viernes, 15 de febrero de 2019

Drogas y el Misterioso Hombre Moreno (Louisa May Alcott, III)




Dan Keane de Los Muchachos de Jo no es el único ejemplo en la obra de Louisa May Alcott, de  un individuo de piel oscura visto como  símbolo sexual. Desde el esclavo birracial Bob de “My Contraband”, hasta el tío Alec de Ocho Primos, hay un elogio a la perfección física masculina que va asociado a la piel morena. Incluso Laurie es descrito como poseyendo el cabello oscuro y la belleza bruna del pueblo mediterráneo. ¿Pero de donde salió este arquetipo de Louisa May?

Ya mencioné que al trazar a Dan y a Bess, Alcott describe minuciosamente la belleza física de sus personajes, pero en el caso de Dan llega a erotizarlo. Eso es patente en la escena en que Nan lo hace modelar su cuerpo para que los otros chicos de Plumfield vean” lo que es un hombre”. Además de crear envidias y rivalidades, la doctorcita, con la excusa de ofrecer una lección de anatomía, pellizca, manosea y casi babea, sobre los músculos de su modelo.
“―No creo que te costara romperlos porque debes tener una fuerza colosal. ¿Permites que te toque el brazo? A ver… ¿No decía yo? ¡Eso son bíceps! ¡Mirad, mirad, muchachos, qué dureza y qué desarrollo!”

La descripción del cuerpo de Dan me trajo a la memoria otros textos de Alcott. Hace unos años, cuando, en un círculo de lectura,  leímos Ocho Primos noté que la descripción del tío Alec Campbell era casi de novela rosa.

 Un hombre moreno, vivaz, de chaqueta azul y sin sombrero en la cabeza de cabello rizado, que sacudía de vez en cuando como un perro de aguas; de hombros anchos, movimiento inquieto y un aire general de fuerza …

Olvidándose que se supone que debemos verlo a través de la mirada infantil de su sobrina-pupila, la autora se entromete y nos describe la fortaleza cuerpo del médico naval quien trepa por columnas y entra por ventanas como El Zorro.

Alec es un torbellino en el mundo femenino y ordenado de Rose Campbell. Es un hombre de acción vehemente y casi violento. Arroja por la ventana las medicinas de Rose, riega las plantas con el café del desayuno y viene a transformar la vida de su sobrina como si fuera su pareja. El decidirá como medicarla y como debe vestirse.  Tal como Dan, Alec se siente fuera de lugar en el mundo civilizado compuesto por sus cuñadas y sus tías. Es un objeto exótico y como tal deseable.

El Esclavo como Símbolo Sexual
Aunque Tío Alec es blanco, se nos enfatiza que su piel esta curtida por el sol (“azul y castaño” lo describen sus sobrinos) y cae dentro de ese estereotipo alcottiano del salvaje de piel oscura. Mas descriptiva y especifica es esa imagen en el relato “My Contraband” que Louisa incluirá en su segunda edición de Hospital Sketches. “Contrabando” es como el ejercito Yanqui llamaba a los esclavos fugitivos que conseguían cruzar las líneas del ejército Rebelde.

Faith Dean, una enfermera en un hospital de campaña, recibe de “regalo” un esclavo fugitivo llamado Robert. Faith convierte a “Bob” en su ordenanza. Aunque la enfermera se siente atraída por el esclavo, al que describe minuciosamente, también la repele su humildad propia de un espíritu sometido a la fuerza. A Faith le han encargado el cuidado de un herido sureño. Aunque como buena cristiana quiere perdonar al enemigo ni ella ni Bob aguantan al enfermo.

Es fascinante como en este breve cuento, la puritana Louisa establece un tono de violencia sexual y describe lo erótico que puede ser un cuerpo masculino. Robert es producto de la violencia. Es hijo del amo blanco violador. El herido es su medio hermano "Master Ned" . De la familia paterna Bob solo conoce abuso. Lo vendieron, separandolo de  su esposa Lucy quien fue violada por  Ned lo que la empujó al suicidio.
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 Faith debe usar toda su labia para impedir que Robert mate al herido. En el proceso  comienza a mirarlo como hombre, alguien a quien puede respetar y ver como un igual.  En el episodio cuando debe encerrarlo para impedir un crimen, notamos que la pasión tras sus exhortaciones nace del miedo de convertirse en blanco de la violencia del ex esclavo, pero también de lo admirada que está por la sensualidad que exuda un Bob furioso.

Finalmente lo convence y  le da dinero para que huya. Intercambian cartas, Bob ahora es soldado en el 54th de Massachussets, el famoso batallón de ex esclavos que vimos retratado en “Glory”.  Ha adoptado el apellido de su benefactora. Ned también ha huido y se ha reintegrado a su ejército. Ambos mueren  en batalla.

Mas allá de las ideas abolicionistas de Louisa May Alcott aquí tenemos un personaje recurrente. Antes de Mujercitas, Louisa escribe otro relato simplemente titulado “M.L.”, la historia del romance entre una millonaria blanca y un musico de color. De nuevo esa necesidad de convertir al afroamericano en un objeto sexual.

 ¿De dónde salió este personaje? ¿Conoció a un “contrabando” en su experiencia como enfermera de campaña? En algún ensayo o diario leí un recuerdo de Alcott que una vez, en su infancia, se cayó a un rio y fue rescatada por un muchacho negro. Entremedio de su gratitud, Louisa notó el cuerpo atlético de su benefactor, pero eso no es suficiente.

Sa sabe que Los Alcott convirtieron su casa en una de las paradas del Underground Railroad, la línea de rescate que debían seguir los eslavos fugados. En una ocasión entre ellos y Thoreau, ocultaron a un fugitivo, un acto que no solo atraía oprobio de vecinos sino también, era penado por la ley. En el Norte, aunque la esclavitud estaba prohibida, el racismo era rampante, y aún más después de la guerra.

La carrera de docente de Branson Alcott acabó cuando cerraron su escuela por insistir en integrar a una pequeña afroamericana a su clase. Durante la guerra, una enfermera se escandalizó al ver a Louisa cargar un bebé de color en brazos y la tildó de ‘Fanática”. Para la segunda edición de Hospital Sketches, los editores le rogaron a Louisa que redujese sus quejas sobre los Confederados y otros temas controversiales, porque deseaban vender esa obra en el Sur.

Louisa trató socialmente a varios afroamericanos influyentes. Se sabe que conoció a Harriet Tubman y que Robert Douglas y su esposa eran amigos de Los Alcott. Louisa compartió banco con Los Douglas en el funeral de Wendell Phillips y es más que posible que en Roma haya alternado con la famosa escultora afroamericana, Edmonia Lewis, que se movía en los círculos que Alcott frecuentaba. Sin embargo, otra autocensura de Louisa May es no tratar personajes ‘étnicos” en su obra.
Edmonia Lewis

Puede escribir sobre alemanes, o a crear un retrato un poco estereotipado del chinito Fung Shee en Ocho Primos y Rosa en Flor, pero no incluye personajes ‘oscuros” ni nativos, ni mediterráneos. Los protagonistas de cuentos como “An Hour” (donde relata el romance entre un blanco y su esclava); “Mi Contrabando”, Y “ML” serán excepciones. En sus novelas subsiguientes solo aparecerán como personajes terciarios como Hepsey en Works y la Tía Asia en Hombrecitos.
Lillian Randolph como la T'ia Asia en Hombrecitos

La Fantasía del Marido Español
Durante su enfermedad, el mercurio provocó terribles pesadillas a la escritora. Louisa nos cuenta que se veía como bruja ahorcada por los puritanos, arrastrada por una multitud por las calles de Baltimore, lapidada, visitando Cielo e Infierno, adorando al Diablo y aquí viene la peor pesadilla.
 Louisa sueña que está casada con un español villano y lascivo que la acecha sin darle paz. Ella intenta huir, intenta cerrarle la puerta, pero él entra por la ventana (como el Tío Alec), se le aparece por los rincones. No se necesita ser siquiatra freudiano para ver las connotaciones sexuales de este sueño. ¿Pero de donde sacaba Louisa, que no había viajado más allá de Boston, a este personaje? 

En su primer viaje a Europa, Louisa no llega a conocer el mundo mediterráneo, pero en su lúgubre estadía en Niza describe el hotel como lleno de huéspedes italianos, españoles, judíos (y un nativo de las Islas Sándwich). En Mujercitas, Louisa incorpora al español de sus pesadillas en al villano Hugo en la obra de teatro que, montan las March. En “My Contraband” describiendo el rostro de Bob, Faith  dice que tiene rasgos anglosajones y españoles.
June Allyson disfrazada de Hugo en Mujercitas (1949)

Acabo de notar que la descripción física de Laurie no corresponde a la de Laddie (esta se la otorgó la autora al violinista Nat de Hombrecitos) Se dice que Laddie es moreno, de cabello ensortijado. Esto y su carácter rebelde, lo ha heredado de su madre, una pianista italiana.

 Cuatro años después de publicada Mujercitas, Louisa se embarca para Europa por segunda vez. En Roma se queda casi medio año, rentando un piso de seis habitaciones. Se puede decir que para su regreso tiene bastante experiencia con italianos y hombres de tez tostada. En 1878 emprende su último viaje a Europa y comenta que el hotel suizo está colmado de conspiradores españoles (eran los días de la Primera República y de la Restauración). ¿Qué momento de estas experiencias, inspirará a Louisa a diseñar su arquetipo del salvaje sexy pero peligroso, de piel oscura?

En su introducción a Alternative Alcott, Susan Showalter nos da algunas pistas al interpretar las pesadillas de Louisa. A pesar de que cae en la trampa de creer en teorías sobre la ambivalencia sexual, la fijación edípica en el padre y la supuesta relación homoerótica con Marmee (¡Oy Veh Zmir!) de la escritora, Showalter nos lleva al retrato físico de Louisa, a su piel olivácea y cabello oscuro (heredados de Abba). Curiosamente, aunque vemos esa belleza morena en un daguerrotipo de Louisa a sus veintitantos años, los retratos futuros la muestran casi rubia. ¿Se teñiría el cabello?

Aparentemente, Louisa estaba incomoda con su propio look moruno. Esto se debe a que Branson Alcott consideraba que la gente de cabello oscuro y piel morena era “peligrosa”.  Ahora entendemos la relación ambivalente de Louisa con pueblos de piel cetrina.

También Showalter nos cuenta que la idea de ser apedreada por las buenas gentes de Baltimore es un eco del recibimiento, a piedrazo limpio, que les dieron al 54th de Massachussets cuando las tropas negras pasaron por Maryland. Louisa siempre se consideró “una bruja”, Algo común en mujeres transgresoras y que eligen vidas alternativas. En cuanto al satanismo es un tema que aparece en sus novelas clandestinas. Tanto la heroína de A Long Fatal Chase como el faustiano protagonista de A Modern Mefistófeles han pasado por un tipo de entrega de sus almas al diablo.

Louisa Drogadicta
Cuanto más leo a Louisa May Alcotta pesar de que hay paralelos con mi vida me considero afortunada. ¡Qué persona tan desdichada!  La fama y la fortuna le llegaron cuando estaba enferma y avejentada. Su familia, principalmente el padre, estuvo colgada de ella toda su vida. Se vio forzada a escribir una literatura que despreciaba para mantener un tren de vida que la alejase de las miserias que sufrió en su infancia y juventud. Hizo de la autocensura un modo de vida. Vivió envidiosa de su hermana May que atropelló convencionalismos y vivió como quiso (a costa de Louisa).

Pocos saben que Alcott antes de morir fue presa de problemas digestivos tan fuertes que expertos han especulado que pudo tratarse de cáncer estomacal. Se sabe que no podía consumir carne, en realidad no podía tragarla. Le traían el asado cortado chiquito, y mascaba y chupaba los trocitos para luego escupirlos. Se entiende que con tantas dolencias haya recurrido a paliativos que hoy reconocemos como drogas adictivas.

En la época de Louisa May Alcott el hachís o cannabis era considerado un producto inofensivo. Al igual que la cocaína, podía mercarse en cualquier farmacia. Los más exóticos lo aspiraban a través de hookas, esas largas pipas orientales, pero normalmente era consumido en forma de bombones (¡!!) Esta drogadicción social aparece en algunas obras clandestinas de Louisa May como un hábito placentero.

“¡Bendito sea el hachís!” exclama un personaje. La planta de cáñamo, aparentemente (a mí la mariguana solo me provocó vómitos y diarrea cuando la probé) causaba euforia, accesos de energía y otros efectos positivos. En Un Mefistófeles moderno, Gladys que ha sido drogada en contra de su voluntad, es descrita como más bonita después de la experiencia. ¡Vaya si Louisa no estaba promoviendo una cultura de la droga antes de La Revolución Hippie!

Diferente era el caso con el opio que, ya a mediados del Siglo XIX, era reconocido como adictivo y nocivo, pero los médicos no tenían otro analgésico para el dolor. Louisa consumió láudano en el último cuarto de su vida para combatir su insomnio crónico.  Desde Roma, en 1870, le escribe a su padre que por fin ha podido dormir sin opio, pero sabemos que el láudano fue su compañía hasta la tumba.
Hasta los beb'es se les daba laudano para dormir.

 Con todos estos factores es comprensible que el carácter de la escritora se agriase, que cayese en contradicciones como el que ella, que en su obra tanto criticase los castigos corporales, le diese sus azotes a Lulú (que más tarde confesaría ser una niña infernal). Con todo el cariño que sentía por su hija, Louisa ya no tenía paciencia para tratar con niños.

Otra ironía es que llena de tristeza por su juventud malgastada, por las oportunidades que la vida le ofrecía cuando ya no podía disfrutarlas, y, sobre todo, por las paparruchas morales que debería escribir, Louisa se volvió un árbitro de la moral pública. Se sabe que era abogada de la Temperancia, una causa subordinada al feminismo estadounidense decimonónico. Aunque promovía el cannabis en su obra, y consumía láudano en privado, Louisa lanzaba diatribas contra el alcohol y los establecimientos que lo servían.

También Alcott fue propulsora de la idea de boicotear Las Aventuras de Hukcleberry Finn. En ese entonces la novela de Mark Twain no era criticada por su racismo, como hoy día, sino por su lenguaje, tildado de obsceno, y porque en las palabras de Alcott las aventuras del pícaro Huck, muchas fuera de la ley, podían corromper "las puras mentes de nuestros niños y niñas”.

Es en este marco que debemos contemplar el significado de Jo’s Boys iniciada con tanta energía (estimulada por el hachís supongo) y esperanzas, que presenta tantas ideas, tantos géneros, tantas posibilidades, solo para que su creadora descubriera que la misma personalidad que se había forjado la obligaba a darle un final “moral” apropiado. Esta obra es el mejor ejemplo de la tragedia de Louisa May Alcott.

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