domingo, 30 de agosto de 2015

Celebremos a la familia disfuncional: Tercera Temporada de Ray Donovan



Después de un deslumbrante comienzo, “Ray Donovan”  decayó  gravemente. Sin embargo, en esta Tercera Temporada, la serie y el protagonista se han reinventado al punto que me ha interesado  volver a seguir las aventuras del  atormentado fixer angelino. Los que no cambian  son los catastróficos problemas que persiguen, como furias míticas, a Los Donovan. Ahora los acompañan otras familias disfuncionales que hacen que estos irlandeses gruñones parezcan Los Walton.

Yo dejé de ver a Ray Donovan a la mitad de la Segunda Temporada. No sé que me hartaba más si la llorosa y adultera “Abs” o la relación de Terry Donovan con esa enfermera pedante y  moralista. La obsesión del boxeador de llevarse a su mujer a Irlanda y fundar una vida nueva alejada de los Donovan me parecía implausible. Olía a un final trágico, que efectivamente tuvo lugar cuando Terry se involucró en un plan de robo mano armada.

Terry acaba tras las rejas.  La culpa como siempre es de  Papi Mick, uno de los personajes más torpemente conmovedores de la televisión. Es fenomenal la capacidad de Jon Voigt  para retratar  a un desobligado maleante cuya únicas meta son vivir bien a costa del crimen y congeniarse  con su familia. El problema de Mickey es que no comprende que ambas metas  son irreconciliables.


Hay quien detesta a Ray  Donovan. Yo  adoro al personaje de Liev Schreiber a pesar de sus defectos y vaya que los tiene. Su devoción familiar, su lealtad con sus amigos, su desgarrado sentido del Bien y el Mal lo hacen portentoso en un mundo corrupto, sucio, cruel como es ese ámbito  de millonarios faranduleros a quienes sirve.

La enajenación de Ray como persona, su incapacidad de pedir ayuda o abrirse a otros le ha costado su matrimonio, pero serán precisamente esas fallas las que lleven al fixer  hasta el sitio que ocupará en esta tercera temporada. Abrumado por la desilusión que le provoca su mujer y la prisión de su hermano, Ray va cayendo en una trampa karmica. La soledad se vuelve su compañera. Ezra muere, Ray pelea con Avi quien se marcha abrir su propio negocio. También pelea con Lena aunque se reconciliaran a mitad de temporada. Es ella quien le lanza la pregunta retorica:” ¿Por qué no puedes aceptar que necesitas ayuda? “Algún duende irlandés  la oye  y se encargará de obligar a Ray a aceptar que no es omnipotente.

Ray comienza la temporada con un solo objetivo,  rescatar a Terry de la cárcel. Pero después que el médico de la prisión le diagnostica un avanzado Parkinson, el boxeador ya no quiere luchar más, ni  contra su enfermedad, ni por su libertad. Entretanto, Ray entra en contacto con una familia tan infernal como poderosa. Si las pirañas tomaran forma humana se apellidarían Finney.


 Los Finney tienen una madre invisible (creo que solo la vimos una vez),  y un padre demasiado visible. Estos retoños peligrosos son  " Crazy"Casey (Guy Burnet), un demente drogadicto cuyo secuestro debe resolver el habilidoso Raymond, y  Paige  (Katie Holmes con un look que incluye frenos en los dientes), una pobre niña rica que desea demostrarle a Papi que se las puede.

En realidad esa es solo la superficie, porque debajo hay una criatura más compleja y oscura que todos los seguidores del film noir conocemos. A ver si  la ex Mrs. Tom Cruise nos saca una actuación  digna de una Faye Dunaway en “Chinatown” o Lauren Bacall en “The Big Sleep”.  A ver si es la compañera soñada o la peor pesadilla de Raymond. Obvio que quiero lo primero. Abby será el gran amor de Ray (aunque siempre he sospechado que su gran amor fue su hermana), pero es totalmente incompatible con su marido. No lo entiende, no lo conoce, no sabe apoyarlo ni sacar a flote lo mejor del fixer.


Regresando al tema de los Finney,  el que lleva la batuta ahí es el patriarca. Los productores de RD se han traído a Ian McShane, porque ya se sabe que ninguna serie tiene prestigio sino hay algún histrión británico en el reparto y aquí quieren dos. El ex Lovejoy  viene a acompañar a su compatriota Eddie Marsan (Terry). Encarnará  a un individuo sucio, malvado, un hombre capaz de casar a su hija con su propio amante, pero  Ian McShane (al que esperamos pronto ver en “Game of Thrones”) lo interpreta deliciosamente como si fuera un urbano  Príncipe de las Tinieblas, tipo Al Pacino en “El Abogado del Diablo.”

Finney quiere comprar los servicios de Ray, quiere tener la exclusividad sobre la franquicia Donovan, incluyendo el  cuerpo y alma del fixer. Raymond se niega. El que es tan privado y custodio de su integridad, resabio que le ha quedado del abuso pedófilo al que fue sometido, no será nunca de nadie, ni de su mujer, ni de sus hijos, ni siquiera de sus hermanos a quienes tanto protege.

Finney sabe esperar. No tiene que hacer nada. Será El Talón de Aquiles de Ray, sus hermanos, lo que lo lleve a venderse como una prostituta de cuarta. En la cárcel, Terry desahuciado tiene una epifanía cuando la pandilla de Los Arios insiste en obligarlo a demostrar sus dotes pugilistas. Terry reacciona exactamente como John Wayne en “The Quiet Man”, su espíritu Donovan lo lleva a defenderse. Solo que tras noquear a su contenedor, la ira celta del boxeador no descansa hasta matarlo.

Ya no hay manera de conseguir la libertad de Terence Donovan. Ya no valen ni los chantajes ni sobornos de Ray ni las estupideces de Mick, que en su desesperado intento de rescatar a su hijo, llega a matar (accidentalmente) al juez a cargo de la convicción de Terry. Solo hay un camino. Ray Donovan se sacrifica apareciendo borracho y al borde de las lágrimas en la Mansión Finney, donde su anfitrión lo recibe con burlona compasión y un gran despliegue de chic satánico. Esa noche. Ray y su nuevo dueño visitan al Gobernador Verona. En cinco minutos, Finney demuestra como el poder y el dinero son mejores que las tácticas de un fixer.

 Terry está libre, pero sigue preso de su enfermedad y de una obsesión paranoica con una posible venganza  de  “Los Arios”. Ray no acepta que le pongan collar y correa. Aun dentro de la Familia Finney comienza a complotar para cumplir su voluntad, sea para ayudar a Tommy Wheeler que está a punto de casarse con Chloe (la travesti de la Primera Temporada) o para construirse un negocio “limpio”. Como le dice a Abby “estoy cansado de arreglarle la vida a gente que no lo merece”.

Sin embargo, hay un hado implacable que persigue a los Donovan y les impide surgir y ser felices. El gobernador pierde las elecciones, Los Finney pierden poder, Ray simultáneamente pierde su sueño y  la confianza de Andrew. Es tan triste ver como Ray siempre acaba atrapado. Casi tanto como ver  a Terry  armado y atrincherado en su gimnasio en espera de Los Arios.

Aun así, ese episodio termina en una nota cálida, humana y jocosa con Terry casi matando a Mickey  y  haciendo las paces con su padre que decide pasar la noche con su hijo enfermo. Un gusto ver a Ray sonreír y casi ser cariñoso con su némesis  Haciendo gala del humor Donovan, Ray dice que Terry le hubiera salido más barato que contratar a Sully para eliminar a su progenitor.

Como todos los Donovan fans,  a veces quiero ahorcar a Mickey, por su incompetencia, por su irresponsabilidad, por las decisiones tontas que siempre toma, pero hay algo innegable, en el patriarca Donovan, ama a su familia. Vemos la ira y preocupación cuando su nueva socia, Mrs. Minassian (Grace Zabriskie) amenaza a Conor, lo vemos derrumbarse cuando cree que por su culpa Terry ha muerto, e incluso conmueven sus esfuerzos por ser padre adoptivo de la pequeña Audrey, la hija de la prostituta Ginger (Fairuza Balk). Esa es la diferencia entre Los Donovan y Los Finney, el cariño feroz que une a los primeros. Como dijo Andrew: “Un buen negocio familiar no es lo mismo que una buena familia”. Y Los Donovan no son un negocio, son una familia.


Eso sí, siento lastima por Darryl. Un chico tan prometedor, que vivía tan tranquilo con su madre y su padrastro y lo ha abandonado todo para participar en los sueños delictivos de Mickey que lo ponen siempre al borde del peligro. Pareciera que Mickey  fuera un imán que atrae la desgracia sobre los suyos, pero también los une.


Por quien no siento  ni pizca de  lástima es por Abby. La pobre es tan bruta como su suegro (y Conor parece haber heredado esa carencia de células grises), pero en vez de unir a su familia, la separa. Ni siquiera puede cuidar de una mascota. Y eso de ponerle “Perro” al perro es señal de tremenda  falta de imaginación.

En esta temporada, la pelirroja huye a la Costa Este, al despreciado barrio bostoniano del que la sacó Ray, a una familia que no está contenta de verla porque tienen sus propios problemas y su propia manera de ejercer la disfuncionalidad. Abby no repara que lo que ha dejado en Los Angles es mejor que lo que tiene delante. Al menos Bridget no tiene gonorrea, ni Ray anda en silla de ruedas.

Abby regresa a California sin haber aprendido nada. Su manera de ayudar a su familia bostoniana será comprando el bar familiar (con dinero de Ray, obviamente). Es lo único que sabe hacer,  vivir con dinero ajeno y quejarse de quien se lo da. Jamás shipearia a Ray y Abby, y sigo esperando que el  fixer encuentre el amor.

Hablando de amor, será que mi naturaleza de obsesiva romántica me hace ver posibilidades en todos lados, pero hay un par de parejas ahí que deseo shipear. Increíble ¿Ray Donovan  como serie romántica? Hasta ahora el amor en la serie Showtime era una simple quimera. El de Abby y Ray es sumamente frágil e inadecuado.; el romance De Bridget con el rapero asesinado se me hizo sórdido; el de Terry y Frances era unilateral y el de Mickey por la madre de Darryl no pasó de ser una ilusión. Estos Donovan o aman mucho o no saben amar.

Sin embargo, en esta temporada hay dos parejas a las que les deseo finales felices, y  no hablo de Tommy y de Chloe. Ya sé que va contra la ley que es políticamente incorrecto, ¿pero ver a Bridget emparejada con Ken Cosgrove? …¡Grosso! Claro que no se trata del escritor-publicista de “Mad Men” sino de un severo profesor de matemáticas al que dará vida Aaron Staton.


Bridget ha conseguido entrar a una prestigiosa escuela  pero sus ilusiones académicas hace rato que se desvanecieron. La brutal muerte de su novio, mas su inicio en el sexo y las drogas, han conseguido matar a la estudiante modelo. La separación de los padres la enfrenta a  la realidad en toda su crudeza. A diferencia su hermano, Bridget no puede esconder la cabeza en la arena del hedonismo y será una mala nota en matemáticas la que la obligue a replantearse  su futuro.

Comprendo su frustración. Yo también fui una alumna destacada que sufrió la humillación de notas en rojo en matemática. Claro, yo sufro de discalculia, mal que por entonces no se conocía. En el caso de Bridget es una combinación de estrés aunada a expectativas más altas en el área escolar y cursos más arduos, los que la han hecho fracasar.


La primogénita de Ray  decide explicar su caso al instructor, Mr. Donellen. Este se pone a la defensiva como solemos hacer los docentes ante un alumno que juzgamos desaplicado. Solo lo conmueve la confesión de Bridget de su reciente perdida. Resulta que él también ha enviudado hace poco. Enternecedora esa escena de maestro y alumna sentados en el piso del baño  intercambiando fotos de sus difuntas parejas. Eso si hubiera deseado que Bridget no estuviera drogada o enfundada en ese uniforme atrae-pedófilos.

Ya muchos, de esos que creen que Ray tiene que cargarse al menos uno en cada temporada, le ven cara de víctima al maestro ciruela. Yo digo “¡Basta!” a  esa costumbre de Ray de sobreproteger a las Bridgets, vivas y muertas. Es hora que acepte que no puede andar maltratando a todos los pretendientes de la niña. Y si  hay necesidad de alguien a quien Donovan deba escabechar, ya le tengo un candidato: El Padre Romero (Leland Orsen)

De Romero todavía no tengo clara la película. ¿Para quién trabaja? ¿Para la policía, para El Vaticano, o para satisfacer su propio y destartalado sentido de la justicia? ¿Es acaso un ex del Padre Danny que busca vengar a su amante pedófilo? El hecho es que aparte de aterrorizar las últimas horas del finado Ezra, se ha inmiscuido en eln a terapia de apoyo de Bunchy, y en la vida del menor de Los Donovan. Y ahora quiere obligar a Ray a regresar a la Iglesia. Eso es jugar con fuego.

Bunchy, este año, está enamorado. Ya no se trata de un romance tentativo como el que tuvo con la madre soltera en la Segunda Temporada. Ha caído rendido a los pies  de Teresa, La Luchadora (Alyssa Díaz). Ray podrá seguir menoscabando a su hermano menor, y considerarlo un inútil, pero Bunchy descuella donde el fixer patina, en el amor.


Ese road trip con Romero en busca de su damisela seguida por pedida de mano (y de rodillas, como se debe) a la diosa del ring estuvieron espectaculares. Tanto así que, tras expulsarlo con palabrotas (entre las cuales intercaló un significativo “Eres dulce”), Teresa a solas llora y recapacita. Ahora Los Donovan integran a una latina a su clan, a pesar de que  Ray desconfía de su nueva cuñada.




Así entramos a la segunda mitad de la temporada con muchas incógnitas por resolver. ¿Serán Los Arios solo un figmento de la imaginación de Terry? ¿Serán las jaquecas de Paige una señal de una enfermedad mayor? ¿Se reconciliaran Ray y Avi?  Y lo más grave, en ánimo de confesión, Bunchy  le reveló a Romero como había muerto El Padre Danny. ¿Qué hará Romero con esa información aparte de excomulgar a Los Donovan?


Ray Donovan puede verse todos los viernes, por HBO Latino. Y a ver si los Emmy recompensan a Liev Schreiber este año.


2 comentarios:

  1. La familia y la mafia son importantes elementos en esta serie porque es un misterio y muchos secretos aún no se revelan. Ray Donovan es una de las mejores series que hay actualmente en la televisión, pero es una lástima que no le hagan tanta promoción Ray Donovan actualmente ya va para una cuarta temporada, y aunque es una gran propuesta, espero que esta vez todos los secretos se revelen. Es todo un misterio, ya veremos si puede cumplir nuestras expectativas. Esperemos que HBO decida hacer otra temporada.

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    1. Totalmente de acuerdo contigo Kraen, pero encuentro esta temporada floja. Ray ha disminuido como personaje y Mickey, pobrecito, pero ya cansa con tanta burrada que hace.

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