Una última temporada siempre trae sentimientos encontrados.
Dejar de visitar la Abadía nos crea a los Downties una sensación de pérdida (un
sense of deprivement como se dice en
inglés). Es por eso que me impuse la tarea de reseñarla. Aunque ya la temporada hace rato que acabó en
Las Islas Británicas, ya la han visto en Usa y la cultura del streaming la ha hecho conocida a usuarios
de todo el mundo, yo quiero hacer una reseña (ahora que comienza por el cable
latino) como un último homenaje. “Downton Abbey” fue una serie que, aun con
bemoles ha sido un hito universal, una
aportación a la alcurnia televisiva, a la historia de las series de calidad (especie
en extinción) y se merece desde ya ser conocida como un clásico.
Con esa introducción me adentro en el primer episodio de La
Sexta y última temporada. Acabamos la temporada pasada sin muchos cliffhangers, a menos que se cuenten como
tales el matrimonio anunciado entre ama de llaves y mayordomo y el fin de los amores
y posible elevación en la escala aristocrática de Isobel Crowley. A Mary le
salió un nuevo pretendiente, Tom y Sibbie emigraron a América, y Los Condes de Grantham apechugaron con el
hecho de que una de sus hijas era madre soltera. Lo más importante es que se acabó esa
incertidumbre inaguantable de si Los Bates terminaban en la misma celda o en el
mismo cadalso. ¿Ya qué más faltaba?
Bueno, estamos en 1925. Los Grantham tienen problemas económicos y hay
que hacer recortes de servidumbre. Casas como las de ellos se han vuelto reliquias
del pasado. Nada que no hayamos sabido antes. Más encima hay un problema con el
hospital que se lo quiere anexar uno más importante Esto provoca uno de los
típicos enfrentamientos entre Isobel y La Dowager. La sorpresa es que el Dr. Clarkson
apoya a Lady Violet, más que nada por darle en la torre a Lord Merton quien
apoya la opinión de su ex prometida, Isobel.
En la Abadía, Daisy sigue metiendo
las patas y a Mary la están chantajeando. Nada muy interesante ni novedoso en
un capitulo que parece escrito “por obligación”.
Las novedades son que Anna no puede llevar a término un embarazo. Se le agradece
a Lord Fellowes quien ha estado agobiando a los Bates con todo tipo de
calamidades bíblicas, desde incluso antes que se casaran, que les inventase una
tragedia tan banal. Y que había que inventarles una era de cajón.
Confieso que el capitulo lo vi entre bostezos y que la serie
muestra tendencia por lo soporífero y repetitivo. ¿Cuántas veces Mary se verá
involucrada en chantajes por pecados propios o ajenos? ¿Cuándo van a dejar que Los Bates sean tranquilamente sosos? ¿Cuántos
duelos verbales entre las matriarcas tendremos que aplaudir antes de que ya no
nos impresionen?
Volviendo los ojos hacia “Upstaits Downstairs”, el modelo
sobre el cual se ha cortado el molde de esta serie, me asombra que lo que Jean March
y John Hawkesworth lograron en diez
capítulos, Julián Fellowes no lo
consiguió en cuatro temporadas. En suma,
Downton Abbey es una excelente visión costumbrista de la década de Los Locos 20,
porque fidedignamente describe vestuario, decoración y milieu, pero no es histórica. Ni siquiera consigue esbozar una
mentalidad de la época. Aunque nos encanten la tolerancia y flexibilidad moral
de los Grantham , su comportamiento no
es realista. Hubiera sido imposible entonces que un matrimonio de tanto pedigrí
aceptara como si nada que la hija mayor tuviera amantes (uno de los cuales
murió en su cama), que la pequeña se casara con el chofer, y que la del medio les trajera una nieta bastarda.
En “Upstairs Downstairs “se consiguió transmitir la desmesura,
convulsión e impaciencia de una Inglaterra salida de una guerra-masacre. La
desaparición de reglas sociales milenarias provocó un estado caótico que alcanzó
su clímax en La Gran Huelga de 1926 y acabó en el desplome de Wall Street de
1929, eventos que Downton Abbey consiguió evitar mostrar dando termino a la
serie en 1925.
Lo más impresionante de “UD” fue el modo en que trenzaron
los problemas de una clase dirigente que pierde privilegios y cada vez
encuentra más difícil mantener su opulento estilo de vida, con la toma de conciencia del hoipolloi (en este caso el Staff doméstico) de que tiene voz y en que se le abren nuevos caminos, algunos más complicados
que la tenue seguridad que ofrece el ser parte de la servidumbre.
En “Downton Abbey “la
agitación social se manifiesta de manera
torpe: en el cínico discurso de una camarera chantajista o en el atolondrado
exabrupto de Daisy cuyos intentos por
ejercer “sus derechos” siempre acaban provocado más problemas. Totalmente artificial
que Los Grantham la perdonen a pesar de haberlos abochornado delante de un vecino y haber provocado el
despido y ruina de inquilinos entre ellos, al siempre noble Mr. Mason, suegro
de Daisy. Qué diferencia con UD donde vimos a Edward y Daisy intentar salir
adelante fuera de la telaraña del servicio domestico, solo para que la miseria
volviera a empujarlos a un círculo
vicioso de la cocina de los Bellamy.
En cuanto al cambio de los tiempos, las señales son
simplistas (Lady Mary ya no monta de costado) o falsas. Un pequeños spoiler. Toda
la temporada vivirá bajo la amenaza fantasma de que la Abadía de Downton puede
cerrar sus puertas. Que no cunda el pánico. La serie culmina con la Abadía
todavía en el poder de los Grantham.
Curioso, la última temporada de UD comenzaba también con esa
amenaza. Habría que vender Eaton Place, pero no como señal de los tiempos que corrían,
sino por motivos estrictamente personales. El recién casado Lord Bellamy se
sentía incomodo de traer a su nueva esposa e hijastros a vivir a una casa que
ahora partencia a un hijo con quien no se llevaba nada de bien. James hacia lo
imposible por convencer a su padre que se quedara, algo que se lograba cuando
Richard Bellamy ofrecía pagar una renta nominal. Lo triste es que la serie si se
terminaba con la venta de Eaton Place y el desbande de patronos y empleados.
Rose (Jean Marsh) abandona Eaton Place |
Es innegable que las grandes casas de campo inglesas y sus
contrapartes citadinas, alcanzaron un auge en la Era Victoriana, pero ya para
fines del Siglo XIX era evidente que no todos los miembros de la aristocracia
podrían mantener esos palacetes, abadías, castillos y manors. Como lo explica Sir David Canadiense en su excelente Decline and Fall of the British Aristocracy,
el decaimiento de la agricultura aunado a altísimos impuestos fueron mermando las
posibilidades de mantener trenes de vida como el de los Crowley de Downton
Abbey. Sin embargo, hasta el día de hoy los Duques de Marlborough conservan el
Palacio de Blenheim, los Marqueses de Bath residen en Longleat, y los Condes de
Carnarvon han encontrado un modo de preservar un estilo de vida en el Castillo
de Highclare gracias a convertirlo en la Abadía de Downton.
Si los Bellamy perdieron Eaton Place fue por la torpeza de
James de invertir toda la fortuna familiar en Wall Street en vísperas del Crack
del 29. Si Robert y su familia no cometen errores y aprenden a ser más
frugales, bien pueden seguir en su Abadía por un siglo más.
Lo mejor de la noche
Mi criado favorito.
Thomas Barrows quien alterna entre su cinismo de siempre con
la autocompasión a estar seguro de que lo despedirán primero porque
a nadie le cae bien. ¡Te equivocas Tommy, tu empleo está asegurado! Nadie más
tiene esa espalda tan resistente para cargar niños que quieren ir al “apa”. Lo
que deben hacer los Grantham (considerando como salvó a Sibbie de la nana esnob
y racista) es poner al gay en residencia de niñero.
El mejor consejo para
una tímida novia que le teme a la intimidad conyugal:
“Tal vez puedan apagar la luz” dicho por Mrs. Patmore a Mrs. Hughes.
Mejor discurso romántico.
“Dígale esto, Señora Patmore. Ante mis ojos, ella es
hermosa. Estoy feliz, entusiasmado y lleno de orgullo porque aceptó ser mi
esposa. Deseo que estemos todo lo unidos que puede estar una pareja por todo el
tiempo que nos queda en esta tierra” Oh Carson, todas quisiéramos que nuestros
hombres nos expresaran su amor de esa manera.
Toda esa mini tragedia de la insegura Mrs. Hughes, (ayy es
que los romances de la tercera edad sacan a flote tantos complejos en las mujeres)
y su complicidad con Mrs. Patmore. ("Me han encargado comisiones raras en
la vida, pero esta...") fue muy cómica y muy conmovedora a la vez. Lo que más
me conmovió es descubrir que ambas son vírgenes y la nostalgia de la cocinera por
algo desconocido, pero que su compañera está a punto de conocer , casi me hizo
llorar. Toda mujer debe conocer el amor aunque sea a la noble edad de estas
señoras tan generosas, tan útiles, pero también tan solitarias. ¡Exijo un novio
para Mrs. Patmore!
El mejor vestido de la
noche
Como siempre Edith brilló por su elegancia. Ese vestido champaña con diseño de claveles
rojos era chic y llamativo a la vez. Ahora
que es mujer rica e independiente por su
propio merito, Edith tiene un vestuario espectacular, mejor que el de Mary que
siempre anda con ropa oscura.
Concuerdo con The
Guardian en que Edith s ve obscenamente
hermosa, pero también es bueno que se vaya a Londres. Ya eso que maneje una
revista desde su casa de campo en una era pre Internet, Skype, celular, ect. Es difícil
de creer.
La mejor escena
Lord Grantham hurgando en la alacena (“¿Esto es un
refrigerador?”) y siendo atrapado por Carson cuando se comía un muslo de pollo.
La cara del mayordomo era impagable: Por un lado el escándalo . ¡Milord
sirviéndose solo y sin plato y servilleta! Por otro ¿Cómo se atreve Milord a
tomar comida que Carson lleva contabilizada? Eso es peor que lo que hizo Daisy
Hola Male! Buena reseña
ResponderEliminarRecuerdo que este capítulo no me gustó del todo, aunque siempre hay aspectos que nos terminan encantando.
Entre las cosas que me gustaron del final de temporada de la quinta fue el compromiso de la sra Hugges y mr Carson. Son muy adorables los dos y me encanta como tomaron el tema de los temores de ella, y la respuesta de él.
Los Bates ya me tenían más que aburrida desde hace tiempo, menos que mal el desarrollo de su trama esta temporada fue mucho más light.
Me encanta la nueva vida de Edith, yo vi casi todas las temporadas juntas y luego de verla ignorada, dejada en el altar, me encantó que desarrollaran su trama y ahora sea una mujer importante ¡y lo será más todavía!
Una amiga me dijo "Van a vender la casa" pero la verdad que nunca lo temí del todo. Pobre Thomas, siempre está con el temor de ser despedido, él es uno de mis personajes favoritos. Y cuando le dan sus arranques tiernos, es un amor.
Daisy me aburre, se pone muy tonta esa niña cuando le da con algo y en los próximos capítulos seguirá con lo mismo :boring:
Lo del chantaje a Mary fue absolutamente de más, fue como "noo, otra vez".
Con respecto a la comparación con UD, estoy de acuerdo contigo en que no es muy creíble la aceptación de los Grantham a ciertas cosas. Me doy cuenta más ahora que estoy haciendo rewatch, esta vez con mi mamá (estamos comenzando la cuarta) y hay cosas que se solucionan de forma algo "light". Uno igual lo acepta porque te hacen ver que los condes son distintos y más cercanos a la audiencia, yo los siento como mi propia familia jeje pero en verdad, muy realista no es.
Saludos!!!
Gracias por comentar, Gatita Any, con Barrows tenía miedo que pasara como con Jaime en GOT, que lo desperdiciaran totalmente, pero por suerte es un personaje indispensable en La Abadía. Yo creo que ya al final, Julian F. estaba como enamorado de Edith y la ha hecho evolucionar de manera insólita y karmica, porque todo lo que le ha ocurrido, todo lo que ha hecho bueno o malo ha tenido repercusiones interesantes. Es el personaje más camaleónico de la historia. Confieso que m encantan Los Grantham y como son con sus hijas y servidumbre. Yo los veo como un blueprint de cómo debe ser cualquier persona con suficiente plata para contratar servicio. Yo creo que en Chile, y a pesar de La Ley Nana, hay abusos patronales horrorosos y mucho estigma de cómo debe tratarse o mirar al asalariado sea la cocinera, el jardinero, ect.
EliminarUff, a quien no le gustaria ser una CRowley? la familia, los empleados, la casa, ect.
Besos