domingo, 2 de julio de 2017

Celebremos a Los Tudors en su primera década


Este jueves descubrí que el canal Ovation estaba repitiendo “Los Tudors” en horario matinal. No es accidental (ya la había repetido en horario vespertino el invierno pasado) puesto que, como me recordó el Gato George, en abril se cumplieron diez años desde que la serie de Michael Hirst debutara en Showtime.  Mas allá de si la Tudormania sigue siendo un fenómeno inagotable, “Los Tudor” es una serie con suficientes méritos para convertirse en un clásico de televisión, influir sobre otras series históricas y cambiar nuestra percepción sobre un periodo crucial para la historia de Occidente. Por esas razones este blog abre temporada de “Los Tudor”. Hasta abril del 2018, si Tata D-s nos da vida, cabeza y ordenador, estaremos hablando de este programa, de la historia tras su confección, y de los tiempos y la familia que lo inspiraron.



”Los Tudor” ha sido la contribución más valiosa a la segunda ola de la Tudormania. También la más longeva, ya que duró cuatro temporadas, 38 capítulos en total. Nació como una reacción a las múltiples versiones de “La Otra Bolena” y como una manera de ampliar la historia de Enrique Octavo (Jonathan Rhys-Meyers) y sus esposas. La mejor manera de ampliarla fue explorar otros sucesos ocurridos en la corte del segundo monarca Tudor, aparte de las bodas y de la implacable búsqueda del heredero. Lo que Michael Hirst hizo fue dar una visión más universal de Enrique VIII y su época.

 La serie cruza al continente y nos presenta lo que pasa en la corte de Francisco I (Emanuel Leconte) y en el Vaticano. Completa la trama acudiendo a documentos históricos como los despachos oficiales de Eustace Chapuys (que interpretado por Anthony Brophy se convierte en una pieza importante en este tablero de ajedrez), el embajador de Carlos V (Sebastian Armesto). Incluso Hirst integra y desarrolla episodios históricos que hasta ahora solo habíamos visto en la ficción como La Peregrinación de Gracia, que anteriormente era conocida nada más que por historiadores y los admiradores de Man in a Donkey de H.H. Preston; y la tragedia de Tomas Moro (Jeremy Northam) que Hirst saca de la idealización de Un Hombre para la eternidad, pero sin caer en los extravíos de Wolf Hall.


Parte de esta celebración de Los Tudor (serie y familia real) nace de una extensa entrevista que Michael Hirst concedió al Helen Earnshaw, en  el 2012,  y que fue publicada en el sitio web “Female First”. Tenemos que agradecerle a George Llerena haberse dado el trabajo de traducir esta entrevista donde Hirst narra la génesis de su serie fenómeno.

En el año 2004, Ben Silverman, un joven ejecutivo de la multicompañía americana CBS, me preguntó si era factible hacer una serie sobre la dinastía Tudor, pero en forma de drama televisivo, con gran producción y visos de telenovela, para una audiencia general norteamericana. Y mi reacción fue reírme y decir: “No… lo que me pides es imposible”, porque no entendí lo que me estaba pidiendo. ¿Convertir la historia en una serie de unitarios telenovelescos? No, había muchos temas y hechos que se perderían. Además, yo nunca había trabajado para TV antes, así que le pregunté: “OK, explícame bien qué quieres decir con eso del drama histórico para un público americano. ¿Me estás diciendo que tengo que poner la historia, pero en facilito, y contar sólo lo más superficial y sencillo? Porque eso es imposible para mí”, y él me respondió que no, que aún podía hablar de temas políticamente desafiantes, podía plantear la historia y la reforma tal como sucedió, pero en un formato accesible.

Ahí tenemos la primera gran diferencia de “Los Tudors” con otras manifestaciones de Tudormania. Hirst era considerado un experto en la época isabelina por haber escrito los guiones de dos filmes muy taquilleros que cubrían el reinado de Isabel I, pero hablamos de cuatro horas, no de cuatro temporadas. En los 70s, la televisión inglesa hizo historia con “ The Six Wives of Henry VIII ” y “Elizabeth R” pero nuevamente nos encontramos con miniseries de seis capítulos. “Los Tudor” fue la primera serie de televisión abocada totalmente a un tema histórico. Que haya durado cuatro años, que haya ameritado tantos premios y la devoción de su fandom, es señal de que se trató de un producto excepcional. Las gracias se la debemos a Michael Hirst y al elenco que nos hicieron compenetrarnos tanto con sus personajes.

Una de las muchas fallas de “Wolf Hall” es que, aunque presenta muchos personajes, pocos son memorables. La oscuridad de la iluminación ayuda a ensombrecer los rostros de los habitantes de la historia y a menos que nos digan sus nombres ni nos enteramos de quienes son. Dicen que el Duque de Suffolk andaba por ahí…Nunca lo vi, y a Sir Francis Bryan lo reconocí nada más que por el parche en el ojo.

En cambio, en “Los Tudors” aprendemos a distinguir, a querer y a odiar a los personajes. Sabemos quiénes fueron amigos de Enrique y quiénes perdieron la cabeza por contrariar al rey. Conocemos a las damas de cada una de las reinas. Tal Vez Lady Ursula Misseldon (Charlotte Salt) nunca existió. Pero si existieron Madge Sheldon (Laura Jane Laughlin), Bessie Blount (Ruta Gedmintas), Lady Jane Rochford (Joanne King), Joan Bulmer (Catherine Steadman) y una Elizabeth Darrell (Krystin Pellerin) que no se suicidó, pero siguió viviendo en unión libre con Thomas Wyatt (Jamie Thomas King), tras la muerte de la reina Catalina.
¿Cuántas reconoces?

Gracias a “Los Tudor”, yo recordé que los grandes poetas de la era fueron Sir Thomas Wyatt y el Conde de Surrey (David O’Hara). El mismo Hirst ha dicho que fueron los poemas de estos bardos los que lo ayudaron a inspirarse al igual que la música de Tallis. Quizás Thomas Tallis (Joe van Moyland) nunca refregó sus bigotes con los de Sir William Compton (Kristen Holden Ried), pero “Los Tudors” me enseñaron que fue el gran compositor de música coral de su tiempo.

Las distorsiones de hechos reales son las que más han provocado la controversia sobre el valor de “Los Tudor” como ficción histórica. Uno de los errores más criticados concierne al personaje de Margaret (Gabrielle Anwar), hermana del rey. De acuerdo a la historia, Margaret Tudor se casó con el rey escoses y fue abuela de Maria Estuardo. También protagonizó su serie de escándalos por allá por Las Tierras Alta—estos Tudor siempre tan estrafalarios y conflictivos más de eso no habla la serie de Showtime. Ahí nos cuentan que a Margaret la casaron con el Rey de Portugal, que lo asfixió con un cojín para casarse con su amante, Charles Brandon (Henry Cavill).  En la vida real, Enrique se convirtió en el cuñado de su mejor amigo cuando, y a sus espaldas, Charles se casó con Maria, reina viuda de Francia.

 En su entrevista, Hirst explica que le cambió el nombre a la princesa porque había muchas Marías en el cuento. Lo de hacerla reina de Portugal nació por problemas de cronología. María Tudor, hermana menor de Enrique, se casó con el Rey Louis Trece, padre de Francisco. Cuando comienza la acción de “Los Tudors” Luis hace rato que descansa en paz y Francisco es rey de Francia. Hubo que trasladar a la futura Duquesa de Suffolk a otros reinos y otros talamos reales.

Entiendo los motivos de Hirst, pero no estoy totalmente satisfecha. En su papel de Margaret Tudor-Brandon, Gabrielle Anwar creo un personaje soso y muy poco atractivo. Se veía feúcha, desgarbada, parecía yegua disfrazada de mujer, y lucía mayor que el marido. En la vida real, Mary era doce años menor que el Duque de Suffolk. Sin embargo, para mí y (muchas) Charles Brandon fue lo más atractivo de la serie (después de Enrique, que yo todavía no le encuentro el encanto a Jonny Rhys-Meyers). Se entiende que Hirst y Showtime hayan decidido a apostarle al personaje, aprovechar el sex appeal del futuro Superman, y crearle una historia que abarcara todo el reinado de Enrique, porque el gran mérito del verdadero Duque de Suffolk fue sobrevivir a todos los cortesanos que lo rodeaban.

Las distorsiones históricas no son los únicos feos en una serie que se vanagloria de un elenco de bellezas que ni se acercan a los cánones de hermosura del siglo XVI (recordemos a Cesare Borgia y a la Lozana Andaluza desnarigados por la sífilis. Así eran los bonitos de aquel entonces). El mayor error es la inclusión de escenas de sexo sin ton ni son que para lo único que sirven es para acreditar que “Los Tudors” no es un period piece “afeminado”. Por el contrario es el ejemplo más famoso, en esa década pre-Juego de Tronos, de la nueva ficción histórica unisex. Las características están a la vista: violencia a granel, guerras, torturas, y varones practicando deportes violentos; sexo desenfrenado, nada de romance ni historias de amor empalagosas; las tontas que se enamoran terminan en el patíbulo o desterradas. Aun así, las mujeres gozamos con “Los Tudors”.  ¿Qué dama respetable se quejaría de una serie que nos brinda un Henry Cavill sin ropita?
Y Superman mostró más, Vean el primer capítulo.

En su entrevista, Michael Hirst también hace una aclaración sobre esas constantes incursiones al soft porn. Al pobre Hirst los de Showtime le doblaron la mano, peor que a Enrique en esa pelea de gallitos donde vence Suffolk y así consigue su reintegración a la corte. La compañía productora le devolvió a Hirst su primer guion, argumentando que era aburrido y que el público no estaba preparado para series históricas. Lo que salvó a “Los Tudors” fue, y me tiembla la mano escribirlo, “Roma”. Si, esa abominable serie de la HBO que comenzó con la moda de distorsionar lo histórico y opacarlo con viñetas infundadas de sexo gráfico.

 Todo lo que haya hecho Hirst en materia de incoherencia histórica ni se acerca a las barbaridades de “Roma”. Attia de los Julios (Polly Walker) era una discreta matrona romana, nunca fue amante de Marco Antonio (James Purefoy). Su hija Octavia (Kerry Condon) jamás tomo drogas, ni era bisexual ni incestuosa. No, de solo acordarme me vuelve el reflujo intestinal. Sin embargo, los ejecutivos de Showtime estaban empeñados en que “Los Tudors” siguiera el estilo de” Roma”. El mismo Hirst lo asevera: La cadena HBO sacó una serie llamada ‘Roma’ y tuvo éxito; meses después los ejecutivos me llamaron y me pidieron que reescribiera el piloto, pero poniéndole más énfasis a las escenas de violencia y sexo.

Por suerte, “los Tudors” superó a Roma que apenas alcanzó para dos temporadas y que hoy nadie recuerda. A pesar de las declaraciones (en el 2012) de James Purefoy de que su serie fuera cancelada porque la HBO quería acumular presupuesto para “Juego de Tronos”, lo cierto es que si “Roma” hubiese temido más posibilidades la productora se hubiese arriesgado. “Roma” cumplió su propósito dejando un esquema que Michael Hirst supo refinar.

Lo importante de “los Tudors” es que tras el libreto hay una historia real y que conmueve. ¿Quién no sufrió con la degradación de la pobrecita Lady Mary (Sarah Bolger), quién no lloró la muerte de Jane Seymour (Annabelle Wallis), quién no se preocupó cuando el pequeño Eduardo (Jake Hathaway) se enfermó y Enrique se pasó la noche velándolo?  Yo ya levanté la mano ¿Y ustedes? Porque todo eso es histórico y cuando uno va a buscar la realidad en los libros de historia, no solo confirman lo visto además ahora nosotros podemos asociar rostros a esos personajes que antes eran solo nombres en un texto escolar.


 No pretendo sobrevalorar la obra de Michael Hirst. Para mi todo gran artista tiene pies de barro y he sabido criticar lo que ha hecho tanto en “Los Tudors” como en “Vikings”. Pero me consume la ira cuando veo como se le desprecia al compararlo con una abominación como “Wolf Hall”. Agradezco al Profesor David Starkey hacerme ver los anacronismos en vestuario y carruajes. Si no fuera por “los Tudors” yo no me hubiera interesado nunca en los diferentes ciclos que gobiernan las modas en el siglo XVI, pero me gustaría que Starkey le diera tantos palos a “Wolf Hall” como los que recibe la obra de Michael Hirst.

Por otro lado, y volviendo al tema del period piece para machos, “Los Tudors” es un parteaguas. Nos guste o no que le quiten lo femenino al drama de época, Michael Hirst abrió el camino para ”Espartaco” y sus dioses de la arena, para los piratas de “Black Sails” y para sus vikingos. El drama de época no hubiera evolucionado sin esas variaciones o desviaciones del estereotipo gentil de” Downton Abbey” o las adaptaciones de Jane Austen. Tal como sin “Downton Abbey” no tendríamos “Victoria,” sin “Los Tudors” no tendríamos “Los Borgias” ni “Juego de Tronos”.  Incluso voy a estirarme un poco y diría que sin “Los Tudors” no tendríamos “The Crown”.

Gracias a mi entrada al mundo de la Tudormania, y lo que me ha hecho leer sobre ese periodo, me atrevo a decir que la Inglaterra moderna nace con Enrique VIII. No existiría un imperio ni la grandeza de Gran Bretaña sin los Tudor. Tanto Victoria como Isabel II volvieron los ojos a la Era Isabelina para confeccionar su propia mitología. Pero también se ha hecho un escrutinio de   las torpezas de Enrique que son un total ejemplo de absolutismo dictatorial o de como nunca se debe gobernar.

Como saben, soy de esas lectoras/espectadoras que se apegan a relatos donde los personajes son lo primordial. Nada me atrapa más que ver a un personaje evolucionar y si me quejo de que la Lagertha de “Vikingos” ha hecho lo contrario, es porque en términos de personalidad, la reina vikinga ha retrocedido como cangrejo. Admiro que Michael Hirst no cometiera ese error en “Los Tudors”.  Se entiende que Enrique solo puede ir de mal en peor, porque en la serie como en la vida real, estamos ante un enfermo mental cuyo trastorno sin control médico irá en aumento. Lo mismo ocurre con Ana Bolena (Natalie Dormer), que, sin ser demente, evoluciona de una coqueta simpática a una histérica resentida ya que las presiones a las que la somete su nueva posición la hacen perder el control.

A mi parecer los personajes mejor desarrollados de la serie son Charles Brandon y la Princesa Maria. Mas allá de si este Duque de Suffolk es totalmente no-histórico, no podemos negar que el personaje de Henry Cavill es el más camaleónico. Comienza como un malévolo irresponsable que fomenta la mala conducta de su amigo, el rey. De ahí pasa a ser un abúlico con conciencia, terminando en un hombre agotado y amargado cuyos errores y falta de carácter destruyen su matrimonio.

Si este Suffolk no se parece en nada al real, no podemos decir lo mismo de “Bloody Mary”. Hasta ahora la ficción nos la había presentado como una vieja gorda, histérica y fanática. Michael Hirst y Sarah Bolger se encargaron de revelarnos a Maria antes de su reinado. Vemos como de princesita de cuentos y niña mimada de papi, acaba como la Piel de Asno, en la cocina, de fregona, por contradecir las aberrantes ordenes paternas.

Efectivamente a la Princesa Maria se le quitó todo, su posición, sus damas, sus joyas, su origen legítimo, su madre. Se la envió a cambiarle pañales a la hermana, a soportar humillaciones y presiones psicológicas que pueden haber sido violentas. Enrique no miente cuando les recuerda a sus obsequiosos cortesanos que muchos le aconsejaron decapitar a Maria por insubordinada.
Matía se desmaya al enterarse que su padre pretendía ejecutarla

Es cierto que Chapuys fue el único apoyo de la huerfanita, que hubo un incipiente romance con un príncipe alemán, que el pueblo la adoraba, y que Maria y Catalina Howard (Tamzin Merchant) andaban de las greñas. Y todo eso nos llegó gracias a la serie de Showtime. Si “Wolf Hall” y “Los Tudors” (y Jeremy Northam) me obligaron a ir en busca del verdadero Tomas Moro, esta semblanza de Sarah Bolger puede encaminarme a descubrir las raíces de esa verdadera Maria I.

María y su fiel Chapuys, la de fanfiction que se ha hecho sobre ese par


Espero satisfacer con los resultados de mi exploración tanto a los Tudormaniacos crónicos, como a los que amaron la serie en su momento y desean recordarla. Y, por supuesto, la idea es interesar a otros en esta serie tan malinterpretada, pero tan digna de seguir. Espero sus opiniones.

2 comentarios:

  1. Recordemos que cuando Michael Hirst escribió su piloto en 2004, no existía un público listo para consumir series de drama histórico. Ahora vemos que cada año aparecen Victoria, Médicis, Vikingos, Borgias, el último reino y mucho más porque hay una audiencia lista y esperando, tanto history buffs como público general, sin mencionar el fenómeno GoT, que si bien es fantasía tiene un ambiente medieval, y en cierto modo ha ayudado a que la gente se meta en el género. Antes, la serie de TV histórica exportable era una rareza: se hacían películas, y miniseries de bajo presupuesto pero hasta ahí. Lo que sí estaba de moda en ese tiempo eran las grandes series políticas o dramas familiares, como The West Wing o The Sopranos. ¿Recuerdas Malena que en los 80 estaban de moda muchas de esas soap operas dramáticas, de gran producción, repletas de cliffhangers, con mujeres poderosas y villanas memorables, como Falcon Crest, Dinastía, Dallas y similares? Eran unos culebrones eternos con enredos, conflictos por temporada, explosiones, catástrofes, hijos desaparecidos, traiciones, cambios de bando y un montón de exageraciones propias del género. Bueno, creo que la idea inicial para los Tudor nació ahí, de convertir a la dinastía Tudor en una de esas grandes series dramáticas para un gran público, y por eso Hirst lo encontró imposible. la gente de Showtime no confiaba mucho en el proyecto porque la serie histórica en ese tiempo no vendía...hasta que apareció Roma. Si bien los Tudor no está inspirada en ella, creo que Roma fue, anacronismos y distorsión histórica aparte, la prueba que los ejecutivos necesitaban para decir "Hey, esto funciona, no hay que quedarnos atrás, hay que poner nuestra plata en esto pero hagámoslo bien". Sin embargo, Hirst tuvo más tiempo y más libertad para investigar en los documentos y hacer de su serie algo mucho más exacto, lo cual hasta ahora casi nadie reconoce, y es frustrante que Wolf Hall se lleve todo el reconocimiento cuando miente, altera y cambia las cosas de un modo mucho más grave al antojo de su autora, que dicho sea de paso es bastante hipócrita en sus declaraciones (en 2011 decía que Wolf Hall era ficción, ahora que todos la alaban dice lo contrario y hasta da conferencias sobre historia Tudor, y luego hay gente diciendo que sus novelas son historia). El mismo Hirst lo dice en una parte de su entrevista, y no es por defenderlo pero tiene razón, ojalá en una futura entrada comentes un poco sobre lo que dijo porque me parece interesante.

    Los Tudor no sólo nos acercó personajes que hasta ese momento eran simples nombres en un texto que memorizar para pasar el examen; también le inllectó vida a esas personas que vivieron hace tantos años. Escenas memorables como Catalina contándole a una embarazada Isabel Blont que no puede tener un hijo; Ana diciéndole a sus damas que lean la Biblia de Tyndale en inglés; la trama del cocinero que intentó matar a Fisher; Cranmer y su esposa; la reacción de los curas cuando suprimían los monasterios; la reacción de Londres cuando llegó la epidemia del sudor de 1528.

    Leyendo los documentos históricos no queda claro si María se llevaba bien o mal con su hermana Isabel: en la serie María la quiere y puede que en la vida real también (la escena en la que María carga a Isabel y le canta para que se duerma se me quedó en la memoria, porque fue tan real, tan humana, creo que ese fue el mayor logro de Hirst: acercar la historia a nosotros de esta forma) pero ambas tenían posturas religiosas totalmente contrarias. Todas estas cosas crean rencor y bastante frustración. Dicen que para cuando Isabel se vió implicada en la rebelión de Wyatt de 1554, la actitud de María hacia su hermana era totalmente hostil y agresiva. La encerraron en la torre (pobre chica, debe haber sido horrible, mismo destino de su madre y siendo inocente) y el consejo preparó una sentencia de ejecución...pero por alguna razón María nunca llegó a firmarla.

    Ya quiero leer esos posts. Tantos personajes, momentos y declaraciones de Hirst que comentar. Aprovechemos el material. Tenemos hasta abril

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    1. Ug, Gato George, no sé por dónde comenzar. Primero que me apena que haya sido Michael quien me señalara algo en lo que no había reparado, una división que conozco de memoria por la telenovela. Hay telenovela que gira en torno a personajes y hechos reales, hay telenovela semi-histórica donde protagonistas ficticios se mezclan con personajes reales sobre un trasfondo histórica, hay telenovela de época que es un mero period piece. En este momento vemos el auge de la ficción histórica en formato televisivo.
      La palabra clave de todo lo que dices es “familia”. “Los Soprano jugó un el importante en la manufactura de “Los Tudor”fue el modelo que los productos buscaban, ver a la familia real inglesa convertida en un clan de mafiosos. Y luego tu alusión a las primetime soap operas todas girando en torno a familias poderosas y disfuncionales. Iba a escribir algo sobre eso, porque la familia es el meollo de la televisión. La televisión de los 50s y 60s giraba em torno a dramas y comedias domésticas, visiones idealizadas de círculos de parientes muy unidos y cariñosos u rn los 80’s degeneró en un aluvión de familias infernales, cuanto más millonartias con mas problemas.
      A la BBC le costó trabajo meterse en el mercado americano. Tanto así que em USA ni se entraron que la primera serie históricas fueron “Las Aventuras de Sir Francis Drake” que duró dos temporadas (1961-1962). Aunque de histórico estaba a la altura de Reign, ahí estaban Isabel y Walsingham y sus secuaces.
      No, no hay manera que le vea el mérito a Roma, porque tuvo una predecesora. Tal vez más corta (12 episodios), pero con sexo a granel, situaciones escandalosas, desnudos, torturas, sangre y violencia…y total veracidad histórica. Y esa es la fantástica, super fabulosa “Yo Claudio”.
      También tengo ganas de escribir algo sobre el sudor inglés, porque es en el episodio 7 donde voy que cambia la historia, y de farsa picaresca, pasa ser un verdadero drama histórico. Eso gtacias a esa terrtible plaga que curiosamente solo afectó a Inglaterra durante los Tudors
      Mantel ahora ha entrado en era defensiva y vuelve a decir que WH es ficción y que no la pueden culpar por errores históricos, pero por supuesto que es una tristeza que se lleve créditos inmerecidos.
      La relación Isabel y Maria puede muy bien seguir las pautas de Hirst. Ahí no hay exageración, un par de enredos. Fue Lady Shelton no Lady Bryan la carcelera de Maria. Fue el Duque de Norfolk y no Sir Francis Bryan (ahí me tengo guardada una sorpresa) quien la agredió verbalmente, pero la evolución de Maria es totalmente producto de los hechos que cuenta Hirst.
      Acabo de descubrir una noticia catastrófica, en septiembre me suspenden la posibilidad de seguir viendo cuando quiera Los Tudors completa, así que tengo que ponerme las pilas este verano.
      Reitero las gracias por tu traducción.

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