lunes, 27 de agosto de 2018

Judíos y Conversos: Espinas en el trono de Isabel



La segunda Temporada de ”Isabel”  llega a su fin  en 1492, el año en que los judíos fueron expulsados de España. Es un tema al que los cineastas le temen y sobre el que todavía debaten los historiadores. Ha sido valerosa la actitud de la serie de RTVE que desde La Primera Temporada ha puesto en el tapete el tema de los judíos y de los conversos. ¿Pero se ha falseado algún detalle histórico en el afán de preservar la imagen de Isabel la Católica?

Debemos mirar este tema con cierta distancia. Debemos tener en mente nuestro presente con los problemas de refugiados, inmigrantes legales e ilegales y el surgimiento de movimientos que quieren expulsar a segmentos de la población (sean moros, latinos, gitanos o esa pobre etnia muslime que ha sido desterrada de Myanmar) por no parecerse a ellos. Pero también tomar en cuenta el contexto histórico donde ocurrieron los hechos.

El problema judío en España obedecía a variadas circunstancias. Los judíos habían llegado a la Península con los romanos, quizás antes si vamos a creer que la legendaria Tartessos era la Tarsis bíblica, pero  no fue en días de los Reyes Católicos cuando por primera vez  se les vio como extranjeros indeseables. Anterior al Siglo XV ya habían sufrido masacres y persecución que los hicieron buscar otros sitios de residencia.

La llegada del cristianismo a Roma impuso leyes especiales a los judíos,  tanto en Italia como en las provincias romanas. Los judíos de Hispania las acataron sin protestar. La invasión visigoda tampoco presentó problema mientras los reyes se adhirieron a la herejía arriana. Una vez que aceptaron el cristianismo ortodoxo, en el reinado de Recaredo en el Siglo VII , la cosa cambió.

Dícese que las persecuciones comenzaron como reacción a que los judíos convertían a sus esclavos a su fe. Se les prohibió tener esclavos o sirvientes cristianos, se les prohibió circuncidar a sus hijos, se les prohibió casarse con cristianos,  y se les prohibió relacionarse con judíos conversos. Eventualmente se les prohibió practicar su fe.

Los castigos eran pavorosos; hoguera, lapidación, castración para el circuncidado y para quien lo circuncidase. Hubo también una fuerte campaña de vigilancia a los conversos. Finalmente,  durante el reinado de Egica,  se les confiscó los bienes y se les convirtió en esclavos de facto, incluso arrebatándoles los hijos. Tanta tortura solo acabó con la invasión árabe a la Península. La crueldad de los visigodos nacía de una necesidad de demostrar que eran buenos cristianos,  más papistas que el Papa, puesto que ningún otro país en la Baja Edad Media generaba leyes tan injustas y rígidas en contra de la población judía.
Egica instituyendo leyes contra los judíos

Pero tampoco se crean que todo fue paradisiaco en el Al-Andaluz. Nuevamente es el celo religioso el que propicia masacres y persecuciones.Llos almohades, los puritanos del Islam,  invadieron Andalucía a fines del siglo XII. Aunque bajo los reinos taifas, los judíos habían vivido en un clima de relativa tolerancia, también estaban sometidos a impuestos especiales y periodos de intransigencia. Sin embargo,  bajo los almohades las comunidades hebreas andaluzas fueron prácticamente exterminadas.

 Las conversiones forzadas y el martirio que se sometía a quien no deseaba abrazar el islam, provocaron éxodos masivos a reinos cristianos del Norte de España, a África y a Provenza. El mismo fanatismo almohade sería su debilidad ya que le daría fuerza los cristianos para derrotarlos en el campo de batalla y reconquistar así todo el territorio que todavía estaba bajo el dominio  de los moros. Solo el Reino de Granada permanecerá hasta 1492 en manos musulmanas.

Los judíos se establecieron en Castilla y Aragón  creando prosperas comunidades. Mas su auge incitó la envidia y el recelo del pueblo y del bajo clero. Este rencor derivaría en masacres periódicas a lo largo del siglo XIV culminando en la más pavorosa,  y que realmente diezmó a la judería española,  en 1391.
Matanzas de 1391

Varias son las razones para esta masacre que comenzaría en Sevilla, para pasar luego a Córdoba y de ahí subir por Castilla y extenderse hasta Aragón, e incluso al reino independiente de Navarra. Oficialmente provino  de una campaña de conversión masiva iniciada por un clérigo menor llamado el Arcediano de Écija, pero la furia y crueldad del pueblo no obedecía solamente a razones religiosas.

He mencionado el recelo con que se veía la ascendencia de algunos judíos, su predominio en áreas como el préstamo y el comercio, pero también existían razones políticas. A los judíos se les vinculaba con el bando de Pedro,  el Cruel,  quien tras haber sido asesinado por su medio hermano había pasado a ser un ente negativo tal como sus seguidores.
Prestamistas judíos

Fue la nueva casa reinante, los Trastámara,  la que impondría ropajes distintivos para que los judíos fuesen reconocidos y segregados. Isabel no inventó tal medida y vale decir que en el reino musulmán de Granada también los judíos estaban obligados a llevar esa insignia que tanto ofende a Abraham Senior en la serie.

Toda persecución étnica nace del miedo y de  la ignorancia. El  pueblo no solo creía que los judíos habían matado a Jesús y que se negaban a aceptarle como el Mesías, sino que además toda su religión era un antítesis del cristianismo y que todos sus textos sagrados hacían escarnio de la verdadera fe y de Jesús y sus enseñanzas. 

Tales acusaciones pueden resultarnos absurdas ya que tales textos precedían el nacimiento de Cristo por varios siglos, y el único compilado después de la aparición del cristianismo, el Talmud,  no se ocupa de Jesús más que en un par de citas (y eso en 63 tratados que,  dependiendo de la edición talmúdica que se consulte pueden ocupar entre 22 a 30 tomos) que no alcanzarían a llenar media página.  Pero anda tu a explicarle eso a un alfarero que ni sabe leer. Mas fácil es ir matar al judío, robarlo y, de paso,  vender a su mujer y a sus críos como esclavos a los moros granadinos,  que así se hizo en Sevilla
Edición Soncino del Talmud en 30 volúmenes

Por otro lado se creía que los judíos eran duchos en magia negra, que hacían pacto con El Coludo y que practicaban ritos monstruosos tales como mezclar sangre de niño cristiano en la masa para la Matzah (el pan ácimo), profanar hostias y crucificar niños como se les acusó en el sonado proceso del Santo Niño de La Guardia (1480). Un proceso muy raro porque no hubo denuncia, no hubo cadáver ni siquiera se supo nunca quién era tan misterioso niño. ¿Pero si la Inquisición, compuesta por varones ilustrados,  daba pie a semejantes patrañas qué se podía esperar del pueblo?
Santo Niño de la Guardia

El gran cataclismo del Siglo XIV fue La Peste Negra. El vulgo necesitaba de una explicación a tanta mortandad. Más que nada necesitaba de un chivo expiatorio. En España, como en otras partes de Europa,  los pogromos se sucedieron durante o pasadas las epidemias acusándose a los judíos de envenenar pozos, y propagar plagas (en el caso del Niño de la Guardia se creía que los judíos buscaban provocar una epidemia de hidrofobia).  Se decía que los judíos no contraían el mal como sus vecinos cristianos lo que no es cierto. Y si menos judíos perecían sería porque tenían  hábitos de higiene que alejarían las pulgas portadoras del mal. Esa era su magia.
Afligidos por la bubónica

Judíos quemados en Estrasburgo por creerlos culpables de la Peste Negra

La masacre de 1391 fue  perjudicial para la comunidad judía que decreció demográficamente. Hubo masivos éxodos, conversiones forzadas, y muchos judíos prefirieron irse al campo, temerosos de las persecuciones en las zonas urbanas. Esto sirvió para agrandar ciertos predios rurales como Teruel en Aragón. Los judíos dejaron de figurar en el mundo del comercio y de la banca. Los cristianos ahora se dedicaron a ser prestamistas y el comercio quedaría en manos de los conversos.

Es  ley natural que si se extirpa algo ha de llenarse el vacío con otro algo. En este caso,  el problema judío fue reemplazado por el problema converso. El pueblo que había hecho tanto para obligar a los judíos a bautizarse ahora los vería con desconfianza. Sobre todo porque amparados en su nuevo estatus religioso,  los conversos adquirirán poder, riqueza y privilegios. Las autoridades y el gobierno sospechaban de la fragilidad de la fe de los nuevos cristianos y  temían a la influencia de los judíos sobre los conversos  y sobre su manera de practicar la religión.


El padre de Isabel, Juan II de Castilla, había traído a la corte a muchos conversos y también había relajado (después de la masacre de 1391) algunas de las medidas antisemitas. Se permitió a los judíos recuperar algunas sinagogas (otras se convirtieron en iglesias), se les devolvieron sus libros sagrados, se cerraron los ojos ante quienes no portaban la distintiva rodela bermeja en su ropaje. En 1432,  la corona castellana devolvió la autonomía a la comunidad judía, el derecho a practicar su religión y leyes, y se aceptó que, en el reino,  existiera un colectivo  que no fuera cristiano.

 “Isabel” nos mostró lo parcial que fue Enrique IV con los judíos y con los conversos. Aunque la comunidad judeo-castellana nunca recuperaría su antiguo esplendor, se fue reconstruyendo lentamente. Enrique también traerá a conversos a su corte. el caso más reconocido por serie e historia es el de Andrés Cabrera. La serie ha escogido a este personaje,  interpretado por Jordi Diaz,  para representar a la comunidad conversa de la época.

Da risa ver a Pacheco usar insultos raciales en contra de Cabrera cuando él era descendiente directo de Ruy Capón, el tesorero judío de la reina Urraca de Castilla,  y su mujer, Maria de Portocarrero,  descendía de la legendaria Paloma, esposa judía de Alonso Enríquez y tatarabuela de Juana Enríquez, madre de Fernando el Católico.  Pacheco y los autores de la serie pueden olvidarlo, sus descendientes tendrían ese recordatorio siempre colgando sobre sus cabezas como espadas de Damocles. Otra ironía es que los nietos de Pacheco y Cabrera se casarían por lo que el Marquesado de Moya, el titulo más elevado que Isabel le concedió a Andrés, pasaría a ser propiedad de los Villena. (Hoy pertenece a sus descendientes , los Duques de Alba).

La expulsión de los judíos cuyo mayor propósito fue alejar su presencia contaminante para los nuevos cristianos crearía un problema mayor y es que, tal como dice Cabrera a su mujer, pronto serán los conversos los perseguidos. Aun así, nada en la historia de este prodigioso personaje nos hace pensar, como lo retrata la serie, que estuviese descontento o temeroso por las medidas isabelinas en contra de los conversos, pero seria normal que se preocupase.

Había un miedo crecientetanto en la comunidad eclesiástica como en la corona de que la presencia judía afectase la religiosidad conversa y que la debilitase, lo que era visto como una deslealtad a la nación. Quizás tenían razón. Es más que posible que quien es obligado a abandonar sus creencias y adoptar las ajenas termine o volviendo a su antigua fe o creyendo… en nada. Ambas posturas eran anatema en un mundo donde la religión era símbolo de patriotismo y de ideología política.

En ese entonces (y es casi una contradicción visto el odio popular hacia conversos y otros de origen hebreo)  judíos y cristianos convivían hombro con hombro. Vivían cristianos dentro de las aljamas judías y había amistades entre ellos.  Llegaban al punto que,  como cuenta el hispanista israelí Haim Beinart, había cristianos que compartían las fiestas del Año Nuevo judío con sus vecinos o algunos eruditos que asistían a sermones de grandes rabinos. Eso era preocupante, puesto que la Inquisición encontraría judaizantes aun dentro de órdenes religiosas tal como la de Los Jerónimos.

Algo que me ha sorprendido de esta sociedad es que como los judíos de sinagoga enfrentaban el problema converso. Si bien muchos los repudiaban y veían como traidores, otros los seguían visitando y recibiendo en sus casas. Algo que  hoy no se vería en comunidades de judíos ortodoxos. Lo normal es un repudio al converso, lo vi en el caso de mi madre, y su familia no era particularmente religiosa. Es esa convivencia judeo-conversa la que preocupaba a las autoridades y a los reyes que convirtieron a las aljamas en verdaderos guetos. Solo así lograron segregar a la población judía de la conversa y de la cristiana.

Por otro lado hay que ver qué llamaba la Inquisición “Judaizar”. Nuevamente tenemos que meternos en la mentalidad de la época. Judaizar seria lo que hacen hoy muchos matrimonios mixtos que celebran las navidades con sus parientes católicos y la pascua judía con los judíos. En esa época eso era herejía, como también lo era abstenerse de tomar alimento en periodos de ayuno del el calendario hebreo o circuncidar a  los hijos. Después,  había costumbres arraigadas que sin ir en contra de la religión católica, eran vistas como resabios del judaísmo: no comer puerco ni crustáceos, mudarse de ropa en sábado, bañarse el viernes, que la casada no compartiera cama con el marido estando en sus días, etc.

Como muchas personas obligadas a convertirse no tenían claro que es lo que iba en contra de su nueva religión, los que se oponían a la implantación de la Inquisición en Castilla como Fray Hernando de Talavera (que venia de familia conversa) abogaban por la catequesis. Pretendían acabar con el problema informando e ilustrando a los nuevos cristianos para la práctica de una religión más ortodoxa. Pero tales esfuerzos fracasaron. El Tribunal de la inquisición encontró más falsos conversos que buenos católicos. A veces se encuentra a ambos dentro de una misma familia como ocurre con los Susón en “Isabel”.

Otra ironía de este cuento es que mientras, la Inquisición quemaba gente por doquier o fabricaba casos en contra de judíos como lo del Santo Niño de la Guardia, la reina seguía prometiéndole a sus súbditos judíos que estaban bajo su protección. Ya vimos que se hacía atender por el médico judío Lorenzo Badoz. Se han encontrado cartas de judíos a parientes en Italia y el Imperio Otomano ensalzando la gestión de la reina. Algunas cercanas a la fecha del Edicto de Expulsión.


Quienes hemos seguido las sagas de Tudores y Borgias, tenemos una imagen clara de la Europa de entonces. Un mundo sin piedad donde luchas por el poder e intrigas se sucedían, y los amigos de ayer se tornaban en enemigos de hoy. Sin dejar que la objetividad nos ciegue a la inhumanidad de muchos de los actos de Isabel, también hay que tomar en cuenta el escenario histórico donde tienen lugar.

La razón principal para la expulsión de los judíos es que eran un obstáculo para el proyecto en común que era la razón de vida de Isabel y Fernando, la creación de un imperio donde pueblo y corona debían pensar igual, tener los mismos intereses y soldarse en una misma fe. Los judíos, porfiados y taimados, negándose a convertirse, demostraban ser un elemento foráneo incapaz de acoplarse a las reglas que gobernarían la  incipiente nación. Dado el caso,  los judíos podrían volverse un elemento hostil.

Isabel había visto las debilidades de su hermano Enrique y no quería repetirlas. Hay historiadores modernos que rechazan el antisemitismo popular como un motivo para el Edicto de Expulsión, pero sería ingenuo pensar que no tuvo influencia en la decisión de Los Reyes Católicos. Había presión por parte del populacho, había presión por parte del clero y muchísima presión por parte del Papado. Como recuerda Chacón, la Península ibérica es el último bastión de los judíos en Europa, se les había expulsado ya de la mayor parte de Occidente.

 Inglaterra expulsó a sus judíos en días de las Cruzadas y estos no regresarían sino hasta el siglo XVII. Los que vimos la malhadada “Knightfall” sabemos que Felipe, El Bello sacó a los judíos de Francia al comienzo del Siglo XIV. En ese mismo siglo se les expulsó de Hungría.  Maximiliano de Austria, consuegro de los Reyes Católicos, expulsó a los judíos de Austria,  en 1496. En la Europa cristiana, el único reino que nunca expulsará a los judíos será Polonia. Es importante enfatizar este hecho para comprender que la mentalidad europea estaba cien por ciento a favor de la expulsión de los judíos. Que Isabel y Fernando serian elogiados por su edicto, que nadie levantaría una palabra en contra de esas expulsiones sino hasta el siglo XIX y eso en el mundo Protestante y  angloparlante.


No sé si será por eso por lo que me disgusta un poco el retrato de judíos y conversos en “Isabel”. Los muestran como si efectivamente fueran un peligro. Lo vemos en el caso de la conjura de los Susón, que tiene bases históricas, pero que ocurrió en Sevilla y no como lo describe la serie. Diego Susón no fue movido por el asesinato del hijo,  y Susana nunca fue dama de Isabel. En eso los tres historiadores que asesoran la serie concuerdan. Hubiese sido imposible que una judía o conversa fuese dama de la corte.

“Isabel” confirma y perpetua los prejuicios contra los judíos que el imaginario popular español  contempla hasta en estos días. Cuando una turba asalta la casa de Diego Susón,  y degüella a su hijo,  pequeño, él está contando monedas. La muerte del niño, la poca asistencia de sus vecinos, y el cartel en su ventana que lo tilda de “Marrano”, lo convencen de volver a su antigua fe. 

Hasta atado en la hoguera, Diego Susón  se niega a arrepentirse y acaba echando una maldición sobre quienes lo ajustician. Poco después la peste que Susón ha invocado hace presa de la ciudad. En resumen los judíos se la pasan contando dinero, no son buenos cristianos,  y mas encima les echan brujerías a los que si lo son.

Los estereotipos negativos continúan en el personaje de Andrés Cabrera. En la vida real, y las crónicas nos lo afirman, no tuvo Isabel mejores ni más fieles criados que su mejor amiga, su compañera de juegos, Beatriz de Bobadilla y el esposo de esta, Andrés Cabrera. Nunca hubo una queja en contra de ellos. Ni siquiera por el hecho de Beatriz de traer a su tocaya  al palacio y a la cama del rey, que fue obra de Beatriz de Osorio y no culpa de su tía.
Andrés Cabrera y su esposa Beatriz de Bobadilla

En cambio, la serie nos muestra a Cabrera receloso de las acciones de su reina. “Vuestra Amiga” le dice a Beatriz y por eso se pone a sisar como criada de zarzuela. Cuando le preguntaron a  Teresa de Cunillera, miembro del panel de asesores-historiadores de la serie, la muy ladina, en vez de contar la verdad, se salió por la tangente diciendo que seguramente que Andrés Cabera había traicionado la confianza de su soberana.

Si, Doña Teresa, el ser humano es abyecto y donde hay y donde no amarran las manos…pero creo en la honestidad de Cabrera por una sencilla razón. Si por algo ha pasado Andrés Cabrera a la historia es por su prodigioso acenso en la corte. De ser un don nadie,  y mas encima converso, acumuló títulos, tierras y monedas de oro. Todo legítimamente habido y recibido como regalo de Su Señora Reina. ¿Iba entonces Cabrera a ensuciarse las manos por un puñado de maravedíes y arriesgarse a perder el aprecio de Isabel?

Como dice la historiadora, había en Segovia  resquemor en contra de Cabera y su suegro, pero no tanto por su condición de converso, puesto que a Maldonado, quien se alzó en su contra,  lo apoyaba la facción de los Arias, otra poderosa familia conversa segoviana. Lo que ocurre es que nunca se le perdonó a Cabrera su pasada al bando isabelino.
Alcazar de Segovia

Pues veamos como fueron los hechos. La sustitución de Maldonado por Don Pedro de Bobadilla como Alcaide del Alcázar de Segovia  era sabida y ratificada por la reina. Maldonado y sus alzados asaltaron el Alcázar estando la Princesa de Asturias en su interior, no así Los Cabrera. Andrés andaba cumpliendo encargos de la corona. Beatriz estaba de visita en Tordesillas con la reina que las amigas no podían pasarse separadas mucho tiempo. Será Cabrera quien mande noticia de la  revuelta.

Enterada del peligro que corre su hija, Isabel parte al Alcázar en compañía de Beatriz. Según dice Nancy Rubin, en Isabella Of Castille: The First Renaissance Queen,  Isabel le promete a Beatriz que ha de castigar a los culpables. Es como si hubiesen afrentado a los Cabrera también.

Antes de llegar a Segovia se les une Cabrera. Los alzados no los dejan pasar exigiendo que Beatriz no entre y que se destituya al Alcaide.  De hecho, la prohibición de los alzados de que Isabel franquease las puertas era precisamente porque no querían a Cabrera en el Alcázar.

 Esto  enfurece a la soberana que les responde,  y cito de  El Alcázar de Segovia de Eduardo Oliver-Copóns:  “Decid vosotros a  esos caballeros y ciudadanos de Segovia que yo soy la reina de Castilla y esta ciudad es mía y me la dejó el rey, mi padre,  y para entrar en lo mío no son menester leyes ni condiciones…y que se dejen de hacer escándalos y alborotos en mi ciudad…” y entra por donde quiere y acompañada de los Cabrera.

Algo que no nos muestra la serie es que Isabel que era totalmente badass y gran diplomática, se entrevista sin guardia con los sublevados en el patio del Alcázar; les escucha las cuitas; les promete una investigación;  destituye a Don Pedro y pone en su lugar a Chacón. 

Dos días más tarde,  anuncia que no hay ningún cargo en contra de Bobadilla o Cabrera, que todas las acusaciones son infundadas. Saca a Chacón de su puesto,  restituye a Andrés y todos contentos. Porque ya la reina hizo su investigación y aun así no ha castigado a ningún sublevado (eso de tirarlos por las almenas es totalmente fábula de la serie).

La justicia de Isabel equipara a la de Salomón. Maldonado se ha dado a la fuga, Isabel le confisca los bienes y se los da a Cabrera.   Isabel era muchas cosas, tonta no. Si hubiese tenido alguna duda sobre la honradez de su mayordomo no lo hubiese cubierto de honores.

 ¿Pero qué nos muestra la serie?  Cabrera malversa fondos, establece impuestos  irregulares, abusa de su poder y pone en peligro a la princesa. Isabel tiene todo el derecho a verse decepcionada, de  estar furiosa, de sentirse traicionada. Amenaza a los Cabrera-Bobadilla con su justicia a su vuelta de Arévalo. Pero como con los planes de La Beltraneja de desbaratar el matrimonio de su primo, este episodio es olvidado por los guionistas.

Lo próximo es que Beatriz de Bobadilla ha traído a la corte a la sobrina a calentarle la cama al rey y luego en el sitio de Granada, vemos a Cabrera batiéndose valientemente y a su mujer casi perder la vida. ¿Y ese episodio del Alcázar fue olvidado? A lo mejor lo olvidaron en la serie, lo olvidaron los libretistas, pero el televidente permanece con la impresión de que Cabrera es persona desleal y poco de fiar.

“Isabel” ha caído en un cliché de la ficción moderna. No supo retratar a los judíos , los personajes  son acartonados no llegan al público. No es culpa de Isabel ni de RTVE. La BBC (con la excepción de “Downton Abbey” y “Call the Midwife”) es repugnante en su manera de presentar a los judíos. Basta ver” McMafia”, a la que ahora le van a dar una segunda temporada. Pero esperaba más de “Isabel” precisamente por la valentía de los escritores al tratar el tema.

Hubiese deseado algún personaje judío más positivo, más querible, más recordable. Lo más cercano fue Lorenzo Badoz, el ginecólogo de Isabel, quien atendió todos sus partos, menos el primero, salvándola la vida a su soberana y a dos princesas en alumbramientos riesgosos y que prefirió el exilio antes de renunciar a su fe.

En mi próximo blog, D-s mediante, hablaré del Edicto de Expulsión y de sus consecuencias,  que hasta hoy afectan la relación entre españoles y judíos. Recuerden que pueden ver las dos temporadas completas (y pronto la Tercera) por UnivisionNow.



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