miércoles, 25 de septiembre de 2019

Charité at War: Un vistazo a la medicina nazi



Para la segunda temporada de esta serie alemana, los productores pudieron elegir cualquier periodo entre el Siglo XVIII y el XXI, pero prefirieron irse a lo más riesgoso, lo vivido en La Charité durante el Tercer Reich. “Charité at War” explora los horrores de la medicina y psiquiatría Nazi a la vez que nos muestra el mundo clandestino de la resistencia alemana. Pero este periodo de la historia y estos temas son todavía tabú en la sociedad germana, algo que lamentablemente acaba por teñir la serie con tonos de superficialidad, sentimentalismo barato y datos falsos.

Ha pasado medio siglo desde que Ida Lentze abandonara La Charité para estudiar medicina en Suiza. Ahora hay mujeres médicos, enfermeras tituladas, hasta estudiantes de psiquiatría. Las mujeres usan faldas cortas o pantalones, hay teléfonos, automóviles, y aviones que lanzan bombas. El nacionalismo, que simbolizara el joven Kaiser en la primera temporada, ha dado como resultado dos guerras mundiales. El antisemitismo que vimos en los días de Paul Ehrlich se ha convertido en política del estado. Alemania es un país sin judíos (aparece uno clandestino al casi final de la temporada).

¿Sauerbruch, Villano o Héroe?
Volvemos a los personajes reales. Importantísimo en su día era el jefe del departamento quirúrgico, Ferdinand Sauerbruch (Ulrich Noethen). Antes de Hitler, Sauerbruch era ya famoso por sus innovaciones en la cirugía torácica. Entre sus clientes se contaban Lenin, el presidente Hindenburg y Kemal Ataturk, “El Padre de la Turquía Moderna”. A pesar de que después de la subida de Hitler al poder, siguió tratando judíos como amigos y pacientes y públicamente condenó el programa de eutanasia nazi, Sauerbruch era tan importante en el extranjero que Goebbels lo protegió hasta el final de la ira del Fuhrer.
Sauerbrauch, Otto y Stauffenberg

Sauerbruch nunca fue un resistente como lo fueron su hijo y sus pacientes Claus von Stauffenberg (Pierre Kiwitt) y Hans von Dohnanyi (Max von Pufendorf). Ambos aparecen en esta temporada de “Charité”.  Sauerbruch amparará a von Dohnanyi que debido a las torturas ha quedado semi paralitico. 

La segunda esposa de Sauerbruch, la Dra. Margot (Luise Wolfram) reprocha a su marido su ambigüedad política, pero es esta ambigüedad la que le permite moverse entre dos mundos y ayudar a resistentes. ¡Y vaya que hay resistentes en la Charité!

 El tema ha sido tratado por el joven historiador alemán Christian Hardinhaus (lamentablemente su obra no ha sido traducida todavía) en su biografía Ferdinand Sauerbruch. Su novela El espía de la Charité nos muestra el hospital como un foco de resistencia. Von Stauffenberg era amigo de Peter Sauerbruch y paciente de su padre. En casa de Sauerbruch hubo reuniones de los generales que complotaron contra Hitler. 

Ya he mencionado que Sauerbruch tuvo a Hans von Dohnanny en su clínica. Maria Fritsch (Sarah Bauerett), secretaria de Sauerbruch, era amante y colaboradora de Fritz Kolbe (Marek Harloff), el diplomático que trabajaba para los Aliados. La misma Margot Sauerbruch llevó papeles secretos a Suiza por pedido de Kolbe.
Kolbe y María

Sin embargo, tras la guerra, Ferdinand Sauerbruch, y a pesar de todo su prestigio y todas sus amistades antinazis, tuvo que ser desnazificado por las autoridades de la Ocupación. Hablo de americanos, ingleses y franceses. Los soviéticos estaban entusiasmados con este prestigioso médico que una vez extrajo un molar cariado del mismísimo Vladimir Ilich y que tenía una experiencia extraordinaria con prótesis y miembros artificiales, tristemente tan necesarios después de una guerra.

El problema con Sauerbruch,  lo que lo convierte en un personaje controversial, es que él apoyó el uso de prisioneros como conejillos de Indias. Personalmente endorsó los experimentos que se hicieron en prisioneros del campo de concentración alsaciano Natzweiler.

Fue precisamente el medico alsaciano Adolphe Jung (Hans Lowe) quien ayudaría exonerar a su antiguo jefe. Cuando Alsacia fue anexada al Reich, Jung se negó a considerarse alemán. En castigo,  los nazis lo llevaron a Berlín a trabajar en La Charité en calidad de “esclavo”. Allá el medico colaboró con el espionaje de Kolbe y también recolectó información para la Resistencia Francesa. Según Jung, Sauerbruch sabia de estos movimientos y nunca lo delató.
El Dr. Jung

Los Monstruos de La Charité
De todos modos, la serie (que no menciona para nada los experimentos) tiene villanos más grandes que mostrarnos como el siniestro Max de Crinis (Lukas Miko), el psiquiatra más importante de la Alemania Nazi y un gran coagente del programa de eutanasia forzada.

Gracias a las cátedras de este psiquiatra austriaco (que a veces las da en flamante uniforme de las SS de la cual era miembro) alcanzamos a entender en qué consistía la psiquiatría nazi. Según De Crinis hay dos tipos de paciente afectados por la fatiga de combate. Unos, “los actores”, solo fingen y para ellos hay un único destino, el paredón. Los otros, “los histéricos”, se curan a punta de electroshocks y trabajos forzados (WTF?).

Mas interesantes son sus diatribas en contra de los homosexuales: enfermos, pervertidos, antipatriotas, indignos de ser considerados alemanes o servir al Reich. Max de Crinis acaba su homófobo discurso con un chiste ordinario asegurando a sus alumnos, muchos de los cuales son soldados con permiso o recuperándose de heridas de guerra, que “mientras ustedes estén en el frente, nosotros protegemos su retaguardia.”

Por supuesto que la maldad de De Crinis no se reduce a sus clases. Lo vemos hacer ejecutar a un soldado que el psiquiatra cree perdió una pierna a propósito para no volver a pelear; hace arrestar a la pareja gay de la serie; lanza al suelo a Hans von Dohnanyi convencido de que finge estar invalido e implanta una espía en la sección de Sauerbruch, la toxica y fanática Enfermera Christel (Frida Lovisa-Hamann).

Max de Crinis evadió la justicia, suicidándose junto a su esposa en vísperas de la Caída de Berlín, pero no es el único monstruo de la Charité. El Profesor Georg Bessau (Peter Cremer) también se libró de la justicia falleciendo de cáncer un tiempo antes de acabar la guerra.

Hasta el 2005, el área de cuidados intensivos de la sección de pediatría del Hospital de Geissen llevaba el nombre de este reconocido pediatra. Hoy se sabe, y se agradece a “Charité at War” informarnos, que Bessau estuvo involucrado no solo en los asesinatos de niños considerados indignos de seguir viviendo, ósea discapacitados física o mentalmente. Además, Bessau dirigió un programa de dolorosos experimentos a los que sometió a estas criaturitas.

La  Pareja Perfecta Nazi
Bessau y De Crinis son los “padrinos” de la pareja protagónica de esta historia; Arthur (Artjom Gitz) y Anni (Mala Emden) Waldhausen, la “Pareja Perfecta Nazi”. Arthur es el segundo en comando de Bessau en la sección de pediatría de La Charité. Esta posición le evita tener que ir a pelear al frente ruso, así que el oportunista medico se ensaña con estos niños que antes de morir sufrieron dolores inmensos.

Su esposa Anni es el ejemplo de la Nazi más fanática, y la esposa y madre que el Tercer Reich quiere. “Sí es un niño le pondremos Adolf” dice del bebé que espera. Anni es tan fantásticamente devota de los ideales nazis que se le permite lo impermisible. A pesar de estar casada y en el sexto mes de embarazo, puede seguir yendo a clases y preparar su tesis de psiquiatría bajo el admirado ojo de de Crinis.

Es que la tesis de Anni gira en torno a soldados que se han auto herido para huir del campo de batalla. Eso la pone en contacto con Paul,  quien ha perdido una pierna en el frente de Stalingrado. Anni es instrumental en conseguir que se ejecute al soldado. Tanto ella como su marido no tienen respeto por la vida humana.

Los Waldhausen son arrogantes, egoístas y aprovechados. Mucho patriotismo, pero ambos están encantados de saber que el trabajo de Arthur le evita ir a la guerra. Cuando Otto (Jannick Schumann) el hermano menor de Anni, retorna del frente ruso, ella no quiere oír noticias “derrotistas” sobre lo mal que lo están pasando la Werhmacht y sus soldados.

La situación cambia cuando Anni da a luz a una niña que sufre de hidrocefalia, condición que la condena a muerte en ese país donde solo sobreviven los niños arios y perfectos. Ahí los Waldhausen enloquecen, exigen silencio y ayuda de los mismos que ellos consideran poco patriotas como los Sauerbruch y Otto. Y se asombran cuando son delatados por una jefa de enfermeras que creían su amiga. No reparan en que ellos mismos han delatado inocentes, su egocentrismo los hace creerse privilegiados.

Las cosas se complican. La pequeña Karin no reacciona ni a cirugías ni a tratamientos. Arthur comienza a preocuparse que va a perder la oportunidad de reemplazar a su jefe cuando este fallezca. El mismo Bessau le aconseja enviar a Karin a un hospital que ambos saben es el castillo-de irás-y-no-volverás. Mas encima el perverso viejo le aconseja “hacerle otro hijo” a su esposa “para consolarla”.

Anni comienza a darse cuenta de que no vive en un paraíso, que sus amigos no son sus protectores. Otro temor es que no la dejen embarazarse de nuevo puesto que en algunos casos la hidrocefalia es hereditaria. Arthur le asegura que ella seria la portadora de genes defectuosos puesto que él ya tiene otros hijos muy sanitos. ¿Qué otros hijos?  Un poco cortado, un poco jactancioso, Arthur revela que ha sido voluntario del nefasto programa de Lebensborn

El pediatra le cuenta a Anni una paparrucha de que se ha hecho todo con inseminación artificial. Ni Anni ni nosotros le creemos. Los bebés del Lebensborn se hacían en un cuarto de hotel con una cama gigante y participaban un garañón de la SS y una nena con ganas de parirle hijos al Reich. Por supuesto, ambos debidamente certificados como arios y sanos.

Anni comienza a desconfiar de su marido y aún más cuando se entera de los pavorosos experimentos que Arthur práctica. Vamos viendo como la “ Pareja Perfecta Nazi ” se descalabra. Algo que me ha gustado de la serie es que ninguno se arrepiente, parten de la base que son “victimas”. Eso si se acusan mutuamente.



“¡No soy un monstruo!” gime Arthur.  “¡Nooo, solo matas hijos ajenos!” ‘le lanza su mujercita la cara. Al final,  en un bunker esperando la llegada de los rusos, Arthur harto acusa a su mujer de no ser una blanca paloma y haber llevado a un hombre ante un pelotón de fusilamiento. Lo curioso es que se culpan mutuamente, pero nunca culpan al régimen que los convirtió en ogros.

Amor Entre las Ruinas
Ya que este matrimonio es una farsa, que el de los Sauerbruch es más amistad y complicidad que romance, el toque romántico lo ponen aquí Otto y Martin (Jakob Matschens) que también son los personajes más positivos de esta fábula. Martin es un oficial condecorado quien ha perdido una pierna en Rusia. Después que Sauerbruch le implanta una de sus famosas prótesis, Martín se convierte en enfermero en La Charité donde dispensa compasión y socorro a todo el que lo necesite sea von Dohnanny, Jung, un niño que casi ha explotado con una bomba, hasta ayuda a la ruin Anni a esconder a Karin.

Otto,  al comienzo,  nos engaña a todos incluso a la fanática Christel haciéndonos creer que le gustan las chicas. Un día impulsivamente besa a Martin quien le da tremendo empujón. No es que el enfermero sea homófobo, su problema es mayor. En el Tercer Reich la homosexualidad es castigada con la muerte, precedida por todo tipo de abusos y experimentos en campos de concentración. Él ya tiene un prontuario. Otra caída y acaba en un campo y Otto con él.

“Charité at War” refleja lo más opresivo, cruel y monstruoso de la sociedad Nazi; la persecución de los homosexuales, aunque como dice Martin “los rusos también encarcelan a los gays”; y una niñez que no existe. Los niños pierden a los padres, estallan cuando recogen bombas, son quemados en bombardeos y cuando no son perfectos, son sacrificados. Aun peor, al final de la guerra vemos bandas de niños asesinos, obligados a matar o ser muertos en nombre de un régimen ya colapsado.

Es una sociedad sin ternura, sin compasión, una sociedad de delatores y cómplices. Cuando Sauerbruch habla de que “la medicina debe ser amor” parece estar predicándole a marcianos. Lo que más separa esta sociedad de la de la Primera Temporada es la ausencia de religión. No vemos servicios religiosos, ni capellanes, incluso el villancico “Noche de Paz” recibe un tratamiento “nazificante” en que las imágenes religiosas son reemplazadas por loas al Fuhrer y al Partido.

Solo al final, en ese bunker donde los Waldshausen esperan el asalto soviético, la matrona que delató a Karin se acuerda de un Ave Maria. En un rincón, el Token Jew (aunque aquí ya deberíamos hablar del “Gran Salvador Judío” solo que a mí me encanta ese cliché) se atreve por primera vez en años a entonar públicamente plegarias en hebreo.


Las Mujeres de la Alemania Nazi
Algo muy bien retratado en la serie es la condición de las mujeres. Existen contrastes entre Margot Sauerbruch, mujer de pantalones, que fuma, usa maquillaje y está más que dispuesta a practicarle un aborto a Maria Fritsch, con Christel y Anni de caras lavadas, y faldas aun en el gélido invierno. Anni pregona que quiere tener muchos hijos, pero no porque le gusten los niños sino porque quiere darle soldados a la Vaterland.

Aun así, existe una mujer en este mundo que nos presenta el otro lado del sexismo nazista. Cuando Anni tiene a su bebé, la colocan en la misma suite que Magda Goebbels (Katharina Heyers), Primera Dama del Reich. Efectivamente, en 1942, la esposa del Ministro de Propaganda sufrió un aborto espontaneo. La pérdida le provocó una depresión que la empujó a un intento de suicidio.

Se nota la diferencia entre Anni en basto camisón, pero con bebé en brazos y rodeada de mimos por parte de su marido con Frau Goebbels, pintada, en negliges de seda, fumando, bebiendo champaña, pero totalmente sola. En medio de su depresión, y bastante borracha, Magda lanza unas críticas al régimen que asombran a Anni. Antes de marcharse, Magda envuelta en pieles, le aconseja a Anni olvidar todo lo oído y hace una apología del Nazismo y alaba a su compañera de cuarto como ejemplo de la madre y esposa alemana.

Es una ironía porque pronto Anni caerá de ese pedestal y Magda en toda su soledad representa a la mujer refinada, sexy y atractiva que los hipócritas lideres Nazis preferían. Todos,  desde Goebbels hasta el Fuhrer,  sentían debilidad por las actrices antes que por las muchas Anni y Christel tan devotas del partido. Anni lo comprende así y cuando va a ver a de Crinis (que estaba casado con una actriz) para abogar por Martin,  se pone su vestido más llamativo y se maquilla comprendiendo por fin donde reside el poder de la mujer sobre estos “superhombres”.

También vemos como la burocracia Nazi regulaba la vida de la mujer en el Tercer Reich y como abundaba la corrupción. Cuando Magda Goebbels pide un artículo de lujo y le recuerdan que está racionado, ordena que se lo descuenten de sus “cupones de enfermera”. ¿Cuándo atendió un enfermo la bruja infanticida? Antes de casarse, Anni hubo de ofrecer pruebas de sus orígenes arios, de su buena salud y de la de sus ancestros.

La matrona delatora convence a Christel de atrapar a Otto al que han enviado al frente de batalla, para heredar su pensión. Y le recuerda un subterfugio aparentemente muy usado entonces que, si se comprometen informalmente ante un grupo de testigos, será como si estuvieran casados. Solo que Otto no cae en la trampa, rechaza la proposición matrimonial de la enfermera. Indignada, Cristel los acusa a él y a Martín a la Gestapo de ser amantes.

Bombas, Judíos y Resistentes
A pesar de que “Charité at War” abarca tantos tópicos e intenta dar una visión global, se siente que hay cierta liviandad en el modo que se trata el tema de Berlín bajo las bombas y el de los crímenes Nazis. Es cierto que nos cuentan que los bombardeos separan familias, queman niños, destruyen casas, y que Berlín no era Desdén, pero todo es visto como casos aislados, como que las bombas no son tan mortíferas.

Contrasta con los filmes sobre el Blitz, la descripción de pesadilla de los bombardeos narrada por la princesa Wassiltchikoff en sus Diarios de Berlín. Incluso recuerdo como más intensas las descripciones de las noches bajo las bombas descritas por Albert Speer en Inside the Third Reich.

Aunque me parece sano y lógico que no hablen de los judíos todo el tiempo (como ocurre con otras series en ese mismo contexto histórico) puesto que para 1943 Alemania ya era casi totalmente Judenrein, hay desequilibrios en este cuento. Cuando Fritz intenta convencer a Sauerbruch de lo importante que es su espionaje le dice que los papeles que Margot contrabandeará a Suiza traen importante información sobre Auschwitz y la Solución Final. Y nadie pestañea cuando se menciona Auschwitz ni preguntan qué es la Solución Fina. ¿No que no se sabía nada de esto en Alemania hasta la derrota?

En todas las escenas urbanas de la serie se ven grupos de hombres vestidos con uniforme oscuro con una “Z” pintada en la espalda, recogiendo escombros. Son prisioneros de los lagers que eran llevados a Berlín a recoger los destrozos provocados por los bombardeos. La gente pasa por su lado sin mirarlos ni comentar su presencia. Es como si no existiesen.

Hay mucho terror a los campos de concentración. Von Dohnanny prefiere morir antes que ir a uno de ellos. Otto y Martin contemplan con desesperación la posibilidad de acabar en un campo. Hasta el Token Jew que aparece en el capítulo final habla con pavor que a su mujer la han llevado a uno de esos lugares, pero nadie explica qué pasa en un campo de concentración.

Cada vez que hablo con algún alemán de menos de 40 años, me dice que este periodo no es enseñado en las escuelas de su país. Si una serie es tan discreta o lo describe con medias palabras. ¿Dónde el público alemán se entera de lo que ocurrió en el Tercer Reich? ¿En series de televisión americanas?

La serie guarda silencio sobre los horrores que realmente ocurrieron en la Alemania Nazi, desde el Holocausto hasta la descripción de las horribles suertes corridas por disidentes. Nadie habla de torturas ni abusos. Von Dohnanyi llega en un estado físico deplorable a la Charité. Es obvio que algo le tuvieron que hacer para llegar a ese estado, pero nadie habla de ello.

Incluso la muerte es un tema que se evita. Aparte del fusilamiento del sodado que se auto disparó, y de los niños eutanasiados, no hay otras víctimas. No se nos cuenta que von Dohnanyi fue acusado de complotar para asesinar a Hitler y colgado en el campo de concentración de Saschenhausen.

Tampoco se nos cuenta que von Stauffenberg fue fusilado unas horas después de fracasada su conspiración. Su muerte fue rápida, los otros conspiradores, después de vergonzosos juicios, fueron estrangulados lentamente con alambres de piano (sus ejecuciones fueron filmadas para entretener al Fuhrer) y sus cadáveres fueron encontrados por los rusos,  conservados en hielo en los subterráneos de La Charité. En cambio, la serie nos muestra al chofer de Sauerbruch encontrando cadáveres (con balazos en la nuca) en un bosque. ¿A qué se debió el cambio?

Otra superficialidad grave de “Charité at War” es que nos dan atisbos de la existencia en Alemania de núcleos (separados) de resistencia antinazi, pero todo es tan vago que nunca conocemos sus motivos ni para quien trabajan. Aun peor, el grupo de von Stauffenberg es descrito como soldados que quieren acabar con Hitler porque ven la guerra perdida. Así se perpetua la opinión de muchos alemanes de que la resistencia estaba en manos de derrotistas, traidores y oportunistas.

Una Idílica Visión de la Invasión Rusa
Pero el acabose es la llegada de las tropas soviéticas y su ‘civilizada” entrada en la Charité. Es cierto que la fama internacional de Sauerbruch hizo que los rusos lo protegieran, ¿pero que un oficial ruso se impresione al oir el nombre del medico como si se encontrase ante Daenerys y sus dragones? Triple WTF.

Que Sauerbruch y quizás su familia fuesen apartados de la carnicería invasora es posible, ¿pero todo el personal de La Charité? Lo dudo.  ¿Por qué Margot Sauerbruch que había nacido en Bielorrusia andaba con un diccionario para aprender ruso?  

La fanática Christel ataca a un soviético con un escalpelo y su único castigo es que la saque una mujer soldado al patio como si fuera una colegiala traviesa ¿Y que una lagartija desnutrida como lo era la enfermera pudiese reducir a su fornida captora? Eso es exigir demasiado de la suspensión de credibilidad.

Son esos errores los que descalifican, debilitan y estropean una serie que pudo ser grandiosa. Aconsejo ver “Charité at War” pero solo como un preludio a la búsqueda de información más fidedigna sobre el periodo.

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