jueves, 4 de octubre de 2018

Malena En el País de Netflix (II) : La Oferta Continental



Desde mi llegada a USA  mis preferencias seriefilas se han orientado hacia el producto BBC. Mi encuentro con Netflix no ha sido una excepción, pero aparte de “Peaky Blinders” , que ya venía requeté recomendada, no me he encontrado con ninguna gema inglesa  por ahí. En cambio, mi exploración de los productos europeos me ha proporcionado las horas más  gratas de este septiembre.

El Ministerio del Tiempo

Comienzo con algo conocido, algo ligeramente vintage. En su momento vi algún episodio y le tiré la cadena por “progre”  y por Rodolfo Sancho a quien detestaba. Gracias al atracón de “Isabel” que me di este verano, mi “hijastro” y yo hemos hecho las paces. Como lo echaba de menos decidí entrar al ministerio porque tanto la Gatita Estelwen como Pol Gines me la han recomendado tan calurosamente.

Me di cuenta de que la otra vez no la vi por el principio, sino como en el tercer episodio. Esta vez tuve la oportunidad de enterarme de qué es el Ministerio del Tiempo, una institución un poco mágica y por eso es por lo que la serie no es de ciencia ficción. Como dice Marti (Jaime Blanch) quien dirige el Ministerio, no hay tal cosa como maquinas del tiempo. 

Aquí todo es cuestión de portales secretos que en su día un rabino,  muy ducho en brujería, pero también muy apegado a la tierra española, regaló  a los Reyes Católicos a cambio de no ser expulsado. Mal negocio porque con el tiempo la Inquisición le echó el guante y lo echó a la hoguera.


Lo importante es que desde el siglo XV esos portales están protegidos por  esta entidad burocrática empeñada en evitar que los del pasado traten de cambiar la historia. En el primer episodio, una pareja de señores del Primer Imperio ( Benito, un español,  y un francés llamado Thibault),  viajan al siglo 21 y se enteran en una librería de barrio que Napoleón invadirá España en una movida errada que le costará su imperio.

Quien ha visto a esta pareja  es un enfermero llamado Julián (R. Sancho), pero como se piensa que está traumatizado desde la muerte de su mujer, nadie le cree y sus superiores lo dan de baja. Ahí es cuando Martí  le da un tour por el único secreto del gobierno español. (¿Será?) También lo recluta con su poquito de chantaje.

A Julián lo emparejan con Amelia  Folch (Aura Garrido), dama del siglo XIX y una de las primeras  universitarias de España, y con Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda), soldado de los Tercios de Flandes. Su misión será ir a la España de la Guerra de la Insipendencia y evitar que Thibault impida que la guerrilla derrote a los franceses.

La serie es muy entretenida, tiene chispa y tiene humor que a ratos se me pierde porque la acción es muy rápida (como “Timeless” sufre de esos limites de tiempo que obligan a concentrar mucho en 65 minutos). Exige mucha atención del televidente, lo que por un lado es bueno. En sus ironías humorísticas  recuerda un poco al “Back to the Future”. La perplejidad de Alonso y Amalia ante los adelantos modernos recuerdan a Ichabod Crane de la serie “Sleepy Hollow”.

Las alusiones y referencias históricas y culturales (las de pop culture a cargo de Julián) vuelan. El pobre Alonso hurta un libro de Pérez Reverte para entender por qué lo llaman Alatriste, Julián insiste en que deben ver” Terminator” para entender las dinámicas de los viajes del tiempo y cuando le piden su nombre en la fonda de 1808 suelta un “Curro Jiménez”. Esto no solo es cómico por la referencia cultural(un poco como el “Clint Eastwood” que usa Michael J. Fox en su viaje al Oeste en “Back to the Future3) sino que me recordó que Rodolfo es hijo de mí nunca bien llorado Sancho Gracia, el verdadero Curro Jiménez. 
El verdadero Curro Jimenez

Una suerte que históricamente el Barquero de Cantillana viviera en los días de Isabel II, y no como lo puso su serie, fuera  contemporáneo de la invasión francesa. Y algo que se les olvidó cuando Julián por no decir que ni sabe quien es , le dice  a Amelia que mejor le cuente ella sobre el guerrillero a Alonso,  su padre también interpretó al Empecinado en la miniserie “Los Desastres dela Guerra”(1983).

Lo que ayuda a equilibrar el humor y evitar que la serie se convierta en un “Cuerpo de Elite” es el pathos de la memorias dejadas atrás. También las posibilidad del Ministerio de revivir el pasado que ejemplarizan los viajes clandestinos de Julián para reunirse con su difunta esposa.

Mis quejas son tan pequeñas que ya parecen mezquinas. Alonso, que es el personaje más interesante de la serie, a ratos se olvida que viene de otro siglo. Cuando comienza “El Ministerio” lo vemos hablando como un español moderno, pero ya en el siglo XXI tiene periodos en  que usa el “vos”,  lenguaje arcaico y reverencias cortesanas.

Cuando Ernesto (juan Gea) se le aparece en la celda disfrazado de fraile, Alonso lo despide negándose a recibir ayuda de la iglesia. Eso, entonces, hubiese sido herejía y capaz que en vez de la horca lo hubiesen arrojado a la hoguera. Pero más adelante, lo vemos persignarse antes de cruzar un portal. Establecido que es creyente, ¿no les parece raro que un hombre del siglo XVI no hable de brujería o de magias diabólicas al encontrarse con esos portales, artilugios tecnológicos, y todas las modernidades de las que es testigo?

El caso de Amelia  es mas burdo. ¿Tienen que aplicarle los clichés del neofeminismo? En una época en que la mujer solo podía asistir a la universidad por orden del rey,  lo normal es que siguiese una carrera más masculina como leyes, medicina, farmacia,  que es lo que estudiaron las pioneras de la educación superior. En cambio le va a las letras. ¿Qué va a hacer con eso?  (lo que pregunto mi madre cuando descubrió,  en 1979,  que yo ya no estudiaba periodismo ni historia, sino literatura).

A Amelia, un catedrático la hace callar en clase, supuestamente porque es mujer. A mí,  mis maestros de posgrado y del doctorado,  en los 80s , o me hacían callar o me dejaban dar la catedra a mi sola ( los que querían hacerme callar eran mis compañeros). Cuando conoce a Irene, Amelia se queja que sus amigas solo quieren hablar de maridos, hijos y las modas de Paris. Ella quiere hablar de “cosas importantes “ como la influencia de Ariosto  sobre Lope.

Ay hija, a mí también me gustaría hablar de cosas importantes. Pero a) las modas de Paris también lo son y b)  en el Siglo 21 tampoco va Amelia a encontrar mucha gente que quiera hablar del Siglo de Oro. A lo más tendrá que abrir un blog sobre el tema. Por último es más fácil para una mujer destacar en un empleo en el 2015 por conocimiento de moda parisina que por saberse de memoria el Orlando Furioso.

Después, el cliché del tampón. Yo no he usado un tampón en mi vida ni antes ni después de pasada por las armas me son incomodos. Como hay muchas que piensan así, hay variedades de toallas higiénicas en el mercado que le hubieran sido menos chocantes a Amelia. Por último, obvio que es interesante y obligatorio tener un personaje gay en este cuento, ¿pero tenía  Irene (Cayetana Guillén Cuervo) que  mostrar su orientación robándole un beso a Amelia?  Sobre todo en un momento mitutero en que voces airadas equiparan al robo de un beso heterosexual con un ultraje sexual.

Pero lo dicho, son pequeñeces. Hay cosas que pueden resultar inverosímiles y  que al final se aceptan como que un equipo medico moderno entre por el armario a la fonda a atender al Empecinado o que un ala de un hospital madrileño esté siempre dispuesta a hospedar a viajeros del tiempo maltrechos, pero al final estas pequeñeces son las que ponen sazón al cuento que está muy bien contado.

Los Medici, Señores de Florencia
Anduve buscando desperadamente alguna serie italiana en Netflix. Llevo dos años sin la RAI y no sé que se hace en Italia en materia de series. Ni “Suburra” ni “Gomorra”  llenaron mis expectativas. Andaba en busca de algo de época, pero parece que el amor al pasado se largó con Berlusconi. Leo con placer que Netflix planea una serie propia, llamada “Luna Negra”,  que tratará el conflicto de la caza de brujas en el barroco italiano. Interesante, pero hasta entonces solo tengo a “Los Medici”.


Premisa: El Rey en el Norte (Richard Madden) quiere vengar el asesinato de su padre (Dustin Hoffman). Hasta ahí íbamos bien, pero cuando retrocedemos en el tiempo comienzo a bostezar. Dustin Hoffman, un actorazo,  parece el Rain Man solo que ahora está en marco renacentista.

 Cosme (Madden)  que es serio y atormentado tiene un hermano que es un viva la vida y se la pasa escapando por la ventana de cuartos de mujeres casadas. Espérense, ¿no vimos esto en “Los Borgia”? Qué importa, los Medici son los primos lejanos de Los Borgia. Pero no funciona ni me convence.

Esa familia valenciana reinaba en el Vaticano,  en Roma con tentáculos en Forlì, Milano y Nápoles, y una pata en Francia. Sus aventuras afectaban al mundo. Lo Medici no pelean con cardenales díscolos, ni con los maridos y novios de Lucrezia, ni con las intrigas del rey francés.
Hasta la llegada de Lorenzo,  El Magnifico, los Medici eran mercachifles florentinos, sus enredos eran juegos de tronos entre almaceneros. No son interesantes. Sinceramente, ni aun Lorenzo fue muy interesante. Mejor hubieran hecho una serie sobre Catalina de Medici, o su sobrina Maria que manejaron Francia por mas de un siglo. Bostezo y me voy.

The Road to Calvary/Peregrinación por los Caminos del Dolor

Yo creía que Aleksei Tolstoi era el autor de la novela histórica El Príncipe Serebryani y el más pavoroso relato que he leído en mi vida La Familia Vourdalak. ¡Resulta que la literatura rusa alberga a  dos Alekseis! Acabo de conocer a este escritor soviético, más pariente  de Turgenev (su tío materno) que de los Tolstoi, pionero de la literatura rusa de anticipación, y autor de esta afamada, pero poco conocida, trilogía que la Rusia de Putin ha convertido en miniserie para celebrar el aniversario de La Revolución.

Falta de tiempo y espacio me impide contar la historia de este Tolstoi conocido como “El Conde Camarada”.  Nacido en familia noble, fue criado por el amante de su madre en un ambiente ateo y anti monarquista. Se interesó en la política en la universidad, pero nunca fue ni comunista ni socialista. Tuvo muchas mujeres y muchos hijos. Fue corresponsal durante la Gran Guerra, peleó en el Ejercito Blanco y se exilió en París. Publicó varias novelas antes y después del exilio. Se aprovechó de su fama para regresar a su tierra donde fue recibido como héroe.  Repudió su pasado y fingió estar totalmente de acuerdo con la Rusia revolucionaria.

Pionero de la ciencia ficción rusa, también publica relatos infantiles y novelas históricas. Entre 1923 y 1927 escribe y publica las dos primeras partes de esta trilogía:  Hermanas y El año dieciocho. En plena época de purgas, cuando Stalin mataba a quien no le vaciaba el orinal, Tolstoi sobrevive y acumula premios y medallas. Durante la Segunda Guerra Mundial escribe Mañana Lúgubre la última parte de su trilogía. Acabado el conflicto es enviado a Alemania a investigar los crímenes del nazismo. Declara bajo juramento en un reporte que admite sin lugar a duda las políticas de exterminio de Hitler. En 1945, fallece de cáncer a los 62 años.

Conociendo este abigarrado pasado se puede entender que su trilogía, aunque compasiva, también sea muy irónica. La serie gira en torno a dos hermanas:   Katerina “Katya” (Yuliya Snigir) y Daria “Dasha” (Anna Chipovskaya) Bulavin. Cuando, en 1914,  Dasha abandona su hogar paterno en el Volga para ir a estudiar leyes en San Petersburgo, recala en casa de su hermana. A pesar de la diferencia de edades, las hermanas se adoran.

Katya está casada con Nikolái Smokolnikov (Alexey Kolgan), un abogado de buen pasar que le cumple todos los caprichos a la mujer, pero ella lo desprecia y se lo hace saber. Katya ha encontrado un refugio a su frustración conyugal en el Avant-Garde, colecciona grabados de Picasso y recibe en su casa a un grupo de desobligados bohemios, todo pagado por su marido. Katya le habla a su hermana de Alexei Bessonov (Anton Shagin), el poeta del momento.

Dasha tiene un encuentro con Bessonov en la universidad, cuando el poeta viene a declamar a su clase sus poemas apasionados, pero llenos de oscuros presagios para Rusia. Dasha, que solo tiene diecinueve años, sufre un ataque hormonal provocado por la intensa poesía y debe salir del salón,  a punto de desmayarse. Unas noches mas adelante es presentada formalmente a Bessonov en una de las veladas bohemias de su hermana.

Sin embargo, el poeta solo tiene ojos para Katya. Dasha es incapaz de ver la realidad. Katya acepta acompañar a Bessonov a la presentación de un libro y envía  a su hermana una reunión de sus absurdos compinches vanguardistas que componen una especie de club: “La Liga en Contra de las Convenciones”.

 En esta reunión,  Dasha se encuentra con Liza (Svetlana Khodtchenkova), una compañera de universidad, que ya ha causado una escena en el aula y cuyos desplantes y discursos incendiarios han provocado el infarto de su anciano maestro. Como todos los del grupo, Liza pregona la libertad, repudia la autoridad y censura todo lo que huela a viejo o pasado. En la velada, Dasha conoce a Iván Ilich Telekin (Leonid Bichevin), un joven discreto y amable.

Cuando esa noche,  el grupo en sus proclamas anticlericales alcanza un nivel blasfemo, Telekin pide disculpas a la escandalizada Dasha por sus huéspedes. Ahí ella descubre que Telekin no es parte del grupo, es ingeniero de la Planta del Báltico,  y ha convertido su casa en albergue de estudiantes. Liza, que está enamorada de su casero, se emborracha y agrede verbalmente a Dasha quien se retira. A solas, Liza se le ofrece al ingeniero que la rechaza.

Katya ha vivido otro tipo de aventura. No hay tal presentación de libro. La cita es en un hotel. Termina en la cama con Bessonov. “¿Podrás respetarme ahora?” pregunta la atribulada adúltera. Un poco aburrido,  el poeta le explica que la cama y el respeto no se llevan. Desesperada, Katya se da cuenta que ha cometido un error. Llega a su casa, donde su hermana le confiesa que se ha enamorado de Alexey Bessonov. Esta es la última gota para Katya quien le exige que se olvide de “ese mal hombre” . Dasha indignada se niega a hacerlo. Llega Nikolái que exige una explicación. Katya se lleva su marido.

A la mañana siguiente, en la mesa del desayuno, Dasha encuentra a su cuñado muy triste. Katya le ha confesado su infidelidad, pero sin revelarle el nombre de su amante. Dasha hace lo impensable. Sale disparada de su casa. Va al departamento del poeta y se le declara de la forma más impulsiva e indecorosa posible. Bessonov tiene la suficiente decencia para rechazar a esta impetuosa virgen y le confiesa su amorío con Katya. La avergonzadísima Dasha regresa a su casa y confronta a su hermana, que reconoce ser la amante de Bessonov. Nikolay la escucha,  intenta dispararle y no puede.
Bessonov

Al abogado se le ocurre la idea perfecta. No quiere perder a su mujer. Le da dinero y la envía a Paris a que recapacite. ¡Oye, si ese fuera el castigo de todas las adúlteras! Se supone que Nikolái es un personaje patético, pero a mí me agrada. No es tonto, no es tan mal marido, y es un excelente cuñado.

Katia se va a Paris, su cuñado va a ocultar su vergüenza a Crimea;  después de su indigno despido, Telekin se va con parientes fuera de San Petersburgo,  y Dasha regresa a Samara con su padre. La Gran Guerra terminará de separarlos, con breves encuentros que permiten al ingeniero y a Dasha enamorarse y comprometerse.

Es una serie hermosa, con espectaculares paisajes, casas lujosas, vestuario deslumbrantes y actores bonitos. Los personajes aunque a veces exasperan (creo que la serie hace a las hermanas más exaltadas y egocéntricas que en el libro) nos terminan robando el corazón.  Las historias románticas convencen y conmueven. mi único problema es que no sé qué postura política abraza este relato que combina la emoción y romanticismo del Dr. Zhivago con las novelas de Leonyd Andreiev.

Ya he dicho que la postura  de Tolstoi era ambigua, que buscaba congraciarse con el gobierno por lo que repudiaba su pasado de ruso blanco y exiliado, pero hasta ahora no siento que Rusia fuese un país tan esclavo de un gobierno autócrata (y lo era). Los artistas vanguardista gimen por libertad como el Himno de Riego, pero son parásitos despreciables. ¿Quién les hace caso?   Al final del primer capítulo, asistimos a una huelga aplastada por cosacos a caballo, pero nunca sabemos los motivos (o su justicia) de la huelga y el primer balazo sale de las filas de los agitadores.

La única injusticia es que Telegin es despedido de la Planta del Báltico,  acusado de solidarizar con los huelguistas cuando el motivo para ausentarse de su trabajo fue porque no lo dejaron entrar. Ya durante la guerra, en el segundo episodio, cenando con su cuñado, Dasha oye como uno de los invitados expresa esperanzas de que los mismos soldados se amotinen en contra del Zar y les dé una oportunidad de cambiar el gobierno, pero este anhelo de revolución suena oportunista más que justiciero. A pesar de esa ambigüedad (me temo que no es accidental) la serie es imperdible.

Babylon Berlín

Y ahora respiro hondo para poder hablar de la serie que ha capturado mi corazón y mi cerebro. No exagero, pero me es difícil no caer en la hipérbole. Ya les había hablado de “Babylon Berlín” basada en la serie de novelas policiacas de Volker Kutscher que sigue los pasos del Inspector Gereon Rath por la Berlín de 1929. Me es extraordinario ver un mundo en pantalla que solo conocía de novelas y textos de historia.

Los críticos americanos, han apodado  esto obra “Cabaret con cocaína”. Se equivocan,  esto precede a la trama del filme de Bob Fosse;  precede a la serie de Philip Kerr sobre el detective Bernie Gunther. Esto es el mundo de “El diario de una adolescente” de Pabst, de la Alexanderplatz de Alfred Doblin, pero con más humanidad, con más romanticismo. Mirando las facciones delicada de Volker Bruch quien da vida al protagonista,  recuerdo que  el romanticismo es,  nos guste o no, una corriente germánica.

Hay mucho que admirar en la construcción de esta serie, la más cara hecha en Alemania hasta ahora. Su técnica narrativa, muy moderna, salta tiempo y espacio como en ese inicio donde vemos a Rath hipnotizado por un psiquiatra reviviendo su pasado que abarca el futuro de la historia que vamos a ver y de ahí un salto a los créditos,  y luego a  presente,  a un tren en Rusia.

Por otro lado, está la fantástica recreación de una Berlín que ya no existe. Es tan primorosa esa reconstrucción que no noto los efectos digitales, como me ocurre con “Peaky Blinders” o “Juego de Tronos”. Es que no solo se han reconstruido  edificios y calles que todavía no conocen los manotazos de Speer o el impacto de las bombas, sino también una atmosfera, casi una manera de pensar y vivir.


El libreto ha cambiado algunas cosas, cambios que en mi opinión hacen la historia más compasiva y emotiva. En el libro,  Gereon llega a Berlín de su nativa Baviera, decidido a abrirse camino en la policía berlinesa. Para eso tiene que comenzar desde abajo, en el Escuadrón del Vicio. En la serie, Gereon ha sido enviado en una misión especial y secreta a la capital.

Este Gereon es más sensible, ha quedado marcado por sus experiencias en el frente y combate su síndrome postraumático con la ingesta de morfina. Seamos sinceros, este toque acerca a Gereon interpretado por el adorable Volker Bruch de “Hijos del Tercer Reich” a Tommy Shelby de “Peaky Blinders”. En el libro, Gereon nunca estuvo cerca de una trinchera y no era drogadicto.

No me parece mal, puesto que ya he señalado anteriormente lo que “Peaky Blinders” pidió prestado de “Boardwalk Empire”. Lo que diferencia a esas tres series, que más o menos comparten el mismo espacio cronológico, son sus geografías y el momento histórico. Ese Berlín bohemio, extremadamente liberal, también esconde profundas divisiones políticas, miseria,  y nacionalismo y militarismos reprimidos. A fines de 1929, el Crack de Wall Street, será el detonante de una crisis económica que favorecerá el auge del Tercer Reich.

Sin embargo, hasta ahora “Berlín Babylon” no nos muestra Nazis. Es un mundo cosmopolita,  progresista hasta el punto del libertinaje,  “una ciudad eléctrica” como la llamaría Vicky Baum. Vemos en los centros nocturnos a músicos negros y bailarinas orientales. Cuando Gereon abandona en la noche, el “Castillo Rojo” (Así se apodaba al cuartel de policía en la Alexanderplatz) se entrecruza con judíos con streimels y bucles propios de jasídicos. En la luz mortecina del alumbrado público parecen fantasmas. Y lo son, o lo serán muy pronto.

Berlín es un mundo nocturno donde las sombras amparan todo tipo de vicio,  crimen y secreto.  Gereon y el Inspector Bruno Wolter (Peter Kurth) , su nuevo compañero en Berlín, hacen una redada en un estudio clandestino de películas porno, interrumpiendo una parodia de la Anunciación que le encantaría a Willy Toledo. En un cuarto contiguo esperan unos muchachitos disfrazados de ángeles. Los cuida un individuo llamado Franz Krajewski (Henning Pecker)  que Wolter reconoce.

Krajewski huye y Gereon lo persigue por los tejados. Sufre un taque de vértigo a lo Jimmy Stewart y pierde su revolver. Krajewski no ha perdido el suyo, solo la intervención de Wolter salva la vida de Gereon. Blum golpea a Krajewski, y le dice que se olvidará de que ha intentado matar a un policía si se presenta al día siguiente a declarar en contra de Konig (Marc Hossemann), el director.

Más tarde en el auto, Wolter le cuenta al colega bávaro que Krajewski fue policía, pero que volvió del frente con un apetito por la morfina, y que un ‘tiritón” (slang por morfinómano) como ese no tiene cabida en el cuerpo. “Aparentemente” dice Rath. Antes de la redada lo vimos, en el baño,  tiritando como Krajewski y consumiendo varias ampollas de morfina.

Krajewski va al consultorio del Dr. Schmid. Reconocemos al psiquiatra que en la primera escena hipnotizara a Gereon. Schmidt tiene una revolucionaria clínica donde pretende rehabilitar al drogadicto, pero ahora está involucrado en el asunto de Konig.

 Resulta que Komig posee un filme del alcalde de Colonia,  ocupado en juegos sadomasoquistas,  y pretende chantajearlo. Esa es la razón para el viaje del Inspector Rath que necesita recuperar el filme. Pero hay otros implicados en el cuento como el misterioso Edgard,  alias “El Armenio” (Misel Maticevic), el rey del bajo mundo berlinés y dueño del exclusivo club nocturno “Mocha Efti”.

Espérense que eso no es todo, ni he hablado de la heroína y vaya que es heroica Lotte (Liv Lisa Friels). Para mantener a su madre enferma, abuelo senil, hermana con cien críos , hermanita colegiala y cuñado desobligado y grosero, debe conservar dos empleos, uno nocturno que ya se imaginaran cual es( uno del que regresa con magulladuras en el cuello)  y otro en el Castillo Rojo, catalogando fotos de cadáveres asesinados.

El mundo de Lotte es hacinado y estrecho. Es la estrechez de un apartamento sin gas (cocinan a leña que también sirve para que Lotte golpee al cuñado cuando se le insolenta), sin baño,  donde viven apretujados todos sus parientes.  Es también la estrechez de la pista de baile del Mocha Efti. Una estrechez de mundo cosmopolita de capital bullente. Hasta Gereon es expulsado de un cuartucho de hotel porque viene un simposio y hay que alojarlos. Es la estrechez del Castillo Rojo donde hay 55 inodoros para varones y apenas cinco para damas.

Tan apremiada como Katherine Johnson en “”Hidden Figures”, Lotte acaba usando el baño de hombres y ahí encuentra a un semi desvanecido y orinado Rath tiritando en el suelo. Movida por comprensión y compasión, Lotte le administra la morfina y salva la vida y reputación de Gereon. No puedo pensar en una manera más conmovedora de iniciar un romance.






Estamos hablando de dos capítulos y todavía no les he hablado de la Condesa Svetlana Sorokina (Severija Janusauskaite), también conocida como Nikoros,  la estrella travesti del Mocha Efti. Amante del trotskista Alexei Kardakov (Ivan Shvedoff),  Sorokina/Nikoros también es agente soviética. Traiciona a Aleksey y  traiciona a los pobres troscos que son masacrados por agentes estalinistas. ¿Pero conseguirá impedir  que un vagón cargado de oro llegue a Paris? ¿Qué tiene que ver el general prusiano Von Seeger(Ernst Stotzner) con ese cargamento? ¿Qué pito toca el industrial Nysen (Lars Eidingen), otro amante de Sorokina?

 Mejor no sigo porque es un laberinto,  casi tanto como esa Berlín reconstruida con una Alexanderplatz que en un costado tiene el inmenso edificio de Jonass, la tienda de departamentos más grande de la República de Weimar. En 1933, los Nazis sacaron a patadas a los dueños judíos y convirtieron el edificio en el cuartel de los Hitlerjugend. El final de la guerra dejó el edificio,  que había sobrevivido los bombardeos,  en la Alemania del Este  donde sirvió de casa a  varias instituciones del partido. Hoy es Soho House, un hotel, pero a gracias a “Babylon Berlin” vuelve a ser lo que fue.

Siempre he visto series alemanas percibiéndolas como extranjeras y ajenas. Es la primera vez que me siento cómoda con los diálogos, con las actuaciones, hasta me rio con los chistes. Volker y Liv Lisa son adorables casi tanto como sus personajes. Él es frágil y sensible, una fusión de Aneurin Bernard y Nigel Havers en sus mejores tiempos. Aunque vulnerable debido a su carga de secretos y traumas, Gereon nunca se convierte en un personaje indigno.

Lotte es una Jo March de los bajos fondos, una María la del Barrio sin coronita, que nunca se pervierte ni degrada a pesar del mundo degradante y pervertido en que le toca vivir. Es una nota de optimismo y esperanza  en un mundo sombrío, simbolizada por el vibrante verde esmeralda de su cloche.  

¿Pero se puede esperar optimismo cuando sabemos lo que le espera a Alemania?  “Babylon Berlin” dirigida por Tom Twyker (Run, Lola, Run),  es buen cine, pero también es una asombrosa y amarga lección de historia.





5 comentarios:

  1. Anticipación científica? Entonces ese escritor es como el Julio Verne/H.G. Wells ruso? Interesante. Yo de literatura rusa sólo conozco a Tolstói y Dostoyevski.

    Me llama la atención cómo describes Babylon Berlin. "Más que reconstruir una época, reconstruyeron una forma de pensar, de vivir." Me recuerda al trabajo de Michael Hirst en los Tudor. Con la diferencia de que ahí algunos escenarios los tuvieron que hacer digitales porque Whitehall no existe. Pero recrearon perfectamente en los guiones esa verosimilitud, esa forma de hablar, de sentir de la época. Son esas series que cuando las ves te transportan, sientes que estás ahí, caminando con esas personas, compartiendo ideas y te involucras. Aunque Berlín suena ultracompleja y llena de plots y subplots así que seguro me pierdo.

    Hablando de Alemania y nazis, hace poco subieron a Netflix una miniserie sobre Adolfo Hitler. Y mi reacción fue: ¿Qué? ¿Otra más? No me malentiendan, la segunda guerra es un período fascinante y apoyo que sigan produciendo cosas sobre ella. ¡Pero hay mil sucesos que ocurrieron en esa época y que merecen su chance! Por ejemplo: ¿Por qué no hacer una serie puramente enfocada en las mujeres que formaron parte del Drittes Reich? Desde la novia del dictador y las esposas de los altos mandos, hasta las secretarias, mecanógrafas, enfermeras de la muerte y, obviamente, las guardianas de los campos de concentración. Podríamos llamarla "Las arpías de Hitler" o algo así. Deberían hacerlo. O si no, una serie sobre Ravensbrück. El libro que leí con historias y testimonios ocurridos en ese campo me mantuvo al borde de mi silla, cada relato más desgarrador que el otro. Experimentos médicos, ascinamiento, castigos, trabajos forzados, masacres, frío y muerte teñidos de esperanza...carai eso alcanza para llenar por lo menos 3 temporadas. Fue un retrato descarnado de la maldad femenina pero también del heroísmo de muchas mujeres en un claustrofóbico mundo lleno de víctimas y victimarias.

    Los Médicis también me aburrió. Culpa de los productores, escogieron mal la época y personajes. Digo, si vas a hacer algo con los Médicis, enfócate en Lorenzo, Piero o Catalina, los más conocidos. Me hubiera encantado una serie sobre ella luego del retrato ficticio de Reign. Hablando de Reign, parece que tendremos alguna que otra inconsistencia histórica en la futura película de María Estuardo. Creo que tiraron el libreto de Hirst al agua y cambiaron de guionista (por el de House of cards). Lo último que supe de MH era que estaba escribiendo una serie sobre los jóvenes emperadores de Roma con Scorsese, lo cual me parece innecesario ya que:

    1) Ya tuvimos un Julio César digno y magistralmente interpretado por Ciarán Hinds (sí, mejor que el rey Mance, Ciarán nunca acabó de convencerme en ese personaje, a veces sentía que D&D lo desaprovechaban).

    2) es un tema muy tocado. Digo ¿por qué mejor no hacer una serie acerca de otro período o dinastía, como algo sobre los Plantagenet para variar? ¿O Guillermo el conquistador y la batalla de Hastings? ¿o las cruzadas? o una saga épica sobre Fredegunda y Brunilda, dos reinas francas del siglo IV que protagonizaron el catfight más sangriento de la historia. En serio, esas dos eran las Bette y Joan de la Edad Media. Dignas de un episodio de Feud pero al estilo GoT.

    Ahora que recuerdo ¿no había planes de hacer algo con Cleopatra? Creo que Freeform anunció serie, Abi Morgan de BBC quería ponerle visión femenina con una miniserie de 10 capítulos, y hay una película de Sony que sigue en guiones. Bueno, ya tuvimos a Vivian Leigh, Liz Taylor y mi favorita, Leonor Varela.

    También espero: The constant princess, y la guerra de los mundos con Eleanor "Isabel Neville" Tomlinson. Máquinas, humo negro, rayo calórico, hierba roja, SS Thunderchild...tengo el hype por las nubes. Vamos BBC!

    PD: Ya era tiempo de volver al blog. Realmente, la diosa fortuna no me ha sonreído este año. He visto que algunos usuarios comentan en facebook y sus comentarios aparecen en el blog de forma simultánea. ¿Alguien sabe cómo le hacen?

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    1. Ay mi Gatito George, disculpa la tardanza. Un fin de semana muy ocupado. La recreación de la Inglaterra de los Tudor es un acierto de Hirst y de la serie. Ni comparada las oscuridades de ‘Wolf Hall”. Sobre BB, no, por favor vela, no creo que te pierdas.
      Yo tenía la impresión de que Berlín o fue bombardeada o se la reconstruyó derribando todas las contribuciones arquitectónicas del Tercer Reich. Me ha sorprendido saber que hay todavía restos de una Berlín pre-hitleriana y que se han usado para la serie.
      Hasta ahora no he sentido nada moderno en la trama. es como leer a Remarque o a Hans Fallada, o ver un filme de Fritz Lang o Pabst.
      Tu queja es la mía, hay tantos aspectos de la Segunda Guerra Mundial, del Tercer Reich y del Holocausto que no se han tratado que seguir con la dichosa formula ya no es una seguridad de que guste al público, por el contrario. Cual era la serie que mencionas de Hitler?
      Si, si supe lo de Hirst y la película de Saoirse. A ver cómo les va a quedar En cuanto a los emperadores, Cesar fue solo uno de un montón, y los otros merecen su espacio. Aparte de Nerón y Calígula, nunca salen en la ficción. Yo no creo que se pueda superar al Yo Claudio, pero me gustaría ver a Tiberio y a Claudio de nuevo. Roma para mi fue un asco, por un tiempo me quitó el apetito por las series históricas.
      Todos los planes de hacer esto y aquello, muchas veces quedan en planes. A veces uno desearía que cosas como Knightfall se quedaran en la carpeta de “posibles dramas históricos”
      Jaa, lo de los comentarios paralelos. Cuando veo un comentario en FB que es muy bueno y relacionado realmente con lo que he escrito, me lo traigo, para que no se pierda.
      Si, por favor, gracias por volver al blog y sigue por acá.

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  2. Desde FB
    Pol Ginés Has hecho bien en recuperar el Ministerio del Tiempo. Quizá yo me anime con la serie rusa que comentas si la encuentro en mis proveedores. Sobre lo que comentas de "hasta ahora no siento que Rusia fuese un país tan esclavo de un gobierno autócrata", te pongo una entrevista o reseña que hice hace poco. Y también hace poco leí el cuento ese de miedo de vampiros de la Familia Vourdalak, que sí da más miedito de lo que pensé...

    ***
    En realidad, los comunistas exageraron mucho los puntos débiles de la Rusia zarista, que a principios del siglo XX estaba en un grandísimo crecimiento y mejoría:

    "Rusia, 1917 tiene 200 páginas y aglutina en ellas tres enfoques. Por un lado, describe con agilidad y detalle los hechos de 1917 y 1918, colocándolos en su contexto.

    Se nos recuerda, por ejemplo, que Rusia no era una “nación asiática y medieval” en el momento de la Revolución. Es verdad que estaba retrasada respecto a las grandes potencias europeas en algunos aspectos, pero su tasa de industrialización, alfabetización y eficacia agraria estaba creciendo muy rápido y superaba o igualaba a los de varios países europeos. Había una importante vida cultural y científica. "
    https://www.religionenlibertad.com/.../hay-muchos-libros...
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    1. María Elena Venant Muchas gracias por leerme, comentar y recomendarme el Ministerio. He quedado muy impresionada con esta serie en la que no pasa mucho, todavía. Me leí la sinopsis y vaya que pasaran cosas, yo voy por el tercer episodio. Hay un muy buen desarrollo de personajes y muy buenas actuaciones.
      Gracias por el artículo, yo sé poco de la revolución solo que fue una catástrofe para Occidente, pero tampoco puedo juzgar ( mi pellejo primero, soy humana) con benevolencia a un gobierno, el del Zar, que mantuvo a los judíos segregados , sin derechos, y viviendo hacinados en un territorio donde fueron blancos de pogromos constantes.
      La gran ironía es que los jóvenes judíos que podían huían a la gran ciudad, se educaban (y eso que para que una chica judía pudiera viajar en tren tenia que hacerlo con el “pasaje amarillo” que se les otorgaba a las prostitutas) y dejaban de ser judíos y pasaban a ser bolcheviques, socialistas, anarquistas, etc. Ahí tienes al taradito de Trotsky.
      Pero también sé que aunque el periodo post zarismo, pre estalinismo otorgó derechos a los judíos, fue solo a los revolucionarios ateos. Tal como se persiguió la religión ortodoxa, también se persiguió el judaísmo. Y ya para cuando llegó Stalin , ni ateo ni practicante, todos los judíos estuvieron en peligro. Stalin mató millones de judíos solo que les inventaba cargos por eso no se le podía tildar de antisemita.
      Es cierto que para la Primera Guerra Mundial, Rusia estaba dotada de una clase burguesa (la muestra la serie) erudita, científica orientada hacia las artes, pero precisamente de esa clase vendrían los que harian la revolución.
      Gracias por el artículo, lo malo es que entró a Religión en Libertad y encuentro tanto que leer, que me atraso en mis quehaceres. Jala puedas encontrar la serie. El personaje de Dasha es el único religioso en su medio, la vemos rezando con su criada Marfa.
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    2. Pol Ginés María Elena Venant sí, en el tema judío la Rusia zarista era de lo peor... el mecanismo de chivo expiatorio ("hay problemas, busquemos un culpable") era sistemático contra ellos.

      Si nos gusta hacer "historia-ficción alternativa" podríamos imaginar que con más modernización, alfabetización, mejores cosechas, etc... el país se habría hecho más tolerante, ya que al fin y al cabo era un imperio multiétnico... primero habrían admitido más derechos civiles a las minorías católicas, después a las musulmanas (tártaros, bahskirios, etc...) y en una generación a las judías, aunque el antisemitismo es un monstruo extraño y bastante irracional, que se resiste incluso a las mejoras de condiciones económicas y sociales.
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      María Elena Venant
      María Elena Venant Pol Ginés Absolutamente, y es algo que trasciende gobiernos e incluso reformas. No soy ingenua y sé que el antisemitismo, como la pobreza, existirá siempre. Lo unico que pido es que se le mantenga bajo control. Pero fiaste, en Rusia era como poliica de estado, la primera en implantar leyes anti-judias es Catalina, esa gran reformadora. Los gobiernos revolucionarios tambien eran antisemitas, ahora me entero que durante la Guerra Civil, los batallones anarquistas masacraban judios igual o peor que el Ejercito Blanco. Stalin persiguió a los judíos, los persiguieron los que gobernaron tras el, ahora hay antisemitismo en Ucrania y en Rusia. Es como imposible para los rusos no ser antisemitas. Algo que no ocurría en Alemania, por eso el Nazismo fue tan chocante.
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      María Elena Venant

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