La cuarta
temporada de “In Treatment” y el reboot de “Gossip Girl” tienen un vínculo en común. Ambas se adhieren
a la tendencia de moda de la inclusión de personajes diversos—sea en
color u orientación sexual—y la introducción en las tramas de
problemas que afectan a esas personas. Será mi “sentimiento de culpa blanco” o
el racismo sistémico que existe en mi raza (la de gatas semitas cuyos ancestros
eran judíos andaluces de piel cetrina), pero su famoso wokeness no me ha
hecho admirar más ambas series a las que considero bien mediocres.
En la primera
década del Siglo XXI debutaba en HBO “In Treatment”, la claustrofóbica
descripción de una serie de sesiones de terapia. Basada en un programa israelí,
“in Treatment” tenía como protagonista a Gabriel Byrne en el rol de Paul
Weston, prestigioso psiquiatra que seis noches a la semana nos llevaba en un
tour de su tratamiento de un paciente en particular. Para completar la historia
también veíamos a Weston convertido en paciente en sesiones con su terapeuta (Dianne
Weist).
“In Treatment”
fue muy aclamada por los críticos, aunque a mí me aburrió soberanamente. Después
de tres temporadas, cerró en el 2010. El año pasado, HBO anunció una cuarta
temporada. Parecía la idea perfecta para pandemia, una historia que ocurre solo
dentro de un consultorio, y HBO supo aderezarla bien. Para empezar, el Weston
de Byrne no es parte de este proyecto. Se menciona que está muy ocupado en
Washington asesorando sobre la salud mental de los americanos en la Era del
COVID.
Psicóloga
Hembra y Afroamericana
Esta temporada
tenemos psicóloga hembra y afroamericana interpretada por la actriz de origen
nigeriano Uzu Aduba (Orange is the New Black) El único eslabón en común con la
serie anterior es que la Dra. Brooke Taylor fue discípula de Weston, que lo
considera su mentor, pero que ha estado evitándolo desde hace un tiempo. En un episodio
se refiere a él con amargura como “un hombre blanco privilegiado” y, como veremos, Brooke tiene un problema con esa especie,
aunque ese sea el menor de sus problemas.
Ocurrió algo muy
curioso. Yo no hubiese visto esta serie si mi hermano no fuera fan y me diera
una oportunidad de compartir algo con él que no sean preocupaciones y
discusiones fútiles. Comenzamos viéndola los domingos e íbamos por la cuarta
semana cuando nos dimos cuenta de que en vez de dos capítulos de media hora, la
serie ofrecía semanalmente cuatro. La jornada dominical que cubría dos
pacientes, era seguida por una tercera sesión el lunes acompañada de un
episodio dedicado nada más que a Brooke que a ratos parecía más trastornada que
sus clientes.
Decidimos seguir
viéndola solo los domingos y dejar la otra mitad para cuando acabase la
temporada. Hicimos bien. Del modo en que conocimos a Brooke se veía como una
persona vulnerable, pero profesional. De otro modo, no la hubiésemos aguantado.
Como no puedo aconsejarles ese experimento voy a reseñar la serie tal como fue
construida.
Brooke Taylor, 42
años, es una psicóloga reconocida (algo poco común en ese campo tratándose de
una afroamericana). Debido a la pandemia decide recibir pacientes en su casa en
las colinas de Los Ángeles. Una bellísima casa que pronto descubrimos fue diseñada
por el padre de la Dra. Taylor y es su legado. Este arquitecto que superó la
barrera de los prejuicios raciales acaba de fallecer, razón por la cual su
única hija ha regresado a California y a la casa, llena de fantasmas, donde transcurrieron
su infancia y adolescencia.
Eladio vs Los
Blancos
Brooke tiene tres pacientes, dos varones y una
hembra. Solo uno es heterosexual, solo uno es blanco. Uno de ellos tiene
sesiones típicas de cuarentena, vía zoom. Se trata de Eladio Restrepo, un veinteañero
gay que, a pesar de haber ido a la universidad, sería una especie de vagabundo si
no lo hubiese rescatado una pareja de clientes de un restaurante tailandés
donde trabajaba. Los Di Marco son millonarios que contratan a Eladio para que
cuide de Jeremy, su hijo parapléjico.
Por un lado, es
una tremenda responsabilidad. Eladio no es un profesional, aunque anteriormente
trabajó en un hogar de ancianos. Cuando Eladio (que les ha ocultado a sus
patrones que es bipolar diagnosticado) comienza a experimentar insomnio
continuo, los di Marco pagan las exorbitantes sumas que exige Brooke para que
ella lo cure.
A través de
encuentros vía zoom, Eladio y Brooke comienzan a establecer vínculos y el chico
va abriéndole su intimidad. Le cuenta de su difícil relación con su madre que
aun el haber sufrido de Covid no los ha acercado, de su reciente desengaño
amoroso, su escasez de amigos y su relación con Jeremy y los padres de quien
Eladio considera su amigo. Sin embargo, aunque Eladio está agradecido y siente,
por primera vez, que “Los Blancos” lo tratan como a un igual, también tiene dudas
sobre esa relación. ¿Es Jeremy realmente su amigo? ¿Es Eladio parte de la
familia o un sirviente? También se queja de que le pagan menos que lo que le
pagarían a un profesional y que lo hacen hacer cosas que no están en su
descripción de trabajo como limpiar la piscina.
Yo entiendo a
Eladio por qué es lo que nos ocurre a todos, aun a los profesionales, cuando
trabajamos para alguien. ¿En qué momento la amistad choca con la relación
laboral? ¿En qué punto acaba uno de ser
amigo y pasa a ser empleado (o patrón, porque también lo he sido)? Debido a que Eladio es percibido como servicio
doméstico, la relación cae dentro de luchas de clases, los pobres vs los ricos,
pero me parece incorrecto que el cuento del privilegio tenga que venir teñido
de racismo.
Por el apellido deducimos
que los Di Marco son italoamericanos. Posiblemente sus ancestros fueron
inmigrantes del Sur de Italia. Si Eladio fuese al sur de la península italiana
vería que la gente físicamente no es diferente a él, con piel de tono cappuccino,
ojos claros y cabello ensortijado. Ese empeño en hacernos a los latinos ser
gente de color es a veces un poco forzado.
Al no rebatir esa
acepción de que los di Marco son patrones abusadores debido a su privilegio, Brooke
comete un error y no es el único ya que ha permitido que Eladio al llamarla
fuera de horario de trabajo sobrepase los límites impuestos por relación
terapeuta-paciente. La respuesta está en el capítulo semanal que la serie
dedica a la vida personal de Brooke.
El Pasado de
Brooke
En el primero de
esos, la Dra. Taylor recibe la visita de Rita, (al parecer) su única amiga. Ahí
descubrimos que ambas son parte de Alcohólicos Anónimos y que la psicóloga ha
abandonado su programa de rehabilitación. Brooke confiesa que ha sido
traumático tanto la muerte del padre como el haber heredado esta casa que le
recuerda a la madre alcohólica que murió cuando la Dra. Taylor tenía diecisiete
años. La casa también le recuerda su difícil relación con un padre que cifró
todas sus ilusiones en su única hija. Ilusiones que acabaron cuando Brooke fue
madre soltera los quince años.
Aparte de forzarla
a entregar a su hijo en adopción, el padre nunca volvió a tratar a su hija con
respeto, ni siquiera cuando ella se graduó con honores de Stanford. El volver
al hogar paterno obligó a Brooke a enfrentar el hecho de que había existido un
distanciamiento total con su padre tanto que ella desconocía cambios en la vida
del arquitecto desde su afición a programas de cocina hasta la pareja que
compartió los últimos años de su vida.
Irritada y
desolada, Brooke siente que su instinto maternal despierta y se pone a buscar
al hijo perdido. Los fracasos en esa empresa la empujan más a la botella y a ampliar
su relación con Eladio. Adam, su pareja esporádica de décadas, cree que la
solución está en escribirle a la cigüeña, pero Brooke no quiere un bebé. Quiere
un hijo adulto, o el perdido alrededor del cual inventa fantasías, o Eladio.
Para Rita el gran problema está en que Brooke no quiere rehabilitarse. La Dra.
Taylor se miente a si misma creyendo que puede dominar su alcoholismo.
Un día, Eladio
aparece en la puerta de Brooke. Está feliz, ha mandado al carajo a los di
Marco. Está desempleado, durmiendo en un sofá de una amiga, y viviendo de sus
magros ahorros, pero muy agradecido con su “mamita” que le aconsejó dar ese
paso. En vez de enviarlo de regreso con los di Marco para negociar mejores
condiciones o al menos despedirse como gente, Brooke reacciona escandalizada
asegurando que jamás aconsejó al paciente abandonar su empleo..
Ese es un rasgo
desagradable de la Dra. Taylor, su incapacidad de aceptar responsabilidad por
sus actos. Hace creer a Rita que es Adam quien la hace beber, cuando él mismo
dice “nunca te he servido una copa que no me hayas pedido”. Por conversaciones
con Rita, y el mismo Adam, descubrimos que lo que está pasando no es nuevo. En
el pasado, la psicóloga tuvo recaídas que acaban en sexo con extraños, y
accidentes automovilísticos.
En el pasado,
muchas veces Brooke ha abandonado a Adam para luego ser ella quien le pide que
regrese, algo que él siempre hace. Desde mi punto de vista, es Adam quien está
en una relación toxica, no ella quien puede usarlo de compañero de cama y bar,
sin sentirse ni comprometida ni amenazada. Mas importante, él no la hace
sentirse inferior ni cuestionada como lo hacía su padre o Paul Weston a quien Brooks
ha estado evitando. La extraña manera de la Dra. Taylor de relacionarse con el
sexo opuesto queda en evidencia con Colin, su segundo paciente.
El Tóxico
Encanto de un Blanco Privilegiado
Un embaucador
profesional, Colin ha sido condenado a un año de cárcel por estafas tecnológicas.
En prisión descubre que su labia no lo protege y tras unas peleas con otros
presidiarios su sentencia es alargada dos años más. Eso lo hace sentirse una víctima.
Aunque está en libertad bajo palabra, la corte no está segura de que el bandido
no represente un peligro para la sociedad y para sí mismo. Será Brooke la que
tenga la misión de decidir el destino de Colin a través de un determinado número
de sesiones.
Sabiendo que ella
tiene su futuro en sus manos, Colin intenta congraciarse con Brooke. Le cuenta
que es un liberal que se crió en una comuna de hippies y que está horrorizado
con lo ocurrido con George Floyd. Pronto Brooke se da cuenta que Colin es un
narcisista y un mentiroso patológico. Cuando lo expone como tal, el paciente
reacciona atacándola con comentarios sexistas y racistas. No se sabe cuándo es más
insoportable el pobre Colin.
A pesar de la mala
opinión que tiene de las mujeres, Colin admite seguir enamorado de su ex esposa
y Brooke lo anima a contactarla. En su próxima sesión, Colin se ve
transformado. Su esposa respondió su email, acepta verlo, él quiere que lo acompañe
a la próxima sesión. Aunque Brooke tiene sus dudas, acepta. El día indicado
llega un Colin entusiasmado, insiste en esperar a Hannah, se pone nervioso con
su tardanza. Finalmente sale a la calle. Rompe el corazón ver su desolación.
Vemos que Brooke está conmovida. Hannah nunca llega.
Ya adentro estalla
la bomba, tras un interrogatorio, Coín confiesa. Su mujer no vendrá. No quiere nada
con él. Ha vuelto a casarse y tiene lo que más desea, espera un hijo. Brooke se
sorprende. ¿Por qué Hannah no tuvo un
hijo con Colin? Aquí llega la guinda del pastel. Colin tuvo una vasectomía en
su juventud y no tuvo la delicadeza de contárselo a su mujer que se casó llena
de esperanzas de ser madre. Él le siguió la corriente en cuanto tratamiento médico
o holístico intentó su esposa. Dejó que se llenara de ilusiones, que se sintiese
humillada por creerse estéril. Con razón, al descubrir la verdad, lo abandonó.
Brooke está boquiabierta y nosotros también. No hay palabras
para cerrar esta confesión. Sin embargo, la terapeuta acepta volver a ver a
este paciente tan reprobable. Solo que Colin regresa antes. Una noche en que Brooke
está allí con su traguito nocturno, aparece Colin en la puerta. Paseaba por
ahí… ¿Como va a andar paseando de noche por un lugar aislado de las colinas
angelinas? ¿Quiere que se lo coma un coyote?
El caso es que Colin
necesita un baño. Lo primero que nos aconsejan cuando nos vamos a vivir solas
es a no caer en el cuento de “necesito un baño”, pero Brooke peca de ingenua y
deja entrar a este delincuente poco recomendable. Después de dejar hediondo el baño,
Colin sale y anuncia que se quedará ahí hasta que llegue un Uber que —pronto
descubrimos-—nunca ha llamado-. Brooke insiste en que espere afuera.
Colin insiste en quedarse.
Comienzo a
ponerme nerviosa. La Dra. Taylor comienza a ponerse nerviosa. Y entonces…¡Aparece
el Chapulín colorado! Entra Adam (con su llave) cargando bolsas del mercado. La
reacción sensata seria que Brooke presente a Adam como su pareja y a Colin como
“este es Colin, ya se iba”. Pero no, las exigencias combinadas de Mituteras y BLM
es que ningún hombre blanco debe defender a una mujer de color, ni siquiera de
los acosos de otros blancos.
Por eso la psicóloga
le ordena al novio que se vaya al cuarto como un niño regañado. Acto seguido,
hace que Colin llame un Uber, lo instala en un sofá, le sirve una copa, ¡ella
se sirve otra y se le acurruca al lado! Guau! pero yo he hecho eso y es un
preludio para meternos entre las sabanas. Colin lo entiende así, se toma su
tiempo, se instala a sus anchas y comienza a contar su vida, las oportunidades
perdidas, su deseo de reforma.
Brooke lo
interrumpe con ronroneo de gata alcohólica y dice que no hable de oportunidades
perdidas. Él es un HOMBRE BLANCO HETEROSEXUAL PRIVILEGIADO, “El mundo fue
construido para ti…sin obstáculos. ..solo tu pereza e inseguridad”. Todas las
oportunidades son suyas si no las ha aprovechado es porque es tonto. Ella
quiere derribar todas las estatuas de hombres blancos porque su “filantropía es
un modo de lavar la sangre de sus millones”.
Este magnífico
discurso woke casi hace llorar a Colin. Lo salva la llegada del Uber. Adam sale
del cuarto y confronta a Brooke sobre el modo en que lo ha tratado. Su amante
se burla acusándolo de estar celoso. Brooke está eufórica. En una sola noche ha
humillado a dos hombres blancos. ¿Es esa la venganza de la mujer de color? Pues
no me parece ni muy humana ni muy profesional.
Colin regresa a
la semana siguiente y Brooke lo recibe contenta y con disculpas. Algo que es
común en la Dra. Taylor. Caerle a la gente con patadas de elefante para luego
pedir excusas que suenan falsas. Colin ni se acuerda , está muy contento. Ha
conseguido un nuevo proyecto, nuevos inversionistas. hasta le ofrece un empleo
a Brooke. Y como entendió todo como yo lo hubiera entendido, trata de besarla. Entendió
que Adam no es importante para ella, la Dra. Taylor necesita un hombre como él.
Brooke reacciona escandalizada. Colin la
insulta y, aun así, Brrooke está dispuesta a seguir atendiéndolo como requisito
para declararlo cuerdo. La actitud de Brooke está abierta a muchas
interpretaciones, ninguna muy buena, pero los críticos, embobados con este
retrato de poder negro, lo ven como “un desafío profesional” para la psicóloga.
¿Perdón? En psiquiatría ningún paciente puede verse como desafío. Además de
inhumano, es poco ético.
Lo que pasa es que,
si Eladio es el hijo perdido, Colin es como un reflejo de la dificultad de Brooke
de enfrentar realidad y ser honesta consigo misma. Incluso en sus relaciones,
ella es tan marrullera como el delincuente. Toda la temporada se la ha pasado
haciéndole creer a Adam que van a encargar un bebé, incluso pidiéndole que no
use métodos anticonceptivos. Pero como le lanza en la cara en el último
episodio, está tomando la píldora del día después.. ¿Acaso no es lo mismo que
Colin hizo con su mujer?
Laila, la
Princesita Victima
La única vez que
siento lástima por la Dra. Taylor es cuando le toca atender a la odiosa Laila
una “princesa de ébano” de 18 años llena de actitudes de privilegiada (basta
ver su vestuario que eclipsa a la nueva versión de “Gossip Girl”), de actitudes
burlescas y de acusaciones de militante woke. La trae su abuela que ha fungido
como figura materna desde que la madre de la chica abandonó a la familia para
irse con un blanco.
Rhonda, (la abuela)
la presenta de esta manera “mi nieta ha elegido ser lesbiana”. Aunque Brooke
estúpidamente cree que Rhonda quiere aplicar terapia de conversión a Laila, yo
escuché claramente cuando la abuela expresaba un deseo de que
la terapeuta “armara” a la nieta con algunas tácticas con las que sobrevivir el
vivir sola ya que Laila va camino a la universidad.
Ciertamente, las
chicas gays sobreprotegidas pueden ser objeto de acoso y cosas peores en los
dorms, pero también las mocosas antisociales como Laila que admitirá que es una
inútil. Eso va desde no saber cocinar hasta no saber manejar su dinero y su
vida,
Laila comienza
agrediendo a Brooke: “debes tener como
70 años. ¿No?” luego le rebaja la edad a 50. Brooke muy paciente confiesa tener
42 años. Laila despectivamente dice saber que hay algo oscuro en el pasado de
su psiquiatra. Brooke le cuenta sobre su hijo, pero Laila no demuestra
compasión. Cuando se vive como víctima no hay espacio para sentir lástima por
otros.
Finalmente, Laila
sale con el discurso de Greta de que Brooke y su generación han destruido el
medioambiente e invitado a calamidades mundiales. Me ha sorprendido que Brooke
no la reprenda cuando a otros pacientes lo has regañado y gritoneado.
Yo estoy harta de
estos mocosos ignorantes. Tal vez Brooke se sienta culpable, yo no. Desde 1990 que reciclo, no recuerdo
desde cuando milito a favor de los animales. dejé de usar aerosoles, por años fabriqué mis propios cosméticos y
mientras tuve dinero, doné a no sé cuántas
causa ambientalista conociera desde “Salven al Amazonas” hasta “¡No maten a las focas!”
Incluso en los
80s mi madre cultivaba sus propios vegetales para evitar químicos insalubres.
En los 60, los hippies nos hicieron tomar
conciencia de una vida más sana y natural. No quiero seguir porque vamos a
llegar a toda la preocupación nazi por el medio ambiente. Me irrita que la
militancia medioambientalista juvenil sea—como en todo—agresiva sin necesidad.
Que se base o se enfoque en cosas equivocadas, en vez de revisar la historia
del movimiento y ver donde se falló y que estrategias hay que descartar.
Pero lo que me
ofende (y aunque tenga 62 años si puedo ofenderme) es que esta cría ignorante,
hostil y maleducada se defienda atacando a otros. Pronto descubrimos que Laila ,
además de embustera profesional , es una delincuente que alardea de su intensa
vida sexual con una quinceañera (ilegal en California) que pretende llevársela a
los altos de Machu Pichu (lo que sería considerado secuestro siendo la novia
menor de edad). Brooke se pasa de diplomática y con eso parece aprobar el
comportamiento de su paciente.
La excepción ocurre
cuando los lamentos de Laila la llevan a
pensar que contempla suicidarse. Le pregunta y la reacción de Laila es apoteósica. Le lanza un “How dare you (¿Como te atreves?)
sacado de la boca de Greta Thurnberg (si los adolescentes supieran lo ofensiva
que es esa pregunta…). Sin embargo, lo próximo es que Rhonda se aparece en la
puerta de Brooke. Laila ha desaparecido,
antes rompió con su noviecita porque a pesar de su corta edad, esta es más
madura y vive en el mundo real.
Brooke vuelve a
caer en la trampa de Laila. Hace que la abuela llame a la policía, que busquen
a la chica que posiblemente se ha aventado de alguna colina. Brooke insiste en
culpar a Rhonda (y sus castigos corporales) por los problemas de su nieta,
cuando ella misma ha hecho caer a su paciente en el rol de victima-ya-asignada
por ser hembra y negra (Si, con un Bentley del año).
Es entonces que
la psiquiatra recibe una llamada de Laila. Esta en Perú (Perú, Indiana probablemente). Brooke está extasiada. Laila se ha atrevido a hacer lo que
la psicóloga no hizo a su edad. El que Laila esté en un país con un desbocado
índice de COVID, con una situación política muy frágil , y que ni siquiera sepa
el idioma, carece de importancia. Tal como Brooke vive de sueños (su hijo la
amará apenas la conozca, puede dejar de
beber en cuanto quiera, jamás ha
coqueteado con Colin, etc..) lo de Laila no pasa ser una fantasía.
Como diría mi
madre: “cuidado con seguir consejos. Las
consecuencias nunca las paga quien aconseja”, Brooke se las ha arreglado para
que Eladio pierda el empleo, Laila esté perdida en Sudamérica y, sin embargo,
ha firmado papeles para que Colin siga libre y estafando al prójimo. Como que
no me gustaría que fuese mi terapeuta. Cuando la abuela de Brooke comenta que
la razón por la cual hay pocos sicólogos afroamericanos es porque su propia
gente no confía en ellos, yo les doy la razón.
Esa noche, Adam
hace un chiste de que Laila como la Dra. Taylor “abandona cosas”. Brooke se molesta
como suele hacerlo cuando le dicen la verdad. Le espeta al amante una pregunta
tendenciosa “¿que ves cuando me miras? “ Incomodo, Adam responde “tristeza”.
Temeroso de haberla molestado, intenta arreglarlo
con un pésimo chiste sobre como espera que su hijo no herede esa tristeza.
Furiosa, la
psiquiatra le escupe en el rostro que no habrá hijo. “ni tu ni yo podemos tener
uno” y le revela lo de la píldora del día después. Acto seguido huye a su cuarto
tal como se ocultó en el baño cuando la conversación con Eladio la incomodó. ¿Qué
tipo de terapeuta es esta que se oculta de sus pacientes?
Adam lava los platos, pero necesita hablar de
lo ocurrido. Brooke finge tener sueño, pero él la obliga a escucharlo. Es ella
quien lo ha abandonado muchas veces para luego buscarlo. No lo ha hecho ni por amor
ni porque él sea un buen compañero de copas. Lo que pasa es que es el hombre perfecto para Brooke
porque es menos que ella, gana menos, es menos inteligente y eso la hace
sentirse poderosa.
Brooke insiste en
que no es cierto, hacen el amor, pero a la mañana siguiente, ella empaca las
cosas de Adam. Se supone que es un signo de empoderamiento: la mujer de color
se desliga del hombre blanco, ¿pero cuánto tiempo durara esa separación? Ya
sabemos que estas estas expulsiones periódicas son un patrón de comportamiento en la Dra. Taylor.
Tal como cuando llama a Rita para regresar a Alcohólicos Anónimos, no sabemos cuánto
tiempo durará ese deseo de rehabilitarse.
La serie me ha
dejado muy mal sabor de boca. No me
gusta que pongan personajes étnicos negativos, menos si estamos en una era de reconocimiento
de logros y aportes de gente de color. Brooke Taylor es retratada no solo como
una persona inconexa y extraviada. También como una mala profesional, al menos
sin mucha ética. He visto psicólogas criticar en línea su comportamiento.
En Jung at Heart hasta han notado que cuando cita a Jung lo hace mal. Es parte del cuadro de la personalidad
de Brooke que quiere aparecer culta, que sueña con descubrir que su hijo es novelista,
que lee a Bolaños, y que comenta con Eladio como la conmovió la Cándida
Erendira. Bitch, Please!
Meditaba sobre el
objeto de una serie que no logra hacernos simpatizar con la protagonista cuando
encontré este artículo que lo explica todo . En Refinery 29, Kathleen
Newman-Bremang demuestra que el personaje de Uzo Aduba se aleja del estereotipo
de la ‘terapeuta negra” que está ahí para ayudar y “Salvar” blancos. Con ella se elimina esa idea de que los médicos
negros deben rescatar a blancos. Newman-Bremang rechaza este estereotipo ligado
al de “la amiga negra” y lo asocia con el odiado trope del “negro mágico” que
nos lleva al viejo cliché de la Mammy.
Por un lado, me
horrorizan estas teorías segregacionistas. ¿Qué pasaría si ningún blanco
quisiese atenderse con un profesional de color? ¿O si volviéramos a los tiempos
en que médicos blancos se negaban a atender a negros? Por otro, es una ironía
que la cultura woke insista en integrar al colectivo afroamericano a la
sociedad “blanca” demostrando que los estereotipos de pobreza, ignorancia y delincuencia
no son la norma que defina a la gente de color. Todo para que su misma gente se
lo impida exigiendo distanciamientos sociales entre las razas.
HBO creyó “modernizarse
‘y “modernizar” una serie que trataba sobre las trampas, peligros, pero también
méritos, de la psiquiatría. El embutirle
mensajitos contradictorios que solo sirvieron para confundir al público, termina en un resquemor de poner nuestras
vidas en manos de profesionales que necesitan de terapia o que anteponen sus
complejos raciales antes que las necesidades del paciente.
Desde FB de Ana Estelwen
ResponderEliminarNo pienso ver esa serie. Esa mujer me parece racista, resentida, manipuladora, irresponsable y amargada. Y la serie tiene un mensaje de fondo segregacionista que me espanta (eso de que un negro no debería ayudar a los blancos). Si el mensaje se diera al revés, todo el mundo quedaría espantado. La única lucha valida contra el racismo es terminar con las diferencias raciales, no acentuarlas. El fin del racismo supone que el aspecto físico o el origen de todas las personas sea irrelevante, y el movimiento woke y BLM tiende a todo lo contrario.
Para Ana Estelwen Imaginate, tu y yo sentimos lo mismo (y yo me vi toda la serie), pero solo puedo expresar mi opinion en un blog personal. Si se me solicitara un articulo rese`nando esta temporada y consiguiera expresar mi opinion, seria inmediatamente cancelada por ser racista e irresponsable. Los mismos calificativos que adjudicamos a este personaje tan poco inspirador.
EliminardEsde FB de Rafael Ochoteco
ResponderEliminarNunca me ha llamado la atención esta serie, y con esta nueva temporada llena de tanta bobería MENOS... definitivamente NO quisiera una terapeuta así, obvio que no, PERO, ¿conocen los pacientes a sus terapeutas personalmente?!?!?! Privadamente un terapeuta puede ser un alcohólico, un drogadicto, una persona con dependencias a medicamentos, etc. etc. etc. ¿Cómo lo sabemos? Es más, ¿cómo sabemos que el profesional de la salud que elegimos es racista? Es difícil, posiblemente NO me sentiría cómodo o a gusto y tendría que cambiar de profesional, pero en realidad, de verdad-verdad, si no nos maltratan, ¿cómo lo sabemos? ¡Besos!
Para Rafael Ochoteco ves esa es la actitud de Brooke "no tienen por que saber"Pero Rita le explica que a la larga si se sabe. Como sabemos cuando un profesional es malo? Cuando nos jode. Por algo somos el pais del praxis. Cuantas demandas hay contra personas cuyas unicas excusas es que actuaban bajo la influencia de substancias? El profe que llega borracho a la clase. Al medico que se le murió el paciente. El terapeuta que atropelló a un peaton cuando estaba borracho. Rita menciona los accidentes que Brooke ha tenido en el pasado. No sé cuanta experiencia hayas tenido con sicologos, pero un dato muy decidor para mi es cuando se pone nerviosa por algo que Eladio le dice y se esconde en el baño y el resto de la sesion tienen que hacerla a traves de una puerta. El sicologo original, Paul Weston, no era una perita en dulce tampoco, pero no llegaba a esos extremos.
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