Érase una vez que
las series de reinas debían parecerse o a Los Tudor o a Juego de
Tronos. Ahora todas deben ser como la exitosa The Great. O sea, ser sátiras.
Ese es el caso de The Serpent Queen, una visión un poco dispar de la
historia de Catalina de Médicis. El problema es que las sátiras deben hacer
reír y este cuento tiene poco de jocoso. Mas encima, a ratos se toma muy en serio y ese es su mayor
defecto.
Más Bostezos que Risas
No es que no me
gusten las sátiras. La muerte de Stalin es una de mis favoritas. Cumple los
tres requisitos indispensables del género: presenta un mensaje que supera la
parodia; en medio de una deshumanización
burlesca inserta personajes que conmueven y nos recuerdan la grandeza del ser
humano; y, vale la redundancia, hay en
ellas humor a raudales. Yo me reí a gritos con La muerte de Stalin tal
como lo he hecho con otras sátiras clásicas como El Gran Dictador y Dr.
Strangelove. Ni hablar de Blackadder que me mata de la risa.
Hasta en The Great
hubo momentos en que se me escapaban carcajadas . La serie de Hulu me convenció
de que el juego de tronos exige que quien derroque al tirano pase a ser como
el, y aun así tuvo personajes que me gustaban e importaban. The Serpent
Queen es inferior a esa parodia de los quehaceres de Catalina la Grande. El
mensaje antimonárquico, a punta de
deformar los hechos históricos, no es
creíble; no hay un personaje querible y
todavía no me he reído ni una vez. Para el segundo episodio, la serie me
arrancaba más bostezos que las esperadas risas.
Aun así , la
recomiendo. El tour de forcé de Samantha Morton (y de Liv Hill que la encarna
de jovencita) es lo mejor de un relato que en su revisionismo 2022 deja atrás
la historia, caricaturiza a personajes reales,
y se basa en un libreto tan simplista y
superficial que no nos arrebata.
La mejor manera de notar las fortalezas y debilidades de esta serie de Starz fue encuadrarla entre otras dos piezas de ficción histórica que ocurren en esa época. Me refiero a la Elizabeth de Michael Hirst y a Los Borgia de Neil Jordan. Una coincidencia que esté siguiendo esta ultima los domingos en que me toca ver The Serpent Queen. Justamente el primer episodio concurrió con los capítulos de la magna opus de Jordan correspondientes a buscarle marido a Lucrezia y el compromiso y la boda. Como el primer episodio de TSQ es ocupado casi totalmente por el compromiso, boda y noche de bodas de Catalina, la comparación era válida.
Lucrecia se queda dormida en su banquete de bodas. El hermano la lleva a su cama. No hay consumación de matrimonio.Así pude entender
lo que se consigue con actores atractivos y talentosos; un libreto coherente
poblado de personajes intensos; ni
mencionar un bellísimo vestuario. La
serie de Starz carece de esas virtudes. Si bien es cierto que no podemos tildar
a Samantha, Charles Dance y a Liv Hill de no saber actuar, sus personajes no se
ven ni muy atrayentes ni simpáticos
La Pobre
Huerfanita
La biografía de Leonie
Frieda, en la que se supone se basa el
libreto, quiere exonerar a Catalina de
todos los crímenes que la historia le ha achacado, pero como notó Chitra
Ramaswamy en The Gurdián, a ratos la serie cae en lo mismo que pretende
erradicar. En su afán por mostrarnos a Caterina como víctima eterna se aceleran
los sucesos que la llevaron a su matrimonio de una manera tan vertiginosa que parece
un match deportivo y no nos conecta emocionalmente con el personaje. El equipo
de producción se ha esmerado en mostrarnos únicamente la perspectiva de la
protagonista incluso rompiendo el Cuarto Muro haciendo que Catalina nos
interpele directamente. Ni eso nos la acerca.
La acción
comienza en Francia en 1560. la Reina Viuda
se prepara a ceder su posición de regente y ver la tercera coronación que ha
presenciado desde su llegada al país galo. Aburrida, establece una especie de concurso, buscar
entre su servicio doméstico a alguien que la distraiga.
Ese día le toca
el turno a la pinche más humilde de la cocina: la negrita Rahima a quien sus
despiadados y blancos colegas llaman “eso”. Catalina se encierra con Rahima, y a punta de naranjas, consigue la confianza de la niña hasta salirle
con un “nos parecemos”. La cara de escepticismo de Rahima es un reflejo de la
nuestra, pero Catalina comienza a narrar su triste historia.
Aunque nacida en
la cúspide del privilegio blanco, Catalina es una “pobre huerfanita”. Su padre
muere de sífilis, su madre contagiada se suicida, envían a la bebé a vivir con
la abuela, la abuela muere, la bebé es enviada a vivir en un asilo regentada
por perversas monjas (recuerden que la agenda woke de la cual es súbdita Starz
ve a las monjas como diabólicas siervas del patriarcado).
La mandamás del
asilo, una monja ciega (¡Ohhh quéjense invidentes!) convierte a Catalina de
diez años en su criada. De ahí el parecido con Rahima. No solo esclaviza a la huerfanita,
la monja la insulta y azota sin piedad. Uff ya esto parece Ana de Las
Tejas Verdes. Catalina se venga matando al perrito de la monja con solo su
mirada. Si, créanme, a lo George Clooney en Hombres de mentes. Lo triste
es que el tío de Catalina, el Papa Clemente, vive en todo el esplendor papal
sin preocuparse de su sobrina.
Los soldados del
Papa andan descontentos porque este no les paga. Se les ocurre secuestrar a
Catalina. Esta se disfraza de monja con la única amiga que tiene en el asilo,
una mujer que sufre de enanismo (diversidad, ¡Oh, diversidad!) A los soldados no les importan que Catalina
sea monja, le dan un puño en la cara, y la llevan arrastrando por las calles de
Florencia, y la hacen dormir a la intemperie en una plaza.
Llega el Papa,
les da a los soldados la mitad de su paga y los asusta con la ira divina. Como
son bobos (léase católicos) caen de rodillas. El Papa se lleva a su sobrina a
Roma. Todo esto nos es presentado en diez minutos en una serie de viñetas que
recuerdan a tira cómica. No sé si esperan que nos riamos o sintamos lastima por
una protagonista que mata perros inocentes.
La Verdadera
Historia de Catalina de Médicis
Una ironía es que la realidad nos hace sentirnos más cerca de Catalina a pesar de no ser ella “la desdichada huerfanita pobre” de la serie. Hija del Duque de Urbino, desde pequeña el pueblo la llamó “Duchesinna” reconociendo sus derecho al trono de aquel importante ducado. Su madre, Madeleine de La Tour D’Auvergne, era heredera de una de las mayores fortunas de Francia.
Madeleine muere
de fiebre puerperal—no se suicida-—unas semanas después del
nacimiento de su única hija. El padre de la beba, que efectivamente sufre de sífilis,
muere un mes más tarde. Catalina es huérfana, pero también es millonaria. Tan
grande es su fortuna francesa que Francisco i quiere que se crie en su corte,
para no perder de vista a tan magnifica heredera. Los Medici se oponen. La nena
vivirá con su abuela paterna, a la muerte de la señora, Catalina vivirá con su tía
Clarice que la cría junto a su numerosa prole. Catalina siempre verá a sus
primos como sus hermanos y podemos asegurar que no le faltaron cariño ni vida
de hogar.
Las cosas cambian
cuando el tío Clemente llega al Papado. No le parece que tan rica heredera no
viva de acuerdo con su rango. El Papa le pone a Catalina su propio palacio
donde la pequeña es dueña y señora. Esto cambia cuando los díscolos florentinos
imponen una república y deciden tomar a la niña de ocho años como rehén. La
sacan del palacio y la envían al Convento de Santa Lucia. El embajador francés
(Francisco I sigue interesado en Catalina) la visita y encuentra que el convento
no reúne las condiciones para hospedar a tan ilustre huésped.
Catalina parte al
Convento de la Inmaculada cuya abadesa es su madrina. Ahí se le dan cuartos
separados, sirvientes y trato adecuado. Según su biógrafo, Mark Strage, estos
serán los años más felices de la Duchesinna. Pero tras tres años de Florencia
Republicana, será Carlos V quien ponga sitio a la ciudad. Es ahí que Catalina
enfrenta la violencia de sus captores. Aunque no la agreden físicamente, sin respetar
que la niña se ha disfrazado de novicia, la llevan a caballo por la calles (no
arrastrándola) exponiéndola a los insultos del populacho que la culpa del
sitio.
Nuevamente,
Catalina es enclaustrada en Santa Lucia. Hasta ahí llegan rumores de lo que los
rebeldes planean hacer con ella. Unos quieren colgarla desnuda de las almenas
para que sea literalmente carne de cañón; otros quieren encerrarla en un burdel;
otros quieren que la violen los soldados. Esta agresividad sexual dirigida en
contra de una pequeña de once años no solo demuestra la perversidad de los
hombres renacentistas, pero también indica como el miedo entra por vez primera
en la mente de una chica que solo ha conocido cariño, protección y privilegios.
Todos sus biógrafos concuerdan que fue esa experiencia la que fraguó el
carácter de la futura reina de Francia.
Fastidia un poco
que el verdadero trauma de Catalina sea eclipsado por el cuentito woke de que
sus secuestradores y abusadores son tan victimas como ella de la codicia papal.
Clemente nunca fue a buscarla. Una vez que las fuerzas del Emperador triunfaron,
Catalina fue rescatada y enviada a Roma
donde su tío la recibió con los ojos llenos de lágrimas.
Una Versión
Renacentista de The Princess Diaries
En la serie pasamos
a un nuevo capítulo de Las Desgracias de Catalina de Médicis. La niña tiene una
surreal audiencia con su tío al que están operando de hemorroides. En algún
momento, el cirujano también le hará a
Catalina un examen ginecológico para certificar que es virgo intacta.
Clemente le comunica a la sobrina que es fea (en castigo, ella le escupe el vino) pero que van a casarla
con el hijo segundón de Francisco I. Cuando Catalina protesta, el Papa le dice
que ambos tienen los días contados a menos que consigan el apoyo de Francia.
Acto seguido, El
Papa manda llamar al mejor modisto de Italia, Sebastiano de Montecuccoli para
que le confeccione vestidos a la futura novia y trate de hermosearla. Por cinco
minutos nos someten a una versión renacentista de The Princess Diaries,
pero Catalina no es Anne Hathaway. El modisto se declara incapaz de
embellecerla, el Papa se muestra insatisfecho y es entonces que La Duchessina encuentra
su voz.
Si no pueden
hacerle un make over, razona Catalina,
deben ocultar sus defectos físicos con trajes más opulentos joyas más
deslumbrantes. A pesar de que le recuerdan que no hay presupuesto, Clemente le
hace caso a esta nena de catorce años y dispone que se la vista y se la provea
de joyas y vestuarios dignos de una emperatriz bizantina. Clemente se ha dado
cuenta que la sobrina es inteligente. “La inteligencia dura más que la belleza”
le dice. Desde ese instante le hará caso, a veces a regañadientes. Esos
intercambios Papa-huerfanita, aunque imposibles y vitriólicos, son lo mejor del
primer episodio.
Lo segundo mejor
es el sequito que la misma Duchesinna elige para acompañarla al nido de víboras
que le dicen es la corte francesa. La primera es Angelica, una perfumista que
se revela como envenenadora eficaz; la sigue una mora que toca la flauta y sabe
“encantar”(no se sabe si a hombres o a cobras); tercera en la lista es Matilde,
la enanita que compartió penurias con Catalina en el convento. ¿Cuál es su
gracia? Es una estupenda stand-up comedian (“si suelto un pedo, la gente
se ríe” es su tarjeta de presentación).
A esta lista se
agrega el modisto que se convierte en secretario-mayordomo-consejero, una
especie de David Rizzo. A él se le agrega un mago. Si, una especie muy
diferente de Gandalf y de Dumbledore. Se trata de un ambulante que muchos
espectadores creen que pueden ser Nostradamus, pero yo creo que es uno de Los
Ruggieri, los hermanos astrólogos que Catalina se trajo a la corte de Francisco
II.
Las Bodas de
Catalina
Me detengo aquí porque
esto fue lo mejor del primer episodio. Hora es de ver lo que la historia nos cuenta.
Un error de la serie es mostrarnos a Catalina como una pobre huerfanita
desvalida. Era posiblemente la mujer más rica de Italia. Los parientes de Catalina siempre quisieron
protegerla y aunque parezca absurdo, parte de esa protección era conseguirle un buen
marido.
En su infancia, Catalina
estuvo semi comprometida con Hipólito Dei Medici, hijo ilegitimo del Papa León
X, con el cual la niña se crio. Eventualmente Hipólito tomó los hábitos, pero a
Catalina no le faltaron buenos partidos italianos. Las Familias Della Rovere,
Estensi,, Gonzaga, y Farnesio buscaron una alianza con la pequeña heredera.
Enrique VIII quiso casarla con su hijo el Duque de Richmond cuando pretendía legitimarlo.
Si no hubiese muerto Richmond, Catalina hubiese sido Reina de Inglaterra.
Jacobo V de Escocia envió al Conde de Albany (tío político de la Duchesinna)
para negociar un matrimonio que la hubiese puesto en el trono escocés.
Carlos V quería a
Catalina casada con un Sforza y Duquesa de Milán. Clemente estaba harto de las
presiones imperiales, por lo que tomó una decisión arriesgada, pero hábil y que
cambiaría el curso de la historia. Buscó la alianza con Francia, la gran
enemiga del Emperador. De esa manera, Catalina siempre ocuparía una posición secundaria
en la Corte Valois, pero estaría atando al papado (y a Los Médicis) a la
protección francesa. Todo este proceso tomó dos años en los cuales Catalina
vivió en su propio palacete bajo el cuidado de su tía abuela, Lucrezia Salviati.
La serie hace
mucho hincapié en la fealdad de Catalina, pero de sus contemporáneos solo nos
llega un comentario del embajador veneciano que menciona que es baja y flaca,
con labios protuberantes y con “ los ojos saltones de Los Medici”. No fue ella la que solicitó un vestuario más
adecuado. Clemente contrató los servicios de La Marquesa de Mantua. Isabel D’Este
era un árbitro de elegancia en la península Italiana y supo diseñar un opulento
y favorecedor guardarropas. El Papa, sin reparar en gastos, cubrió a su sobrina
de joyas dignas de una reina.
Es así como pasamos
a Francia donde todo es tan caricaturesco que más que jocoso es grotesco. Es
cierto que había mucho recelo con Italia, es cierto que Catalina de Médicis y
su sequito (que no era esta banda de rufianes sino gente culta y útil)
aportaron muchos cambios positivos a la cocina y la etiqueta francesa, pero eso
no quiere decir que los aristócratas galos fuesen unos cavernícolas.
Aquí nos los
presentan como una pandilla de hooligans tras perder un partido, unidos en un
solo empeño , burlarse de la italianita. Tanto Los Tudor como Carlos,
Rey Emperador nos han dicho que Francisco I era un patán, pero era un señor
guapo, culto y refinado. Colm Meaney lo interpreta como si fuera un tabernero
irlandés.
En la vida real,
el encuentro fue en Marsella, Enrique estaba presente—no andaba en justas.—también
estaban Los Borbón y Los Guisa, las grandes familias francesas siempre en
pugna. Algo que no nos dicen es que Catalina tenía una abuela Borbón. Tanto énfasis
en su parentesco con Diana de Poitiers (eran primas segundas) y no mencionar
sus lazos con los protestantes más importantes del reino.
Hubo boda y noche
de bodas en Marsella. Hay dos clichés falsos que solo existen en estas series
seudo históricas, el examen para determinar la existencia de un himen intacto (solo
requerido si había bases de dudas como ocurre en Velikaya) y esas
consumaciones matrimoniales que parecen circos romanos donde la cama se vuelve la
arena, los novios gladiadores y hay una audiencia echándoles porras.
Efectivamente se
exigía de testigos para una consumación, pero no de una veintena de vagos comiendo
palomitas y haciendo comentarios como si estuvieran viendo strippers en
una despedida de solteros. Primero el tálamo nupcial, como en toda casa de gente principal
renacentista, tenía pesadas cortinas de
terciopelo que daban privacidad a los actos, pero no a los sonidos, que eso es
lo que interesaba a los testigos. Estos eran uno o dos y siempre parientes
cercanos de los novios. En este caso fue Francisco I quien mantuvo vigilia. El
muy pillo se acercó y espió a la pareja por entre los cortinajes y comentó
que “se batieron con mucho vigor” .
Enrique no expulsó
a Catalina de su cuarto ni se fue a manosearle las tetas a Diana. El Papa
visitó a los novios a la hora del desayuno y los encontró todavía en cama y
juntos. Estos cambios de la serie buscan
mostrar lo descastados que son los franceses y tratar de acercarnos a Catalina
(conmigo pierden, ni me cae mal ni me cae bien).
Todo el segundo
episodio es falso, vulgar, torpe y aburrido. Diana de Poitiers—bellísima
ella, no como esta que parece bruja de Hocus Pocus— nunca quiso casarse con
Enrique. Ella era libre, millonaria e importante, no quería cambiar ese
estatus. La Patrulla Anti Pedofilia ha lanzado un par de gritos al ver a Diana-cougar
zampándose a un mocoso de catorce años. Tranquilos, en la vida real Diana y el
futuro rey solo cayeron en la cama cuando Enrique ya tenía 22 años y ocho de
casado. Antes, el joven había traicionado a su esposa con otras
mujeres. De hecho, y como nos muestra la serie, tuvo una hija con una de ellas
lo que confirmó que el problema de fertilidad estaba en Catalina.
Después de un vertiginoso
comienzo, la serie avanza a paso de tortuga, deteniéndose en absurdos como esa
masacre de campesinos en que el mozo de establos-amante de Catalina (WTF? Como
calumnian a la pobre mujer) es ejecutado por Enrique. Para ser francos, a mí no
me impresionó para nada la muerte de un acosador de mujeres que más encima
andaba haciendo caricaturas en contra del rey. No porque fuese Pancho Francisco
un tirano obsceno, sino por ser católico (STARZ definitivamente no quiere a
ninguna religión). Otra vez la serie fracasa en su mensaje.
La Enigmática
Catalina
El gran enigma de
la serie es Catalina. Quieren conmovernos, pero lo hacen de manera tan bufonesca
que confunden al espectador respecto de ella. Nos la muestran como
sobreviviente nata, que hasta consigue una guerra para que su esposo se luzca.
Ni el Sultán visitó jamás la Corte Valois, ni Solimán (porque ese del turbante
es El Magnifico) se fue a la guerra por un par de miseros estados italianos.
Andaba muy ocupado sitiando Viena y no le iba a hacer caso a una mocosa a la
que ni su marido le daba su lugar.
En la vida real, Catalina cayó bien en la corte debido a su simpatía y erudición. Amistó rápidamente con las mujeres de su familia sobre todo con sus cuñadas: Magdalena futura reina de Escocia, y Margarita, futura Duquesa de Saboya. También con Leonor de Austria, madrastra de Enrique, que no era la arpía rezongona de la serie. .
La situación se
puso fea unos años más tarde. La serie no miente. Tanto la muerte del Papa, como la negativa de su sucesor de pagar la dote de Catalina, aunada a su esterilidad,
la hicieron caer en desgracia. Es cierto que suplicó, de rodillas a su suegro que
le diese el divorcio y Francisco—que le había tomado cariño— se
negó a hacerle caso. Pero Catalina no
suplicó que su reemplazante fuese joven y virgen para sacar a su rival del
medio, puesto que su marido y su prima
no eran amantes todavía.
Otro problema de
la serie es que Catalina se pasó una década intentando embarazarse (el
tratamiento de meterse boñiga de res en su vagina es cierto, pero un médico fue
quien la curó de su esterilidad). La serie se la pasa tres capítulos en ese
periodo, el menos activo de la vida de
la reina. El intercalarle sucesos inventados solo consigue hacerla más lenta.
Catalina recién
se embaraza de Francis (el rubiales de Reign) a fines del tercer
capítulo. Así nunca vamos a llegar a La Noche de San Bartolomé. Aparte que los
saltos de tiempo a un presente donde Catalina anda preocupada de entrenar a
Rahima a “ser mala”— así a lo Merteuil-Cecile de Las relaciones
peligrosas— hace a la trama más imprecisa y no engancha un
público reconocido por su falta de atención y rápida capacidad de aburrirse. Para
complicar las cosas, en el cuarto episodio hacemos otro salto de tiempo.
Cambian a los protagonistas. Ahora
tenemos a La Morton en dos etapas cronológicas diferentes. ¿Qué es esto? ¿“Dark”?
La Reina
Serpiente es
definitivamente antihistórica, pero no alcanza el nivel de sátira. Le falta
humor y sus mensajes son confusos. Nos
la vendieron como una redención de Catalina. No lo han logrado. Con todas sus
fallas, The Great tiene una heroína que en el fondo es buena y bien
intencionada. El personaje de Elle Fanning conserva la erudición de la
verdadera Sofia-Federica de Anhalt y sus ilusiones de traer libertad y progreso
a Rusia. Eso evita que su personaje se vuelva caricaturesco.
En cambio, en The
Serpent Queen se magnifican los defectos que la historia ha adjudicado a Catalina
de Médicis. Desde joven la vemos dura, indiferente e incapaz de sentir afectos.
Sobrevive a punta de manipulaciones de
personas y circunstancias. Incluso su caridad no es gratuita. “Ayuda a los que
están en desgracia y tendrás su lealtad para siempre” dice al contratar a Matilde.
La ironía es que Matilde, que se lía sexualmente
con el Delfín ( “siempre quise follarme una enana” dice el villano), no siente lealtad por su princesa. En realidad,
nadie del sequito de Catalina la sirve por cariño. Cada uno mira por la
seguridad propia. Algo que se vuelve patente cuando Catalina traiciona a
Montecuccoli. Ya saben que no pueden
confiar en el ama. Solo sobrevivir a costa o en contra de ella. Ese parece ser
el código de La Médicis y de la serie.
The Serpent
Queen perpetúa el mito de
Catalina como asesina envenenadora. . Para mayor injuria, le otorgan poderes de
bruja, visiones inútiles y la capacidad de matar animalitos con la mirada. ¿Su excusa? Si no se castiga a los enemigos no se les
detendrá nunca. ¿La excusa de la serie? Todos son malos y todos merecen ser castigados.
Así no hay manera de encariñarse con nadie.
Cesare Borgia fue
un hombre tan perverso que Macchiavello, en El príncipe lo convierte en la encarnación
del villano renacentista. Sin embargo, Neil Jordan nos lo muestra por dentro y
lo que encontramos en el fondo de este ser atormentado nos enternece. Eso no
ocurre aquí, Catalina es una villana acartonada. Aun cuando nos la presenten en
peligro, asustada o enamorada, no nos llega.
Contenido Violento
y Gore: Uso y abuso de
ambos: operaciones de hemorroides, vomito, mujeres con calzones manchados de
sangre menstrual, reinas a las que le sirven excremento al desayuno, alternan con degüellos, amputaciones de dedos
y el triste descuartizamiento de Sebastiano de Montecuccoli.
Desnudos y
situaciones sexuales: Muchos,
pero más que nada de mujeres. Starz ha roto la regla de no cosificar el cuerpo
femenino. En el primer cuarto de hora,
tenemos al padre de Catalina repartiendo sífilis en un trio. Para hacer la escena
más grotesca, una prostituta es gorda y de carnes sueltas. Como siempre los
gordos son la minoría que puede ser ridiculizada. De yapa nos dan un desnudo de
Matilde, mujer en miniatura (en inglés se les dice Little Persons. Y en
castellano … ¿Personitas?)
Contenido
Feminista: Los
superficiales dirán que se trata de una serie feminista puesto que es el
retrato de una mujer endurecida por la brutalidad del patriarcado y que hace lo
imposible por sobrevivir. Pero me niego a calificar de feminista una serie que
se cifra en la rivalidad de dos hembras por un macho, y donde hay tan poca solidaridad entre
mujeres.
Diversidad: Rahima es de origen africano, Aabi es
árabe. Matilde es “bajita”. Con eso ya se dan por satisfechas las cuotas. Pero
me hubiese gustado que contextualizaran as lo de Rahima. ¿De dónde viene? ¿Como
es que acabó sirviendo en el palacio del rey? Ahhh, y tenemos un atisbo de relación lésbica
entre Aabi y Angelica.
I quite like it, they have memes on Facebook about how Serpent is better than House of Dragon and I whole heartedly agree. It is fun, mostly. It does have its slower moments, but still keeps my attention. I do like the breaking of the fourth wall and her looking in the camera, those moments give it something fresh and fun. I like the actress, although I though I would not. I just finished the episode in which the dauphen shags with the midget and then dies. I imagine the things will speed up now that Henri and Catherine are the new heirs. I do think the actress that plays Diane is a mockery and also so ugly it is unpleasant to watch her. Costumes that Catherine wear are lovely and I like how she, as an Italian, has more style than the French.
ResponderEliminarOdd that they should compare it with HOTD. Two different species. I didn’t set much store for costumes because I know that in satires, they are either unimportant o they exaggerate fashions to add to the grotesqueness. The cast was uniformly unattractive, but that poor French Woman and her straw wig took the cake. Liv Hill looked better than her rival, and she is someone to watch in other films. She’s very good. I don’t mind the breaking of the Fourth Wall, (I’ve used it in writing) if it brings you closer to a character. It didn’t. My problem with the series is that it was not witty enough nor entertaining enough to hold my attention. I didn’t root for the characters, none. Didn’t look forward to seeing what was happening and still can’t find a motive to make it. Barring the perpetuation of The Formula Queen
EliminarPara Maggie Sendra Cuando tenía como 25 años leí Madame Serpent de Jean Plaidy. Ahí la autora hacia una redención del personaje y pude comprender e incluso admirar a esta señora que fue una verdadera badass no la pusilánime errática de la serie. Las dos grandes tragedias de Catalina fueron su infertilidad inicial y su lucha por mantener la estirpe Valois y el trono para tres de sus hijos en una era en que, por su sexo, su falta de pedigrí, y las facciones rivales de su corte enfrentó grandes obstáculos. La serie en cambio muestra que su desdicha nace de la infidelidad del marido. Yaaa ¿qué rey no era infiel. El anular la importancia que tuvo el cautiverio y peligros pasados en la revolución florentina, que conectaste correctamente con Il Sacco di Roma, es privarnos de la mayor influencia en el carácter de Catalina, su necesidad de sobrevivir y su desconfianza con el genero humano. LO que pasa es que la serie es anticlerical y anti religión y tienen que poner al Papa como malooo. Catalina no era un monstruo de fealdad, pero Diana era la mujer más bella de Francia, por eso es ridículo que pongan un esperpento de actriz encarnando a La Poitiers.
ResponderEliminarContinuació) A mí me encantó lo que hicieron con Leonor en Carlos, Rey Emperador, aunque le inventaron que tuvo una hija con su hijastro.
ResponderEliminarHaces bien en no ver esta serie, es inferior a The Great que ya es mucho decir y como sátira es un desperdicio. Lo más ridículo es que la han vendido como un whitewashing del personaje y tienen el descaro de pretender que está basada en la biografía de Leonie Frieda (que realmente usa argumentos históricos para demostrar que Catalina no era una archivllana) y al final te la muestran como una oportunista 9Incluso la hacen revolcarse con un mozo de cuadras) para poder embarazarse) solapada que manipula la gente y que no merece lealtad. Además, la ponen como envenenadora y esta esa escena grotesca en que mata al perro con su mirada , truco que no vuelve a utilizar. La serie es como que la escribiesen diferente guionistas y en cada episodio cambiaran de idea sobre los personajes.
Desde FB de Ana Estelwen
ResponderEliminarA Catalina de Medicis la conozco sobre todo por su influencia en la Historia de la Gastronomía. Fue ella quién introdujo el tenedor en Francia y los cambios que hizo en la mesa real, introduciendo ingredientes y técnicas de cocción italianas, hizo que la cocina francesa se alejara de los burdos excesos medievales y virase hacia el refinamiento que tiene hoy en día. La cocina francesa tal y como la conocemos hoy no habría existido sin Catalina. Pero no creo que nada de eso vaya a aparecer en la serie.
Para Ana Estelwen Se me olvido comentarlo con Maggie que Catalina en la serie es una huérfana miserable que ha sido criada de las monjas y que no ha recibido educación. Lejos de ser verdad, ella deslumbró a la corte francesa con su ropa escogida por la gran influencer de su tiempo, la Marquesa de Mantua, por las joyas con las que la cubrió su tío-Papa y por su sequito que incluía astrólogos, perfumistas y cocineros. Era tanto el boato y los cambios que impuso y solo en la gastronomía, que eso provocaba la envidia y el desprecio de muchos cortesanos que la veían como una nueva rica y la apodaban ‘La hija del banquero”. El padre de Catalina fue el Duque de Urbino. En la serie ella viene con un sequito de pordiosera, Montecucculi que hace de todo (en la vida real, el se coló en la corte del Delfín como secretario/valet de este), una perfumista que en realidad es envenenadora, una enana que trabajó con Catalina en el servicio de las monjas, una mora que nadie entiende que pito toca ahí, y un mago callejero. La serie es presentista total, pero nos hace creer que el mago es un poderoso brujo que hace abortos (nada mágico por ahí) cura la infertilidad de Catalina, prepara venenos y provocara la muerte tanto del Delfín como de Enrique II, así que tenemos que creer que el poder de Catalina estaba subordinado a lo sobrenatural. Todo va camino a quitarle agenda a Catalina y por eso sus grandes contribuciones, su mecenaje, su aportación en organizar grandes festejos (en la serie ella dice que eso “la aburre”) son ignoradas. En cambio, la ponen como víctima de la infidelidad del marido, de la maldad e sus rivales que incluyen a Maria Estuardo, siempre víctima, siempre postergada, siempre ninguneada. Es más, o menos lo que temo veremos en la nueva versión de Maria Antonieta.
EliminarDesde FB de George Eduardo Llerena Torrico
ResponderEliminarEsteee...¿desde cuándo pasamos del drama histórico a la sátira histórica? ¿Inventaron un nuevo género y no me enteré? Diana de Poitiers fea (¿AH? Era una mujer bellísima, por algo Enrique la tomó como amante, que les pasa), un séquito de magos, enanas y envenenadores, una Catalina sin refinamiento ni motivaciones claras que se mete con mozos de establo, tiene poderes de bruja, le habla al público como si esto fuera un programa humorístico moderno, e instruye una doncellita negra que no sabemos cómo diablos acabó trabajando en la corte francesa en un siglo en el que los africanos eran vendidos como esclavos (bueno si a la pobre Ana B. le hicieron lo que le hicieron ya nada me sorprende, la agenda prima por sobre lo histórico, no importa que no tenga sentido). Una villana de cuento que no convence y cuya "redención" se basa en perpetuar los mitos que se tejieron en torno suyo, no entiendo en que parte tengo que empatizar con ella. En serio...quien escribió esto, Carlos Álvarez? los guionistas de The great? Si iban a hacer un biopic se lo hubiesen ahorrado, con Reign tuvimos bastante. Adri y yo decíamos en broma "ay luego de Reign no pueden hacerle algo peor". Nos equivocamos, realmente no esperaba una sátira, parece que está de moda, ¿es lo nuevo del género?
¿Dónde está el Francisco I de los Tudor cuando se le necesita? Ese sí era como el histórico: culto, encantador, inteligente, vanidoso, traicionero cuando se requería (veía por sus intereses) y según el público femenino de la serie, bastante atractivo. Este es grosero, gritón y maleducado. En ningún momento me creí que era el Francisco que me presentaron en los Tudor. La estamos viendo para reírnos y ojalá lleguemos a la noche de san Bartolomé y las guerras de religión, porque hasta ahora al menos a mí no me entretiene. Un besote y a cuidarse que viene el frío
Para George Eduardo Llerena Torrico Mi Querido Sir George, creo que es más antigua de lo que pensamos. Es el momento en que la comedia histórica pasa a tener un mensaje. Yo recuerdo History of the World de Mel Brooks (1981), algunos films de Monte Python y la serie inglesa Black Adder. En estos últimos años hemos tenido cine (La muerte de Stalin) y televisión (The Great). Como dije, aquí TSQ falla en la ausencia de humor y en el poco sutil menaje anti monarquía que la coloca al nivel de La Favorita.
EliminarOlvidémonos de este cruce entre Carol Kane en Gotham y Cindy Lauper en su mejor etapa y si queremos a Diane veamos los retratos de Jean Clouet, a lana Turner en Diane o a Isabelle Adjani en un telefilme hecho por los franceses este año sobre Madame de Poitiers.
The Great es diez veces mejor que TSQ, y me imagino Lady Adri estará de acuerdo, Reign es cien veces mejor. Cati de Médicis será para mí siempre Megan F.
Olvídese de François, el mecenas de Da Vinci, tiene que ver Su Merced, el horror que hicieron con Carlos V. Primero que lo interpreta Rupert Everett que ya en si es Weird. Lo ponen como un acosador de mujeres (tuvo sus amantes el caballero y preñó a su abuelastra, pero no andaba coqueteando con casadas y dándole manotazos a las mujeres). Lo mas horrible es que lo ponen pedófilo e insinúan que abusó de Enrique y su hermano durante el cautiverio de los príncipes.
Acaba esta semana y creo que acabara con la muerte de Francisco II, no va a haber Noche de San Bartolomé.
Besos.