En la imaginación
colectiva, a menos que sea desde un enfoque marxista furibundo, la tragedia de
los Romanov no gira en torno a culpas. La visión de quienes solo la conocen por
la cultura popular es siempre compasiva: “pobres, Rasputín los tenía
hechizados” o “los niños no tenían la culpa”. De alguna manera los verdaderos
actores del hecho histórico son siempre el monje brujo o y los hijos del zar sobre
todo la que quizás haya sobrevivido a la masacre. Como es que se llegó a ese cliché
y como “The Last Czars” lo refuta es el tema de esta entrada.
¿Saben cuántos
falsos pretendientes al trono han existido en Rusia desde todos los Falsos
Dimitris en el Siglo XVIII? Y nadie sabe sus nombres. ¿Y saben cuántos místicos
se han entrometido en la política manipulando soberanos? Solo en tiempos modernos tenemos varios desde Sor
Patrocinio, La de las Llagas, mentora de Isabel II de España, hasta Greet
Hofmans, la “Rasputín” de la Corte de la Reina Juliana de los Países Bajos (y
ni menciono a los astrólogos de Nancy Reagan) y nadie hace filmes sobre ellos.
Apenas unos meses
tras la Revolución de Octubre, en Hollywood, Herbert Brenon dirigía “La Caída
de los Romanov”, desde entonces esta trágica familia ha servido de tema para
docenas de documentales, películas, telefilmes y miniseries. Alfred Hickman y
Nance O’Neill daban vida la Familia Real, pero por supuesto el plato era fuerte
era Rasputín (Edward Connelly) quien ya comenzaba su carrera de Gran Violador
de la Pantalla. De ahí se creó la leyenda que Rasputín propició la caída de los
Romanov.
El próximo filme
sobre el tema giró en torno de la Falsa Anastasia. Para 1928, ya se sabía de la
masacre de La Casa de Diversos Propósitos, pero también de la aparición de la
misteriosa Anna Anderson. Se trata de un romance de Hollywood llamado “Clothes Makes
a Woman”. Walter Pidgeon es un soldado ruso que rescata a la Gran Duquesa
Anastasia. Luego él abandona Rusia y se va a Hollywood donde se convierte en un
exitoso productor. Un día ve, en una fila de extras, a una chica (Eve Southern)
que reconoce como Anastasia.
Paralela a esta
fantasía los alemanes ese mismo año sacaron un filme “Anastasia” donde Lee
Pertry hacia de la verdadera Gran Duquesa y Camilla von Hollay daba vida a Anna
Anderson quien en esos días había sido expuesta a la prensa como una
estafadora.
La Revolución Según
Hollywood
El Hollywood de
Los 20 y Los 30 tendría una visión ingenua de la Revolución, enfocándose en los
horrores de las purgas y en el sufrimiento de los aristócratas exiliados. Los
temas principales eran historias de nobles damas que debían trabajar en labores
humildes (Claudette Colbert en “Tovarich”) o eran rescatadas de los pérfidos
bolcheviques (Marlene Dietrich en “Knight Without Armour”).
Sera en 1932 que
se atrevan a alejarse de personajes ficticios y Hollywood se enfrente a la Corte
del Zar y a sus errores. “Rasputín and the Empress” es una obra en conjunto de
la famosa dinastía teatral de los Barrymore. Lionel es el monje loco, Ethel su
devota soberana y John, el del perfil, encarna al Príncipe Chegodieff, un
velado retrato de Félix Yusupov.
En esta película
el asesinato de Rasputín es provocado por la violación de Natacha (Diana
Wynward), prometida del príncipe. La misma Zarina da la venia. Sucede que el verdadero
e indignado Yusupov demandó a los estudios y una orden judicial hizo que
rebanaran el episodio de la violación, por lo que el filme quedó medio
inconexo.
Un par de
detalles interesantes. Rasputín es malo total, chantajista, manipulador hasta proguerra
mundial. Se dice en el filme que Rasputín detiene las hemorragias del Zarévich
con hipnosis. Efectivamente, hay santones, místicos y chamanes que se cree
podían hacerlo. También vemos que Rasputín usa la hipnosis para subyugar
mujeres y someterlas a sus deseos o para que cumplan con sus órdenes.
Otro detalle es
que la muerte de Rasputín ocurre después que Alejandra se entera que su mano
derecha intentó abusar de su hija Maria (Jean Parker en su debut en el cine). ¿Por
qué Maria y no sus hermanas mayores? Es interesante que ya entonces existía la
idea de convertir a las Grandes Duquesas en objetos sexuales.
El romance de
Hollywood y la Rusia en el exilio acabó con el auge del fascismo, la Guerra
Civil Española y una creciente admiración por la Unión Soviética. La Segunda
Guerra Mundial produjo un catálogo de filmes alabando al pueblo ruso y al
Camarada Stalin y ya no se habló de víctimas de la Revolución.
La Anastasia
de la Guerra Fría
Es en Europa
donde renace el interés durante la Guerra Fría. En 1953, Pierre Brasseur da vida
a “Rasputín” un filme menor, aunque rodado en tecnicolor y me dicen que es el
mejor retrato del místico que se ha hecho en el cine.
En Francia es
donde también se estrena una obra de teatro escrita por Marcelle Maurette,
conocida por sus piezas sobre reinas derrocadas. Anastasia es un éxito
total. Guy Bolton la traduce al inglés y conquista el mundo angloparlante.
Dolores del Rio es la primera Anastasia americana, la seguirá Viveca Lindfords,
y en 1963, Vivian Leigh ganará un Tony por ella.
En 1956, Anatole
Litvak dirige la versión fílmica con Ingrid Bergman y Yul Brynner en los roles
estelares y Helen Hayes como la emperatriz María Feodorovna. Inspirada por el
caso de Anna Anderson, Maurette crea una historia de una amnésica que cae en
manos de unos inescrupulosos exiliados capitaneados por El General Bounine
(Brynner), un ex oficial de los ejércitos zaristas.
El grupo quiere
“vendérsela” a la Familia Romanov, pero a medida que “Anastasia” adquiere
confianza comienza a evidenciar detalles que hacen sospechar que no es una
impostora. El gran coup es cuando la
emperatriz Maria Feodorovna la reconoce como su nieta. Pero cuando la anciana
descubre que Anastasia ama a Bounine le da la oportunidad de ser feliz. Así el
filme acaba sin que exista una certeza sobre la identidad de la protagonista.
Es Lili Palmer— que,
tras su divorcio de Sir Rex Harrison, ha regresado a Alemania— quien
gana premios y buena crítica por su “Historia de Anastasia” (1956) que en
realidad es la saga de Anna Anderson, la Falsa Anastasia. Aquí vemos su amistad
con Gleb Botkin, hijo del médico del Zar que fuese asesinado junto con su paciente.
Botkin siempre creyó en la historia de Anderson, la apoyó, convenció a otros e
incluso la apoyó económicamente.
Todo esto se ve
en el filme como también las visitas que hicieron a Anna parientes y conocidos
de la Gran Duquesa y sus reacciones. Hasta hoy creo que es el retrato más fidedigno
de una mujer que realmente se creía Anastasia.
Rasputín, el
Gran Villano
Pasarían 30 años
antes de que el tema de la impostora volviera a interesar a cineastas y
productores, otra cosa era Rasputín quien ya era parte de la iconografía de
villanos. Lo hemos visto ser el Némesis del Hellboy, vampiro en “Nick Knight” y
demonio en “Buffy, cazadora de vampiros”. En 1963, la Hammer cansada de verle
los colmillos a Drácula, decide convertir a Sir Christopher Lee en “Rasputín,
el monje loco”. El resultado es totalmente camp, una película muy
entretenida pero muy poco histórica.
En 1979, Boney M grabó una version disco super exitosa de la leyenda de Rasputin. Con solo escuchar el estribillo "Ra...Ra...Rasputin, Lover of the Russian Queen" se dejaba claro que en el imaginario oopular el monje loco y la Zarina habian sido amantes.
En Rusia se han hecho filmes y miniseries sobre el staretz (el verdadero titulo religioso del Padre Grigori) pero ninguno lo ha sacado de su encasillamiento de villano cliché. En el 2010 hicieron un filme en Italia titulado “Rasputín, la verdadera historia”. ¿Cuántas veces no hemos escuchado esa promesa? En el 2010 se hizo una coproducción franco-rusa cuya única virtud fue ver a Gerard Depardieu como Rasputín y Fanny Ardant como la Zarina. Por eso solo mencionaré obras que aporten algún cambio a la imagen del controversial místico.
Yo descubrí la
existencia de Rasputín y Anna Anderson, el mismo año, 1968. Mis padres iban al cine todas las semanas (yo también,
pero veíamos filmes diferentes). Ellos siempre me contaban a grandes rasgos la
trama de lo que habían visto. Luego yo cotejaba con críticas y entrevistas de Ecran.
Una noche volvieron muy contentos porque Mi Ma
había vuelto a ver a Geraldine Chaplin que se había vuelto su actriz favorita después
de verla en “Dr. Zhivago” Ahora también se trataba de un filme sobre la Rusia prerrevolucionaria:
“Yo maté a Rasputín” es una obra francoitaliana cuyo mayor mérito es que
comienza con una breve entrevista con el Príncipe Yusupov en la cual él
confiesa sus motivos para haber asesinado al staretz y como nunca se ha
arrepentido.
Mi padre me
abrevió un poco la historia de Rasputín (en ese filme interpretado por Gert “Goldfinger”
Frobe) y como a todos los niños, me fascinó y horrorizó a la vez. Lo más
fascinante para mí fue lo difícil que fue matarlo. Pregunté a mi padre si
realmente era un mago. “No” me contestó “es que era un moujik grande y gordo,
costaba acabar con él”.
Curiosamente, por
ese entonces encontré un artículo en la Eva sobre Anna Anderson que
acababa de establecerse en los Estados Unidos. Me fue imposible asociar a esa
señora gruesa, arropada en un pesado abrigo y tapándose la cara, con una
princesa de cuento. Conclusión: Rasputín era más interesante que falsas
princesas.
Pasaron los años
y no volví a pensar ni en Rasputín ni Anastasia, sino hasta mi segundo año de secundaria
donde cubrimos la Revolución Rusa. Ya he contado en otra entrada como tuve que
hacer un trabajo sobre la Zarina y que me ayudaron a entenderla las memorias de
su dama y confidente Anna Virubova. Hasta su muerte, Madame Virubova estuvo
segura de que Rasputín era un santo, un místico, un hombre de D-s, que
telepáticamente había interrumpido una hemorragia interna que la dama había
sufrido durante un accidente ferroviario.
Cuando el Dr.
Who era Rasputín
Por ese entonces
pasaron por televisión el aclamado filme “Nicholas y Alexandra”. Basado en el
bestseller de Robert K. Massie, es muy fastuoso, pero aparte de “sacarinado” no
tiene mucho que ofrecer. Los principales (Janet Suzman y Michael; Jayston) no
me impresionaron.
Si me gustó ver a las niñas y Tom Baker (si, Whovians, El mero Doctor quien un ganó un Globo de Oro por este rol) como Rasputín estuvo soberbio. También fue la primera vez que se recreó el asesinato de La Familia Imperial. De hecho, en “The Last Czars” lo han copiado casi exacto, incluso dejando solo al Dr. Globkin como víctima del pelotón de fusilamiento y prescindiendo de los otros criados-víctimas.
Si me gustó ver a las niñas y Tom Baker (si, Whovians, El mero Doctor quien un ganó un Globo de Oro por este rol) como Rasputín estuvo soberbio. También fue la primera vez que se recreó el asesinato de La Familia Imperial. De hecho, en “The Last Czars” lo han copiado casi exacto, incluso dejando solo al Dr. Globkin como víctima del pelotón de fusilamiento y prescindiendo de los otros criados-víctimas.
A mediados de los
70, la BBC produjo la incomparable “Fall of Eagles”, hasta hoy el mejor
dramatizado sobre los hechos que precipitaron la caída de tres dinastas:
Hohenzollerns, Habsburgos y Romanov. Michael Eldrige fue un competente Rasputín,
pero mi mayor impresión la provocó Gayle Hunnicutt como Alejandra. Por más de
una década fue a mi parecer la mejor intérprete de la Zarina.
Pasaron más de diez
años antes que nos acordásemos de la Tragedia de los Romanov. El Hollywood de
los 80 adoptó una actitud ambigua hacia los hechos. Por un lado, permitía delirantes
elogios de la revolución como en la “Reds” de Warren Beatty, pero seguía con
sus thrillers de la Guerra Fría (“Gorki Park”) o descripciones de la opresión
política en la moderna Unión Soviética (“White Nights”). por eso le tocó a la
televisión recordarnos otra versión los hechos.
Anna Anderson murió
en 1984, hasta su último suspiro juró ser la Gran Duquesa Anastasia Romanov.
Para sus seguidores existía la indignada certeza de que se la había negado sus
derechos. Peter Kurth intentó aclarar el misterio de la impostora en su The
Riddle of Anna Anderson (1983). La NBC compró los derechos del libro y en
1986 los convirtió en un telefilme en dos partes.
Amy Irving,
entonces Mrs. Steven Spielberg y en la cúspide de la fama, dio vida una Anna
Anderson confundida, esperanzada e histérica la vez. Su trabajo le ameritó una
nominación al Globo de Oro. El filme ganó Emmies por vestuario y música, ambos
fantásticos.
Fue también
nominado por el mejor elenco y es que fue una constelación de nombres: Omar
Shariff y Dame Claire Bloom como Nicolás y Alejandra, Dame Olivia de Havilland
(quien ganó un Globo de Oro como mejor actriz de reparto) como la emperatriz María
Feodorovna, Elke Sommer como la Baronesa Buxhoeven, dama de la Emperatriz y Sir
Rex Harrison (en su último rol) como el Gran Duque Kiryl, el malo de este
cuento. Jennifer Dundas, quien había conseguido reconocimiento de la crítica por
su retrato de Gloria Vanderbilt en “Little Gloria, Happy at Last”, era Anastasia
adolescente, pero quien impresionó a todos fue un pequeño debutante llamado
Christian Bale quien se robaba escenas como el Zarevich Alexei.
El gran mérito
fue darnos, a los que creíamos que Anna=Anastasia, el beneficio de la duda,
pero para los incrédulos la interpretación de Irving dejó en claro que se
trataba de una amnésica que solo quería encontrar su identidad y que realmente
creía ser la hija del Zar.
Cuando Snape
era Rasputín
Todas las dudas
quedaron disipadas ocho más tarde cuando las pruebas de ADN demostraron que
Anna no era ni pariente lejana de los Romanov. Los restos de La Familia
imperial (con excepción de los de Maria y Alexei) fueron debidamente
identificados. En medio de esas noticias, HBO que ya se perfilaba como el
gigante televisivo que es hoy, decidió jugar con el personaje de Rasputín.
Al recibir su
Globo de Oro, Sir Alan Rickman (si ya sé que rechazó el honor, pero igual sigue
siendo un Caballero) dijo que deberían dar premios por mejor actuación haciendo
papeles desagradables. Se refería obviamente al místico y a sus deplorables costumbres.
Curioso porque nuestro recordado Snape le otorgó al staretz una humanidad que
pocas veces consiguieron otros actores en el mismo rol.
El Rasputín de
Sir Alan es un borracho, un depredador sexual, un campesino zafio y más encima
obsceno (esa danza del vientre con el pene colgando que le hace a Yusupov es un
ejemplo de lo que hablo), pero también es un hombre profundamente religioso,
lleno de fe y amor por la humanidad y la naturaleza, pacifista, generoso y
deseoso de ayudar a Alexei.
Muchos criticaron
la elección de Greta Scacchi, conocida como símbolo sexual, para encarnar a la Zarina.
Sigue siendo mi Alejandra favorita y también de los críticos que la nominaron a
un Globo de Oro y le otorgaron un Emmy. Sir Alan, por supuesto, ganó un Globo,
un Emmy, Un Saturno y un trofeo de parte de la Unión de Artistas de la
Pantalla. Pero no fueron los únicos sobresalientes en un soberbio ensamble.
Sir Ian McKellen
era mayor y no se parece físicamente al Zar, pero su Globo de Oro se lo ganó
por mostrarnos un Nicolás terco, firme, que no se dejaba engañar por este seudo
monje de las estepas, pero que al final debía doblegarse a las evidencias de los
poderes “rasputinicos”.
También
estupendos estuvieron Diana Quick en su breve aparición de la Gran Duquesa
Ella; James Frain que es exactamente como me imagino a Yusupov y mi siempre
aplaudido David Warner como el Dr. Botkin. Las escenas de Botkin y Rasputín son
mis favoritas. El medico cree que la mejora de Alexei se debe a su tratamiento
y considera a Rasputín un mero hipnotista de circo. El Padre Grigorii, en cambio,
realmente cree ser un ejecutor de los deseos de la Virgen quien lo ha elegido y
enviado a Tsarskoe Selo. Es solo cuando Rasputín se siente abandonado por la Virgen
que comienza su decadencia.
El telefilme estaba
enmarcado en la noticia del encuentro e identificación de los restos de la
Familia Imperial y la acotación de que los restos de Alexei aún no habían sido
encontrados. Un toque eficaz fue entonces narrar la historia desde el punto de
vista del Zarevich, una persona que amó sinceramente a Rasputín.
Tras el asesinato
del staretz, se lee la carta que escribiera a la Zarina anunciando el fin del Imperio
y de los Romanov si el místico moría violentamente a manos de nobles. El filme
acaba entonces con escenas de la Revolución, del exilio y de la masacre de la
Familia Imperial. Así podemos ver el asesinato de Ella y a los criados del Zar
ser ejecutados junto a sus amos.
La Versión Animada
Un año más tarde
nos llegó la fusión más insólita: Rasputín y la Falsa Anastasia juntos. Don Bluth adquirió los derechos sobre la pieza de Marcelle Maurette y creó este encantador relato animado donde “Anya” es en realidad la Gran Duquesa,
donde la Revolución es causada por una maldición de Rasputín y donde Anastasia
debe luchar cuerpo a cuerpo con el monje para recobrar su identidad y ser
feliz.
Obviamente hay romance, canciones, y hasta un murciélago parlante. “Anastasia” tuvo un éxito arrollador, se convirtió en una lucrativa franquicia y hasta hoy Anastasia es amada , gracias a sus muñequitas, por niñas de todo el mundo..
Obviamente hay romance, canciones, y hasta un murciélago parlante. “Anastasia” tuvo un éxito arrollador, se convirtió en una lucrativa franquicia y hasta hoy Anastasia es amada , gracias a sus muñequitas, por niñas de todo el mundo..
Un año más tarde
ocurrió un evento real que superó a la ficción. El presidente de Rusia, Boris
Yeltsin presidió una ceremonia fúnebre en la Catedral de San Pedro y San Pablo,
tras la cual los restos de Nicolas, su esposa y tres de sus hijas fueron
enterrados en la Fortaleza de Pedro y Pablo. En su discurso, Yeltsin combinó
llamados a reconciliación, contrición sobre la masacre y profesó un rechazo a
cambios políticos nacidos de este tipo de violencia.
En el 2000, la
Iglesia Ortodoxa Rusa llevó el homenaje a la familia a su grado máximo declarándolos
a todos mártires y santos. Fue ese año que en Rusia se hizo la miniserie “Los Romanov:
Una Familia Imperial”. Es un recuento de
los últimos días de Nicolas y su familia a partir de la Revolución de Octubre.
No hay critica, Rasputín solo aparece en una pesadilla de la Zarina. Todo es
acorde con la idea de mártires inocentes.
Yo no lo he visto
completo, aunque está (con subtítulos en inglés) en YouTube. Hay cosas que
intentan ser realistas y están un poco exageradas. Las hijas del Zar, debido al
sarampión, habían sido rapadas, pero para la época de su asesinato tenían
melenas hasta el mentón. Aquí las muestran con el cabello al rape y cargando almohadas
hasta a escena de su ejecución. La única que cargó una almohada (llena de
joyas) fue la mucama Demidova.
Aquí si aparecen
todos los criados del Zar, e incluso conocemos al amiguito del Zarevich. Lo de
las joyas en la ropa queda ambiguo, al final Yurovsky (que es retratado como un
cerdo sádico) le arrebata a Alexei una bolsita que descubre contiene conchas de
mar. En realidad, el Zarévich tenía joyas dentro de su guerrera y de su kepi.
Todo lo que se
refiere a la familia imperial es etéreo, dulce y puro, hasta el romance
inventado entre Olga y el soldado-musico Denisov que incluso la salva con una transfusión
de sangre. El filme acaba con la ceremonia de canonización de los Romanov.
Sexo, Mentiras
y Romanov
Curiosamente esta
apología apoteósica tendría otro vuelco 17 años más tarde. En el 2017 se hizo
un filme en Rusia que sacó ronchas a muchos sectores y que incomodó al Zar
Vladimir I. Alexei Uchiev dirigió un
filme “Mathilde” sobre el affaire del joven Nicky y la bailarina polaca Mathilde Kschessinskaya.
A pesar de que
este romance, que precedió al matrimonio del Zar, es un hecho histórico, la
cantidad de escenas sexuales horrorizó a los devotos de San Nicolas, la Familia
Real Rusa lo tildó de blasfemó, y hasta Putin cayó en mutismo lo que indicaba
que el filme, aun bajo escrutinio, no le parecía muy simpático.
¿Sera por eso que
este circo llamado “The Last Czars” hace tanto hincapié en las escenas
sexuales? A Netflix no le pueden prohibir que ponga a los santos encuerados
haciendo travesuras. Y ese parece la, mayor contribución de este último
acercamiento a la Tragedia Imperial. Nicky y su mujer son monstruos; sus hijos
son brutos; Rasputín, otra víctima de las locuras zaristas; Yakov Yurovsky es
un ángel vengador y Anna Anderson una timadora. Para eso se podrían haber
ahorrado la plata. El revisionismo no tiene sentido sin un propósito y esta
serie mal hecha no es el cierre para un mito.
Cada uno de
nosotros llevará adentro una imagen predilecta de la Familia Real, o la de las caricaturas o la de la Hammer, u otra. Yo me quedó con la de HBO. ¿Cuál es la tuya?
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