Después de un deslumbrante comienzo, “Ray Donovan” decayó gravemente.
Sin embargo, en esta Tercera Temporada, la serie y el protagonista se han reinventado
al punto que me ha interesado volver a seguir
las aventuras del atormentado fixer angelino. Los que no cambian son los catastróficos problemas que persiguen,
como furias míticas, a Los Donovan. Ahora los acompañan otras familias
disfuncionales que hacen que estos irlandeses gruñones parezcan Los Walton.
Yo dejé de ver a Ray Donovan a la mitad de la Segunda Temporada.
No sé que me hartaba más si la llorosa y adultera “Abs” o la relación de Terry
Donovan con esa enfermera pedante y moralista. La obsesión del boxeador de
llevarse a su mujer a Irlanda y fundar una vida nueva alejada de los Donovan me
parecía implausible. Olía a un final trágico, que efectivamente tuvo lugar cuando
Terry se involucró en un plan de robo mano armada.
Terry acaba tras las rejas. La culpa como siempre es de Papi Mick, uno de los personajes más
torpemente conmovedores de la televisión. Es fenomenal la capacidad de Jon Voigt para retratar a un desobligado maleante cuya únicas meta son
vivir bien a costa del crimen y congeniarse
con su familia. El problema de Mickey es que no comprende que ambas
metas son irreconciliables.
Hay quien detesta a Ray Donovan. Yo adoro al personaje de Liev
Schreiber a pesar de sus defectos y vaya que los tiene. Su devoción familiar,
su lealtad con sus amigos, su desgarrado sentido del Bien y el Mal lo hacen
portentoso en un mundo corrupto, sucio, cruel como es ese ámbito de millonarios faranduleros a quienes sirve.
La enajenación de Ray como persona, su incapacidad de pedir
ayuda o abrirse a otros le ha costado su matrimonio, pero serán precisamente
esas fallas las que lleven al fixer
hasta el sitio que ocupará en esta tercera temporada. Abrumado por la desilusión
que le provoca su mujer y la prisión de su hermano, Ray va cayendo en una
trampa karmica. La soledad se vuelve su compañera. Ezra muere, Ray pelea con
Avi quien se marcha abrir su propio negocio. También pelea con Lena aunque se
reconciliaran a mitad de temporada. Es ella quien le lanza la pregunta retorica:”
¿Por qué no puedes aceptar que necesitas ayuda? “Algún duende irlandés la oye y se encargará de obligar a Ray a aceptar que
no es omnipotente.
Ray comienza la temporada con un solo objetivo, rescatar a Terry de la cárcel. Pero después
que el médico de la prisión le diagnostica un avanzado Parkinson, el boxeador
ya no quiere luchar más, ni contra su enfermedad,
ni por su libertad. Entretanto, Ray entra en contacto con una familia tan infernal
como poderosa. Si las pirañas tomaran forma humana se apellidarían Finney.
Los Finney tienen una
madre invisible (creo que solo la vimos una vez), y un padre demasiado visible. Estos retoños peligrosos
son " Crazy"Casey (Guy Burnet),
un demente drogadicto cuyo secuestro debe resolver el habilidoso Raymond, y Paige (Katie
Holmes con un look que incluye frenos en los dientes), una pobre niña rica que desea demostrarle a Papi que se las puede.
En realidad esa es solo la superficie, porque debajo hay una
criatura más compleja y oscura que todos los seguidores del film noir conocemos.
A ver si la ex Mrs. Tom Cruise nos saca
una actuación digna de una Faye Dunaway
en “Chinatown” o Lauren Bacall en “The Big Sleep”. A ver si es la compañera soñada o la peor
pesadilla de Raymond. Obvio que quiero lo primero. Abby será el gran amor de Ray
(aunque siempre he sospechado que su gran amor fue su hermana), pero es
totalmente incompatible con su marido. No lo entiende, no lo conoce, no sabe apoyarlo
ni sacar a flote lo mejor del fixer.
Regresando al tema de los Finney, el que lleva la batuta ahí es el patriarca. Los
productores de RD se han traído a Ian McShane, porque ya se sabe que ninguna
serie tiene prestigio sino hay algún histrión británico en el reparto y aquí quieren
dos. El ex Lovejoy viene a acompañar a
su compatriota Eddie Marsan (Terry). Encarnará
a un individuo sucio, malvado, un hombre capaz de casar a su hija con
su propio amante, pero Ian McShane (al
que esperamos pronto ver en “Game of Thrones”) lo interpreta deliciosamente
como si fuera un urbano Príncipe de las
Tinieblas, tipo Al Pacino en “El Abogado del Diablo.”
Finney quiere comprar los servicios de Ray, quiere tener la exclusividad
sobre la franquicia Donovan, incluyendo el cuerpo y alma del fixer. Raymond se niega. El
que es tan privado y custodio de su integridad, resabio que le ha quedado del
abuso pedófilo al que fue sometido, no será nunca de nadie, ni de su mujer, ni
de sus hijos, ni siquiera de sus hermanos a quienes tanto protege.
Finney sabe esperar. No tiene que hacer nada. Será El Talón
de Aquiles de Ray, sus hermanos, lo que lo lleve a venderse como una prostituta
de cuarta. En la cárcel, Terry desahuciado tiene una epifanía cuando la
pandilla de Los Arios insiste en obligarlo a demostrar sus dotes pugilistas.
Terry reacciona exactamente como John Wayne en “The Quiet Man”, su espíritu Donovan
lo lleva a defenderse. Solo que tras noquear a su contenedor, la ira celta del
boxeador no descansa hasta matarlo.
Ya no hay manera de conseguir la libertad de Terence
Donovan. Ya no valen ni los chantajes ni sobornos de Ray ni las estupideces de
Mick, que en su desesperado intento de rescatar a su hijo, llega a matar
(accidentalmente) al juez a cargo de la convicción de Terry. Solo hay un
camino. Ray Donovan se sacrifica apareciendo borracho y al borde de las lágrimas
en la Mansión Finney, donde su anfitrión lo recibe con burlona compasión y un
gran despliegue de chic satánico. Esa
noche. Ray y su nuevo dueño visitan al Gobernador Verona. En cinco minutos,
Finney demuestra como el poder y el dinero son mejores que las tácticas de un
fixer.
Terry está libre, pero
sigue preso de su enfermedad y de una obsesión paranoica con una posible
venganza de “Los Arios”. Ray no acepta que le pongan
collar y correa. Aun dentro de la Familia Finney comienza a complotar para
cumplir su voluntad, sea para ayudar a Tommy Wheeler que está a punto de
casarse con Chloe (la travesti de la Primera Temporada) o para construirse un
negocio “limpio”. Como le dice a Abby “estoy cansado de arreglarle la vida a gente
que no lo merece”.
Sin embargo, hay un hado implacable que persigue a los
Donovan y les impide surgir y ser felices. El gobernador pierde las elecciones,
Los Finney pierden poder, Ray simultáneamente pierde su sueño y la confianza de Andrew. Es tan triste ver como
Ray siempre acaba atrapado. Casi tanto como ver a Terry
armado y atrincherado en su gimnasio en espera de Los Arios.
Aun así, ese episodio termina en una nota cálida, humana y
jocosa con Terry casi matando a Mickey y
haciendo las paces con su padre que
decide pasar la noche con su hijo enfermo. Un gusto ver a Ray sonreír y casi
ser cariñoso con su némesis Haciendo
gala del humor Donovan, Ray dice que Terry le hubiera salido más barato que
contratar a Sully para eliminar a su progenitor.
Como todos los Donovan fans,
a veces quiero ahorcar a Mickey, por su incompetencia, por su irresponsabilidad,
por las decisiones tontas que siempre toma, pero hay algo innegable, en el
patriarca Donovan, ama a su familia. Vemos la ira y preocupación cuando su
nueva socia, Mrs. Minassian (Grace Zabriskie) amenaza a Conor, lo vemos
derrumbarse cuando cree que por su culpa Terry ha muerto, e incluso conmueven
sus esfuerzos por ser padre adoptivo de la pequeña Audrey, la hija de la
prostituta Ginger (Fairuza Balk). Esa es la diferencia entre Los Donovan y Los
Finney, el cariño feroz que une a los primeros. Como dijo Andrew: “Un buen
negocio familiar no es lo mismo que una buena familia”. Y Los Donovan no son un
negocio, son una familia.
Eso sí, siento lastima por Darryl. Un chico tan prometedor,
que vivía tan tranquilo con su madre y su padrastro y lo ha abandonado todo
para participar en los sueños delictivos de Mickey que lo ponen siempre al
borde del peligro. Pareciera que Mickey fuera
un imán que atrae la desgracia sobre los suyos, pero también los une.
Por quien no siento ni pizca de lástima es por Abby. La pobre es tan bruta
como su suegro (y Conor parece haber heredado esa carencia de células grises),
pero en vez de unir a su familia, la separa. Ni siquiera puede cuidar de una
mascota. Y eso de ponerle “Perro” al perro es señal de tremenda falta de imaginación.
En esta temporada, la pelirroja huye a la Costa Este, al despreciado
barrio bostoniano del que la sacó Ray, a una familia que no está contenta de verla
porque tienen sus propios problemas y su propia manera de ejercer la
disfuncionalidad. Abby no repara que lo que ha dejado en Los Angles es mejor
que lo que tiene delante. Al menos Bridget no tiene gonorrea, ni Ray anda en
silla de ruedas.
Abby regresa a California sin haber aprendido nada. Su manera
de ayudar a su familia bostoniana será comprando el bar familiar (con dinero de
Ray, obviamente). Es lo único que sabe hacer, vivir con dinero ajeno y quejarse de quien se
lo da. Jamás shipearia a Ray y Abby, y sigo esperando que el fixer encuentre el amor.
Hablando de amor, será que mi naturaleza de obsesiva
romántica me hace ver posibilidades en todos lados, pero hay un par de parejas
ahí que deseo shipear. Increíble ¿Ray Donovan como serie romántica? Hasta ahora el amor en
la serie Showtime era una simple quimera. El de Abby y Ray es sumamente frágil
e inadecuado.; el romance De Bridget con el rapero asesinado se me hizo
sórdido; el de Terry y Frances era unilateral y el de Mickey por la madre de
Darryl no pasó de ser una ilusión. Estos Donovan o aman mucho o no saben amar.
Sin embargo, en esta temporada hay dos parejas a las que les
deseo finales felices, y no hablo de
Tommy y de Chloe. Ya sé que va contra la ley que es políticamente incorrecto, ¿pero
ver a Bridget emparejada con Ken Cosgrove? …¡Grosso! Claro que no se trata del
escritor-publicista de “Mad Men” sino de un severo profesor de matemáticas al
que dará vida Aaron Staton.
Bridget ha conseguido entrar a una prestigiosa escuela pero sus ilusiones académicas hace rato que se
desvanecieron. La brutal muerte de su novio, mas su inicio en el sexo y las
drogas, han conseguido matar a la estudiante modelo. La separación de los
padres la enfrenta a la realidad en toda
su crudeza. A diferencia su hermano, Bridget no puede esconder la cabeza en la
arena del hedonismo y será una mala nota en matemáticas la que la obligue a replantearse su futuro.
Comprendo su frustración. Yo también fui una alumna
destacada que sufrió la humillación de notas en rojo en matemática. Claro, yo sufro de discalculia, mal que por entonces no se conocía. En el caso de Bridget es una
combinación de estrés aunada a expectativas más altas en el área escolar y cursos
más arduos, los que la han hecho fracasar.
La primogénita de Ray
decide explicar su caso al instructor, Mr. Donellen. Este se pone a la defensiva
como solemos hacer los docentes ante un alumno que juzgamos desaplicado. Solo
lo conmueve la confesión de Bridget de su reciente perdida. Resulta que él
también ha enviudado hace poco. Enternecedora esa escena de maestro y alumna
sentados en el piso del baño intercambiando fotos de sus difuntas parejas.
Eso si hubiera deseado que Bridget no estuviera drogada o enfundada en ese
uniforme atrae-pedófilos.
Ya muchos, de esos que creen que Ray tiene que cargarse al
menos uno en cada temporada, le ven cara de víctima al maestro ciruela. Yo digo
“¡Basta!” a esa costumbre de Ray de sobreproteger
a las Bridgets, vivas y muertas. Es hora que acepte que no puede andar
maltratando a todos los pretendientes de la niña. Y si hay necesidad de alguien a quien Donovan deba
escabechar, ya le tengo un candidato: El Padre Romero (Leland Orsen)
De Romero todavía no tengo clara la película. ¿Para quién
trabaja? ¿Para la policía, para El Vaticano, o para satisfacer su propio y
destartalado sentido de la justicia? ¿Es acaso un ex del Padre Danny que busca
vengar a su amante pedófilo? El hecho es que aparte de aterrorizar las últimas horas
del finado Ezra, se ha inmiscuido en eln a terapia de apoyo de Bunchy, y en la
vida del menor de Los Donovan. Y ahora quiere obligar a Ray a regresar a la
Iglesia. Eso es jugar con fuego.
Bunchy, este año, está enamorado. Ya no se trata de un romance
tentativo como el que tuvo con la madre soltera en la Segunda Temporada. Ha
caído rendido a los pies de Teresa, La
Luchadora (Alyssa Díaz). Ray podrá seguir menoscabando a su hermano menor, y considerarlo
un inútil, pero Bunchy descuella donde el fixer patina, en el amor.
Ese road trip con
Romero en busca de su damisela seguida por pedida de mano (y de rodillas, como
se debe) a la diosa del ring estuvieron espectaculares. Tanto así que, tras
expulsarlo con palabrotas (entre las cuales intercaló un significativo “Eres
dulce”), Teresa a solas llora y recapacita. Ahora Los Donovan integran a una
latina a su clan, a pesar de que Ray desconfía
de su nueva cuñada.
Así entramos a la segunda mitad de la temporada con muchas incógnitas
por resolver. ¿Serán Los Arios solo un figmento de la imaginación de Terry? ¿Serán
las jaquecas de Paige una señal de una enfermedad mayor? ¿Se reconciliaran Ray
y Avi? Y lo más grave, en ánimo de
confesión, Bunchy le reveló a Romero
como había muerto El Padre Danny. ¿Qué hará Romero con esa información aparte
de excomulgar a Los Donovan?
Ray Donovan puede verse todos los viernes, por HBO Latino. Y
a ver si los Emmy recompensan a Liev Schreiber este año.
La familia y la mafia son importantes elementos en esta serie porque es un misterio y muchos secretos aún no se revelan. Ray Donovan es una de las mejores series que hay actualmente en la televisión, pero es una lástima que no le hagan tanta promoción Ray Donovan actualmente ya va para una cuarta temporada, y aunque es una gran propuesta, espero que esta vez todos los secretos se revelen. Es todo un misterio, ya veremos si puede cumplir nuestras expectativas. Esperemos que HBO decida hacer otra temporada.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo Kraen, pero encuentro esta temporada floja. Ray ha disminuido como personaje y Mickey, pobrecito, pero ya cansa con tanta burrada que hace.
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