Imperio Austrohúngaro.

Comienzo con mis dudas de vieja cínica. ¿Por qué la BBC ha querido adaptar estos libros y no otros historical whodunnits más famosos? Se dice que Tom Hanks tiene los derechos sobre la saga de Bernie Gunther el detective de la SS; que Showtime planea dramatizar las aventuras de Marco Didius Falco en la Roma Clásica,  y también hace un par de años se habló de adaptar la serie de C.J. Samson sobre Shardlake, el esbirro jorobado de Thomas Cromwell. Sin embargo, son los libros de Tallis los que primero han llegado a la pantalla.

Para todos los que amamos los detectives del pasado, sean el Hermano Cadafael, el Juez Dee o Miss Phryne Fisher, un nuevo misterio histórico es más que bienvenido. Aun así, ¿por qué darles prioridad a unas novelas que ni ameritan entradas en la Wikipedia?  Aunque ha gozado de buenas ventas y tiene un sólido circulo de fans, Tallis no es el más reconocido ni el más solicitado de los autores de ese subgénero, a pesar de que encontré que su Muerte en Viena ha sido traducida al español y se puede adquirir en La Casa del Libro.

La saga está protagonizada por el detective Inspector Oszkar Reinhardt (Jurgen Maurer) quien, en la Viena de fin de siecle, se encuentra ante un enigma incomprensible. Una mujer desconocida ha sido asesinada en su departamento. Todo indica que se suicidó, pero no se encuentra el arma y las puertas y ventanas del lugar están cerradas por dentro.

Mas complejo es que nadie, ni su casera, conocen la identidad de la asesinada. Nadie la veía entrar ni salir, nadie conocía a sus amigos ni sabía a qué se dedicaba, no recibía visitas, etc.… Y la guinda del pastel, el forense no encuentra ni bala ni orificio de ella en el cadáver, pero si un feto en el útero de la misteriosa victima.

Con sus superiores presionándolo para que encuentre al criminal, Reinhard tiene que calarse la compañía impuesta de Max Lieberman (Matthew Beard), un joven medico con una afición por la psicopatología. Aunque Reinhard resiente la presencia de este atolondrado compinche, pronto nota la utilidad de Lieberman cuando este descubre la identidad de la víctima y los motivos para su asesinato.

Esta primera temporada de “Vienna Blood” consta de tres episodios de dos horas de duración cada uno, y que cubren las tres novelas de Tallis:  A Death in Vienna, Vienna Blood y Fatal Lies las que tendrán a esta pareja de detectives investigando sociedades secretas, crímenes de la alta sociedad y extraños asesinatos en una academia militar. Para estirar la temporada, la PBS ha decidido dividir cada capítulo en segmentos de una hora de duración. Un error que acrecienta la gran queja de los lectores, la lentitud de la trama.

A pesar de que hay bastante acción, persecuciones de criminales por tejados y túneles, y un duelo final en la rueda del Prater con inevitables ecos de” El Tercer Hombre”la trama de la primera novela adaptada se pone pesada con escenas de la vida personal de Lieberman y con largos interrogatorios de sospechosos. Otra queja de los libros es que los lectores observan que no hay atmosfera geográfica, que Viena no está descrita de una manera que la diferencie de otras ciudades.

La serie ha remediado este error. No solo está filmada en lo que ha sobrevivido de la Viena Imperial, con sus callejuelas estrechas, sus cupulas y monumentos, además hay un esfuerzo de crear esa atmosfera tan particular en un mundo en donde ciencia e intelecto intentaban arrastrar a la Austria tradicionalista al Siglo XX.


Cuando Frederic Morton escribió el clásico de la cultura vienesa de la Belle Epoque lo tituló “Nervous Splendor” y es porque Viena era el alma de un imperio al borde del ataque de histeria. Morton se enfocó en dos años claves:  1888 el año del pacto suicida de Mayerling, y 1889 cuando la familia Hitler celebraba el nacimiento de Fito, pero ya el autor vislumbraba que Viena sería un centro de cultura (nerviosa) de donde surgirían Freud, Adler, Schönberg, Mahler, Klimt, Stefan Zweig y Arthur Schnitzler.

En los primeros capítulos, Max asiste a una exposición de Klimt y a un recital de Mahler. La serie nos lleva desde los grandes salones donde se reúnen los industriales que están interesados en el trabajo del padre de Maxa pesar de pertenecer este a la despreciada raza judía a los bajos fondos, a las tabernas, los prostíbulos y a los espectáculos de burlesque.

Siendo Max, un médico psiquiatra, la psiquiatría es un tema importante. Descubrimos con que sospecha y desprecio se la vio al principio. Tanto el profesor Gruner (Oliver Stokowski) como Mendel Liebermann (Conleth “Varys” Hill), el jefe y el padre de Max, se horrorizan ante el hecho de que el joven asista a las charlas de Freud y se interese en las ideas del padre del psicoanálisis.

Gruner sigue aferrado a curas del pasado como los horribles electroshocks (que siguen utilizándose hoy en día). “¡No voy a cambiar mis métodos cada vez que un médico judío escriba un libro!’ exclama indignado. En sus palabras se encierra la vinculación de la psicología con el antisemitismo. Después de todo los grandes exponentes de la psiquiatría vienesa, Freud, Adler y Viktor Frankl, eran judíos.

El antisemitismo y la integración de los judíos a la sociedad vienesa son temas importantes para entender la personalidad de Max Liebermann. En el primer capítulo, Max es regañado por su madre por llegar atrasado a la cena de Sabbath, pero tras este ritual judío de la noche del viernes, el psiquiatra se va con Clara (Luise von Finckh), su novia, a una exhibición del ultimo cuadro de Gustav Klimt. No precisamente una actividad común de un practicante del judaísmo ortodoxo.

Liebermann es un ejemplo de ese intento de integración a una sociedad católica que llevaría a una asimilación casi total cuya frágil ilusión se destrozaría con el anchluss. A pesar de que todos se esfuerzan de recordarle sus orígenes, Liebermann insiste en verse como un ser sin más cultura que su ciencia. Pero como le dice su hermana, esa misma insistencia en seguir comprometido con una mujer que no ama, es porque la asimilada y millonaria Clara abre puertas cerradas a los judíos.

El mismo Mendel, a pesar de su adhesión a ciertos aspectos del judaísmo, corteja el apoyo de capitanes de la industria como Bruckmuller que lo presenta con lo más granado de la sociedad-curiosamente son industriales, no aristócratas- diciéndole “a esta gente no la encuentras en el barrio judío”. Y le recuerda la máxima del ultra juedeofobo Karl Lueger, entonces alcalde de Viena: “Yo soy quien decido quien es judío”.

Lueger, que también aparece en el primer episodio, tuvo un tremendo impacto en la Austria de comienzos del siglo XX, y su discurso antisemita fue recogido por un joven estudiante de arte llamado Adolf Hitler. Gente como Lieberman y su familia creyeron encontrar un refugio en la asimilación y la lógica de la ciencia.

Aun así, el padre de Max le suplica que corte su vinculación con el psicoanálisis freudiano que le dará un mal nombre en vez de otorgarle la respetabilidad deseada. Si pensamos en que Freud lograría apenas escapar de los nazis, tras todo tipo de acoso y humillaciones, (su hija Anna fue encarcelada por la Gestapo) no podemos augurar un buen futuro ni a sus seguidores ni a gente como los Liebermann que caminan por la cuerda floja.

Max se horroriza cuando su padre trae a la casa un panfleto regalo de su “amigo” Gustav von Triebenbach (Ulrich Noethen) que advierte de los peligros de la inmigración. Fiel a la idea de que Liebermann pere es bueno para los negocios, Gustav le advierte que no debe tener empleados de “razas inferiores” (léase húngaros y checos). El panfleto habla de eso, de la necesidad de “purificar a raza aria” lo que se consigue integrándose al Reich Alemán. Aunque esta Hermandad del Fuego Primario no existió, muchos de estos cabales nacieron en la Viena pre-Sarajevo e influyeron en austriacos que querían ser alemanes como el futuro Fuhrer.


Sin embargo, las víctimas del nazismo serán los hijos de la generación de Mendel Lieberman. Gente que enviará a sus hijos a academias militares y buscarán como esposas ya no judías asimiladas como Clara, sino arias como Amelia Lydgate (Jessica De Gow). Esos ingenuos que creerán que dejando atrás religión y cultura podrán pasar por buenos ciudadanos del imperio, de la Austria republicana,  y de la que será parte del Reich.

Otra queja de los lectores es que los protagonistas son un poco planos. Me temo que la serie no ha remediado esa falla. En los libros, Ozkar es un hombre casado con dos hijas adolescentes. En la serie han evitado ese retrato familiar contándonos que, tras la trágica muerte de su hija, Frau Reinhard abandonó a su esposo.

Reinhard entonces posee esa aura trágica que de rato en rato sale a la superficie, pero que en general no ayuda a hacérnoslo ni un personaje atractivo ni cercano. El actor vienes no posee ni el carisma ni el talento para conseguir que al policía no lo eclipse el psiquiatra, pero Lieberman tampoco es muy fascinante que digamos.

Aunque sabemos mucho de su familia, de sus problemas y sus ideas, el psiquiatra no llega a caernos simpático. Tal vez sea el actor. Matthew Beard de 31 años, interpreta un veinteañero, pero luce como adolescente. Algo en él parece inmaduro, no desarrollado totalmente, ni la voz la ha cambiado. Eso le quita gravitas a su aportación y hace incomprensible el hecho de que dos mujeres hermosas e inteligentes se interesen en él.

La obsesión de Max por su paciente Amelia se siente poco profesional y el modo en que trata a Clara es imperdonable. ¿Cuántas veces ella tiene que exigir una explicación del comportamiento de su prometido, o tenga que romper ese compromiso para que Max se sincere con ella?

A pesar de estas fallas, Vienna Blood es una serie que debe probarse. Aunque el primer misterio es poco interesante, el segundo es mucho más complejo con un asesino en serie que deja pistas extraídas de La Flauta Mágica de Mozart y exige más trabajo intelectual para resolver el crimen. La atmosfera es impecable y la belleza de Viena pasada o presente compensan por la falta de carisma de sus protagonistas.

No hay sexo, ni palabras fuertes, hay un par de desnudos femeninos, pero no dentro de un contexto erótico: el cadáver de una prostituta asesinada y Amelia siendo desvestida al ser admitida en un hospital. Eso si tiene muchas escenas de exámenes forenses, heridas sangrantes y violencia. “Vienna Blood” puede verse en USA por Passport Thirteen y en el resto del mundo por Amazon Prime.

4 comentarios:

  1. Desde FB
    Valentina Del Rosario Parraga Es bueniiiiiiiisima! amé los caracteres. y su magnifica y constreñida construcción. y hasta el antisemitismo enquistado en esa sociedad que luego produciría un monstruo como Hittler. Esta muy bien, muy bien, ojalá sean de mas capitulos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. María Elena Venant Valentina Del Rosario Parraga Ahh ya me convenciste, a mi tambien me gustan los misterios historicos . La primera me aburrió un poco, la segunda me encantó, la tercera la encontré un poco cliche. Debe ser que esa especie de trope de Ciudad y los Perros ya me tiene saturada (con toda mi investigacion de escuelas de elite). Pero al final me interesó, sobre todo cuando Ozkar es bypaseado por von Bulow, ex alumno de la academia y hasta su jefe anda con esa marca en la mano. Ahi te das cuenta por que hay gente que dice que a Hitler no lo hizo Alemania, sino Austria y que se trajo a Alemania esas ideas xenofobas y antisemitas vienesas.

      Eliminar
  2. Dese FB
    Alfonso Velasco Sendra Hola os pido perdón por el retraso a la hora de comentar esta publicación. A mí amigo el profesor Alfonseca le debo aún la lectura de varios de sus artículos de Divulciencia. Yo es que no le tengo mucha simpatía a Charcot, Freud, y Jung. Freud me parece que tuvo éxito por interpretar muy bien los mitos. Jung es demasiado gnóstico para mí gusto. Hay una novela muy buena que os recomiendo escrita por un escritor judío muy bueno Samuel Shem que es la secuela de su aclamada obra "La casa de Dios" titulada "Monte miseria" dónde Shem ataca todas las corrientes psiquiátricas. Viena mejoró muchísimo en el siglo XIX con el modernismo o la corriente de la Secesión con Adolf Loss. No sé si Alma Mahler fue pretendida por Franz Werfel. Es una pena lo de Lueger Hitler podría haberle emulado en su social cristianismo y no en su antisemitismo. Me parece que fue el escritor Max Nordau quien en su novela "Degeneración" profetiza la aparición de un tirano antisemita como Hitler. A parte a Hitler le inspiró Schnorer y corrientes neotemplarias y no descartemos que le inspirasen los sermones antisemitas de Lutero. De hecho las discusiones de Hitler con su padre al rechazo que le inspiraba Austria porque era débil, mientras el estaba enamorado del militarismo prusiano. El propio Jung era antisemita de ahí las peleas con Freud y sus desavenencias. Es interesante leer la novela de Morris West "El suelo es de cristal" que es una crítica a Gustav Jung. Entre ellos el propio que apostaba por la Gran Alemania, de hecho el proyecto no era descabellado. Yo siempre he dicho que la unificación alemana llega con retraso y esto se debe al protestantismo, si Alemania hubiera sido católica la habría conseguido con los Habsburgo y habría incorporado a Austria, pero primero Bertoldo de Eremberg arzobispo de Maguncia y Lutero dando poder a los príncipes impidieron que Alemania se convirtiese en un estado moderno y centralizado como España, Francia, o Inglaterra.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. María Elena Venant Alfonso Velasco Sendra Nada de disculpas, tu aportación como siempre es útil y oportuna. No sabia que Lueger era social cristiano. Será porque todos los socialcristianos que he conocido incluyendo mi difunto padre no eran antisemitas. Bueno, MI Pa era un poquito (pero porque estaba casado con una judía que lo dejó en la ruina y lo volvió loco).
      A pesar del antisemitismo (mínimo y debatible) de Jung yo soy jungiana total. Charcot fue un poco antisemita como buen hijo de su tiempo. Hace una década atrás, muchas de las teorías de Freud fueron desechadas, pero ahora ha vuelto a ponerse de moda lo que me da mala espina.
      Alma Mahler se casó en terceras nupcias con Wrrfel a quien la Virgen de Lourdes ayudó a huir de los Nazis. Los Werfel se establecieron en Hollywood.
      Sobre lo que creía/era Hitler, y más allá del antisemitismo, tenemos muchas personas y corrientes a las que culpar (ocultismo, organizaciones que buscaban reintegrarse al Reich como la que muestra la serie neurosis personales, el judío que le quitó el puesto en la Academia de Arte, Wagner y su obsesión con mitologías nórdicas, etc..)
      Edita o elimina el comentario
      Me gusta
      · Responder

      Eliminar