lunes, 11 de enero de 2021

Un Intruso en el Palacio: The Crown 4x5

 


Este ha sido el peor capítulo de la temporada. Mas allá de las usuales mentiras oportunistas de Morgan, aquí se llega a una irracionalidad que desafía toda lógica y acaba ofendiendo a las verdaderas y muchas víctimas de las desastrosas medidas económicas de Margaret Thatcher. Ni hablar de como la sutil misoginia morganiana hace que los espectadores babeen de gusto ante una posible atentado contra la privacidad femenina. Como dijeron la Reina y Felipe, otra sería la historia si Michael Fagan hubiese entrado al cuarto del Príncipe Consorte.

En el verano de 1982, cuando el Cono Sur tenía los ojos puestos en Las Malvinas, los fans de la realeza de USA nos asombrábamos por la facilidad con la que un tal Michael Fagan había podido entrar hasta la recamara real donde dormía Su Soberana. Unos días después de la noticia, está ya era motivo de chistes y de admiración por la sangre fría de Isabel quien había manejado todo el asunto de manera competente y valiente.

Aun así, persistían la duda y preocupación de todo monarquista por la falta de seguridad que rodeaba a La Reina. Sobre todo, cuando el asesinato de Lord Mountbatten, había demostrado que La Familia Real era blanco de terroristas. Otra de las cosas que “The Crown” ha obviado mostrar es que un año antes apenas unas semanas previas a la Boda Real Isabel fue atacada mientras pasaba revista a sus tropas. Un mocoso le disparó siete salvas nada más que “para ser famoso y recordado”.



 Aunque Fagan hasta hoy asegura que nunca pretendió agredir a su reina por la que siente adoración su aparición en el cuarto de Isabel fue mucho más dramática. Cuando la Reina despertó se encontró ante un hombre descalzo, borracho, que sostenía en la mano un cenicero de cristal roto chorreando sangre. Desde ese día, Michael Fagan ha dado no sé cuántas versiones de los hechos.

Como tiene más vidas que un gato, en el 2020 sobrevivió un infarto y el Covid (y alcanzó a ver “The Crown”) ha vuelto a ser entrevistado.  Encontró la serie muy simpática, pero recalcó lo que es invariable en sus declaraciones. Si entró al Palacio de Buckingham fue para conocer a su reina, no por motivos políticos ni desesperación, y el intercambio con Isabel no duró más de 10 minutos.

Como explicaría a los periodistas la madre del intruso, su hijo estaba obsesionado, pero en buena onda, con Isabel II. En el verano de 1982, la mitad del Reino Unido estaba obsesionada con la Princesa de Gales, pero a ninguno de ellos (por suerte) se le ocurrió metérsele en el cuarto. Por otro lado, la otra mitad sufría de gravísimos problemas económicos y a ninguno se le ocurrió allanar la casa de ningún político.  El que Morgan coloque a Fagan en este último grupo, ya le resta credibilidad al relato.

La verdad es que Fagan, un pintor de brocha gorda desempleado, estaba un poco deprimido porque su mujer lo había abandonado. La esposa de Fagan, que eventualmente regresaría con él, se había marchado cansada de un esposo que se la pasaba o en la cárcel o en el manicomio. Es que todo indica que Fagan no era el valeroso justiciero social que viene a advertirle a su reina que una usurpadora está destruyendo su reino y pretende quitarle el trono como en el cuento de hadas que confeccionó Morgan.



Lo cierto es que el audaz y chistoso Fagan tenía problemas mentales agravados por uso de drogas y alcohol. El mismo declaró que creía que todo el incidente se debía a la influencia de hongos alucinógenos que había ingerido previamente a sus intrusiones en casa ajena y que probablemente provocaban su desempleo y problemas maritales. Basta ver la diferencia entre sus declaraciones en su primera entrevista (The Guardian, 1982) y la última ( The Sun, 2020) para ver el desequilibrio de entonces.

La razón por la cual el pintor entró al palacio, tal como la declaró en el tribunal, es porque estaba enamorado de Isabel y porque “no sabía yo quien era y pensé que ella me lo diría”.  Después admitió lo de los hongos, y según Scotland Yard cuando fue arrestado Fagan (que se les presentó como “el hijo de Rudolf Hess”), confesó haber entrado al cuarto de su “enamorada” con la intención de cortarse las venas.

 No era la primera vez que Fagan había entrado en Buckingham. Durante su audiencia, Fagan que alternaba su estado de ánimo desde el coquetear on chicas en la galería con estallidos de llanto, soltó muchos datos que agravaron su falta. Uno de ellos es que era su segunda intrusión en la casa de la Reina. La primera vez ocurrió semanas antes. Entró por una ventana abierta y se encontró con una camarera que huyó despavorida.

Esperando que pronto viniesen guardias a desalojarlo, Fagan aprovechó de pasearse por la residencia. Según su propia confesión admiró la colección de sellos del Rey Jorge VI, los regalos que la Princesa Diana había recibido por motivito del nacimiento de Guillermo, se bebió una botella de vino que el Príncipe Carlos tenía en su reserva en su escritorio. También se comió unos bocadillos de queso que encontró en un bufete y ¡se sentó en los tronos!.

¡Lo más descarado es que sintiendo el llamado de la naturaleza, y al no poder encontrar un baño, se orinó en los platitos de comida de los Corgi! Lo extraordinario es que nadie notó ni la orina ni la ausencia del vino y los guardias no le creyeron a la camarera que había avistado al stalker.



En la serie, Isabel y Felipe son informados del robo del vino. La Reina no le da importancia y pide que lo mantengan en secreto porque todo lo que va a conseguir es que Scotland Yard invada su privacidad. Un tema de la serie es que Isabel quiere mantenerse alejada del pueblo, ocupada en mantener su vida personal a aparte del resto del mundo. Si nos detenemos a pensar que Diana también quería privacidad y que su muerte fue provocada por paparazis tan intrusos como Fagan, uno se da cuenta de la importancia de salvaguardar la intimidad de las personas públicas.

Yo no creo que Isabel hubiese tomado tan a la ligera un allanamiento de morada. No en vista del ataque del año anterior y eso que no sabía un secreto recién revelado en este siglo. En un tour por Nueva Zelandia en 1981, un adolescente le disparó con un rifle a la suficiente distancia para no hacerle daño. Además, todavía estaba reciente la memoria del asesinato de Lord Mountbatten. Debido a que “Fagan” es un apellido irlandés, Scotland Yard inicialmente lo creyó un terrorista de la ERI.

El episodio no fue ni jocoso, como lo percibimos en su tiempo, ni tuvo las connotaciones políticas que le impuso Morgan. En su reciente entrevista, Fagan ha cambiado un poco sus declaraciones iniciales: nunca consumió alucinógenos, ni planeaba suicidarse en frente de su reina, pero es enfático en el tema Thatcher. La Dama de Hierro nunca jugó un rol en su aventura.



En la serie Fagan (interpretado por Tom Brooke) es un patético desempleado, víctima de la economía tatcheriana. Su esposa lo ha dejado por otro, le impide ver a sus hijos y cada vez que Fagan intenta surgir, encontrar empleo, llevar una vida normal, choca con la insensible burocracia. Finalmente, un burócrata burlón le recomienda ir a quejarse con la mandamás, la única por encima de Thatcher, Su Majestad Isabel II.

El desolado Fagan, en su segunda entrada al palacio, rompe una claraboya lo que explica que llegue sangrando ante la Reina. Totalmente ridículo, una razón por la cual, Fagan no pudo ser acusado de allanamiento de morada, es porque no rompió nada, ni un cerrojo, ni un vidrio. Él dice hoy que el cenicero roto era para cortar las redes anti-palomas que le impedirían su salida por el tejado. También Fagan ha declarado que entró en el cuarto de su soberana por accidente, creyéndolo vacío. En cambio, el Fagan de la serie viene determinado a despertar a La Reina y obligarla a oírlo.

En la vida real y en la serie, Isabel se despertó y preguntó “¿qué hace aquí?”. Fagan recuerda que, en un momento, ella le dijo “creo que está en el cuarto equivocado”. Isabel inmediatamente tocó el timbre y nadie acudió, usó el teléfono, no le respondieron. Entonces, según Fagan, ella le dijo que ya volvía y salió” sus piececitos corrían” y regresó con un guardia (en otras versiones es una mucama) que se llevó a Fagan a una despensa cercana donde le sirvió un wiski y le dio un cigarrillo mientras esperaban a Scotland Yard.

En la serie, Isabel hace sonar el timbre y nadie acude. Entonces toma el teléfono y Fagan se lo quita de las manos. Aunque no es un ademan brusco ya parece amenazador, por lo que Isabel, muy juiciosa, se sienta a escuchar el Cuento del Desempleado, de cómo su reino ha caído bajo el influjo de un gran visir cruel y opresor, que pretende quitarle su trono. El relato de las Mil y una Noche acaba cuando interrumpen la mucama y el guardia. Antes de irse, Isabel estira su blanca mano para estrechar la de su fiel súbdito.



¿Por qué otros fieles súbditos no tuvieron la misma brillante idea de meterse en las recamaras de todos los miembros de la Familia Real? El capítulo acaba con La Bruja Mala de Whitehall amenazando con convertir el palacio en una fortaleza. Ja Jajá. En el 2019, un desamparado se anduvo paseando por los jardines de Buckingham por cuatro horas antes de ser descubierto y desalojado.

Lo que Fagan sigue recalcando es lo fácil que era entrar a ese mundo que Morgan goza en representar como impenetrable. Durante su segunda incursión, Fagan cuenta que se encontró con una camarera que ni le prestó atención y eso que él andaba descalzo. Tres sistemas de alarma sonaron y nadie les hizo caso pensando que se habían echado a perder.

La guinda del pastel de la poca verdad de la serie es que al final, no solo Isabel no puede convencer a Thatcher de cambiar sus medidas económicas. Más encima, al pobre Fagan lo encierran en el manicomio ¡y todo por molestar a la Reina! ¡Que poca!



Vamos por partes. Nunca se le acusó de allanamiento porque eso era castigado solo si la persona allanada lo denunciaba. Isabel nunca lo hizo. Se le absolvió del robo de vino, pero en sus declaraciones Fagan confesó haberse robado un auto hacía unas semanas. Fue por ese delito que se le consignó a una institución mental en donde permaneció solo tres meses. Desde entonces ha estado en la cárcel varias veces, por robo, asalto y venta de drogas.

Otra interrogante es porque el Fagan de la serie iría a hablar con La Reina. ¿No le sería más conveniente ir a molestar a la Dama de Hierro?  Algo que la serie nos ha contado es que Isabel no tiene poder político, no puede entrometerse en asuntos de estado. A lo más puede hacer como lo hace, aconsejar a la Primera Ministro que educadamente le dice dónde meterse su consejo.

Por eso este episodio es ilógico y ofensivo. Miles de víctimas de las medidas tatcherianas pudieron irrumpir en el palacio, beberse todo el vino, dejar sorda a la reina con sus cuitas y nada hubiese cambiado porque Margaret Thatcher representa al mundo moderno y demócrata. Ella fue elegida por el pueblo, no impuesta por la despreciada realeza. Si mañana decapitan a Carlos, exilian a Isabel a Las Hébridas y el país tiene esa democracia que tanto anhelan Morgan y Netflix, se seguirán eligiendo Primeros Ministros que tomen malas decisiones. Son las trampas de la democracia.

 

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