martes, 26 de mayo de 2020

Cualquier Semejanza con la Realidad: Unorthodox, serie, libro y la verdadera historia de Deborah Feldman



Nada más irritante que escuchar a gente refutar mis argumentos en contra de “Unorthodox” con un “está basado en la realidad. Es la historia real de una jasídica”. Eso de la boca de gente que jamás ha leído el libro, que ni sabe el nombre de la autora, me ha empujado a acabar con este mito. Libro y serie solo conservan vagas similitudes entre sí. Un cúmulo de contradicciones y misterios sin resolver también alejan el libro Unorthodox de la esfera de lo real, pero empujan al crítico a convertirse en detective-arqueólogo encargado de descifrar pasado y presente de Deborah Feldman.

Guerra Total en contra de la Yidishkeit
Como todas las personas infelices, Deborah Feldman se ha enconchado en su caparazón de ensueños. Desde ahí, lo concreto y la verdad de los hechos se ven a través de un cristal oscuro. La misión vital de La Feldman ha sido crearse una imagen de víctima de una religión patriarcal. Su dedo acusador no apunta únicamente a su disfuncional familia sino también a la comunidad jasídica que la vio crecer, al judaísmo y a todos los judíos. En suma, ha declarado la guerra a la Yidishkeit como la llaman en yiddish.

Feldman ha admitido temerles a las religiones y no sentirse cómoda en ninguna. La entiendo y respeto, pero eso no le da derecho a escupir en la gente que es religiosa o vive de acuerdo con su fe. En sus primeras entrevistas, cuando era una veintiañera que recorría Manhattan en tacones saboreando comidas prohibidas por el judaísmo (algo que yo hice en mi día y realmente era una actividad placentera),  Feldman solo cargaba específicamente contra los Satmar y contra los miembros de su familia.
Feldman en días de pandemia, en su apartamento en Berlín

Sus acusaciones contra extrañas practicas llevadas a cabo dentro del reducto Satmar la asemejaban a voceros del Ku Klux Klan, de neonazis y de grupos anti religión. Después de que la misma policía de Nueva York refutó una horrenda calumnia sobre un supuesto “crimen ritual” ocurrido en Rockland Countyla comunidad Satmar donde ella vivía con su marido Feldman bajó el tono de sus acusaciones, llegando a admitir que solo conocía esa historia de oídas.

Un hábito muy cómico de la escritora es repetir como si fuesen grandes verdades varias leyendas urbanas sobre los ultraortodoxos, embelleciéndolas y magnificándolas, desde sus costumbres sexuales hasta la mala fama de los Satmar como caseros. En una vitriólica diatriba en contra de los Satmar lanzada en una entrevista con Vice en el 2014, Feldman goza describiendo el asesinato de Menachem Stark, un  reconocido miembro de la comunidad jasídica de Williamsburg. Sin siquiera conocer el nombre de la víctima, La Feldman declara que sus arrendatarios” lo odiaban,” dando a entender que uno de ellos lo mató.

En realidad, Stark fue víctima de un secuestro y sus raptores, que esperaban cobrar recompensa por él, accidentalmente lo mataron. Cuando el entrevistador le pregunta a la escritora quienes lo asesinaron ella no solo no responde (es como una costumbre de Feldman abstraerse hasta el punto de no oír lo que se le pregunta) sino que se sigue burlando de la muerte de un padre de siete hijos diciendo “todo fue tan loco. Lo encontraron en un basurero”. Obviamente la muerte de cualquier jasídico la regocija.
Menachem Stark y su familia

En una entrevista reciente a un  periódico australiano , Feldman ha dicho que a las productoras les importaba que “ Unorthodox” no acabase vilificando el mundo jasídico, a ella eso la tenía sin cuidado. En sus últimas entrevistas, Feldman se ha quejado del mundo judío en general. De nosotros, los no ortodoxos, que criticamos su visión tan tendenciosa y unilateral por qué tememos que en su generalización nos salpique a todos. Por otro lado, también se queja de que no la ayudamos cuando escapó del mundo de Satmar. En realidad, culpa a los judíos en pleno y al judaísmo de su desdicha que puede deberse más a circunstancias familiares que a la insularidad del mundo jasídico.

 La Feldman ha obtenido su pequeña venganza. En su entrevista a Salón en el 2012, admite que su libro y los comentarios que suscita han hecho daño a su familia. Que el tenerla a ella como “una oveja negra” ha convertido a su familia en una vergüenza para la comunidad: “Lo que significa que nadie quiere casarse con miembros de esa familia. Eso significa que ya no pueden casar a sus hijos. De alguna manera arruiné sus vidas”.

Aunque Feldman dice que no lo hizo deliberadamente, hay cierto triunfo en sus palabras tal como cuando menciona que su marido, debido al divorcio, también se ha convertido en un paria. ¿Pero que le hicieron para qué les tenga tanto fastidio?  Yo creo que la raíz del problema es que DF nunca debió vivir en esa comunidad porque ni siquiera genéticamente tenía cabida en ella.

El Libro de Shoshana
Por parte de madre, Deborah Feldman (o Surie Berkovic, su verdadero nombre) no tenía ningún vínculo con el jasidismo. Su madre, Shoshana Berkovic era hija de refugiados de la Alemania, nacida y criada en Inglaterra. Sus padres se divorciaron y nunca tuvo muchas oportunidades en el Reino Unido por lo que, cuando a mediados de los 80, le propusieron casarse con un chico judío de Williamsburg y que la familia pagaría por su viaje y su trousseau, le pareció una excelente idea.

El problema fue que al llegar a Estados Unidos y pasado un tiempo, Shoshana descubrió que su marido no estaba bien de la cabeza. En el prólogo de Unorthodox, Deborah debate con su madre cual era el problema del padre. La madre insiste en que era un desequilibrio mental y que, si la familia lo hubiese puesto en manos de especialistas, él se hubiese curado. Deborah, en cambio,  está segura de que su padre es un deficiente mental.

Es esa tara la que pesará sobre Deborah hasta su matrimonio. Las miradas sospechosas escudriñando posibles señales de locura en ella, las visitas a psiquiatras, la falsa lástima, todo opera para hacer que Feldman se sienta excluida. Agreguémosle el desprecio de sus parientes más adinerados capitaneados por la Tia Sheindi (Chaya en el libro, Malka en la serie) y Deborah desarrolla una especie de rencor social por sus parientes, rencor que extiende hacia los Satmar.

Otra ironía es que el único vínculo con el jasidismo de La Feldman es su abuelo. Tal como narra en Éxodus,  su segundo libro, un viaje a Hungría le reveló que su Bubbe no era jasídica. Eso explica las pequeñas rebeldías de la anciana como el escuchar música clásica a espaldas del marido o someterse a regañadientes a una afeitada de cráneo que no era costumbre entre sus parientes.

Entonces tenemos a una Deborah criada por una abuela que no está cómoda con la comunidad impuesta por su matrimonio; un padre mentalmente ausente y una madre tan desdichada que abandona Williamsburg y deja atrás a su pequeña hija. A ver es esto cierto.

En su muro de Facebook,  Shoshana Berkovic anunció feliz en el 2010 que finalmente le había salido su divorcio, agregando que hacía siete años que se había separado de su marido. Hagamos nuestra resta y el resultado es que la madre de Deborah abandonó a su familia en el 2003, cuando su hija mayor tenía 16 años.
La Profesora Berkovic con una foto de su hija.

Esta información contrarresta totalmente con la imagen novelesca de Leah en la serie como una Madame X cualquiera a la que le arrebatan su bebé porque no es lo suficientemente “buena” para ser su madre. Pero también anula todo el rol de huerfanita a la que le robaron su infancia, que se crea Deborah en su libro. Aunque Feldman ha escogido encuadrar su historia con la presencia materna, desde el primer cumpleaños de libertad en el prólogo hasta el agradecimiento final en la página dedicada a quienes ayudaron a publicar el libro, la escritora está mintiendo ostentosamente.

Miente cuando habla de la escasa presencia de su madre en su infancia, miente cuando cuenta que su tía Chaya le relató en vísperas de su boda con Eli Feldman que Rachel (Leah en la serie) había sufrido un colapso nervioso tras el nacimiento de Deborah y había tenido que ser internada, tras lo cual había abandonado a su bebé. Curioso porque en esta fotografía, Shoshana se ve muy recuperada junto a su familia y una Deborah de siete u ocho años. Tan recuperada que por aquel entonces, Shoshana y su marido recibieron a Shira Ester, su segunda hija.
Los Berkovic con su hija mayor

Cuando Deborah dice que su madre se marchó de Williamsburg conduciendo su propio Honda (a plena luz del día borrando toda idea de madre fugitiva) la escritora oculta dos factores:  que posiblemente ella fue testigo de esa partida y que en el Honda viajaba también su hermana Shira de ocho años. ¿Por qué nunca Feldman habla de Shira? ¿Por qué su hermana, es apartada de la celebración de su cumpleaños con la que comienza el libro? Tal vez porque esa fiesta de cumpleaños,  donde Deborah piensa en otras ocasiones cuando su madre estuvo ausente o piensa en su adolescencia sin presencia materna, es una falsedad inmensa.

En el prólogo, Rachel-Shoshana actúa como si fuera la Leah de “Unorthodox” lamentando la carencia de recursos económicos que la forzaron a entregar a su hijita a parientes políticos que la amenazaban con destruirle la vida si no lo hacía. Extraño porque en el 2003, la maestra Berkovic (ella enseña biología en la New Utrecht High School) tenía dinero para contratar un abogado y llevar a su marido a tribunales exigiendo la custodia de sus dos hijas.

Los documentos legales señalan que el juez Paul Grosvenor cedió la custodia de Shira-Esther (posiblemente por ser más pequeña y necesitar más de su madre) a Shoshana. La corte impuso dos condiciones:  que la niña continuase sus estudios en su escuela judía y que el padre tuviese derecho a visitas. La Señora Berkovic accedió a ambas poniendo como exigencia que estuviese su suegro presente en las visitas. ¿No que se llevaba tan mal con sus parientes políticos?

 Cuando se la interrogó sobre esto a raíz de la publicación de Unorthodox, Deborah masculló que Shira siendo menor de edad no tenía cabida en el libro.  ¡Que excusa tan débil! Sobre todo porque Shira hace rato que es mayor de edad (se graduó de Bais Yakov en el 2009 y se casó en el 2014) pero en el universo de su hermana mayor sigue siendo una presencia invisible.

Deborah comete otra inexactitudes en el recuento de su infancia cuando relata su vida infernal con la tía Chaya que la adoptó tras el “abandono” de la madre. Deborah dice que lloraba tanto y tanto suplicaba vivir con los abuelos que su tía tuvo que aceptar. Esto contradice lo que Deborah cuenta en el prólogo. Al enumerar las muchas maneras en las que Chaya tomó control sobre la vida de su sobrina está la decisión de que la niña debía vivir con los abuelos. Pero no es la única discordancia en un libro lleno de contradicciones (La mejor es la del abuelo y el Wall Street Journal).

¿Si sacamos de la ecuación la historia de Deborah (o Surie, la huerfanita) que nos queda de cierto de la trágica infancia de la escritora? ¿Aparte del desprecio de sus parientes por su condición de posible enferma mental y de la conciencia de ser diferente de primas con más dinero y familias más cariñosas, qué hace que Feldman trascienda la esfera familiar y haga un J’Acuse de su micro sociedad?
No tendrá muchos amigos jasídicos, pero si un perrito que le ladra

Educando a Deborah
Deborah Feldman se ha quejado, y lamentablemente tiene razón, de la pésima educación seglar que se da en el mundo jasídico, la poca preparación intelectual y técnica que tienen los jóvenes para enfrentar el mundo moderno y el aborrecimiento que la comunidad tiene por la lectura de novelas o libros que no sean religiosos.

Yo he visto bibliotecarias públicas en barrios judíos disuadir a jovencitas frum de leer romances históricos, como bibliotecaria he tenido madres que me exigían no prestarles libros a sus hijas, y como maestra he escuchado las quejas de alumnas ortodoxas por ser obligadas a leer novelas en su clase de literatura. En “Shtisel” la bibliotecaria de Ruchami se conduele de tener que mantener estos libros (Anna Karenina) ocultos, aunque no tiene prohibición de prestarlos.

En “Unorthodox” Deborah Feldman cuenta de las estratagemas a las que debe acudir para traer a Jane Austen y Lucy Maud Montgomery a su casa; viajes en bus a otros barrios, escapada a una librería lejana a comprar un Talmud, ocultar libros bajo el colchón. Dos cosas me sorprendieron de ese relato. La primera el tiempo libre y la libertad de la chica para usar transporte público y deambular por diferentes espacios libreros. Mi madre, que me esperaba con reloj en la mano para saber si yo me había detenido en algún lugar en el trayecto, me hubiese desollado si yo hubiera llegado cinco minutos después de la hora de salida de la escuela.

¿Lo otro es como La Feldman compró “un Talmud”? El Talmud son 73 volúmenes. ¿Qué tratado compró?  Lo único que dice es que cubre los pecados del Rey David. Por eso me olí que había algo raro en el cuento y no me sorprendí cuando Pearl Engelman, vecina y conocida de la Familia Berkovic, afirmó en una entrevista que Shoshana llevaba regularmente a sus hijas a la biblioteca pública y que nadie les había prohibido lecturas a las niñas.

Confío en la palabra de la Señora Engelman por ser más que una vecina chismosa. Esta bisabuela de más de 70 años causó furor en la comunidad Satmar cuando se atrevió a denunciar y a exponer públicamente a un hombre que había abusado de uno de sus hijos. Desde entonces,  ha militado a favor de otros niños abusados en la comunidad.

 Deborah incluso posteaba en su muro de Facebook cosas que Mrs. Engelman había escrito. Pero sucede que cuando Pearl vio que la escritora había convertido su campaña de publicidad en una vendetta personal que trascendía su entorno familiar, le quitó su apoyo. Como dijo la anciana militante al New York Post “nos ha ensuciado a todos…Nos sentimos insultados. Es un alma perdida”.

Otra queja de Feldman ha sido que su escuela no ofrecía una educación equivalente a la que ofrecería otra secundaria, que sus maestras eran unas inútiles y que la importancia del yiddish provocó que ella no hablase bien  inglés. Hay que creerle porque por algo las autoridades escolares neoyorquinas no otorgan un certificado a las que se gradúan de esas escuelas. Y el nivel del cuerpo docente queda ejemplarizado cuando Deborah nos cuenta que, a los 17 años, estaba enseñando inglés a niñas de sexto grado.

Sin embargo, el hecho de que enseñase un idioma que según ella no dominaba y que fuese aceptada cinco años más tarde, en base a dos composiciones, en un programa de literatura de Sarah Lawrence desmiente sus aseveraciones. La clave está en algo que Deborah no nos cuenta.

Ella hizo nada más que la secundaria en una escuela Satmar. La primaria la estudió en Bais Yakov la más famosa y progresista institución para niñas judías en Nueva York. Una escuela tan liberal que ningún jasídico enviaría a su hija a estudiar allá. Hay maestras y alumnas que recuerdan a Suri, hay incluso una fotografía que circula por Internet.
Foto de Feldman en Bais Yakov

No se sabe a qué causa o motivo se debe que Deborah Feldman no siguiera en una escuela que prepara a las alumnas para ir a la universidad. Corren rumores de que fue expulsada o por malas notas o por pretender darles clases sexuales a sus compañeritas. El hecho es que no encontraban otra escuela. Shoshana desesperada pretendía enviar a su hija mayor a un colegio público cundo intervino su odiada concuñada que era directora de una escuela Satmar. Así La Feldman terminó su educación, o lo que pasa por tal, e incluso consiguió un empleo en esa despreciada institución.

Lo Bueno, lo Malo y lo Feo de Casarse con Eli Feldman
Cuando reparamos en la cantidad de embustes que componen la descripción de la infancia de la escritora nos preguntamos si esto también es aplicable a la era más tortuosa de Deborah Feldman: el matrimonio forzado, la familia política infernal, la vida sexual de pesadilla. Pues en la icónica entrevista que Deborah dio en “The View” cuando Barbara Waters le preguntó sobre ese primer único encuentro con su futuro marido, La Feldman comentó on voz temblorosa que había estado tan aterrada ese día que no recordaba nada/
Feldman con Barbara Walters

Las urracas de “The View” la miraron con lástima, pero ninguna dijo “eso no es lo que has dicho en tu libro” probablemente porque ninguna lo leyó. En el libro hay una descripción profunda de esa entrevista, del noviazgo, de la boda. En ningún momento la protagonista dice sentirse obligada o descontenta con el matrimonio. Durante esa única cita de media hora la pareja habló por los codos y La Feldman recuerda cada palabra, tal como el aspecto físico (rubio, ojos azules) de su novio.

No se necesita del Tío Ïzzy Berkovic que fue al Daily Mail  a decir que su sobrina “estaba locamente enamorada de ese chico”, para saber que a Deborah Felman le gustaba el marido. La de veces que menciona la fotografía, el hecho de que las manos de su novio la distraigan durante su cita, el toque erótico de fijar la vista en el espacio de piel que deja ver la camisa de Eli,, ect. Incluso durante una de las muchas conversaciones telefónicas con su prometido, la futura escritora cae en la sinestesia al oír su “sonrisa traviesa” a través del auricular.

A propósito, ese encuentro tan humillante de Esty con su suegra en el supermercado nunca tuvo lugar. El abuelo y la tía de Deborah viajaron al pueblo de Monroe a entrevistarse con la familia de Eli. Volvieron felices y le anunciaron a la chica que su pretendiente era “muy dulce”, que habían quedado contentos con los Feldman y que habían escogido lo mejor para Deborah.

Feldman estará descontenta con su kala teacher y pasará una experiencia vergonzosa en el Mikvah, pero cuando habla de su futuro está llena de esperanzas; va a ser la mejor esposa, la mejor ama de casa está llena de planes que compartirá con su marido, porque Deborah no tiene dudas de que su matrimonio será diferente al de sus padres y abuelos. Su confianza no solo nace de los costosos regalos (que incluyen un reloj pulsera de brillantes) que le ha hecho Eli, también es la reputación de su prometido de ser ‘rebelde”.
Los Feldman con su contrato matrimonial

La gran diferencia entre “Unorthodox” y el libro, es esa primera incomoda y semi silenciosa cita. Lo que la verdadera “Esty”de dijo al verdadero “Yanqi” fue “te advierto que soy difícil de manejar “y él le respondió que tenía una reputación de llevarse bien con todo el mundo y que aceptaba el desafío. Según la periodista Frimet Goldberger  (cuyo marido Hershey era el mejor amigo de Eli/Joel Feldman)contó en The Forward  Eli era un alter bocher (un solterón), a sus 24 años ya traía mala reputación por no haberse casado, por conducir su propio auto, por trabajar ¡y por ir al cine!
Frimet y Herschey Goldberger

Después de una boda en la que debajo de su velo/servilleta Deborah se ríe como loca, pero finge llorar,  viene el crudo despertar entre las sábanas. La vagina de la novia es el centro del conflicto. Deborah se referirá más tarde a “”mi cuerpo amotinado”. Agréguenle que Eli tiene dificultades para tener y sostener una erección, y realmente hay un problema grave.

Como suele ocurrir se culpa a la esposa. Eli comete el error garrafal de confiar sus secretos de alcoba con su madre y hermana. Estas le caen encima a Deborah y comienza el calvario, la humillación y el peregrinar por consultorios médicos.


El primer diagnostica un himen “doble” (¿himen elástico?), el segundo “una anomalía vaginal”. Finalmente, la esposa virgen  encuentra a una doctora que la ayuda a tratar su vaginismo (espero que no con un tratamiento tan aberrante como el que propone la Revista Anfibia) con una combinación de terapia, hipnosis y medicamentos para la ansiedad.

A pesar de que el matrimonio se consuma, Deborah queda embarazada y eventualmente, su marido se vuelve un amante más considerado y experto, la relación ha quedado resquebrajada. Deborah pasa un embarazo difícil, depresión post parto (se siente incapaz de dar amor a su bebé) y ya anteriormente había sufrido ataques de pánico.

El Paraíso de Sarah Lawrence
Las cosas no mejoran aun cuando Deborah convence a Eli de trasladarse a Airmont, en el condado de Rockland en las afueras de Nueva York. Airmont es un refugio para “Satmar modernos”, un pueblo compuesto por jóvenes matrimonios que juegan póker, beben cerveza, hasta fuman marihuana. Las mujeres usan ropa de denim y pelucas largas y sexys. Deborah deja crecer su cabello, va a la peluquera y se lo tiñe. Vuelve a trabajar, aprende a conducir y lleva una vida más excitante con comida china, champaña en copas aflautadas, juegos de boliche y, lo más importante,  la universidad.
Los Feldman con Yitzi

Esty convence a su marido que le ceda el auto y le pague clases en un programa de continuación de estudios (que no exige ni diploma de secundaria ni la cantidad de exámenes que exigen los programas regulares de estudios universitarios) en Sarah Lawrence. Aunque le dice que quiere tomar cursos de contaduría y mercado para poner su propio negocio, Feldman se inscribe en cursos de literatura.

Pronto llama la atención de sus maestros y hace amistad con Polly de Utah  que lleva a Deborah a abandonar paulatinamente su judaísmo. Polly enseña cosas útiles a su amiga desde cómo reconoce que un hombre es gay hasta los placeres de la comida treif (no kosher).

Deborah se compra sus primeros jeans y comienza a andar en tacones. Lo más importante es que descubre sus aptitudes literarias. Antes de abandonar el mundo jasídico, trabaja como editora de Condé Nast. Se da cuenta que puede ser independiente usando su talento, incluso ganar más que lo que gana su marido y comienza a visualizarse sin Eli.

A ratos, si se lee la obra con distancia objetiva, Eli (que no es Yanki para nada) da lástima. Lo vemos aceptar todo lo que su mujer impone, lo vemos intentar ayudarla en el hogar (Deborah menciona que al volver del hospital con su hijo Ytzy, Eli ha limpiado toda la casa y preparado el cuarto del bebé). Además de ser mejor amante tiene toques románticos como cubrir la cama con pétalos de rosa antes de hacer el amor, o limpiar la cocina las noches en que Deborah vuelve del Mikvah.

Solo que para ella todo trae un “pero” que le impide apreciarlo: Eli ha estado pidiendo consejo lo que significa que ventila su vida privada o sus atenciones son porque quiere sexo. Es obvio que Deborah no lo quiere, no quiere estar con él, no quiere que crie a su hijo y lo vuelva como él y planea irse,

Hay varios detonantes. Uno es darse cuenta de que Eli nunca va a ser más de lo que es económicamente hablando. Algo que deduzco (tal vez porque me reconozco en ella) es que Deborah Feldman,  en esta nueva etapa,  se convierte en consumista y obsesionada con marcas. Goza luciendo un vestido de Anne Taylor ante los atónitos ojos de Williamsburg, va a la universidad en alpargatas de Prada y jeans de Seven, y deja que su amiga Polly le aconseje sobre marcas antes de comprar lentes. Yo que solo recientemente me he vuelto una loca por las compras y las marcas , la entiendo (si ya sé que doy lata con mis lentes Burberry, mis aretes de Anne Klein y mis perfumes de Guerlain).

Deborah está escribiendo un recuento de su infancia y lo lee en el taller literario de Carolyn Ferrel quien le aconseja publicarlo. Polly convence a la agente literaria Patricia van der Leun de encontrarse en un café de Manhattan con esta jasídica que busca representación. Patricia se impresiona al ver a La Feldman llegar en pantalones y tacones. Deciden escribir una “proposal’ y presentarla a diferentes editoriales. Una vez aceptada, Deborah escribirá sus memorias. Van der Leun le advierte que el proceso puede tomar hasta un año.

Crónica de una Huida Anunciada
Durante ese año ocurren dos eventos que hacen sentir a Deborah su necesidad de acabar con su matrimonio tanto con Eli como con el mundo ultraortodoxo. Una es su última visita a su familia en Williamsburg para la celebración de Purim. Encuentra a su abuelo igual de poco realista, Bubbe está perdiendo la memoria (poco después la internarán en un asilo) y el padre de Deborah está borracho. Le es fácil entonces desligarse de una familia que nunca más ha vuelto a ver.

El segundo es el infame accidente automovilístico cerca del Tappan Zee que según la autora fue la gota que derramó su vaso. Cuando su marido no quiere hacerse responsable del accidente (no había cambiado los neumáticos defectuosos), Deborah ya no aguanta más y aprovechando que ya ha firmado contrato con una editorial (Simon &Schuster),  se marcha.

Antes, ella y su marido van a un consejero matrimonial religioso que los refiere a un terapeuta profesional, pero Eli, cansado, dice que mejor se divorcian de una vez. “Sí es lo que tú quieres” le responde hipócritamente su esposa. Después de esa frase,  en el próximo párrafo del libro, Deborah cuenta como renta un carro, vende sus joyas, empaca sus cosas y las de su hijo y se va.

El lector queda con la impresión de que todo ha sido hecho de acuerdo con el marido. En las páginas que faltan Deborah habla de la casa que compra, de la cama doble que comparte con su hijo, de cómo se siente por fin unida al niño, que Ytzi aprende inglés y que no extraña al padre (algo que dudan sus cercanos quienes dicen que Eli y su hijo “se adoraban” Sin embargo, hay una incongruencia, ella cuenta que no ha dado su nueva dirección a nadie, que cambió el chip de su celular (Mas tarde  dirá melodramáticamente que arrojó su celular al rio).

Lo que Deborah no nos cuenta es que, aparentemente sin necesidad, ha huido y que al hacerlo ha cometido dos delitos:  abandono del hogar y secuestro de su propio hijo, que con eso ya perdió el derecho a la custodia. Aun así, Deborah Feldman consiguió la custodia de su hijo, de una manera más parecida a la de su madre con la condición de que Ytzi continuase su educación judía (Algo que el chico no ha hecho en Alemania) y que pasara dos weekends mensuales más los veranos con el padre. ¿Como lo hizo?
Feldman y su hijo

Joel Feldman se ha negado a dar entrevistas, pero en una ocasión se sinceró con Frida Viezel, su amiga y colega en la labor de ser jasídicos divorciados y padres solteros. Mas tarde se negó a darla en publicación, pero Frida,  que es escritora freelance y guía turística, la publicó en su blog airada ante las mentiras de Deborah.
Frida Vizel

Ahí Joel cuenta del horror de volver a su casa y encontrar closets vacíos, a su hijo y esposa desaparecidos y recibir un críptico texto: “me fui. Ytzi está dormido en el auto”. Tras dos semanas en las que Feldman no supo nada de su familia, Deborah lo citó en un restaurant y lo apabulló con exigencias y ordenes sobre el divorcio, la custodia, la manutención del niño. Atontado, él cedió a todo.
La Reinvención de Deborah Feldman
Parte de la campaña publicitaria que SImon&Schuster montó para promover el libro de Feldman incluye una historia reversionada: la huida, la esposa fugitiva, las amenazas, el miedo. Eso es lo que ha magnificado la serie de Netflix sin reparar en que todo se basa en mentiras.

 Durante la campaña, Deborah alternaba sus fotos con ropa provocativa y sus comentarios sobre lo sabroso que era comer comida que no era kosher y menciones al novio católico de los bosques de Luisiana (en su próximo libro hablará más de este Connor, alcohólico y motociclista, junto con otros amantes que irá acumulando en el
Feldman Liberada
camino).

Entremedio,  sollozaba y pedía pañuelito para secarse los lagrimones al recordar su odisea, su lucha por ser la única jasídica que pudo huir de la Familia Manson (perdón los Satmar) con la custodia de su hijo y mentía y mentía como cuando dijo a ABC que le era imposible volver a Williamsburg por que todos la reconocían y juzgaban, cuando un día antes  había dicho lo contrario al New York Post. ¡Hasta había posado en minifalda en el medio de su antiguo barrio!
Minifaldera en Tierra de Satmar

Para mujeres que están intentado cambiar el patriarcado Satmar desde adentro como la Jueza Rachel Freier y Pearl Engelman, lo que Deborah ha hecho es sabotear esta misión con sus fantasías adolescentes que la alternan en roles de heroína mártir victoriana  y de protagonista consumista y juerguista del chick lit (en una ocasión se quejó de querían hacer de ella una Lena Dunham).

Gente que ha criticado fuertemente a la comunidad jasídica,  como el autor del blog False Messiah y Hella Winston autora del excelente The Unchosen,  sienten que Feldman le ha hecho un flaco favor al inventar calumnias fáciles de probar contra los Satmar ya que con eso resta credibilidad a quienes realmente son víctimas del sistema. La mayor critica viene de esposas y madres que como Feldman han huido del mundo jasídico, muchas teniendo que perder a sus hijos en el intento. Ellas sienten, como ha dicho Frida Viezel,  que la escritora no las representa, que gozó de privilegios que no tuvieron ellas.
Frida Vizel en su epoca de lucha por salir del mundo jasídico y llevarse a su hijo.

Uno ha sido la excelente representación legal que tuvo Deborah Felman cuyo caso fue llevado (pro-bono) por la reconocida firma de abogados Grant&Appelbaum de la Quinta Avenida. No es que haya envidia por las ventajas que gozó la Feldman. Lo que irrita a las exfrum es su campaneo de “soy víctima del patriarcado”, una necesidad de sentirse mártir, de inspirar lastima mientras goza de celebridad y prerrogativas desconocidas para muchas jasídicas.

Antes de ver “Unorthodox”, el mundo, incluso el angloparlante, ni sabía quién era Deborah Feldman. Gracias a la serie, este julio, la editorial Lumen ha prometido que estará el libro en venta tanto en castellano como en catalán. Ahí podrán ver las tremendas diferencias entre un cuento de hadas televisivo y unas memorias totalmente diferentes, pero con las pruebas que he aportado podrán también ver que la memoria muchas veces le ha fallado a La Feldman.


6 comentarios:

  1. Wow! Leyendo tu articulo me pongo a pensar cuantas historias "basadas en la vida real" serán mas fantasia que realidad. Hay algo en la etiqueta "vida real" que hace que la gente se lo tome mas en serio y le tenga mas respeto a una obra. Estoy sorprendida que después de todo el escándalo que Oprah le armo a James Frey con su "memoir" A Million Little Pieces, esta autora haya tenido tanta acogida y aceptación (con excepción de los artículos que mencionas en tu nota) sera porque es mujer y porque la gente quiere creer que ella en realidad fue una víctima? Yo no he visto Unorthodox todavía, pero si vi los primeros diez minutos donde ella huye a Alemania, pero ahi no se vio ningún hijo. Cambiaron eso en la serie? En realidad fue a Alemania? Porque los artículos parecen indicar que solo se fue a otro barrio de NY.

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    1. Holaaa, gracias por pasar por fB y pasar por el blog. Cuando el libro salió al mercado el 2011 y comenzaron a leerlo hubo un uproar primero en la familia de Deborah-Surie y la de su marido. El segundo escandalo vino de ex jasídicas que la conocían y finalmente hubo una denuncia formal del mundo Satmar (albeit el más “moderno”) Fue entonces que comenzaron a llamarla “la nueva James Fry”. Simon&Schuster se benefició del alboroto, hizo declaraciones vagas de que “confiaban en lo dicho por su autora”, pero curiosamente no han vuelto a publicarla. El segundo libro lo lanzó una editorial nueva, y ahora ella depende del mundo editorial berlines. Como sabes es más fácil publicar no-ficción que ficción sobre todo si el autor posee los conocimientos y experiencia sobre el tema, o sea la ‘plataforma”. Y la memoria es considerada plataforma. Hace unos años leí un libro sobre el Holocausto, sobre una niñita judía que juraba había sobrevivido en el bosque… ¡la habían salvado los lobos! Resultó ser una vergonzosa mentira. Tu no te acuerdas, pero causó mucho revuelo a comienzos de los Ochenta, el descubrimiento de un supuesto diario de Hitler. Another hoax.
      El libro de La Feldman tuvo sus cinco minutos de fama y desencadenó una chorrera de memorias (ninguna muy famosa) de ex jasídicos. El problema es que la serie ha vuelto a poner el libro sobre el tapete, nueve años después de publicado, ha hecho resurgir un interés en el segundo libro, que es menor y mas mediocre. Ahora ver cuantas series como esta (que yo considero una agresión cultural) van a salir al aire.
      Debes ver la serie porque es una divergencia total del libro. La heroína tiene diecisiete años, escapa embarazada a Berlín, sin preparación alguna, sin planes y es perseguida por el marido y el siniestro primo Moishe. En la vida real, Feldman planeó por tres años su partida, se llevó a un hijo de tres años (eso es secuestro en NY) estaba en un programa universitario, tenía empleo, era mayor de edad, había firmado contrato con Simon&Schuster, tenía agente literaria, asesoría legal y un kilo de amigos fuera del mundo jasídico. Su marido nunca la buscó, le dio el divorcio, nunca nadie intentó localizarla. Pero la gente que ve la serie y nunca han leído el libro se cree el cuento totalmente. Y los grandes culpables son los que crearon una campaña de mercadeo alrededor del libro que contradecía no solo la realidad sino también lo que la autora contaba. Y ahí volvemos a quejarnos de que es el modo en que se le vende el único mérito de un superventas.

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  2. Desde FB
    Lorena Abedrabbo-Hughes María Elena Venant Bueno, en realidad es bastante común que tanto series como películas hagan grandes cambios a las tramas de las novelas y personajes para lograr efectos mas dramáticos, o hacerlas mas cortas, o hacer algo que se acople mas al formato visual, pero claro, entonces deberían solo decir "inspirada" en hechos reales, no "basada". Hay gran diferencia en esos dos terminos. Lo curioso es que lei el prologo del libro y ahi ella dice que pretende tener "scrupulous honesty" en su relato, pero como tu has comprobado, no parece haber tanto de cierto en lo que cuenta. Sigo sorprendida del diferente trato que recibió James Frey ya que a el Oprah lo humillo en publico y en live TV por "embelesar" su historia! Mientras que a Feldman parece que la reciben con aplausos y ovaciones. Insisto, sera por que es mujer?

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    1. María Elena Venant Lorena Abedrabbo-Hughes no, creo que tiene que ver con lo que ataca, digamos que se trata de un safe target. hay gente que dice que aunque Feldman haya mentido, es el tipo de sociedad en la que se crio y vivió la culpable de todas sus desgracias. Lo mismo dice la gente de Unorthodox. Se vuelven expertos en temas judios basandose solamente en una vision limitada de un grupo limitado. Al final, todo se resume a que toda religion es mala.

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  3. Desde FB
    Rafael Ochoteco En pocas palabras, Sra. Mía, la serie "Unorthodox" es una ficción basada en un libro que es otra ficción... O sea, embustes basados en otros enbustes... Lo único "positivo" que le veo es que los embustes vienen de primera fuete... LOL!!! Ya más serio, definitivamente todos los embustes que vemos en la serie son más interesantes que la realidad que vivió la Feldman. Sería interesante saber la opinión de los lectores de la novela (que ignoran que es total ficción) sobre la seie... ¿Cómo se sentirán? NO conozco la novela, ni me interesa en este caso, pero la serie estuvo fenomenal, en mi opinión. ¡Tremendo artículo, gracias por compartir tus descubrimientos y sobre todos, tus esperiencias! Eso me encanta de tus escritos, siempre le pones su sabor personal. ¡Besos y abrazos! :-)

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    1. María Elena Venant Rafael Ochoteco Si te da tiempo y lees los comentarios en Amazon y en Goodreads, hay muchas quejas de lectores que no reconocen el libro en la serie, pero es que el libro tenia 0 drama y por eso se inventaron ese cuento chino. Pero a mi lo que mas risa me da es que en cada entrevista Deborah inventa algo nuevo o contradice lo dicho en la anterior.

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