La Premisa de “Terra
Nullius” es casi refrescantemente cercana a la realidad. En 1982, Los Príncipes
de Gales viajaron a Australia. Diana se ganó
el cariño de un pueblo e incurrió en los celos irracionales de su marido. Ana y
su cuñada se llevaban pésimo, pero ese aquelarre de brujas envidiosas de la
joven y bella Cenicienta sigue siendo un cuento de hadas de Hans Christian Morgan.
Como tampoco me creo que la Reina Isabel fuese una suegra infernal.
En 1982, Australia,
bajó su primer ministro Bob Hawke, se preparaba para recibir a la comitiva real
capitaneada por los Príncipes de Gales. Aunque el episodio exagera la
importancia del viaje y el republicanismo del Primer Ministro, lo cierto es que
era una prueba de fuego para una jovencita inexperta como lo era Diana.
La Reina tenía
sus preocupaciones (puesto que ya conocía la bulimia y las manías suicidas de
su nuera). Preocupaciones que se desvanecieron cuando, tras un inicio un poco
incomodo, Diana se ganó los corazones de los australianos y alejó cualquier resquemor
de que tuvieran que rendir tributo a una dinastía extranjera. Lamentablemente,
el enamoramiento de los hijos de Oz con la Princesa no abarcó a su marido. Carlos
siempre inseguro, le agarró envidia a su mujer culpándola de quitarle cámara.
En sus
grabaciones, Diana tiene un raro momento en que comprende a su marido—
“cualquier hombre orgulloso se hubiese sentido mal en esa situación”—, pero,
y con razón, se queja de que Carlos fue injusto en sus criticas de un
comportamiento que lo honraban tanto a él como a La Corona. En Nueva Zelandia,
Diana no pudo más y sucumbió a la bulimia. Sin embargo, en los anales de su reinado,
este viaje fue su gran triunfo. El primer paso para convertirse en La Reina de
Corazones fue ser Reina de Oz.
Aunque es más que
posible que ya para estas alturas Isabel II encontrase paz y consejo en las
mujeres de su familia, “The Crown” las presenta como un aquelarre de mujeres
envidiosas que conspiran en contra de la princesa del cuento. Solo Margaret expresa
alguna compasión hacia Diana. Irónico porque, al final, Margaret se volvió peor
enemiga de su sobrina política que todas sus otras parientas juntas.
¿Qué hubiera
ocurrido si Diana se hubiese adaptado como hizo Felipe y tal como espera La
Reina Madre? Es que esto va más allá de adulterio (¿me van a decir que una nena
joven y guapísima no se las iba a poder con una mujer avejentada, usada y más
encima casada?) El problema es que Diana tenía problemas.
La gente se cohíbe cuando debe describir los problemas
de la Princesa como mentales, emocionales o psicológicos. Lo siento. Si vomitas
lo que comes, si te tratas de suicidar una vez al mes, y si en medio de una
discusión marital, agarras un cortaplumas y te haces cortes en el pecho, no estás
en tus cabales. Necesitas ayuda médica, medicamentos, terapia de apoyo y la Familia
Windsor no tenía la preparación para asistirla y menos Carlos que tampoco era
muy estable emocionalmente.
La serie nos
muestra que Carlos, su hermana y su madre están celosos de la popularidad de
Diana. Jamás he oído que se acuse a Isabel de envidiar a su nuera, pero Ana si tenía
un problema con su cuñada. Desde antes del matrimonio, Ana consideró a Diana
como “una niña tonta” y que no estaba a la altura de lo que debía ser una Princesa
de Gales. Pero también debe haber habido un elemento de celos. Ana se quejaba
de la adoración que su cuñada generaba en el pueblo, algo que ella nunca
consiguió.
Es que, para ser francos,
la personalidad de puercoespín de la Princesa Real nunca la hizo una favorita
de la prensa. No tiene nada que ver con belleza física (ahora todos la quieren)
sino con su actitud rebelde y malcriada. Diana era toda ternura y simpatía. Era
imposible no quererla.
Eso me lleva a una
gran queja que tengo con Emma Corrin. Es cierto que Diana era irascible e
impaciente, peto no creo que anduviese todo el día con cara larga o haciendo muecas
como nos la muestra la serie. Y su peor lado (cuando despidió criados, expulsó
a los amigos de Carlos de su vida y hasta exilió al perro del marido) no
afloraría sino hasta después del nacimiento de Harry.
Hora es de hablar
del famoso Magical Mystery Tour por Australia, y de sus mitos, algunos
inventados por Morgan, otros por la prensa que endiosó a la Princesa de Gales, pero
también la usó, manipuló su imagen, lucró a costa de ella y finalmente la mató.
Bebé a Bordo
El primer mito, y
que molestó incluso a la Princesa, es que ella insistiese en llevar a su hijo a
Australia. Primero que es un absurdo total cargar con una criatura de menos de
un año, y que está en medio de su dentición, al otro lado del mundo en un viaje
complejo donde no se sabe quién lo va a cuidar. Segundo, Diana le contó a
Andrew Morton— él lo incluyó en su biografía oficial— que
ella nunca quiso exponer a William,, que era consciente de que ella iba cumplir
con sus deberes oficiales y no iba a tener tiempo de atenderlo: “Estaba
dispuesta a dejarlo, aunque no me iba ser fácil”.
La razón por la cual
se decidió romper un precedente y cargar con él bebé fue por consejo de un ex primer ministro australiano, Malcolm Fraser, quien consideró que añadiría
humanidad y simpatía a la joven pareja. Por eso se tomaron medidas. Al
principito no lo iban a arrastrar al errático tour de sus padres. Él iba a
tener una experiencia australiana en un pueblito ovejero (lo que allá se llama
una “sheep station”) llamado Woomargama que quedaba entre Sídney y Melbourne.
El niño y su nana,
Barbara Barnes, que viajaba con Los Príncipes de Gales, fueron alojados en la propiedad
de Los Darling. Estos amigos del famoso Mike Parker, secretario del Duque de Edimburgo,
ya habían sido anfitriones del Presidente Reagan y la Primera Dama en su viaje
a Australia.
Diana puso
algunas exigencias (sobre la seguridad de William) que se cumplieron por lo que
el bienestar del niño no jugó un rol en el estado emocional de la Princesa.
Toda esa sorpresa cuando le arrebatan al bebé en el aeropuerto’, su histérica
insistencia en interrumpir el tour para visitar él bebé, esa entrada impulsiva
y corriendo a la casa de los Darling son licencias melodramáticas que, más que
mostrarnos a una madre angustiada, retratan a Diana como histérica y descontrolada.
Es casi igual de
absurda que ese interrogatorio pedante y humillante al que Diana somete al
pobre Edward Adeane cuyo único resultado es hacer creer que ella no quiere
separarse de su hijo porque es bonito y no llora. Lo chistoso es que el bebé se
larga a llorar justamente al final del discurso. ¿Tendrán grabado el llanto o
será que los alaridos de la Corrin alarmaron a la criatura? Sabido es que gatitos
y bebés se contagian del ánimo alterado de quienes están cerca de ellos. Lo que
hace pensar sobre como los bochinches de los padres habrán afectado la psiquis
de William y Harry.
Morgan vs
Australia
El pueblo
australiano se ha sumado a larga lista de descontentos con la Cuarta Temporada
de The Crown”. Según The Guardian la representación del tour en “The Crown” ha
dejado descontentos a los habitantes de Oz. El primer ultraje ha sido en contra
del ex primer ministro Bob Hawke quien nunca comparó a la Reina Isabel con una
cerda, y aunque republicano, tenía otras preocupaciones como las de reducir el
nivel de pobreza de su pueblo antes que salirse de la Commonwealth.
Si bien es cierto
que la presencia de Diana creó más sentimiento monárquico entre los australianos,
nadie estaba predispuesto en contra de la Visita Real. Nunca hubo protestas en
Canberra ni en ningún otro sitio de la isla-continente. Tampoco la audiencia se
burló cuando Carlos se cayó durante el match de polo. Por el contrario, lo aplaudieron
al verlo continuar el juego. A la que le están haciendo “buuh”es a la serie porque,
para colmo, muchas escenas de Australia las grabaron en España.
Un dato curioso
es que el público australiano, y principalmente el gremio periodístico, no
esperaba mucho de Diana. Gracias al Daily Mirror su bulimia era conocida
por todo el mundo. Muchos creían que no iba a aguantar el arduo recorrido sobre
todo en ese clima inclemente que caracteriza los veranos Down Under. Lo cierto
es que el calor casi la mató. El Príncipe Carlos dio explicaciones públicas de
que su mujer y él sufrían de jetlag para explicar sus caras rojas y su cansancio.
Sin embargo, poco a poco, se acostumbraron al clima y todo comenzó a funcionar.
ES hora de hablar
de la infame representación de ‘the Crown” del ascenso a Uluru. Diana nunca la llamó “Ayers Dock” y si no pudo escalarla
fue porque llevaba un vestido abierto en el frente y el viento le alzaba las
faldas obligándola a enseñar lo que las princesas no deben mostrar. No fue
porque fuera “frágil y patética” como en la serie la describe Carlos a Camilla.
Solo en una ocasión
Diana perdió los estribos. Fue en Sídney cuando la multitud se le abalanzó
encima arrinconándola. Ahí la Princesa se echó a llorar. Leí en la Paula en 1968, y me lo confirmaron
gente que estuvo ceca de ella, que ocurrió algo parecido con Isabel II en Valparaíso.
Los porteños rompieron el cerco de Carabineros y le cayeron encima a Su
Majestad. Alarmada, Isabel no lloró como su nuera, sino que se taimó y se puso
de muy mal humor. Se entiende, es una experiencia que asusta casi ser arrollada
por un tumulto.
Sin embargo, el
tour fue un triunfo gracias a la simpatía y sencillez de Diana que se metió a
los australianos en el bolsillo. Una lástima
que sus esfuerzos solo consiguieron envidia de parte de su marido. Eso arruinó
lo que pudo ser una verdadera luna de miel. A su llegada a Nueva Zelanda, la pareja se
llevaba mal y Diana estaba exhausta. Mas encima, el recibimiento en el país de
los kiwis no fue muy agradable. Ahí si hubo protestas, les lanzaron huevos al
automóvil donde viajaban y el infamoso activista maorí Te Ringa Mangu
Mihaka les mostró las
nalgas. No es de sorprender que, con tanta presión, Diana recayese en sus
ataques de bulimia.
La serie hace parecer que la danza maorí provocó la bulimia de Diana
Una Audiencia
con la Suegra
Sin embargo, es
la última escena del episodio la más irritante porque es imposible que haya sucedido.
Una Diana alteradísima irrumpe en el saloncito de la suegra, acusa no solo a Carlos
de resentir sus logros, sino también a La Familia Real en pleno. La Reina se
pone a la defensiva y Dina remacha su faux pas abrazándola y llamándola
“mamá”. Isabel cuenta este suceso a su horrorizado aquelarre que ponen caras de
asco. ¡Por favorrrr!
1.
Diana,
tal como hoy lo hacen la Condesa de Wessex (esposa del Príncipe Eduardo) y Duchess
Kate, llamaba a Isabel y a Felipe “Mamá” y Papá”. No se entiende la sorpresa de
la Reina cuando su nuera lo hace.
2.
La
Reina está acostumbrado a que la abracen y no solo sus íntimos. Michelle Obama,
deportistas y hasta políticos, la han abrazado. Aunque su costumbre es saludar
de besos a íntimos, no es como que un abrazo la desarme.
3.
Diana
estaba acostumbrada, en los primeros cinco años de casada, a ir frecuentemente
a visitar a su soberana y a pedirle consejo. Siempre salía más tranquila de
esas reuniones y en una ocasión le conto a la biógrafa Íngrid Seward “tengo la
mejor suegra del mundo”.
4.
A
diferencia de lo que nos muestra “The Crown”, La Pareja Real no llegó de Nueva
Zelanda a Londres en medio de lluvia y dándose codazos. Para descansar, se
pasaron unos días en Las Bermudas y estuvieron muy cariñosos. Las fotos no
mienten. Pasado el viaje, Carlos superó sus inseguridades por un rato y comenzaron
días felices para los Príncipes de Gales. Recordemos que menos de un año más
tarde, encargaron a Harry, y que Diana recordaría esta etapa como las feliz de
su matrimonio.
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