El año pasado, cuando la presentó la PBS, no quise ver Línea de Separación (o Tannbach,
su título en alemán). Mi temor es que fuera muy deprimente. Efectivamente, este
drama de la posguerra alemana cabe entre el tremendismo absurdista de Shadowplay y la desilusión infantil de El Desertor. Los alemanes son únicos para la auto fustigación y lo que esta brillante
serie nos muestra es que, más que culpar a ideologías, la responsabilidad yace
en como el individuo las enfrenta, muchas veces permitiendo que primen el egoísmo
y una exagerada necesidad de sobrevivir.
Nazis
Fanaticos, Arrepentidos y Oportunistas
Inspirada en la
historia del pueblo de Modlareuth, Tannbach es una aldea ficticia en Turingia,
en el borde de Baviera, que por vaivenes históricos es invadida primero por los
americanos, luego por los rusos. Es finalmente dividida en dos sectores, uno que queda en la Alemania Federal y el otro
en la “democrática”, su equivalente comunista. La serie muestra la tragedia de
familias separadas por un rio y por ideas políticas. Pero su tesis es que los
personajes ya vienen predestinados por el modo en que se comportaron en el Tercer
Reich.
Tannbach es mucho más cruda y realista que la
famosa Heimat que la televisión alemana presentara en los 80. Parte de
la base que, con pocas excepciones, los alemanes fueron nazis o colaboraron de
manera activa o pasiva con un régimen asesino. “Todos fueron nazis” dice uno de
mis personajes favoritos, Hilde Vockler, “hasta yo”.
La serie nos presenta nazis arrepentidos, nazis oportunistas y nazis fanáticos. De
estos últimos pocos sobreviven, los otros se reinventan sirviendo tanto a rusos
como a americanos.
La historia
comienza en mayo de 1945. Los americanos se acercan a Tannbach y unos pocos
fanáticos se preparan para defender el pueblo. Entre ellos, Walter, un joven miembro
de los HItlerjugend, hijo de la tabernera Cilly. En las afueras de la villa, en
la propiedad ancestral de los Condes von Sietrow, la adolescente Anna (Henriette
Confurius de Tribus de Europa) se
prueba un vestido de su madre y hace piruetas ante el espejo,
Entra la Condesa
Caroline, le recuerda a su hija que debe ayudarla en la cocina, que se quite el
vestido. No están los tiempos para vanidades. “Ni yo me arreglo ya” dice con
tristeza. “¿Y quién te quiere mirar a ti?’ le responde la deslenguada muchacha.
La insolencia de Anna recibe un merecido bofetón. Indignada, la chica escapa de
su casa, coge su caballo y parte al bosque.
Alla la
sorprenden unos desertores que le roban el caballo e intentan violarla. Desde
la arboleda emerge el Mayor-Conde Georg von Sietrow, padre de Anna, quien la
rescata. Anna se da cuenta que su padre ha desertado y está escondido. Aun así,
le ruega que la acompañe de regreso a la casa. Ahora tiene miedo después del
zafarrancho que ha armado.
Su trayecto es
observado por Franz Schober, uno de los tres grandes villanos de esta historia,
Schober es el Gaulaiter del pueblo. Aparenta ser un devoto nazi, pero es
un oportunista que mientras ve cómo sacar ventaja de la situación, azuza a
inocentes y culpables a una última e inútil batalla.
En el camino,
aparece un automóvil conducido por Horst Vockler, ,oficial de las SS e hijo ilegitimo
de Schober. Lleva a Hilde, su madre, a refugiarse en casa de unos parientes. Schober
le ordena ir al castillo y prender al desertor. Vockler obedece y acaba fusilando
a Caroline cuando esta se niega a revelar el escondite de su esposo.
La ejecución es
presenciada por Georg y Anna. Al comienzo, Anna culpa a su padre, pero eventualmente se
culpa ella por haberlo hecho acompañarla de regreso al castillo. Nunca reparará
en que todo comenzó con su inapropiada reacción contra una madre que parece
haber amado.
La reacción de
Anna, las últimas palabras intercambiadas con Caroline son un reflejo de como
el nazismo destruyó el espíritu familiar, permitiendo y motivando una
desaparición de la autoridad paterna. Los jóvenes no tenían más progenitores
que el estado y podían desobedecer, ofender y hasta delatar a sus padres
biológicos. Anna es un producto del nazismo a pesar de que su madre se oponga
al régimen de Hitler. Georg y los abuelos maternos de Anna (que aparecen en un
momento para convencerla, en vano, que huya a Buenos Aires, con ellos) son
nazis convencidos.
No sabemos
realmente como Anna reaccionó al nazismo, pero si como abrazará el comunismo
hasta volverse más roja que Stalin. Parte este cambio viene con el amor. Antes
de morir, Caroline ha ofrecido en el castillo asilo a refugiados de Berlín.
Entre ellos, Christa, mi personaje favorito. Una humilde costurera, Christa
desprecia las ideologías que la han dejado viuda, luego que su esposo comunista
fuese asesinado en el campo de concentración de Sacheshausen.
Christa se siente
cómplice de la tragedia acaecida a sus vecinos judíos, a pesar de que ha adoptado
a Lothar (Ludwig Trepte de Los Hijos del Tercer Reich, Deutschland 83
y Bauhaus) un joven judío al que cría y considera como su
hijo. Christa quiere impedir, en vano, que su hijo biológico, Friedrich (Jonas Nay de
Deutschland 83) , siga los pasos del padre.
Friedrich es un
comunista soñador quien inculca sus sueños a Anna a la que enamora, hace su
amante, esposa y madre de sus hijos. Tan buen trabajo hace que, para la segunda
temporada, Friedrich se ha desilusionado con el proyecto comunista, pero Anna
se ha convertido en la estrella del Partido.
Entre
Americanos y Soviéticos
En cinco años,
Tannbach pasará por cuatro invasiones que la irán reconstruyendo y destruyendo
paulatinamente, los personajes pasarán por el mismo proceso. La primera y más
humana invasión es la de los Americanos. Pronto el oportunista Schober está
trabajando para los nuevos amos.
En cambio, el
Conde Georg y Horst Vockler son enviados a campos de prisioneros. Cuando Georg
le reclama al jefe aliado (llamado simplemente “El Coronel”) que emplee a Schober
que fue el autor intelectual de la ejecución de la Condesa Caroline, El Coronel
le explica que para Los Aliados todos los alemanes son nazis, todos merecen
castigo, solo que algunos, como Schober, pueden ser útiles.
Anna queda sola
en su castillo, pero Georg se la ha encargado a Christa. Lothar ha partido a Berlín
a ver que sucedió con sus padres, dejando un espacio en el corazón maternal de
la costurera, quien, además, de tanto
zurcirle la ropa al Conde, se ha enamorado
de él.
La segunda invasión
es la soviética. Los Americanos se retiran y el Ejército Rojo entra en Tannbach
como un espíritu de venganza, matando, robando y violando mujeres, entre ellas a Hilde. Ocurre una masacre en la
granja de la familia de Hilde y solo sobrevive la bebé Helene. Los rusos se la
encajan a Christa que es la Madre Coraje de este cuento.
Los rusos planean
una ocupación temporal y con ellos llegan los comunistas alemanes que pretenden
crear una nueva nación . Los lidera el idealista Konrad (Ronald Zehrfeld que no
se pierde serie de época alemana) que se convierte en el mentor de Friedrich,
pero con él llega también el repulsivo Hoffman.
Un ex nazi,
Hoffman se bebió el Cool Aid marxista y ahora quiere imponer sobre sus
compatriotas, menos oportunistas que él,
un estado policía. Una sociedad
deshumanizante donde todos deben actuar como robot, donde los hijos delatan a los padres y
viceversa, y donde vemos que las
políticas de cancelación no las inventaron las redes sociales. Solo que en el
mundo de Hoffman el cancelado comienza a ser paria social para luego ser
exiliado, encarcelado, incluso ejecutado.
Los rusos expropian
las tierras de los “capitalistas nazis” y el siguiente paso es el destierro de
estos al gulag. Ese es el destino para Anna. Aunque Christa se ha conseguido un
puesto en la nueva sociedad cosiendo los uniformes de los soldados rusos, no
puede ampararla, pero Anna tiene la suerte de siempre conseguirse protectores.
Hilde, que se
siente culpable de la muerte de la Condesa Caroline, oculta a Anna en su casa,
pero es descubierta por Konrad que está enamorado de Hilde. Konrad e Hilde se
hacen amantes. El protege a Anna que se casa con Friedrich. Este consigue que
le otorguen (como hijo de una víctima del fascismo) un trozo de la propiedad de
Anna para construir una casa para su familia.
El problema es
Hoffman. Verde de envidia ante el éxito del Camarada Konrad, trata de hacerle daño atacando a sus protegidos.
Acusa a Christa de proyectos “capitalistas” (diseñar y hacer vestidos para
venderlos) . Aprovechado a que Lothar, tras descubrir que sus padres fueron gaseados
en Auschwitz, ha regresado, lo acusa a él y a su madre adoptiva de usar
documentos falsos, fingiendo ser parientes. Por suerte, el coronel ruso acaba
con esta farsa, pero Christa ya está harta. Les dice a sus hijos que se sofoca
en ese ambiente y quiere marcharse. Friedrich y Lothar se niegan a seguirla.
Georg regresa del
campo de prisioneros y descubre que ha perdido sus tierras y que su hija se ha
casado con un comunista. Aunque tiene un romántico revolcón con Christa, no
sabe qué hacer con su futuro. La decisión la toma la historia en un inesperado
twist argumental.
Un Pueblo
Dividido
Los americanos regresan,
han revisado sus mapas y descubierto que el rio Tannbach es una división
natural entre su zona y la soviética, pero como el rio cruza el pueblo este
quedará partido en dos. Ahí comienza la verdadera historia que abarcará veinte
años, en que los lugareños vivirán separados de sus seres queridos, primero por
un puente, luego por alambradas de
espino, finalmente por muros de madera y piedra.
Las líneas divisorias
crearán paranoias, nacidas de la certeza de que el paraíso marxista no existe.
Cada vez habrá más gente dispuesta a huir del lado soviético. El contrabando
humano y de suministros—el desabastecimiento es endémico en la Alemania
comunista— tendrá curiosos lideres: Lothar y la
sumisa esposa de Franz Schober cuya granja ha quedado en la Alemania Federal.
Veremos cómo los
cambios sociales e históricos, incluyendo la Primavera de Praga, van moldeando las conciencias de los
personajes. Schober se escapa de la ley en ambos lados del Tannbach, pero el
castigo divino le llegará al final. Georg establece un negocio y vuelve a ser
rico. Se casará dos veces y tendrá otro hijo, pero su corazón siempre estará
con Anna y sus nietos al otro lado del puente. Georg y el asesino de su esposa,
Horst Vockler, trabajarán clandestinamente para la NATO ahora involucrada en
una Guerra Fría igual de letal que las guerras en caliente.
Nacerán nuevos
niños en ambos lados del pueblo y esos niños se volverán adultos. Veremos como
Anna debe lidiar con hijos rebeldes que la educación marxista vuelve en contra de
la autoridad materna. Sin embargo, Anna es más comunista que Stalin, incluso más
que su propio marido. Tanto Friederich como Konrad han quedado desilusionados
con el rumbo que han tomado su ideales izquierdistas.
Cuando Konrad
finalmente es superado por el taimado Hoffman, Hilde queda desamparada. Es
exiliada a Berlín donde se la pone a trabajar en una fábrica de ropa que,
irónicamente, es vendida al Occidente. Ahí vivirá nuevas desventuras que nos muestran
los errores, las contradicciones y las mentiras con las que se buscó gobernar
la Alemania supuestamente “democrática”.
Tannbach es una crónica vital e histórica que
recuerda a las temporadas finales de Un
Village Francaise en esa visión desoladora y sin esperanzas de la
posguerra. Aquí hay menos hincapié en la mala gestión de los Aliados que en
otras series parecidas como Shadowplay. Se acepta la culpa nacional
poniendo como ejemplo la facilidad con la que los nazis escapan castigo
cambiando de bando y volviendo a oprimir a las mismas victimas
La tesis es que después
de Hitler no hay perdón, olvido o reconstrucción posible. Todos están
condenados y su salvación reside en estrategias para sobrevivir ¡Y vaya que
sobreviven estos personajes! Lo que no sobrevive es su conciencia y humanidad.
Christa huye a Nueva York y regresa en 1951 para el bautizo de su primer nieto.
Lo que presencia en términos de muertes físicas y emocionales la hace huir
nuevamente para nunca regresar. Se entiende que el dividir a los alemanes ha
dividido su espíritu como nación y como individuos.
Magníficamente
actuada, con personajes que se nos meten hasta los huesos y que amamos u
odiamos, Tannbach no parece tener
desperdicio. Eso no la hace exenta de errores. El final es abrupto, los únicos
que parecen tener clausura son los miembros de la Familia Schober. Los saltos
de época—esto es más notorio en la segunda temporada— permiten la desaparición
de personajes, y la aparición de nuevos rostros y arcos sin dar mayor
explicaciones, pero en general es una historia atrapante y perturbadora.
Antes de acabar
de ver Tannbach, tuve la oportunidad de volver a ver Sophie’s Choice,
la que siempre he considerado uno de las tres mejores filmes sobre el Holocausto.
Cual sería mi sorpresa al descubrir que no es un filme del Holocausto, a pesar
del gran rol que la Shoah ocupa en la historia. Es una historia que tiene muchos
temas desde el autocastigo hasta las obsesiones nacidas en mentes enfermas.
Sin embargo, el
tema principal, y que la acerca a Tannbach,
es la capacidad de decidir y los
remordimientos. Como un sentimiento de culpa puede desarrollarse a raíz de la toma
de una mala decisión o por no haber tomado ninguna, dejando que el ritmo
histórico nos arrastre. ¿Qué hubiese pasado en Tannbach si los Aliados hubiesen
pagado los $18.000 que exigían los soviéticos para desalojar el pueblo? ¿Qué hubiese pasado so Horst Vockler hubiese
desoído la orden de su padre y hubiese seguido su camino? ¿Qué hubiese ocurrido si la familia Erler
hubiese decidido abandonar el lado soviético?
En estos tiempos
estamos expuestos a nuevas formas de totalitarismo. Muchas veces preferimos
ignorarlas o hacernos cómplices de ellas, sea por moda, por quedar bien con
nuestro entorno social, o por necesitar de falsos idealismos para forjar
nuestra identidad. Por eso es bueno ver estas historias que nos muestran el horror
que puede acaecernos simplemente por ignorar las fluctuaciones históricas o por
dejarnos llevar por ellas.
Bajo el título de
Tannbach: el destino de una nación fue presentada en el 2019 a America
Latina vía Europa, Europa. Si la vieron, coménteme su opinión. No sé si la habrán dado
en España. En Estados Unidos puede verse a través de dos sistemas: el streaming
Thirteenth Passport y PBS Masterpiece. Se puede acceder a este último vía
Amazon Prime Video.
Contenido de
violencia y gore: Una
batalla, suicidios, riñas, ejecuciones. Los rusos masacran una familia. Un niño
muere por jugar con una bomba, pero nada es gráfico. No muestran la violación
de Hilde, pero si cuando es golpeada por una guardia de la Stasi.
Contenido
sexual: Muchas situaciones
sexuales, pero no hay desnudos ni sexo gráfico.
Contenido
feminista: Vemos que la
mujer gozaba de mayor libertad en el lado comunista. En la Alemania Federal debían
pedirle al marido permiso para trabajar o tener su propio negocio.
Diversidad: Cero diversidad cultural o racial. Hay
una pareja de homosexuales y uno es arrestado y encarcelado.
Yes, in communism women were considered as equals which is after all the essence of communism. Although we had communist party in power we remained a socialist country throughout the history of post war Yugoslavia and that is definitely the best type of government as it does not cater to the capitalism nor to the state, but to society. Stalin was afraid to enter our country as Tito told him: Joseph, you've seen what we single handedly did to the Nazis here, don't mess with us, we can do it with you. And we are tough cookies, so he just stayed in Hungary and drew the stalinism border there. Since my city is on the very border, Tito took away most bigger factories and colleges from us and moved them somewhere else as he did not want to invest in something so close to the border with Stalin. Thus, my own city saw a decline instead of development.
ResponderEliminarTitoism was a special brand of socialism. It worked because the Marshal was strong, but clever. As you point out , he did not bow down to the paranoic excesses of Stalinism, neither did he shut down the West. This subgenre of post war drama stresses the freedom of East German women over the submissiveness of patriarchal West German women.
EliminarLA primera temporada, excelente, unos personajes súper extrañables. Unas actuaciones de primera. Situaciones interesantes, la llegada de los americanos y luego de los soviéticos... La entrada del comunismo pero sobre todo, como Hanna y su esposo, poco a poco van cayendo en esto, en las creencias políticas soviéticas... La segunda temporada, estuvo aburrida, lenta y se sintió muy pesada. NO habían personajes simpáticos ni interesantes. Los de la primera con muchas chispa e interesantes, no regresaron. Situciones sin explicación (o background) alguno. Caras nuevas que ni sabemos de dónde rayos salieron. Un cura luterano rebelde... Ese hasta me daba risa... no me caía mal pero tampoco era simpático ni traía absolutamente nada interesanet o necesario a la trama. La comunista viuda Hanna, aburida, fiel a una causa e identidad política que adoptó sin razón alguna... Capaz de entregar su hijo mayor y estar criando una pequeña delatora, chismosa y presentá. El villano por fin recibe su merecido, aunque quería pura tragedia para él, simplemente queda postrado en una silla de ruedas y cuidado por su nuera, no si antes su esposa de años abandonarlo... No me gustó la 2da, la 1ra me encantó, pero no hacía falta una 2da... ¿Existe una 3ra?!??! Espero que no. NO me interesa ver a Hanna haciendo más boberías y luego hacerse la víctima... ¡Buen artículo!!! ¡BESOTES!!!
ResponderEliminarGracias por pasar Gato Rafa.Totalmente de acuerdo. La segunda entrega no estuvo a la altura de la primera. Parece que le editaban escenas y nunca supimos, por ejemplo, que pasó con la segunda esposa del conde. Se extrañaban personajes fuertes como Christa y Lothar. Los reemplazos eran blandengues como el pastor tan inútil. La pareja gay nunca se entendió de donde salió, creo que quisieron ser wokes y no llegaron a ninguna parte. Besos PD no, por suerte no insistieron en hacer una tercera. Sobre todo porque Jonas May (Friedrich) y Ludwig Trepte (Lothar) se fueron a hacer Deuutschland 83 que fue mas exitosa.
Eliminar