miércoles, 21 de junio de 2017

Una Historia de Dos Toms: cuando Wolf Hall se convirtió en historia alternativa.


A juzgar por los comentarios de los admiradores de Wolf Hall (y de su secuela Bring up the Bodies), el 70% de los lectores creen que el libro retrata sucesos verídicos. Se percibe a Thomas Cromwell como un hombre bueno que vengó a sus amigos, y que mantuvo una lucha constante con su perversa reina y el infame Tomás Moro. Cuatro de los seis capítulos que componen la adaptación televisiva de Wolf Hall han sido dedicados al match Moro-Cromwell. La serie termina resumiendo la vida de Cromwell como una rivalidad entre el Buen Tom y Tom, El Malo. ¿Era necesario distorsionar la historia tan tendenciosamente para santificar al villano? Esto va más allá de licencias literarias. Dame Hilary Mantel ha escrito historia alternativa, pero no nos lo confiesa.

Es cierto, Ana Bolena le había declarado la guerra al Señor Secretario y Moro era una pulga gigante en el gigantesco trasero de Enrique VIII.  Maestre Cromwell tenía que encargarse de ambos, pero hasta el final, no fue una cuestión personal. Sin embargo, la serie y los libros describen a Ana y a Moro como gente tan ruin que merecen ser hervidos como jaibas. Se espera que el lector aplauda cuando les llegue su merecido. Aunque “los Tudors” no esquivaron ni las fallas ni los oscuros historiales del Santo y La Bolena, se las arreglaron para mostrar también las virtudes de ambos. En cambio, “Wolf Hall” afirma que Ana carecía de cualidades, ¡y las de Moro se las encajan a Cromwell!


Una variación del TomKat

En la serie, cuando la mujer de Cromwell le cuenta que Catalina de Aragón sigue zurciéndole las camisas al marido, El Buen Tom murmura que si fuera la reina dejaría la aguja clavada en la tela. En una escena más adelante, Cromwell le dice a Enrique que él se opone al divorcio del rey. Suena bonito, pero no hay prueba histórica de que a Cromwell le haya importado alguna vez la suerte de Catalina. Él fue parte fundamental de la degradación y ruina de la reina española. Hizo lo imposible por alejarlas, a ella y a su hija, del trono, de la corte y de la buena voluntad del rey.  Admiro y respeto los intentos de Dame Hilary por presentar este Cromwell compasivo, pero aborrezco que para conseguirlo tenga que quitarle plumas de la cola a Tomás Moro y trasladarlas al trasero de su protagonista para que sea un pavo real más grande.

No hay mención en “Wolf Hall” de la estima que Santo Tomás sentía por Catalina de Aragón. En la vida real, entre los cargos que se le imputaron estaba mantenerse en contacto con ella y favorecer una invasión imperial a Inglaterra. Para cuando Tomás Moro fue encarcelado, la reina estaba incomunicada, no podía ver ni a su única hija. Pero es posible que Moro haya mantenido correspondencia clandestina con la entonces conocida como Princesa Viuda de Gales.


Uno de los motivos de Moro para rehusarse a acatar tanto La Ley de Supremacía como La Ley de Sucesión, fue para proteger a Catalina y apoyar los derechos de su hija Maria al trono inglés. Aunque no llego a la altura de los shiperos del “TomKat” y me imagino todo un cuento romántico entre la reina maltratada y su más leal vasallo, es verdad histórica que Tomás Moro le tenía mucho cariño a la mujer que consideró su soberana, hasta el día de su muerte. Moro conoció a una Catalina, aun adolescente, cuando ella llegó a Inglaterra a casarse con Arturo, Príncipe de Gales. En sus escritos, el humanista alaba la belleza y encanto de la joven princesa. Como la mayoría de los ingleses de su época, el futuro santo aprendió a admirar a una mujer que, no solo era caritativa con su pueblo, sino que también supo ser una valerosa y sabia regente.
Catalina en su addolescencia

Ambas leyes, la de Supremacía y la de Sucesión, confirmaban el matrimonio de Enrique y Ana Bolena a la par que declaraban nula la anterior unión matrimonial del rey. No debemos ver esto como un divorcio moderno, sino como un acto con graves ramificaciones. La anulación del matrimonio de Enrique dejaba a Catalina como una embustera que había afirmado falsamente que su primer matrimonio no había sido consumado. El casarse con Enrique, fingiendo ser aun doncella, la convertía en una ramera capaz de tener relaciones carnales con un hombre que no era su esposo legal,  y al ser madre soltera,  su Maria pasaba automáticamente a ser una hija bastarda. Tomás Moro no podía hacerse cómplice de tanta injusticia, así es que sus razones para no hacer juramentos ni firmar leyes iban más allá de su fanatismo religioso.
Catalina suplicándole a Enrique

Hombres de Familia
Cromwell y un gatito

En la vida real, los dos Toms compartían muchas virtudes en común, pero Wolf Hall se esmera en demostrarnos que las circunstancias de ambos caballeros los hacen diferentes. Los dos eran hombres que habían ascendido socialmente por esfuerzo propio, eran abogados hábiles, poliglotas, padres devotos, creyentes en la educación de la mujer, amantes de los animales, dueños de un humor caustico, y preocupados por la corrupción en la iglesia católica. Mantel abarca todas estas características al fabricar al Buen Tom, pero las oscurece o adultera en su creación de Tom, El Malo.
Moro y un conejito

Me cae bien Anton “Qyburn”  Lesser, pero es la antítesis, hasta en el aspecto físico, de Tomás Moro. La mayoría conocemos a Moro por el retrato que Hans Holbein hiciera de él, y que he visto de cerca aquí en Nueva York, en La Colección Frick. Existe también otro retrato de la época de estudiante del santo. Ahí se divisa, que aun para los cánones modernos, era un hombre atractivo.

Para cuando Holbein pintó a More, este ya había pasado la barrera de los cincuentas, adquirido un par de arrugas y había engordado un poco. Pero aún podemos apreciar su rostro fuerte, de mirada inteligente, mentón partido, nariz larga y aguileña y grandes ojos oscuros. Una imagen muy alejada del Moro de Lesser, con esa cara arrugada como pasa, apariencia desaliñada y pelo grasiento. Lesser interpreta a Moro como si fuera una gallina vieja, un pedante intolerante, un abogaducho hipócrita que usa las leyes para adquirir poder y honores, y su posición para hacer daño en nombre de un fanatismo ciego y sádico. Su odiosa personalidad hasta afecta su vida familiar.


La serie nos presenta una cena que Cromwell comparte con los Moro que es un caos total. Aun el cariño de Moro por los animales es utilizado en su contra. Vemos un espectáculo de mala comida, mala compañía, animales paseándose por la mesa y molestando a los comensales, un bufón que habla disparates y una anfitriona borracha que incomoda a Cromwell con un interrogatorio sobre su vida sexual. Este circo no corresponde a la descripción de la vida familiar de Sir Thomas More que nos brindan los relatos de sus contemporáneos, las epístolas familiares, los escritos y la correspondencia del autor de Utopía.

Me duele que Cromwell sea descrito como un hombre afable, lleno de amigos y cuya casa estaba abierta para todo el mundo. Me duele más que los televidentes digan/crean que Tomás Moro era un hombre desagradable que no tenía ningún amigo. Basta leer las palabras de Erasmo de Rotterdam sobre quien el filósofo apodaba “El Dulce Tomás”.  “Parece nacido y formado para la amistad,” escribe el holandés.” Es un amigo fiel y duradero. Es accesible para todos”. More no gozaba únicamente de la amistad de europeos influyentes. El mismo Enrique VIII tenía la fea costumbre de dejarse caer (sin anunciar y con todo su cortejo) en Beaufort House, morada de los Moros, y marcharse tras vaciar la alacena.

Tomás Moro desaprobaba los males de su iglesia, pero creía que la reforma debía ocurrir dentro de la institución. Su distanciamiento de Wolsey se debió a su incomodidad con la moral relajada del prelado, no a mero oportunismo como lo cree Cromwell en Wolf Hall. En su momento, Sir Thomas se interesó en la idea de una Biblia en idioma seglar puesto que podría ser utilizada en una de sus más caras ambiciones, la educación de las mujeres. Mucho se ha escrito sobre los esfuerzos de Moro por educar a su ilustrada hija, Margaret, pero no se detuvo ahí.



Aparte de ser el profesor de Margaret More Roper, una de las mujeres más eruditas de su época, Tomás Moro promovió el estudio de idiomas y otras disciplinas entre las mujeres de su casa: sus otras hijas, Elizabeth y Cecily; su hijastra Alice Middleton; su ahijada, Anne Cresacre, que más tarde sería su nuera; y Margaret Gigg Clemens, hermana de leche de Meg Roper. El humanista estuvo muy unido a esas mujeres, sobre todo con las “Megs”. Margaret Clemens fue la única parienta a la que se le permitió asistir a la ejecución de su padre adoptivo y a ella se le entregó el cuerpo decapitado del mártir. Por supuesto que ninguno de estos detalles familiares forma parte de “Wolf Hall”.
Las "Megs" según Holbein







La novela, por otro lado, nos muestra a un Cromwell devastado por las muertes de sus hijitas, pero su amor paternal no alcanza para Jane, su hija ilegítima. A pesar de conocer su existencia, Dame Hilary se niega a hacer a Jane parte de su cuento. ¿Será porque la bastarda de Cromwell siempre fue ferviente católica?

El cazador de herejes
Michael Hirst fue un valiente al mostrarnos a Tomás Moro mandando herejes a la pira, pero cometió un error en “Los Tudors” al situar al Lord Canciller al pie de la hoguera de Simon Fish.  No existen documentos que indiquen que Moro haya asistido jamás a una ejecución y Simon Fish murió en la cárcel, víctima de la peste bubónica. Sin embargo, hay documentos, algunos de su puño y letra, donde el futuro santo se regocija ante la muerte de los herejes.



Aunque nos suene chocante ese regocijo, hay que situarlo en un contexto histórico. La persecución y exterminio de herejes era política de estado. Moro siempre trabajó dentro de los perímetros del sistema legal de su país. A partir de 1401, la ley inglesa consideraba la herejía como la peor de las sediciones y la castigaba con la hoguera.

Nos horroriza la idea de asar humanos, pero era una épica de suplicios atroces. A las adulteras y a los culpables de herejías se les achicharraba en la hoguera: a los envenenadores se les sumergía en calderos de agua hirviendo y a los traidores a la Corona se les colgaba sin ahorcarlos, para  luego dejarlos caer para finalmente “cuartearlos” (esto último consistía en castrarlos, destriparlos y arrancarles el corazón mientras aún estaban vivos).

En la época en la cual Tomás Moro fue canciller, seis hombres fueron a la hoguera:  Thomas Hitton, Thomas Benet, Thomas Bilney, James Bainham, Richard Baysfield y John Tewksbury. Se ha probado que Moro se involucró personalmente en los juicios de los últimos tres. Moro aprobó la quema de Hitton, el primer mártir reformista de Inglaterra, pero de Bilney dijo que era “bueno, leal y virtuoso” Lo que indica que, a pesar de su odio por los herejes, Moro no dejaba de reconocer la decencia de los mismos a quienes perseguía.

Veamos los casos de Baysfield, Tewksbury y especialmente del Maestre Bainham, que figura prominentemente en “Wolf Hall”. Los tres se habían retractado, habían huido al continente europeo y regresado a Inglaterra para reasumir su prédica pública. Paras Santo Tomás eran los más despreciables de los herejes. Los que fingían arrepentimiento para continuar propagando sus herejías, mofándose de la misericordia que se les había brindado. Como dijo Moro de Baysfield “¡Es un perro que regresa a donde ha vomitado!”
Martirio de Richard Baysfield

¿Por qué Tomás Moro se oponía tan vehementemente a la herejía? Hasta recientemente (y no solo en el cristianismo) se consideraba que la herejía ponía en peligro el alma de quien creía en ella. Además, durante el Renacimiento, se temía que la herejía pudiera socavar los cimientos de un estado. Como pacifista que era, Tomás Moro temía que un cisma religioso dividiese a Inglaterra y provocase una guerra civil como ocurriera en Francia y Alemania.



Moro estaba convencido de que extirpar las ideas herejes y exterminar a quienes las predicaban, era lo correcto, pero también creía en el poder de la contrición. En prisión escribió Dialogo del consuelo en la tribulación donde elogia el alivio que proporciona el arrepentimiento como una manera de evitar los peligros del infierno.  De los cuarenta herejes arrestados durante su periodo como canciller, treinta y cuatro no fueron ejecutados, y tres de los seis que perecieron en las llamas de la hoguera eran refractarios. ¿Qué pasó con los restantes?  Algunos murieron como Simon Fish, otros permanecieron en prisión, John Frith y Thomas Harding fueron ejecutados cuando ya Moro no era canciller, y muchos tras retractarse, nunca más reincidieron.

Habla bien del poder de convencimiento y la elocuencia de Moro, que tantos hayan rectificado (aunque fuera para salvar la vida). También tenemos el caso de William Roper, yerno de More, quien sinceramente se arrepintió de su apostasía gracias a la paciente intervención de su amado suegro. Hay una extraña escena en “Wolf Hall”.  El reincidente James Bainham (que Mantel convierte en abogado y amigo de Thomas Cromwell) ha sido arrestado nuevamente. El Buen Tom va a solicitar la ayuda de Tom, el Malo y por primera vez le otorga un poco de respeto. Reconoce los poderes de convencimiento de Moro y le suplica que convenza a Bainham de arrepentirse nuevamente. No llegamos a saber si Moro habló no con Bainham. Este último es quemado y Cromwell hace responsable al autor de Utopía. Lo cual queda en evidencia en el más irritante monologo de la serie cuando el Buen Tom hace a un lado la cara de póker y da rienda suelta a su ira sagrada.



 Ofuscado por la frase de Tomás Moro “No le hago daño a nadie”, El Buen Tom lo acusa de ser un hipócrita. “Y qué me dices de Bilney?” ruge Cromwell “¿Qué pasó con Bainham?” Acusa a Tom, el Malo, de haber torturado tan brutalmente a Bainham que el abogado debió ser llevado en andas hasta el patíbulo. Aquí parece haber un problema de secuencia. De acuerdo a la cronología de la serie, Bainham fue sometido a tormento en casa de Moro, tras lo cual se arrepintió. Semanas más tarde, gozando de plena salud y en plena misa, Bainham se puso a leer la Biblia de Tyndale a toda boca por lo cual fue arrestado. Es imposible que se le haya sometido nuevamente a tortura. El procedimiento era ajusticiar a los reincidentes inmediatamente.  Imposible que Moro hubiese vuelto a ponerlo en la rueda. En cuanto a Thomas Bilney, aunque se retractó por temor a la tortura, nunca fue sometido a ella. Su interrogatorio, juicio y ejecución tuvieron lugar en Norwich, bajo las órdenes del Obispo Dix. Tomás Moro tuvo muy poco que ver con su caso.

Una de las máximas de Dame Hilary Mantel es que el autor de ficción histórica siempre debe apoyarse en, al menos, dos versiones de un mismo evento. Ahora se contradice ya que toda su evidencia en contra de Santo Tomás Moro está basada en una sola fuente: El Libro de Los Mártires de John Foxe. Es sabido que el informe de Foxe está plagado de inexactitudes. El mismo autor confesó que sus informes estaban basados en rumores que corrían de boca en boca. En este caso, la boca le pertenece a un cura bandido llamado George Constantine que se dedicaba a la venta de libros protestantes en lo que hoy llamaríamos mercado negro. Moro lo aprendió y lo mantuvo prisionero en un galpón en su jardín.

 Constantine, quien a pesar de sus muchas mentiras nunca acusó a su carcelero de torturarlo, delató a todos sus conocidos que propagaban la Nueva Fe. Fue él quien denunció a Tewksbury, Baysfield y Bainham. Después, Constantin se las arregló para huir, provocando la risa de Tomás Moro. El futuro santo dijo que obviamente su prisionero había sido bien tratado y alimentado ya que tenía energías suficientes para librarse del cepo y saltar la barda del jardín.

El fugitivo huyó al Continente.  Tras la ejecución de Moro, regresó a Inglaterra y entró al servicio del desdichado Sir Henry Norris (uno de los acusados en el juicio de Ana Bolena). Ya en días de Isabel, Constantine se había vuelto delator de católicos y luego de tan ilustre carrera, se las arregló para morir en su cama. En sus días en Europa, Constantine comenzó a propagar un cuento de que en el jardín del canciller había un árbol al cual se ataban prisioneros para luego azotarlos.

Constantine juraba que vio a Tewksbury y a Bainham ser torturados. Curioso, porque para cuando ellos llegaron a casa de Moro, Constantine había huido. Bainham y Tewksbury fueron puestos en la rueda, pero eso ocurrió en La Torre de Londres y Moro no estuvo presente. Sin embargo, Dame Hilary Mantel nos quiere hacer creer que Tom, el Malo se había construido una cámara de tortura en su sótano, tal como hoy hay quienes instalan un gimnasio. Démosle crédito a la señora ya que es buena calumniadora.

En vida de Moro, sus enemigos hicieron circular el cuento del árbol y los azotes. A pesar de que se jactaba de cazar herejes, y sabía que la tortura en esos casos formaba parte de su sistema legal, él refutó esos rumores. En su Apología, confiesa haber apaleado a dos sirvientes por asuntos de religión, pero asegura que ese es todo el daño físico del que ha sido culpable en su vida.



Al borrar la línea entre lo real y lo imaginado, Hilary Mantel nos quiere convencer de que Tomás Moro era un fundamentalista de pelo sucio que andaba, como una Lady Melisandre cualquiera, quemando y torturando a los que le caían mal.  ¡Y vaya que tiene quien le crea!  Me he encontrado con páginas y sitios webs donde se habla de cómo Moro achicharró a cientos de herejes o como quemó (vivo) a Mathew Tyndale.  No los detiene ni a ellos, ni a Mantel, el hecho que Tyndale fuera ejecutado (en Bélgica) un año después de la decapitación de Tomás Moro, que murió estrangulado y que luego su cadáver fue presa de las llamas. 

¡Aun en la serie, Cromwell acusa a Moro de haber colaborado en el arresto y ejecución de Tyndale, que en ese mismo instante gozaba de buena salud! Toda esta pantomima nos ilustra sobre los peligros de la ficción especulativa. Sobre todo, si la autora asegura haber hecho sus deberes en lo que respecta a la investigación de hechos históricos.

Un santo recalcitrante
Aun así, a muchos les encantó que Wolf Hall sacara del closet a Tomás Moro y que se pusiera en duda su santidad. Como judía que soy no me siento con el derecho a exigir que se le quite la aureola.  Los santos no eran todos ejemplares. San Cirilo azuzó al pueblo a linchar a Hypathia; San Juan Crisóstomo era un antisemita total y San Olaf de Noruega fue un vikingo bruto. Para todos los efectos, Santo Tomás Moro fue un mártir que murió por proteger los intereses y el buen nombre de su iglesia. Por lo tanto, merece su espacio en el calendario.

Más allá de dogmas religiosos, siempre he admirado a Moro por su integridad, por luchar por el derecho del individuo a seguir los dictados de su conciencia, por negarse a permitir que lo atropellara un tirano y por no firmar ridículos edictos que beneficiaban a una ambiciosa y destruían la reputación de una mujer respetable. Nada de eso se manifiesta en” Wolf Hall”.



Los crímenes del Buen Tom
La superioridad moral que emana del sermón de Cromwell es incongruente. El sí empleó la tortura en múltiples ocasiones y no solo en la persona del músico Mark Smeaton. A juzgar por su comportamiento con los monjes cartujos y los pobres diablos del Peregrinaje de Gracia, el Señor Secretario tenía tejado de vidrio. ¿Entonces como andaba arrojando piedras? Pero la serie insiste en presentarlo como un ciudadano bonachón. ¿Cromwell el que instauró un estado-policial en Inglaterra? ¡Imposible!

En Wolf Hall, Cromwell consigue que Smeaton confiese sin necesidad de recurrir a la violencia. Su método es encerrar al músico en un cuarto oscuro. Aun así, muchos historiadores creen la versión de que Smeaton fue torturado. Hay dos fuentes que lo confirman, la Crónicas española de Eustace Chapuys y las declaraciones del poco confiable y siempre parlanchín John Constantin que como recordaremos, ya era empleado de Henry Norris. Dos motivos me llevan a creer que la tortura se hizo presente en ese interrogatorio. Mark Smeaton no era noble por lo tanto era el único del grupo al que se podía torturar y de los seis acusados fue el único en declararse culpable.
La Santa Monja de Kent

Este no sería el único crimen en el currículo de villano de Maestre Cromwell. Ya antes de su sermón, él había sido responsable de la indigna ejecución de la Santa Monja de Kent y la de seis monjes cartujos. Previo a su suplicio, los monjes fueron sujetos a condiciones horribles. Se les privó de comida y movimiento. Se les mantuvo encadenados a pilares, rodeados de su propio excremento. ¿Cómo se atreve Cromwell a sermonear a Moro cuando sus propias manos están inmundas?

Y por supuesto, están los crímenes que cometerá Cromwell más adelante: más monjes cartujos destripados;  la masacre de los líderes del Peregrinaje de Gracia,  que incluye la quema en la hoguera de lady Margaret Bulmer y el ahorcamiento del amigo personal del Buen Tom, Sir Francis Bigod; la muerte del Beato John Forrest, ex confesor de Catalina de Aragón y él único católico en ser quemado en la hoguera en Inglaterra,  y como acto final,  la ejecución (bajo una levísima evidencia de conspiración) de los últimos Plantagenet que acabaría en el martirio de una pobre anciana , la Beata Margarita Pole.

Últimamente, Dame Hilary Mantel parece estar sufriendo del Síndrome de George R.R. Martin. Lleva cinco años trabajando en el último volumen de su trilogía. Aun así, A Mirror of Light no parece estar siquiera cerca de ser terminado. ¿Será que la escritora no encuentra personajes para achacarles la culpa de los futuros crímenes de Thomas Cromwell? O quizás diga que esos crímenes son, como los cometidos contra Ana y sus supuestos amantes, actos de justicia. En la ambigua moral de estas novelas, “justicia “y “venganza” son sinónimos.

En “Los Tudors” Cromwell era implacable y cruel, pero no era un sádico. Tal vez por eso siempre me cayó simpático. Era un gran “fixer”, un Ray Dónovan renacentista. Lástima no poder decir lo mismo del Cromwell de Rylance, y no es culpa de actor. Dame Hilary ha retorcido la historia para poder conseguir que su protagonista emerja como un hombre tolerante y noble. Pero lo que consigue es un Cromwell rencoroso que destruye vidas en pos de mezquinas venganzas.

Me resultó repugnante el alivio del Buen Tom cuando Tom, el Malo, pierde la cabeza. Es tan inmaduro ese rencor que Cromwell siente por Moro debido a un desprecio que éste le hiciera cuando eran niños. Según Wolf Hall, ese incidente, que él santo no recuerda, es lo que lo llevara a la muerte. Moro debe pagar su esnobismo con su vida. Esta es una fábula donde todos pagan. 

Ana Bolena tomó parte en la caída de Wolsey. A los ojos de Cromwell, ella también debe pagar. En cuanto a los supuestos amantes, los cinco se han burlado de Cromwell, los cinco interpretaron roles en una pantomima anti-Wolsey (una obra que el Cardenal nunca vio). Que el castigo sea mayor que el crimen no parece molestar ni a Cromwell ni a su creadora. Después de todo, Dame Hilary arrastra su carga personal de neurosis y rencores infantiles. (Aconsejo la lectura del artículo “The Devil and Hilary Mantel”. En el, Patricia Snow identifica a los espectros de la infancia de la escritora y señala que rol han jugado en su narrativa).

La voluntad de servir a un tirano



No es accidental que “Wolf Hall” no coloque en la boca de Santo Tomás sus últimas palabras “Muero siendo un buen servidor del rey, pero  primero de D-s” En ese breve discurso Moro hace saber sus verdaderas razones para no acatar La Ley de Supremacía.  ¿Por qué iba comprometer su alma inmortal solo para servir a un tirano? Mal que mal, El Papado era la ONU de su época, un baluarte en contra de la crueldad de monarcas ineptos y hambrientos de poder como Enrique VIII.  

Hay quién creerá que Enrique Octavo independizó a Inglaterra, pero el único emancipado en este asunto fue el rey que de ahí en adelante no tuvo que rendirle cuentas a nadie. Más encima, auto-otorgándose una superioridad moral que no le correspondía, se convirtió en el guía espiritual de sus súbditos decidiendo lo que podían o no podían leer. ¡Eventualmente, y ante el horror del Buen Tom, Enrique se volvió un católico ortodoxo y comenzó a perseguir protestantes!



Para Tomás Moro estaba claro que a Enrique lo controlaban las gónadas. No quiso secundar a ese monstruo y estableció distancia, aunque esa distancia lo llevara al otro mundo. En cambio, Cromwell, estaba más que dispuesto a servir a un sociópata. El Buen Tom creía que le podía ponerle correa y collar al rey y usarlo a su antojo. Lamentablemente, Enrique cortó la correa y devoró al más leal de sus criados.

La serie “Wolf Hall “está bien actuada, posee atmosfera de época, visualmente es hermosa (a pesar de que a ratos es tan oscura que es difícil discernir lo que sucede), pero es tan tendenciosa que debo aconsejar a sus admiradores leer un poco más de historia antes de llegar a alguna conclusión. ¿Quiere eso decir que deseo más ficción sobre Los Toms?  ¡Para nada! Me parece que las excelentes interpretaciones de James Frain y Jeremy Northam, como los cancilleres, en “Los Tudors”, es un buen comienzo para poder conocer y comprender a estos individuos tan complejos e excepcionales.

Lo que me gustaría ver en ficción (es un antiguo capricho mío) es algo sobre “Las Megs”, Margaret More Roper y Margaret Giggs Clemens. Esta última no es tan conocida como su hermana de leche, pero es igualmente fascinante. Fue una gran matemática, experta en medicina natural, aparte de acompañar a su padre adoptivo al cadalso también asistió a los monjes a los que el Buen Tom torturaba. Es bueno recordar el valor, sabiduría y lealtad de estas mujeres que vivieron en una época en que los hombres dictaban las leyes y erraban al hacerlo



20 comentarios:

  1. Tiene una explicación muy sencilla: los guionistas de los Tudor eran irlandeses católicos; los de Wolf Hall, protestantes.

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    1. ¡Ni tanto, Reina Bandida! No sabía que Michael Hirst era católico. Tengo que agregar que el anti catolicismo de la BBC proviene del libro (y, en serio, lo han atenuado) Hilary Mantel es no solo anticatólica furibunda (ha dicho públicamente que ninguna persona respetable debería seguir a la Iglesia) pero también es anti religión, por eso su Cromwell es falso, él era un hombre piadoso.
      Por otro lado, Los Tudors son muy equilibrados al representar a los reformistas. Y muestran lo que sufrían. La tortura y martirio de Anne Askew, una mártir protestante, está muy bien descrito, es espeluznante

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    2. Michael Hirst, que es el único escritor, guionista e investigador histórico de los 38 capítulos de los Tudor, es inglés, nacido en Yorkshire, y protestante. La diferencia es que los Tudor es históricamente mucho más exacta, porque lo que Hirst quiso reflejar fueron las personas, los seres humanos y la época, mas que ensalzar un punto de vista como Mantel. El objetivo con los Tudor es que fuese lo más real y cercana a la historia y al mismo tiempo disfrutable para nosotros. En este pequeño fragmento, parte de una gran entrevista que le voy a enviar a Malena en los próximos días, sobre la construcción y proceso de escritura de los Tudor, Hirst dice:

      "Cuando escribí "Isabel" y "Los Tudor", me tocó investigar a fondo el choque entre catolicismo y protestantismo, y me dí cuenta de que en Inglaterra casi nadie habla del tema actualmente, porque se ve medio inapropiado que un católico hable de la reforma, y viceversa. En otras palabras, la propaganda de Enrique VIII funcionó: la iglesia católica era corrupta, malvada, codiciosa, y él necesitaba que todos entendieran eso para iniciar la reforma. En la escuela, siempre me enseñaron que la reforma fue algo bueno: que la destrucción del catolicismo en mi país y el triunfo de la reforma trajo cosas buenas, nos trajo el glorioso reinado de Isabel, Shakespeare, el progreso y la edad de oro.

      Mientras escribía la temporada 3 de los Tudor me encontré con algo que no me enseñaron en el colegio: la peregrinación de gracia, una rebelión católica contra la destrucción de los monasterios, reliquias y la política de Enrique. Yo vengo de Yorkshire, donde todo empezó. Fue algo gigantesco, miles de personas marcharon sobre Londres para enfrentar al rey, y absolutamente ningún director o productor había mostrado eso antes, ni en cine ni en TV. Nadie había retratado el sufrimiento de los católicos, y aunque yo no comparta ese punto de vista, era mi deber mostrarlo. Porque hay muchas verdades políticas y eventos que vienen justamente de las reformas religiosas y pensamientos espirituales. Eso, para mí, es fundamental cuando escribo una serie histórica."

      Luego te la envío Malena, estoy juntando material y traduciendo. Si vamos a celebrar la Tudormanía, hay que hacerlo como se debe. Gran post

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    3. A lo primero, Don George, para que realmente seas Gato Seriefilo, tienes que hacerte seguidor, mira qui al costado derecho donde dice Gatos Seriefilos: Followers y unte a la lista.
      Muchas gracias por lo de Hirst. Si me imaginé que no era católico. Lord Julian Fellowes, el creador de Downton Abbey, si lo es y se nota. En “Vikings” uno nota una reacción negativa de parte de Hirst hacia el cristianismo. No es así en “The Tudors”, donde hay un respeto hacia todos los creyentes, sean católicos, reformistas o disidentes.
      Gracias por la cita. Esa mención a Yorkshire y La Peregrinación de Gracia es importante. Yo me enteré de la existencia de la peregrinación de Gracia en esta serie. Antes yo creía que el cisma anglicano fue producto de un deseo a nivel nacional de reforma. nunca había oído de levantamientos populares como reacción contraria a la supresión delos monasterios. Creo que a pesar de las libertades que se tomaron, en lOs Tudor, (Robert Aske era soltero, la escenita de tortura de rigor no creo que tuviera lugar. Fue Norfolk no Suffolk el gran represor) es el retrato más honesto de esta manifestación ciudadana en contra de las reformas henricias, y es después del peregrinaje que Enrique vuelve a ser católico ortodoxo.
      Espero tu material para que podamos comenzar a celebrar este aniversario número 1 de una serie que, con sus bemoles, ha dado que hablar, ha dado que entretener y ha dado que pensar a los que tenemos el privilegio de gozarla.

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  2. En el momento en que una escritora de novela supuestamente histórica deja que sus prejuicios la influyan tanto como para cambiar esa misma historia que pretendía reflejar, ha fracasado.

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    1. Todavía no sé de donde le baja a Mantel tanto odio por la iglesia. En su autobiografía dice que fue porque impidió a los padres (toda la familia es católica) divorciarse y eso arruinó su vida familiar. Pero yo creo que hay mas. Ha hecho declaraciones que ninguna persona respetable debe ser parte de la iglesia católica.

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  3. Guillermina Antonucci Dicen que en la época no hubo hombres más probos que Tomás Moro y Erasmo de Rotterdam. Sus contemporáneos les atribuían una honestidad tal que eran árbitros seguros de cualquier juicio, más allá de la confesión que se abrazara. Y a Tomás le costó cara la crítica social y política que se mandó. Dicen que la Edad Media era oscura? El Renacimiento no se anduvo con chiquitas...

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    1. María Elena Venant Esa es la palabra, Reina Guivi, “probo” no santo” A pesar de que, en ese ambiente tan corrupto, ser un abogado honesto debe haber sido señal de santidad. Era muy buen abogado, y sus detractores se quejan de que utilizó hasta la última argucia legal para escapar a la acusación de traición. Primero, debe haber habido alguna satisfacción en poder defenderse tan hábilmente, por otro lado, el siempre admitió que no deseaba morir y que temía a la muerte horrible que le esperaba al traidor. Ese es un consenso en las producciones que cubren su martirio, Santo Tomas Moro no quería morirse y le temía a la tortura y a ser despedazado (el famoso “hung, drawn and quartering que esperaba al traidor). Por eso cuando en “Wolf Hall” Cromwell se queja de que todo este juicio y ejecución son parte de un tinglado que Moro lleva confeccionando por años y que quiere morirse solo como un acto teatral que dejará mal a sus verdugos ante la posteridad, uno se pregunta que mente es esa, la del personaje y la de su autora, para llegar a una conclusión tan nefasta y rebuscada?

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    2. Guillermina Antonucci Yo creería que la iglesia católica lo canoniza porque interpreta su muerte como un martirio, más allá de cualquier otra consideración. Simplemente porque mártir es el que muere por no querer abandonar su fe. En cuanto a otras características que lo hagan merecedor de santidad, ya me imagino que es opinable y que depende de donde te pares a analizarlo. Una cosa me parece segura: las series no son casi nunca el lugar adecuado para aprender historia, jajaja!

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    3. María Elena Venant Guillermina Antonucci No son, pero lo son. Nos hemos reído en el blog últimamente de un artículo de un profesor de Cambridge que contaba que sus alumnos se preparan para sus clases de historia leyendo Wolf Hall. Sobre la santidad de Tomás Moro, la mayor ironía es que la Iglesia Anglicana que él tanto persiguió lo ha incorporado a su lista desantos. El valor de la ficción histórica audiovisual es que le da un rostro al personaje histórico y nos lo hace cercano. He descubierto que hay shippings históricos (el de Moro y Catalina de Aragón se llama “TomKat”) y fanfiction y chongos históricos. Para mí lo importante es que te motiva a leer más, a ilustrarte más sobre el tema. Yo me he leído lo que he podido sobre Moro, se dé dónde surge su leyenda negra, conozco las agendas y neurosis que empujan a ciertos historiadores a odiarlo y otros a ensalzarlo. Eso tengo que agradecérselo a lOs Tudors y a Wolf Hall.

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  4. Genial Malena, gracias por traernos este retrato de Thomas More a través de los errores y aciertos de caracterización en las series de ficción histórica. Me ha gustado también el debate que se armó en tu página de Facebook, veo que lo has trasladado en parte aquí para que todo el mundo pueda leerlo.
    Muy interesante la figura de este hombre humanista, que adelantado a su época escribió esa Utopía con ideas con una sociedad en la que el divorcio, el matrimonio por amor, la libertad de culto eran un derecho; amigo de Erasmo, de Luis Vives, y que era defensor a ultranza de la doctrina católica, aunque ansiaba su reforma oponiéndose al capricho de Enrique de romper con Roma. Me llama la atención que portara un cilicio, que aún se puede apreciar hoy en día como una reliquia del santo.
    Y como a todo cerdo le llega su San Martín, al siniestro de Cromwell le llegó el suyo, cuando Enrique le cogió inquina por casarlo con la no muy agraciada "yegua de Flandes", la princesa protestante Ana de Cleves. Un movimiento muy inteligente intentar aunar la iglesia anglicana y luterana pero cuando tratas con un tarado y déspota como era Enrique VIII te puede salir el tiro por la culata. Curioso que Cromwell gritara en su cadalso que moría por la fe tradicional, ya era tarde;)

    Desconocía a "Las Megs", y veré "A man for all seasons " sobre Tomás Moro para ver si ofrece un retrato más fidedigno del personaje. Un abrazo

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    1. Hace poco me puse a ver las películas antiguas sobre los Tudor y ví "Un hombre de dos reinos" o en inglés 'A man for all seasons'...y me pareció increíblemente sesgada, sin matices, desordenada en su lógica y los diálogos...no sé, como que no me terminó de cuadrar. Es casi una carta de beatificación hacia Moro, que al márgen de si la merece o no (que es un hecho que yo, al igual que Malena, cuestiono, aunque valoro infinitamente la honestidad y corrección del abogado) no tuvo, para mí, ningún momento memorable y no me dejó nada que rescatar o nada que no supiera. Y eso que retrata a Margarita Moro aunque tiene poca pantalla, aunque claro estamos hablando de una película basada en una obra teatral. Lo curioso es que me pasó lo mismo con Ana de los mil días: volví a verla y la encontré incluso peor: diálogos inventados, Ana Bolena era demasiado víctima y no me gustó para nada el Enrique de Burton. Aunque claro también está basada en una obra teatral, y recordemos que en el pasado así eran las películas: los malos eran malísimos y los buenos unos angelitos.

      En cambio, los videoclips que pusiste en el post, la escena en la que Moro habla con Margarita sobre el martirio, su escena en la cárcel cuando le dice a Alicia que teme morir, la ejecución y el grito desgarrador de Enrique...Dios Malena me hiciste buscar esas escenas en inglés y verlas otra vez (no soporto el doblaje castellano hecho en España, las cosas se ven en español neutro o en su idioma original). Michael Hirst nos pintó escenas bastante poderosas para humanizar a estas personas; por eso le perdono que en la serie no haya puesto la trama de la doncella santa de Kent, que me parece fascinante y se hubiera visto de 10 en la serie. Personalmente, no creo que Ana Bolena haya sido la culpable por la ejecución de Moro; lo que creo es que Enrique se arrepintió después, buscó culpables y en su cabeza decidió que ella lo presionó y tenía la culpa por sus decisiones, otra muestra de su personalidad megalómana. Lo mismo pasó con Wolsey y Cromwell; Enrique se arrepintió cuando era tarde y culpó a otros.

      Siempre admiré a las Megs, sobre todo a Margarita Roper, la primera traductora en publicar e imprimir sus obras según leí. Es muy pero muy interesante, el hecho de que Moro considerase importante la educación hacia las mujeres en una época en la que eran consideradas débiles y piezas de cambio. Mi primer acercamiento a Moro fue la novela "La víspera de santo Tomás" de Jean Plaidy, que es incluso más sesgada, compacta y con sus errores que la película de Scofield, pero me dió un retrato más humano y cercano, una visión de Moro y su vida familiar que siempre se quedó conmigo. Y gracias a Geremy Northam y su interpretación espectacular, sobre todo en el juicio y en sus escenas con Wolsey y con su familia, el retrato se completa. La función de la ficción histórica es acercar a estas personas a nosotros, pero no hay necesidad de cambiarlos o justificarlos, sino entenderlos, como dice Michael Hirst.

      Bueno, me voy a seguir traduciendo. He estado avanzando toda esta semana en el trabajo la entrevista que le debo a Malena, voy por las 10 páginas y estoy a punto de acabar. Un beso, mis lindas damitas, un placer debatir con chicas tan inteligentes

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    2. Reina ElleLo que mas me gusta cuando estoy escribiendo una entrada, y ya sé que las hago largas, es dejar ciertos detalles fuera para comentarlos con ustedes luego. El cilicio y A Man for All Seasons son detalles que esquivé en mi retrato de Tomás Moro. Comencemos por lo último. Cada vez que al paso de algún detractor de TM le salen criticas estos esgrimen la bandera de “¡todo es culpa de Robert Bolt!” ¡Da la impresión de que antes que Bolt escribiera su obra teatral, todo el universo conocía la sevicia de Moro y que cambiaron de idea al leer Un Hombre para la Eternidad!”
      Bolt era un maestro de historia que se dedicó a escribir radionovelas. En 1955 escribió “Un hombre para la eternidad” como pieza radial. Se puso en escena en 1960, cuando Bolt ya había cosechado fama como dramaturgo y en 1966 se convirtió en filme que se ganó todos los premios habidos y por haber (lo mismo la obra). Yo lo vi a la edad increíble de ocho años con mi hermano de seis. Obvio que a pesar de lo avispados que éramos no entendimos mucho. Tres cosas que recuerdo: la ejecución que me dio pesadillas, el Rey y Meg. Robert Shaw hizo de un rey payaso (mi hermano se pasó años” riéndose como Enrique Octavo”) y nos dejó claro que era horrible trabajar para y vivir bajo este rey tirano, ridículo, ególatra, etc. Meg, me encanto, por linda, por buena hija y por ser instruida. Hay una escena famosa en que Enrique la interroga para poner a prueba su erudición y se molesta porque Meg sabe más latín que él, y la pobre está ahí toda incomoda. En ese tiempo yo sufría mucho porque el ser la mejor alumna de la clase me ponía merced del maltrato físico y verbal de mis compañeros. Tal como Meg, yo trataba de ocultar mis conocimientos, pero no podía.
      El caso es que Bolt ha sido acusado de “santificar” a Moro (a mí me molesta más que ponga a Chapuys de malo). Bolt era agnóstico total, su obra en ningún momento adquiere aspectos religiosos. No se habla de reforma, ni de los monasterios, ni aparece el arzobispo Fisher. Pero precisamente por eso no se habla de ejecución de herejes. No es que fuera un tema desconocido. John Foxe ya lo había hecho público unos cuarenta años después de muerto TM. Y sin embargo eso no afectó para que treinta años más tarde William Shakespeare y tres otros dramaturgos escribieran una obra clandestina glorificando a TM.
      Aunque el consenso entre historiadores modernos es que TM que era un gran hombre, como humanista, filósofo y estadista, el grosso publico llego a conocerlo gracias a la pieza (y como yo vía cine) de Bolt. Cuando Jasper Ridley escribe su The Statesman and the Fanatic en 1982, está destruyendo, y a propósito, la imagen de Bolt, porque esa es la que conocen los que jamás leen un libro de historia. Ahora, Ridley era un pobre viejo amargado que ni siquiera era historiador y escribió un libro usando un mínimo de fuentes que apoyaran sus puntos de vista, pero y aquí entra lo importante. Mantel le creyó el cuento. Lo utiliza como su gran muleta para su propia versión de revisionismo histórico. Y esa versión es la que ahora todos leen o ven y creen. Ese es el peligro de creerse la ficción histórica. Bolt nunca dijo que escribía historia, su pieza teatral es semi alegórica siguiendo las líneas del teatro brechtiano, su Moro es un icono que representa el valor y poder de la integridad ante poderes totalitarios.
      En la próxima hablamos del cilicio

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    3. George (exijo que te vuelvas Gato), como le decía la gatita Elle, la obra de Bolt no pretende ser histórica, sino más bien alegórica. Yo también encontré aburrida la peli, y la volví a ver hace poco. Ahora me concentré en Sir Richard Rich, el villano más grande la era Tudor que Sir John Hurt convierte en un fanboy medio tonto y solapado.
      Ohhh yo amo las traducciones iberas (no soporto las latinas), les dan un toque de época y el acento puede ser sexy. Y eso que extraño la voz acariciadora de Jeremy Northam. Uf eso de poner al Mr. Knightley de Emma como Santo Tomas Moro me lo aleja más al personaje de los altares. Y si su interpretación es maravillosa. El mejor Tomas More que conozco (y eso que me gustó Charlton Heston en una versión de A Man for All Seasons de 1988)
      Pon “The Tudors” y” Thomas More “en YouTube y te salen todos los clips. Claro, te van a salir los fans videos con esos fondos musicales tan anacrónicos, pero también los clips de la serie.
      Hay tanto que Hirst puso en la serie y tanto que no puso. Le dejo el camino libre a Mantel para ofrecerle a los incautos su versión de la historia del periodo.
      Maxwell Anderson era muy parcial con sus protagonistas femeninas y convirtió a Ana de los Mil Días en una víctima total. Yo nunca terminé de ver ese filme (me llegó mi primera regla en el cine y me tuve que ir a mi casa) pero Richard Burton con sus jadeos me dio otra visión de Enrique, la del viejo cochinón. Nunca he entendido la fascinación del mundo por Richard Burton. Nunca entendí la fascinación de Dame Liz por él.
      Muchos besos a ti. Espero se te haya pasado el resfrio. El gusto es nuestro.

      noo, esta larguisima esa entrevista. Mejor me la pasa y yo traduzco las citas pertinentes,

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    4. Sobre el famoso cilicio que tanto escandaliza a Cromwell y a su creadora. Nos parece grotesco e inhumano usar una camisa de crin (en realidad creo que Moro usaba uno de esos cilicios que aprietan la pierna) o flagelarse. La camisa de crin o de tela burda era usada por los penitentes de la Biblia, al igual que la corona de cenizas. En el judaísmo está prohibido mortificar la carne, a pesar de que tenemos permiso y es aconsejable ayunar como parte de un proceso de contrición.
      Hasta los 60s, los cilicios y la autoflagelación eran costumbre obligatoria de la vida monástica católica. Ahora son permitidos (no obligatorios) para ciertas ordenes (cartujos, franciscanos y carmelitas). También los usan los miembros solteros del Opus Por eso no me sorprendió saber que Beato San Juan Pablo y Beata Madre Teresa los emplearon hasta el fin de sus días. A propósito, las Iglesias metodistas y presbiterianas también los utilizan como vestidura de quienes hacen penitencia publica tal como lo retrata el Antiguo Testamento.
      Por eso no hay sorpresa en saber que un hombre religioso como santo Tomás usaba cilicio. La Reina Catalina uso uno en la época en que suplicaba a D-s constantemente por un hijo varón (el que debió usarlo era Enrique y no precisamente en una pierna).
      Para gente ignorante como Jasper Ridley y su acolita Mantel (y cada vez me convenzo más que su irresponsable malicia nace de su ignorancia no de rencores infantiles) un hombre que se azota y tortura tiene que ser un masoquista y ya ven a Tomas Moro escurriéndose por callejones en busca de prostitutas armadas de látigos.
      Richard Marius que ha escrito una excelente biografía de TM se enreda cuando llega al tema del silicio. Bien dice que Thomas More era un hombre contradictorio (yo agregaría que tenía un temperamento mediterráneo) y que el cilicio lo necesitaba para curvar su mayor falla, léase su apetito sexual. Y ahí es donde chocamos el catedrático y yo, porque yo tengo otra visión del santo, lo veo como un hombre que gozaba de todo lo que la vida le ofrecía.
      Hasta ahora no he encontrado nada en lo que he leído de su vida de que repudiase los placeres de la carne siempre que fuesen dentro del matrimonio. El mismo lo pone en Utopía donde estable la edad de consentimiento de la mujer a los 18 (mucho más que la prevalente en su día) y la prohibición de tener relaciones prematrimoniales porque si todos pudieran tener sexo a destajo nadie formaría familias (y razón no le falta). En Utopía vemos que quien escribe es conocedor de las reglas que gobiernan nuestra sexualidad y en ningún momento repudia el deseo sexual solo su satisfacción fuera de parámetros aconsejables a una sociedad bien llevada. (sigo en otra ristra)

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    5. sEguimos con el cilicio:
      ES sabido que TM quiso ser monje. Marius y otros son de la opinión que lo que lo alejó de la vida monacal fueron precisamente sus gónadas. Yo he leído que More deseaba tener una familia algo que no podría tener siendo monje. Por otro lado, rechazaba la venalidad y mal ejemplo que veía en algunas ordenes monásticas.
      TM se casó a la edad de 26 años con Jane Colt de 21. Aparte de educar a su esposa, en los seis años de matrimonio More la embarazó cuatro veces (tal vez más, pero se sabe que tuvieron cuatro hijos que llegaron a la edad adulta). Obviamente, no había problemas en la vida marital de ambos. Y aquí viene lo interesante. Menos de un mes de viudo, Thomas More se casa con una amiga de la familia, Alice Middleton, viuda, millonaria y siete años mayor que el novio.
      Tanto los amigos de More como sus biógrafos insisten en que la prisa por casarse no se debió a necesidades carnales sino a que no sabía atender a custro críos chillones que necesitaban de una madre. Otros han insinuado (la iglesia es una gran promotora de esta teoría que no sé de dónde sale) que ese matrimonio nunca se consumó. Que no tuvieron hijos, ¿no sería porque Alice ya era cuarentona? Que, porque era fea y narizona, que porque tenía un carácter endiablado.
      Yo creo que precisamente esa confianza que se desarrolla entre ambos esposos para tratarse con tanta libertad e incluso expresar su enojo, nace de una vida íntima sana. Los contemporáneos dicen que Alice se quejaba del silicio del marido. ¿Y cómo lo veía si no dormían juntos? Michael Hirst los hace compartir la misma cama (escena de la pesadilla de TM). Mantel hace que primero Stephen Gardiner (otro gran villano Tudor) le cuente a Cromwell que los malos modos de Lady More se deben a que le falta cama. Mas tarde, cuando Alice visita a Cromwell insinúa que, si ha temido relaciones con su marido, pero también que More tiene una obsesión morbosa con Margaret. Ayyy Dame Hilary.
      A lo que voy, no creo que el cilicio estuviera ahí para evitar que Santo Tomas tuviera fantasías masturbadoras, por algo tenía mujer, enojona y narigona, pero que la ley y D-s le permitían utilizar como escape. Yo creo, junto a otro biógrafo del santo, Louis Lohr Martz, que el pecado más grande de Santo Tomas More era el orgullo que el cilicio y otras mortificaciones eran los instrumentos que sir Thomas usaba para corregirse.

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    6. He visto al fin All man for all seasons y tenéis razón, da también una visión muy sesgada de la historia, con un Enrique VIII bipolar que da mucho miedo con sus arranques de humor y un Cromwell tan malísimo como Gríma lengua de serpiente. La segunda parte de la película correspondiente el juicio de Moro es endiabladamente aburrida. Me gustó ver sin embargo la vida cotidiana en casa de los Moro y la caracterización de Charlton Heston como rey.
      A saber la historia del cilicio, es frecuente entre cristianos practicantes hacer promesas a santos para que los ayuden. Ir de peregrinación a tal romería, hacer una donación...Aunque los castigos físicos están más en desuso aún existen, por ejemplo no se me olvidará a una mujer con las rodillas despellejadas y sangrando avanzando con ellas por la enorme explanada del santuario de Fátima. Otros se machacan a hacer pesas en el gimnasio todos los días, dime si eso no es penitencia ;)
      Puede que lo del cilicio fuese un síntoma psiquiátrico, ya que hay gente que se autolesiona con cortes y quemaduras, que luego esconde bajo las mangas o las perneras del pantalón. Son adictos a hacerlo, ya que el dolor físico les alivia el dolor psicológico que sienten.

      Leyendo en internet sobre los Tudor, me encontré que el diccionario de la RAE esté reflejado el término "anabolena". Dice: Mujer alocada y trapisondista. Podría decir entonces por ejemplo que la vecina del quinto es una anabolena jajaja Curioso.

      Igualmente es un placer George, encantada de leerte.

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    7. ¡Pobre Ana Bolena! ¡Que mala prensa! LO que demuestra que había Leyenda Negra en ambos lados.
      Como te decía no era Charlton Heston quien interpreta al rey bipolar, sino el difunto Robert Shaw. Orson Wells, especialista en villanos gordos era Wolsey y el malévolo Cromwell era Leo Mckern. El que me gustó mucho fue Sir John Hurt como Richard Rich que lo muestra como la cucaracha que realmente era. Como ya he dicho vi esa peli a los 8 años y casi me dormí, si no fuera por Margaret. Como dices lo mejor es la vida familiar de los Moro. Yo creo que es algo en lo que tanto sus contemporáneos como sus biógrafos concuerdan y hacen hincapié, el fantástico entorno doméstico que logro construir en los últimos veinte años de su vida y que todos admiraban. En la peli que tu viste, el Richard Rich anda de gorrón dejándose caer a cada rato psara comer gratis.
      E; juicio es soporífero, por suerte en Los Tudors y en Wolf Hall lo hacen breve.
      Yo no comparto con la necesidad de castigar el cuerpo, con la excepción del ayuno que al final hace bien a la salud, pero hubo una época en que la mortificación de la carne era parte fundamental de la vida religiosa, monástica, y seglar. Si hubo locos que se extralimitaban, tal como hoy los cilicios se usan dentro de juegos sadomasoquistas para aumentar el placer a través del dolor. Pero el cilicio era parte de la vida de los cristianos, tanto como el ayuno en cuaresma. Todas las mujeres cristianas ayunaban en cuaresma, pero otras ayunaban todo el tiempo y de tal manera que se les llegaba a ir la menstruación. Yo veo que Moro usaba silicio, como lo usaban Catalina, y muchos reyes. A Carlomagno lo enterraron con su cilicio puesto, Iván el Terrible usaba una camisa de crin. Pero no creo que aparte de la aspillera, Moro exagerase la mortificación. A él no le gustaba el dolor físico. Le escribe a Erasmo quejándose de cálculos renales. Le tenía pavor a la tortura y esto es consenso de todos, biógrafos y novelistas, tenía mucho miedo a la muerte horrible que le esperaba. Por eso me parece más admirable su negativa a salvar la vida a cambio de su integridad. Recordemos que solo unas horas antes de su ejecución, el rey le conmuta la pena cambiando el método a decapitación. Enrique, tal como lo hizo con Ana Bolena, permitió la decapitación a cambio de una promesa de Moro de hacer un discurso breve… y en el que hablara bien de Enrique!
      LO chistoso es que los Puritanos resucitaron el uso del silicio entre protestantes, y gente del Oxford Movement que intentó reformar la Iglesia Anglicana en la era victoriana también lo usaban. Hoy la Iglesia exige que el cilicio incomode, pero que no haga daño. Claro, tu mencionas ejemplos de religión popular como las penitencias de Pascua, donde hay gente que realmente se tortura. Pero como dices hay tantas maneras en las que hoy maltratamos nuestros cuerpos y por razones menos espirituales. Al final un cilicio simple duele menos que un tatuaje.
      Dos cosas que me sorprenden de “Wolf Hall” La primera es la insistencia de Mantel de mostrarnos a More como patriarca de una familia de locos. ¿Estaba tan segura de que sus lectores eran ignorantes y le iban a creer en vez de ponerse a leer una de los miles de biografías de Moro que pululan por ahí?
      Lo otro es lo mucho que molesta a Cromwell el silicio de Sir Thomas. ¿Porque habría de molestarle algo que era parte de la vida cristiana de entonces? Los protestantes estaban en contra de estatuas, reliquias e imágenes, pero no de disciplinas ni de mortificaciones. De hecho, se quejaban de que los monjes llevaban vidas llenas de comodidades y relajación muy alejados de ejercicios espirituales.
      Ya y me voy a ver si publico hoy lo de Los Tudors ya prometido.

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  5. hola malena! con mucho placer descubrimos tu blog y aqui nos quedaremos, no sin antes compartirte y llevarte al muro, tienes tooooooodo lo que nos gusta, las series , que bellezas y tus reseñas son memorables, no te asustes si viene varios de nuestros seguidores luego de ver todas las reseñas que te llevamos! abrazosbuhos desde argentina!!!!!!

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    1. Lo que menos me asusta son seguidores, Sabri y Pitu, sobre todo si son vintage como uds. Llevenme donde quieran, traiganme a quien quien quieran. Si son anglo-parlantes pueden pasar a mi otro blog http://basedonbygone.blogspot.com/
      ahi están las versiones originales de estos blogs que tanto les han gustafo, pero en el futuro, es posible que ponga ahí artículos que no traduciré. Tienen FB para seguirlas? Un abrazogato gigante.

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