Este jueves descubrí
que el canal Ovation estaba repitiendo “Los Tudors” en horario matinal. No es
accidental (ya la había repetido en horario vespertino el invierno pasado)
puesto que, como me recordó el Gato George, en abril se cumplieron diez años
desde que la serie de Michael Hirst debutara en Showtime. Mas allá de si la Tudormania sigue siendo un
fenómeno inagotable, “Los Tudor” es una serie con suficientes méritos para convertirse
en un clásico de televisión, influir sobre otras series históricas y cambiar
nuestra percepción sobre un periodo crucial para la historia de Occidente. Por esas
razones este blog abre temporada de “Los Tudor”. Hasta abril del 2018, si Tata
D-s nos da vida, cabeza y ordenador, estaremos hablando de este programa, de la
historia tras su confección, y de los tiempos y la familia que lo inspiraron.
”Los Tudor” ha
sido la contribución más valiosa a la segunda ola de la Tudormania. También la
más longeva, ya que duró cuatro temporadas, 38 capítulos en total. Nació como
una reacción a las múltiples versiones de “La Otra Bolena” y como una manera de
ampliar la historia de Enrique Octavo (Jonathan Rhys-Meyers) y sus esposas. La
mejor manera de ampliarla fue explorar otros sucesos ocurridos en la corte del
segundo monarca Tudor, aparte de las bodas y de la implacable búsqueda del heredero.
Lo que Michael Hirst hizo fue dar una visión más universal de Enrique VIII y su
época.
La serie cruza al continente y nos presenta lo
que pasa en la corte de Francisco I (Emanuel Leconte) y en el Vaticano. Completa
la trama acudiendo a documentos históricos como los despachos oficiales de
Eustace Chapuys (que interpretado por Anthony Brophy se convierte en una pieza
importante en este tablero de ajedrez), el embajador de Carlos V (Sebastian Armesto).
Incluso Hirst integra y desarrolla episodios históricos que hasta ahora solo
habíamos visto en la ficción como La Peregrinación de Gracia, que anteriormente
era conocida nada más que por historiadores y los admiradores de Man in a Donkey de H.H. Preston; y la
tragedia de Tomas Moro (Jeremy Northam) que Hirst saca de la idealización de Un Hombre para la eternidad, pero sin
caer en los extravíos de Wolf Hall.
Parte de esta celebración
de Los Tudor (serie y familia real) nace de una extensa entrevista que Michael
Hirst concedió al Helen Earnshaw, en el
2012, y que fue publicada en el sitio
web “Female First”. Tenemos que agradecerle a George Llerena haberse
dado el trabajo de traducir esta entrevista donde Hirst narra la génesis de su
serie fenómeno.
En el año 2004, Ben Silverman, un joven
ejecutivo de la multicompañía americana CBS, me preguntó si era factible hacer
una serie sobre la dinastía Tudor, pero en forma de drama televisivo, con gran
producción y visos de telenovela, para una audiencia general norteamericana. Y
mi reacción fue reírme y decir: “No… lo que me pides es imposible”, porque no
entendí lo que me estaba pidiendo. ¿Convertir la historia en una serie de
unitarios telenovelescos? No, había muchos temas y hechos que se perderían. Además,
yo nunca había trabajado para TV antes, así que le pregunté: “OK, explícame
bien qué quieres decir con eso del drama histórico para un público americano.
¿Me estás diciendo que tengo que poner la historia, pero en facilito, y contar
sólo lo más superficial y sencillo? Porque eso es imposible para mí”, y él me
respondió que no, que aún podía hablar de temas políticamente desafiantes,
podía plantear la historia y la reforma tal como sucedió, pero en un formato
accesible.
Ahí
tenemos la primera gran diferencia de “Los Tudors” con otras manifestaciones de
Tudormania. Hirst era considerado un experto en la época isabelina por haber
escrito los guiones de dos filmes muy taquilleros que cubrían el reinado de
Isabel I, pero hablamos de cuatro horas, no de cuatro temporadas. En los 70s,
la televisión inglesa hizo historia con “ The Six Wives of Henry VIII ” y “Elizabeth
R” pero nuevamente nos encontramos con miniseries de seis capítulos. “Los Tudor”
fue la primera serie de televisión abocada totalmente a un tema histórico. Que
haya durado cuatro años, que haya ameritado tantos premios y la devoción de su fandom, es señal de que se trató de un
producto excepcional. Las gracias se la debemos a Michael Hirst y al elenco que
nos hicieron compenetrarnos tanto con sus personajes.
Una de
las muchas fallas de “Wolf Hall”
es que, aunque presenta muchos personajes, pocos son memorables. La oscuridad
de la iluminación ayuda a ensombrecer los rostros de los habitantes de la
historia y a menos que nos digan sus nombres ni nos enteramos de quienes son.
Dicen que el Duque de Suffolk andaba por ahí…Nunca lo vi, y a Sir Francis Bryan
lo reconocí nada más que por el parche en el ojo.
En cambio, en
“Los Tudors” aprendemos a distinguir, a querer y a odiar a los personajes.
Sabemos quiénes fueron amigos de Enrique y quiénes perdieron la cabeza por
contrariar al rey. Conocemos a las damas de cada una de las reinas. Tal Vez
Lady Ursula Misseldon (Charlotte Salt) nunca existió. Pero si existieron Madge
Sheldon (Laura Jane Laughlin), Bessie Blount (Ruta Gedmintas), Lady Jane
Rochford (Joanne King), Joan Bulmer (Catherine Steadman) y una Elizabeth Darrell
(Krystin Pellerin) que no se suicidó, pero siguió viviendo en unión libre con
Thomas Wyatt (Jamie Thomas King), tras la muerte de la reina Catalina.
Gracias a “Los
Tudor”, yo recordé que los grandes poetas de la era fueron Sir Thomas Wyatt y
el Conde de Surrey (David O’Hara). El mismo Hirst ha dicho que fueron los
poemas de estos bardos los que lo ayudaron a inspirarse al igual que la música
de Tallis. Quizás Thomas Tallis (Joe van Moyland) nunca refregó sus bigotes con
los de Sir William Compton (Kristen Holden Ried), pero “Los Tudors” me
enseñaron que fue el gran compositor de música coral de su tiempo.
Las distorsiones
de hechos reales son las que más han provocado la controversia sobre el valor de
“Los Tudor” como ficción histórica. Uno de los errores más criticados concierne
al personaje de Margaret (Gabrielle Anwar), hermana del rey. De acuerdo a la historia,
Margaret Tudor se casó con el rey escoses y fue abuela de Maria Estuardo. También
protagonizó su serie de escándalos por allá por Las Tierras Alta—estos Tudor
siempre tan estrafalarios y conflictivos— más de eso no habla la serie de Showtime.
Ahí nos cuentan que a Margaret la casaron con el Rey de Portugal, que lo
asfixió con un cojín para casarse con su amante, Charles Brandon (Henry Cavill).
En la vida real, Enrique se convirtió en
el cuñado de su mejor amigo cuando, y a sus espaldas, Charles se casó con Maria,
reina viuda de Francia.
En su entrevista, Hirst explica que le cambió
el nombre a la princesa porque había muchas Marías en el cuento. Lo de hacerla
reina de Portugal nació por problemas de cronología. María Tudor, hermana menor
de Enrique, se casó con el Rey Louis Trece, padre de Francisco. Cuando comienza
la acción de “Los Tudors” Luis hace rato que descansa en paz y Francisco es rey
de Francia. Hubo que trasladar a la futura Duquesa de Suffolk a otros reinos y
otros talamos reales.
Entiendo los
motivos de Hirst, pero no estoy totalmente satisfecha. En su papel de Margaret
Tudor-Brandon, Gabrielle Anwar creo un personaje soso y muy poco atractivo. Se
veía feúcha, desgarbada, parecía yegua disfrazada de mujer, y lucía mayor que
el marido. En la vida real, Mary era doce años menor que el Duque de Suffolk.
Sin embargo, para mí y (muchas) Charles Brandon fue lo más atractivo de la
serie (después de Enrique, que yo todavía no le encuentro el encanto a Jonny
Rhys-Meyers). Se entiende que Hirst y Showtime hayan decidido a apostarle al personaje,
aprovechar el sex appeal del futuro Superman,
y crearle una historia que abarcara todo el reinado de Enrique, porque el gran mérito
del verdadero Duque de Suffolk fue sobrevivir a todos los cortesanos que lo
rodeaban.
Las distorsiones
históricas no son los únicos feos en una serie que se vanagloria de un elenco
de bellezas que ni se acercan a los cánones de hermosura del siglo XVI
(recordemos a Cesare Borgia y a la Lozana Andaluza desnarigados por la sífilis.
Así eran los bonitos de aquel entonces). El mayor error es la inclusión de escenas
de sexo sin ton ni son que para lo único que sirven es para acreditar que “Los Tudors”
no es un period piece “afeminado”. Por el contrario es el ejemplo más famoso,
en esa década pre-Juego de Tronos, de la nueva ficción histórica unisex. Las
características están a la vista: violencia a granel, guerras, torturas, y
varones practicando deportes violentos; sexo desenfrenado, nada de romance ni
historias de amor empalagosas; las tontas que se enamoran terminan en el
patíbulo o desterradas. Aun así, las mujeres gozamos con “Los Tudors”. ¿Qué dama respetable se quejaría de una serie
que nos brinda un Henry Cavill sin ropita?
Y Superman mostró más, Vean el primer capítulo. |
En su entrevista,
Michael Hirst también hace una aclaración sobre esas constantes incursiones al soft porn. Al pobre Hirst los de
Showtime le doblaron la mano, peor que a Enrique en esa pelea de gallitos donde
vence Suffolk y así consigue su reintegración a la corte. La compañía productora
le devolvió a Hirst su primer guion, argumentando que era aburrido y que el público
no estaba preparado para series históricas. Lo que salvó a “Los Tudors” fue, y
me tiembla la mano escribirlo, “Roma”. Si, esa abominable serie de la HBO que
comenzó con la moda de distorsionar lo histórico y opacarlo con viñetas
infundadas de sexo gráfico.
Por suerte,
“los Tudors” superó a Roma que apenas alcanzó para dos temporadas y que hoy
nadie recuerda. A pesar de las declaraciones (en el 2012) de James Purefoy de
que su serie fuera cancelada porque la HBO quería acumular presupuesto para
“Juego de Tronos”, lo cierto es que si “Roma” hubiese temido más posibilidades
la productora se hubiese arriesgado. “Roma” cumplió su propósito dejando un
esquema que Michael Hirst supo refinar.
Lo
importante de “los Tudors” es
que tras el libreto hay una historia real y que conmueve. ¿Quién no sufrió con
la degradación de la pobrecita Lady Mary (Sarah Bolger), quién no lloró la
muerte de Jane Seymour (Annabelle Wallis), quién no se preocupó cuando el
pequeño Eduardo (Jake Hathaway) se enfermó y Enrique se pasó la noche velándolo?
Yo ya levanté la mano ¿Y ustedes? Porque
todo eso es histórico y cuando uno va a buscar la realidad en los libros de
historia, no solo confirman lo visto además ahora nosotros podemos asociar rostros
a esos personajes que antes eran solo nombres en un texto escolar.
No pretendo sobrevalorar la obra de Michael
Hirst. Para mi todo gran artista tiene pies de barro y he sabido criticar lo
que ha hecho tanto en “Los Tudors” como en “Vikings”. Pero me consume la ira
cuando veo como se le desprecia al compararlo con una abominación como “Wolf
Hall”. Agradezco al Profesor David Starkey hacerme ver los anacronismos en vestuario
y carruajes. Si no fuera por “los Tudors” yo no me hubiera interesado nunca en
los diferentes ciclos que gobiernan las modas en el siglo XVI, pero me gustaría
que Starkey le diera tantos palos a “Wolf Hall” como los que recibe la obra de Michael
Hirst.
Por otro lado, y
volviendo al tema del period piece
para machos, “Los Tudors” es un parteaguas. Nos guste o no que le quiten lo femenino
al drama de época, Michael Hirst abrió el camino para ”Espartaco” y sus dioses
de la arena, para los piratas de “Black Sails” y para sus vikingos. El drama de
época no hubiera evolucionado sin esas variaciones o desviaciones del
estereotipo gentil de” Downton Abbey” o las adaptaciones de Jane Austen. Tal
como sin “Downton Abbey” no tendríamos “Victoria,” sin “Los Tudors” no
tendríamos “Los Borgias” ni “Juego de Tronos”. Incluso voy a estirarme un poco y diría que
sin “Los Tudors” no tendríamos “The Crown”.
Gracias a mi entrada
al mundo de la Tudormania, y lo que me ha hecho leer sobre ese periodo, me
atrevo a decir que la Inglaterra moderna nace con Enrique VIII. No existiría un
imperio ni la grandeza de Gran Bretaña sin los Tudor. Tanto Victoria como
Isabel II volvieron los ojos a la Era Isabelina para confeccionar su propia mitología.
Pero también se ha hecho un escrutinio de
las torpezas de Enrique que son
un total ejemplo de absolutismo dictatorial o de como nunca se debe gobernar.
Como saben, soy
de esas lectoras/espectadoras que se apegan a relatos donde los personajes son
lo primordial. Nada me atrapa más que ver a un personaje evolucionar y si me quejo
de que la Lagertha de “Vikingos” ha hecho lo contrario, es porque en términos
de personalidad, la reina vikinga ha retrocedido como cangrejo. Admiro que Michael
Hirst no cometiera ese error en “Los Tudors”.
Se entiende que Enrique solo puede ir de mal en peor, porque en la serie
como en la vida real, estamos ante un enfermo mental cuyo trastorno sin control
médico irá en aumento. Lo mismo ocurre con Ana Bolena (Natalie Dormer), que,
sin ser demente, evoluciona de una coqueta simpática a una histérica resentida
ya que las presiones a las que la somete su nueva posición la hacen perder el control.
A mi parecer los
personajes mejor desarrollados de la serie son Charles Brandon y la Princesa
Maria. Mas allá de si este Duque de Suffolk es totalmente no-histórico, no
podemos negar que el personaje de Henry Cavill es el más camaleónico. Comienza
como un malévolo irresponsable que fomenta la mala conducta de su amigo, el
rey. De ahí pasa a ser un abúlico con conciencia, terminando en un hombre
agotado y amargado cuyos errores y falta de carácter destruyen su matrimonio.
Si este Suffolk
no se parece en nada al real, no podemos decir lo mismo de “Bloody Mary”. Hasta
ahora la ficción nos la había presentado como una vieja gorda, histérica y fanática.
Michael Hirst y Sarah Bolger se encargaron de revelarnos a Maria antes de su
reinado. Vemos como de princesita de cuentos y niña mimada de papi, acaba como
la Piel de Asno, en la cocina, de fregona, por contradecir las aberrantes
ordenes paternas.
Efectivamente a
la Princesa Maria se le quitó todo, su posición, sus damas, sus joyas, su
origen legítimo, su madre. Se la envió a cambiarle pañales a la hermana, a
soportar humillaciones y presiones psicológicas que pueden haber sido violentas.
Enrique no miente cuando les recuerda a sus obsequiosos cortesanos que muchos
le aconsejaron decapitar a Maria por insubordinada.
Es cierto que
Chapuys fue el único apoyo de la huerfanita, que hubo un incipiente romance con
un príncipe alemán, que el pueblo la adoraba, y que Maria y Catalina Howard (Tamzin
Merchant) andaban de las greñas. Y todo eso nos llegó gracias a la serie de
Showtime. Si “Wolf Hall” y “Los Tudors” (y Jeremy Northam) me obligaron a ir en
busca del verdadero Tomas Moro, esta semblanza de Sarah Bolger puede encaminarme
a descubrir las raíces de esa verdadera Maria I.
María y su fiel Chapuys, la de fanfiction que se ha hecho sobre ese par |
Espero satisfacer
con los resultados de mi exploración tanto a los Tudormaniacos crónicos, como a
los que amaron la serie en su momento y desean recordarla. Y, por supuesto, la
idea es interesar a otros en esta serie tan malinterpretada, pero tan digna de
seguir. Espero sus opiniones.
Recordemos que cuando Michael Hirst escribió su piloto en 2004, no existía un público listo para consumir series de drama histórico. Ahora vemos que cada año aparecen Victoria, Médicis, Vikingos, Borgias, el último reino y mucho más porque hay una audiencia lista y esperando, tanto history buffs como público general, sin mencionar el fenómeno GoT, que si bien es fantasía tiene un ambiente medieval, y en cierto modo ha ayudado a que la gente se meta en el género. Antes, la serie de TV histórica exportable era una rareza: se hacían películas, y miniseries de bajo presupuesto pero hasta ahí. Lo que sí estaba de moda en ese tiempo eran las grandes series políticas o dramas familiares, como The West Wing o The Sopranos. ¿Recuerdas Malena que en los 80 estaban de moda muchas de esas soap operas dramáticas, de gran producción, repletas de cliffhangers, con mujeres poderosas y villanas memorables, como Falcon Crest, Dinastía, Dallas y similares? Eran unos culebrones eternos con enredos, conflictos por temporada, explosiones, catástrofes, hijos desaparecidos, traiciones, cambios de bando y un montón de exageraciones propias del género. Bueno, creo que la idea inicial para los Tudor nació ahí, de convertir a la dinastía Tudor en una de esas grandes series dramáticas para un gran público, y por eso Hirst lo encontró imposible. la gente de Showtime no confiaba mucho en el proyecto porque la serie histórica en ese tiempo no vendía...hasta que apareció Roma. Si bien los Tudor no está inspirada en ella, creo que Roma fue, anacronismos y distorsión histórica aparte, la prueba que los ejecutivos necesitaban para decir "Hey, esto funciona, no hay que quedarnos atrás, hay que poner nuestra plata en esto pero hagámoslo bien". Sin embargo, Hirst tuvo más tiempo y más libertad para investigar en los documentos y hacer de su serie algo mucho más exacto, lo cual hasta ahora casi nadie reconoce, y es frustrante que Wolf Hall se lleve todo el reconocimiento cuando miente, altera y cambia las cosas de un modo mucho más grave al antojo de su autora, que dicho sea de paso es bastante hipócrita en sus declaraciones (en 2011 decía que Wolf Hall era ficción, ahora que todos la alaban dice lo contrario y hasta da conferencias sobre historia Tudor, y luego hay gente diciendo que sus novelas son historia). El mismo Hirst lo dice en una parte de su entrevista, y no es por defenderlo pero tiene razón, ojalá en una futura entrada comentes un poco sobre lo que dijo porque me parece interesante.
ResponderEliminarLos Tudor no sólo nos acercó personajes que hasta ese momento eran simples nombres en un texto que memorizar para pasar el examen; también le inllectó vida a esas personas que vivieron hace tantos años. Escenas memorables como Catalina contándole a una embarazada Isabel Blont que no puede tener un hijo; Ana diciéndole a sus damas que lean la Biblia de Tyndale en inglés; la trama del cocinero que intentó matar a Fisher; Cranmer y su esposa; la reacción de los curas cuando suprimían los monasterios; la reacción de Londres cuando llegó la epidemia del sudor de 1528.
Leyendo los documentos históricos no queda claro si María se llevaba bien o mal con su hermana Isabel: en la serie María la quiere y puede que en la vida real también (la escena en la que María carga a Isabel y le canta para que se duerma se me quedó en la memoria, porque fue tan real, tan humana, creo que ese fue el mayor logro de Hirst: acercar la historia a nosotros de esta forma) pero ambas tenían posturas religiosas totalmente contrarias. Todas estas cosas crean rencor y bastante frustración. Dicen que para cuando Isabel se vió implicada en la rebelión de Wyatt de 1554, la actitud de María hacia su hermana era totalmente hostil y agresiva. La encerraron en la torre (pobre chica, debe haber sido horrible, mismo destino de su madre y siendo inocente) y el consejo preparó una sentencia de ejecución...pero por alguna razón María nunca llegó a firmarla.
Ya quiero leer esos posts. Tantos personajes, momentos y declaraciones de Hirst que comentar. Aprovechemos el material. Tenemos hasta abril
Ug, Gato George, no sé por dónde comenzar. Primero que me apena que haya sido Michael quien me señalara algo en lo que no había reparado, una división que conozco de memoria por la telenovela. Hay telenovela que gira en torno a personajes y hechos reales, hay telenovela semi-histórica donde protagonistas ficticios se mezclan con personajes reales sobre un trasfondo histórica, hay telenovela de época que es un mero period piece. En este momento vemos el auge de la ficción histórica en formato televisivo.
EliminarLa palabra clave de todo lo que dices es “familia”. “Los Soprano jugó un el importante en la manufactura de “Los Tudor”fue el modelo que los productos buscaban, ver a la familia real inglesa convertida en un clan de mafiosos. Y luego tu alusión a las primetime soap operas todas girando en torno a familias poderosas y disfuncionales. Iba a escribir algo sobre eso, porque la familia es el meollo de la televisión. La televisión de los 50s y 60s giraba em torno a dramas y comedias domésticas, visiones idealizadas de círculos de parientes muy unidos y cariñosos u rn los 80’s degeneró en un aluvión de familias infernales, cuanto más millonartias con mas problemas.
A la BBC le costó trabajo meterse en el mercado americano. Tanto así que em USA ni se entraron que la primera serie históricas fueron “Las Aventuras de Sir Francis Drake” que duró dos temporadas (1961-1962). Aunque de histórico estaba a la altura de Reign, ahí estaban Isabel y Walsingham y sus secuaces.
No, no hay manera que le vea el mérito a Roma, porque tuvo una predecesora. Tal vez más corta (12 episodios), pero con sexo a granel, situaciones escandalosas, desnudos, torturas, sangre y violencia…y total veracidad histórica. Y esa es la fantástica, super fabulosa “Yo Claudio”.
También tengo ganas de escribir algo sobre el sudor inglés, porque es en el episodio 7 donde voy que cambia la historia, y de farsa picaresca, pasa ser un verdadero drama histórico. Eso gtacias a esa terrtible plaga que curiosamente solo afectó a Inglaterra durante los Tudors
Mantel ahora ha entrado en era defensiva y vuelve a decir que WH es ficción y que no la pueden culpar por errores históricos, pero por supuesto que es una tristeza que se lleve créditos inmerecidos.
La relación Isabel y Maria puede muy bien seguir las pautas de Hirst. Ahí no hay exageración, un par de enredos. Fue Lady Shelton no Lady Bryan la carcelera de Maria. Fue el Duque de Norfolk y no Sir Francis Bryan (ahí me tengo guardada una sorpresa) quien la agredió verbalmente, pero la evolución de Maria es totalmente producto de los hechos que cuenta Hirst.
Acabo de descubrir una noticia catastrófica, en septiembre me suspenden la posibilidad de seguir viendo cuando quiera Los Tudors completa, así que tengo que ponerme las pilas este verano.
Reitero las gracias por tu traducción.