Hace un poco más
de una década que los gánsteres se han tomado por asalto las series de
televisión, sobre todo las de época. Así hemos conocido los bajos mundos de Odessa,
Belgrado, Varsovia y por supuesto el Birmingham de Los Hermanos Shelby. Ahora
el modelo ha tomado nuevas formas en un espacio “retro”, Tokio en 1999. Eso es
lo que encontramos en Tokyo Vice, nueva serie de HBO.
La serie describe
una investigación periodística sobre el bajo mundo de Tokio y los quehaceres de
la Yakuza, el crimen organizado japones. Como otras mafias, la Yakuza (que se
remonta al Siglo XIX) está dividida en clanes y posee rituales y tatuajes muy
particulares, aparte de un código de honor que castiga a quienes revelan sus secretos.
Las Desventuras
de un Periodista Gaijin
Tokyo Vice está inspirada en el libro homónimo (traducido al castellano) de
Jake Adelstein, un periodista americano que por una década trabajó en la
crónica roja del Yomiuri Shinbune, entonces el periódico más grande del
mundo. La serie ha tomado muchos aspectos del libro, pero en otros se ha concentrado
en una ficción propia dirigida por Michael Mann, creador de la legendaria Miami
Vice.
A comienzos del
siglo, Adelstein descubrió una noticia que involucraba a una importante figura
de la Yakuza. A pesar de que su periódico se negó a publicarla, y que hubo
amenazas en contra suya, Adelstein logró sacar al aire la noticia. Renunció a
su empleo, pero no se exilió del Japón que sigue siendo su hogar. En el 2008
publicó Tokyo Vice, un recuento de sus aventuras como cronista de noticias
policiales.
Por razones de
tiempo y espacio, la producción de Mann ha reducido la etapa de Adelstein en el
Yomiuri (cuyo nombre ha sido cambiado a Meisho Shimbun ). La acción
comienza en el 2001, con Adelstein siendo amenazado por miembros del Clan
Tozawa, De ahí hacemos un salto a 1999 a cuando Jake postuló al periódico.
Aunque han
cambiado la cronología a nuestro siglo 21, se siente de a comienzos de los 90
en que todavía reinan los faxes, no se menciona la Internet, y la gente porta
beepers. Cuando aparecen los celulares son de esos antiguos sin cámara y con
antenitas. No hay CD-ROM, ni DVD ni Blu-ray. La información circula en casetes
y videocasetes. Curiosamente, el vestuario masculino parece de los 80, con esos
trajes holgados que pusieran de moda Don Johnson y Philip Michael Thomas en Miami
Vice.
Al comienzo, la historia es un poco lenta y aburrida y se
cifra en las peripecias de Jake Adelstein (Ansel Elgort de West Side Story)
en el periódico. Tras tres años en Tokio, y hablando japonés, el chico de Missouri
todavía no comprende la cultura nipona (hay quienes han vivido 30 años en Japón
y todavía no la dominan). Efectivamente, Adelstein fue el primer extranjero (Gaijin
es el término despectivo que se le aplica) en trabajar para el periódico,
factor que no hace gracia ni a sus supervisores ni a sus compañeros.
El origen judío
de Adelstein también parece preocupar a sus colegas. Durante la entrevista de
trabajo le preguntan si “los judíos comen sushi”. “Todos los días” responde el
judío de Missouri. Es cierto, en algunos
casos, inclusive un judío ortodoxo puede comer sushi si no contiene mariscos.
La segunda
pregunta es más incomoda. Le preguntan si es verdad que los judíos controlan
las riquezas mundiales. Parecerá descortés que Jake Adelstein responda “si lo
fuera, yo no aceptaría este empleo ni
este salario”, pero es la adecuada para una interpelación inconveniente de
parte de gente que aprecia la cortesía.
Desde el primer
día de trabajo, el pobre Gaijin lleva
las de perder. Comienza llamando a su supervisora por su nombre de pila. Emi
Murayama lo pone en su sitio con un par de coscorrones verbales, pero esa noche,
en una fiesta del periódico, Jake nota que Murayama -San es obligada a
atender el bar solo por ser mujer. En esta fiesta, el novel periodista descubre que lo apodan a sus
espaldas “Mossad” por creerlo un espía israelí.
En Japón No
Hay Asesinatos
El segundo gafé
es más grave. Murayama-San encarga a Jake escribir una nota sobre un asesinato
reciente. Adelstein ha estado en la escena del crimen y sabe con certeza que no
es muerte accidental. El apuñalado tiene cortes en las manos que indican que
intentó defenderse.
Jake va a casa
del muerto y descubre por su correo que la víctima debía cuantiosas sumas a una
compañía que parece no existir. El periodista pone todo eso en su artículo. Tanto
él como Murayama-San reciben un tremendo regaño. Se suponía que debía copiar verbatim
el informe policial. Nadie le ha solicitado que investigue por su cuenta.
El frustrado Jake
busca la ayuda del más famoso policía de Tokio quien le da un primer consejo.
En los medios japoneses jamás se habla de “asesinato”. Hay homicidios y muertes
accidentales, nada más. Esa noche Jake conocerá a dos personas que serán
importantes en su estadía en Japón: Samantha, la hostess estadounidense del bar
de Duke, y Sato. Jake no sabe distinguir
lo que los niños de la calle si pueden reconocer (gracias a características
como el cabello engominado y un elaborado tatuaje en el brazo). Sato es un Yakuza.
La noche acaba
con Jake y otros asistiendo a un suicidio público, un hombre se incendia en
medio de la calle. Cerca del sitio del suicidio, Jake encuentra una caja de fósforos con el
mismo logo de la compañía fantasma. Será la anciana viuda quien dé una
explicación al periodista. Su esposo pidió un préstamo a esta compañía y no
pudo pagarlo. Entonces comenzaron las presiones. Es propio de una cultura en la
que el honor sigue siendo importante, que la primera medida en contra del
deudor moroso es hacer saber a todo su entorno que es un ente despreciable que
no cumple con sus compromisos. Se le cancela exponiéndolo como alguien sin
honor.
La segunda movida
es amenazar a su familia. La anciana le explica a Jake que su esposo se suicidó
para protegerla. Muerto el deudor, las deudas se entierran con él. Paralelas a
la trama de Jake, hay otras subtrama, una de ellas es la del policía Hiroto
Katagiri ( Ken Watanabe de El último samurái) que hace años que anda
tras la Yakuza y cree que estos préstamos vienen de una de sus familias.
El periódico se
niega a seguir la historia de Jake que se ve condenado o a escribir falsedades
o a hacer nada. Ya para el segundo episodio, la ingenuidad del chico de Missouri
se ha convertido en estupidez, y su ambición en arrogancia desubicada. Ya no le
tengo lástima cuando mete las patas, y lo reprenden o estafan. Mas me interesa la trayectoria de Sato que
presenta similitudes con el Gaijin, en su deseo de ascender en el mundo de la
Yakuza tal como Adelstein quiere ascender en el mundo periodístico, pero ambos
cometen errores que los llevan a ser regañados por sus superiores.
Sato viene de la
pobreza. La Yakuza le ha proporcionado una identidad, pero no es suficiente. El
joven gánster se ha enamorado de Samantha cuya historia también es una
subtrama. Hasta el capítulo cinco, no sabemos quién fue, a Jake le cuenta dos
versiones de su vida anterior. Si sabemos dónde quiere llegar. Tiene sus
ahorros escondidos tras un panel de la cocina y su sueño es abrir su propio night-club.
Entretanto es la azafata codiciada de un bar donde las chicas, la mayoría extranjeras
, son sujetas a abusos verbales y extorsiones por parte de los patrones.
En el tercer
episodio los caminos de Jake y el policía Katagiri se entrecruzan. Una noche
que se ha quedado a dormir en la oficina, Adelstein recibe una llamada avisando
sobre una situación de rehenes en un bar local. Se trata de una intromisión del
Clan Tozawa en territorio Ishida. Llega Katagiri que con solo palabras desarma a
los armados y acaba con el problema. Impresionado, el periodista saca fotografías.
El ruido de la cámara alerta a que le quita el filme y le ordena no escribir
sobre lo visto.
Adelstein
obedece, pero cargado de regalos, se
aparece en la casa de los Katagiri, conquista a la familia y convence al
policía con su franqueza. Katagiri le explica que la Yakuza está tan integrada a
la cultura japonesa que es imposible erradicarla. La labor de la policía es mantener
la paz entre los clanes y evitar violencia. Debido a lo que presenció Adelstein,
los culpables de haber puesto en peligro esa frágil tregua, serán entregados por sus mismos clanes a la
autoridad.
En agradecimiento
por su silencio, Jake es invitado por su nuevo mentor a cubrir el arresto de los
gánsteres díscolos. El policía y el periodista intercambian confidencias . Ambos
vinculan los suicidios y los préstamos a la Yakuza. El crimen organizado también se ha interesado
en esta sinergia Katagiri-Adelstein. Sato informa a sus jefes de las
intromisiones e investigaciones de “Mossad” y la Yakuza lo secuestra.
Tokyo Vice es una serie interesante, pero con
altibajos. Me temo que el elenco japones actúa mejor que los actores
caucásicos. En la trama, no hay manera que puedan interesarme los problemas
familiares de Jake y su hermana, una especie de maniaco suicida, que lo abruma
con casetes donde lo acusa de haberlos abandonado. Me atraen mucho más los
personajes japoneses. Sato y Emi Murayama son mis favoritos, pero toma la mitad
de la temporada descubrir quienes son.
Jake-Sato-Samantha:
Un Triángulo Fatal
Nunca pensé que
abogaría por un poco de violencia en una historia, pero para pertenecer al género
gansteril Tokyo Vice ofrece al comienzo, muy pocas fuentes de conflicto
y todas se solucionan muy rápido, y con intercambio de palabras y no de tiros. Está
claro que se trata de una sociedad muy controlada, al punto que todo impulso
humano es reprimido. Mas que un país de asesinos, parece ser un país de
suicidas. Ese es el único acto de pasión permitido.
Lo notamos en el tercer
episodio. Sato enfurecido ante un comentario ofensivo en contra de Samantha,
desafía al ofensor a un duelo de puños. La furia reprimida del joven gánster lo
lleva a casi a matar a su contrincante por lo que es severamente amonestado por
sus superiores. Un gánster debe ser disciplinado. Sin embargo, la violencia
tiene su lugar y lo vemos cuando Katagiri golpea a un sospechoso durante su interrogatorio.
A mediados de la
temporada—exactamente en el cuarto episodio— las cosas comienzan a moverse. El
secuestro de Jake es para que el Oyabun (padrino) de Sato solicite su ayuda. El
Clan Tozawa quiere su territorio, para
eso esparce rumores de que Ishida soborna policías y delata a su propia gente.
Si sus hombres llegan a creerse esos cuentos, Ishida es hombre muerto.
Jake contacta a Katagiri
que se encarga de ese asunto. Finalmente, Adelstein logra convencer a Emi de
investigar la misteriosa empresa prestamista y su conexión con la Yakuza. Tras
una visita al viudo de una peluquera obligada a suicidarse, consiguen la
dirección de la elusiva firma y la visitan, pero vuelven a foja cero al
descubrir que el supuesto director es un anciano paralitico. No hay a quien colgarle
los muertos.
Mientras Emi se
va a investigar por su lado, Jake se va de parranda con Sato. No sabemos si el joven gánster lo hace para
recaudar información o es su soledad y enajenación las que lo empujan a buscar
amistad con el Gaijin. Comienzan en una disco donde Jake “se levanta” una
chiquita japonesa. Van a un lindo motel parejero y solo a la salida, cuando Sato
le paga, el periodista descubre que su acompañante es una prostituta.
Acaban la noche
en un distinguido restaurante chino, todo pagado por el rumboso Sato. En el
restaurante divisan al Oyabun Tozawa. En uno de sus compulsivos ataques de imprudencia,
Jake lo interpela, sin ningún respeto (le dice “gánster”) y se ofrece a hacerle
una entrevista.
Se ha hablado que una razón para desviar la serie del libro es que la crónica de Adelstein está llena de actuaciones poco heroicas y políticamente incorrectas que no corresponden a un protagonista de la Era Woke (acostarse con fuentes de información, chantajear, etc..) por eso eligieron hacerlo insufriblemente ingenuo.
Es menos mundano
que el personaje de Mel Gibson (que se le asemeja) en The Year of Living Dangerously.
Es más parecido al Americano Impasible que creara Graham Green, y como
tal es arrogante hasta el punto de ponerse en peligro él y exponer a los que lo
rodean. El problema con Jake es que al ser políticamente correcto se vuelve
aburrido, bobo, incluso pesado. Hasta su manera de correr es antipática y
recuerda la descripción que su jefe hace de el “mitad judío, mitad simio).
Adelstein es
también egoísta y dado a crisis infantiles. En una de sus pataletas de chiquilín
les grita a Sato y a Samantha “Ustedes son tal para cual”. No es cierto. De hecho,
Samantha y Jake son tal para cual en su entitlement caucásico. Ambos son
ingenuos cuando deberían ser listos, y egoístas cuando deberían ser
responsables. Por el contrario, Sato camina
siempre sobre una cuerda floja entre las reglas de la Yakuza y su compasión.
Jake y la rubia
comparten algo más. Ambos están huyendo de familias que desean que regresen. No
se entiende por qué ambos están obsesionados con vivir en un país que no los
quiere y una cultura que no entienden. Podrían cumplir sus sueños en USA, no
necesariamente en Missouri o Utah (de donde proviene Samantha). Sato, en
cambio, sin arrepentirse de ser un gánster, sufre de nostalgia de la familia
que le cerró las puertas cuando se unió a la Yakuza.
Entretanto, Samantha
enfrenta sus propios demonios. Ha conseguido local para su club, pero comete el
error de confiar en la más boba y boquisuelta de sus compañeras. Pronto el Clan
Ishida se entera de la defección de la rubia-trofeo y envían a Sato a
amenazarla Samantha comienza burlándose de la cortesía del joven sin reparar en
sus advertencias. Notando una debilidad donde debería existir amenaza, se vuelve
agresiva. Cuando Sato le dice que quiere protegerla, le lanza una despectiva: “¿Soy
acaso una damisela en peligro?”
Sin embargo, el
peligro rodea a la Gaijin. Su cliente más atractivo resulta ser un detective
privado contratado por gente a quien Samantha desfalcó en el pasado. Samantha
es una damisela en peligro y el único caballero que la puede rescatar es
Sato. Aunque es una relación muy
romántica, también será el talón de Aquiles del joven pistolero. Samantha, en su egoísmo e implacable búsqueda de sus
sueños, se convierte en la femme fatale de un cuento que básicamente es
un Noir japones.
En todos los Noir que involucran familias de gánsteres hay hampones buenos y hampones villanos. Tokyo Vice no es una excepción. El jefe del Clan Tozawa es un sujeto siniestro que golpea mujeres y mata inocentes. En cambio, Sato, además de sensible y melancólico, es un hombre de honor. Una cualidad que comparte con su Oyabun Ishida, una especie de Don Corleone, que, por seguir apegado a tradiciones antiguas, está siendo amenazado por una nueva Yakuza, despiadada, corrupta, sin lealtad ni respeto por costumbres ancestrales.
En resumen, los
mejores personajes y subtramas están en el bando japones. Por eso, a pesar de
la lentitud del comienzo, la recomiendo. Tokyo Vice puede encontrarse en
la plataforma de streaming HBO/MAX
Contenido Violento
y Gory: Un par de
suicidios espectaculares, la pelea violenta de Sato, en el quinto episodio hay
una fantástica lucha entre los Tozawa en contra de Sato e Ishida que recuerda a
películas de samuráis. .
Contenido
Sexual: Muy equilibrada
en el tema paridad. Escena de sexo de Jake y prostituta con desnudo de la nena;
escena de sexo entre Sato y Samantha con el chico desnudo de espaldas; escena
muy gráfica (con felación incluida) entre Tozawa y Mizaki su querida oficial.
Contenido Feminista; En esa sociedad tradicional y
tremendamente patriarcal venos que las mujeres son relegadas constantemente, y no solo las extranjeras. Vemos a Emi darles órdenes
a varones en su jornada laboral, pero llegar casa y recibir gritos de un hombre
que parece vivir echado en el sofá viendo televisión. Por otra parte, vemos a
Sato cocinarle a Samantha en un reverso de roles.
La escena más representativa de la sumisión femenina
es cuando, tras pasar un mal rato en la
cama, Mizaki se acusa de ser la culpable
de la impotencia de su pareja, el poderoso gánster Tozawa. La más
representativa del poder de la mujer sometida es de Emi cenando con detectives
a los que quiere sonsacar. Uno, borracho, comienza a manosearla. Murayama-San
lo calma recordándole que él tiene una hija adolescente que lo respeta mucho.
Factor
Diversidad: En un vuelco
del escenario normal, vemos como el racismo puede funcionar en contra de los
blancos cuando son minoría. En el caso de Jake Adelstein opera más en contra suya
el ser judío que ser Gaijin. Me encanta
que los niños al verlo griten “¡Tengu!”(duende) porque solo así se explican su
palidez y tamaño.
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