Coincidiendo con esta
racha de period dramas detectivescos, Amazon y Bambú se han unido para
hacer un noir situado en la Vigo de 1948. En tres palabras, Un Asunto
Privado es una comedia chispeante que se las arregla para tratar con
respeto un tema serio como el de un asesino serial sin dejar de lado el humor.
Lo más extraordinario es que lo logra sin recordarnos ( como el cine español
suele hacer) que todo ocurre en un marco
del franquismo represor.
Este otoño, Enola Holmes y Miss Scarlet, tendrán
compañera hispanoparlante. Aura Garrido ( El Ministerio del Tiempo, MalnaZidos) encarna a una investigadora amateur, dándole un toque entre Carole Lombard y Lina
Morgan, en una serie que recuerda las
comedias screwball de Los Treinta, incluso en el discurso feminista de
la protagonista. Después de todo—como descubriera Simone de Beauvoir— “la Lucha
de los Sexos” se inventó en el Hollywood de la Depresión.
Marina Quiroga es
hija de un afamado comisario de policía que desde que eran pequeños adiestró a
sus hijos a ser buenos policías. Resulta que Marina es investigadora nata y su
padre muere soñando con el día en que en España se admitan a las mujeres en el
cuerpo policial. El que, si ha tenido las puertas abiertas para ser un
representante de La Ley, es su hijo Arturo quien ha sido nombrado para
reemplazar al padre.
A través del
primer episodio vemos que todos están hartos de Marina y sus excentricidades,
pero ella está más harta de ellos. En la comisaria se ha hecho de una
reputación infame por elevar la voz de alarma sobre tragedias que solo se
imagina (secuestros, la aparición de un lobo en el puerto). Doña Asunción,
madre de los Quiroga, quiere que su hija
se case pronto y ya le tiene un pretendiente, Ramon de Oporto (“paticorto cejijunto”), pero
Marina no quiere casarse.
Aparte de la
frustración de no poder seguir la carrera de su padre, está la conciencia de que,
desde la muerte de este, se han relajado los estándares de la comisaria. A
diferencia de los policías vigueses, Marina vive leyendo revistas extranjeras
de criminología que la tienen al día en los adelantos de la ciencia respecto a
crímenes y procedimientos policiales.
La historia
comienza con una fiesta publica para celebrar el acenso de Arturo Quiroga al
puesto de comisario. En medio de la fiesta, la emperifollada Marina se marcha
al puerto a una cita con Tony , su proveedor de revistas de contrabando. Estando
con él, Marina oye un grito. Va a ver y descubre a una mujer malherida que agoniza
en sus brazos. El asesino regresa y ataca a la Señorita Quiroga quien se
defiende con un punzón con el que sujeta su capa. El malhechor deja un trozo de
su traje engarzado en el broche.
Perseguida por el
asesino, Marina logra llegar a un teléfono y llamar a la comisaria. Mientras
intenta convencer al inútil de Cabanillas que efectivamente presenció un
asesinato, aparece la policía portuaria y lo hace, según Marina, todo mal. Fuman
cerca del cadáver, no se ponen guantes para recoger evidencia, etc.. Llega el
hermano de Marina y está más preocupado de regañarla por haberse ido de la
fiesta que de oír su testimonio. Si no existiese el termino gaslighting
habría que inventarlo para estas escenas. A Arturo no le interesa la tela como
evidencia. Tanto él como sus subalternos se burlan de Marina, aún más cuando
descubren su cargamento de revistas “prohibidas”.
Marina vuelve a
su casa corrida y frustrada. El único que la apoya es Héctor, el mayordomo francés. Interpretado por Jean
Reno (acabo de descubrir que se llama Juan Moreno y es nacido en Marruecos,
hijo de andaluces), Héctor es la voz de
la razón. El empleado perfecto que sabe tranquilizar a Doña Asunción (Angela
Molina) con copitas de anís , que le
lleva su champagne a Marina mientras ella descansa en su baño de espuma, pero también
es quien le canta las verdades.
Le recuerda que lleva una vida privilegiada, que la humildad es cualidad de un buen policía., y que la madre alcohólica que la detective amateur tanto desprecia ha logrado lo imposible, seguir siendo un referente respetable en una ciudad provinciana aun cuando le falte un hombre que la represente.
Tres Flores de
Lis
A pesar de la
prohibición de su familia, Marina continua sus investigaciones. La secunda el
fiel Héctor y se consigue otro cómplice. El Inspector Pablo Zarco (Gorka Otxoa)
fue el mejor alumno del difunto Comisario Quiroga. Dándole coba y coqueteando
con él, Marina logra unir lo que ha descubierto con los resultados de la investigación
policiaca.
Lo que encuentra
es aterrador. La mujer que murió en los brazos de la Señorita Quiroga fue la
victima número tres. Las tres eran prostitutas, las tres fueron apuñaladas, y a
las tres les tatuaron una flor de lis en el pecho. A pesar de que la policía lo
oculta, Vigo está a la merced de un asesino en serie. La investigación de
Marina y Héctor—que realmente saben más y son más ocurrentes que
todo el cuerpo policial— alertan al asesino que envía mensajes a la
detective amenazándola.
Entremedio se le
cruza en el camino a Marina otro “cómplice”, posible asesino y un hombre que la
perturba. Castaño (Alex García que hasta sale guapo) quería ser el comisario,
pero su estilo de vida se lo impidió. Se cree que es auto viudo, vive con lujos
que no corresponden a un inspector, y
conoció a todas las victimas puesto que fue cliente en el prostíbulo La Casa
del Agua.
La serie tiene
esa calidad de ser “a la antigua”. Lo que se refleja en la cortina que recuerda
dramas romántico-detectivescos de Los 80. La escenografía es perfecta, aunque
tenemos que agradecer también al paisaje y arquitectura gallegos. Las
actuaciones son buenas, destacando Aura
Garrido en esta faceta cómica desconocida.
Para ser francos,
a mí la serie no me parece my cómica,
quizás porque nunca me ha divertido el slapstick hollywoodense. Marina atolondrada,
medio loca, capaz de actos inverosímiles
como andar a balazos afuera de la iglesia o atropellar gente con su carro, me
resulta caricaturesca, pero hay algo que la humaniza. La discriminación de parte
de los hombres que la rodean, principalmente su hermano. El que permita que le registren
su cuarto, hasta su lencería y que deje que un vejete la manosee, me hace ponerme totalmente del lado de Marina.
Descrita por su interprete como “inconsciente”, a lo largo de ocho capítulos Marina evoluciona
y me conmueve el cariño y respeto que se exhibe en su relación con Héctor y su
acercamiento a la madre. Un Asunto Privado tiene de todo para agradar,
pero para los amigos (y a los que nos da pavor) de la Memoria Histórica hay
algo sorprendente. Se trata de una
historia que tiene lugar en 1948 y no hay alusión a la situación sociopolítica,
a la represión, al Caudillo. ¿Cómo así?
La respuesta la ha dado Teresa Fernández-Valdés en esta nota. Ha sido a propósito. “Meter a Franco es tan poco sexi” ha dicho la productora. Sonará deslenguado, pero es refrescante, y es algo que ya he notado en otras producciones gallegas situadas en 40s y 50. En Dalia, la modista también se crea un universo aparte. Basada en una novela, Hotel Almirante nos cuenta que el protagonista peleó en el bando perdedor, pero nada más que eso. No nos hace sentir lo que vimos en Alguien tiene que morir y otras series situadas en esa época. ¿Es malo o bueno? El público no se queja, entonces nosotros tampoco.
Sin embargo, hay pequeños detalles en Un asunto privado
que nos recuerdan la época. Uno es la alusión al estraperlo, el azote social de
la España de Los Años de Hierro como los ha llamado el gallego Don Pio Moa.
También esta historia que combina violencia y sangre con una heroína ingenua
nos lleva a un género inesperado, la novela infantil de comienzos de Los 60.
De Marisol
Detective a Aura Quiroga
Aunque sus predecesores son angloparlantes y
no necesariamente incluyen detectives hembras (Los Chicos Hardy, Emilio
y los Detectives), heroínas jovencitas que debían luchar contra
prejuicios adultos y hacer justicia en un mundo patriarcal poblaron las ediciones
rusticas de Nancy Drew y la serie de The Dana Girls que encantaron la
infancia de muchas mujeres importantes como la jueza Sandra O’Connor y Hilary
Clinton.
Me gustaría saber
cuándo el género llegó a España y como es que se acopló a una cultura que no quería
ser contaminada con lo gringo. La literatura infantil y juvenil del franquismo
es un tema que merecería tener más investigadores. En mi caso, la detective amateur me llegó vía Rocío Dúrcal
en La Torre de Babel que mi madre me regaló para mi sexto cumpleaños..
Ese fue mi primer
encuentro con la serie de Roció de la Editorial Felicidad. Como he comentado en
el Blog de Latinas de Ayer, esa colección poco tenía que ver con la
actriz cantante. No estaba compuesta por versiones literarias de sus filmes
como lo era Canción de Juventud que también llegó a mis manos en ese
cumpleaños.
El cine de Rocío Dúrcal
la tenia de Cenicienta o de pobre niña rica, en cambio en esta serie de libros
era hija de familia en busca de empleo para no aburrirse. Solo que al paso le
salían misterios que escudriñar. Esos fueron los caso de Rocío Locutora, Rocío
Secretaria y Rocío Enfermera. Esta Rocío,
atolondrada, ingenua, un poco tozuda, es
como calco de Marina y más de una vez le hablaban de manera condescendiente
recordándole que era ‘”sexo débil”(léase “débil mental”) .
Sin embargo, Rocío
había sido precedida en estos relatos detectivescos por su competencia, la rubia
Marisol. Para mi sexta navidad, me regalaron
una torre de libros entre los que se encontraban Las Navidades de Marisol.
En esta novela, la protagonista y su pandilla de compañeras de escuela investigaban
un robo para limpiar el nombre de un antiguo chofer de su familia.
Este prurito justiciero
llevaría a la rubita y a sus amigas a evitar un ataque terrorista en un avión en
Marisol azafata y a descubrir que se ocultaba tras unas apariciones
fantasmales en un castillo inglés en Marisol aprende idiomas. Entre los
títulos de la colección había uno que se llamaba Marisol Detective.
Incluso en el cine, superada la etapa de estrella infantil, Marisol seguía
resolviendo misterios. En uno de mis filmes favoritos de ese entonces, Marisol rumbo a Rio, la diva juvenil
interpretaba a gemelas que en el Brasil debían evitar que su padrino fuese estafado,
poniendo en riesgos sus vidas.
El tema estaba ya
en la literatura de niñas como en Feíta: una monada de chica de Ilde Gir
de la Editorial Gacela Blanca que recibí en mi séptimo cumpleaños. En esta
historia, Fe, una preadolescente de
familia pudiente, intentaba descubrir la
identidad de un asesino que atentó contra la vida del abuelo. Este tipo de
personaje ya existía en la serie “Maite” de Florencia de Arquer .
Sorprende el que dos
escritoras conservadora usasen el arquetipo de la detective juvenil, ya que en
su trama se camuflaba una denuncia contra un machismo que no reconocía el poder
de la intuición femenina e irrespetaba la inteligencia de las niñas, por
jóvenes y por ser mujeres. El que ese arquetipo encerrado en una veinteañeros
de provincia haya resucitado en Un Asunto Privado revela más sobre el
patriarcado franquista que cien discursos panfletarios de “memorias histéricas”.
New Look a la
Gallega
Una lástima que
no hayan sabido usar esa sutileza para explorar la moda de la época. La serie
tiene lugar en un momento clave de la historia de la moda: el advenimiento del
New Look de Dior, tan bien explorado en The Collection. Sin embargo, este look se demoraría en entrar en
otros países. La posguerra estuvo caracterizada por racionamiento en todo
incluyendo tela. Las faldas largas requerían yardas de género y para muchos (incluso
en Francia) el nuevo estilo era considerado irresponsable y se rebelaban a
adoptarlo. Hubiese sido interesante conocer como entro el New Look en España y
que lo mostrase la serie, pero, aunque la moda es importantísima no nos lo
cuentan.
Marina es femenina
a la antigua: trapera, coqueta, que se
conoce los nombres y colores de los pintalabios. Su vestuario es un poco mixto.
Comenzamos con ella en un strapless de ensueño de seda rosa y lila tornasoladas
con una falda bouffant inmensa, casi de miriñaque. Cuando Marina salta por las
barandas de escaleras y enrejados de balcones la falda se vuelve un paracaídas.
Cuando Marina va
a la Galería Ribadeo usa un redingote negro que es típico New Look, pero luego
elige dos piezas todavía en el estilo que impusieron Hollywood y Vogue al
principio de Los 40. Trajes sastre ceñidos, hombros anchos, silueta cuadrada y largo de falda Chanel. Eso
es normal, ya que el Look entró de manera gradual, pero me hubiese gustado
saber si hubo oposición de la gente, incluso del gobierno.
Se sabe (obviamente
no entre el público llano y los productores de época que les da pereza
investigar) que el gobierno franquista tocó cada hebra de la sociedad
incluyendo la moda .La mujer de la Nueva España no debía usar ropa
indecente ni exponer el cuerpo, usando ropa que se ajustase a sus curvas naturales.
de ahí la prohibición del pantalón (excepciones a faldas-pantalones para
deportes. ).
A la playa se iba
con bañador discreto de una sola pieza y había obligación de ponerse el
albornoz apenas se salía del agua. Aunque se permitían los pantalones y ropa más
audaz en casa (para clases pudientes) los vaqueros y bikinis tendrían que
esperar al tardofranquismo para lucirse. De ahí que Rocío Dúrcal, Marisol ,
Pili y Mili y otros ídolos juveniles de Los 60os luzcan con tanto desparpajo en
su cine.
Esto no aparece
en la serie, a pesar de ser Marina esclava de la moda. Otro defectillo es que a
ratos la trama se vuelve un poco disparatada hasta el punto de desafiar nuestra
tolerancia con lo increíble. ¿Como es que estando al lado de Arturo y e
Castaño, Pablo habla por teléfono con Marina y nadie se entera de quien es su
interlocutora?
Me hubiese
gustado saber más de la periodista, Anaís Montero, que podría darnos otra
visión de la mujer de ese entonces, pero nunca desarrollan el personaje. Como
se habla ya de una segunda parte (la serie está entre las diez as vistas de
Amazon en países tan dispares como Israel y Ucrania) , tal vez se ocupen más de
la señorita Montero. Entretanto, les recomiendo Un asunto privado porque al
menos (si se calan a la protagonista y las incoherencias del guion) los puede
hacer pasar un buen rato.
Contenido
Violento o Gore: Es
violentísima y la mayor parte de la violencia va dirigida en contra de Marina
que es la mujer de goma. Sobrevive estrangulamientos, ahogamiento en el océano,
caídas de un acantilado y con costillas rotas ya está colgando de un tren. Los
cadáveres de las asesinadas y sus heridas (incluido el tatuaje) son lo más
gore.
Desnudos o Situaciones
Sexuales: Hay una fiesta
de disfraces tipo Eyes Wide Shut, pero sin desnudos. Castaño intenta
seducir a Marina que lo neutraliza de manera original por no abusar del adjetivo
“femenina”. Dice en el caveat de Amazon “nudity”. La única que veo es el
retrato grupal de las mujeres que serán las víctimas del asesino serial.
Contenido
Feminista: Aquí existe una
dicotomía de parte de los críticos en la que actuaré de abogada del diablo. Es
casi un consenso entre las criticas favorables que maría batalla contra un
asesino (obviamente misógino puesto que sus víctimas son trabajadoras sexuales)
. Sin embargo, Las Furias, un website feminista tipo MeToo, le ha caído con
todo a la serie de Bambú acusándola de un falso empoderamiento de una
protagonista que necesita que la salven los hombres, que vive el cliché de
mezclar romance con investigación y que pretende romper el cielo de cristal en
tacones.
Aunque concuerdo
que hay muchos clichés (después de todo debe seguir las reglas de un género) y
que a ratos Marina es inaguantable, me doy cuenta de que lo que les molesta es
que La Quiroga es muy femenina y corresponde a lo que algunos círculos
feministas denominan despectivamente “lipstick Feminist”. Lo siento, pero me encanta que Marina sea
coqueta, que venza su desconfianza en los hombres enamorándose de…. y que vista a la moda y conozca de maquillaje
tanto como de armas..
Contenido
Diverso: Muchas pistas de
que Héctor es gay. Para encontrarle un disfraz adecuado a su señorita, el mayordomo la lleva con su amiga transgénero,
Milagros. Hay una pareja lésbica entre
las víctimas del asesino en serie.
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