jueves, 22 de agosto de 2019

Charité: Cuando los Médicos eran Super Estrellas



Hacía rato que me estaban recomendando la serie alemana “Charité”, pero me mostraba reacia a verla. Temía aburrirme con tanta cháchara científica o peor, enfadarme como me pasó con “The Knick”,” The Alienist” y otros dramas médicos situados en La Belle Epoque. Finalmente, me ganó la admiración que he cobrado por la televisión alemana, y me alegro de haberla visto. Aparte de fascinante, es una sorpresa descubrir que antes que existieran estrellas de rock y de cine, las grandes figuras mediáticas eran los médicos.

La Charité es hoy (según Newsweek) el quinto mejor hospital del mundo y es uno de los mejores y más grandes hospitales-facultades de medicina en Europa. Sus orígenes son humildes, el Reino de Prusia lo hizo construir en 1709 anticipando una plaga de peste bubónica.  Para 1713, era un hospital de pobres.  Sería el Rey Federico Guillermo de Prusia quien le impondría el nombre de Charité en 1827. Sin embargo, la creación de un anfiteatro para dar clases de anatomía definiría el destino de la institución. A partir de 1821, el hospital se convertiría en una escuela de medicina y parte de la Universidad de Berlín.

Enfermeras y Diaconisas
La acción de esta miniserie de seis capítulos tiene lugar en 1888 y gira en torno a Ida Lentzen (Alicia von Ritter), que tras quedar huérfana y perder su fortuna, acaba de institutriz de una familia noble. Cuando un ataque de apendicitis hace que Ida aterrice en los pasillos de la Charité, los patrones, no contentos con no pagar su cuenta de hospital la despiden.

Ida es obligada a pagar su deuda trabajando de asistente de enfermera. Hasta el siglo XIX, las enfermeras eran religiosas. En el mundo protestante del Berlín decimonónico son diaconisas y están por encima de las enfermeras comunes, tanto en poder como en espíritu. Un tema de esta serie es el conflicto entre religión, ósea el pasado, representada por la Matrona Martha (Ramona Kuntze-Libnow), jefa de las diaconisas; y el progreso científico representado por los médicos.

A pesar de estos distingos, Ida hará amistad con Thereze (Klara Deutschmann), una devota postulante a diaconisa que oculta un secreto. Ida también atraerá las atenciones románticas de dos hombres: su exnovio, el médico-profesor Emil Behring (todavía no era “von”), interpretado por Mathias Koeberlin, y el estudiante de medicina Georg Tischendorf (Maximilian Meyer Bretschneider).
Ida y Tischendorf

Ambos hombres verán algo diferente en Ida. Mientras Tischendorff, quien solo estudia medicina para complacer a su padre, ve en la enfermera a la esposa perfecta, Behring ve una futura doctora. El alentará los sueños de Ida de estudiar medicina, aunque sea en Suiza puesto que las mujeres tenían prohibido estudiar esa carrera en Alemania.

Idolos con pies de barro
Ida será un personaje ficticio, pero los médicos con quienes interactuará son todos grandes actores de la historia de la medicina, gigantes científicos ergo con pies de barro. Charité en 1888 fue el refugio y campo de experimentación de famosos doctores. Así vemos los esfuerzos por descubrir vacunas y bacilos de Robert Koch (Justus von Dohnanyi), Paul Ehrlich (Christoph Bach) y Emil Berhing, la vez que conocemos las flaquezas del gran cirujano Ernst von Bergmann (Mathias Brenner) y de llamado “padre de la antropología médica”, Rudolph Virchow (Ernst Stotzner).
Behring, Koch y Ehrlich

Es cierto que un gran bochorno fue para Virchow mal diagnosticar al Príncipe Heredero. Von Behring realmente se pasó su vida en instituciones psiquiátricas debido a su depresión clínica. No sabemos si von Behring fue en realidad adicto al opio, pero si se casó con Elsie Spínola (Runa Greiner), tuvieron seis hijos, y si rivalizó profesionalmente con Ehrlich al que le ganó el Nobel en 1903 (Ehrlich lo recibiría eventualmente). 

Y Koch efectivamente abandonó a su esposa para casarse con una actriz adolescente con la que vivió feliz comiendo perdices hasta la muerte del científico.

La serie ilustra la tremenda fama que tenían estos doctores lo que los hacia arrogantes y vulnerables a la vez. Hedwig Freiberg (Emilia Schule), una actriz de solo diecisiete años idolatraba a Robert Koch como una groupie idolatra a una estrella del rock. Este caso tuvo un final feliz ¿pero cuantas historias tristes quedarían en el camino?

Sobre este mundo del progreso científico se ciernen oscuras nubes de intolerancia que separarán a Tsichendorf de Ida y que presagian no solo la Gran Guerra sino también el triunfo del Nazismo. En esa Alemania que ve en el joven Kaiser Guillermo (Lucas Prisor) un representante de una nueva y poderosa nación no hay mucho espacio para lo diferente sea un judío como Ehrlich o una lesbiana como Thereze.

Virchow podrá alentar la idea de un sindicato de enfermeras seglares, pero las reglas las imponen los aristócratas nacionalistas que creen en duelos, en estratos sociales, en la grandeza del pueblo realmente alemán (léase ario), y en la mujer como madre y esposa. El que Ida finalmente comprenda que su destino no la ata a un hombre, más que un mensaje feminista es una conciencia de que los alemanes todavía no estaban preparados para tener esposas profesionales (lo primero que hicieron los Nazis fue mandar a las mujeres de regreso a sus cocinas).
Ida abandona la Charité

Lo que “Charité” nos muestra es una sociedad de contrastes. Berlín es la capital del progreso, pero ofrece como entretenimiento “zoológicos humanos”. Hoy se admira a Carl Hagenbeck (Thomas Sielinski) como etnógrafo y pionero de la idea de que en los zoológicos no se enjaulase animales, pero en 1888 en su menagerie privada exhibía públicamente a humanos (nubios, inuit, y como muestra la serie, bengalíes) enjaulados. Este tipo de empresa cumplía un propósito supuestamente “educacional”. En realidad, fomentaba la opinión de que la raza caucásica era superior.

En la Charité los médicos provocarán pasiones en jóvenes actrices y serán llevados en andas por sus fans, pero las enfermeras viven en condiciones deplorables, una muere de tuberculosis, otra se contagia de difteria.  Vemos como a los judíos alemanes se les está permitiendo ser parte de la vida civil y profesional, pero su visibilidad crea otro tipo de antisemitismo, el racial.

Entre Tolerancia y Antisemitismo
Una grata sorpresa de las series de época alemanas son sus maravillosas heroínas. Ahora Ida Lentze viene a colocarse en la fila entre la Maria de Borgoña de “Maximilian” y la Lotte de “Babylon Berlin”. Lo meritorio de Ida, que después de todo viene de una familia burguesa tradicional, es su tolerancia que abraza a la adultera, al judío, a la lesbiana, al drogadicto porque en cada caso ella ve únicamente lo bueno, lo que trasciende a la diferencia. Ella solo ve amigos a los que quiere, no membretes impuestos por sociedades segregacionistas.

Hoy en día la palabra “tolerancia” es mal vista. Se supone que debemos “aprobar y abrazar” toda diversidad. Pues yo no recibo muchos abrazos ni por ser latina, ni judía, ni gordita, ni viejita. ¡Al contrario! Por eso, y más en un contexto histórico, tolerar la diferencia cuando esta es opacada y superada por el cariño y por los méritos del diferente me parece admirable.

Esto me lleva a un tema importante en “Charité” que es el antisemitismo. Curiosamente, y eso que se acercan al tópico con pies de plomo, los alemanes tratan la judeofobia con mayor seriedad, realismo y compasión que las series y filmes de otros países. Su enfoque es en Paul Ehrlich, Premio Nobel de Medicina; descubridor de las huellas dactilares como método identificador; curador del flagelo de la sífilis; padre de la quimioterapia y…judío.

Tanto la serie como la vida real nos dicen que Ehrlich fue aceptado a pesar de ‘su diversidad” por el establishment médico. El antisemitismo no forma parte del fastidio que siente Behring por su colega, tanto Koch como Virchow consideran a Ehrlich como un igual. Spínola ciertamente no puede opinar, su mujer era judía.

La serie presenta la judeofobia desde dos perspectivas:  la del estudiantado nacionalista y la de una comadrona quien esgrime su desprecio contra quienes no son cristianos. Durante su vida, Ehrlich cabalgó entre dos formas de antisemitismo; la religiosa y la racista, ambas igualmente destructivas ya que se basan en falsas superioridades.

¿Cuán judío fue Ehrlich? Era silesiano, ósea parte del Imperio Austro Húngaro, su abuelo fue el líder de la comunidad judía de su pueblo, su padre era el recolector de la lotería imperial. Ehrlich fue un producto de ambos mundos, el tradicional y el de los judíos progresistas que servían al Imperio.

Ehrlich se movió entre el imperio y Alemania, estudiando medicina en las universidades de puntos tan lejano como Breslau, Estrasburgo y Leipzig. Su gravitar nómada le dio una independencia mental asociada con el progreso. Su traslado a Berlín y a la Charité no se debía solo a que como nos indica la serie, Alemania fuese el centro del avance médico, sino también porque ofrecía más oportunidades para que un judío se integrase a la sociedad gentil.

Eso no quiere decir que fuese un asimilado. Se casó con una judía en boda religiosa, fue enterrado en el viejo cementerio judío de Frankfurt. En la serie menciona celebrar fiestas hebreas y lo vemos rezando de manera tradicional judía (balanceando el cuerpo). Ehrlich siempre se sintió judío.  Uno de los miembros de la academia sueca le negó el Nobel argumentando que el Instituto fundado por Ehrlich y que llevaba su nombre “poseía una atmosfera judía”.

Sin embargo, Ehrlich siempre se sintió alemán, vivió y murió en Alemania, nunca se interesó por el sionismo. Al Dr. Chaim Weizmann le tomó dos horas convencer a Ehrlich de subvencionar económicamente la construcción de la Universidad de Jerusalén.
Retrato de Paul Ehrlich

La ironía es que este genio de la medicina al que Alemania honró en vida (el Kaiser mandó una conmovedora carta de pésame a Hedwig Ehrlich) recibiría su mayor ataque antisemita estando ya enterrado. El Tercer Reich lo borró de los libros de historia y de los textos médicos, le cambió nombre a calles e instituciones que llevaban el nombre de Paul Ehrlich, y Hedwig (en la serie la llaman “Hedda) y sus hijas debieron refugiarse en Suiza para salvar sus vidas.

En 1938, los Estudios Warner decidieron hacer un filme honrando a Ehrlich, Hedwig fue contratada como asesora y Edward G. Robinson interpretó al médico. “Dr. Erlich’s Magic Bullet”, a pesar de ser producida por un judío (Jack Warner) y que su protagonista era un judío rumano, recibió tantas presiones que toda mención del origen étnico de Ehrlich fue borrada el libreto.

En “Charité” Ehrlich es identificado como judío incluso por quien no lo conoce. Lo han expuesto a un antisemitismo fácil de reconocer; estudiantes que lo acusan de no ser alemán, comentarios de que su pelea con Behring es por codicia típicamente judía, etc. Bostezo y bostezo porque hasta yo he pasado por esas incomodidades, pero de pronto nos presentan con algo inesperado.

Una Partera Antisemita
Hedda (Stella Hilb) está embarazada de su tercer hijo. En 1888, los partos seguían siendo terreno de parteras y Ehrlich se trae una de la Charité. Digamos que esta individua tosca e ignorante está a años luz de las comadronas de “Call the Midwife”. Inclusive nos la han presentado temprano donde milagrosamente ha traído al mundo a un bebé en la Charité. Digo milagrosamente, porque se la pasa todo el parto quejándose e insultando a la parturienta.

Pues su comportamiento no es diferente en casa de los Ehrlich donde se las arregla para ser descortés con el médico y con sus hijas y agrede verbal y físicamente a su paciente. Finalmente concuerda en algo con Ehrlich, el niño viene en mala posición, se necesita de un cirujano.

Todos los médicos de la Charité están celebrando en un congreso. Le envían a Ehrlich a Tischendorf, el peor estudiante de medicina de su facultad. Tischendorf, que todavía no es antisemita, ayuda a Ehrlich a cargar la camilla de Hedda hasta la Charité.

Alla se encuentran con … ¡La Partera! Esta expulsa a Ehrlich de la sala cubriéndolo de epítetos antisemitas y acabando con un “agradezca que una institución cristiana haya aceptado a su esposa”. Luego anuncia a su equipo (Ida y Tischendorf) que “entre nosotros vamos a sacar este mocoso judío”



Pasa el rato, Tischendorf en un alarde de irresponsabilidad se va a batirse a duelo y deja en su lugar a un estudiante de primer año. La partera se da cuenta que no se las puede. Solo tiene una solución, abrir en canal a la madre y salvar al niño. Insta al aterrorizado estudiante a hacerlo: “¡Hasta un carnicero sabe cómo hacerlo! No se necesita de un doctor”.

Explico cómo eran las cesáreas de entonces. Normalmente se practicaban a mujeres muertas o moribundas. En muy pocos casos sobrevivían las madres. El 85% de las mujeres a las que se les practicaba la operación morían.

Sin embargo, en esa Alemania donde el progreso medico es cosa de día a día, se había establecido un método experimental que daba muchos resultados. En 1882, se había descubierto el corte transversal y un año más tarde, Max Saanger había desarrollado un efectivo método para suturar el útero. Ida le advierte a Ehrlich lo que quieren hacer. Él no es cirujano, pero parte al congreso en busca de uno.

Entretanto, a la partera se le ocurre otra brillante idea: un bautizo de emergencia. No sabía que los luteranos también lo practicaban, pero este tipo de bautizo, que puede administrarlo cualquier católico bautizado, se sigue haciendo hoy, sobre todo en hospitales con criaturas que están en peligro de muerte, recién nacidos, incluso fetos abortados. Pero me imagino que hoy se hará con niños de familias cristianas nada más, o con huerfanitos.

Ida le recuerda a la partera que los Ehrlich son judíos, esta hace un gesto despectivo: "No es culpa del bebé".

Ida baja a la sala de enfermeras. El pastor se ha retirado por el día, pero envían a Thereze puesto que como diaconisa tiene la facultad de bautizar. Ehrlich ha encontrado que todos los cirujanos están medio borrachos, ninguno sirve. Vuelve cabizbajo a la Charité y se encuentra con Thereze acercándose a su mujer y portando un cuenco con agua bendita.

¿Como se pretendía proceder? ¿Iban a esperar a que arrancaran el niño de la panza de Hedda para rociarlo con agua bendita o iban a hacerla beberse el líquido como hicieron con Camila O ‘Gorman?  ¡Al parecer pensaban inyectarle el agua en la panza a Hedda! No llegamos a saber como reaccionaría la paciente porque en su desesperación, Ehrlich arroja la fuente al suelo. Como suelen hacer las mujeres ante una muestra de violencia masculina, todas se repliegan y la partera huye.


Ida, siempre la única cuerda, va en busca del único médico que permanece en el hospital. Von Behring es el ceniciento de Charité. El único que no ha sido invitado al jolgorio del congreso. Es el quien salva a Hedda. El niño con tanto traqueteo ya se murió. Esa noche, la enfermera Edith (la socialista que quiere crear un sindicato de enfermeras) le pide disculpas a Ehrlich y le recuerda que hay personal médico en la Charité que no cree en bautismos obligatorios.

Los Peligros del Bautizo
La primera vez que vi este episodio me quedé estupefacta, llena de ira y de vergüenza. Mi mente de mujer moderna acostumbrada a respetar la diversidad se escandalizó ante tanta desubicación. Lo que más me impresionó fue la total desconsideración por Ehrlich, por su dolor de padre y esposo. Aun comprendiendo que para los cristianos/católicos no hay salvación fuera de la Iglesia, que a la Iglesia se entra a través del bautismo y que toda criatura sin bautizar está condenada al limbo, me incomodó. Como le dijo Ehrlich a Edith “es solo otro insulto más”.

Sin embargo, mi segunda visión del episodio me dejó incomoda por otra razón. Tal vez mis amigos católicos y cristianos, viéndolo con ojos modernos, considerasen que la actitud del médico era la irrespetuosa y la desmesurada. ¿Después de todo si no se cree en el bautismo qué importa un chorrito de agua?

 No señores, en el contexto de la época no era un mero chorrito de agua. A pesar de que Paul Ehrlich era un niño cuando ocurrió lo del “Caso Mortara” es imposible que no conociese del incidente que sacudió no solo a la comunidad judía sino también a la opinión pública europea y norteamericana.

En 1857, en Boloña, entonces parte de los Estados Papales (Italia todavía no estaba unificada), la policía escoltando a enviados del Papa Pio IX, se presentó en la casa de los Mortara, una familia judía acaudalada. A pesar de las suplicas y protestas de los padres, se llevaron a Edgardo, de seis años, el sexto de los ocho hijos de los Mortara. Aunque siempre se ha hablado de “secuestro” lo terrible del caso es que era perfectamente legal.
El "secuestro"de Edgardo Mortara

Había llegado a oídos de las autoridades eclesiásticas boloñesas (léase, La Inquisición que todavía existía en los Estados Papales) que Anna Morisi, una adolescente analfabeta que fungía como nodriza de Edgardo, lo había bautizado creyéndolo en peligro de muerte. De acuerdo con las leyes canónicas, un niño católico no podía ser criado dentro de otra religión.

Los Mortara fueron a Roma a rogar que le devolviesen al niño. El Papa fue firme, a menos que los padres se bautizasen, Edgardo quedaba bajo protección papal. Entretanto, la noticia se hacía conocida en toda Italia y más allá de los Alpes. El Emperador Francisco José hizo una protesta formal. Lo mismo hizo Napoleón III, aunque sus tropas estuviesen a cargo de la protección del Santo Padre. Se dice que fue este caso el que hizo cambiar de opinión al Emperador quien desde entonces apoyó la unificación de Italia.

El Times de Londres se encargó de apoyar la causa de los padres; en Estados Unidos donde había un fuerte sentir anticatólico, se vio este incidente como ejemplo de que un gobierno liberal y protestante como el norteamericano era el mejor para los judíos. El famoso filántropo inglés de origen italiano, Sir Moses Montefiore viajó a Italia a entrevistarse con el Papa, pero sus esfuerzos fueron vanos.

Para abreviar, Edgardo no volvería a ver a su madre sino ya de mayor, ya muerto el padre, y el niño haber sido ordenado sacerdote. El Padre Pio Mortara (adoptó el nombre del Sumo Pontífice) murió en Bélgica, a los 88 años, unos meses antes de la invasión alemana de 1940. Una suerte para él, porque para los Nazis el bautismo valía hongo y el sacerdote hubiese acabado en una cámara de gas.
El Padre Mortara y su madre

Debido a ese precedente el caso Mortara no fue único en el Siglo XIX, pero si el más sonado es que los judíos como Ehrlich le tenían terror al bautizo. Sabían que podía desencadenarse en una tragedia familiar. No sé si esa cláusula existirá todavía, pero sé que pesaba en la imaginación colectiva judía del siglo XIX e incluso en la del XX.

En su estudio sobre los judíos italianos The Italians and the Holocaust, Susan Zucotti se sorprende al encontrar reiteradamente en los informes de judíos rescatados por el clero la frase “y no intentaron convertirnos”. Cuando San Juan Pablo II, entonces Padre Wojtyla, aconsejó a una feligresa no bautizar al niño judío que había rescatado de los Nazis, actuó con generosidad de santo puesto que otros rescatistas si se afirmaron en el derecho canónico.

En Francia, Antoinette Brun, valerosa resistente, decidió quedarse con los Hermanitos Finaly a quienes había rescatado de los nazis. Cuando la tía de los niños, ya acabada la guerra, reclamó a sus sobrinos, Madeimoselle Brun hizo bautizar a los Finaly. Luego, apoyada por el clero local, los trasladó a España, a un monasterio en el País Vasco. Pero esta vez, la opinión mediática, apoyada por la ley y por la iglesia galas, primó y los niños fueron enviados a Israel con su tía.

“Charité” es una serie sobresaliente, realmente histórica, sobre todo en lo que respecta a la evolución de la medicina moderna. Hay romances de todos tipos, pero no hay sexo. Solo hay un desnudo y es de espaldas. Lo que si hay son muchas vísceras sangrientas, pulmones agujereados, y operaciones gráficas. En el primer capítulo, a Ida le extraen su apéndice en un anfiteatro enfrente de cien estudiantes. ¡Mi pobre hermana se cubrió los ojos durante toda la escena y me hacía que le leyera los subtítulos! Si son amigos de las series medicas no se pierdan esta serie.

2 comentarios:

  1. ¿Donde se puede ver? A maridín y a mí nos gustan las series históricas y de médicos y si no tiene muchos capítulos mucho mejor porque esas kilométicas series como Anatomía de Grey me aburren.
    Saludos.

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  2. Hola Gatita Solita, me entristece saber que Netflix no pasa los mismos programas que pasan en Europa y USA. Muchas de estas series alemanas, las pasaran eventualmente en CHile por el Canal Europa, Europa, pero hay que esperar. Buuh. Es cortita 6 Episodios.

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