Parece increíble, pero hace ya seis años que la firma Sterling Cooper y Socios cerró sus puertas. Tanta influencia tuvo Mad Men en la televisión de Occidente que se hicieron innumerables y olvidables ripoffs, a la par de variaciones que hasta hoy reflejan la importancia de esta icónica historia de la gran Era de la Publicidad. Estas inspiraciones reflejan los males del patriarcado, pero también establecen una nostalgia de una época en que los hombres podían ser machistas, siempre y cuando fuesen elegantes y atractivos.
Fue en julio del
2007 que debutaba en las pantallas estadounidenses Mad Men. un homenaje a los publicistas de la Avenida Madison
en los 60 y qué transformaron la sociedad norteamericana (tal vez la mundial)
con su publicidad engañosa. Nadie daba ni un dólar por esta serie anticuada,
sin sexo, desnudos, ni malas palabras, y que era presentada por un canal menor , la
AMC (American Movies Classic) En America
Latina, la veríamos un año más tarde por CineMax. Para entonces ya se había
convertido en un fenómeno.
America había
reaccionado favorablemente a este mundo “retro” donde los hombres usaban sombreros,
las mujeres poseían curvas rotundas, los negros eran ascensoristas o criadas y cuando
toda la firma se ponía patas p’arriba con la llegada de la primera clienta judía
(en el primer episodio). A pesar de que “Mad Men” hacia duras críticas al
machismo prevalente en USA—dentro y fuera de los muros de la Sterling
Cooper—denunciaba la cosificación de la mujer en la oficina y en los spots publicitarios, y mostraba como el ser esposas trofeo podía
afectar la vida de los publicistas y sus
familias, también sutilmente glamurizaba este mundo de machos de Hemingway,
gladiadores con trajes bien cortados de buenas telas que habitaban espacios
donde la única competencia eran ellos mismos, y la única ley eran las
necesidades de los clientes.
Esta serie que demostró
el talento de un elenco prodigioso desde el veterano Bobby Morse (en su último
papel) como Bertram Copper, hasta la
(entonces) diminuta Kieran Shirpka en el rol de Sally Draper, fue la que volvería estrellas a Elizabeth Moss
como la audaz secretaria que se convierte en publicista y a Josh Ham como Don
Draper, el protagonista. Pocas mujeres veían la toxicidad masculina y el
narcisismo antisocial de Draper, ofuscadas por su aura de seguridad en sí mismo
que exudaba desde los poros. Esa virilidad era la que tenía a su bella esposa Betty
(January Jones) totalmente sometida y
que incluso ya a fines de la serie, le conseguía
una segunda esposa bellísima y mucho más joven que él.
Lo extraordinario
de Mad Men es que la competencia entre ejecutivos y empleados no es solo
la urgencia de satisfacer los pedidos de clientes con grandes campañas sino también
la actividad sexual. Aunque nadie en la serie mostrara ni una nalga sino hasta
la cuarta temporada cuando Roger Sterling (John Slaterry) ingiriera
LSD, el erotismo era parte trascendental del trabajo y vida personal de los Mad
Men.
Una Toxicidad
Masculina Irresistible
En la serie, los
publicistas, casados o solteros deben ser mujeriegos, acumular conquistas y alardear
de sus proezas amatorias. En eso ninguno supera Don que, aunque discreto, consigue siempre a las inalcanzables. Don es él
“más hombre” en el mal sentido de la palabra y no necesita usar de sus puños
para eso. Desde la altura que le da su experiencia mira con desprecio a los
meros mortales y los sabe poner en su lugar.
Cuando Roger, borracho, se propasa con Betty Draper, Don lo
lleva a engullir una tremenda comilona para luego pagarle al ascensorista para
que finja un desperfecto. Tras subir una docena de escaleras, Roger llega
tambaleándose a un encuentro con clientes y acaba vomitándoles encima. Cuando
el esnob y condescendiente Pete Campbell (Vincent Kratsheimer) descubre
secretos del pasado de Don y lo chantajea, Draper va donde Bertram Cooper que
rápidamente disuade al chantajista. Don Draper es un genio y la firma no se la
puede pasar sin él.
En el pasado, he escrito en varias ocasiones sobre Mad
Men desde la misoginia de Don Draper hasta el glamur del vestuario de la serie, pero hoy quiero hablar de un
esquema que permaneció en la atmosfera por una década y que han tratado otras series de llenar. Mad
Men fue un éxito i nmediato, ganando en su primera temporada dos Globos de
Oro (incluyendo uno para Josh Hamm) . En total ganaría 5 Globos de Oro, 16
Emmys y no sé cuántos otros premios más. Es considerada una de las 100 mejores
series de televisión de la historia.
Para su segunda
temporada, The
Guardian notaba que la serie de Matthew Weiner estaba influyendo en el
vestuario masculino. La serie cuya ambientación de época era inigualable estaba
trayendo de moda ropa accesorios y música de los 60, pero también un interés
por una manera de vivir y de pensar que, a pesar de beneficiar más a los hombres blancos,
podía resultar atractiva para muchas
mujeres.
Aun así, nadie intentó
copiar totalmente una serie que describía cambios sociales al estilo Cuéntame
cómo pasó , pero con una dinámica de oficina y equipo que recordaban a The
West Wing. Seria en el 2011, para la quinta temporada que comenzarían a
aflorar débiles imitaciones como The Playboy Club y Panam que no
pasarían de una temporada.
La Hora Inglesa
El show que
podría considerarse como un auténtico seguidor de Mad Men seria The Hour.
Hecho en Inglaterra, en el 2011, tenía lugar en un canal de televisión, un
espacio tan competitivo y exigente como la agencia de Sterling, Cooper and Partners.
La diferencia era que tenía lugar en 1956, en vez de los 60 y que quien daba
las ordenes era una mujer. Agreguémosle el ingrediente del espionaje en un
escenario de la Guerra Fría y se puede hablar de una inspiración, pero no de
una imitación.
Freddie (Ben
Wishaw) es un joven periodista que quiere abrirse camino en el nuevo campo de
la televisión. Consigue empleo en un canal donde está ascendiendo su amiga Bel
(Romola Garai) . Cuando nombran a Bel productora y presentadora de un
importante noticiero llamado “La Hora”, algo poco común siendo ella mujer, Freddie
cree que el será él coproductor. Pero los ejecutivos y Bel prefieren traer a Hector
Madden (Dominic Guard) que tiene más aura mediática y es más fotogénico que Freddie.
A pesar de ser
Hector casado, él y Bel se hacen amantes lo que rompe el corazón de Freddie que
la ama en secreto. La Crisis de Suez provoca una crisis dentro del programa.
Entretanto, Freddie se ha puesto a
investigar un asesinato que involucra gente del gobierno y agentes soviéticos,
uno de los cuales se ha infiltrado en el canal de televisión.
Tras dos
temporadas cerraba The Hour que tuvo una recepción mixta. Hay gente que
la amó, yo la detesté. No me gustaron los personajes, no me gustó la postura
política del show y nunca me atrapó la historia como lo hizo Mad Men.
Aunque el vestuario de Romola y el de Oona “Talisa” Chaplin, quien interpretaba, a la esposa de Hector era elegante y muy de la
época, público e historiadores notaron una serie de anacronismos en el show Por
Eso The Hour no duró más de dos temporadas.
America y La
Revolución Sexual
El próximo
esfuerzo fue el más parecido a Mad Men a pesar de que el tema no lo
indicaba. La idea de Showtime de crear una serie alrededor de la investigación
sobre conductas sexuales llevada a cabo por William Masters y su asistente,
amante y eventual esposa, Virginia
Johnson, parecía una locura. se esperaba algo chabacano, obsceno, pornográfico.
Por el contrario,
Masters of Sex nos mostraría cuan competitivo y ambicioso puede ser un médico,
un científico como William Masters (Michael Sheen) . Eso importaba más en la
trama que las costumbres sexuales de sus conejillos de Indias.
Como Don Draper Bill Masters había crecido
marcado por una infancia disfuncional, lo que lo llevaba a ser arrogante y a
veces inescrupuloso en su afán por sobresalir en la estrecha comunidad médica
de la Universidad de Saint Louis de fines de los 50. Ese es el mundo donde
empieza nuestra historia con un Masters empeñado en descubrir los secretos de alcoba
de sus compatriotas, cueste lo que cueste.
Para eso cuenta
con la asistencia de su secretaria Mrs. Johnson (Lizzy Caplan) , una despampanante
divorciada, madre de dos hijos, pero también mujer desinhibida e independiente.
Como Don Draper, el Dr. Masters tiene una esposa-trofeo, la dulce Libby (Caitlin
Fitzgerald) que poco a poco va entendiendo
que su rival no solo es Virginia Johnson sino también el proyecto por el cual
su marido está dispuesto a arriesgar su prestigio profesional y convertirse en
el hazmerreír de sus colegas.
A medida que
vemos los esfuerzos —muchas veces torpes y controversiales—de Masters
y Johnson por conseguir datos para su investigación, vemos también la sociedad
reprimida y temerosa de revelar su intimidad en la que se desenvuelve el
experimento. Como Mad Men, Masters of Sex presenta una trayectoria de la
evolución social de los Estados Unidos de los pacatos 50 hacia la revolución
sexual de la década siguiente.
Debido a que la acción
ocurría en Missouri, un estado fronterizo donde imperaba la mentalidad de Jim
Crow, la campaña de los Derechos Civiles formaba parte de la trama. Expulsado
de su universidad, Masters solo encontraba empleo en una clínica para afroamericanos
donde continuaba sus experimentos. Entretanto su mujer se involucraba en la lucha
y acababa teniendo un affaire con un hombre de color.
La serie también
mostraba los tabúes de una sociedad realmente patriarcal donde la
homosexualidad era castigada con la cárcel. Vimos la lucha del jefe de Masters
(Beau Bridges) por ocultar al mundo y a su familia su condición de homosexual.
Como también vimos la evolución de , una prostituta que pasaba a ser secretaria
de Masters. Otro paso a la respetabilidad fue casarse con un millonario y ex
cliente. El marido no tiene problemas con el pasado, pero si el saber que era
lesbiana rebasó su límite y acab ócon el matrimonio.
El toque
feminista de la historia lo da la Señora Johnson. Si su jefe sufre de burlas,
ella sufre de acoso sexual. El saberla parte de este polémico estudio le provoca
problemas en su vida personal y profesional. Su relación profesional y
sentimental con Bill Masters la drena de energía y las pullas por ser parte de
un experimento científico sin credenciales la obligan a sacar un posgrado.
Esta magnífica
serie ameritó dos muy buenas temporadas. Pero ya para la tercera, comenzó a
notarse que se trabajaba no en base del libro de Thomas Main. Había nuevos
arcos y subtramas que no tenían sentido: el tercer bebé de Virginia que no
existió en la realidad, la extraña muerte del amante negro de Libby, ect. La serie
comenzó a volverse repetitiva y a alejarse del modelo “Mad Men”, así que fue un
alivio que la terminasen en la cuarta temporada.
En Inglaterra, no
se volvió a intentarse el modelo “Mad Men” y sin embargo encuentro que hay
similitudes en la construcción de Endeavour y que van más allá de que la
serie inglesa también tenga lugar en los 60. En este relato de como el joven
Endeavour se convirtió en el legendario inspector Morse, Shaun Davies muestra características
que lo hermanan a Don Draper tales ser el niño genio de una comisaría, su
relación con sus camaradas que oscila entre amistad y rivalidad, sus amores que
incluyen mujeres de todos los tipo desde una enfermera de color, hasta la
sobrina de su mentor, desde una chic fotógrafa francesa hasta una misteriosa
italiana casada con un millonario.
Cuando los Mad
Men Construyeron la Bomba
El último intento
angloparlante de seguir el modelo ‘Mad Men” seria la excelente, pero
menospreciada Manhattan de Warner. A primera vista este proyecto del
2014 no presenta similitudes con la sofisticada fabula del mundo publicitario. “Manhattan”
es el nombre del proyecto científico que culminó en la creación de la primera
bomba atómica y tiene lugar en un mundo muy alejado de la Avenida Madison de
los 60.
Todo ocurre en
ese pueblo desértico de Nuevo México, que hoy conocemos como los Álamos, donde
se concentró una comunidad de las mentes más brillantes de las ciencias del
mundo libre (Incluyendo refugiados de la Alemania nazi y de la Italia
fascista). Siendo un proyecto top secret , la comunidad estaba semi secuestrada, pero se
permitió que las familias de los científicos se establecieran en Los Álamos.
Debido al
misterio que rodeaba al proyecto, los científicos no debían informar a sus
familias del tipo de trabajo que hacían. Esto provocaba fricciones domesticas que
aunadas a la soledad, a la falta de servicios como agua potable, hacían la vida muy incómoda para todos. Eso lo
que muestra la serie, por un lado, la lucha de los científicos por crear un
arma mortal con todas las connotaciones éticas y morales que conlleva el éxito.
Por otro lado, vemos a sus esposas aburridas y llenas de
miedos y desconfianzas y como tratan de luchar contra esto.
A pesar de que los
Álamos existió (entonces solo se le conocía como “The Hill”) y hubo dos
proyectos iniciales: el llamado Thin Man y otro que tenía que ver con
implosión, los personajes son todos ficticios. Solo un científico real, Robert
Oppenheimer (y su mujer), aparece en la
serie, eso permitió mucha libertad para la creación de una trama que pudo
suceder.
El protagonista
es Frank Harris (John Benjamin Hickman) que dirige el proyecto de implosión. Levemente
inspirado en Seth Nedermayer, Frank es un genio, orgulloso, antisocial, muy
exigente con todos los que lo rodean sean su familia o su equipo. Como Don
Draper es arrogante, tenaz, testarudo, muy competitivo, Sabe que su equipo es el
ceniciento en comparación al de Thin Man, y trata de prevalecer, aunque esto
implique chantajear y aplastar a otros, incluso a sus amigos.
Frank tiene la
excusa de querer salvar al mundo. Un tema importante en la serie es el miedo a que
los científicos alemanes se les adelantasen y que una bomba nazi cayese en
territorio estadounidense. Sin embargo, hay momentos en los que Frank parece
tan ególatra como Don Draper. Eso se nota en su relación con su contrincante
Charlie Isaacs (Ashley Zuckermann) , un niño genio de Princeton que nunca ha
perdonado a Harris no aprobar una de sus monografías. Su relación recuerda a la
de Don y Pete Campbell.
Sin ser mujeriego
como el protagonista de “Mad Men”, pero empujado por la soledad y el dilema
moral de crear un arma de extinción masiva, Frank tiene un affaire con la
criada. Paloma, una nativa hispanoparlante, no habla inglés, por lo que la
comunicación se reduce a sexo y a largos discursos del científico que la criada
escucha con paciencia sin comprender.
Como Don, Frank acumula secretos de su pasado y también
del de los integrantes de su equipo. Tal como Don es el único que conoce la
homosexualidad de Sal y que Peggy es madre soltera, Frank es el único en saber
que Bobbit es gay y que Rosley abandonó a un hijo en Inglaterra.
En el caso de las
mujeres, las similitudes se hacen más
complejas. Tenemos a Liza Harris (Olivia Williams) que alienada por los secretos del marido y los
misterios del medioambiente que la rodean comienza a desmoronarse
emocionalmente. Pero Liza (uno de los pocos personajes ‘realmente “buenos”) es
una científica brillante y mucho más sensible y altruista que Betty Draper.
La que sí se parece
un poco a Betty es la odiosa Abby Isaacs que carece de la astucia y sentido práctico
para sobrevivir en Los Alamos.. Yo tengo un problema grave con Rachel
Brosnahan. No la considero ni buena actriz, ni guapa y me exaspera que siempre
la pongan de judía cuando no lo es y cómo tiene cara de tonta, convierte a sus personajes en judías taradas.
Eso ocurre con Abby
que lejos es el personaje más odioso de la serie. Y eso que Charlie, un poco más
inteligente que Pete Campbell, es igual de soberbio, pero entiendo que, con esa
mujercita, acabe acostándose con Helen (Katja Herbers) su colega.
En Manhattan,
Helen Prins es lo más cercano a Peggy Olsen. Es la única mujer en el proyecto y
aun así tiene que probar a cada instante que merece estar ahí. La soledad la
hace consciente de su feminidad y busca consuelo en el sexo. Aunque es bondadosa
con Fritz, y le consigue una esposa, puede ser tan implacable y competitiva con
los “Muchachos” del equipo que, aunque sean todos científicos destacados actúan
con el machismo e infantilismo de los publicistas de la Sterling, Cooper and Partners.
Donde vemos esa
necesidad de Helen (quien para ser parte el Proyecto Manhattan rompió su
compromiso y hasta abortó un bebe) de aferrarse a su trabajo es cuando los
envían a ella y a Charlie a fiscalizar una central atómica en Tennessee. Ahí
conocen a Theodore, un científico negro
al que tienen sirviendo café. Cuando Helen intenta acercarse a él, Theodore le
salta con la mejor frase de la serie. “no necesito que me salve una mujer
blanca”.
Tal vez será por
eso por lo que cuando Theodore le entrega Helen una carta para Frank
solicitándole que lo integre a su equipo, la Dra. Prins lanza la carta la
basura. Como Peggy, Helen tiene conciencia de todo lo que ha luchado para
llegar adonde esta. No va a permitir que ningún hombre, negro o blanco, le
quite su puesto.
Mad Men en
Rusia
Manhattan se quedó en vísperas del estallido de la
bomba atómica, en solo su segunda
temporada. Su cierre coincidió con el cierre de Mad Men. Después de eso
pareciera que el modelo había caducado. No así al otro lado del mundo donde Los Optimistas tomarían ese modelo y lo aplicarían a la Unión
Soviética de Kruschev, a una organización moscovita que pretendía entrenar
diplomáticos, pero que acababa preparando espías.
En ese escenario
de la Guerra Fría, la exquisita cantante lituana Sverija Janusauskaite interpreta
a Ruta Bauman, una exiliada americana de la Era McCartney que —con un
look de Betty Draper— intenta, como Peggy Olsen, convencer al
patriarcado soviético que una mujer puede dirigir un departamento político. Sin
embargo, le imponen la humillación de un jefe macho (y machista) con el que
tendrá una relación amor-odio como la tuvieron Don y Peggy.
Como en Espías, Vladimir
Vdovichenko vuelve a estar a cargo de una academia de entrenamiento. Solo que su
Yuri Byriukov aquí lidia con jóvenes instruidos y poliglotas que quieren
ingresar a la elite diplomática soviética. Desafortunadamente, cada uno sufre de algún tipo de falla: uno es
judío (lo que era cuasidelito en la Unión Soviética); otro intenta comunicarse con
parientes en Occidente (otro delito) y el tercero es un topo de la CIA.
La serie logra
manejar delicadas intrigas políticas con una estética “Mad Men” de fiestas
sofisticadas, espacios elegantes donde se maneja la alta sociedad soviética, y el vestuario despampanante de Ruta y otros
personajes. Byriukov es, como Don, un
hombre dotado de ingenio inteligencia, rápido en tomar decisiones, y bastante
inescrupuloso, lo que le acarrea alta estima de sus jefes. Eso provoca envidia
en sus colegas y afecta su vida personal.
Mujeriego, en una
temporada lo vimos con tres mujeres y eso que todavía juega al viudo
inconsolable, Byriukov tiene además una hijita que necesita
de una madre. Como en Mad Men son los niños las víctimas inocentes de
las manipulaciones de los padres
Ha sido un gusto
enterarme que, durante la pandemia, la infatigable industria rusa ha producido
una segunda temporada de tan fascinante serie. Eso demuestra que al menos en la
ex Unión Soviética sobrevive el modelo de “Mad Men”.
I tried watching Mad Men back when it started decades ago, or it seems like it has been decades, but could never get into it, it was just to monotonous with no visible story, but it was interesting seeing the life of that period and I generally think that most women did like living in that setting, being taken care off by their men. There is nothing bad, of course, in wanting to be independent, but I do believe that most women prefer the old ways. I support both such women, if that is what they like, and feminist as well (if they are not toxic, because I think feminists are usually more toxic than any macho man).
ResponderEliminarBeing an upper middle-class wife like Betty Draper (or my mother) had its perks in those days. Lower class women had it tougher having to juggle being wife, mother, servant, nurse, teacher, etc. not to mention those in rural areas that were farmers as well. But not every woman felt unhappy or a martyr. The smart ones found ways to lead full successful lives. Something I don’t see today where I see so much dissatisfaction in women. No, I wouldn’t know which one is worse: toxic masculinity or toxic feminism.
EliminarOn the other hand, women in the labor front, even proffessionals had to go through a lot in order to get recognition and respect.
Desde FB de Ray Badilla
ResponderEliminarA mi me encantó Mad Men. Una serie muy bien elaborada en cuanto a historia, contexto social, vestuario y locaciones. Elisabeth Moss excelente en todas sus escenas, magnífica actriz. Las otras series no las he visto así que no sé.
Ray Badilla La volvi a ver ahora para escribir la nota y realmente es un lujo en todos los sentidos. Ninguna se le asemeja y fue muy valiente. Hoy no podrian hacerla tan genuina en su atmosfera de epoca, pero el personaje de Don me agotó , ya queria que lo atropellara un tranvia o algo asi.
EliminarDe Ray Badilla
EliminarMaría Elena Venant No me gustó el desenlace de Don. Me pareció muy cobarde e idílico. En algún lado leí que los productores y el equipo de guionistas no se atrevieron a hacer un final más duro por temor al rating.
Ray Badilla Totalmente de acuerdo, un final absurdo. Merecia algun castigo, porque nunca evolucionó como Roger o Pete. Y me pareció muy triste que casi todas las mujeres que amaron acabaron mal, algunas hasta muertas y él como si nada.
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