jueves, 15 de junio de 2023

De Los Ingalls de la Pradera a la Dra. Quinn: El lado sentimental del Western Televisivo

 


La gran era de las miniseries del Oeste acabó en los 70. Cambios sociales, protestas, auge del crimen y escándalos presidenciales habían llevado a los Estados Unidos a repasar su pasado y a exponer sus momentos menos gloriosos. Fue este revisionismo histórico el que creó Westerns hollywoodenses en donde ejército, gobierno y hombre blanco eran los villanos. En cambio, en la televisión, se intentó feminizar al género haciendo que el público lo viese desde los ojos de sus habitantes menos apreciados; mujeres y niños.

Kung Fu había introducido en el Western televisivo la filosofías orientales muy del gusto de la Era Hippie,  pero no era suficiente para mantener un interés en un género obsoleto. En el cine,  el revisionismo había despojado al Lejano Oeste de su glamur con filmes que destruían a sus personajes míticos como Doc, una revisión de lo ocurrido en el Ok Corral; y Soldier Blue que demostraba que la Caballería no había ido al rescate de nadie.



Las series de vaqueros comenzaron a cerrar sus puertas. En 1971,  dijimos adiós al Gran Chaparral. En 1975, Gunsmoke concluyó su larga carrera coincidiendo con la cancelación de Kung Fu. A pesar de su esfuerzo por mantenerse vigente cubriendo tópicos contemporáneos como trauma bélico y abuso de substancias, Bonanza también llegó a su fin en 1973. La desmitificación del Far West,  aunada a la muerte de Dan Blocker, interprete de Hoss Cartwright, fueron los culpables. Eso no impidió que la familia favorita de USA quedase engarzada en la memoria popular.

Del Pequeño Joe a Charles Ingalls

Hoy pocos desconocen el significado de Bonanza. Se la puede encontrar en Amazon, Tubi y hasta YouTube, sin contar los canales de televisión dedicados a Westerns y programas retro. Aun así, el espacio que dejaba Bonanza no volvería a ser llenado por historias de machos violentos, a pesar de que en la gran serie del Oeste de los 70 también tendría cabida Michael Landon, quien atraparía la imaginación popular americana con un rol muy diferente al del Pequeño Joe.

Un poco olvidada en la variada gama de la literatura infantil estaba la crónica de Laura Ingalls Wilder, una niña que,  junto a su familia,  había emigrado al Noroeste en el último tercio del siglo XIX. Impulsada por el éxito de Los Waltons, la NBC compró los derechos de la serie conocida como The Little House y le solicitó a Michael Landon que dirigiese el piloto de lo que iba a ser una visión del Oeste desde el punto de vista de una niña. Landon aceptó con una condición: él interpretaría al patriarca de la familia.

                                  De Little Joe a Charles Ingalls

A comienzo de 1974,  debutaba en la pantalla chica La casita en la pradera. Fue un éxito instantáneo. Para cuando llegué a Nueva York, el piloto había sido convertido en serie que inició oficialmente en septiembre. La historia de Los Ingalls que,  en 1873, abandonaban la relativa seguridad de Wisconsin para internarse en terreno incivilizado de Kansas y Minnesota en busca de mayor prosperidad,  se convirtió en la favorita de grandes y chicos. Como Los Walton se trataba de un testamento a la perseverancia,  a la unidad familiar y a otras virtudes que constituían el espíritu de Los Estados Unidos.

En 1974,  la sociedad estadounidense había sido sacudida por varios factores externos (el fracaso de Vietnam) e internos (el escándalo de Watergate y subsecuente renuncia del presidente Nixon). El americano medio estaba confundido, desorientado ante el rumbo que había tomado el país (sin contar la tremenda crisis sociocultural de ese entonces),  y necesitaba de un programa que le recordase los valores estadounidenses.



La gracia de La casita de la pradera es que se trataba de la visión de una niña y a través de ella de sus padres,. Esto la hacía un Western alejado de la violencia, del racismo y colonialismo que,  ya se sabía,  afeaba al mítico relato de vaqueros. Los Ingalls construían su casa y su familia apoyándose en virtudes solidas que inculcaban a sus hijas y les permitían enfrentar tragedias como la ceguera de su hija mayor. No buscaban ser ricos y su idea de progreso era tener comida en la mesa, techo,  ropa de abrigo y sobre todo una buena educación para sus hijas. Esa fue siempre la obsesión de Caroline Ingalls y lo que a mis ojos la hace más grande y valiosa que muchos hombres que “civilizaron” el Oeste.



Hoy, la obra de Laura Ingalls anda de capa caída , y semi cancelada. El motivo son comentarios “racistas” que se adjudican a personajes de sus libros. Laura,  que una vez fue descalificada en Missouri por haber estrechado la mano de un negro, no era racista en absoluto y solo se limitaba a repetir lo que oía de sus contemporáneos.

Por ejemplo, se ha criticado que Caroline Ingalls tuviese miedo de un ataque indio. Cuando nos detenemos a pensar que Mrs. Ingalls hablaba desde un milieu (Kansas) apodado “Indian Territory” porque había tribus levantiscas cerca,  y expresa un miedo justo, no lo vemos como racista, pero para los nativos modernos es un poco desubicado ponerlos como algo temible.

La Verdadera Saga de La Pradera

Esta es la historia real de Los Ingalls que aparece en el piloto,  pero que luego es blanqueada para la serie. Nacido en Nueva York, Charles Ingalls se trasladó a Wisconsin donde se casó con una joven maestra llamada Caroline y donde nacieron sus hijas mayores Mary Amelia y Laura. Charles, aunque trabajador y responsable,  tenía una necesidad constante de vagabundear. Como diría su hija,  “tenía comezón en los pies”. Eso lo hacía trasladar a su familia de estado en estado. Fue en Iowa donde nacerían el resto de sus hijos: Charles Frederick que murió siendo bebé,  Carrie, y Grace.

                          Los verdaderos "Pa"y "Ma"Ingalls

En 1873, Charles llevó a su familia a Kansas debido a un rumor de que el gobierno estaba cediendo tierras. Al llegar,  descubrieron que las tierras pertenecían a la Tribu Osage. Aun así, construyeron una granja, pero al cabo de un par de años volvieron a tomar camino, esta vez en dirección a Walnut Grove en Minnesota. Finalmente se trasladaron a un pueblo en Dakota del Sur.

Fue ahí donde contrajeron difteria y fueron salvados por un médico afroamericano. Como consecuencia, Mary la hija mayor,  quedó ciega y tuvo que asistir a una escuela especial para invidentes. Fue en las Dakota que Laura comenzaría a enseñar a los 15 años y que conocería a Almanzo Wilder, hermano de su maestra, con quien se casaría. El resto lo hemos visto en las últimas temporadas de la serie.

Aunque el piloto cubre estas mudanzas por el Noroeste, los encontronazos con los indios,  y el trauma de vivir lejos de lo conocido y la incertidumbre del futuro, se hicieron cambios en la trama que ‘”suavizaron” la historia. Se la endulzoró presentando el punto de vista de una niña y se la “feminizó” al darnos también un retrato de una pionera genuina, no de grandes damas como los roles de Barbara Stanwyck y Linda Cristal en Los 60.



He visto el piloto recientemente y me asombra la diferencia de tono entre este y la serie. Es mucho más adulto y duro. El trayecto de Wisconsin a Kansas presenta peligros que vimos en 1883 como la cruzada de un rio en que casi se ahoga Charles y pierden al perrito de Laura. Ahí descubro lo difícil que fue para Caroline separarse de su familia, emprender un viaje incierto,  y exponer a sus hijas a contratiempos sin fin , todo por seguir un loco sueño de su marido. Como que Caroline y Margaret Dutton no son muy diferentes.

El primer gran cambio de la serie fue subirles la edad a las niñas (para hacer más creíble la voz narradora de Laura) y detener el tren nómada de los Ingalls. En el episodio 2, la familia construye su casita en Walnut Grove, Minnesota,  y se establece ahí por los nueve años que duró la serie. Ahí creció Laura, ahí conoció a Almanzo Wilder, ahí comenzó su carrera de maestra y ahí se casó. Tal como ocurrieran en la vida real,  lo único ficticio era el setting.



Las primeras temporadas tuvieron un tremendo éxito con el público estadounidense. Aunque iba dirigida a los niños, la lucha diaria de Charles y Caroline por sobrevivir, pero también darles una buena crianza a sus hijos,  atraía a los padres de familia. En la primera temporada,  hay episodios muy dramáticos en un show dirigido al público menudo como los celos de Laura por su hermanito y su inmenso remordimiento cuando el niño muere. En otro episodio, Charles casi muere congelado en el bosque, pero es rescatado por un indio.

Me da vergüenza confesar que debo ser la única adolescente en Estados Unidos que no cayó bajo el hechizo de La Casita. La sentía muy infantil,  y eso que las primeras temporadas estaban llenas de suspenso. Laura y su hermana Mary vivían cien aventuras, a medida que el público descubría como el clima y las enfermedades/accidentes obligaban a los más jóvenes a madurar antes en ese mundo todavía en crecimiento.



Los temas cubrían el racismo que afectaba a afroamericanos y pueblos indígenas en esa zona, pero también el romance. Mary iniciaba un amorío con un chico llamado John que duraría toda una temporada. La villana Nellie,  antes de sus quince años,  se casaba, matrimonio rápidamente disuelto puesto que era menor de edad. Melissa Gilbert (Laura) y Melissa Sue Anderson (Mary) se volvieron ídolos de adolescentes en toda América y más allá de sus fronteras. 

El primer premio que recibió La Casita en la Pradera fue un TP de Oro (España) que en 1980 se ganó Karen Glasser,  interprete de Caroline Ingalls,  como Mejor Actriz Extranjera. El programa recibió varios Emmies. Otro muy favorecido como Teen Idol fue Mathew Labyorteaux quien dio vida a Albert,  el hijo adoptivo de los Ingalls.

                     Albert y Laura

En la Quinta Temporada hubo otro cambio cuando Mary, la mayor de las Hermanas Ingalls, pierde la vista. Aunque la verdadera Mary si asistió a una escuela para invidentes donde aprendió Braille, la serie le da una vida más completa. No solo puede cumplir con su sueño de ser maestra, además se casa con un condiscípulo, Adam, y tienen hijos.



Los productores tenían claro que su público infantil había crecido con la serie, que ahora debían satisfacer las necesidades de una audiencia adolescente que idolatraba a las Melissas y a Matthew. Eso implicaba hacer episodios que girasen en torno a problemas que aquejaban a los jóvenes, siendo el principal los conflictos románticos. Yo por una, me volví fan de la serie solo cuando Laura conocía a su futuro marido Almanzo Wilder teniendo ella 13 años y el 21 (en la vida real, “Manly” le llevaba como doce años, pero cambiaron eso para no escandalizar a los televidentes).

Para 1982, Michael Landon estaba cansado de su papel y aunque siguió trabajando como director de la serie, Charles Ingalls se marchó de La casita en la pradera. Lo siguieron varios otros actores principales. La última temporada solo conservaba a Laura y Almanzo, pero los Wilder no pudieron impedir una baja en los ratings.



Aunque La Casita cerró sus puertas oficialmente en 1983, la siguieron tres filmes que tuvieron la aprobación del público. Confirmando la popularidad de la serie en el extranjero, los japoneses crearon un manga llamado Laura, La niña de la pradera. A comienzos de este siglo,  se hizo una biopia en dos partes sobre Laura Ingalls Wilder llamada Beyond the Prairie y en el 2005 a presentó una miniserie de cinco episodios basada en los dos primeros libros de la saga. Los mismos libros que habían sido adaptados para el piloto de The Little House on the Prairie.



Hoy en día, La Casita en la Pradera puede verse en varios canales ‘”nostálgicos” de la Unión Americana. En Chile yo la vi entera a comienzos de este siglo por el canal argentino Retro. La última noticia es que, en el 2020, Paramount compró los derechos de la obra. Paramount todavía tiene mi voto de confianza y me encantaría que fuese el Rey del Western, Taylor Sheridan quien se encargase de su producción.

Volviendo a la pradera televisiva, a pesar de que el género de vaqueros estaba en retirada, Little House on the Prairie aportó un nuevo interés por la visión femenina/feminista del Viejo Oeste. Entre los telefilmes que tuvieron lugar durante la permanencia de la serie al aire hubo varios que cubrían las aventuras de verdaderas damas del Far West.

Bandoleras y Aventureras del Far West

Después de la cancelación de la exitosa Bewitched, Elizabeth Montgomery andaba buscando roles que la alejasen de la imagen de la brujita Samantha Stevens. Los encontraría en telefilmes tan diversos como A Case of Rape y un retrato de la primera asesina en serie de Estados Unidos, Lizzie Borden, pero la Llamada de la Pradera la pondría a lomos de un caballo o de un carromato rumbo a destino desconocido.



En 1974 dio vida a Etta Pace en Mrs. Sundance. Era el mismo personaje que Katherine Ross interpretase en Butch Cassidy y the Sundance Kid. La trama encuentra a la viuda de Sundance, de regreso en el salón de clases e intentado pasar desapercibida en un pueblito del Suroeste. Rumores de que Sundance está vivo la hacen salir al descubierto sin reparar que ella también es buscada por la ley. Como que Katherine Ross se puso celosa, porque saltó a la pantalla chica en 1976 en Wanted: The Sundance Woman que la tuvo cabalgando con los Dorados de Pancho Villa.



En 1978, Elizabeth Montgomery fue la protagonista de la miniserie The Awakening Land, basada en un libro del escritor clásico del Oeste, Conrad Richter. Aunque hoy nos sorprende pensar en Ohio como el Far West, a fines del siglo XVIII era definitivamente La Frontera. Hacia allá se embarca Sayward Luckett que aunque pobre e ignorante, tiene el valor de ser una pionera en un territorio indómito. Dos años más tarde, Montgomery volvió a las andadas en Belle Starr, un crudo y revisionista retrato de la más famosa bandolera del Viejo Oeste.



Los telefilmes del 80 buscarían explotar la presencia del sexo bello en episodios famosos en la historia del Oeste. En 1883, la NBC presentaba una perspectiva femenina del célebre duelo en el Ok Corral . Josephine Marcus la actriz judía que se atrevió a llevar su arte y voz a la Arizona de los 1880s,  también escribió un libro sobre sus aventuras incluyendo su romance con el legendario Marshall Wyatt Earp. La cantante Marie Osmond la encarnaría en la adaptación de I Married Wyatt Earp junto a Bruce Boxleitner, el rey sin corona de telefilmes y miniseries (sobre todo las de vaqueros) de ese entonces.




Siguiendo con esa onda, la excelente actriz de carácter Jane Alexander interpretó a Calamity Jane en un telefilme de 1984 que se alejaba bastante de la imagen que Cecil B. De Mille y Jean Arthur nos habían ofrecido en The Plainsman. Una década más tarde,  Anjelica Huston recrearía el rol en la miniserie Buffalo Girls. De la pluma de Larry McMurtry,  era un homenaje del conocido novelista del Oeste a las mujeres que forjaron la región.



McMurtry se había convertido en un autor de superventas del género de vaqueros. Su obra más vendida, Lonesome Dove,  seria llevada a la pantalla chica en 1989 en formato de serie limitada a la que seguiría otra miniserie en 1993 llamada Retorno a Lonesome Dove. De ahí vino una serie de dos temporadas bajo el nombre de Lonesome Dove : The Series. Tanto éxito obtuvo, tanto premio recibió la saga de los ex Texas Rangers que entre 1998 y el 2005 se adaptaron en formato de miniseries las tres novelas con las que se iniciaba la obra: Las Calles de Laredo, Dead Man’s Walk y Luna Comanche.



Los amigos de las novelas y los fans del Western estaban de plácemes con estas entregas casi anuales de historias broncas y viriles del lejano Far West.  ¿Pero qué pasaba con las generaciones de niños y jóvenes que crecieron con Las Ingalls,? ¿Qué les ofrecía el género a las mujeres que no se hallaban entre los escasos personajes femeninos de McMurtry?

Entre Dos Saras

No es que no se hubiese intentado crear series que viesen el lado más sensible del Viejo Oeste En 1976 , Brenda Vaccaro subía a una diligencia camino a Colorado. La historia de esta mujer refinada de Filadelfia y su lucha contra los prejuicios del Oeste no gustó a nadie y Sara se canceló apenas filmada una docena de episodios.



Aun así, en la Era Reagan que ensalzaba La Conquista del Oeste y las virtudes netamente americanas de ese episodio histórico, se anhelaban historias sentimentales que reflejasen sus virtudes doméstica, la lucha cotidiana por salir adelante y la visión de los más vulnerables, léase niños y adultas. El toque homespun,  que se refiere específicamente a un tipo de tela hecha en casa, se ha aplicado a géneros infantiles decimonónicos que describen vidas rurales y artesanales donde se fraguan espíritus fuertes y rectos.

Estados Unidos encontraría ese estilo a mediados de los 80 en las adaptaciones de un clásico de la literatura infantil canadiense. La fascinación con la miniserie (dos capítulos) de Ana de la Tejas Verdes de Lucy Montgomery y sus muchas secuelas,  evidenciaba un apetito por zonas rurales, mujeres con vestidos largos,  y el aura semi romántica del pasado.

                              Anne of Green Gables

Eso llevó a la NBC a adaptar otro clásico infantil. Sarah Plain and Tall describía otro fenómeno de la frontera que duraría hasta mediados del Siglo XX: la novia encargada por correo. En este relato de Patricia MacLachlan, Sarah, una apacible solterona habitante de un pueblito costero de Maine,  acepta la solicitud de un granjero viudo de Nebraska de ser su esposa. Solo que una vez en contacto con un terreno, una sociedad y un hombre tan diferentes a los que está acostumbrada,  le bajan las dudas.



Sarah y su granjero tienen un final feliz,  lo que provocó que la autora les escribiese dos secuelas, todas filmadas en Los 90 . De esa manera,  la trilogía se volvió una especie de serie limitada. A pesar de que Sarah vive en un Oeste más civilizado de comienzos del siglo XX, el buen recibimiento de la trilogía indicaba que era el momento de hacer una serie sobre el choque cultural de una mujer de clase alta del Este que se enfrenta a los peligros del Oeste.

Michaela Quinn, Mujer que Cura

Fue en enero de 1993 donde se experimentó con el formato del género de cowboys y la novela rosa . Dr. Quinn, Medicine Woman se convertiría en un gran éxito y una de las pocas series del Oeste en tener a una mujer como protagonista. En 1869, tras la muerte de su padre,  y tres años después que su prometido desaparece en la Guerra de Secesión, Michaela Quinn,  de 35 años,  decide buscar suerte y futuro laboral en el Far West. En este caso en el pueblo de Colorado llamado Colorado Springs.



Como Sarah Plain and Tall, Michaela (Jane Seymour)  ha aceptado una solicitud vía un aviso de periódico. Los lugareños (por un error ortográfico del telegrafista) creen que se trata de un médico y reaccionan huraños y despectivos ante la idea de que sea una hembra la que se ocupe de su salud.

Michaela recibe el rechazo de las mujeres y de los pilares del pueblo, el almacenero , el dueño de la taberna y el babero Jake que hasta ahora ha fungido como “medico” del pueblo. Incluso el pastor de la iglesia local tiene sus dudas. Los únicos amigables son la comadrona Charlotte (Diane Lane)  quien recibe a “Mike” en su residencial y Byron Sully (Joe Lando) , un renegado blanco que,  desde la muerte de su mujer,  ha vivido con los indios y ahora sirve de interprete y enlace entre la Caballería y los Cheyenne.



En el primer episodio, ya instalada en la cabaña que Sully le renta, la Dra. Quinn enfrenta varios problemas y no solo la animosidad de sus nuevos vecinos. Debe montar por primera vez un caballo,  tal como por primera vez debe usar una escoba. Practica una cesárea, atiende una enfermedad venérea de una prostituta,  y cura las heridas de Caldera Negra,  el jefe de los Cheyenne. Sin embargo, no puede evitar que Charlotte muera debido a una mordedura de cascabel.

Antes de morir, Charlotte le encarga sus hijos a Michaela que pasa a ser madre de Matthew y Collen, dos adolescentes, y del pequeño Bryan. Ese es el meollo de su saga: como ser médico, madre y ama de casa en una mundo incivilizado y hostil.



No sé si Beth Sullivan tuvo en mente el fracaso de Sara, pero Michaela Quinn tiene algunos puntos en común con el personaje de Brenda Vaccaro. Ambas son mujeres urbanas que se adentran en un mundo rural dispuestas a combatir prejuicios e ignorancia. Si a veces nos harta la Dra. Mike con sus sermones vale recordar que se trata de una mujer de la Nueva Inglaterra, heredera de la tradición puritana,  pero también del pensamiento humanista que le legó su padre.

Yo vi poco de Sara, pero creo que la mayor diferencia entre ella y Michaela son la belleza y elegancia de Jane Seymour que supo imprimir en  su personaje esas cualidades propias separándola de la típica solterona militante que podría haber sido. Aunque Dr. Mike llega a amar su nuevo hogar,  siempre añora las comodidades y refinamientos de Boston y es lo que quisiera para sus hijos.  Es también, y esto fue un gran cambio de la mayoría de las protagonistas femeninas de ese entonces, mujer religiosa,  virtuosa, que pierde su virginidad solo en su noche de bodas y que siempre está sobreviviendo gracias a una fe que inculca a sus hijos. Oírla hablar,  dice Colleen,  es como “oír hablar a D-s”.

A pesar de que la serie se concentra en un tipo diferente de inmigrante al Oeste, también hace hincapié en su setting geográfico e histórico. Colorado Springs,  en ese entonces,  estaba en medio de las guerras con los Cheyennes. En el piloto, la Dra. Quinn conoce al siniestro Coronel Chivington, perpetrador de La Masacre de Sand Creek,  y  tiene al jefe indio Black Kettle como paciente. En una ocasión,  Michaela y su familia acompañan a Sully y al chamán Cloud Dancing a Washington a entrevistarse con el Presidente Grant; Dr. Mike atenderá una herida de la bandolera Belle Starr,   y una visita del poeta Walt Whitman sirve para curar a Michaela de prejuicios que hoy tildaríamos de “homofobia”..

                             A Michaela no le parecía que su hijo fuese a pescar con un homosexual

La serie es diversa no solo por la fuerte presencia indígena, además tenemos como personajes regulares a Robert Lee, herrero del pueblo, y Grace que pronto se convierte en su esposa. Ambos traen secuelas de haber nacido esclavos.  Pero la gran minoría reflejada en la serie es el conglomerado femenino de Colorado Springs y como llegan a superar sus roles impuestos por una sociedad de hombres.



Michaela,  que trae ideas progresistas de Boston,  es una gran propulsora de la liberación femenina desde el poner una biblioteca para lectoras hasta llevar a sus vecinas a las urnas (con ayuda de Sully). Si pensamos que el primer espacio donde la mujer pudo ejercer al voto en 1869 fue el Territorio de Wyoming,  y que la independencia de la mujer del Oeste está históricamente documentada,   no hay nada irreal en la influencia de la “Mujer que Cura” en un pueblito de Colorado.

Dr. Quinn se ha convertido en serie de culto y en un referente del Western televisivo. A pesar de que hoy se puede criticar su sentimentalismo , es indudable que fue un triunfo para la causa feminista en la televisión. Las series de cowboys nunca han vuelto a decaer, pero La Dama del Oeste (como se la conoce en algunos países)  sigue siendo la única que gira en torno a una mujer cuyo nombre está en el título. El único otro ejemplo que he encontrado es el neo-Western fantástico Wynona Earp.

En el siglo XXI, la influencia de la Dra. Quinn sigue sintiéndose,  sea en grupos de mujeres que en series limitadas se unen para civilizar y hacer justicia,  o pioneras en busca de un espacio como Las Dutton de las secuelas de Yellowstone . El choque cultural de un mundo refinado de privilegio con una vasta pradera donde solo rige la ley del más fuerte es lo que experimentó Lady Cornelia en The English y equivale a la experiencia de Michaela en Dr. Quinn

Sobre la importancia del personaje femenino y otros aspectos del Western televisivo en el Tercer Milenio espero hablarles en la próxima entrada de esta exploración del género. Antes quisiera comentar 1883, la serie de Taylor Sheridan que me empujó a romper mi voto de abstinencia por los relatos del Viejo Oeste.

 

 

4 comentarios:

  1. Little House in the Prairie was a hit on our national television too before I was born. I have never watched Dr. Quinn but todays TV definitely needs family programmes, but family values are now considered dated, right? Then again, we have the success of Fuller House, Tim Allens sitcoms and also of Ted Lasso which promotes heartwarming positivity, so maybe something is changing we just need to kill HBO and Netflix LOL
    Jane Seymour was the ultimate 80s TV star with Victoria Tennant and Cherri Lingi or what was her name? Wonder where them ladies disappeared to?

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    1. Family values are considered too “patriarchal”. Now, the trend is to glorify dysfunctionality that goes from GOT, to Succession and Yellowstone. And yet Paramount has bought the rights to Laura Ingalls Wilder Universe. I wonder what they’ll do with it.
      In the Golden Era of Miniseries (80s) Jane Seymour reigned absolutely. She reinvented herself in the 90s as dR. Quinn. She’s still active, in fact she was in that shelved historical piece called something like Glow and Darkness where she plays Eleanor of Aquitaine. At 72 she has her own detective show “Harry Wild”
      I loved Cherie Lunghi in The Buccaneers and Hornblower. She is about 71 but haven’t seen her since casualty 1909 about fifteen years ago.
      I loved Victoria Tennant in Winds of War. She outshone Ali McGraw, but her career never kicked in Hollywood and was stalled in TV.

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  2. Desde FB de Joan Manuel Castro Sanchez
    El primer párrafo me pareció tan familiar en sí fuera compararlo con la época actual. Sin embargo, el resultado fue muy distinto.

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    1. Joan Manuel Castro Sánchez No es coincidencia. Lo más irritante de vivir en esta epoca es que se siente como un espejo distorsionado de Los 70. La diferencia esque la generación que lleva ;la batuta hoy es incapaz de mirar al pasado y por eso va a cometer los mismos errores.

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