La Saga de los
Forsyte sigue siendo parte de la cultura británica. En el Siglo XXI se han
visto adaptaciones radiales, televisivas y una puesta en escena este año. Se está
filmando una nueva serie y ya la promete la PBS. ¿Será mejor o inferior a las
anteriores? En vida de John Galsworthy la fama de su saga la llevó al cine en
dos ocasiones, pero fue Hollywood quien le dio el tratamiento de lujo en
versión hablada y a colores. Sin embargo, para Los Baby Boomers formaría parte
del imaginario popular gracias a un seriado de televisión que hizo historia, reafirmando la excelencia de la BBC.
En 1920 A Man
of Property fue filmada en Inglaterra, seguida en 1922 por To Let.
Hay también una película hecha en Hollywood (1925)basada en The White Monkey,
la primera novela de la trilogía A Modern Comedy. No hay rastros de
estos filmes, por lo que la primera versión fílmica de importancia es That
Forsyte Woman en 1949.
“ Esa Fulana
Forsyte”
En 1937, Ada
Galsworthy vendió los derechos del mágnum opus de su difunto esposo a la Metro Goldwin
Mayer que se puso en campaña para hacer una adaptación épica a lo “Gran Hotel”.
Se habló de que Joan Crawford seria Irene y se puso a James Hilton (Lost
Horizon,Random Harvest, Goodbye Mr. Chips), el novelista de moda, a escribir
el libreto. Dos años más tarde se decidió que Myrna Loy seria Irene y nada
menos que Clark Gable encarnaría al “propietario” Soames. Nunca se materializó
este proyecto.
A fines de Los
40, la MGM finalmente se puso las pilas con la filmación de That Forsyte
Woman. La irlandesa Greer Garson seria Irene, el canadiense Walter Pidgeon
daría vida a Soames y el australiano Errol Flynn encarnaría al bohemio Jo. Los
únicos estadounidenses en roles principales serian Robert Young como Philip Bosinney
y una jovencísima Janet Leigh, que recién había interpretado a Meg March en Mujercitas,
como June Forsyte. Antes de hacer las pruebas, Walter y Flynn comentaron que
estaban hartos de interpretar siempre los mismos roles. Hicieron un cambalache
y Errol Flynn tuvo así su primer papel de villano.
El libreto había
pasado por tantas manos que ya no tenía ni resabios del escrito por James
Hilton. El filme comienza a media res con Irene yendo a un hospital donde yace Philip
Bosinney después de ser atropellado por un coche. Se presentan June y su padre.
June apostrofa a la mujer que le robó el novio acusándola de la muerte del
arquitecto. Su padre, Jo Forsyth, defiende a Irene y recuerda vía flashbacks la
época en que ella fue cortejada por su primo Soames Forsyte. La Familia Forsyte
no aprobaba que su miembro más prometedor se casase con una humilde maestra de
piano.
El matrimonio de
Irene y Soames es muy infeliz. Todo cambia cuando ella conoce a Philip
Bosinney. Debido al Código Hayes, Irene no es adultera en esta versión, se
niega a abandonar a su marido, y la famosa violación marital es trocada en un
bofetón de Soames. La que provoca la tragedia es la despechada June. Cuando
descubre que su prometido se ha enamorado de otra, le escribe una carta al
primo Soames.
Este enfrenta a
su esposa. Irene no niega amar a otro y después del bofetón, huye de la casa. Soames y Bosinney la buscan,
cada uno por su lado y el arquitecto sufre un fatal accidente.
Sorprendentemente, y muy rápido , (solo tiene el filme media hora para concluir)
Jo e Irene descubren su amor, se casan y se van a Paris. Todos felices y comen
perdices. Aunque That Forsyte Woman estuvo entre las 10 películas más
vistas en el Reino Unido en 1949, fue un fracaso de taquilla en USA. Los
críticos concordaron que era una visión superficial y simplificada de una gran
obra. Sin embargo, otro consenso de la crítica fue que Errol Flynn estaba
brillante, según yo fue el mejor trabajo de su vida.
Experimentando
con Galsworthy
Desde ese
estruendoso fiasco, ningún productor de cine ha querido meterse con esta obra
magna de Galsworthy, pero a mediados de Los 60, en ese laboratorio de
experimentos que era la BBC, se les ocurrió adaptarla para la televisión. Era
un proyecto inmenso, se necesitarían mínimo 15 episodios, algo que no se había
hecho antes. Al final quedó en 16 , más una decena de capítulos extras para la Comedia
Moderna. Se filmó en blanco y negro con muchas tomas en exteriores. El
gasto fue tremendo (diez mil libras por
episodio) pero el resultado más que optimo.
Salió al aire en enero
de 1967 en la BBC2, un canal para el cual se necesitaba de un televisor
especial que la mayoría de los espectadores no poseían. La producción de Donald
Wilson no se amilanó y la repitieron los domingos a partir de septiembre por la
más accesible BBC One. Para el final, en
invierno de 1968, más de diez mil televidentes la estaban siguiendo, un récord
para esa época. Se cuenta que tanto el clero como los dueños de bares se
quejaban, porque la gente ya no iba a tomarse su cerveza o a los servicios
dominicales nocturnos por quedarse pegados a la tele viendo las tragedias de los
Forsyte. Pronto la comprarían otros países. La PBS la pasó en 1968, y fue la
primera serie inglesa que se compró en la Unión Soviética,
Viéndola ahora
noto el paso del tiempo, espacios muy comprimidos, tomas exteriores un poco
nubladas como grabadas con cámaras manuales y actuaciones un poco teatrales. El
elenco no era muy celebre con la excepción de la diva del cine silente
británico, Fay Compton como la Tía Anne,
la matriarca del clan Forsyte, y el ídolo
de matinée Sir Kenneth More como Jolyon “Jo” Forsyte. Hubo actores que no
dieron la talla como Lana Morris que, en su rol de la institutriz Helene Hilmer, declamaba de manera melodramática lo que hacía
imposible simpatizar con su personaje.
Otra que no me impresionó,
aunque la serie la convertiría casi en un símbolo sexual, fue la neozelandesa Nyree Down Porter. En su
rol de Irene alternaba entre expresiones de mártir con actitudes solapadas que
en vez de enternecerme me daban la impresión de una “mosca muerta”. La serie llegó a Chile en 1969. Le pusieron Intriga
de Pasiones y la ofrecían los domingos por la noche, o sea no era apta para
mi horario escolar. Recuerdo haber leído sobre ella en las revistas y haber
oído a mi madre comentarla con mis tías abuelas, o sea era un mini fenómeno que
atraía a mujeres de todas las edades.
Solo pude ver un
episodio e Irene me cayó horrible, traicionando a June, besuqueándose con un
hombre que no era su marido. No sentí una perdida el no ver la serie. Las cosas
cambiarían a fines de 1970 cuando cometí un pecado tan grande que cambió mi
vida totalmente. A los once años, después de años de creerme la mejor alumna, y
de ser la merecedora de premios escolares, me colgué en el examen final de matemáticas.
Para pasar el curso debía esperar a marzo y retomar el examen.
Para mis padres,
que se habían ufanado de tener una hija superdotada, esto fue una traición.
Cambiaron su actitud hacia mí quien nunca más recibiría ni el cariño ni los privilegios
a los que estaba acostumbrada. Es cierto que había otros problemas familiares,
y que mi padre abandonó la casa en busca de un nuevo empleo en otra ciudad,
pero entre él y mi madre, prepararon una estrategia para conseguir que pasara
el examen de marzo, pero también que fuese castigo ejemplar.
Hoy día, los padres (y maestros) al ver una hija que
sobresale en todas sus clases menos en una, investigarían a ver si hay trastornos de
aprendizaje u otro tipo. Para mis padres yo solo era una perezosa frívola que
quería avergonzarlos. Por eso, el plan fue el siguiente, yo no saldría de casa
antes de marzo, ni de compras, ni al cine, ni a la playa. Nada de diversiones,
nada de amigos, ni siquiera podía comunicarme con mis amigos por teléfono. De
lunes a viernes, tendría dos horas de clases particulares de matemáticas y solo
se me permitiría ver dos horas de televisión al día.
Esto último fue
lo peor, pero pronto aprendí a organizar ese tiempo que era oro. Los días de
semana mi horario televisivo comprendía telenovelas (en ese entonces estas
duraban media hora) y La Caldera del Diablo (Peyton Place) mi
serie favorita. Los sábados dedicaba mis dos horas a algún largometraje y el
domingo era día de caricaturas, pero la segunda hora la dediqué a Intriga de
Pasiones que había sido repuesta en horario nocturno y que traía acoplada
la adaptación de una Comedia Moderna.
MI padre ya no
vivía con nosotros, a mi madre no le interesaba la tele y es verano se la
pasaba en la calle, a mi hermano y las nanas no les interesaban los Forsyte , así
que esa hora dominical era totalmente mía. No sé en qué momento repusieron la
saga en el Canal 4, pero yo la encontré bien avanzada, casi al final de la
primera parte. Eso cambió mi percepción de los personajes.
Fleur y Susan
Hampshire
Por ejemplo,
nunca entendí que Soames había sido el villano de este cuento o cómo fue
que Fleur se convirtiese en mi heroína favorita superando a la Señora Peel y a
Alison Mackenzie de Peyton Place. Parte del encanto fue que Susan
Hampshire interpretaba a la Niña Forsyte. Yo conocía a Susan de filmes de
Disney como El Príncipe de Donegal y Las 3Vidas de Thomasina. Me
impresionó ver a la Bruja del Glen ahora convertida en una flapper de cloches,
cigarrillos con boquilla, y que conducía su propio Hispano Suiza.
Desde el primer
instante que viví las experiencias de Fleur , quise verla feliz. En mi
ingenuidad de niña no podía entender que el romance de Fleur no tenía futuro. A
pesar de que la serie cambia el que Jon se entere por carta que la mujer que
ama es hija del violador de su madre y que para mayor impacto escucha ese
secreto de boca de su padre quien muere a consecuencia del esfuerzo, yo todavía
creía que podían ser felices.
Solo hoy que me
he visto la serie entera (está en YT) comprendo el calvario de Irene. De cómo fue
obligada a casarse con Soames para huir de su madrastra y del acoso del futuro
marido de esta. Comprendí ahora su desilusión con Soames como amante y esposo
que la serie describe, en lo que para la
época puede haber sido una escena atrevida. Nyree Down-Porter en neglige,
llorando desolada en su noche de bodas mientras un Soames medio desnudo la mira
desde la cama con cara de circunstancias.
Aún hoy no me
simpatiza Irene del todo. La neozelandesa no era buena actriz ni muy guapa,
parecía gallina mojada sobre todo en sus escenas de llanto que eran constantes.
Siempre me pareció hipócrita en ese comportamiento pasivo-agresivo. Me molestaba
que apenas conoce a Fleur le tome fastidio y decida que es igual a Soames. Es cierto
que Fleur es voluntariosa , peo no llegamos a saber si es posesiva. En la serie
es muy intuitiva y en el libro es dada al autoanálisis, lo que me la hace más
cercana.
Llegó marzo, pasé el examen y comencé mi año escolar en una nueva escuela donde el bullying era tan atroz que no pude continuar. Sobreviví ese dramático otoño viendo A Modern Comedy que nunca más ha sido adaptada para ninguna pantalla. Cuando se la publicó, esta secuela de los Forsyte no tuvo éxito. La saga había gustado por su nostalgia, por la retro visión del mundo victoriano. La Comedia era demasiado contemporánea, denunciando la corrupción en el mundo político y los negocios además de la decadencia moral de Los Locos 20.
1967 era otra
historia. En la segunda mitad de la década inició una fascinación por Los
20 y Los 30 y esta serie era un escapismo exótico del presente con sus
flappers, sus fiestas, modas extravagantes, y sus costumbres que a ratos
parecían modernas y otras anticuadas.
Susan Hampshire
se volvió toda una estrella. Ganó un BAFTA, un Emmy y un Globo de Oro por su
retrato de Fleur. Fue esa actuación la que ameritaría volverse el rostro del period
piece televisivo, ya que a la saga Forsyte seguirían igualmente premiados
roles como el de la Duquesa de Marlborough en Los Primeros Churchill, y
Becky Sharp en La Feria de las Vanidades. Para los 70, seria Agnes en David
Copperfield y Lady Glencora en Los Pallissers basada en las novelas
de Anthony Trollope. Tan apegada está
hoy la actual Lady Kilkunnis a La Saga de los Forsyte que se
rumora habrá un rol para ella en la nueva versión.
Lo que es 1971,
yo adoraba a Fleur, me encantaba su ropa, la decoración de su casa tan
diferente a la de los otros Forsyte, sobre todo su sala llena de chinnoiserie
donde cabe tan bien el cuadro del mono blanco que Soames hereda del Primo
George. También me encantaba Michael Mont, un marido tan comprensivo, un
aristócrata rico dotado de conciencia social, y un hombre siempre optimista
pesar de no saberse amado como merecía.
Adoré a
Soames, su amor por su hija y como su tremenda ambición choca con el anhelo
paterno de no verla sufrir en un matrimonio sin amor. Me encantó su relación
con su consuegro, Sir Laurence, y los
esfuerzos de ambos por proteger a la joven pareja. Aun así, comprendí que el
retorno del muy casado Jon provocaría problemas que, por suerte, Galsworthy
soluciona de manera realista.
Los Forsyte en
el Siglo XXI
Tan impresionante
fue La Saga de los Forsyte que no se volvió a intentar adaptarla en lo que
llevó del siglo. Fue a comienzos del Tercer Milenio que Granada y la ITV decidieron intentar darle un nuevo rostro
para presentarla a una nueva generación. Muchos de ustedes conocen The
Forsyte Saga del 2002. Es hermosa, supera a la versión del ’67 con su escenografía
y su vestuario. El simple hecho de hacerla en colores cambia la estética.
Qué decir del
bellísimo elenco encabezado con mi amado Damián Lewis recién salido de su exitosa
Band of Brothers; Gina McKee, mucho mejor que Nyree Down Porter; y esa
belleza galesa llamada Ioann Gruffud como Bosinney. Se cambió un
poco el argumento, ahora escrito por Stephen Mallatratt , aunque conservando el
comienzo con el compromiso de Winifred Forsyte. La serie enfatizaba la cercanía
de las mujeres Forsyte hacia Soames, su deseo de protegerlo, su lealtad y
admiración. Eso dejaba muy mal a Irene.
Pobre Gina, una
excelente actriz. El problema es que siguió el modelo dejado por Nyree Down
Porter de ser una estatua de hielo lo que la hacía aparecer un poco tonta. A
diferencia de la otra versión, en un viaje a Bournemouth, Soames ve a Irene en un concierto y se enamora
de ella. Al comienzo, Irene lo encuentra
atractivo, pero pronto descubre que es posesivo, materialista y su vehemencia
la asusta. Solo rechaza la propuesta de Soames una vez, para aceptarlo
nuevamente cundo su madrastra amenaza dejarla en la calle.
Algo que no me gustó
de esta Irene es que es pasiva e inútil. A diferencia de la del 67, con título
de maestra de piano de un conservatorio parisino y dispuesta a ganarse la vida,
esta Irene se siente incapaz de mantenerse sin el apoyo de su madrastra o de su
marido. Después de años de casada, Irene confiesa a June que no quiere
abandonar a Soames porque teme vivir sin dinero. Esa confesión la hace
despreciable a mis ojos, pero también la hace más estimable cuando se atreve a
vivir y ganarse el pan por si sola.
Desde el comienzo
del matrimonio, la serie del 2002 nos indica que, aunque incapaz de separarse
de su marido, Irene toma medidas para independizarse de quien es su sostén
económico. Practica, a espaldas de Soames, medidas para no tener hijos (duchas
vaginales) y es ella quien exige cuartos separados. A diferencia de la serie
donde parece existir amor a primera vista entre el arquitecto y la esposa de su
cliente, en esta versión hay un preámbulo. Bosinney solo se interesa en Irene
cuando sabe que existe separación de cuerpos entre ella y el marido. Ella
tampoco es tan descarada como el personaje de Nyree Down Porter. Eso hace menos
indecente el adulterio y la deslealtad hacia June.
Aparte de su
impresionante escenografía, tanto en interiores como exteriores, existía en
esta adaptación un permiso para ir más allá de lo que fue la pudorosa versión
de Hollywood, e incluso la de 1967. La violación de Irene es sumamente grafica
como lo es la de la muerte de Bosinney. En el libro y otras adaptaciones, el
arquitecto deambula como robot en la bruma londinense hasta que lo arrolla un carruaje.
En la versión del
2002, Bosinney anda buscando a Soames para darle una paliza por el ultraje a
Irene. Cuando lo ve, cruza la calle sin mirar y es tropellado por un coche y
sus caballos. Me pareció un poco grotesca que en esa escena la cámara enfocase
de cerca el rostro del atropellado, pero ese es uno de los defectos de la
serie: el abuso de los close-up que a ratos hace que los personajes se vean grotescos.
Mallatratt en
Contra del Viejo Jolyon
La otra falla que
repudio es hacer del viejo Jolyon un personaje negativo. El modo en que lo
retratan en los primeros episodios hubiese ofendido a John Galsworthy quien en
ese personaje encarnó todas las virtudes de su propio padre.
En el libro, el
joven Jo ya es un paria de la familia, puesto que lleva tiempo separado de su
mujer y convive con la ex institutriz de su hija. La madre de June ya ha
fallecido y la joven ha vivido años con su abuelo. Donald Wilson optó por
situar la historia años antes. Jo y Helene son amantes, pero nadie lo sabe.
Aunque a Frances no le simpatiza Helene, la considera una excelente institutriz
y se molesta cuando ella presenta su renuncia argumentando problemas
personales.
Un tiempo
después, Jo confiesa a su mujer que tiene una amante y abandona el hogar. Es ahí cuando su padre se entera del affaire y
se inmiscuye de manera respetuosa en este lio doméstico. Intenta convencer a su
hijo de volver con su mujer y titubea antes de desheredarlo. La serie nos
muestra el dolor del Viejo Jolyon de perder a su hijo y a su nieta puesto que Frances
regresa con su hija al campo a vivir con su familia. Una muy buena escena de la
versión Wilson era cuando Frances es arrastrada por un caballo en una cacería
lo que le provoca la muerte. Esto no ocurre en la adaptación del Siglo XXI, donde
vemos a su hija poniendo flores en una tumba y hablando de la frágil salud de
su madre.
Todos estos
detalles desaparecen en esta versión. Jolyon vive con su hijo y su familia.
Cuando Frances descubre que su marido está dibujando a la institutriz, es Jolyon quien exige a Jo que despida a Helene,
a pesar de que el pintor insista que nada impropio ha ocurrido. Lo único que
Jolyon consigue es que su hijo y la institutriz admitan estar enamorados, que
entre ellos existe un “reconocimiento”. Jolyon se va a dormir al club, su padre
lo busca y rudamente le dice que si necesita sexo que vaya un burdel.
De regreso a casa,
Jolyon encuentra a Helene a punto de marcharse en el carruaje de la familia.
Para humillarla, ordena que salga por la puerta de servicio y que se consiga un
coche de alquiler. No sentí lastima por Helene (ni tampoco en la otra versión),
pero me molestó que pusieran al Viejo Jolyon de villano. Sobre todo, por la
compasión que luego demuestra por Irene aun cuando es ella quien ha destrozado la vida de June.
Esta nueva
versión de La Saga de Los Forsyte tuvo buenos ratings, por lo que Granada y la PBS juntaron sus
moneditas para adaptar To Let como una Segunda Temporada. Yo esperaba
que esto invitase a una nueva versión de Modern Comedy. ¡Qué esperanza!
Lo que en 1967, la BBC había dramatizado de manera efectiva y conmovedora en
cuatro episodios, Granada extendió en seis excesivos capítulos que destrozaron
la última entrega de la saga y , de paso, a Soames y a Fleur.
Mallatratt en
Contra de Fleur
Empezamos con un innecesario
encuentro entre Jon y Fleur en la infancia. Soames los sorprende y agrede,
física y verbalmente, a Jon. Viendo toda esta temporada, caigo en que la
interpretación de Damian deja a su personaje como un histérico, incapaz de
controlar su furia. Muy diferente al frio y contenido Soames del libro y de la
caracterización de Eric Porter. El verdadero Soames jamás hubiese atacado a un
niño.
Pasa una década.
Fleur y Jon se reencuentran en la galería de arte de June. En libro y serie del
67, aunque hay una atracción, lo más importante para ambos es descubrir el
misterio detrás de su parentesco. En esta adaptación, Fleur es una depredadora que en seguida se
pone en campaña para atrapar al primo desconocido. Galsworthy nos cuenta que
Fleur conoce a su prima política Holly Dartie, pero solo se entera en una
visita a su granja, que es hermana de Jon.
En cambio, la
Fleur Siglo XXI consigue que inviten a los Dartie a su fiesta de cumpleaños
(otro episodio que Mallatratt incluye en su adaptación) y poco menos que se
invita, al saber que Jon estará allá, a pasar un fin de semana en la granja
equina de Val. En versión Mallatratt, a Soames no le parece que Fleur visite a
los Dartie. En libro y versión Donald Wilson, ella y sus primos son unidos y no
parece extraño que vaya a visitarlos. Es una sorpresa tanto para Jon como Fleur reencontrarse. Ambos quieren descubrir más
sobre el misterio familiar. Es solo después de un paseo mañereo, filmado al
aire libre en versión ’67, (hermoso y romántico aun en blanco y negro) que
ambos descubren que se han enamorado.
En la versión
Siglo XXI, Fleur finge no conocer a Jon, aunque tanto los Dartie como el chico
saben que miente. Se levanta temprano y, sin pedir permiso de Holly, asalta la despensa, hace una cesta de picnic y
se va a pie a una granja vecina a buscar a Jon. Para cuando llega, se ha
enlodado sus zapatos, se le ha caído la cesta y para todos los presentes,
incluyendo a Jon, es una ofrecida. Se
supone que esto pone un toque humorístico en la historia. Totalmente innecesario
y que arruina a la intensa e intuitiva Fleur creada por Galsworthy.
Emma Griffiths
Malin no es tan buena actriz como lo fuera Susan Hampshire y Mallatratt no quiere a Fleur, prefiere retratarla como una
mini Femme Fatale totalmente manipuladora. En libro y versión D. Wilson, Jon
trae a Fleur a Robin Hill a conocer a sus padres. Es ahí que, con solo una hora
de conocerla, Irene suelta su injusta impresión de que Fleur es igual a Soames
y hará infeliz a su hijo. En esta versión Siglo XXI , Fleur se entromete en
Robin Hill encontrando a Jolyon solo y finge ser otra persona. Obvio que
cualquier futuro suegro desconfiaría de esta nuera timadora.
Mas adelante, en
un colmo de crueldad, Jo le revela a Fleur que está desahuciado y le ruega que
abandone a Jon. Fleur hipócritamente, le jura que lo hará. Nada de eso ocurría
en el libro ni en la otra versión. En libro y serie, Fleur dice a June que
romperá con Jon al saber que su padre estuvo casado con Irene. Aunque June
insiste en proteger a los tortolos, Fleur sabe que toda la familia se opondrá a
su romance y decide casarse en secreto. En la versión Mallatratt, es June quien
finalmente los separa (WTF?).
Ambas versiones
difieren del libro en que Jon se entera del pasado de su madre por carta, prefiriendo
la más impactante escena en que es Jo quien revela todos los sórdidos detalles
a su hijo. En esta última versión, son Jolyon e Irene quienes torpemente tratan
de revelar el pasado a Jon. El resultado es el mismo. Jo, agotado, sufre un infarto
fatal. En el libro, sintiéndose culpable, Jon rompe su compromiso, se niega a
ver a Fleur, rechaza la conmovedora oferta de paz de Soames, y parte al Canadá.
En la serie se
alarga la situación de una manera insufrible. Jon y Fleur se dan su revolcón el
mismo día en que Jon es enterrado. June los sorprende y acusa a su hermano de
dejarse manipular por la hija de Soames. Es eso lo que lleva a Jon a rechazar
la oferta de Soames. Aun así, se enfurece cuando sabe que Fleur va a casarse
con Michael Mont y exige que no lo haga, aunque no planea casarse con ella. Un
enredo que nadie entiende y donde todos actúan incoherentemente.
Entiendo que las sensibilidades del
comienzo-de-siglo exigían mucho sexo (June y Bosinney también son amantes en
esta versión), pero la situación y el
momento en que hacen el amor dan la impresión de que Jon quiere cobrarse en
Fleur lo que hizo Soames con Irene. Esto va completamente en contra de lo
imaginado por Galsworthy quien hará que, años más tarde Fleur, se reproche no
haber obligado a Jon “ a comprometerla”. Pues en la versión Mallatratt, Jon la
“compromete” y le importa un bledo abandonarla.
En To Let
y en su versión televisiva original, Jon y Fleur fueron totalmente star-crossed
lovers, Romeo y Julieta en Los Locos 20. Aquí ambos son solapados,
egoístas, no parecen amarse y esto me lleva hasta lo que criticó Damian Lewis
públicamente. En libro y versión Wilson, Fleur culpa al padre por el abandono de
Jon. Cree que no fue lo suficientemente firme en su apoyo a un enlace entre los
primos cuando se entrevistó con Jon e Irene.
En la versión de Mallatratt,
el día de la boda de su hija, Soames atormentado por el rechazo del único ser
que ama realmente, confiesa haber violado a Irene y le pide a Fleur que no se
case sin amor. La reacción de Fleur es extraordinaria. Ya no reprocha a su
padre, no está escandalizada. “Eso es el pasado, Papito” dice al verlo llorar. ¿Si
es el pasado porque le ha seguido reprochando su parte en su ruptura con Jon?
Boda de Fleur y Michael Mont
Damian contó que
había leído (y amado) la saga en Eton, pero que nunca se le hubiese ocurrido
esa escena final. Era imposible que un hombre de la era de Soames, un hombre
como Soames, se atreviese a confesar
algo tan sórdido e íntimo a su adorada hija. Con ese detalle, Mallatratt dio un broche de plomo a una
suntuosa producción, que se aleja
definitivamente del espíritu de la obra de Galsworthy.
No quiero
culparlo puesto que Stephen Mallatratt sufría de una leucemia fatal en la época
en que escribió esta adaptación. A ver qué
excusa tendrá Debbie Horsfield (adaptadora de la última versión Poldark) para
arruinarla esta vez.
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