miércoles, 27 de septiembre de 2017

La Santa Hermandad de los Gloriosos Pederastas: El Círculo Gay de Versalles (III)


Philippe De Orleans no tuvo solamente de amante al Caballero de Lorena. La existencia del Marques D’Effiat, posible asesino de Minette, revela la existencia de otros aficionados al “vicio italiano” en la Corte del Rey Sol. ¿Eran un “club” privado, protegidos por las costumbres ambidextras del hermano del Rey, y por la sangre noble de sus afiliados? ¿Cuán inocentes eran sus costumbres?

“Versalles” ha sido la última piedra en el monumento al libertinaje versallesco. La Revolución Francesa esgrimió la inmoralidad de sus reyes como argumento para acabar con la monarquía. Irónicamente, los revolucionarios cargaron contra el más inocente de los Capeto, pero ese es otro cuento. “Versalles” nos ha mostrado toda la impudicia de la Corte del Rey Sol y también su hipocresía, porque a pesar de su homofobia, Luis XIV cultivó y fomentó la homosexualidad de su hermano como una manera de neutralizarlo.

Aunque Philippe, tal como nos muestra la serie, aceptó dócilmente su rol de segundón, buscó escandalizar como una forma de rebelarse a su destino. En su palacete de Saint Cloud, el Duque de Orleans creó una mini corte de nobles que le eran adictos. ¿Eran estos nobles parte de una confraternidad de lo que entonces se conocía como” invertidos”?   Aunque aún en época de Minette, se hablaba de orgias en Saint Cloud, seria Elizabeth, segunda esposa de Monsieur, quien, en sus numerosas cartas a su familia alemana, revelaría los detalles de las costumbres sexuales de su marido y de sus amistades.

Tras la muerte de Minette, Luis le levantó el castigo al Caballero de Lorena, permitiéndole reintegrarse a la Corte Versallesca siempre y cuando convenciera a Philippe de volver a casarse. La elegida en esta ocasión fue la simpática y sencilla Elizabeth, Princesa Palatina. Apodada Liselotte por sus íntimos, era prima hermana de Minette, pero era su total antítesis. Aun así, Chevalier le hizo la vida imposible, inventándole adulterios para que Philippe desconfiara de ella e infiltrando espías en el servicio de Madame. Lieselotte se vio obligada solo a confiar en las damas que había traído consigo y con las que se comunicaba en alemán, lengua que Chevalier desconocía.



A pesar de que me dicen que la relación Chevalier y Liselotte en la segunda temporada de “Versalles” es más amigable, en la vida real se detestaban. Liselotte encontró desahogo y consuelo en una copiosa correspondencia con los parientes que dejara en el Palatinado. Es a ellos a quienes relata las extravagancias sexuales de los válidos de su marido. Nos cuenta Madame que entre ellos hay bisexuales como El Caballero de Lorena, otros que aborrecen la cercanía física de una mujer, los hay que gustan de amores con bellos adolescentes y otros que los prefieren impúberes, ósea ya hablamos de pedofilia.

A pesar de que El Rey Sol conocía los gustos de los amigos de su hermano, fue todo un shock descubrir que Monsieur era parte de un círculo clandestino y que aun en nuestros días podría ser calificado de degenerado. Aún más terrible fue para Luis descubrir que su propio hijo frecuentaba ese círculo.

En 1683, tras la muerte de la Reina Maria Teresa, y la caída de Madame de Montespan, Louis XIV se casó en secreto con la Marquesa de Maintenon, institutriz de sus hijos ilegítimos. Aunque Maintenon era totalmente devota de la prole de la Montespan, no estaba a cargo de otros bastardos reales como los hijos de la infeliz Luisa de la Valliere, si esa que en “Versalles” se azota y termina en un convento.
Hermana Luisa de la Misericordia, antes Luisa de La Valliere

Cuando La Valliere profesó, su hijo Luis, Conde de Vermandois, tenía solo siete años. El rey se lo encargó a su cuñada. A pesar de que Liselotte, desaprobaba que los ilegítimos se codearan con los verdaderos príncipes, le tomó cariño al condesito y lo crió como hijo de su carne.

Un año antes del matrimonio con Madame de Maintenon, llegó a oídos de Luis que existía en su corte una curiosa y no tan inocente cofradía llamada “La Santa Hermandad de los Gloriosos Pederastas”. El rey ordenó que se investigase la tal hermandad, y cuando le dijeron que su hijo de quince años era parte de aquella, exigió que se le interrogara. El asustado Conde de Vermandois hizo una confesión completa.
Luis, Conde de Vermandois

Había sido bajo el techo de su tío y padre adoptivo que Vermandois había sido seducido y reclutado por el incorregible Chevalier de Lorraine.  Chevalier había solicitado que su joven amante atrajese amigos suyos a la fraternidad. Los miembros debían jurar un secreto absoluto y firmar (según Vermandois) “con su propio semen” un contrato en el cual se comprometían a no tener relaciones carnales con mujer alguna. Los integrantes de esta logia usaban, oculto bajo la ropa, escapularios que imitaban conocidas estampas de San Miguel aplastando al demonio, solo que en estas medallas el Arcángel pisoteaba a una mujer. Estos actos blasfemos bastaban para colocar a la hermandad al margen de la ley y de la iglesia.

A medida que avanzaba la investigación, el horrorizado rey descubría más aspectos oscuros de una cofradía a la que pertenecían miembros de la nobleza y hasta el más famoso musico de la corte, Jean Baptiste Lully. La hermandad solía reunirse en burdeles parisinos. En una ocasión en que la policía irrumpió en un local encontraron a Monsieur en la cama con otro hombre y con la dueña del establecimiento. Por supuesto, Philippe era intocable y la autoridad tuvo que retirarse con el rabo entre las piernas.
Monsieur, Duque de Orleans

Otros datos no eran tan jocosos. Las exigencias de la hermandad iban precisamente en contra de relaciones heterosexuales. Había prohibición tajante no solo de tener sexo sino también de amar a una mujer. Si el “hermano” tenía obligación social de casarse, podía tener relaciones sexuales siempre y cuando fuera exclusivamente para procrear. Cualquier infracción a estas reglas podía ser castigada. Luis también supo que, en algunas de las orgias, podían intervenir mujeres, pero que su rol era ser degradadas, maltratadas e incluso torturadas. Aquí tenemos un presagio de los gustos del Marqués de Sade, un siglo antes de nacer ese caballero.

En una ocasión, cuenta el Conde de Bussy (primo de Madame de Sevigne), la cofradía estaba en medio de una orgia cuando se les antojó comer helados (Primo Visconti dice que el antojo era por barquillos). Trajeron a un vendedor ambulante. Como era joven y atractivo, lo invitaron a unirse a la francachela. Cuando el heladero se negó, lo golpearon, castraron y arrojaron su cuerpo a la calle para que muriera desangrado.

Tanto exceso llevó al Rey Sol a una purga. Se exilió a muchos nobles. Al pobre Vermandois su padre lo mandó azotar en su presencia y lo desterró a Normandía. Lieselotte, que seguía viendo al Condesito como un hijo, suplicó y obtuvo la clemencia del rey para que a Vermandois se le permitiese unirse a un batallón en Flandes y redimirse en el campo de batalla. Un año más tarde, Vermandois moría de cirrosis, totalmente alcoholizado. Durante ese año esperó en vano por el perdón paterno. Las únicas que lo lloraron fueron su hermana y Lieselotte. Luis no desperdició ni una lágrima en el hijo que llevaba su nombre. En el convento Luisa de la Valliere fue aún más dura, diciendo que debió llorar el día que parió a Vermandois, no en el de su muerte.
Luisa de La Valliere y sus hijos

Hay un detalle que me intriga sobre esa cofradía (que sería resucitada en el Siglo XVIII). En su madurez, Chevalier orientó su libertinaje cada vez más hacia la heterosexualidad. ¿Por qué se uniría a un circulo que renegaba de las mujeres como compañeras sexuales? La respuesta creo que reside en su tremenda ambición. Había poder en mantener ese submundo clandestino en las narices del rey, de la iglesia y de la autoridad. A diferencia del personaje de “Versalles”, el verdadero Caballero de Lorena era temerario, insolente, y hambriento de poder.

Antes de hablar del final de MonChevy (como lo apodan los fans de “Versalles””), hay que narrar el último capítulo de la ópera bufa de Monsieur. En su madurez, Philippe se fue alejando de Chevalier, prefiriendo la compañía sexual de amantes más jóvenes, y la intelectual de su mujer. Se hizo muy amigo de la mesa, engordó, y hasta su confesor andaba preocupado por su salud.

A Chevalier lo tenían desterrado, pero el oportunista Rey Sol lo trajo de regreso para que convenciera a Philippe de participar en el último proyecto/capricho real. Madame de Maintenon, ahora esposa secreta del rey, seguía empeñada en favorecer a los hijos de la Montespan, que la Marquesa consideraba como propios. Ahora había convencido a su esposo que debía casar a su hija ilegítima, Francisca María de Borbón con el Duque de Chartres, hijo mayor de Monsieur.


Francisca María de Borbón

A nuestros ojos modernos, el único impedimento para este matrimonio podría ser la consanguineidad. A los ojos de la Francia barroca era un sacrilegio. Chartres tenía sangre azul por los cuatro costados, pertenecía a una casta por encima de los demás mortales. Su prima era la bastarda del rey, hija de una mujer que, aunque marquesa para los efectos era una plebeya. Menos escandalo hubiese suscitado que Chartres se casara con la hija del sultán. Sin embargo, el marrullero Luis ofreció una dote tan elevada que venció los escrúpulos de su hermano y su sobrino.

Pasó el tiempo, la tan sonada dote nunca se materializó. Chartres se hartó de su mujer y buscó nuevos amores. Molesto, el rey se presentó en Saint Cloud a la hora de la cena y apostrofó a su hermano por no reprocharle a Chartres sus infidelidades, su falta de cariño por la esposa. En medio de su comida, Monsieur se sulfuró y acusó a su hermano de hipócrita. Luis, el hombre más adúltero del reino no podía venir a lanzarle piedras a otros maridos infieles. Tampoco arruinarle la cena ... ¿y donde estaba la dote prometida?  Esto escaló en una discusión a gritos que terminó por provocarle a Philippe una apoplejía mortal. Aunque vivió unos días más, murió como había vivido, siendo víctima de su hermano mayor.

Curiosamente, un año más tarde, Chevalier moría también de un ataque de apoplejía, pero en circunstancias diferentes. El incorregible calavera sufrió un ataque estando en cama con dos cortesanas. Al igual que su amante, le tomó unos días morir, siendo atendido con mucho amor por su prima con la que, según el Duque de Saint Simon, El Caballero se había casado en secreto.


El Caballero de Lorena

No sé si este último episodio en la tragicomedia de Philippe y Chevalier será llevada la pantalla. No me molestaría que no la mencionaran. Prefiero tener esta imagen tierna y romántica de esa pareja de bribones. Quiero verlos como víctimas, no verdugos. Pero la realidad nos informa que no podemos ver con ojos amables estas subculturas manejadas por gente tan poderosa que sin reparo aplastaban al hoi polloi y a la mujer, fuese una prostituta contratada para una orgia sadomasoquista o una esposa a la que se podía maltratar sin castigo ni oprobio, aun mas si la misma subcultura lo permitía y exigía.

Por eso es absurdo verle paralelos a este “club” de Versalles con las culturas gays actuales. Ni Monsieur ni Chevalier tenían nada de activistas modernos ni podemos aplicarles un lenguaje político y sociocultural del Siglo XXI que en la corte del Rey Sol seria perfectamente ininteligible.

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