El gran error de”
Das Boot: Die Serie” fue conservar el nombre. No admite comparación con la
película alemana original. Aparte de convertir a un submarino en un barco pirata,
esta serie ha embutido en un cuento de machos un elemento femenino que ha
provocado controversia. Sutilmente ha desmitificado a la Resistencia Francesa,
puesto mal a los estadounidenses y convertido a un torturador de la Gestapo en
el personaje más cuerdo de la historia. A pesar de lo que podría parecer una
ensalada de disparates, les ha quedado divina.
Si no has visto el
filme de 1981 que convirtió a Jürgen Prochnow en una estrella y puso a Wolfgang
Petersen en el mapa de los buenos directores, entonces te será más fácil ver
esta serie alemana que nos ha traído Hulu. En cambio, los millones de fans del
filme alemán claman venganza por el sacrilegio de hacernos creer en esta
secuela que solo tiene en común con la adaptación de la novela de Lothar-Gunther
Buchhmein el que ambas tengan lugar en un submarino alemán durante la Segunda
Guerra Mundial.
“Das Boot” es una
película de submarinos, al estilo de” Crimson Tide” y “La caza del Octubre Rojo”.
Su grado de acción bélica, su atmósfera claustrofóbica
y una tripulación que nos hacen olvidar que está compuesta por servidores de un
gobierno totalitario, la hicieron famosa. Llega al punto en que les tomamos
cariño a los personajes, queremos que sobrevivan, y nos enojamos con su enemigo
olvidándonos que son Los Aliados a los que estos marineros combaten. Una movida
maestra de Petersen fue hacer que los personajes más queribles no fueran nazis
y expresaran desdén por la guerra.
Petersen dirigiría,
entre 1985 y 1987, una versión televisiva de su joya que ya había ameritado seis
nominaciones al Oscar. No sé cómo sería
esa “Das Boot’, pero ciertamente muy diferente a esta producción de Sky que
tiene su propia cuota de excelencia, aunque los cambios sean varios. El primero
y más polémico, una trama paralela en tierra que nos permite conocer la belleza
del paisaje marítimo de La Rochelle y un mundo de resistentes, colaboradores,
agentes de la Gestapo y una joven traductora alsaciana que no sabe qué partido
tomar.
En el ámbito marítimo,
“Das Boot: Die Serie” me ha recordado uno de los primeros protagónicos de Mathew
McConaughey, “U- 571”, con esa confrontación, en medio de La Batalla del Atlántico,
entre un capitán novato y una tripulación hostil. Solo que esas escaramuzas
donde priman intereses personales y luchas de poder, también me recuerdan al Capitán
Flint y sus díscolos piratas de “Black Sails”.
El Club de
Toby
La serie ha
tenido una acogida mixta. Desde admiración por la inclusión de personajes femeninos
exhibida por (¿quién más?) The Guardian y otros centros promotores de diversidad, hasta
el clamor iracundo de parte de El Club de Toby que parece estar compuesto por
alemanes que se quejan del retrato descarnado de la brutalidad Nazi (¿Nosotros?
¿Fusilar rehenes? ¡Jamás!); de admiradores del original
que resienten la inclusión de la subtrama “Terrestre” que quita protagonismo a
la trama marítima; y finalmente del elemento grupo misógino-mitad
anti-diversidad.
Su mayor queja es
la sentimentalidad de la trama (o la “feminización” como un día la bautizara James
Delingbone al que tampoco le ha gustado la serie) puesto que un cuento de super machos ha sido
convertido en una soap opera debido a la suma de elementos femeninos (léase
romance lésbico, cariño de hermana , mujer violada como víctima, e intentos de proteger a una bebé judía).
Yo no veo nada
telenovelero en la historia terrestre. No hay idealización no hay amor
romántico (el romance Carla-Simone me parece una relación abusiva) ni nada que
pueda calificarse de sentimental, a menos que la imagen de una mujer en ropa
interior cubierta de sangre, desdentada, y con las manos rotas por efecto de la
tortura, pueda calificarse como tal.
A los fans del
filme solo me basta recordarles que el autor de la novela que inspira serie y película
calificó a la obra de W. Petersen como “un flick de acción yanqui” y repudió el
comportamiento “histérico” de la tripulación. Y a pesar de que a muchos
alemanes los indigne que su televisión tenga presente y recree el periodo más
oscuro de su historia, la serie ha sido un éxito entre el público germano hasta
el punto de que ya se prepara una tercera parte,
La segunda ya ha
sido vista en Europa vía SKY Atlantic (AMC en España), ¿pero la comprará Hulu? No parece haber gustado mucho en Estados
Unidos. Los motivos son confusos. Unos se quejan de “falta de acción “y “trama
lenta”. ¿Queee?
Solo en el mar hemos visto en los primeros
episodios al submarino entrar dos veces en acción, un accidente casi privarlos
de la radio, subir a bordo a un misterioso pasajero, ver un intercambio de
prisioneros que acaba mal, un motín y al Capitán Hoffman (¡Rick Okon, Slurp!) ser
abandonado en una balsa en el medio del océano, más como en La Isla del
Tesoro que en otros filmes sobre submarinos.
Si no basta,
tenemos las desventuras “terrestres” donde, a mitad de temporada, ya hemos presenciado
una corte marcial, una ejecución, una escena de tortura, una escena de sexo en
un burdel, otra de sexo lésbico entre una líder de la resistencia y una miembro
del ejército alemán, una violación masiva que acaba en la muerte de la víctima,
y el estallido de una bomba en una ceremonia en el puerto. ¿Les suena como una
serie carente de acción?
Creo que cuando
la gente apela a excusas insostenibles es porque teme expresar sus verdaderos
reparos. El primero es que los alemanes nos caen mejor que los franceses y sus aliados.
Desde el ingenuo Capitán Hoffman hasta el honorable Capitán Gluck (Rainer Bock)
que se atreve a cantarles cuatro verdades a los resistentes de pacotilla que lo
han secuestrado. Desde el simpático cocinero, y a veces medico de a bordo,
hasta Frank Strasser (Leonard Schleischer) dispuesto a sacrificarlo todo por el
amor de una judía. Y por supuesto, lo más incómodo es la admiración e interés
que despierta Hagen Forster, Inspector de la Gestapo y uno de los mejores
personajes de la serie.
Interpretado por
Tom Wlaschiha (nuestro recordado Jaqen H’ rgar de” Juego de Tronos”) Forster es
un acertijo. Un torturador brutal que sin embargo se indigna cuando descubre
que la tripulación de un submarino ha violado y asesinado a una joven
francesa. Un Nazi convencido que aun así
admira a Freud. Un enamorado de Francia que cree sinceramente que Alemania y la
nación gala pueden ser amigos, que ha comprado una propiedad en La Rochelle
para vivir ahí después de la guerra y que percibe a la Resistencia como un
grupo de miserables comunistas que no representan al pueblo francés.
Este habilidoso e
inteligente policía, que a ratos me recuerda a Müller, el jefe de la Gestapo en
“Un Village Francaise”, a pesar de sí mismo se enamora
locamente de Simone Strasser (Vicky Krieps de “The Phantom Thread”), Con ella
Forster muestra su lado más vulnerable y le tomará tiempo descubrir que Simone
trabaja para la Resistencia. El Hombre debería saber que, como la Resistencia, La
Niña tiene dos caras.
La Verdadera
Cara de La Resistencia Francesa
La serie confirma
la opinión de Forster de que la Resistencia Francesa es solo un puñado de
malhechores comunistas. Lo que vemos es una minúscula célula de obreros y
granjeros que obedecen a una gringa marxista (tal vez trotskista), ex
brigadista y presentemente morfinómana militante, llamada Carla Monroe (Lizzy
Caplan de “Masters of Sex”). Esta es una
imagen un poco alejada del cliché hollywoodense del maquis, de justicieros partisanos
gritando “vive La France” en el paredón y sin embargo (y lo vimos en ün Village
Francaise”) no está muy alejada de la realidad.
En realidad, tal
como se desconocen noticias de un motín en un submarino de la Kriegsmarine,
no existió una estadounidense que liderase un movimiento de resistencia. Tanto
la SOE como la OSS infiltraron agentes femeninos en Francia, pero ellas
obedecían a esas oficinas. La única líder de la resistencia francesa fue Marie
Madeleine Fourcade (¡¡¡y era de Derechas!!!)
Volviendo a la
serie, estamos en 1942, un año después que la invasión de Rusia destruyó la
endeble entente entre comunistas y nazis. Son los primeros los que han
comenzado con la lucha armada. De Gaulle, en Londres, está más preocupado de
atraer/reconquistar el imperio colonial que de apoyar a lo que eventualmente llamarán
“Fuerzas Francesas Libres del Interior”.
Los Aliados solo quieren
una cosa de los resistentes, información sobre los alemanes, su armamento, sus planes.
Los comunistas solo creen en una lucha armada en la que combata la mayor parte
de la población. Como Francia esta semi ocupada, y muchos franceses—aun
los que resienten la presencia alemana— apoyan el gobierno de Pétain, no hay
mucho apuro por unirse a grupos armados. El que realmente desea luchar contra
el invasor huye hacia Inglaterra o África a unirse a las Fuerzas Francesas
Libres.
Al comienzo, el ejército
alemán y las autoridades se portan generalmente muy correctos. Hay ordenes de Berlín
de no antagonizar a la población, sobre todo a sectores necesarios para el
esfuerzo bélico, especialmente el de los negocios. A menos que uno sea judío
nadie se siente amenazado. Los mismos comunistas han pasado el primer año de la
ocupación muy amiguitos de los nazis.
Después de la
invasión a la Unión Soviética, los comunistas se proponen resistir solo para
descubrir— como se queja la indignada Carla—que los franceses en su mayoría son “perezosos”
y “cómplices” del invasor. Entonces deciden espolear al pueblo a que se rebele.
Para eso hay que azuzar a los alemanes para que dejen de ser correctos.
En la vida real,
el primer acto de violencia ocurre en agosto del ‘41. Pierre Georges, apodado “el
Coronel Fabien”, un obrero metalúrgico comunista, y ex brigadista, mata de dos
balazos al guardiamarina Alfons Moser en el Metro de Paris. Indignado, Hitler
exige la muerte de 100 rehenes. Los alemanes solicitan solo diez de los cuales
seis son ejecutados.
En septiembre,
ocurren dos asesinatos de soldados alemanes, ambos ocupados en labores de
transporte. Más rehenes fusilados. En octubre, el oficial de ingenieros Karl
Hotz es baleado fatalmente cerca de la Catedral de Nantes (Bretaña). El acto provoca
la masacre de Nantes. 48 comunistas son fusilados. A eso se refieren tanto el Gluck,
como el inspector Forster como algo que quieren evitar que ocurra en La
Rochelle.
Sin embargo, esa
es la obsesión de Carla. Cuando Gluck le recrimina que provoque la muerte de
inocentes, tanto de alemanes como de franceses que serán fusilados para vengar a
los primeros, la drogadicta responde muy cínica que después de la guerra los
mártires tendrán sus monumentos y serán recordados cuando todos se hayan
olvidado de los alemanes.
Para Carla no
existe nada más que sus planes y objetivos, ha perdido toda sensibilidad. No le
importa que Jacqueline sea torturada, y utiliza la pasión que inspira en Simone
para manipularla a su antojo. Su lema cuasi maquiavélico se reduce a una
simpleza que le suelta a Gluck, que no importa cual bando tenga la razón, lo
que importa es cual gana y el de ella ganará. Equivocada est’a y lo sabemos cuándo
exige como rescate por Gluck la cabeza de Forster. Ahí sella Carla Monroe su destino
y el de los pocos ilusos que la obedecen.
Verdad histórica
es que ni De Gaulle ni Los Aliados aprobaban estos asesinatos gratuitos de
gente cuyo único crimen era usar el uniforme alemán y menos que los atentados
provocasen terribles represalias. La resistencia comunista necesitaba armas,
dinero y pertrechos. Los únicos en suministrarlos eran los Aliados así que los
comunistas sensatamente abandonaron esa política absurda de asesinatos por
doquier (la resucitarían en Italia en 1944).
En “Das Boot”,
aparece el inglés Philip (James D’arcy), ex camarada de Carla en Las Brigadas
internacionales. Les trae un mensaje de De Gaulle: si quieren suministros deben
cesar esas matanzas discriminadas. Carla chilla que De Gaulle es un fascista. Por
suerte, en la realidad, eso no impidió que los grandes grupos comunistas como
Franco Tiradores y Partisanos se adhiriesen al Consejo Nacional de la Resistencia
formado por Jean Moulin, ex alcalde socialista y gaullista convencido, en 1943.
En un momento,
Philip recuerda una bomba que Carla y él pusieron en la Catedral de Oviedo y
que provocó la muerte de muchos feligreses. Le pregunta si no siente
remordimientos como los siente él, pero el lema de Carla es “matar y
matar”.
Carla Monroe es
un personaje tan deshumanizado que puede ser una razón por la cual no gusta al público
norteamericano. Sin embargo, tiene sus paralelismos entre los personajes
alemanes. A pesar de su heroico final, Tennsted (Príncipe August zu
Sayn-Wittgenstein), debe sus malas decisiones a su adicción a los tranquilizantes,
y la megalomanía de Carla es un eco de la brutal necesidad de conseguir la inmortalidad
del demente Capitan Wrangel (Stefan Konerske).
Los Americanos
Inquietos
En “Das Boot: Die
Serie” vemos alemanes honorables, franceses dispuestos a actos heroicos y un inglés
bien intencionado, pero del grupo Aliado, los peores representados son los
estadounidenses. Después de un ataque al submarino vemos un barco porta-tropas
del convoy enemigo en el que un soldado americano se alegra de las bajas alemanas,
“mejor ellos que nosotros”.
La próxima vez
que vemos un estadounidense en uniforme, es el capitán del barco donde se realiza
el intercambio de prisioneros. Es una sorpresa para el caballeroso Capitán
Hoffman descubrir que su contraparte no es parte de la armada oficial
norteamericana sino un mercenario contratado por el millonario Greenwood. Solo
cuando Hoffmann apela al código marinero que trasciende fronteras, es que el
capitán estadounidense le permite a él, a Strasser y a Wrangler huir sin
bombardear inmediatamente el submarino como tenía planeado.
Ha llegado el
momento de hablar de Samuel Greenwood, un personaje solo un peldaño arriba de Carla
en lo que se refiere a repelencia. Un momento inaudito de la serie es cuando la
tripulación del U-612 es retirada del escenario bélico y recibe la orden de
transportar un importante prisionero que resulta ser un especulador que,
mientras sus compatriotas arriesgan su vida, hace fortuna en negocios clandestinos
con los nazis (vía Suiza).
Interpretado por
Vincent Kartzheiter (el Pete Campbell de “Mad Men”), Greenwood es un muestrario
de los defectos usualmente adjudicados a los estadounidenses: es ordinario,
prepotente y se siente con derecho a un trato privilegiado. Cae pésimo tanto a oficiales
como marineros, quienes hacen correr el rumor de que es judío.
Sin embargo, es
cuando Hoffmann conoce a Greenwood senior (Kevin McNally) que descubre la raíz
de la altanería-rudeza de su hijo, puesto que Samuel (como el Capitán) deben
vivir a la sombra de padres poderosos y de personalidades magnéticas.
Greenwood, a diferencia de Carla, tiene momentos que lo hacen redimible: la nostálgica evocación de su hermano
idealista que murió en Pearl Harbor, los intercambios con Strasser unidos por
un común amor por el jazz, y el hecho de que, SPOILERS, en dos ocasiones salvará
la vida de Hoffmann.
Cuando los Nazis
se Vuelven Piratas (y Siguen siendo Nazis)
He mencionado que
“Das Boot” pasa de una épica naval a una de piratas. Donde es más evidente el
relato de bucaneros es en el episodio surrealista del barco ruso. Tras
abandonar al Capitán Hoffman (y ni siquiera en una isla desierta), la tripulación
del U-612 cae en una anarquía total. Cambian de capitán como quien cambia de calcetines;
unos toman el mando; otros eligen a quien deberá estar en el mando; otros se
niegan a estar al mando. En medio de este caos aparece el barco ruso.
Como buenos
corsarios, los oficiales y tripulación deciden abordarlo, saquearlo y luego
hundirlo,. Escogen como su líder al capitán Wrangel, un cruce entre el Capitán
Clegg de “El motín del Caine” y El Lobo de Mar de Jack London. En suma,
un loco peligroso, que sin embargo ha nacido para este tipo de misiones. Tras
una batalla contra la tripulación enemiga hunden el barco.
No debemos
sentirnos mal. El barco ruso es peor que un bajel pirata, carga esclavos. El
problema es que la tripulación deja de comportarse como verdaderos perros de
mar que o traficarían con el cargo o lo liberarían. Ellos prefieren dejar que
los prisioneros mueran quemados en la explosión provocada del navío. Eso se
debe a que el cargo está compuesto de refugiados judíos y los piratas antes que
todo son nazis. Solo Strasser (que tiene una hija judía) muestra compasión al
darles un revolver a una pareja para que se suiciden.
La grandeza del
libro Das Boot y algo que Petersen supo capturar fue la noción de que el
nazismo deja de importar en alta mar donde la prioridad es sobrevivir
apoyándose en el grupo. “Das Boot” serie nos muestra lo contrario, un grupo de
alemanes individualistas que anteponen sus intereses personales a las órdenes
de la Kriegsmarine o a la camaradería que suele crearse en ese tipo de
situaciones.
La única vez que
vemos a tripulación y oficiales unidos es en su desprecio por los judíos.
Primero por la indignación y repugnancia que sienten por Greenwood (que ni es de
origen hebreo) y luego por la fácil, rápida e inhumana decisión de dejar morir
a los pasajeros sin un titubeo, sin una discusión sobre la inmoralidad
cometida. Hay que aplaudir el proceso de adoctrinación del Partido.
La última ironía
ocurre en el último episodio. A punto de llegar a puerto seguro, pero
preocupados ante la incertidumbre si se convertirán en material de corte
marcial o podrán dejar atrás sus días piratas, los miembros de la tripulación
andan con caras largas. Para subir la moral, Wrangel exige que Strasser ponga uno
de sus discos.
He aquí la
ironía, Frank se ha pasado todo el viaje ocultando su colección puesto que el jazz
estaba prohibido en el Tercer Reich (los nazis lo consideraban música afro-judía).
Ahora elige una pieza subversiva: “If We Never Meet Again” compuesta por Louis Armstrong
e interpretada por el gran trompetista. La música realmente inspira a los
marineros que ni se acuerdan de que está prohibido el jazz.
NOTA: Yo creía
que me conocía todo el repertorio de ‘Satchmo” pero esta pieza me era
desconocida. Se las pongo + un bono que me encontré también un dueto de Tony
Bennett y la insuperable K.D. Lang.
La Evolución
de la Enigmática Simone
No puedo acabar
sin encontrarle un reparo a esta excelente temporada. El problema está en
tierra y tiene que ver que la protagonista de este segmento. Vicky Krieps es una excelente actriz y la gama de emociones que despliega
es estupenda, pero su personaje sufre de una falta de información sobre su pasado
que nos permitiría entenderla mejor.
Cuando leí la
descripción de “Das Boot” antes que viese la luz, me pareció interesante que
decidieran incluir en el argumento a un miembro del servicio auxiliar femenino
(Wehrmachthelferinnen) del ejército alemán. Se sabe tan poco de ellas. A pesar
de que Hitler y sus machistas nazis se oponían vehementemente a la integración
de la mujer a las fuerzas armadas, el esfuerzo bélico exigió una presencia
femenina para engrosar sus filas en labores de enfermería y de oficina. Una ironía es que no les parecía poco femenino que las mujees fuesen guardias de campos de concentración.
Se creó entonces
esta fuerza auxiliar que al final de la guerra contaba con 500.000 integrantes.
Aun así, se les exigía a sus miembros, que se desempeñaban en labores
peligrosas desde apagar incendios hasta ser observadoras en servicios antiaéreos
que fuesen siempre ‘” femeninas” y que nunca olvidaran que estaban ahí para
ayudar a los soldados, pero que ellas no lo eran.
Para reafirmar su
inferioridad, las miembros de estas fuerzas auxiliares no tenían rango, ni
posibilidades de ascender, no recibían condecoraciones y ni siquiera merecían
el respeto de sus camaradas masculinos quienes las apodaban “colchones de
oficiales”. Aun así, ellas cumplieron
con su trabajo en el Reich, Polonia, Los Balcanes y en Francia donde la
población las apodó despectivamente “ratones grises” debido al color de su
uniforme.
Simone Strasser
es una “ratona gris” asignada a las oficinas de la Kriegsmarine en La Rochelle
en capacidad de traductora e interprete. Es trilingüe como su hermano, el
operador de radio del U-612, y ese es el eslabón común entre ambas tramas. El
que Simone y Frank sean alsacianos explica su fluencia tanto en alemán como
francés.
Alsacia y Lorena fueron por casi un siglo la
manzana de la discordia entre Francia y Alemania. Ambos países reclamaban esas
provincias como parte de su territorio. Después de la guerra Franco-Prusiana
(1870) pasaron a ser parte del imperio germano. “¡Alsacia y Lorena!” fue un
grito de guerra para Francia en el conflicto de 1914. En 1918, las provincias
volvieron a ser francesas, pero acabado de firmar el armisticio, y ya Hitler anexaba
Alsacia y Lorena en 1940.
Estos cambios geográficos constantes explican que la población alsaciana y lorenesa estuviese confusa tanto sobre su identidad nacional como sobre a quién debían lealtad. Ese no es el caso de Simone quien, desde el primer momento, admite estar encantada de ser alemana, sentir respeto y admiración por El Tercer Reich y poseer una absoluta falta de cuestionamiento de las medidas de su nueva nación. Eso lo notamos en la repugnancia con la que carga por primera vez a su sobrinita judía.
Es que la
gran sorpresa que se llevará Fraulein Stroessser será descubrir que su
hermanito menor no comparte su admiración por la Alemania hitleriana. Pero por Frank,
a quien adora, Simone estará dispuesta a traicionar sus ideas e ideología, a
robar, mentir y hasta matar.
Es interesante
ver también la perspectiva alemana hacia los alsacianos, no confían en ellos
hay cierto desprecio por ellos, no se les percibe como miembros del Reich.
Cuando su casera Margot, le pregunta por qué no se fue a Alemania, Simone le
responde que allá “siempre sería una chica francesa”. Solo en Francia, ella
puede jugar a ser alemana, pero las circunstancias la obligan a apoyar a la Resistencia.
Simone no es una
chica ingenua, sabemos que es divorciada, pero lo único que nos cuenta de su pasado
sentimental es que gracias al gobierno hitleriano pudo divorciarse. Gran
interrogante. El Fuhrer y su corte creían que toda alemana aria servía solo
para dos cosas, ser esposa y madre de soldados. Su obsesión con la familia era
tal que era más fácil conseguir un divorcio en Francia que en el Tercer Reich.
Las únicas causales de divorcio para que una mujer sana lo solicitara eran si
su esposo sufría de una enfermedad (física o mental), era estéril, judío u otro
tipo de enemigo del Reich.
Apenas lo dijo Simone,
sentí un, como se dice en inglés, “hereby hangs a tale”, y me quedé esperando
el resto del cuento. Sobra decir que como todo lo de Simone, no hubo
explicación de por qué se le permitió divorciarse. Mas encima, a mitad de la
serie, en un giro totalmente inesperado, Simone se revela lesbiana y tiene un apasionado
affaire con Carla de quien se enamora de una manera inexplicable. Desde ese
instante toda su labor de espionaje nace de un deseo de complacer a su amante
con la cual es totalmente sumisa.
Cuando Monroe,
siempre desconfiada le pregunta “¿de qué bando estas?” Simone responde sin titubear
“del tuyo”. No dice “soy antinazi” o “estoy de parte de los franceses”. No
expresa un repudio por el gobierno que hace un mes admiraba, ni acepta que en
el fondo es francesa. Simplemente está del lado de Carla y ese bando es muy estrecho,
solo cabe una persona. Algo que Simone pronto comprenderá.
No me molesta que
Simone o Carla sean gay. Si Carla hubiese sido “Carl Monroe “hubiese tenido los
mismos reparos en el caso de ese affaire tan tóxico y desigual. Lo que me
sorprende es que no hay en Simone nada que indique tendencias lésbicas o un
historial. ¿Por ejemplo, como puede apoyar un régimen totalmente homófobo que
esperaba que las madres de la nación fuesen totalmente heterosexuales? ¿Por qué
nunca se mencionó su orientación ni se reflejó en su trato con otras mujeres
(por ejemplo, cuando vio a Margot duchándose)?
Para enredar más las cosas, en su último encuentro, Carla da como explicación para no haber matado a Forster cuando lo vio en la cama con Simone, porque notó que a su amante le gustaba tener sexo con el inspector. Simone se queda en silencio dejando abierta la posibilidad de que Monroe diga la verdad.
En un sitio especializado LezWatch. TV definen
a Carla como” Homosexual” y a Simone como “Bisexual”. No sé cómo habrán llegado
a esa conclusión, pero no soy la única en encontrar que el romance lésbico fue
totalmente insólito. Cómo comenzó y como acabó.
Es parte del descuido que han tenido al crear a Simone y yo diría que es
el único defecto serio de un show que merece ser visto.
“Das Boot: Die
Serie” puede verse en Estados Unidos gracias a Hulu, en España via AMC, y en
América Latina via Starz.
Desde FB de Rafael Ochoteco
ResponderEliminarAun sin saber todo lo relacionado a "Simone" me gustó mucho su personaje, su tranquilidad, si era una "rata gris" o sea, callada, solitaria y muy privada. Tan privada que nos sorprendemos cuando sabeos su "orientación sexual". Me gustó mucho la serie, a pesar de yo NO tener mucho contexto histórico, lo cuál obviamente no es problema para disfrutarla igual. El "back and forth" de la tierra al submarino, NO me molestó para nada. Me gustó el poder ver qué pasaba dentro como fuera de la nave, y más que al ver el primer capítulo, en los primeros minutos pensé dejarla si todo iba a suceder en el limitado espacio de un submarino en las profundidades del mar... ¡NO HUBIERA PODIDO!!! Soy pésimo viendo ese tipo de escenario, me da claustrofobia. Me pasó con "The Decsent" (2005). También, igual que "Simone" me gusta el aplomo de "Forster", su mano dura, su persistencia y ahínco. ¡Excelente serie! Gracias por la recomendación. Ojalá y Hulu estrene la 2da y 3ra temporada.
Rafael Ochoteco Amen, Amen que compre las nuevas temporadas. Gracias a ti. Cuando supe que tenías Hulu te mandé a verla. Gracias por haberte aguantado la claustrofobia, yo tuve que hacerle fast forward en la escena en que están atrapados en el fondo del mar, pero es que la perra serie te hace querer a los marineros y eso que son unas bestias, si hasta yo lloré cuando murieron los más malos.
EliminarPero sobre todo gracias por haberme añadido a tu perfil para poder verla. Fue un gustazo y por eso la recomiendo. Quise mucho a Simone porque principalmente todo lo hacia por su hermano y eso lo entiendo, pero su enredo con Cartla me hizo dudar de sus intenciones, de sus prioridades, de sus lealtades. Por eso hubiera deseado más datos. Y Forster, deberíamos odiarlo, era como Fabián Marechal en “Versalles”, ¿cómo puede gustarnos un torturador? Pero lo consiguen porque Forster es tan inteligente, porque puede ser justo, porque no cree en la violencia innecesaria, porque capta lo frágil que es la resistencia (en esa etapa), porque gracias su admiración por la teorías freudianas entiende mas de las personas que lo que ellas quisieran. Viste que no necesito que le contara Simone para saber de su relación con Carla y por eso tuvo la cortesía de dejarla solas con el cadáver de la amante.
Desde FB de Rafael Ochoteco
EliminarMaría Elena Personajes difíciles que caen súper bien. A pesar de lo que le hizo a "Simone", y que ella se cobró, ambos me gustaron mucho.
Rafael Ochoteco Si, me muero por ver la nueva temporada. Es muy interesante, el modo en que las series alemanas enfocan ese periodo. No es como lo hacia el cine aleman de la posguerra inmediata que eran alemanes buenos vs alemanes malos, o un mea culpa total.
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